«Les péruviens auparavant nommés indiens ». Discours sur les populations autochtones des Andes dans le Pérou indépendant (1821-1879) | Maud Yvinec

Las Prensas Universitarias de Rennes nos ofrecen, con este volumen, un detallado estudio textual sobre la representación del indio en el Perú, desde la declaración de independencia en 1821 hasta la guerra con Chile, dos momentos que interrogan los fundamentos ideológicos y políticos del país. Al prefacio de Bernard Lavallé (p. 9-11) le siguen una introducción general (p. 13-25) y cuatro partes temáticas que reúnen tres capítulos cada una. La conclusión general (p. 298-293) cierra el contenido de la obra, mientras que dos anexos (el mapa del Perú de Mariano Felipe Paz Soldán en 1865 y una lista de eventos cronológicos) completan el trabajo. El libro pone a dialogar escritos políticos de circunstancia, producción científica, discursos parlamentarios y piezas literarias diversas. La variedad de fuentes constituye, en este sentido, un primer punto notable de esta obra. Una centena de periódicos permiten cubrir, globalmente, un periodo en el que la irregularidad de la prensa es, salvo raras excepciones, la regla. A lo que se suma un volumen considerable de impresos de la época. El resultado es un análisis textual, a la vez general y detallado, de las concepciones que representan a la población autóctona, comenzando desde los padres fundadores y pasando por la juventud romántica, la naciente arqueología nacional, los debates sobre el tributo indígena y las preocupaciones sobre el analfabetismo. La obra ofrece una síntesis ambiciosa y muy bien lograda.

La introducción general señala la perspectiva y las definiciones que estructuran el conjunto del libro. Analizando la circulación y la evolución de estereotipos y lugares comunes, la obra logra exitosamente une historia cultural de las representaciones. Basta dar un vistazo a la historia intelectual del Perú para ver hasta qué punto la cuestión indígena estructura el debate ideológico desde sus inicios republicanos.

La primera parte, “El Indio del pasado”, constituye un análisis de la estructuración de la naciente república. Expresado en los discursos políticos (p. 27-43), los círculos savants (p. 45-65) o en la literatura romántica (p. 67-82), la omnipresencia de Comentarios Rales de los Incas de Garcilaso de La vega (1609) sanciona la admiración por el pasado incaico contra los escritos que insisten en el carácter cruel y salvaje de los Incas. Se trata, nos dice la autora, menos de una restitución de la historia indígena que de la construcción de una memoria según los desafíos del momento: en el Perú, como en otras naciones del continente, la figura del indígena sirvió para satisfacer las exigencias de una república necesitada de fundamentos históricos que vinieran a justificar la ruptura imperial. Los patriotas se presentan así como continuadores de la grandeza del pasado incaico y como vengadores de los excesos de la conquista y la colonización. Esta nueva relación al pasado, permite a la autora resaltar uno de los aspectos que estructuran el conjunto del trabajo: la revalorización del pasado incaico no conduce a una revaloración del Indio en el presente. La discontinuidad despoja así de historia a los “hijos del Sol”, bien a pesar de la omnipresencia de las alusiones a la cultura incaica en el espacio público. La constatación no deja lugar a dudas: “Más que una sobrevivencia de las tradiciones prehispánicas, se trata de una imagen reconstruida del pasado en acuerdo con el gusto barroco de la sociedad colonial (p. 24), y de la élite criolla, podríamos añadir.

La idea misma de regeneración del indio, sostenida por círculos ilustrados como la Sociedad de Amantes del País, se desprende de la disociación entre la grandeza del Imperio Inca y la bajeza moral de sus herederos. La entonces naciente arqueología nacional sirve para ilustrar ese momento de bifurcación, reflejado también en el quechua, la lengua a la vez del imperio y de la plebe. La solicitud de curas quechuahablantes en pueblos de provincias o la traducción al quechua de leyes relativas a los indígenas, se insertan menos en la idea de reactualizar las representaciones indígenas que en la voluntad de conducir a la población autóctona a los valores de la Nación en construcción: si el quechua interesa a los estudiosos es a condición de subordinarla al castellano como lengua del poder. La glorificación del pasado indígena rediseña también el mapa cultural del país, satisfaciendo de passo a curiosos y turistas extranjeros, ávidos de productos y referencias al pasado precolombino (p. 62). Lo mismo pasa con la literatura romántica, que proyecta en el Inca motivos que coinciden con la fantasía orientalista cultivada por escritores del periodo en Europa, con toda la connotación que contiene esa literatura masculina. La relación de la producción criolla con el orientalismo europeo permite esbozar las características de un momento común de representación de la alteridad.

