A cien años de la Revolución Rusa | Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda | 2017

El centenario de la Revolución rusa ofrece una oportunidad para reflexionar sobre el proceso histórico que cambió la historia del mundo, impactando profundamente en el derrotero del socialismo y de la clase obrera. Como señaló el historiador británico Eric J. Hobsbawm “la historia del siglo XX no puede comprenderse sin la Revolución Rusa y sus repercusiones directas e indirectas”, a punto tal que su “siglo corto” coincidía con el nacimiento de la experiencia soviética y la Primera Guerra Mundial y se cerraba con el derrumbe del régimen de partido único en 1989. Para un análisis de la historia del movimiento obrero y de las izquierdas en todos los países, incluida la Argentina, evaluar y hacer un balance del efecto, los vínculos y las influencias que tuvo este extraordinario acontecimiento histórico se convierte en un desafío esencial.

Los eventos del Octubre ruso ocurrieron bajo la pretensión de la toma insurreccional del poder por el proletariado a través de los soviets, primer paso de una revolución diseñada en escala internacional, sobre los escombros y las penurias que la guerra imperialista dejaba en Europa. El resultado fue de inocultable importancia: el poder le había sido arrancado a las clases dominantes y había quedado en manos de los consejos obreros con hegemonía bolchevique, según el planteo de Vladimir I. Lenin. La mayor revolución social y política del siglo XX entró en una nueva fase, declarando su deseo consciente de ensayar la primera transición al socialismo.

Las consecuencias de la Revolución en el resto del planeta fueron enormes, principalmente en la reconfiguración de las opciones políticas dentro del campo proletario. El socialismo parlamentarista sufrió una crisis, a partir del descalabro de la Gran Guerra y del peso que la alternativa soviética ofrecía: sólo se reconstituyó paulatinamente, desvaneciéndose tendencialmente como vía de transformación social. El anarquismo, que antes de la guerra solía adueñarse del ethos emancipatorio, también entró en un cono de sombra (a excepción de su importante presencia en España), pues el bolchevismo se presentaba no sólo como una corriente revolucionaria sino, además, exitosa. El sindicalismo revolucionario, por su parte, se desgajó en paralelo a sus debates sobre la empatía acerca de la experiencia bolchevique.

Tampoco el proceso ruso dejó de tener influencia en el panorama general de la política en Occidente, donde el liberalismo debió apresurarse a realizar ciertas reformas, si no quería correr el riesgo de un descrédito ideológico mayúsculo y la posibilidad de nuevas revoluciones. El llamado “Estado de bienestar” europeo es impensable sin el ejemplo de las conquistas iniciales del régimen soviético, donde la economía se organizaba en función de la vida y la salud de los trabajadores y no en función de las ganancias de las empresas. La misma planificación económica de los países capitalistas, en boga a partir de los años 20 y en contraste absoluto con el liberalismo del siglo XIX en el que el Estado apenas tenía injerencia en el mercado, surgió como espejo de la economía rusa posterior a 1917. La opresión nacional fue otra cuestión en la que la Revolución movió hacia adelante la rueda de la historia: las dificultades e injusticias que tuvo la nueva división federativa del viejo imperio de los zares, estaba a años luz del mantenimiento de la opresión nacional a sangre y fuego que había ejercido el zarismo y que seguía desplegando Europa en Asia y África. Pero no sólo importaron las conquistas laborales y nacionales, sino que también en el plano democrático Rusia fue un ejemplo: las largas vacilaciones del liberalismo europeo y americano en torno al sufragio femenino, por ejemplo, fueron saldadas por el régimen bolchevique con un expeditivo otorgamiento de derechos a las mujeres, que fueron más allá del derecho al voto. Europa debió apresurarse a dejar atrás el sufragio “universal” masculino. La Revolución adoptó medidas en línea con un feminismo revolucionario y contra el machismo y el patriarcado. El matrimonio, el divorcio y el registro de nacimientos y defunciones se fijaron como procedimientos civiles. Se avanzó en la igualdad legal de los sexos y el derecho al aborto, a la vez que se instauraron comedores comunales, guarderías y lavanderías públicas para reemplazar el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres en el hogar. Aleksandra Kolontái propuso el amor libre, para alcanzar la igualdad también en el campo sexual. Todo se conjugaba con la idea del Hombre Nuevo, partiendo del supuesto del sujeto incompleto al que la educación y la cultura podrían modelar.

