¡Aprender a vivir siendo otro! Construcción histórica de los pueblos huilliche y mapuche (Walmapu, siglo XX) | Carolina Carillanca

Carolina Carillanca pertenece, con toda propiedad, al grupo de jóvenes historiadores que están iniciando su formación profesional en la Universidad de Los Lagos de Osorno, al alero del Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas (PE DCH) que impulsa el profesor Patrick Puigmal. Junto a Jorge Muñoz y Hernán Delgado, son tal vez los más desatacados de esta generación. En el libro que ahora reseñamos, Carolina Carillanca logró reunir siete trabajos que se discutieron en Osorno en noviembre del 2010 en el Seminario Estado y Sociedad: construcción histórica de los huilliche durante el siglo XX, organizado por ella misma con el apoyo del PEDCH y al que asistieron varios historiadores jóvenes y otros de más larga trayectoria. Como señala la editora en la presentación, su propósito era “una invitación a reflexionar sobre el despojo y la asimilación en la construcción histórica del sujeto indígena” en el siglo XX con el objetivo de integrarlo al quehacer nacional.

El libro se inicia con su artículo “Despojo y asimilación de los huilliche en el proyecto de las élites dirigentes chilenas (Chaurakawin, 1930-1973)”, que da cuenta del despojo de las tierras indígenas en Osorno (Chaurakawin), mediante engaños, préstamos, cesiones de derecho y otros mecanismos que, a juicio de las elites santiaguinas, permitirían el avance del progreso en aquella región. Este criterio reguló la constitución de la propiedad en el sur, muchas veces con violencia y vulnerando los derechos de la población indígena. De este modo, señala Carolina Carillanca, la sociedad indígena experimentó un proceso de pauperización que afectó incluso a otros sectores de la sociedad regional, castigados por una política estatal de escasa sensibilidad social. Los esfuerzos de la elite de integrar al indígena a la sociedad nacional, transformándolo en pequeño agricultor y recurriendo a la educación, desconoció las distintas realidades territoriales de las comunidades indígenas sobre las que actuó indiscriminadamente. En suma, la autora reclama examinar este capítulo de la historia regional, cuyo esclarecimiento “es de vital importancia para la comprensión de los fenómenos constitutivos de la historia huilliche”.

La presencia en el Seminario del profesor Sergio Grez y la inclusión de su artículo “Construcción del Estado en Chile durante el siglo XX” sirvieron y sirven para complementar un debate, aún inconcluso, acerca de las características de nuestro Estado y del impacto que pudo tener sobre las comunidades indígenas del país. Con el fin de ofrecer un panorama más comprensible, Grez se remite al siglo XIX para analizar, desde su génesis al estado nacional. En su opinión, los debates políticos en Chile han sido propios de las elites, que generaron un sistema excluyente, con escasa participación de las mayorías y con manifestaciones muy escasas de democracia. Nada más lejos de la realidad, agrega Grez, aquel discurso que sostiene que Chile dispuso de un sistema democrático ejemplar. Por el contrario, indica textualmente,

“salvo en un período muy corto -1958 a 1973- este país nunca ha reunido los estándares mínimos para ser considerado un sistema político democrático”. Un Chile con un sufragio seriamente restringido, un cuerpo electoral muy acotado, constituciones que jamás se generaron democráticamente, plagadas de cortapisas autoritarias y con una violencia permanente ejercida hacia los sectores populares, la ciudadanía “muy pocas veces ha tenido la posibilidad de ejercer el rol que, en teoría, es el suyo desde la Independencia política: ser titular de la soberanía”.

En nuestra opinión, Grez describe correctamente las características del sistema político que ha imperado en Chile, a pesar, como dice él mismo, del mito de nuestra democracia. De su texto se desprende que nuestras elites no sólo excluyeron y agredieron al mundo indígena, sino a todos los sectores que vieron como una amenaza a sus proyectos o manipulaciones del poder. “Aprender a vivir siendo otro” no fue sólo el drama de los pueblos indígenas, sino de los millones de chilenos y chilenas que no pertenecen a la elite. Desde los tiempos del padre Orihuela hasta las expresiones más recientes de los movimientos sociales de los últimos años, esta convicción ha sido expresada en nuestro país reiteradamente, sin que sus voces hayan logrado modificar de modo sustantivo las prácticas de quienes manejan el poder.

