Georges Canguilhem and the Problem of Error | Samuel Talcott || Canguilhem | Stuart Elden || Infrangere le norme. Vita/scienza e tecnica nel pensiero di Georges Canguilhem | Fiorenza Lupi || Vital Norms: Canguilhem’s ‘The Normal and the Pathological’ in the Twenty-First Century | Pierre-Olivier Méthot

Continúa boyante la proliferación de estudios sobre el pensamiento de Georges Canguilhem. La edición de las obras completas sigue avanzando y ya se han completado cinco de los seis volúmenes previstos por el sello parisino de Vrin. Por otra parte, los Fonds Canguilhem, sitos en el Centre d’Archives en Philosophie, Histoire et Édition des Sciences (CAPHÉS), de la rue d’Ulm, siguen recibiendo a nuevas hornadas de investigadores interesados en rastrear en los inéditos del filósofo nuevos hallazgos que permitan recomponer una lectura más precisa de su trayectoria intelectual o nuevas pistas que hagan posible aportaciones valiosas en el terreno de la filosofía biológica.

En este murmullo comienzan también a despuntar las monografías procedentes del mundo académico anglosajón, poco dado a frecuentar lo que se conoce como tradición epistemológica francesa. En este frente, el estudio del norteamericano Samuel Talcott, profesor de filosofía en la University of the Sciences de Filadelfia, está destinado a ocupar un lugar destacado.

Excelente conocedor del corpus canguilhemiano, incluyendo una nutrida serie de borradores inéditos de cursos y de lecciones, Talcott propone una lectura muy original desplegada en ocho capítulos. Su eje de lectura es el problema del error, un elemento que atraviesa todo el itinerario del filósofo francés. Pero lo más llamativo es que el estudio resalta la vocación eminentemente política del trabajo intelectual de Canguilhem, frente al énfasis clásico en su condición de epistemólogo e historiador de las ciencias.

Oponiéndose a presentaciones más convencionales, Talcott arranca su estudio (“Power, Ruse and Resistance in Societies of Control: Canguilhem on Algeria, the Republic and Education”) hacia la mitad de la singladura del filósofo, a mediados de la década de 1950, pasando revista a los artículos donde Canguilhem criticaba la institución militar y su papel en la Guerra de Argelia, recurriendo a las ciencias del comportamiento para convertir a los ciudadanos en autómatas obedientes. El antídoto de esta mecanización disciplinaria lo encontraba en lo que debía ser el desempeño de la asignatura de filosofía dentro de la escuela republicana: formar las disposiciones críticas que permitan curarnos del error, esto es, de la claudicación del pensamiento respecto a los fines dictados por la autoridad, la inercia de las ideas recibidas y el dictamen de los expertos.

El segundo acto (“The Birth of Political Resistance and Biological Philosophy Out of the Spirit of Medicine: Error in the Early Years”) prosigue esta aproximación al filósofo desde el terreno de las preocupaciones políticas, pero lo que se trata de comprender ahora es el doble movimiento que lo llevó gradualmente en la década de 1930 a romper con el pacifismo de su maestro Alain y a encontrar en la medicina un modo de practicar la filosofía. Se trata también de seguir el tránsito desde el intelectualismo alainiano, que identificaba el error con el imperio del cuerpo y de la imaginación, hacia un vitalismo que contempla el error, esto es, la errancia, la experimentación, como consustanciales al propio vivir. Y en este tránsito se destaca la importancia de un texto militante y aún no vertido al castellano, Les paysans et le fascisme (1935), donde Canguilhem pretendía a la vez desenmascarar la imagen esencialista del campesinado difundida por los fascistas en su afán de instrumentalizarlo, y la imagen abstracta divulgada por cierto marxismo que lo asimilaba a una fuerza reaccionaria. Se pondera aquí, con mucho acierto, la importancia que tiene en ese ensayo el recurso a los trabajos de la escuela geográfica francesa: más allá de todo esencialismo, la vida debe ser reconocida como variación en debate constante con entornos cambiantes, plasmada en una multiplicidad de “géneros de vida”. Esa atención a la mudanza de las circunstancias y a la plasticidad de la vida como tanteo y errancia es lo que le condujo a considerar frente a su maestro que el pacifismo era inerme ante la eclosión de los fascismos; la resistencia de la vida frente a la alienación y a la mecanización de los que gritaban “¡viva la muerte!” exigía tomar partido por el combate.

