Cultura política y subalternidad en América Latina | James Sanders, Ishita Banerjee, Sarabh Dub, Jorge Conde Calderon, Luis Ervin Prado Arellano, Pamela S. Murray e María Victoria Dotor Robayo

El libro que se reseñará a continuación, hizo parte de un simposio titulado “Cultura Política y Subalternidad en América Latina”, en agosto del 2017 en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Tunja, que contó con profesores a nivel nacional e internacional, quienes se han dedicado a estudiar el siglo XIX y la participación política plebeya de distintos ángulos. En él se discutió, como diría una de sus participantes: de analizar y discutir la participación de los sectores populares en el proceso y posterior crecimiento de las naciones latinoamericanas -pero sobre todo la neogranadina-. Expertos de distintas partes, nos enseñan de forma metodológica, conceptual y teórica como pensar lo subalterno en el siglo XIX. El libro, tiene siete capítulos, de los cuales, son las ponencias presentadas por cada uno de los expertos que hicieron parte del simposio: está el capítulo de James Sanders titulado La cultura política de los subalternos y la evolución de la historia intelectual, Ishita Banerjee Subalternidad y género en la cultura política, Saurabh Dube Repensando la modernidad (y la nación), Jorge Conde Calderon Tumultos populares y cultura política plebeya en el Nuevo Reino de Granada, Luis Prado Arellano Indígenas, guerras civiles y participación política. El caso Páez en la provincia de Popayán, 1830-1860, Pamela S. Murray Mujeres y género en la revolución liberal-mosquerista, 1859-1863 y María Dotor Robayo La revolución liberal en Boyacá 1859-1863, nos exponen de forma clara pero contundente, cómo estudiar lo subalterno desde distintos actores históricos en el siglo XIX.

¿Qué fue de los campesinos, indígenas, afrodescendientes, clases bajas, plebeyos o sectores populares de aquel mal llamado, periodo de transición, del siglo XIX? Aun cuando exista hoy día, toda una amalgama de estudios que han analizado a los sectores populares, los de abajo, clases bajas, plebeyos y/o campesinos desde las distintas corrientes historiográficas, todavía en América Latina, suelen ser escasas las respuestas en cuanto al poco protagonismo que se les ha dado a estos sujetos históricos dentro del discurso histórico -al menos en nuestro país-. Esto ocurre en principio como diría Banerjee, gracias a la universalidad –producida en parte por los discursos occidentales europeos sobre la modernidad-, en cómo interiorizamos y reafirmamos a Europa como el sujeto teórico de la disciplina académica de la historia2. En ese sentido, hemos tomado esa universalidad para colocarla como el eje central para producir disertaciones historiográficas, agregándole el enfoque o perspectiva en cómo enunciamos tales narrativas, en las que el discurso hegemónico europeo sirve como punto de partida para explicar todo lo demás.

Retomando un poco los discursos occidentales europeos sobre la modernidad, como diría Dube, debemos tener en cuenta que ella, no sólo fue un proceso propio de Occidente y mucho menos, fue un proceso homogéneo y/o sencillo3. Hay que romper con los mitos – a través de los estudios presentados en éste libro, como en los capítulos de Conde o de Prado, quienes estudian los campesinos y las comunidades indígenas respectivamente – que existe algo llamado modernidad -así, de forma homogénea- sino que antes bien, existen modernidades y que todos los procesos -y sobre todo sus sujetos históricos- no son iguales en su contexto y tiempo histórico, y por tanto, hay que dejar de generalizarlos en conceptos esencializados como: mujeres, campesinos, indígenas o afrodescendientes pues internamente, muchos de éstos presentaban sin duda, contradicciones y heterogeneidades tanto en el discurso que manejaban, como en las distintas formas de hacer y pensar lo político.

En el sur de Asia, para explicar lo anterior, Ishita Banerjee hace referencia al concepto Gramsciano de hegemonía, que no es más que el discurso de los grandes dirigentes, para legitimar la dominación. En el colonialismo británico, en la India, muchos estudiosos -como por ejemplo Ranajit Guha- se interesaron por entender cómo los campesinos se pensaban así mismos, en su contexto, tiempo vivido y cómo estos entendían y hacían política: es decir, pensar en el subalterno como un sujeto histórico activo, consciente y político. Dicho de otro modo, el subalterno, su consciencia, es tomada de forma negativa, en cuanto veía en el dominador, un punto de partida4: Sin el dominador, no existe subalterno, pues este último se reafirma en lo primero; la existencia del uno, es a través del otro. Es por ello que, el dominado utiliza todo el discurso hegemónico para reafirmarse dentro del universo en el que se encuentra, pues tiene la doble connotación de usarse en contra de sí mismo para que el dominado lo utilice para sus propios intereses.

Esto último y adaptándolo al siglo decimonónico neogranadino, es donde se encuentra gran parte de la riqueza del libro, pues sus autores exponen de una u otra forma cómo los indígenas, mujeres, afrodescendientes y demás sectores subalternos, en el contexto del siglo XIX, se reafirmaron en el discurso hegemónico de su tiempo para defender sus causas personales -ya sea de forma individual o colectiva-, mostrando cómo el discurso hegemónico, no era homogéneo, sino que tenía sus propias fisuras que lo hacían endeble en cualesquiera situación que se presentaba: Interiorizaban el discurso, lo hacían propio pero esto no significase que en el fondo les fuera leal a él, simplemente el discurso -dada la maleabilidad de los procesos históricos decimonónicos- se volvía hasta cierto punto flexible tanto para el dominado, como también para el dominador, inclusive.