Ricardo Molina, historiador de la Universidad Austral de Chile, aborda en su artículo “Valdivia en el siglo XVIII: redes de poder y sociedad fronteriza” las tramas del manejo político a través de un documento específico: el juicio de residencia seguido al gobernador Joaquín de Espinoza y Dávalos. En este caso estamos en presencia de una monografía, bien elaborada, que da cuenta de la realidad de una típica comunidad fronteriza colonial mediante la utilización de las redes sociales en el juego institucional del poder como también en el ámbito de los intereses y el conflicto social. El juicio mismo, destaca Molina, permite apreciar la tensión que en este tipo de sociedad se dio entre la comunidad local y la autoridad que representa al poder central. Es una “lucha de poderes –dice el autor- por el poder”, entre la autoridad impuesta y los vecinos de la ciudad. En esta pugna emerge la conciencia de los derechos que la legalidad hispana otorga al súbdito de la Corona, punto de partida, sugiere Molina, de una microsociedad multiétnica y multicultural que se constituye en Valdivia y con la cual se encontrará el Estado Nacional en el siglo XIX.

Fabián Almonacid, destacado historiador de la misma Universidad, en “Mapuche e Iglesia Católica en los tiempos de la Integración Forzada: La Unión Araucana en San José de la Mariquina, 1926-1932” trata un tema de particular interés en el marco de las sugerencias iniciales que hace Carolina Carillanca: el papel de una organización mapuche en la fase de integración forzada del huilliche a la “chilenidad”. En primer lugar, Almonacid reconoce que en san José de la Mariquina, avanzada española y después chilena en territorio indígena” se constituyó una comunidad en la cual convivían chilenos, colonos extranjeros y mapuche en un clima de relativa tranquilidad, sin las manifestaciones de violencia y atropellos que tuvieron lugar en el resto de la Araucanía. Fuertemente marcada por la presencia de los misioneros capuchinos, La Unión Araucana, fue promovida por la Iglesia Católica con el propósito de “mejorar la situación intelectual, moral, social y económica del mapuche, luchando contra la ignorancia, la inestabilidad del matrimonio, el alcoholismo, la inseguridad de la posesión de sus terrenos, el atraso en el cultivo de ellos y la desunión de la raza”. A pesar de estos fines tan loables, La Unión Araucana, no escapó a la tendencia general de promover la desaparición del indígena y su integración a la sociedad nacional. Para esta organización, señala Almonacid, el dilema para éste era la civilización o el salvajismo, y ser civilizado significaba ser católico y educado a la usanza occidental. Completamente convencidos que la integración era la única salida para los indígenas, los dirigentes de esta organización y principalmente los misioneros, promovieron la división de las comunidades indígenas, el abandono de sus formas de vida y sus creencias ancestrales. En San José de la Mariquina, donde La Unión Araucana tuvo su sede principal, “Aprender a vivir siendo otro” fue un verdadero desafío.

Jaime Flores, de la Universidad de la Frontera de Temuco, aborda un tema muy interesante relacionado con el impacto que tuvo la ocupación de la Araucanía en la industria textil mapuche, el rubro más importante de su economía. En manos de mujeres, Flores señala que los textiles eran parte sustantiva no sólo de la economía mapuche, sino de su propia cultura. Clave durante el período colonial fue prácticamente aniquilada cuando la economía regional giró de la ganadería a la agricultura, haciendo más difícil y costosa la crianza del ganado lanar, proveedor de la materia prima utilizada en esta industria. En paralelo, agrega Flores, los mismos mapuche generaron una menor demanda de sus propios textiles, por el tipo de vestimenta que promovió el discurso de la civilización. La imagen del cambio, concluye el autor, quedó registrada en las fotografías de la época. Paulatinamente los trajes tradicionales empiezan a ser reemplazados por la vestimenta occidental, especialmente en el caso de los líderes mapuche, que marcan la tónica de las nuevas costumbres que impuso la “integración forzada”.

