A Companion To The Political Culture of the Roman Republic | Valentina Arena, Jonathan Prag

El presente libro se aproxima a estudiar el mundo político de la Roma republicana desde el lente de la Political Culture. Esto, según sus editores, quiere decir que, además del estudio sobre el funcionamiento oficial de la política a través de las instituciones políticas y religiosas, la cultura política comprende aquel sistema de valores compartidos y de estrategias desplegadas en función de un consenso que permitió legitimar el funcionamiento de la república romana en distintos niveles.

El libro se estructura en seis partes. En el primer capítulo («Political Culture: Career of a Concept») el historiador alemán Karl-J. Hölkeskamp realiza un recorrido por el concepto de cultura política y su aplicación en el campo de los estudios romano. El autor acentúa la importancia de estudiar espacios como las asambleas populares y el foro romano, lugares en los que el consenso republicano, a través de diferentes rituales cívicos, debía legitimarse simbólicamente (p. 12). Este capítulo, además, introduce las dos primeras partes del libro («Modern Reading» y «Ancient Interpreters»), que dan cuenta de las discusiones tanto modernas como antiguas que han existido en torno al modo de vida de la república romana, las que suponen una recepción interactiva del pasado. Esto quiere decir que el significado de las interpretaciones de esta cultura política no solo se debe entender por las intenciones de los agentes contemporáneos que la retrataron, sino que, fundamentalmente, a partir de la relación dialéctica entre el pasado que estos agentes buscaron retratar y el presente que los condiciona (p. 21).

En «Machiavelli’s Roman Republic», Ryan Balot y Nathaniel Gilmore analizan cómo Nicolás Maquiavelo habría reinterpretado las ideas de virtud y poder propias de la república de la primera década de Ab Urbe Condita de Tito Livio (p. 27). Esto lo habría hecho en función de enseñar a sus contemporáneos a interpretar el pasado para actuar en el presente de la Italia renacentista. Los discursos sobre la primera década serían una corrección de la visión de Livio sobre la cultura política republicana. En «The Roman Republic and the English Republic», Rachel Foxley plantea que las diferentes dificultades que vivió la república de Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVII llevaron a que políticos y autores del periodo se interesaran por la historia de la república romana. En este sentido, exempla de la cultura política republicana fueron invocados en función de ilustrar o criticar temas como: discusiones constitucionales, las funciones del senado y qué hacer respecto a la monarquía (p. 48). En «Liberty, Rights and Virtues: The Roman Republic in EighteenthCentury France», Christopher Hamel explora el uso que se le dio a ideas y valores propios de la república romana en la Francia del siglo XVIII. Para ello, analiza fuentes literarias de la revolución y sostiene que la libertas y la virtus republicana se convirtieron en el ideal al que debía aspirar la nueva república francesa de finales de siglo en contra de la arbitrariedad monárquica del antiguo régimen (pp. 63-64). En «A Roman Revoluion: Classical Repulicanism in the Creation of the American Republic», Eran Shalev da cuenta de lo interiorizada que estaba la cultura política de la Roma republicana en las acciones e ideas de los revolucionarios norteamericanos del siglo XVIII. Esto se puede observar en las construcciones urbanas y mitos que dieron forma a la naciente república americana (p. 77). El capítulo 6 aborda la figura del historiador Theodore Mommsen y la influencia que tuvo su contexto político e intelectual en la composición de su Historia de Roma. La influencia de la reconstrucción de la cultura política romana desarrollada por Mommsen fue tal, que Stefan Rebenich señala que no fue sino hasta la primera mitad del siglo XX que su paradigma historiográfico resultó fuertemente criticado por historiadores como Gelzer y Syme (p. 89). La parte I finaliza con un repaso por diferentes interpretaciones del sistema político y la cultura política republicana desde la publicación de The Roman Revolution (1939) en adelante (pp. 93-106). En este sentido, el debate se ha centrado principalmente en la crítica al modelo oligárquico de la política republicana planteado por Ronald Syme. Según Alexander Yakobson, hoy en día la historiografía valora cada vez más la importancia de la naturaleza popular y «desde abajo» del funcionamiento político republicano (pp. 101-102).

