Against Nature | Lorraine Daston

El nuevo libro de Lorraine Daston es un breve ensayo que recapitula ideas previamente desarrolladas en sus dos conferencias Tanner “The Morality of Natural Orders: The Power of Medea” y “Nature’s Customs versus Nature’s Laws” (Daston, 2002), además de los dos libros editados The Moral Authority of Nature (Daston & Vidal, 2004) y Natural Law and Laws of Nature in Early Modern Europe (Stolleis & Daston, 2008). Los lectores asiduos de la filósofa germano-estadounidense encontrarán que Against Nature no tiene la erudición y la densidad conceptual de sus predecesores, pero sí una retórica más ligera y penetrante. La prosa de esta obra es diáfana, habiendo sido escrita tanto en alemán como en inglés por la misma autora, manteniendo un estilo liviano bastante alejado de la pesadez que otrora fue característica del pensamiento producido en Alemania. Pero, curiosamente, este libro se inscribe con gracia dentro de un tema propio de la tradición filosófica germana: la antropología filosófica enmarcada por la obra de Kant. Hay cierta sensación de yuxtaposición a lo largo del libro, semejante al cruce de temporalidades presentes y pasadas en los sueños. Por momentos parece que Daston no se ha movido de la filosofía del siglo XVIII, pero al cambiar de página queda en evidencia que se trata de una pensadora contemporánea en el sentido fuerte del término. Esto, lejos de ser una contradicción que le reste mérito al libro, resulta en una fascinante experiencia de integración poco frecuente en la academia actual.

Si bien Daston no es una entusiasta de la lógica ni del lenguaje, encarna maravillosamente los valores propios de la filosofía analítica: claridad, sencillez y precisión. Sus referencias pictóricas o literarias no son oscuras ni de significado intrincado, sino ilustrativas y persuasivas. En este sentido, Against Nature puede ser un gran primer paso para los lectores no iniciados que quieran explorar la epistemología e historia de la ciencia, o simplemente ahondar más en la obra de la autora2. Sin embargo, de nuevo, este libro tiene una gran raigambre kantiana, no solo respecto del proyecto de una antropología filosófica sino en la mismísima formulación del problema: ¿cómo comprende el ser humano el mundo natural? ¿Qué implicaciones tiene esto para la creación de órdenes morales? Para entender mejor esta dualidad y complementariedad entre el tema de indagación y su método, es importante ubicar a la autora dentro del panorama intelectual de hoy en día. Como directora del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia (MPIWG), Daston habita aquella delgada línea entre filósofos analíticos y continentales: bebe de las antiguas tradiciones europeas, pero haciendo uso de un estilo expositivo y argumentativo anglosajón. Ciertamente este libro, tanto por su tema por su ejecución, resulta una curiosidad llamativa y apetecible.

Ahora bien, Daston no hace mayores preámbulos, sino que entra directamente en la discusión. Como ya se dijo, la investigación de este libro es, prima facie, sobre antropología filosófica. La autora es cuidadosa al señalar que, aunque usa casuística de archivo, no pretende hacer una antropología cultural ni histórica. No le interesan ejemplos concretos, sino explorar el núcleo duro de la razón humana en lo que respecta a la constante tendencia de vincular el orden natural con el orden moral. Los filósofos modernos como John Stuart Mill o Friedrich Engels consideran dicha tendencia una falacia y una obscena estratagema política, pero Daston mantiene una postura ecuánime y se abstiene de censurar o defender dicha inclinación de la razón humana. Como buena historiadora, insiste en que este fenómeno se ha presentado con bastante frecuencia en contextos culturales disímiles. Señala, además, que la legitimación de los valores por apelación a la naturaleza ha sido una herramienta útil para distintas ideologías políticas: tanto para quienes defendían la esclavitud y querían obstruir la educación superior para las mujeres, como para los promotores del matrimonio homosexual y el ecologismo. Así, detrás de su principal línea de investigación, Against Nature desarrolla sus argumentos tejiendo un vínculo recíproco entre la filosofía de la ciencia y la filosofía política; un gesto típico de los ascendentes Science and Technology Studies (Jasanoff, 2017). No es fácil dilucidar el rol de Daston en este nuevo campo disciplinar, pues, aunque no comparte las premisas metafísicas, las metodologías ni las aspiraciones de autores como Woolgar, Fuller o Haraway, sí mantiene preocupaciones comunes sobre cómo interactúa la esfera social con la científica.