Sergio Caniuqueo, joven historiador mapuche, miembro de una generación que tuvo la oportunidad de formarse en universidades del país como la propia Carolina Carillanca, nos introduce en su artículo “Kume ke zungu ka inarumen melefui kuifi, Una reflexión acerca de la construcción del pasado en una comunidad”, en el complejo dilema de un historiador mapuche que comparte sus inquietudes intelectuales con su compromiso con las comunidades que permanecen en la Araucanía. Entendida la Historia como un “mecanismo de reclutamiento social”, que cohesiona a la comunidad que se interesa por su pasado, para reafirmar su identidad y autorepresentarse, a la vez, Caniuqueo explora distintas corrientes teóricas y metodológicas para orientar su trabajo. En los Estudios Culturales encuentra un complemento que, a su juicio, enriquece su labor de historiador. En ese plano reconoce que sus esfuerzos están cruzados por algunos ejes que podrían ayudarle a escapar del colonialismo ejercido por las prácticas occidentales tan comunes en la Historia. Entre esos ejes destaca la convicción de ser un pueblo con un saber ancestral que permite el desarrollo de sus vidas en todas las esferas; haber poseído un territorio que fue más de lo que actualmente tienen; que la inferioridad es impuesta por otros; que el mapuche tiene capacidad de pensar por si mismo; que el conocimiento de la comunidad también es válido y que la dependencia de otros o de los intermediarios han sido perjudiciales para su desarrollo. Con estos criterios Caniuqueo emprende la reconstrucción de la Historia de la Comunidad Domingo Huenchullán, destacando las tensiones que surgen en el seno de la propia comunidad como las que se producen entre ésta y los otros miembros del mundo fronterizo. El ejercicio de Sergio Caniuqueo es orientador y renovador. Muestra una manera distinta de hacer Historia, por mucho se apegue a las fuentes escritas o a los testimonios orales. La historia de una comunidad recreada por un historiador mapuche muestra aspectos que para un no mapuche pudieran pasar inadvertidas.

El libro se cierra con el articulo de Nicolás Gissi Barbieri, de la Universidad de Concepción, “Nosotros no vamos a desaparecer: Memoria colectiva y arquetipos de liberación entre los mapuchehuilliche de San Juan de la Costa”, que reflexiona en torno a la re/construcción mítica del pasado del pueblo mapuchehuilliche de esa zona de la provincia de Osorno. Gissi reconoce que sin memoria el ser humano se desorienta y su identidad se desvanece, de allí la importancia que le atribuyen todos los autores que escribieron en este libro. Pero, agrega Gissi, implica también olvidos, razón por la cual sigue siendo un desafío para las ciencias sociales. A su juicio la memoria colectiva dos formas vivénciales: la de larga duración (en la que predomina la oralidad y los mitos) y la lineal e histórica, en la que predomina la escritura. A partir de estas compara los relatos míticos: la del Rey Atahualpa, de origen andino, y la del Abuelito Huenteao para explicar los procesos que en la memoria de las comunidades derivó en la pobreza y la subordinación. Sin embargo, ambos relatos tienen una diferencia: mientras la muerte de Atahualpa (la decapitación con profundo sentido antropológico), da cuenta de la derrota del indígena; Huenteao “corporiza más bien una imagen de resistencia y de triunfo sobre el ‘huinca’ (el español y/o chileno no indígena)”.

¡Aprender a vivir siendo otro! Construcción histórica de los pueblos huilliche y mapuche (Walmapu, siglo XX) es un libro que deja muchas enseñanzas en un país que aún no admite plenamente su diversidad étnica, cultural y social. En Chile somos una suma de “otros” que debemos aprender a vivir en la diversidad, con respeto a los derechos de cada uno, pero con capacidad también para emprender empresas colectivas que nos permitan mejorar las condiciones de vida asumiendo nuestra heterogeneidad. El debate que se produjo en el Seminario que dio origen a esta publicación dejó en evidencia que el Chile de los próximos años deberá seguir discutiendo el tema porque las diferentes demandas que hoy se dejan sentir en la sociedad chilena, así lo exigen.

El Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas de la Universidad de Los Lagos hace muy bien en promover este tipo de publicaciones, en las cuales jóvenes y experimentados historiadores unen sus esfuerzos por enriquecer nuestra historiografía.


Resenhista

Jorge Pinto Rodríguez – Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de La Frontera.


Referências desta Resenha

CARILLANCA, Carolina. (Editora). ¡ ¡Aprender a vivir siendo otro! Construcción histórica de los pueblos huilliche y mapuche (Walmapu, siglo XX). Colección Investigadores Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas; Editorial Universidad de Los Lagos Osorno, 2011. Resenha de: RODRÍGUEZ, Jorge Pinto. Tiempo Histórico. Santiago, n.3, p. 169-173, 2011. Acessar publicação original [DR]

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