El Gran Terror. Miedo, emoción y discurso – TIMMERMANN (RHYG)

TIMMERMANN, Freddy. El Gran Terror. Miedo, emoción y discurso. Chile, 1973-1980. Santiago de Chile: Ediciones Copygraph, 2014. 338p. Resenha de: CONTRERAS ROJAS, Paula. Revista de Historia y Geografía, Santiago, n.33, p.201-205, 2015.

La obra de Freddy Timmermann presenta un análisis minucioso de una de las emociones características del ser humano que, dependiendo de cómo ésta se presente, puede llegar a invadir los diferentes ámbitos de nuestra vida modificando desde nuestras prácticas sociales hasta el modo en que la sociedad se estructura. Esta emoción, que oscila entre la parálisis y la acción, es el miedo. Timmermann nos muestra un recorrido del miedo colectivo que chilenos y chilenas sintieron en los años previos a la dictadura militar y durante los primeros años de ésta (1973-1980), centrándose en la élite cívico-militar y en la producción e instrumentalización que este grupo realizó de las in­seguridades latentes en el contexto histórico mencionado. Dicho recorrido está sustentado a partir de los discursos oficiales del régimen, mostrando cómo se puede transitar de miedos que son parte de la cotidianidad social a un gran miedo, el que puede transformarse finalmente en un gran terror.1 El autor desarrolla su obra en siete apartados que, articulados entre sí, entregan coherencia al objetivo o recorrido del libro. El primer apartado está dedicado a una contextualización más bien teórica del concepto de miedo, asociado, como bien señala el autor, “a una experiencia que genera un efec­to emocional variable debido a la interpretación de una vivencia, objeto o información como potencialmente peligrosa, cuando su control o anulación es incierta” (p. 38). Para Timmermann, el miedo vinculado a la experiencia traumática dictatorial sufrió una naturalización, pues éste se transformó en una emoción constante y cotidiana producida sistemáticamente desde el Estado. Ello convirtió el miedo en terror. Pero el miedo no se analiza como una emoción aislada, porque también se pone énfasis en la importancia del dolor, la utilización de violencia simbólica, la relación del miedo con la memoria en la construcción de miedos derivativos (miedos en relación a experiencias pasadas vinculadas a una amenaza directa), en la instauración de una ideología del sinsentido (en relación a la desensibilización y la impo­sibilidad de abordar lo traumático) y las posibles salidas al miedo (ya sea por el pensamiento mágico o la tecnología).

En el segundo, tercero y cuarto apartados, el autor realiza una contex­tualización histórica (1970 – 1973) de los hechos que produjeron un clima de conflicto y violencia (tanto explícita como simbólica), lo cual derivó en el Golpe Cívico Militar y desató un tipo de violencia “socialmente desconocida hasta entonces” (p. 59). Un hecho que destaca es la polarización mundial entre quienes apoyaban a la URSS y quienes apoyaban a EE.UU. o, en otras palabras, entre comunistas y anticomunistas, marxistas y antimarxistas. Des­taca también el papel intervencionista y desestabilizador que jugó EE.UU. en la Unidad Popular. Estos hechos influyeron, según el autor, en el imaginario del miedo que desarrollaron las élites civiles de derecha y de centro, los militares y parte de la Iglesia Católica, “generando o potenciando sus pro­pias inseguridades” (p. 75). Timmermann señala que la violencia se habría extendido tanto en el agro como en la ciudad, donde la inseguridad (vivida de forma diferenciada por los distintos grupos socioeconómicos) comenzó a apoderarse de la mayoría de la población. El autor propone la existencia de un desfase entre la teoría y la realidad, en relación al contexto nacional de los años mencionados, como una explicación plausible al exceso de violencia ejercida por los militares, donde ésta habría sido una forma de dar salida a ciertos miedos derivativos presentes en dicho grupo (como también en las élites civiles). La radio, los rumores y la prensa, en general, especialmente luego del Golpe Cívico Militar, jugaron un papel central para crear una atmós­fera de guerra, donde el discurso polarizó y fomentó la idea de dos bandos antagónicos (marxismo vs. FF.AA.), donde “todos pasan a ser potenciales enemigos” (p. 122).