La segunda parte, “El Indio del futuro”, permite hacer notar el uso del modelo gaditano en los programas de regeneración, destinado a aparentar los indígenas a los criollos, en el plano cultural, político y económico. El lugar del indio en el juego político es el principal objeto de debate en torno a la ciudadanía, cuyos aspectos determinantes son el régimen impositivo, el derecho a voto y el derecho a la propiedad. Las leyes que exceptúan la disposición consitucional que prohibe el derecho a voto a los analfabetos busca adaptar el orden electoral al número significativo de iletrados. La tolerancia al iletrismo muestra así la reactividad institucional frente al problema de indios y mestizos, permitiendo de paso asegurar la representatividad de las provincias de la sierra frente a la costa. La uniformización jurídica y el carácter extendido del cuerpo electoral estan en sintonía con las tentativas de elevación de la nueva república a la civilización, que la autora asocia unilateralmente a Europa (p. 113).

“El Indio presente”, constituye la tercera parte de la obra, abocada a observar la coexistencia de la herencia de la Ilustración y del racismo científico. En reemplazo de la “clase”, la “raza” da al Indio un color específico, asociado a connotaciones en la mayor parte negativas. Si en el Ecuador el indio desaparece de los papeles oficiales una vez suprimido el tributo indígena en 1857, en el Perú, los censos de población de 1860 y 1866, continuaron sirviéndose de clasificaciones étnicas. La autora identifica en este punto un reflujo del trabajo forzado y del tributo indígena. Ambos fundamentan las críticas a la indolencia y la indiferencia del indio al trabajo, imaginario asociado a la representación de los mundos popular y colonial en la literatura occidental.

“La emergencia de una cuestión nacional”, aborda el proceso de asociación del indio a la emergente cuestión nacional. Esta cuarta parte comienza con el análisis de la ausencia del indio en el debate peruano de los años 1820-1840, disimulado detrás del vocabulario universalista y abstracto de la Ilustración. Presencia relegada también por la distinción omnipresente entre liberales y conservadores. Nos equivocaríamos, sin embargo, en creer que esta ausencia es homogénea. La autora destaca el sur andino como un espacio de continuidad de una opinión preocupada por la suerte del indio (p. 233-234). Este periodo está animado por el desarrollo de una mirada crítica de la conducción política del país. El análisis de la acogida de El Padre Horán, novela escrita en 1848 por el cuzqueño Narciso Aréstegui, permite a la autora observar hasta qué punto la opinión estaba trabajada, por lo que después será recordado como las primeras voces del indigenismo en el país. Esta corriente crítica levanta una opinión pública fuertemente desfavorable a las autoridades civiles y eclesiásticas regionales, acusadas de mantener a los indios en el atraso material y en la abjección moral. Ella encuentra un espacio de difusión favorable en el Club Progresista y la Revista de Lima, que reúnen a la juventud republicana y liberal de la época (251). Si esa opinión defiende la desmilitarización de la política y la descentralización del poder, también desarrolla más ampliamente un virulento discurso antiaristócrata y antiproteccionista. La base material de esta nueva opinión es la naciente oligarquía comercial de la costa, nacida del comercio del guano y posicionada contra las grandes haciendas del interior del país. (254).