La voluntad de instruirse en problemas humanos concretos fue lo que condujo a Canguilhem del intelectualismo filosófico de Alain hacia los estudios de la escuela geográfica; ese mismo impulso es lo que explica su decisión de cursar la carrera de Medicina. Examinar el modo en que esta técnica terapéutica se arraiga en las urgencias de la propia vida siendo los fracasos o errores de la misma el punto de partida del discurso científico de la patología y de la fisiología fue el asunto de las reflexiones de Canguilhem sobre lo normal y lo patológico, y constituye también el recorrido propuesto en el tercer capítulo (“Technical Alterations in the Problem of Error: From the True and the False to the Normal and the Pathological”).

En el cuarto (“Error and the Problem of Creation”) el motivo central es la “creación”. Se rehace el camino por el que tuvo que discurrir Canguilhem para llegar desde el dualismo alainiano, que negaba a la materia toda actividad inteligente, hasta un vitalismo que recuperaba a Bergson y que identificaba la vida como una actividad creadora de normas en debate con el entorno. Frente al paradigma platónico, la creatividad del arte y de la técnica, arraigada en la vida, no consiste en desarrollar una idea previa; el movimiento de la acción creadora precede a toda idea, se mueve en la incertidumbre, en el tanteo del ensayo y del error. La idea, el concepto científico, es siempre segunda, derivada de una experiencia anterior del fracaso y del error.

Otro registro donde aparece el error es en la propia actividad médica (“Knowledge of Life True to Life: medicine, Experimentation and Milieu”). Esta para Canguilhem consiste siempre en la experimentación, se mueve en la incertidumbre de la aventura y en la eventualidad del fracaso. Pero a diferencia de la experiencia médica, que procede de la demanda espontánea del enfermo, la experimentación científica se realiza en un medio artificial, como señala el filósofo en uno de los ensayos que compone La connaissance de la vie (1952). No obstante ambas formas de experiencia, la terapéutica y la de laboratorio, se entremezclan; ambas brotan de la actividad del viviente y ambas plantean problemas éticos en un continuo que va desde la práctica coactiva de los nazis con seres humanos hasta el pleno consentimiento pasando por la experimentación “voluntaria” con delincuentes y personas marginadas.

En la constatación de este arraigo de la experimentación científica en la experiencia del organismo viviente en debate con su entorno, Canguilhem entronca y a la vez se separa de la epistemología de Bachelard. En ambos el punto de partida del descubrimiento científico es siempre la vivencia del error, pero en Canguilhem, a diferencia de Bachelard, el conocimiento no implica una ruptura con la experiencia vital sino una continuidad con la misma.

El capítulo sexto (“Becoming Rationalist: Biological Philosophy, History of the Reflex Concept and the Uses of Water”) comienza proponiendo una original lectura, en clave no meramente epistemológica sino política, del libro de Canguilhem sobre la formación del concepto de “reflejo”, su tesis doctoral de Historia de las Ciencias presentada en 1955. Una aproximación en paralelo a este texto y a la célebre conferencia de la misma época (“¿Qué es la Psicología?”) revela la toma de partido de Canguilhem por la resistencia de los trabajadores contemporáneos frente a las técnicas psicológicas empleadas para controlar sus cuerpos y extraer de ellos el máximo rendimiento. En este sentido, al reintegrar el origen del concepto de reflejo en un planteamiento vitalista y metafórico como el de Willis, Canguilhem desplegaba una doble estrategia. Por una parte política, asociando las versiones mecanicistas del reflejo con el management científico que automatiza el cuerpo de los trabajadores pretendiendo anular todo asomo de resistencia reflexiva a la explotación. Por otra parte epistemológica, mostrando cómo los propios estudios de Canguilhem, y en su estela los de Foucault, superan la dicotomía bachelardiana entre imagen y concepto, entre poema y teorema, mostrando -al hilo de la metáfora del agua- cómo la racionalidad científica procede de lo irracional sin estipular un abismo entre ambas instancias.

