The Orce Man. Controversy/ Media and Politics in Human Origin Research | Miquel Carandell Baruzzi

El descubrimiento de huesos fósiles atribuidos a humanos y las polémicas sobre su interpretación siempre han tenido una amplia difusión en la prensa. Esta repercusión mediática es una singularidad de la paleontología humana, ya que el objeto de su investigación es algo muy relevante para nosotros los humanos, es el conocimiento de nuestro origen como género humano, es decir, de dónde venimos, quiénes fueron nuestros antepasados, quiénes los antecesores del Homo sapiens, qué géneros y especies formaron parte en el pasado de la familia humana, etc. De manera que esto puede explicar que las controversias y la falta de consenso de los especialistas sean mucho más visibles y trascienda al público más en esta que en otras disciplinas. Así que un libro que aborda una controversia paleontológica, muy propagada por la prensa, que se prolongó en el tiempo sobre un resto fósil de una gran antigüedad, identificado en un primer momento como humano y hallado dentro del territorio español, y no en África o Asia, resulta muy atractivo no solo para los biólogos o para alguien dedicado a investigar en historia de las ciencias naturales, sino para cualquier persona que tenga un cierto nivel cultural. La singularidad de este caso provocó muchos comentarios y ruido mediático. La prensa, de alguna manera, fue protagonista junto con el mundo académico. Un gran atractivo de la obra reside, aunque no solo, en que el problema se ha querido abordar con una orientación metodológico interesante, aunque ya, tras haber pasado tantos años desde que se sugirió en el campo de la sociología del conocimiento científico, este enfoque puede considerase tradicional en historia de la ciencia. Este es el caso de la presente obra, que recoge con un planteamiento profesional y sólido, el que fue, en mi opinión, uno de los capítulos más polémicos y dramáticos, especialmente esto último para uno de sus principales protagonistas, Josep Gibert, y que dio lugar a un debate que perduró durante varias décadas en los medios y en la comunidad científica. El debate es muy conocido. En 1982, en el yacimiento de Venta Micena, localizado en el municipio de Orce (Granada), un equipo de investigación del Instituto Catalán de Paleontología de Sabadell, descubrió un fragmento craneal que se determinó como perteneciente al género humano y cuya edad se estimó rondando el millón de años, lo que le convertía en el fósil humano más antiguo descubierto en el continente europeo. Para empezar, esto último era una falsa polémica, difundida incluso en revistas especializadas, ya que no cabía plantearse quiénes habían sido los europeos más antiguos, cuando no tenía, ni tiene, sentido hablar de Europa como tal en épocas tan remotas. El hallazgo del fósil, que se divulgó en la prensa, dio pie al episodio más controvertido de la historia de la paleontología humana en España, pero tuvo repercusiones internacionales debido a la nacionalidad de algunos especialistas que intervinieron en el debate. El problema se originó cuando expertos paleontólogos franceses declararon que dicho resto óseo fósil no era humano sino que pertenecía a un équido (para complicar el asunto, hace algunos años se atribuyó a un rumiante). Este anuncio fue ampliamente difundido por los medios de comunicación, quienes, ajenos al debate científico, crearon una situación muy incómoda para los paleontólogos y muy confusa para los lectores interesados en el conocimiento de los orígenes de la humanidad. Articulistas y corresponsales apreciaron el interés popular por la controversia e intentaron llamar la atención del público, manifestando en algunos casos escaso conocimiento científico de cómo había que exponer el tema. Un ejemplo es el del reportero que tituló un artículo: “Los hijos de Adán eran andaluces”. Aunque connotaciones bíblicas semejantes, como las de “Eva negra” o “Eva mitocondrial”, suelen ser utilizados en medios anglosajones, por muy ingenioso o chistoso que fuera el titular, supuestamente atrayente para el lector, la ofensiva desplegada por el fundamentalismo cristiano podía dar lugar a confusión entre los lectores, algunos quizás sin formación suficiente para establecer las diferencias entre evolución y creación.

En paralelo a la controversia sobre el fragmento craneal de Orce, la comunidad científica española y el público en general siguió en esos años con mucho interés los hallazgos realizados en Atapuerca, cerca de Burgos, debido a la gran repercusión mediática que se dio a las excavaciones, en donde se destacaba la cantidad y calidad de material científico paleoantropológico que se fue hallando sucesivamente. El contraste entre el descubrimiento de Orce y los de Atapuerca fue muy evidente.

El marco general en que se produjo el hallazgo de Orce y el comienzo de la polémica se enmarcó en un momento político en el cual el país, tras salir hacía pocos años de la dictadura franquista, había apoyado la creación de la España de las Autonomías y cada una de ellas estaba intentando que su territorio se potenciase y desarrollase a todos los niveles, políticos, económicos, científicos. En este contexto no hay que olvidarse de que la Junta de Andalucía estuvo en primera línea de la controversia al ser la encargada de la política científica y de conceder los permisos de excavación y las subvenciones para poder seguir excavando e investigando en Orce. Todo esto forma parte de una larga historia, ya conocida, que hasta el momento ha durado varias décadas, no han dejado de publicarse tanto libros, como artículos de revistas científicas especializadas, divulgativas, satíricas y de medios de comunicación, defendiendo o rechazando el carácter humano del fragmento craneal. Quiero referirme a los libros que se publicaron insistiendo en su pertenencia a un homínido. El primero fue El cráneo infantil del Orce (Bellaterra, 2002), de Domènec Campillo, y el segundo, El hombre de Orce. Los homínidos que llegaron del sur (Almuzara, 2004), de José Gibert. Es decir, una obra escrita por un experto en paleopatología en una de las editoriales más prestigiosas en Arqueología, y el relato de alta divulgación de Gibert, implicado directamente en el hallazgo, quien defendería hasta su muerte que el fragmento craneal era humano. El testigo lo recogería su hijo Luis, quien continuaría combatiendo la campaña de desprestigio a la que fue sometido su padre. Una reivindicación de Gibert vendría a través de los diputados provinciales de Izquierda Unida, quienes presentaran una iniciativa a la Diputación de Granada para que al tarraconense José Gibert, ideológicamente cercano, se le otorgara el título de “Hijo adoptivo de la provincia de Granada”. El relato de esta historia, por tanto, y como bien ha hecho Miquel Carandell, se debe escribir teniendo en cuenta varios aspectos y debe basarse en consideraciones científicas, periodísticas y políticas.