La segunda parte aborda a quienes interpretaron la cultura política de la Roma republicana desde la Antigüedad. Los capítulos repasan autores que van desde el siglo II a.C. (Polibio) hasta el siglo III (Dion Casio). Polibio, por ejemplo, es analizado en consideración de su condición de élite y de que su obra se dirigió a un público griego a partir de interpretar la realidad romana bajo categorías filosóficas y morales propiamente griegas. La preocupación de la historiadora Chiara Carsana es entender qué problemas propios de su contexto quería evidenciar Polibio por medio del caso romano (pp. 111-124). En cuanto al papel de Cicerón, Walter Nicgorski desarrolla un breve repaso por el gran aporte que realizó el Arpinate en defensa de la cultura política republicana. Para ello, analiza su obra y confronta aquellas posturas que buscaron oscurecer sus capacidades y trascendencia (pp. 125-135). En el capítulo 10 también se analiza a una figura importante del último siglo republicano: Salustio. En él, Alison Rosenblitt plantea que la gran preocupación de este historiador romano fue entender el declive de la otrora gloriosa cultura política de Roma. La respuesta, según Rosenblitt, fue que la propia ambición individual y el distanciamiento con las costumbres tradicionales habría llevado a los romanos a tiempos de sedición y de guerra civil (pp. 136-145). Tras el fin de la República y con el advenimiento del Principado de Augusto, los siguientes autores antiguos son Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso. Andrew Gallia se encarga de contextualizar sus esfuerzos por componer sus propias Historias de Roma. En una época de fervor cultural y de reinvención política, estos autores son fuentes fundamentales para entender la cultura política romana en sus primeros tiempos (pp. 146-158). El capítulo 12 aborda la figura de Plutarco y analiza sus Vidas Paralelas. Mark Beck señala la importancia de entender la obra de Plutarco como sumamente compleja, y, a su vez, plantea que una lectura concienzuda de la misma permite reconocer un vínculo temático entre la cultura política griega y la romana a partir del actuar de sus personajes (pp. 159-173). Finalmente, los dos últimos autores antiguos analizados son Apiano y Dion Casio (pp. 174- 191). John Rich hace un breve análisis comparativo de sus vidas y su obra, y, fundamentalmente, de cómo estos autores de provincias griegas retratan la cultura política romana y la contrastaron con la realidad de su propio tiempo, bastante más virtuoso que el conflictuado periplo republicano.

Las partes tres («Institutionalised Loci»), cuatro («Political Actors») y cinco («Values, Rituals and Political Discourse») aúnan los componentes fundamentales de la cultura política romana y buscan ofrecer una visión panorámica e integrada de la vida política de la República. A su vez, la propuesta de los editores se suma al esfuerzo por emprender nuevas miradas sobre una institutionalität que abogue por una visión holística e integradora de la política republicana (p. 3). En definitiva, estas tres partes buscan confrontar las posturas tradicionales, reinterpretar los conceptos claves de la política romana y ofrecer nuevos caminos y actores para interpretar la realidad política del mundo romano durante la República.

Guido Clemente («The Census», pp. 193-205) y Marianne Coudry («The Senate», pp. 206-219) analizan cómo dos instituciones fundamentales experimentaron profundos cambios a través de la República, teniendo que adaptarse a las nuevas necesidades de la creciente sociedad romana. El problema de dicha adaptación giraba en torno a cómo esta lograba conciliarse con las costumbres tradicionales, puesto que, en ellas, justamente, radica su legitimidad institucional. En el capítulo 16 («Roman Political Assemblies»), Tim Cornell analiza las competencias y estructura de las asambleas. Estas instituciones se han insertado fuertemente en la discusión actual sobre el carácter democrático de la república romana (pp. 220-235). Nathan Rosenstein analiza la cultura política romana a partir de la influencia que tuvo la formación militar en desarrollar el aspecto competitivo del ser romano (pp. 236). Asimismo, otras instituciones analizadas son el tribunado de la plebe y su carácter revolucionario (Any Russel, capítulo 19), los sacerdotes (Jörg Rüpke, capítulo 20) y otras magistraturas (E. J. Kondratieff, capítulo 21) en su recorrido y transformaciones institucionales durante la etapa republicana de Roma.

Respecto a la cuarta parte del libro («Political Actors»), esta –claramente– toma parte de la discusión respecto a la necesidad de entender la política romana fuera de los límites de su núcleo oligárquico, como lo planteaba la corriente prospográfica de mitades del siglo pasado. Es por ello por lo que nuevos actores permiten enriquecer el análisis. Andrea Raggi realiza una revisión respecto a qué significaba ser ciudadano en sus distintos niveles (Capítulo 22). En la misma línea, Edward Bispham estudia la importancia de romanos, latinos y aliados tanto en la construcción y consolidación de la cultura política romana, como en los momentos más críticos de esta durante y después de la guerra social (p. 327). Hans Beck («Republican Elites: Patricians, Nobiles, Senators and Equestrians»), sumándose al esfuerzo de publicaciones recientes, sitúa a las élites en el «theatre of power» y los círculos urbanos de la cultura política republicana (p. 358). Terminando el apartado, la historiadora italiana Francesca Rohr Vio («Matronae and Politics in Republican Rome») hace breve un repaso por la representación de las mujeres de clase alta romana –matronae– desde la conformación de la cultura política romana hasta el auge de su participación política en el último siglo republicano.

Finalmente, el apartado cinco («Values, Rituals and Political Discourse») pretende responder a la pregunta de cómo el consenso republicano se mantuvo más o menos estable durante un marco de tiempo tan prolongado. En el fondo, los capítulos abordan de qué manera se configuró aquel sentido de obediencia hacia la élite gobernante y, a su vez, qué cambió y acabó provocando la caída de aquel consenso en el último siglo de la República. En el capítulo 28, Robert Morstein-Marx examina los valores y la ideología romanas en función de entender por qué los ciudadanos romanos querrían mantener o desafiar cierto tipo de régimen. El autor valora la influencia de una «ideología popular» –a través de las contiones– en el sistema político republicano. En el capítulo 29, el historiador español Antonio Dupla analiza la obra de Cicerón extrapolando el concepto moderno de «violencia política» a la realidad de la Roma Tardorrepublicana. Propone, así, la necesidad de considerar el anacronismo histórico al momento de pensar la cultura política romana. Otros de los temas que se abordan en esta parte dicen relación con el imaginario y la mentalidad que giró alrededor de la política republicana: la religión y los rituales (Francisco Marco Simón, Capítulo 33), el mito y el teatro (Uwe Walter, Capítulo 34), y, finalmente, el espacio y los imaginarios urbanos (Peter Holliday, Capítulo 35).

