Egypt and the Augustan Cultural Revolution. An Interpretative Archaeological Overview | M. Van Aerde

La presente obra, versión editada de la disertación doctoral de la autora, presenta los avances de su investigación sobre Egipto en tiempos de Augusto, dando cuenta de la recepción en la ciudad de Roma que tuvo la anexión de Egipto al Imperio romano tras la batalla de Accio en diferentes espacios como casas, la geografía urbana y elementos de uso cotidiano. Lo que la autora propone es realizar una visión general sobre las manifestaciones de Egipto en la cultura material de la ciudad de Roma en tiempo de Augusto. Encontramos tres libros que resultan de influencia para la autora desde las primeras páginas y que resultan ser claves para el desarrollo de su propuesta: La revolución romana de Ronald Syme, Augusto y el poder de las imágenes de Paul Zanker y Roman Cultural Revolution de Andrew Wallace-Hadrill. Lo que la autora pretende a lo largo del libro y la selección de fuentes es encontrar la vinculación entre Egipto y la ciudad de Roma, cambiando la perspectiva del Egipto exótico y distante por una de un Egipto integrado al imperio.

El libro se estructura en dos grandes secciones. La primera, y más breve, incluye los capítulos 1 y 2, donde presenta un estado de la cuestión junto a un desarrollo de la construcción del marco teórico que empleó en su investigación. La segunda, se centra en analizar diferentes restos de la cultura material que resultan significativos para los objetivos planteados en el primer capítulo.

El segundo capítulo consiste en un estudio pormenorizado de las diferentes corrientes teóricas que estudiaron la cultura material en Roma en el marco de su relación con las provincias y atendiendo especialmente a la influencia de estas en la vida en dicha ciudad. El objetivo de la autora aquí es dar cuenta de las potencialidades y críticas que tienen tanto la Kopienkritik, la semántica visual de Hölscher para retomar la teoría de los “objetos en movimiento”. Con esto en mente, van Aerde propone dar cuenta de un enfoque global y totalizante, donde cada una de las fuentes materiales y arqueológicas sean puestas en relación con el todo que constituye Egipto en época de Augusto.

La sección de mayor extensión constituye el tercer capítulo, que se encuentra dividido, a su vez, en cuatro apartados, productos de una selección temática por parte de la autora. Así, el análisis de las fuentes se realiza en torno a edificios vinculados a Augusto: la ciudad pública, los aliados de Augusto, las élites urbanas y la ciudad privada. En cada una de estas secciones, la autora analiza las fuentes arqueológicas indagándolas en la búsqueda de elementos propios de Egipto.

Los edificios más vinculados a Augusto, su residencia, la casa de Livia, el aula isíaca y el templo de Apolo en el Palatino, son analizados en la primera parte. De esta manera, encuentra que existen ciertas manifestaciones de Egipto en fragmentos de pinturas en las paredes que son de carácter ornamental, mientras que las manifestaciones dentro de la casa de Livia presentan motivos nilóticos y representaciones helenizadas de deidades y seres mitológicos, con similitudes en el aula isíaca, argumentando que estos motivos fueron incorporados por cuestiones propagandísticas, por influencia helenística o simple moda de la época. Con respecto al templo de Apolo Palatino, van Aerde encuentra que Egipto está presente en diferentes manifestaciones, como antefijos de terracota de Bes o Júpiter-Ammón, paneles de Isis y esfinges egipcias, y también en unas estatuas, que habrían estado en el pórtico del templo, donde se representa a las Danaides en mármol negro, dando lugar a una vinculación con Egipto tanto por el material utilizado, como por la temática seleccionada.

Continúa este capítulo con el análisis de los edificios que constituyen la parte más pública de la ciudad y que marcan la geografía urbana, como son el Ara Pacis, el Foro de Augusto y los diferentes obeliscos. En estos espacios, la propaganda de Augusto podía llegar a una mayor parte de la población, ya que el acceso a ellos era libre. La autora descarta la idea de que el Ara Pacis sea de inspiración egipcia, pero destaca la presencia de motivos ornamentales con el loto como parte principal de la decoración. Lo mismo sucede con los elementos ornamentales dentro del foro de Augusto, que se muestra como la última demostración del mensaje visual de la revolución cultural de Augusto.

Dentro de esta sección, destacan en su argumentación los obeliscos. Estos monumentos pétreos son propios de la cultura egipcia, y el traslado de los mismos a la ciudad desde su lugar original implicó un desafío para la capacidad de transportarlos desde allí hasta Roma. En lugar de considerar los obeliscos como monumentos “en el exilio”, van Aerde cambia la perspectiva al considerarlos como algo que se incorpora a la geografía de la ciudad. Les reconoce un impacto en el pensamiento de las élites romanas, que los van a imitar, como advierte en el caso del obelisco de horti sallustiani, o a emular, como se aprecia en los del mausoleo de Augusto. Así, la relación entre el obelisco del Circo Máximo y el templo de Apolo Palatino da cuenta de una integración a la geografía urbana del mismo más que de un “exilio”.