En el capítulo séptimo (“Experimentation and the Crisis of Medicine”) se retoma el problema de la relación entre experiencia clínica y experimentación de laboratorio. Pero en este caso, apoyándose en una intervención posterior de Canguilhem (“Terapéutica, Experimentación, Responsabilidad”, 1959), se enfatiza, frente a las posiciones de Leriche y de Dagognet la diferencia entre ambas: una centrada en la terapia y en el trato del enfermo, la otra apuntando al conocimiento y trabajando con animales. Frente a su discípulo Dagognet, por otra parte, Canguilhem no pensaba que la intensa modernización tecnológica de la medicina debiera compensarse con una capacitación filosófica y ética de los profesionales sanitarios. La acción médica no debía someterse a ninguna teorización previa acerca de la naturaleza humana; era el propio saber de los facultativos más experimentados, su propio empirismo, el que debía instruir indicando en cada caso los límites de la acción terapéutica. En este planteamiento antihumanista, poco dado a fundar la medicina en una antropología, Canguilhem se adelantaba a los planteamientos presentados por Foucault en El nacimiento de la clínica.

El capítulo que cierra el ensayo de Talcott y le sirve de conclusión (“Put to the Test: Canguilhem’s Biological Philosophy and a new concept of Error”) considera globalmente todo el recorrido anterior mostrando la significación central del problema del error y el desplazamiento que este adopta en la filosofía biológica de Canguilhem. Revela asimismo la inflexión que para esta supuso el encuentro con la Biología Molecular a partir de los años sesenta. Estos nuevos desarrollos insertaban el error en las bases mismas de la vida, en la transmisión y reduplicación del código genético. De ahí la resistencia política de Canguilhem frente a toda tentativa pseudocientífica -de la eugenesia en su tiempo, de la ideología transhumanista en el nuestro- de erradicar las formas de vida erráticas. Ninguna organización vital puede juzgarse como errónea, pues lo que define al viviente es precisamente la errancia, el desvío, la variación. Y lo propio de ese movimiento, como el de la propia filosofía de Canguilhem, es su resistencia activa frente a la entropía y el automatismo, frente a las fuerzas de la muerte y de la injusticia.

Si el trabajo del norteamericano Talcott afronta a Canguilhem como un “filósofo del error”, que era como lo bautizó Foucault, el del británico Stuart Elden, profesor de Teoría Política y Geografía en la Universidad de Warwick, constituye la primera introducción general a su pensamiento publicada en lengua inglesa. El estudio se compone de nueve capítulos y se apoya, no solo en la obra editada de Canguilhem, sino también en textos de cursos, conferencias y lecciones depositados en el CAPHÉS.

Una característica original de este estudio es que resalta la condición fundamentalmente docente y oral de la producción teórica de Canguilhem. Efectivamente, salvo las dos tesis doctorales -el ensayo sobre lo normal y lo patológico presentado en la Facultad de Medicina y el estudio sobre la historia del concepto de reflejo, defendido en la de Filosofía- prácticamente todos los escritos de Canguilhem recogen intervenciones orales en clases, ciclos de conferencias, Congresos o seminarios. Este estatuto de profesor, siempre considerado prioritario por Canguilhem, está bien reflejado en la monografía de Elden. Esta se organiza a la vez de una manera cronológica y temática. Comienza con una breve pero completa síntesis de la vida y de la trayectoria intelectual del filósofo (“Foundations”), resaltando la importancia de sus compromisos políticos y las peculiaridades de su carácter, muy propias de un rústico del Midi que gracias a la meritocracia de la escuela republicana ascendió y tuvo que adaptarse al rango de mandarín académico parisino (sorbonnard).

El estudio de Elden no entra a examinar la importante obra de juventud de Canguilhem sino que aborda directamente en el segundo capítulo (“The Normal and the Pathological”) el problema de lo normal y lo patológico tal como lo afrontó en la tesis doctoral de 1943 y en los tres ensayos que añadió en 1966 para la nueva edición de Le normal et le pathologique. Elden hace un buen resumen de este libro pero no entra en los importantes desarrollos del problema expuestos por el filósofo en otros cursos de esa misma época. Lo que sí destaca, siguiendo en esto a Roberto Esposito es el carácter “políticamente motivado” de las reflexiones de Canguilhem sobre ese tema. Su compromiso militante con la Resistencia se traducía en lo intelectual por una apuesta contra la visión esencialista de lo normal, en un momento en que la eugenesia y el genocidio nazi apelaban a la distinción entre organismos normales, “dignos de vivir” y organismos enfermos o “degenerados” destinados a desaparecer por su propio bien. También se sugiere atinadamente la repercusión del concepto canguilhemiano de “normalización”, que implica la precedencia de lo patológico respecto a lo normal, sobre el conjunto de la obra de Foucault, que Elden -autor de Foucault’s Last Decade (2016)- también conoce perfectamente.

