¿Qué hacemos con la educación? – MORENO (I-DCSGH)

MORENO, A. (coord.) ¿Qué hacemos con la educación? Barcelona: Akal, 2012. Resenha de: RAMADA PRIETO, Lucas. Íber – Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, n.77, jul., 2014.

No parecen correr buenos tiempos para la escuela pública. En un contexto socioeconómico de obvias dificultades como el que venimos arrastrando durante hace ya varios años, la inversión en una educación universal, gratuita y de calidad carece de la «confianza» necesaria de aquellos encargados de administrar los recursos con los que dar forma a nuestro estado de bienestar. El clamor dentro del gremio docente es más que notable, y la «marea verde» es el símbolo evidente del malestar generalizado a lo largo de todo el Estado español por las recientes (y no tan recientes) políticas adoptadas desde los gobiernos y que están dejando nuestro sistema público educativo en una precariedad más que preocupante para el futuro de la sociedad española.

El contexto actual es especialmente relevante a la hora de hablar de Qué hacemos con la educación, el breve libro coordinado por Agustín Moreno, profesor y representante de la mencionada «marea verde», y coescrito junto a Enrique J. Díez, profesor de Pedagogía en la Universidad de León, José Luis Pazos, presidente de la Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres y Madres del AlumnadoGiner de los Ríos, y Miguel Recio, catedrático de Filosofía con una larga trayectoria en la Administración educativa y en la formación docente. El libro, perteneciente a la colección «Qué hacemos» de la editorial Akal y en total consonancia con la línea adoptada en el resto de los títulos de dicha colección, pretende buscar la reflexión política, desde una perspectiva divulgativa aunque sobradamente documentada y justificada, sobre el estado actual de la escuela pública. El verde de su portada y la tipografía amarilla y blanca que da vida al título completo de la obra: Qué hacemos para que los recortes y reformas no acaben con un pilar tan básico de nuestra vida como la educaciónmarcan una más que evidente tendencia en el análisis de la pirámide administrativa del sistema educativo estatal, lo que no mancha, ni mucho menos, la seriedad en su exposición y lo riguroso en las interpretaciones vertidas sobre la liberalización de la educación europea.

La obra está organizada en diez breves capítulos, que a pesar de la falta de una estructura palpable en su discurrir permiten fluir bastante bien al lector por cada uno de los temas que aborda, relativos todos ellos al binomio escuela – Administración pública, dejando una para nada desdeñable sensación de profundidad al acabar las 64 páginas de que se compone.

El primero de todos ellos, a modo de introducción y marcando la clara perspectiva social adoptada por el libro, ofrece una interpretación sobre el marco legislativo que supone la LOMCE para la educación española y las peligrosas consecuencias que tiene, no solo para la escuela pública, sino también para toda nuestra sociedad, el proceso de tecnocratización liberal que recoge la ya conocida ley Wert. La lectura que ofrecen los autores es clara: se está utilizando la precariedad económica para cambiar la escuela partiendo de máximas segregadoras.

En el segundo, y como apoyo histórico del posicionamiento adoptado, se ofrece una mínima pero eficiente síntesis de la importancia de la universalización educativa para cualquier sociedad (usando además grandes nombres de la historia pedagógica, como Freire o Giner de los Ríos) y se defiende una perspectiva humanizadora de dicha universalización educativa alejada de las medidas elitistas y mercantilizadoras que según los autores están apoderándose de las políticas educativas mundiales.

Uno de los ejemplos utilizados para alertar sobre el peligro de la actual deriva política, y sobre el que pivotan el tercer y cuarto capítulo, es la disyuntiva entre la idea de una escuela inclusiva y equitativa, más extendida entre los miembros activos del universo educativo preocupados por la función socializadora del colectivo, y la de la excelencia académica, es decir, la búsqueda y recompensa de la supuesta élite educativa y que abandera los currículos educativos neoliberales dominantes en gran parte de la Europa contemporánea. Esta diferencia de paradigma explica, para los autores, el diseño de los nuevos currículos dentro de la LOMCE, que busca cribar desde los primeros cursos a los alumnos «capaces» para separarlos de aquellos que no lo son. El análisis de los nuevos itinerarios escolares diseñados en la ley WERT, así como la reflexión sobre problemáticas ya de largo recorrido en nuestro contexto, como la política de repetición de cursos o la delegación formativa en clases particulares que no todo el mundo puede permitirse, sirven como ejemplo de la tesis defendida en el libro en torno a la voluntad elitista de la Administración pública actual.