El quinto apartado, y el más extenso del libro, relata el camino que se recorrió para llegar a la constitución de un gran terror. Ello fue posible, como bien señala el autor, gracias a un disciplinamiento estratégico que realizaron las élites civiles (especialmente de derecha) y militares, concentrándose prime­ramente en objetivos militares para pasar posteriormente a una refundación sociopolítica. Lo anterior gracias a la ayuda de una guerra psicológica basa­da principalmente en la manipulación y producción de miedos (a través de tecnologías comunicacionales especialmente discursivas), con la finalidad de frenar la acción marxista. Para ello se utilizó también “el traslado de pobla­ción (destierro, exilio, relegaciones, expulsiones), la desaparición forzada de personas, las ejecuciones y asesinatos por motivos políticos (…), la violencia económica estructural, la propaganda, la represión social abierta y oculta” (p. 131 – 132). Es en este escenario, en el cual la inseguridad y la violencia se volvieron cotidianas permeando la identidad ideológica y los espacios co­tidianos, donde se difuminó la posibilidad de una salida autónoma al miedo imperante. Así, al establecerse el miedo como una emoción permanente, éste comenzaría el tránsito a lo que el autor denomina el gran terror.

En el sexto y séptimo apartado, el autor aborda el caso argentino como un paralelo histórico al caso chileno, en cuanto a su relación con el miedo en contextos dictatoriales. En él se desarrollan dos grandes miedos que luego dan paso a la conformación de un gran terror, siguiendo la lógica de lo expuesto para el caso chileno. Los dos grandes miedos, como señala Timmermann, son instalados a partir de cinco escenarios que se articulan en torno a la palabra, la violencia, los discursos oficiales, la prensa y la cultura, centrados en lo subversivo y en lo que implica la democracia. Siendo el conocimiento, para el caso argentino, un elemento clave en la consolidación de los miedos. Ambos apartados presentan un acercamiento al gran terror que vivó Argen­tina, proceso que comparte con el caso chileno, pero da la impresión de que se trata de un paréntesis en el desarrollo general de la argumentación de la obra. Si bien es interesante hacer la comparación del caso argentino con el caso chileno, el texto podría haber presentado una mayor argumentación del porqué de la incorporación de este caso en particular.

En el octavo y último apartado, Timmermann realiza un resumen de los temas más importantes tratados a lo largo de su obra. Cobra importancia destacar que, al invadir el miedo todos los espacios democráticos, no deja salidas posibles para que la población sienta un mínimo de seguridad. Y si a ello se le suma la violencia, que a partir de 1973 fue tomada como la vía de escape de los miedos derivativos de las élites, el paso de sentir miedo a padecer terror es casi inminente. El autor señala que en el contexto autoritario de terror que vivió Chile, junto con el proceso de resignificación de la reali­dad, se da paso a la conformación de una nueva identidad donde el olvido es el eje central de ella. Este proceso sería parte importante de la liberación del terror, donde el otro sujeto pasa a ser considerado objeto, es decir, “una cosa susceptible de ser violentada” (p. 314).

A lo largo de la obra que nos presenta Timmermann, existen temáticas que están ligadas al miedo, como emoción característica del Régimen Cívico Militar y que, a mi parecer, son relevantes en el tratamiento que el autor realiza sobre dicha emoción. Destacan tres elementos que le otorgan una mirada diferente al análisis histórico de la dictadura militar. En primer lugar, es interesante la lectura que se realiza desde las élites civiles y militares que, como bien señala el autor, suelen relacionarse con un pensamiento político de derecha. Los discursos oficiales con los que Timmermann trabaja en su análisis manifiestan la intencionalidad con que se desplegó la violencia sim­bólica y la guerra psicológica, así como también la instrumentalización que se realizó de los miedos colectivos por parte del Estado. El exhaustivo trabajo de análisis de discurso nos muestra una élite civil que no duda en desplegar sus influencias en la construcción de la estructura ideológica que le dio cuerpo al Régimen Cívico Militar. Elementos como “la familia”, “el bien común”, “el orden”, “la nación” y “la patria” son expuestos desde una visión antagó­nica, es decir, como elementos que el marxismo/comunismo desea destruir mientras que los militares desean y deben proteger, resguardar y reconstruir, pues ellos proporcionan la unidad nacional que se encuentra en riesgo. Ello permite comprender con mayor profundidad cómo se desplegó desde las élites la reestructuración de la sociedad chilena, especialmente desde un plano discursivo y simbólico.