El tercer capítulo (“Philosophy of Biology”) prosigue entroncando las contribuciones de Canguilhem a la filosofía biológica, particularmente los tres ensayos de 1947 sobre el vitalismo, la máquina y el medio, respectivamente -recogidos posteriormente en La connaissance de la vie– con las preocupaciones políticas, desde el debate con las versiones reaccionarias del vitalismo, la controversia sobre la máquina los vínculos entre el mecanicismo y el despegue del capitalismo (Grossman vs. Borkenau) y la cuestión del medio, conectada con la discusión del momento acerca de Lyssenko y la propuesta soviética de una ingeniería no mendeliana de la crianza biológica. El cuarto capítulo (“Physiology and the Reflex”) se centra en los estudios de Canguilhem sobre fisiología (también acerca de la experimentación animal en uno de sus fundadores, Claude Bernard) y sobre la formación del concepto de reflejo. Una constante en el periplo intelectual surcado por el filósofo, según Elden, es su tendencia a plantear siempre los problemas filosóficos en clave histórica. En su comentario a la tesis doctoral sobre el concepto de reflejo, y en esto el de Elden contrasta con el análisis presentado por Talcott, lo político no se menciona; se prefiere más bien explorar cuestiones de orden estrictamente epistemológico o historiográfico, examinando la relación con Bachelard y los posibles nexos entre la historia conceptual de Canguilhem y la Begriffgeschichte de Koselleck. También se detiene en el problema del uso de modelos en fisiología y en particular en la posibilidad de emplear modelos matemáticos.

Con el capítulo quinto (“Regulation and Psychology”) vuelve al primer plano la cuestión política, rastreando los trabajos de Canguilhem dedicados al concepto de “regulación” y a deslindar las nociones de sociedad y organismo. En esta estela, el filósofo francés se distanciaba tanto de las naturalizaciones del orden social vigente, legitimado al asimilar las regulaciones de la sociedad a la de los seres vivos, como de sus impugnaciones en nombre de la antimedicina (Illich) o de la antipsiquiatría (Cooper). Precisamente la crítica canguilhemiana de la psicología ocupa la segunda parte de este capítulo. Se pasa revista tanto a la célebre intervención “¿Qué es la psicología?” (1956) como a la conferencia “El cerebro y el pensamiento” (1980). Se subraya la duradera pugna de Canguilhem con el conductismo, cuya factura determinista lo emparenta con la visión adaptativa de los colaboracionistas franceses bajo la ocupación nazi. Por otro lado, frente a ciertos excesos de la ideología “neuro” y del futurismo de la Inteligencia Artificial, acentúa la diferencia entre el pensamiento y los procesos computacionales. Al mismo tiempo, en esa misma ponencia, vuelve a atacar al conductismo y a la antipsiquiatría, defendiendo el uso de fármacos para tratar el Parkinson o la esquizofrenia.

La frecuentación por Canguilhem de los temas de la evolución y la monstruosidad se abordan en el sexto capítulo (“Evolution and Monstrosity”). Destaca aquí el seminario celebrado en el Institut d’Histoire des Sciences et des Techniques (IHS) entre 1958 y 1960, publicado en 1962 (Du développement à l’évolution). Este coincidía con la celebración del centenario de la edición de El origen de las especies y con una proliferación de intervenciones de Canguilhem sobre Darwin y el evolucionismo. Elden pone de nuevo el énfasis en el alcance político de estos trabajos, centrados no solo en cernir la novedad de la teoría darwiniana, sino en los usos ideológicos del concepto de evolución, desde Spencer en el siglo XIX hasta los modernos estudios sobre el subdesarrollo en economía y relaciones internacionales. El asunto de la monstruosidad también fue tratado en otro seminario del IHS. A Canguilhem le interesaba la relación entre la monstruosidad y lo monstruoso y las condiciones que permitieron una consideración puramente naturalizada del monstruo en el siglo XVIII, coincidiendo justamente con la naturalización de la locura que había investigado Foucault. Esta sección termina con una síntesis de las dos importantes conferencias pronunciadas por Canguilhem en Bruselas con el título de “El concepto y la vida”.