Las consecuencias de aquella experiencia pueden agruparse, al menos, en dos grandes ejes ordenadores: el primero, la indagación sobre los acontecimientos en la propia Rusia abordados desde las múltiples problemáticas políticas, sociales, culturales, ideológicas y económicas; el segundo, la reflexión acerca del impacto producido por la Revolución Rusa en la clase obrera y las izquierdas en el resto del mundo, en aquellos mismos planos de análisis. En función de ello, presentamos en este número una serie de investigaciones que trabajan en esa dirección.

En primer lugar, Hernán Camarero estudia las primeras reacciones e influencias dentro de las izquierdas argentinas, en particular, las orientaciones teóricas, políticas y estratégicas adoptadas por el Partido Socialista, la tendencia de izquierda de esa organización y el emergente comunismo. Allí se brindan elementos para comprender los modos en que estas corrientes entendieron el sentido de la Revolución y las potencialidades y límites del programa reformista, democrático y/o revolucionario, así como sus definiciones acerca del sujeto del cambio social y el lugar de las masas en los acontecimientos. El historiador peruano-mexicano Ricardo Melgar Bao indaga en la prensa latinoamericana adherente de la III Internacional impulsada por el bolchevismo, exponiendo los avatares de su investigación por rescatar, en múltiples archivos de América y de Europa, la infinidad de revistas y periódicos clandestinos que recogieron esa bandera en nuestra región. Los historiadores rusos Victor y Lazar Jeifets, de la Universidad Estatal de San Petersburgo, analizan las actividades del revolucionario suizo Edgar Woog, quien actuó principalmente en México en los años 20, como representante de la Comintern para América Latina. Al analizar estos episodios, se ilumina el carácter oscilante de las relaciones entre la Internacional Comunista y sus secciones latinoamericanas. Con el artículo de Stephen Smith hemos querido acercar, al público hispanohablante, un importante texto de este investigador de la Universidad de Oxford, publicado en 2015, sobre los avances historiográficos de las dos últimas décadas en torno a la Revolución Rusa, considerando particularmente los aportes en lengua inglesa, alemana y rusa. El autor y la revista Kritika han tenido la amabilidad de permitirnos la publicación de esta traducción.

Por último, Facundo Rocca analiza el pensamiento jurídico de la Revolución a través de la obra de Evgueni Pashukanis, uno de los más importantes pensadores bolcheviques sobre el estatus del derecho en la nueva sociedad, fusilado por el régimen estalinista en 1937, acusado de “desviacionista trotskista”.

La Revolución iniciada en Rusia en 1917 fue uno de los procesos más significativos de los tiempos contemporáneos. Se convirtió en el mayor levantamiento político contra el capitalismo en su historia y en el movimiento que más claramente quiso obrar en nombre de los postulados del marxismo revolucionario. Fue como una piedra que astilló los vidrios del mundo político, ideológico y cultural en todo el planeta, forzando a reacomodar piezas y a reconfigurar escenarios. Aquel vigor revolucionario encontró sus cauces en los primeros años, cuando el proceso soviético mostró su mayor dinamismo como experiencia de emancipación social, aún no regimentado ni dislocado por el fenómeno de burocratización que luego sobrevino, y que tiempo después acabó montando ese Leviatán moderno al que Stalin rindió culto. En otros números de Archivos nos proponemos avanzar en el necesario ejercicio de reflexión crítica sobre la mutación ocurrida en las décadas siguientes a 1917, en donde se desnaturalizó radicalmente el proyecto de construcción de una sociedad superadora del capitalismo sobre los principios igualitarios del socialismo.


Organizadores

Hernán Camarero – Conicet – UBA. E-mail: [email protected]

Diego Ceruso 

Hernán Díaz


Referências desta apresentação

CAMARERO, Hernán; CERUSO, Diego; DÍAZ Hernán. Presentación. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, n.11, p. 9-12, sep. 2017/feb. 2018. Acessar publicação original [DR]

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