El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976) | Rebeca Villalobos Álvarez

Un libro inteligente y oportuno que centra su atención en las formas y recursos a través de los cuales, desde la retórica de textos e imágenes, se construye la figura de un héroe. En este caso se analiza en particular aquella que refiere a la construcción de un héroe nacional y para ello se vale de un nombre fundamental del imaginario mexicano: Benito Juárez.

El libro es inteligente porque con destreza y oficio la autora logra entretejer hilos analíticos y reflexivos que le posibilitan profundizar, desentrañar y comprender los procesos constructivos que han forjado el mito del Juárez heroico. Permitiéndome una licencia cuasi literaria, y haciendo una lectura libre, más allá de lo que el libro sostiene, diría que a través de sus páginas atestiguamos cómo la existencia del Juárez histórico, el de la dimensión humana, sirve de pretexto y hace posible la fabricación de los mitos heroicos que, en torno a él, desde trincheras amigas y enemigas, han proliferado. Paradójicamente, esos mitos posibilitan no sólo la proyección de Juárez en el tiempo, manteniendo su vigencia hasta la actualidad, sino casi su existencia misma, y lo engrandecen a dimensiones colosales y lo multiplican: hay tantos Juárez como usos políticos se han hecho y se hacen de su figura. Digamos, pues, que este libro muestra con pericia que los héroes no existen per se: se hacen, se fabrican, se inventan.

El libro es oportuno, considero, porque en años recientes en el cotidiano político nacional se ha revitalizado el culto al prócer oaxaqueño desde el discurso oficial, lo que nos lleva a reconocer que, como apunta la autora, “el llamado culto a Juárez superó los límites de su propia época y de hecho ganó relevancia gracias a otras generaciones que, en circunstancias más lejanas y también muy distintas, apelaron a su nombre como principio y símbolo de sus propias luchas”. Todo ello lo podemos observar en la actualidad, aunque entrar en esos senderos sería materia de una reflexión ajena a este texto; si bien no del todo, porque la autora en sus consideraciones finales alude expresamente a la “especial fascinación” del presidente en funciones con la figura de Benito Juárez, al señalar que no es inédita y encuentra explicación y sustento en la larga vigencia de ese símbolo heroico, porque su utilización “sirve para crear comunidades, convocarlas o movilizarlas políticamente”. Lo que sí es materia de esta obra es la reflexión en torno a las formas en que a lo largo de la historia ocurrida en los cien años que aquí se estudian se ha apelado al juarismo como solución para la interacción social —en tiempos y espacios precisos y con particulares estrategias—. También se detiene en el análisis y la explicación de los vínculos que “nos siguen orientando hacia una interpretación de Juárez en alto grado determinada por los valores que hacen posible la convivencia social en México”.

Producto de una larga y consistente investigación, cuyo origen es la tesis doctoral de la autora, el libro de Rebeca Villalobos Álvarez, publicado de manera conjunta por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), de la cual es egresada y profesora, y por la editorial Grano de Sal, El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976), está escrito en un lenguaje claro y ágil, accesible, que no simplificado, comprensible para públicos diversos, lo que lo inscribe en una línea de publicaciones historiográficas que busca conciliar el reducido mundo de los recintos académicos con espacios amplios poblados de lectores potenciales: interesados, estudiosos y curiosos de la historia y de la cultura en general.

Un héroe es la suma de representaciones que de él se hacen, pero el héroe no es el hombre, no es el personaje histórico, acertadamente nos advierte la autora desde el inicio. Éste no es, pues, un libro sobre Benito Juárez, sino sobre las formas en que se ha inventado y reinventado, o si se prefiere construido y reconstruido, a ese Juárez padre de la patria, defensor de la soberanía nacional, consumador de la segunda independencia, amante de la legalidad, respetuoso de la justicia, cuya grandeza traspone las fronteras de lo nacional y lo convierte en el benemérito de las Américas… La lista es muy larga, pero se sintetiza en los trazos que dan forma al contorno del héroe que por momentos linda la frontera de lo mítico. Así, pues, “lo que este libro ofrece es un ejercicio de reflexión crítica que exige trascender los límites del contexto vital e histórico propio del personaje, en aras de una comprensión más cabal de su trascendencia en la cultura nacional a lo largo de los cien años que van desde su muerte hasta la década de los setenta del siglo XX”, nos dice Villalobos Álvarez.