El séptimo capítulo (“Philosophy of History”) se desplaza de la filosofía de la biología a la teoría de la historia de las ciencias que implícitamente despliegan muchos estudios de Canguilhem. Aunque la monografía de Elden se aleja de la antigua reducción de Canguilhem a la condición de discípulo de Bachelard y maestro de Foucault, dentro de la epistemología francesa, una imagen consagrada por althusserianos como Lecourt y por el propio Foucault, no puede dejar de reconocer los vínculos del filósofo de Castelnaudary con esta tradición. Por eso pasa revista a la relación con la obra de Cavaillès y Bachelard, tratando al mismo tiempo de captar las aportaciones originales de Canguilhem en este terreno. Con este propósito distingue por una parte las peculiaridades de una historia que convierte al “concepto” y no a la teoría en blanco privilegiado y que pretende ofrecer una respuesta más allá de la dicotomía estéril entre internalismo y externalismo. En esta misma dirección se examina, en un excelente resumen, la noción canguilhemiana de “ideología científica”.

El octavo capítulo (“Writings on Medicine”) se hace cargo del retorno de Canguilhem tras su jubilación en 1971, a las reflexiones sobre la medicina que habían sido el punto de partida de su reconocimiento en el campo intelectual. Estas contribuciones, recogidas en los Escritos sobre Medicina, un libro publicado póstumamente, retoman los temas de la salud y de las enfermedades, de los conceptos de “curación”, “sabiduría del organismo” y “médico de sí mismo”, pasando por la crítica a la asimilación de las categorías de salud individual y salud colectiva (o “salubridad”, como prefiere llamarla Canguilhem). El filósofo subraya -frente a los excesos socialconstruccionistas a lo Latour- que la génesis social de las enfermedades no puede confundirse con las enfermedades mismas. El estudio de estas alcanza un umbral de cientificidad y de rebasamiento de las ideologías médicas con el advenimiento de la Bacteriología en las obras de Pasteur y de Koch.

El libro se cierra con un original capítulo noveno (“Legacies”) dedicado a calibrar el impacto de Canguilhem en el mundo intelectual contemporáneo. Se destaca la puesta en marcha de proyectos editoriales (la colección “Textos y Documentos Filosóficos” en Hachette o la colección “Galien” en PUF) y de seminarios (como los del IHS) donde el filósofo desplegaba un trabajo en equipo y al mismo tiempo ayudaba a promover las carreras de sus discípulos (Ullman, Foucault, Delaporte, Dagognet, Limoges, Conry, Lantéry-Laura, Debru, Fagot-Largeault, Grmek, entre muchos otros) y colaboradores. Elden menciona pero no detalla la incidencia de Canguilhem sobre los althusserianos y los lacanianos de la École Normale Supérieure, tampoco sobre sociólogos como Bourdieu o Passeron. Prefiere centrarse obviamente en Foucault y en el especialista en historia de las enfermedades contagiosas, François Delaporte y muestra la presencia de Canguilhem en ámbitos de investigación aparentemente ajenos como los estudios de género, la psicología de la inteligencia o la geografía. La monografía finaliza con una útil cronología de la vida y la obra del pensador.

Más panorámico y menos penetrante que el ensayo de Talcott, este trabajo de Elden se revela sin embargo mucho más decisivo para dar a conocer y para canonizar la figura de Canguilhem dentro del universo académico anglosajón, donde todavía resulta poco conocido.

Muy distinto es el caso de Italia. Aquí, si bien la obra de Canguilhem es conocida tardíamente y de un modo similar a lo acaecido en España, es decir, no a través de los desarrollos en historia y filosofía de las ciencias, sino de la mano del marxismo althusseriano, de la corriente fenomenológica y de ciertas variantes de la sociología y la antipsiquiatría, la tradición epistemológica bachelardiana sí se conocía desde tiempo atrás, circunstancia que no sucedía en el caso anglosajón. Bachelard fue amigo del padre de la filosofía de la ciencia en la Italia de postguerra, Ludovico Geymonat, y este, aunque de orientación más próxima al neopositivismo, no dejó de dedicarle un extenso y muy crítico capítulo a Bachelard en su monumental Storia del pensiero filosófico e scientifico (1970-72). Desde la década de 1980, Italia ha ido contando con algunos de los mejores conocedores de la obra de Canguilhem y buena parte de ellos, con la excepción del francés Jean François Braunstein, figuran como coautores de Infrangere le norme, un trabajo colectivo recientemente publicado bajo el auspicio del Departamento de Filosofía de la Sapienza Universitá di Roma, pues recoge precisamente las intervenciones que tuvieron lugar en ese enclave académico durante la jornada del 30 de septiembre de 2016, dedicada a la reflexión sobre Canguilhem. Es cierto que no estuvo en ella incluido Michele Cammelli ni la pléyade importante de estudiosos italianos de este autor que trabajan en Francia (Bianco, Paltrinieri, Sfara), pero los incorporados en el volumen -cuya edición ha sido coordinada por Fiorenza Lupi y Stefano Pilotto- representan al menos a dos generaciones de importantes cultivadores transalpinos de la obra del filósofo francés.