Para ahondar en este problema, Daston clasifica tres concepciones recurrentes de las naturalezas específicas, locales y universales, las cuales han sido usadas como nociones legitimadoras. Esta cartografía predeterminada, en vez de profundizar reflexivamente sobre la problemática relación entre naturaleza y moral, termina siendo un ejercicio de clasificación taxonómica; el tipo de juegos botánicos que le dan a la filosofía analítica mala fama (Kusch, 2002). Los capítulos intermedios del libro buscan ilustrar a partir de descripciones históricas el modo en que se presentan estas nociones de naturalezas específicas, locales y universales. Además de la erudición archivística, Daston resalta bastante la dimensión plural de aquel “orden natural”. Lejos estamos de las ensoñaciones modernas de una teoría unificada o un robusto conjunto de principios consistentes para todos los fenómenos físicos y sociales. Esto da paso al capítulo de mayor densidad filosófica de Against Nature, una disertación sobre la mismísima idea de orden y la tesis del indeterminismo. Sin embargo, aquí hay una ambigüedad respecto a las premisas que asume la autora; quizá la corta extensión del ensayo no daba espacio suficiente para explicitarlas y justificarlas. El principal problema es que Daston traspasa de forma sutil el dominio ontológico y el terreno gnoseológico. No se atreve a adherirse a una formulación materialista, dialéctica o positivista sobre la realidad de los entes naturales y la forma en que estos interactúan – ora caóticamente, ora de forma armoniosa. Tampoco es clara su posición respecto al realismo de las representaciones científicas o legales de dichos entes. En algunos pasajes la filósofa germanoestadounidense discute extensamente sobre objetos y artefactos no-humanos, pero luego evoca la doctrina kantiana de que ellos son fenómenos para la razón humana. ¿Para qué invocar el hiato entre sujeto y objeto si no se respetará consistentemente?

Lo anterior queda especialmente evidenciado cuando Daston secunda la antropología filosófica de Hacking (1983), según la cual los seres humanos, lejos de ser animales pensantes, políticos o económicos, basan su relación con el mundo a partir de las representaciones. El homo depictor necesita imágenes y apariencias para dotar de sentido su experiencia interna, los objetos del mundo exterior y las convenciones sociales que permiten la convivencia. Por ello, la naturaleza no puede permanecer en un estado indeterminado ni las leyes morales en una formulación abstracta, al menos al nivel del razonamiento humano. Para poder pensar y comunicar exitosamente ideas científicas y políticas, el ser humano necesita encontrar cierto orden en el mundo perceptible que a su vez sirva de analogía para la intangible esfera social; esto se asemeja a la aparente simetría anti-realista característica de algunos sociólogos de la ciencia (Bloor, 1999).3 Pero, en otro sentido, este parece un argumento más cognitivista que filosófico, semejante a cuando los adeptos a las neurociencias sustentan sus teorías en el modo en que nuestros cerebros han evolucionado para recibir y procesar información del mundo. Así, para la antropología filosófica de Daston, poco importa que la naturaleza sea, de facto, heterogénea, pues la razón humana nunca accederá a los noúmenos, mucho menos si estos no obedecen a algún orden natural. En este aspecto, la autora no adopta la fértil propuesta del “realismo de entidades” propia de la filosofía de la ciencia de finales del siglo pasado, así como tampoco comulga con quienes insisten en cómo, dado que la naturaleza es errática, debemos aprender a pensar de un modo no-determinista (Prigonine & Stengers, 1997).

Cada vez que Daston parece inclinarse por una concepción particular de la naturaleza o un tipo de argumentación política, invoca otros ejemplos del vínculo entre orden natural y orden moral. No es del interés de la autora contrastar las doctrinas políticas utilitaristas o liberales en virtud de cuál evita con mayor éxito la falacia naturalista. Por el contrario, al insistir en que esta es una tendencia generalizada de la razón humana, se abre la invitación de cómo incluir este tipo de argumentación dentro de las amplias discusiones científicas y políticas que ocurren constantemente todos los días. No nos podremos desprender de nuestra necesidad de orden, de nuestra relación con la naturaleza ni de la estrategia de legitimar valores morales a partir de analogías con el mundo natural. La razón humana encarnada en cuerpos humanos es lo único que tenemos y debemos aprender a usarla correctamente, ya sea que represente fidedignamente la inmensa diversidad del cosmos o no. Pero esto no es algo necesariamente fatalista, continúa Daston, tratando de mantener una actitud neutra hasta el final del ensayo. Como bien se advierte al inicio, Against Nature no busca realizar una declaración al estilo de un manifiesto ni una crítica (a favor o en contra) de la naturalización como recurso legitimador. Más bien se trata de averiguar por qué esta tendencia de la razón humana es tan persistente y por qué los lúcidos intentos por combatirla han fracasado rotundamente. Si bien este predominio de la descripción y la comprensión puede ser aplaudido por distintos filósofos y científicos sociales, lo cierto es que dicha actitud resulta disonante con los esfuerzos previos de la autora por historiar la noción de objetividad, enfatizar la construcción social de dispositivos epistémicos y los procesos de disciplina de las comunidades científicas.