Es al momento en que la cuestión indígena florece con fuerza en el debate público que la revuelta de Huancané (1866-1868), en la región de Puno, permite a la autora abordar el sustrato profundo del debate sobre el indio. Fuera de cuestiones contingentes, conservadores y liberales comparten el miedo profundo a la guerra de razas, forma de desestructuración de un orden social fundado después de todo en la división, real o imaginaria, de la población. Si ambos sectores coinciden en afirmar la degradación del indio, las soluciones difieren; que se trate de la instauración de dos naciones separadas, una en la costa de predominancia criolla y otra andina de predominância indígena, o en la aplicación de una política de reformas, como lo propone la Sociedad Amiga de los Indios o la Pro-indígena. Las páginas consagradas a la primera (p. 269-279) integran al análisis textual una profundidad social, por lo general, ausente en la obra. El análisis de su evolución, composición social y funcionamiento, informan en detalle sobre el progresivo posicionamiento del conjunto del espacio público sobre la suerte de los Indios. Por otra parte, la autora resalta los logros prácticos de la Sociedad, por ejemplo, en el retorno a sus familias de niños indígenas robados o la denuncia del reclutamiento y el trabajo forzados. Eso, a pesar de que el trabajo mismo de la Sociedad está basado, como el conjunto del debate público sobre la cuestión, en la incapacidad de los indios a defenderse por ellos mismos (277).

La obra nos invita, así, a pensar en un conflicto mayor que estructura los siglos XIX y XX latinoamericanos, basado en la persistencia de categorías del Antiguo Régimen y el díficil camino a la instauración de la modernidad política. Las teorías de la ciudadanía y la soberanía popular, se confrontan a la constante movilización de la diferencia cultural, cívica, política o racial, forma indirecta de justificar la desigualdad de derechos y de poner en duda la soberanía popular. La obra abre nuevas problemáticas, de las cuales mencionaremos solo dos.

Por una parte, el reenvío constante de la civilización a Europa permite evacuar, quizás muy rápidamente, una cuestión que hubiera dado una riqueza adicional a la obra. A pesar del abundante material trabajado, la autora se impide pensar en la posibilidad de una nación de sangre mezclada durante tres siglos. Más que una nación civilizada a la imagen de Europa, ella misma pensada según razas, culturas, lenguas y religiones diferentes, la cuestión del indio ha servido en numerosos escritos para pensar los términos de una república mestiza, más favorable a conjugar las premisas de la modernidad con las particularidades culturales y políticas del Perú. La excepción constante a la condición de letrado para ejercer el derecho a voto (p. 103-109)puede ir en este sentido. La traducción de documentos oficiales al quechua, que la autora piensa a partir de la incapcidad de los indios a comprender el español, puede también confirmar esta hipótesis.

Por otra parte, si el argumento central de la obra es sistemáticamente apoyado por una documentación textual variada, este ganaría en sacar mayor provecho de los estudios de historia social. La elegante historia cultural de las representaciones se hubiera encontrado asociada, por ejemplo, a los numerosos estudios sobre mundo del trabajo. Las listas de corporaciones de artesanos confirman que el trabajo manual es dominio de indígenas urbanos y mestizos, permitiendo una caracterización social del indio a través de su rol en la economía urbana. Este último punto abre la pregunta sobre la particularidad del caso peruano. Nuevos estudios podrían aportar una perspectiva comparada, capaz de trabajar la cuestión del indio de manera más global, tomando en cuenta otras repúblicas, que como el Perú, cuentan con una población autóctona demográficamente mayoritaria, pero minoritaria en el debate político. El trabajo de Maud Yvinec será, en esta perspectiva, de un apoyo fundamental.


Resenhista

Matías Sánchez Barberán – EHESS-Mondes Américains (UMR 8168), France.


Referências desta Resenha

YVINEC, Maud. «Les péruviens auparavant nommés indiens ». Discours sur les populations autochtones des Andes dans le Pérou indépendant (1821-1879). Rennes: PUR, 2021. Resenha de: BARBERÁN, Matías Sánchez. Autoctonía. Revista de Ciencias Sociales e Historia, v.7, n.1, p. 622-627, ene./jun. 2023. Acessar publicação original [DR]

Deixe um Comentário

Você precisa fazer login para publicar um comentário.