Un aspecto muy importante para el éxito de un héroe es que logre integrar y representar los referentes culturales dominantes en una sociedad, esto es, que sea expresión de “prácticas, ideas, valores y actitudes” colectivas. En este escenario, lo que se pretende es desentrañar el culto al héroe, entendido como “un poderoso dispositivo de simbolización y difusión de principios a todas luces relevantes en la convivencia social y la praxis política”. Lo que se persigue con este estudio es, pues, “recuperar la dimensión histórica del discurso heroico y su problemática intrínseca”. Para desmenuzar la materia de que se compone la figura heroica-mítica, la autora recurre al análisis de tres materias que intervienen en su fabricación: la retórica, la estética y la política, y desde esos campos se adentra en la construcción y la deconstrucción, así como en las disputas por la apropiación del referente, esto es, de la imagen de Juárez. Se ocupa también de seguir las reivindicaciones, pero también los cuestionamientos elaborados desde los ámbitos de la política o de la academia.

El estudio está estructurado y se desarrolla a lo largo de tres capítulos: “La imagen del héroe: su trayectoria”, “Retóricas sobre el héroe” y “Juárez sublimado”. El primero de ellos, definido por su carácter propiamente histórico, según apunta la autora, está centrado en las expresiones que ella considera “más emblemáticas”; en él se parte de la génesis y se da seguimiento al proceso mediante el cual se fue construyendo la figura heroica, poniendo atención en los recursos que para ello se usaron, buscando las explicaciones que permitan su compresión. En dicho capítulo se identifican tres etapas en la construcción simbólica del héroe, precisando las características de cada una de ellas, que constituyen uno de los aportes sustanciales de esta obra y están presentes a lo largo de sus páginas. La primera comenzó inmediatamente tras la muerte de Juárez y la autora define como del “culto a su memoria”, construido a través de los homenajes luctuosos. La segunda etapa correría del final de la centuria decimonónica —la década de los noventa— hasta el estallido revolucionario; su sello sería la celebración festiva que atiende al natalicio y que se torna también un culto con alcances nacionales alimentado desde el oficialismo. La tercera etapa, la posrevolucionaria, conduciría a diversificar y reconfigurar la imagen juarista “nutriéndose de expresiones ideológicas muy diversas”.

Según estas etapas propuestas por Villalobos el proceso de construcción transitaría de la imagen del héroe civil inmaculado a la del indio sublime para transformarse después en la del luchador social. Obviamente entre las imágenes generadas en cada etapa hay algunas que resultan dominantes, pero no exclusivas, y son las que la autora identifica como icónicas de cada momento. Sin embargo, esas imágenes no son únicas, ni se cancelan o anulan sus significados en las etapas posteriores, más bien conviven a lo largo del tiempo

En el segundo capítulo, que la autora precisa como más analítico, se parte de entender al héroe como un “dispositivo de simbolización de aspiraciones y valores compartidos” y en ese sentido centra el interés en el examen de su eficacia. Basado en fuentes textuales y visuales expresamente seleccionadas se recurre a “los tres modos esenciales del discurso retórico […]: encomiástico, judicial y deliberativo”. La retórica es entendida aquí como el arte de la persuasión que busca lograr la adhesión a la causa de los agentes a quienes va dirigido —espectador, lector, público, educando, etcétera— y persigue la identificación con el referente, en este caso en particular del ciudadano con el héroe. Para lograrlo, sostiene la autora, los promotores se valen de múltiples recursos que van desde la pintura hasta el cine, desde la oratoria hasta la caricatura, entre otros. Vemos aquí cómo el héroe baluarte del republicanismo se reconfigura y se proyecta como emblema de la lucha social; en su figura se resume la expresión de problemas sociales y étnicos.

Finalmente, en el tercer y último capítulo, el estudio se enfoca en penetrar las claves de significado de las expresiones del culto desde la política y la estética, atendiendo también a sus implicaciones. Tomando como objeto dos obras de carácter monumental —el Mausoleo de San Fernando y la Cabeza de Juárez—, en esta parte de la obra el nodo analítico es el conflicto que surge entre el argumento y la figura en el discurso retórico. Se impone en esta confrontación el enaltecimiento del héroe que conduce a que “lo político se subordin[e] a la expresión sublimada”. Si en el segundo capítulo se señalan las particularidades del arte de convencer, en el último se muestran los casos en los que el puente comunicativo no sólo no logra establecerse exitosamente, sino que la relación entre el discurso y el auditorio se violenta. La autora pone al descubierto en este capítulo el eje problemático del culto al héroe, esto es, la forma en que ciertas representaciones cuestionan las virtudes retóricas y “convierten al Benemérito en un objeto de contemplación estética que se torna extraordinario y en muchos sentidos inaprehensible”; manifestaciones que inscribe la autora en la categoría de la “estética de lo sublime”, lo que en términos de este estudio se traduce en la anulación de la participación del interlocutor. Dicho de otra forma, el “poder estético de la representación” confunde, cuando no nulifica al receptor e impide la apropiación y la identificación.