La conclusión del libro, si bien resolutoria y sustantiva, termina por reafirmar el carácter dual del pensamiento de Daston. Así su método de indagación predilecto sea el abordaje textualista, la filósofa germano-estadounidense construye su tesis articulando las ideas relativistas, de corte práctico-empírico e infundadas del pluralismo crítico propio de los filósofos de la ciencia de las últimas décadas. Incluso, como se aventuró previamente, es posible arriesgar una suerte de interés común por los temas centrales de los Science and Technology Studies. Pero, lejos de trabar diálogo con historiadores de la ciencia actuales como Hasok Chang o Henk de Regt o sociólogos de la tecnología como Trevor Pinch o Wiebe Bijker, Daston prefiere dialogar con los filósofos insignia de la modernidad: Locke, Bacon, Descartes, Hume y Kant. Esta es una autora con preocupaciones y argumentos semejantes a los de sus contemporáneos, pero que se expresa en un dialecto propio de la filosofía moderna (incluyendo guiños a las sagradas escrituras y recursos retóricos típicos del iluminismo). Quizá, de un modo sumamente respetuoso, se podría invitar a la directora del MPIWG que pase menos tiempo dentro de los archivos y conversara más con otros autores vivos. Tal intercambio sería beneficioso para ambas partes, tanto los delicados temas sobre la naturaleza como las disertaciones morales. En todo caso, hay que destacar que, pese al uso de las dicotomías de “esencia/apariencia” y “noúmeno/fenómeno”, Daston ofrece una reinterpretación que apuntala fuertemente el plano inmanente y la construcción de objetos que allí aparecen. Lo original de la conclusión de Against Nature no es disminuir nuestro terror ante la falacia naturalista, sino la inversión que se hace de la antropología filosófica kantiana para defender una filosofía basada en la contingencia, las prácticas colectivas (tanto científicas como políticas) y la integración de los grandes sistemas teóricos con nuestras condiciones de razonamiento humano.

Este brevísimo pero enriquecedor ensayo seguramente será del gusto de quienes trabajan en el área de la filosofía política, la epistemología, la historia de la ciencia y la antropología filosófica. No queda duda de la versatilidad de Lorraine Daston, aún más meritoria en tanto logra explorar múltiples aristas sin extenderse en demasía. Sin embargo, en Against Nature no se encuentran los pasajes más ingeniosos o eruditos de la filósofa germano-estadounidense, por lo cual es menester seguir indagando en su producción bibliográfica. Los lectores que disfrutan por igual de la filosofía analítica y continental podrán extraer mejor provecho de esta sucinta pero potente obra. Quizá quienes estén inclinados por la tradición anglosajona, con sus premisas cientificistas y naturalistas, compartan la opinión de Philip Kitcher, quien saludó este libro por su elegante prosa y respuestas innovadoras; incluso algunos puedan llegar a sentir que las intenciones de Daston son subversivas a nivel filosófico y político al esbozar este atentado contra la idea de un orden natural. En cambio, los conocedores del estructuralismo francés –Althusser, Canguilhem y Foucault– pueden sentir que Daston explora terreno conocido al indagar por la “naturalización” de los valores y las alianzas entre ciencia y política. Como todo buen libro, Against Nature despierta admiración, sentimientos encontrados e ideas refrescantes en la experiencia del lector.

Notas

2 Es llamativo que Lorraine Daston, pese a ser una autoridad internacional en la filosofía actual, no ha gozado de gran difusión en otras lenguas, lo cual conlleva a que no sea muy conocida en latitudes hispanohablantes. De hecho, Against Nature es su primer libro traducido al español, publicado por Herder en febrero de 2021.

3 No es coincidencia que el patriarca del Programa Fuerte actualmente esté vinculado al MPIWG, realizando investigaciones archivísticas semejantes a las de Daston. Quizá esta simetría anti-realista sea la mejor forma de mantener el compromiso entre la gnoseología de Kant y las exigencias fácticas de la historia de la ciencia.

Referencias

BLOOR, D. (1999). Anti-Latour. Studies in History and Philosophy of Science, 30(1), 81-112.

DASTON, L. (2002). I. The Morality of Natural Orders: The Power of Medea, II. Nature’s Customs versus Nature’s Laws. The Tanner Lectures on Human Values. Harvard University. Recuperado de: https://tannerlectures.utah.edu/_documents/a-toz/d/daston_2002.pdf

DASTON, L., & Vidal, F. (Eds.). (2004). The moral authority of nature. Chicago: The University of Chicago Press.

HACKING, I. (1983). Representing and intervening. Cambridge: Cambridge University Press.

JASANOFF, S. (2017). Science and Democracy. En U. Felt, R. Fouché, C.A. Miller, & L. SmithDoerr (Eds.), The Handbook of Science and Technology Studies. Cambridge: The MIT Press, pp. 259-288.

KUSCH, M. (2002). Metaphysical déjà vu. Studies in History and Philosophy of Science, 33(3), 639-647.

PRIGOGINE, I., & Stengers, I. (1997). The end of certainty. Nueva York: The Free Press.

STOLLEIS, M., & Daston, L. (Eds.). (2008). Natural law and laws of nature in early modern Europe. Aldershot: Ashgate.


Resenhista

David Antolínez – Universidad de la República, Uruguay. E-mail: [email protected]  Orcid 0000-0002-2335-7681


Referências desta Resenha

DASTON, Lorraine. Against Nature. Cambridge, MA: MIT Press, 2019. Resenha de: ANTOLÍNEZ, David. Epistemología e Historia de la Ciencia. Córdoba, v.5, n.2, p.112-116, 2021. Acessar publicação original [DR]

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