Los trabajos integrados en este libro colectivo abordan una doble temática. Por una parte, se distinguen las aportaciones dedicadas a la epistemología histórica, Aquí se encuadra en primer lugar el trabajo de Cristina Chimmisso (“L’Oggetto Impuro dell’Epistemologia Storica di Georges Canguilhem”), una de las mejores conocedoras de la tradición francesa de historia de las ciencias. Su ensayo es una excelente dilucidación del objeto de la epistemología histórica de Canguilhem, a través de una comparación entre el estudio de este autor sobre la formación del concepto de reflejo y el texto clásico de Bachelard sobre la formación del espíritu científico. La contribución de Enrico Castelli Gattinara, otro reconocido especialista en la tradición epistemológica francesa profundiza en este contraste entre Bachelard y Canguilhem, pero su eje no es tanto la epistemología como el concepto mismo de historia, introduciendo además un escenario de competencia institucional entre el IHS de Bachelard y Canguilhem y el Centre Alexandre Koyré de la Escuela de Altos Estudios (EHESS). Castelli Gattinara compara la temporalidad histórica asociada a la dialéctica bachelardiana con la que funciona en el vitalismo canguilhemiano e introduce a otros interlocutores en el diálogo -Foucault y Serres- al abordar la cuestión de la ciencia como específica formación discursiva dotada de un tiempo propio. El tercer ensayo dedicado a esta faceta epistemológica, a cargo de Mateo Vagelli (“Canguilhem e le ideologie storiografiche”), tiene un carácter particularmente creativo, pues en él se acuña, a partir de la noción canguilhemiana de “ideología científica”, el concepto de “ideología historiográfica”, que implica a la vez una historia provista de una falsa conciencia de su objeto y un modelo de relato construido por la importación de metáforas procedentes de otros campos -como el vocabulario vitalista en la historia de las ideas de Lovejoy o el evolucionista en la historia de las ciencias de Popper o de Toulmin-. Frente a estos discursos ideológicos se destaca el esfuerzo de Canguilhem para deslindar críticamente el objeto de la historia de las ciencias y arraigar al mismo tiempo los conceptos científicos en el movimiento mismo de la vida.

La transición entre los textos del volumen dedicados a la epistemología histórica y los consagrados al problema de la técnica, la constituye el ensayo de Braunstein, uno de los máximos estudiosos de Canguilhem (“Perché la Medicina?”), destinado a resolver un enigma clásico cuando se estudia la trayectoria intelectual del filósofo: ¿por qué Canguilhem, llegada la madurez, decidió emprender estudios de medicina?; ¿qué significa que la filosofía encuentre un terreno fecundo en “materias” extrañas a ella misma? ¿en qué sentido la medicina le abría a Canguilhem un campo de “problemas humanos concretos”? La medicina tal como se le reveló a Canguilhem, no fue solo una ciencia, ni siquiera una técnica sino una “regla de vida” estrechamente conectada con sus compromisos éticos y políticos.

El capítulo que propiamente inicia en el volumen la exploración del tema de la técnica corre a cargo de Stefano Pilotto (“Dalla Storia Naturale allá Storia Culturale”) y se centra en comparar por primera vez y de forma desarrollada la relación entre organismo y técnica en Canguilhem y en el gran prehistoriador Leroi-Gourhan. La obra de este reforzó decisivamente la tesis de Canguilhem acerca de la prioridad lógica y cronológica de la técnica sobre la ciencia y la visión de las herramientas de la técnica como prolongación de los órganos del viviente. Ambos autores permiten así inscribir la técnica en la historia natural de nuestra especie.

