Atlas histórico de las divisiones político-administrativas de Chile, 1810-1940 – SAGREDO BAEZA et al (RHYG)

SAGREDO BAEZA, Rafael; GONZÁLEZ LEIVA, José Ignacio; COMPAN RODRÍGUEZ, José. Atlas histórico de las divisiones político-administrativas de Chile, 1810-1940. Santiago de Chile: Instituto Geográfico Militar, Pontificia Universidad Católica de Chile, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2016. 334p. Resenha de: ARAYA, Mariel Rubio. Revista de Historia y Geografía, Santiago, n.36, p.197-199, 2017.

Se da por hecho que historia, geografía y cartografía van de la mano pero pocas veces dialogan con tanta claridad como en el libro que hoy co­mentamos. Es más, nos aventuramos a decir que esta es la primera ocasión en que lo hacen en la magnitud de esta obra.

En este atlas, producto del trabajo de Rafael Sagredo, José Ignacio Gon­zález y José Compan, se recorre la historia de Chile republicano a través de una nueva óptica, dando luces sobre el proceso de construcción del Estado y la nación, desde el ocaso de la Colonia hasta mediados del siglo XX. A través de los 197 mapas podemos ver no solo la expansión o contracción territorial de Chile desde el punto de vista geográfico, sino que nos da las herramientas para analizar las motivaciones políticas que hubo tras cada límite trazado en el papel y que más de una vez nos obligaron a dialogar o enfrentar a nuestros países vecinos.

Presente en el imaginario colectivo está la idea de que los límites son rígi­dos e inmutables, sin embargo, tras cada mapa de este atlas podemos decir, con toda propiedad, que esa visión está errada y que la nueva propuesta de los autores respecto al carácter variable y contingente de dichos límites (p. 12), es mucho más atingente a nuestra historia. La frontera como construc­ción social (p. 13) nos abre nuevos caminos para repensar nuestro pasado, reflexionar sobre nuestro presente y debatir sobre el futuro de nuestro país en un mundo cada día más globalizado, donde, por un lado, los límites aparecen difusos pero, por otro, ultranacionalismos emergentes como, por ejemplo, el liderado por Marine Le Pen en Francia o Donald Trump en Estados Unidos, parecen ir en la línea contraria, fortificando cada vez más sus fronteras.

Tanto para los límites nacionales como provinciales, los accidentes geo­gráficos sirvieron desde un principio como deslindes, sin embargo, no por ser naturales dichas demarcaciones estuvieron exentas de intencionalidad política, lo que reafirma uno de los propósitos más claros de los autores: evidenciar que la identidad, ya sea local o nacional, se construye y cambia a través del tiempo en función de intereses políticos y administrativos. En este sentido, el mapa es uno de los artefactos con los que se construye identidad comunitaria (Anderson, 1983).

El atlas sigue dos ejes para su presentación, primero a nivel nacional y provincial, y luego cronológico, es decir, desde la página 47 a la 108 se presen­tan los mapas a nivel nacional y de la 109 a la 278 todas las provincias y sus respectivas evoluciones durante el período comprendido entre 1810 y 1940.

Queremos detenernos en este punto por cuanto la estructura del libro y la diagramación de los mapas transforman a este atlas no solo en una fuente para investigadores en general e historiadores y geógrafos en particular, sino también en un material didáctico de gran potencial en el aula escolar.

Durante los últimos veinte años se ha venido trabajando a nivel curricular para cambiar el enfoque de la enseñanza y aprendizaje de la historia en el sistema escolar chileno. Largo ha sido el camino para dejar atrás la oxidada visión de que la historia es sinónimo de fecha, héroe y batalla, para dar paso a la historia como memoria colectiva, donde todos debemos sentirnos parte de ella. Una historia donde el proceso importa más que el hecho y donde el sentido de la historia no es memorizar sino aprender del pasado para construir el futuro cuestionando el presente.

Estas nuevas visiones curriculares no pueden solo quedar en las planifi­caciones, sino que deben llegar al aula de modo tal que tengan sentido y no se queden en un mero discurso. En esa línea, este atlas pone a disposición del cuerpo docente un material nunca antes visto del modo en que aquí se presenta. A través de sus mapas se puede evidenciar que la imagen que tenemos de Chile no ha sido siempre la misma y, por otra parte, que esa imagen responde a una construcción desde el Estado para forjar la creación de una identidad que le dé coherencia al proyecto republicano. La imagen de la larga y angosta faja de tierra se la debemos, por lo tanto, más a la ciencia y cartografía de Claudio Gay que a la prosa de poetas y trovadores.

Las posibilidades de estos mapas son tan amplias como la imaginación de las y los profesores, y pueden aplicarse con la respectiva transposición didáctica tanto al primer y segundo ciclo básico como al nivel medio, ya sea en plan electivo o común; puede trabajarse no solo desde la perspectiva de la historia o la geografía sino además y especialmente desde la formación ciudadana, abordando las provincias como unidades administrativas o bien como espacios culturales con identidad propia, que deben dialogar con las grandes ciudades y, por cierto, con la capital nacional.

Sin duda, una publicación como esta tiene un potencial didáctico que va más allá de sus páginas y que contribuye a una de las principales misiones de la asignatura de historia: formar ciudadanos.

Mariel Rubio Araya – Chilena. Licenciada en Historia y Profesora de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. E-mail: [email protected]

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