Una vez considerada la parte pública, la autora pasa a tratar la parte privada de las élites aliadas de Augusto. En primer lugar, la Villa de Agripa, donde existen elementos figurativos de deidades egipcias, como Isis, Júpiter-Ammón o Serapis en frescos, elementos arquitectónicos, ornamentales y paisajes nilóticos. Otro espacio significativo son los jardines de Mecenas, donde Egipto se hace presente en dos estatuas: una del toro de Apis y un perro de caza, donde el material y la posición del animal indicarían el origen egipcio. Por último, esta sección incluye la pirámide de Cayo Cestio, edificio funerario típico de Egipto, aunque la que se encuentra en Roma no respeta las proporciones de las egipcias. Si bien este edificio se ha conservado hasta la actualidad, la autora señala la existencia de otros dos ejemplos que, al igual que los obeliscos, fueron tomados por la élite romana y emulados.

La última sección está destinada a fuentes de la vida cotidiana, como son vasos y vasijas realizados con la técnica de camafeo y joyas, cambiando el eje de la monumentalidad de los edificios y espacios geográficos. De esta manera, distingue entre las técnicas empleadas para la construcción de los vidrios, separando los fragmentos de azul, púrpura y en capas, encontrando motivos vinculados a Egipto en la presencia de escenas nilóticas, deidades egipcias, representaciones antropomórficas con ropa y cortes de cabello al estilo egipcio, presentando diferentes niveles de calidad, por lo que podrían haber sido construidos en talleres en Roma para diferentes estratos sociales. En relación con las joyas, la autora señala que, de la abundante cantidad de ejemplos, seleccionó tres que han sido menos explorados por la bibliografía. El primero es la joya del obelisco, donde se puede apreciar un obelisco junto a tres bigas, representando una carrera. En segundo lugar, presenta la gema “Nila”, de cobalto azul opaco, típicamente romano, y la inscripción NILA, que la vincula con el río Nilo. La tercera pieza que estudia la autora, se trata de un anillo de oro donde se muestran tres deidades egipcias.

El último capítulo, el cuarto, está dedicado a las conclusiones, donde la autora sugiere que a Egipto no se lo debe considerar, en el tiempo de Augusto, como un lugar “exótico”, sino como una parte integrante del imperio, siendo estas representaciones diversas y múltiples, como se puede observar a partir de la cantidad de fuentes de diferente naturaleza que se analizan a lo largo del volumen.

Para finalizar, considero que este libro resulta un importante aporte a los estudios de época de Augusto, ya que ofrece nuevas perspectivas sobre Egipto, donde la autora propone cambiar la imagen del “otro conquistado” por una donde Egipto es visto como parte integrante del imperio romano. Esto implica que la cultura material egipcia se incorpora y enriquece la que consideramos como cultura material romana. Si bien en el capítulo 2 se demuestra conocimiento de diferentes teorías para la construcción de su marco teórico, no se pudo encontrar un empleo del mismo a lo largo de los demás capítulos, salvo algunas menciones breves. Las fuentes y ejemplos permiten tener una visión general del contexto de Roma en época de Augusto. Existe una profunda revisión por parte de la autora de las fuentes seleccionadas y eso permite al lector seguir las argumentaciones. Aunque, en algunos pasajes del libro, parece limitarse a una enumeración de las mismas, echándose en falta en esos casos una mayor integración e interrelación de estas. En este sentido, y como proponía la autora en la introducción, es el lector el que puede realizar las conexiones que vinculan los elementos relacionados con Egipto (como un obelisco), una construcción de la época (el templo de Apolo Palatino) y la mirada de una persona que vivía en esa ciudad (la gema del obelisco) que quiso inmortalizar una carrera de bigas.


Referencias

Syme, R. (2008). La revolución romana. Barcelona: Editorial Crítica.

Wallace-Hadrill, A. (2008). Rome’s Cultural Revolution. Cambridge: Cambridge University Press.

Zanker, P. (1992). Augusto y el poder de las imágenes. Madrid: Alianza Editorial.


Resenhista

Mauricio Lautaro Gómez Britos – Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

VAN AERDE, M. Egypt and the Augustan Cultural Revolution. An Interpretative Archaeological Overview. Leuven: Peeters, 2019. Resenha de: GÓMEZ BRITOS, Mauricio Lautaro. Anuario de la Escuela de Historia Virtual, v.13, n. 22, p. 308-311, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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