Por su parte el trabajo de Fiorenza Lupi (“Tra Canguilhem e Alain”) trata de cernir la posición de Canguilhem en el campo de la filosofía de la técnica confrontándolo en este caso con su maestro Alain. Este ya había cuestionado la anterioridad de la idea sobre la acción técnica, poniendo en solfa la visión intelectualista, pero el prejuicio dualista, que contemplaba el cuerpo como una realidad mecánica y carente de espontaneidad, asociando los errores de la imaginación con esta inercia de lo orgánico, le impedía captar el arraigo biológico de la creatividad técnica y le llevaba a conectar la creación artística con una suerte de suspensión contemplativa y tranquilizadora de los impulsos vitales. El planteamiento de Canguilhem, arraigando la creación técnica y artística en el movimiento mismo de la vida como normatividad, le llevó a romper con su maestro. El ensayo de Lupi explica la importancia del Kant de la Crítica del juicio en la ruptura de Canguilhem.

Daniele Poccia profundiza en su trabajo (“Un potere più antico di ogni sapere. Note su Georges Canguilhem e l’imprevidenza técnica”) en este distanciamiento de Canguilhem respecto a la tradición intelectualista. La técnica aparece como el elemento mediador entre la potencia vital y el conocimiento científico; éste brota de los fracasos de aquella y la técnica a su vez deriva del poder afirmador de la vida. El texto de Poccia sugiere que este planteamiento habría sido anticipado por las reflexiones del filósofo, hoy casi olvidado, Louis Weber.

El libro finaliza con el meticuloso y excelente análisis de Elena Gagliasso (“Canguilhem en Italia: una riscoperta tardiva”) acerca de la recepción de Canguilhem en el panorama intelectual italiano, una acogida difícil y tardía, procedente, no del ámbito de la filosofía y de la historia de las ciencias -muy marcadas en Italia por la tradición analítica- sino del marxismo, la fenomenología y la antipsiquiatría.

Regresando a la recepción de Canguilhem en lengua inglesa, hay que destacar el volumen colectivo, Vital Norms, el primero en este idioma que trata al mismo tiempo de contextualizar la filosofía biológica y médica contenida en Le normal et le pathologique, evaluando su vigencia presente y su fertilidad en esas disciplinas, a pesar del diferente estado de los saberes biomédicos en 1966 (cuando se publicó la edición de 1943 ampliada con tres nuevos ensayos) y en la actualidad. La autoría del libro, no obstante, no se limita a investigadores anglófonos, sino que abarca un elenco de académicos de muy distintos países, mostrándose en buena medida el alcance universal del legado canguilhemiano.

El volumen se abre con una espléndida introducción del editor Pierre-Olivier Méthot donde en primer lugar se recompone la trayectoria vital e intelectual del filósofo valorando el impacto de su obra en el pensamiento contemporáneo. Aquí resulta particularmente revelador lo que Méthot comenta, recurriendo incluso a correspondencia privada, acerca de la limitada recepción de Canguilhem en la filosofía biológica y médica y en la epistemología e historia de la ciencia de factura anglosajona, pese a algunas distinguidas excepciones (Everett Mendelsohn y Marjorie Grene). En segundo lugar, Méthot desmonta con maestría la tendencia extendida a considerar la historia de las ciencias de Canguilhem como excesivamente internalista e intelectualista, por subrayar la centralidad de los conceptos como protagonistas de este decurso. Esta simplificación no se sostiene desde una lectura atenta de la obra de Canguilhem, donde los conceptos no habitan en un plano puramente semántico-discursivo, sino que operan praxeológicamente vehiculando manipulaciones de los seres humanos inscritas en contextos culturales, sociales y políticos más amplios. Lo que afirma Canguilhem en su tesis sobre el reflejo acerca de los nexos entre el despegue del taylorismo y la acepción mecanicista de ese concepto ilustra la lectura de Méthot.

El libro está dividido en tres amplios apartados integrando un total de doce capítulos. En la primera sección se inserta críticamente Le normal et le pathologique, ya desde su formato inicial de tesis en 1943, dentro de su específico contexto científico y cultural. Aquí se incluyen los trabajos de Joshua Bauchner, una meticulosa reconstrucción de esas circunstancias sin reducir a ellas la aportación del ensayo de Canguilhem, de Xavier Roth, que se apoya en ese texto para deshacer el etiquetaje del filósofo como un historiador de las ciencias, del propio Pierre-Olivier Méthot, focalizado en el tema de las mutaciones y del carácter creativo de la selección natural y de Mathieu Arminjon, centrado en la relación entre normas sociales y normas biológicas.