En el trabajo de Jorge Conde Calderón, nos muestra en su capítulo cómo los campesinos establecieron una cultura política popular propia en la que la tradición juega un papel importante en como ellos pensaban lo político, además de demostrar que, en la arena pública, muchas veces pesa más las condiciones de vida material de los sujetos históricos que el hecho mismo de cómo pensaban lo jurídico y lo legal del establecimiento en el que vivían. En el estudio de Luis Prado Arellano, nos detalla la forma en cómo los Páez, asumieron lo político en la vida republicana en la medida en cómo ellos entendían el nuevo régimen en base a su estilo de vida colonial: los cabildos indígenas fueron por mucho tiempo, una forma de defender sus intereses materiales de todo tipo de dominación externa, en la que la defensa de la tierra se convirtió de vital importancia en las primeras décadas del siglo XIX.

Pamela Murray, por su parte, nos muestra cómo el General Mosquera construyó una red política de mujeres en su ejercicio de poder, identificado a través de su correspondencia y como ellas a pesar de pertenecer y reconocerse como actores para la vida privada, podían participar dentro de la esfera política pública, convirtiéndose en sujetas históricas activas en la centuria decimonónica.

En el trabajo de María Dotor Robayo, se ve cómo las distintas batallas producidas en el liberalismo de 1859-1863 tenían contradicciones políticas en Boyacá producto de la guerra ideológica que ocupó gran parte del siglo XIX: el conservadurismo contra el liberalismo, en las que éstas discordias, llevan a analizar cómo se piensa la región no sólo desde el punto de vista terrenal o geográfico, sino también desde lo ideológico, en la que partes de dicha tierra, se definía principalmente sobre qué bando estaban sus sujetos históricos.

Con base en lo anterior, el propósito de éste libro colectivo es desafiar las grandes narrativas5 donde la imagen de dichos sectores sociales no se vea empañada por el discursos victimizador y estereotipado, los cuales sostienen que no estaban dotados de grandes talentos para interpretar su presente vivido y el momento político que sucumbieron en sus comunidades. Al contrario, lo idóneo es buscar una balanza entre la importancia que tuvieron éstos para el desarrollo de la cultura política neogranadina y latinoamericano, pero resaltando también las peripecias que éstos tuvieron y cómo se desenvolvieron con dificultad en las formas de hacer política en su tiempo y contexto. En esa medida, Sander6, en su texto expresa su entusiasmo al recalcar que la historia intelectual no sólo es el elitismo que acompaña su quehacer al mostrar si los neogranadinos entendieron bien o no a los intelectuales europeos y cómo éstos concibieron correctamente conceptos como Estado, Nación o Pueblo, sino también el hecho de cómo los subalternos interpretaron desde su experiencia e intereses estos conceptos, aprehendiéndolos, transformándolos y adaptándolos creativamente a su realidad más inmediata, siendo sujetos activos en la arena política. Demuestra además que todos y cada uno de ellos tenían una cultura política propia, que no se distanciaba del discurso hegemónico, sino que antes bien lo aprehendía en la medida de sus limitaciones intelectuales y de las herramientas que tuviesen a la mano.

De las grandes enseñanzas dejadas en el libro, es no caer en extremos en el cual todos y cada uno de nosotros no estamos acorde en nuestro pensamiento y actuar porque no vamos al compás del discurso hegemónico que nos rige en el momento. Debemos entender que la universalidad, es rica en la medida en que ella, nos muestra un sinfín de mundos paralelos y que éstos varían en la medida de cómo vemos y los asumimos; es nuestra forma de verlo, de manera individual, lo que nos moldea a nosotros como sujetos históricos y así como pensamos, actuamos: ya sea en la política, en lo social o en lo económico. Además de un llamado de atención al entender que las prácticas políticas están relacionadas más allá de la concepción de conceptos o teorías, a la practicidad y la supervivencia. En el caso del siglo XIX, la tarea a la hora de construir discursos, es no llevarnos por discursos universales europeos, que nos llegan como una regla que seguir, a la hora de escribir nuestra propia historia, lo que ocasiona que muchas veces que los subalternos no aparezcan dentro de las grandes narrativas históricas cuando queremos enseñarlas en las aulas escolares. Agregándole a lo anterior, también es un llamado a aprender a ver los archivos con otros ojos y a replantearlos para ver a estos sujetos históricos y sacarlos a la luz en nuestros espacios académicos de difusión.

Notas

2 Pág. 57

3 Pág. 84 y 85

4 Pág. 52

5 24 y 25

6 26 y 27


Resenhista

Aneth Acuña Noguera – Historiadora, Universidad del Atlántico. Estudiante de Maestría, Universidad del Norte. Integrante del Grupo de Investigaciones Históricas sobre Educación e Identidad Nacional. Correo electrónico: [email protected] ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5134-6728


Referências desta Resenha

SANDERS, James; BANERJEE, Ishita; DUBE, Saurabh; CALDERON, Jorge Conde; ARELLANO, Luis Ervin Prado; MURRAY, Pamela S.; ROBAYO, María Victoria Dotor. Cultura política y subalternidad en América Latina. Tunja: Editorial UPTC;  Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colom, 2017. Resenha de: NOGUERA, Aneth Acuña. Historia y Espacio. Cali, v. 17, n. 56, p. 453-457, ene./jun. 2021. Acessar publicação original [DR]

Deixe um Comentário

Você precisa fazer login para publicar um comentário.