Estatuaria —o monumentaria como prefiere llamarla la autora—, literatura —poemas, alocuciones, panegíricos, novelas y biografías—, pintura, fotografía, caricatura política y, posteriormente, películas —cintas cinematográficas—, pero también tarjetas y timbres postales, billetes y monedas son algunas de las fuentes a las que se recurre para lograr los objetivos del estudio. Los atributos que desde cada uno de esos soportes se le fueron asignando al personaje, así como el momento y las circunstancias en que ocurrieron, y las diversas maneras en que fueron contribuyendo a la configuración del imaginario colectivo en torno a él, dotándole de significado como emblema patriótico, son descubiertos, diseccionados y analizados por Villalobos Álvarez.

A lo largo de la obra se acude a esas distintas fuentes, en una de ellas me detengo y lo hago, evidentemente, por mis propias preferencias temáticas: la caricatura política. Me parece un acierto introducir el análisis de la prensa satírica y de la sátira visual para profundizar en el estudio de los discursos y contra-discursos que fueron construyendo la figura del héroe nacional. La caricatura permite pulsar las características atribuidas al personaje a la vez que, en el caso de la producida desde la oposición, descubrir las que las mismas caricaturas le adjudican en su labor de confrontación al poder en turno. Se trata, en su mayor parte de caricaturas híbridas, esto es, el Juárez de esas imágenes generadas en los años del gobierno de Díaz por la prensa contestataria no es objeto de burla, no está caricaturizado, sino que sirve en el recuadro de la sátira como ejemplo edificante y moralizante a los personajes de los que sí se mofa el dibujante. La caricatura sintetiza lo que constituye la potencia de un culto eficaz, esto es, la “capacidad para reducir la complejidad de la vida política” o, dicho de otra forma, la “capacidad para establecer estereotipos asequibles que hagan del encomio una práctica de divulgación”.

Aunque hay una infinidad de temas, aristas y perspectivas que se tratan en este libro y sobre las cuales es una tentación debatir —no porque necesariamente difiera, sino sólo por el gusto mismo de la argumentación—, haré una única precisión respecto a una afirmación que se utiliza particularmente para referirse al caso del gobierno encabezado por Porfirio Díaz. Me refiero a la expresión “al hacerse evidente la manipulación que hizo el gobierno de la imagen del prócer […]”. Dejando de lado que esta aseveración exhibe, me parece, la desconfianza que cierta historiografía generó en relación con esa etapa de la vida nacional y de la cual en general Villalobos se aleja, pero se cuela en esta frase, lo que me interesa señalar es que todo gobierno, como el libro mismo lo muestra, sea del sello político que sea, manipula las imágenes heroicas a conveniencia de sus intereses.

Los héroes, podríamos decir, suelen ser territorios en disputa; mientras su carga simbólica es eficiente y útil, hay una lucha entre grupos políticos —que administran la vida pública o detentan el poder— por su apropiación. Pero los héroes también pasan de moda, a veces irremediablemente, a veces de forma pasajera, pues son creados, descartados y recuperados según convengan a los actores del momento y según las ideologías y corrientes políticas dominantes. En el caso de Juárez, su culto ha mostrado vigencia reiterada y perdurable. Aunque con momentos de declive en su intensidad, nunca ha sido su figura abandonada del todo, no al menos en ese lapso que corre de 1872 a 1976; y en estas primeras décadas del siglo XXI, como podemos atestiguar, ha sido revitalizada.

No puedo concluir sin anotar que la edición, en general bien cuidada, con un diseño sencillo y correcto, sin embargo, adolece de lo mismo que la mayoría de las obras publicadas que tiene en su base el uso de imágenes, esto es, se pierde de vista que las imágenes no son ilustraciones, no son decorado, ni acompañamiento del texto. Son, por el contrario, y como es el caso en este estudio, parte fundamental, fuente y sostén, de la narrativa, del análisis y de la reflexión, que exigen, por tanto, tener relevancia en la impresión. Esto es, si bien se hizo la selección de algunas (18) de las obras —objetos visuales— y se les imprimió en papel de mejor calidad, a color y algunas de ellas a página completa, la mayoría de las poco más de 50 imágenes utilizadas se insertaron en un formato de pequeño tamaño que muchas veces dificulta su observación.

El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976) es, pues, un libro que debe ser leído en clave histórica desde las perspectivas cultural y política y en clave política y cultural desde la perspectiva de la actualidad; el cruce de miradas permite, sin duda, una comprensión más amplia y profunda de la dimensión de la propuesta que hace en su estudio Rebeca Villalobos Álvarez.


Resenhista

Fausta Gantús – Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (México). E-mail: [email protected] https://orcid.org/0000-0003-4608-2665


Referências desta Resenha

ÁLVAREZ, Rebeca Villalobos . El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976). México: Universidad Nacional Autónoma de México; Facultad de Filosofía y Letras; Grano de Sal, 2020. Resenha de: GANTÚS, Fausta. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, n. 63, p. 257-262, ene./jun. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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