La segunda parte del libro incorpora trabajos que ponen a dialogar las propuestas de Le normal et le pathologique en relación con la normatividad vital y la regulación, con las tendencias imperantes hoy en las ciencias biomédicas y sociales. El conjunto de cuatro capítulos que integra este bloque incluye las reflexiones de Charles Wolff, Matteo Penoncelli y Andy Wong, en un texto colectivo que saca a la luz, en el actual revival del vitalismo, un doble sentido de este concepto en la obra de Canguilhem: el vitalismo como actitud (en La connaissance de la vie) y el vitalismo como poder organizador de la materia (en Le normal et le pathologique). El siguiente capítulo es obra del reconocido filósofo de la medicina Jonathan Sholl, que defiende la noción de “normatividad biológica” y su fecundidad en los campos contemporáneos de la genética, la teoría de la construcción de nichos evolutivos y la epigenética. Viene después un ensayo de Arantza Etxeberria acerca de la teoría relacional de la individualidad biológica presente en Canguilhem, y se pondera su carácter anticipador respecto a desarrollos recientes en biología evolutiva y en las ciencias cognitivas que regresan a las explicaciones a nivel del organismo frente al privilegio del plano molecular y de enfoques computacionales. El capítulo que sigue, a cargo de Anders Kruse Ljungdalh, recoge la prioridad canguilhemiana de lo patológico sobre lo normal para promover una “pato-epistemología” que ayuda a desenmascarar críticamente las normas tácitas desde las que nos conducimos. Este enfoque se aplica al caso de los niños diagnosticados con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (ADHD).

La última parte se compone de cuatro capítulos que retoman la crítica de Canguilhem al concepto de normalidad y la referencia a una normatividad vital individual para arbitrar controversias actuales en los dominios de la filosofía de la medicina y las humanidades médicas. Elodie Giroux establece una conversación entre el enfoque individualista y holístico de Canguilhem acerca de la enfermedad y los desarrollos recientes de la “medicina de precisión” basada en evidencias estadísticas masivas. A continuación, Pierre-Luc Germain y Guiseppe Testa revelan el inesperado respaldo que técnicas biomédicas actuales, como la reprogramación celular, otorgan a la prioridad canguilhemiana de la individualidad biológica, dando paso a una medicina más personalizada. El eje del capítulo siguiente, obra de Alessandro Blasmimme, lo constituye el envejecimiento como realidad vivida y el modo en que éste revela una normatividad vital singular. El libro se cierra con un ensayo de Lara Kleuck y Alfred Freeborn donde se utilizan las propuestas de Canguilhem para mediar en la controversia acerca de los límites en el uso de biomarcadores dentro de la práctica médica.

Los libros que se han reseñado indican sin duda la expansión, a gran escala, de un legado teórico, el de Canguilhem, que a pesar de su importancia permanecía, en comparación con el de Foucault, Deleuze o Derrida, confinado en ciertas geografías y restringido a ciertos especialistas. Lo aparentemente delimitado de sus temáticas (las ciencias de la vida) y el carácter disperso hasta hace poco de sus escritos -situación superada con la edición de las obras completas y la concentración archivística de sus manuscritos- mitigaban el alcance de su contribución. En apenas un año, sin embargo, han aparecido tres monografías en inglés -las primeras consagradas exclusivamente a su pensamiento en este idioma- y una en italiano. La implosión planetaria de la herencia canguilhemiana no ha hecho más que empezar.


Resenhista

Francisco Vázquez García – Universidad de Cádiz. Email: [email protected]


Referências desta Resenha

TALCOTT, Samuel. Georges Canguilhem and the Problem of Error. London: Palgrave Macmillan, 2019. ELDEN, Stuart. Canguilhem. Cambridge: Polity Press, 2019. LUPI, Fiorenza; PILOTTO, Stefano (Eds.). Infrangere le norme. Vita, scienza e tecnica nel pensiero di Georges Canguilhem. Milano: Mimesis Edizioni, 2019. MÉTHOT, Pierre-Olivier (Ed.). Vital Norms: Canguilhem’s ‘The Normal and the Pathological’ in the Twenty-First Century. Paris: Hermann Éditeurs, 2020. Resenha de: VÁZQUEZ GARCÍA, Francisco. El planeta Canguilhem. Algunas lecturas recientes. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Madrid, v.74, n.2, p.617, jul./dic. 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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