En segundo lugar, cabe destacar la reflexión en torno a los miedos derivativos como elemento significativo, al momento de comprender la violencia irracional que se desplegó contra la población por parte de los militares. Timmermann plantea la presencia de miedos pasados que se mantienen en las élites civiles y militares y que necesitan encontrar una salida para frenar la inseguridad que ellos les provocan. Los principales miedos políticos “de enorme intensidad emocional” (p. 177) están aso­ciados a la Reforma Agraria, a la Unidad Popular y al comunismo. Miedos que por generaciones se mantuvieron presentes en las élites y que en la década del setenta se ven reforzados por el temor que implica la pérdida de sus privilegios (políticos, sociales, económicos, culturales). Considerando lo planteado por el autor en relación a los miedos derivativos, es atrayente pensar esta emoción desde su relación con el pasado, especialmente con la memoria histórica, y siendo aun más específicos, desde su relación con la memoria de los conflictos sociales. Timmerman plantea esta relación en su obra, aunque no se detiene en el análisis de los diversos miedos derivativos, sus dimensiones y el porqué de su presencia en las élites, y si estos tienen algún correlato con los otros grupos sociales. Punto que sería interesante abordar con mayor profundidad.

En tercer lugar, la obra deja entrever en sus apartados la presencia de un elemento característico del Régimen Cívico Militar pero que también es propio de la sociedad chilena en sus diferentes momentos históricos. Éste elemento es el autoritarismo y su relación tensionante con el orden y el conflicto. El autor hace notar la importancia extrema que se entrega, en los documentos oficiales que analiza, al orden desde un ideal “portaliano”. El orden/conflicto no se ve desde su complementariedad sino más bien desde una mirada excluyente, dando cabida a la conformación de relaciones basa­das en el dualismo antagónico amigo/enemigo, característico de regímenes autoritarios, donde la guerra psicológica prima como modus operandis. El trabajo expuesto por Timmermann muestra, de una forma continua, cómo el autoritarismo es “la” salida para restablecer el orden portaliano que tanto anhelan las élites, dejando fuera toda posibilidad de diálogo ante opciones divergentes.

El gran terror proporciona al lector una investigación profunda sobre el miedo y su relación con el Régimen Cívico Militar en el periodo que va de 1973 a 1980. Entrega datos concisos y una excelente revisión bibliográfica en relación al periodo estudiado y a la participación de las élites en la con­formación de dicho Régimen por medio del manejo de las emociones. Así, el libro abre la puerta a la reflexión sobre la importancia de las emociones en diferentes momentos históricos, considerando que éstas no son estáticas y que su configuración como sus efectos dependerán del contexto socio­político en el cual se desarrollen. El miedo, como emoción dominante en el periodo estudiado, nos muestra cómo en momentos donde los grupos dominantes ven peligrar sus privilegios buscan como salida la posibilidad de instrumentalizar la emoción que los invade (en este caso el miedo, especial­mente el miedo a los “otros”), siendo la violencia física y simbólica uno de los mecanismos que mejor asegura la posible salida. Ejemplo de ello es lo que plantea Timmermann en su minuciosa investigación, donde el miedo ya no es una emoción más entre otras sino que coloniza todos los espacios sociales, transformándose en un gran terror.

[Notas]

1 Parafraseando, como señala el autor, lo ocurrido en la Revolución Francesa.

[Referências]

La derecha en la crisis del Bicentenario Hugo Herrera. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2014, 213 páginas.

Resenha de:. Revista de Historia y Geografía, Santiago, n.32, p.147-151, 2015.

Paula Contreras Rojas – Chilena. Antropóloga, Doctorante Université Libre de Bruxelles. Laboratoire d’Anthropologie des Mondes Contemporains. E-mail: [email protected]

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