Fragmento de Chile | Rodrigo Karmy Boltron

El presente libro reúne tres estudios/ensayos sobre tres intelectuales chilenos: Fernando Atria, Mario Góngora y Guadalupe Santa Cruz. Distintos, pero que tienen en común el haber pensado el neoliberalismo y el seguir haciéndolo pensable. “Fragmento de Chile es un conjunto de ensayos sobre las formas de violencia arraigadas en una perdida tierra al sur del planeta”, escribe Karmy.

La línea interpretativa consiste en revelar el postulado teológico detrás de cada autor, no como mero ejercicio de desvelamiento (un mostrar el enano metafísico que mueve el muñeco materialista), sino como el componente que posibilita la figuración de cada planteamiento, determinados por un inicial rechazo al neoliberalismo. Pero tanto como hacen posible pensarlo también marcan un límite, pues cada discurso, en la medida que asegura un sentido, nos condena también a un cierre que –en nuestra opinión– está determinado por la orientación la acción. Rodrigo Karmy dedica su último ensayo a Guadalupe Santa Cruz, en quien dicho postulado dice relación con el neoliberalismo como forma histórica del pastorado, que domestica bajo la prédica de la rentabilidad, frente a ello: “la escritura de Santa Cruz es la de una feliz ingobernabilidad que restituye justicia, que es pérdida y no acumulación” (p. 131). En el caso de Atria –el ensayo más provocador dado la contingencia nacional– se trataría “de una apuesta apofática por un Dios personal (…) que se proyecta en la concepción igualmente personal del pueblo. Este último puede desafiar la neutralización instigada por la Constitución de 1980 y recuperar así su carácter de agencia política sólo si se presenta bajo la forma de una persona. Sin embargo, nuestra tesis plantea que al circunscribir al pueblo bajo la forma de la persona, Atria limita las posibilidades de dicha potencia capturándola en un nuevo katechón”, un poder que contiene (pp. 31- 32).

Publicado antes del estallido social, este libro parece haber sido escrito para pensarlo. Rodrigo Karmy –académico del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile– con esto demuestra ser un intelectual que ha decidido no esquivar los problemas de su tiempo, aportando lucidez desde su particular matriz interpretativa (digamos teológico-política), que, aunque le suene raro al tradicional “pensamiento crítico”, lejos de apartarlo de la realidad, demuestra ser una matriz extraordinariamente adecuada para ir desmontando ya no una ideología naturalizada, sino una verdadera dogmática.

De los tres ensayos que componen este libro nos interesa aquí extendernos sobre el segundo de ellos, aquel dedicado al historiador Mario Góngora, particularmente a su famoso Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX (1981). Según Karmy esta obra guardaría una “teología política de corte apocalíptico (…) al trazar el diagnóstico de una crisis, del fin de un modo de ser del Estado” (p. 73). En efecto, en este ensayo, Karmy se dedica a evidenciar de modo general todos los supuestos metafísicos que subyacen, ya no solo a la obra referida, sino a la historiografía como producto propiamente moderno. Ese contenido estaría dado fundamentalmente por asumir como fundamento al “hombre” (o el sujeto, en sus versiones más materialistas): “Sea Dios o el hombre, la teología o la historiografía, la soberanía del sujeto (Dios u hombre) confirma a la historiografía inseminada de teología dispuesta a convertirse en el sustituto tribunalicio de lo que alguna vez fue la teología” (p. 72). La referida soberanía del sujeto dice relación con la invención más cara de la modernidad: el humanismo y su tesis respecto del libre albedrío y la capacidad ilimitada del hombre para conocerlo y controlarlo todo, incluso a él mismo. Siendo una idea emancipatoria en su época (que anunciaba el ideario burgués), fue dando paso también a una ficción que encubría los secretos de la dominación burguesa y escondía en el sujeto individual los secretos de tal dominación, haciéndolo responsable de su miseria por no hacer uso de los talentos en él contenidos. Esa ficción no solo está en el temprano humanismo italiano, sino también en el principio cartesiano de que no hay nada mejor repartido que el “buen juicio”, y que para emanciparse por la razón solo hay que hacer adecuado uso de ella y, sobre todo, “atreverse”.

La tesis de Karmy no es nueva, responde a las críticas deslizadas en los sesenta en el contexto del estructuralismo, con debates encarnados, entre otros, por LéviStrauss, Sartre, Lefebvre y Foucault. El aporte del autor entonces aquí consiste en desvelar, punto por punto, a qué conduce políticamente la teología contenida en el Ensayo de Góngora, a nuestro juicio un asunto de vital importancia hoy cuando parece ser que cualquier discurso antineoliberal es por sí mismo crítico. Pues bien, el Ensayo de Góngora es todo lo antineoliberal que se quiera y, no obstante, en su teología esconde a autorización de un “juicio final” y la legitimación de la violencia militar como acción vital del Estado que cumple su cometido “no materialista”, es decir ni técnico ni económico: conformar la Nación, el alma de Chile.

El historiador aquí se piensa en un tiempo decisivo, ante el umbral por el que se vislumbra “el advenimiento del anti-cristo en la forma de la despolitización neoliberal” (p. 73). Góngora anuncia y advierte, también adelanta un juicio y cierra un lapso de tiempo, el fin de la época del Estado. Fue François Hartog (en “La temporalización del tiempo. Un largo recorrido”) quien describió con pleno detalle la familiaridad de la función social del historiador moderno con la del Profeta en la tradición judía: no dicen nada específico del futuro, sino que su función principal es la de advertir lo que no se está haciendo en el presente (hoy) y a lo que nos arriesgamos. Ambos son especialistas en articular el tiempo, bautizan un intervalo de tiempo como “época de”, pudiendo ir en contra de la cronología fijando límites temporales según el problema propio de ese tiempo, aquello que le da unidad y sentido (no otra haría Hobsbawm al definir el siglo XX como un siglo de menos de cien años). Nada nuevo, como hemos ya advertido, revelar el carácter teológico de la historiografía, como tampoco es nuevo el olvido de todo un gremio respecto de ello, gremio que sigue fundando su cientificidad “en los hechos”, como si los profetas del tiempo no hubiesen sido también atentos lectores de los “signos de los tiempos”.

De especial interés resulta en este ensayo la referencia que el autor hace a la crítica de Marcos García de la Huerta a la tesis de Góngora, es decir a la afirmación de que es el Estado el que conforma la Nación. En una supuesta operación crítica De la Huerta afirmaría lo contrario: habrían antecedentes previos al Estado de la Nación chilena. La estructura metafísica aquí, advierte Karmy, ha quedado intacta, no la toca, y al no hacerlo reemplaza una entidad originaria por otra, la Nación por el Estado. Esta observación final del ensayo es fundamental para rematar la dificultad de la crítica historiográfica para romper con la metafísica, porque a fin de cuentas sería romper consigo misma. Por ello este escrito de Rodrigo Karmy no es solo un ejercicio en torno a Góngora y su Ensayo, sino que empuja a pensar en nuestro medio sobre lo que se vislumbra aquí como el deseable final de la historiografía.


Resenhista

Pablo Aravena Núñez – Universidad de Valparaíso. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

BOLTON, Rodrigo Karmy. Fragmento de Chile. Santiago: DobleAEditores, 2019. Resenha de: NÚÑEZ, Pablo Aravena. Sur y Tiempo. Revista de Historia de América, v.1, n.1, p. 134-136, ene./jun. 2020. Acessar publicação original [DR]

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