El último apartado del Companion se titula «Politics in action – case studies». En él, cinco historiadores aplican su propia visión de lo que entienden por cultura política y abordan en la república a partir de ciertos hitos históricos que habrían significado un antes y un después en el devenir histórico de Roma. Estos capítulos exploran repetidamente la relación de las numerosas instituciones y actores en evolución durante la República, así como también el papel del mito, del espectáculo, del ritual y de la religión, que se encuentran cada vez más integrados en la explicación de la acción y de la reacción política (p. 506).

En «The political culture of Rome in 218-212 BCE» (pp. 509-523), el historiador alemán Bernhard Linke aborda la primera fase de la Segunda Guerra Púnica. El autor se aproxima a entender la naturaleza política de las campañas electorales y bélicas del periodo. A partir de conceptos como meritocracia o competitividad en función de la ambición individual, el capítulo de Linke es un excelente esfuerzo por dar cuenta de los intereses y expectativas de diferentes sujetos que formaban parte de la discusión política, así como también del choque generacional entre los «viejos senadores» y la nueva juventud encarnada por la figura de Escipión. El segundo caso es «Roman political culture in 169 BCE» (pp. 524- 536). La aproximación de North resulta innovadora, toda vez que hace una relectura –por medio de Livio– de la actividad política romana del 169 a.C. a partir de los miedos y las ansiedades que rodearon a diferentes actores políticos y sociales. El miedo de muchos elementos de la sociedad acabó configurando la manera en la que se hizo política. La idea central del trabajo de North tiene que ver con considerar la complejidad de la cultura política romana, la cual no puede definirse a partir de generalidades y simplificaciones. Las instituciones plebeyas nacieron junto a la república, y, pese a la existencia de relaciones asimétricas, el ejercicio de la política no se puede entender por la simple imposición de un grupo sobre el otro. En «133 BCE: Politics in a Time of Challenge and Crisis» (pp. 537- 554), J. Lea Beness y Tom Hillard se interesan por la personalidad de los sujetos, la presión que sentían por destacar y demostrar en una sociedad sumamente competitiva y en un momento histórico –el asesinato de Tiberio Graco– que acabaría cambiando la lógica política republicana para siempre. Respecto a la figura de Graco, los autores destacan cómo desvió la costumbre romana para poder llevar a cabo su propia agenda política. La autoridad y las costumbres fueron desafiadas y pasadas por alto tanto desde las instituciones de la plebe como de las más conservadoras y tradicionalistas. En «88 BCE» (pp. 555-567) el historiador neozelandés Jeffrey Tatum reconstruye la atmósfera política de las elecciones consulares del año 88 a.C. La idea principal de este capítulo es que las elecciones, entendidas a un nivel más amplio, son expresión de los miedos, las ansiedades, los intereses y la voluntad popular de la época. La cultura política de Roma, según lo que plantea Tatum, se entendería cada vez más por la gradual legitimización de la dimensión violenta como forma de alcanzar los intereses de los respectivos actores políticos y sociales de Roma. Finalmente, en «The year 52 BCE» (pp. 568-582), Egon Flaig se pregunta ¿Cómo entender el final de la república romana? Su estudio confronta la tesis de Gruen (1974) de que la guerra civil habría provocado el fin de la república. Flaig nos dice que una historia cultural de lo político invierte la causalidad: una guerra civil es siempre el resultado de una crisis tan profunda que las instituciones no pueden soportarse a sí mismas por más tiempo. Sus tres puntos para explicar la crisis son: 1) ilegitimidad 2) violencia 3) desconfianza y caudillismo.

En suma, creemos que el presente libro constituye un esfuerzo valioso por ilustrar el potencial de un enfoque más global que implique la consideración de la cultura política en todas sus facetas. En el fondo, las decisiones e interacciones entre la élite y los otros estamentos de la sociedad romana no se daban de manera totalmente vertical; había expectativas, miedos, ansiedades y necesidades que legitimaban de forma simbólica y práctica el actuar político. En definitiva, consideramos que la idea de entender el funcionamiento político del mundo romano como una cultura política abre nuevas posibilidades de interpretación y explicación de la experiencia republicana.


Resenhista

Benjamín Rovegno Proust – Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

ARENA, Valentina; PRAG, Jonathan (Eds.). A Companion To The Political Culture of the Roman Republic. Chichester: Wiley- Blackwell, 2022. Resenha de: PROUST, Benjamín Rovegno. Grecorromana. Revista Chilena de Estudios Clásicos. Santiago, v. 4, p. 136- 140, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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