No puedo dejar de mencionar que viví en presente toda la información periodística que dio el periódico El País acerca del inicio de la controversia sobre el fragmento craneal de Orce. Aún guardo los recortes de los artículos del periódico, ya amarillentos. Pero debo reconocer que lo que más me impactó, de manera muy dolorosa, fue ver en el verano de 1984 en un quiosco de periódicos la portada de la revista satírica El Papus, con el dibujo de un hombre (está claro su género por los genitales masculinos), con la cabeza de un burro, proclamando “Zoy españó, casi ná…”. De alguna manera me pareció que no se cuestionaba solo la obsesión de Gibert, sino que se ponía en duda la investigación científica en paleontología humana. Aunque hay que recordar que el uso de la viñeta satírica en los medios de comunicación para presentar cuestiones científicas muy polémicas, ha sido muy utilizada por los medios de comunicación desde el siglo XIX, y si no que se lo digan a Darwin y al debate sobre lo que se denominaba en aquellos momentos “el origen del hombre”.

Carandell describe muy bien todo el desarrollo de la controversia, en medios científicos, mediáticos, políticos, exponiendo la evolución de la misma y la actuación de cada protagonista, dividiendo el libro en cuatro partes: descubrimiento del fragmento craneal fósil, controversia, conferencia de paleontología humana y fin de la controversia. Como indica en la Introducción, en su análisis diseña una narración cronológica de la polémica, respetando la secuencia de los hechos. Esto le permite examinar los eventos en su aspecto particular, reduciendo así las interpretaciones de los acontecimientos basadas en los desarrollos posteriores de la historia.

El autor también señala que la orientación por la que ha optado para escribir este relato ha sido la del enfoque metodológico defendido por Bloor, es decir, que las explicaciones científicas, verdaderas y falsas, debían ser tratadas simétricamente, ya que ambas están moldeadas y construidas por el mismo proceso social. Lo que en esta polémica encaja a la perfección. Aunque esta orientación haya sido criticada por su relativismo, le permite distanciarse del resto de los relatos sobre la controversia del Orce, sea a favor o en contra. Carandell, con muy buen criterio, comenta que su relato no tiene como objetivo explicar quién tenía razón y por qué, ni considera importante si el hueso de Orce pertenecía a un homínido o no. Lo que le interesa, afirma, es el examen de las estrategias y circunstancias que hacen creíble o no una determinada afirmación, tanto para la comunidad científica como para el público en general. Esto le permite al autor, en mi opinión, cerrar correctamente una narración perfectamente articulada y estructurada. Comparto su metodología como historiador de la ciencia, su enfoque a la hora de abordar este problema y su preocupación por la comunicación pública de la ciencia.

Tal como yo la viví como biólogo antes de profesionalizarme como historiador de la ciencia, la controversia comenzó porque, dejando a un lado el aspecto dramático y obsesivo de Gibert, para los colegas paleontólogos, que investigaban y trabajaban, y lo siguen haciendo, en el marco de orientaciones disciplinares diferentes a las de historiadores, filósofos y sociólogos de la ciencia, era importante dilucidar si este fragmento fósil de gran antigüedad, como cualquier otro espécimen, era o no humano. Primero, porque había que identificar el ejemplar como humano o de équido, y segundo, una vez determinado, si realmente se consensuaba que era humano, por sus implicaciones para la historia evolutiva de la humanidad. La intervención mediática actuó como caja de resonancia en la polémica entre paleontólogos, provocando un estrépito público, que se extendió más allá de los límites de la comunidad científica. Finalmente la controversia se fue diluyendo con el hallazgo de restos óseos y herramientas humanas en varias zonas del territorio español que atestiguaban lo que ya Boucher de Perthes afirmó en 1857: “ … l’homme est bien vieux”.

Solo me queda terminar felicitando al autor por el magnífico planteamiento de esta obra en la que ha tratado una controversia surgida en la comunidad de paleoantropólogos y de otros especialistas, que me ha interesado personalmente desde sus comienzos, y agradecer a la editorial que nos obsequie con la lectura de un libro que aborda un tema tan sugerente.


Resenhista

Francisco Pelayo – Instituto de Historia (CSIC). E-mail: francisco.pelayo@cchs.csic.es


Referências desta Resenha

CARANDELL BARUZZI, Miquel. The Orce Man. Controversy, Media and Politics in Human Origin Research. Leiden, Boston: Brill; Cultural Dynamics of Science, 2021. Resenha de: PELAYO, Francisco. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Madrid, v.74, n.2, p.622, jul./dic. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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