La cuestión de la competitividad en el sistema educativo y cómo esta condiciona el desarrollo normal de la actividad diaria de los docentes y de los centros en los que trabajan es el eje de los capítulos quinto y sexto del libro. En el primero de ellos, la discusión gira en torno al poder autónomo de las escuelas e institutos y a cómo el programa liberal prioriza esta autonomía en su vertiente económica y administrativa y no en cuestiones puramente educativas, como podría ser la interrelación de la escuela con su entorno inmediato, haciendo así que la labor de los directores y directoras de escuela se asemeje a la de un gestor preocupado por la rentabilidad de sus trabajadores. De la misma manera, en el siguiente capítulo se refleja cómo la utilización tecnocrática de pruebas de evaluación externa como PISA o la creación de clasificaciones a lo largo del territorio estatal encona toda la actuación del profesorado, abocado a la mejora de resultados en competencias excesivamente puntuales que muchas veces son irrelevantes para el colectivo discente.

En el séptimo capítulo se reflexiona sobre cómo los recortes en la formación permanente del profesorado pueden afectar a la calidad del sistema educativo; además, se lleva a debate la cuestión de la «carrera docente» y las posibles consecuencias que puede tener esta jerarquización vertical de los maestros y maestras (de nuevo basada en la competitividad). Y si preocupa la formación permanente del profesorado en activo, también preocupa la formación inicial de los futuros docentes españoles, que no parece estar a la altura de otros países referentes en materia educativa, no ya a nivel competencial, sino simplemente en el número de horas de formación que se requieren para poder ejercer en el sistema educativo público estatal.

Pero es que la educación superior no es ajena a la oleada neoliberal que recorre Europa, y la mercantilización del conocimiento está pasando factura a aquellas carreras que no parecen tener una salida comercial evidente. Esto, junto con los ridículos valores de inversión pública y privada en educación en España, es el tema de discusión del octavo y noveno capítulo, donde se dibuja un panorama realmente crítico para aquellas áreas del conocimiento ajenas a las esponsorizaciones privadas y poco «rentables» a nivel capitalista y se recuerda como, de la misma manera, el desmantelamiento de la escuela pública perjudica sin lugar a duda a aquellos sectores de la sociedad carentes de medios, profundizando aún más la brecha que una educación universalmente justa y equitativa pretende reducir.

El último capítulo, recogiendo todo lo dicho anteriormente, propone un dodecálogo en defensa de una «educación pública digna y de calidad porque la escuela es el lugar de encuentro de la comunidad educativa, con multitud de voces e intereses, un lugar de plasmación de pensamientos, de ideas y de sueños»…

En definitiva, un libro más que interesante para tener una visión completa sobre el camino que marca la nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa en relación con nuestra cruda realidad socioeconómica y dentro del marco europeo que nos rodea. Echamos de menos, quizás, una mínima mirada interior hacia las responsabilidades (e irresponsabilidades) actuales de los actores educativos en el difícil contexto presente y que dotase de una rotundidad casi final el discurso crítico que coherentemente desarrollan los autores de la presente obra. Aun así, el regusto de serena y madura crítica que deja Qué hacemos con la educación es más que interesante, haciendo esta lectura recomendable, no solo para los miembros activos del universo escolar que quieran profundizar en el conocimiento de las políticas educativas, sino también para cualquier persona involucrada en ese ideal que nos gusta llamar «la sociedad que educa».

Lucas Ramada Prieto

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