Acontecimiento, emergencia y discontinuidad en la historia | Cuadernos de Historia | 2021

François Hartog, en un texto titulado “La temporalización del tiempo” (2011)1 , plantea la tesis acerca de la existencia de una cierta continuidad entre la función social que desempeñaba el profeta en el mundo judío antiguo y la que desempeña el historiador en las sociedades modernas. Son –o eran– ante todo quienes articulan el tiempo. Es a ellos quienes se interroga ante el impacto de un acontecimiento devastador, esto es, tal como lo ha definido LaCapra “que supera la capacidad imaginativa de concebirlo o anticiparlo”. Sus respuestas tienen que ver con un reordenamiento de los hechos del pasado para dar cabida a un nuevo acontecimiento que impacta y así restituir el sentido de una trama que de pronto se ha vuelto ya inverosímil. El profeta, entonces, señala Hartog, ante todo trabaja con el pasado y no con el futuro, como usualmente suponemos.

Pero luego efectúa un oscuro pronóstico (profecía) del futuro, para finalizar con la advertencia de un: “a menos que hoy tomemos la decisión adecuada […]”. El profeta no está obligado a “no fallar” respecto de lo afirmado sobre el futuro, pues su obligación es ante todo respecto del presente, este es su tiempo, su deber es propiciarlo como el instante de la decisión correcta, es quien promueve la acción colectiva, por ello su eficacia se confirma cuanto más falla su profecía; es decir, cuanto más logra alejar a su pueblo de aquel oscuro futuro predicado. Pero antes que esto, el profeta “salva” a su pueblo por el solo hecho de interpretar el acontecimiento restituyendo y asegurando un sentido. En ambos casos el pueblo es salvado “falsamente”. ¿Por qué comenzar señalando esto? Porque buena parte de la operación descrita coincide con lo que modernamente se designó como “conciencia histórica”. Leia Mais