Iglesia sin rey. El clero en la independencia neogranadina/1810-1820 | Guillermo Sosa Abella

El libro Iglesia sin rey. El clero en la independencia neogranadina, 1810-1820, de Guillermo Sosa, amplía el espectro de los estudios del hecho religioso en Colombia, al acercarse al sector clerical en el periodo de la Primera República (1810-1815) y en el de Reconquista (1815-1819), protagonizado este último por el general peninsular Pablo Morillo. A diferencia de lo que se ha afirmado como verdad de a puño, Sosa no comulga con la idea de que la revolución de independencia fuera principalmente clerical. De la misma manera, se aparta de aquellos que han visto en los cambios de opinión del clero una postura oportunista. Por el contrario, sostiene que ante la coyuntura política los sacerdotes y los religiosos asumieron una reivindicación corporativa que, más que estar a favor o en contra de la monarquía o la república, centró su foco de interés en sus ingresos, cargos, tribunales, fueros y preeminencias. De esta manera, el autor demuestra que los realistas y los patriotas tenían una misma agenda política con respecto a la Iglesia, por lo que sus miembros lograron acomodarse a las circunstancias sin presentarse como oposición de ninguno de los dos bandos en disputa. En ese sentido, la rebeldía de algunos de sus integrantes más que ir en contravía de la monarquía o la república, se concentró en atacar a las autoridades diocesanas, como lo venían haciendo desde tiempo atrás cuando veían amenazados sus intereses corporativos.

Para demostrar esta hipótesis, Sosa divide su texto en seis capítulos. En el primero de ellos presenta las condiciones económicas del clero tras la independencia y demuestra que la crisis monárquica afectó el recaudo para el pago de estipendios, los concursos para la asignación de beneficios y los sistemas de promoción sacerdotal. En este punto, señala que tras la abolición del tributo indígena en 1810 se perjudicó a los curatos que se beneficiaban de este. De ahí que el desacato a la norma fuera lo común.

En el segundo capítulo se presenta al cura párroco como un mediador entre la feligresía y la política de turno. Aunque los sacerdotes afirmaban sin pudor que gracias a ellos los feligreses elegían el camino político correcto, la realidad demuestra que fueron las circunstancias de cada congregación las que condicionaron la participación del clero. Dicha acción política de la Iglesia es abordada en el tercer capítulo, por medio de papeles públicos, participación en juntas, proclamas y liturgias emitidas por los curas. Esta participación política pone en evidencia que el clero fue todo menos una corporación homogénea, aspecto que se desarrolla con profundidad en el cuarto capítulo, en el que se muestra que existían disputas internas entre el clero secular y el regular, entre el mismo sacerdocio, entre los curas y las autoridades civiles o religiosas y entre el clero y su propia feligresía.

De ahí que el quinto capítulo se concentre en analizar las reacciones de las autoridades eclesiásticas en relación con la crisis monárquica que dejó vacía la silla papal en Roma. Las discusiones jurídicas, que no dejaron de estar marcadas por discusiones teológicas, promovieron la idea de que, así como la soberanía retornaba al pueblo ante la ausencia del rey, la erección de diócesis debía corresponder al clero y al pueblo. Este debate no estuvo exento de la disputa acerca de sobre quién recaía el derecho del patronato, aspecto que se desarrolla en el sexto y último capítulo, en el que resulta evidente que los roces entre el clero y las autoridades civiles se agudizaron al querer estas últimas intervenir en la jurisdicción eclesial.

La novedad de la investigación de Guillermo Sosa, en comparación con otros estudios dedicados al hecho religioso en este periodo (Cortés, La batalla; Cortés, “Estado-Iglesia”; Plata, Vida y muerte), consiste principalmente en el enfoque desde el cual se analiza a la Iglesia. Al apartarse de la historia cultural, que ha concentrado su foco de atención en el clero como difusor de ideas a favor o en contra de la república, mediante la lectura de sermones, prensa y catecismos, Sosa retorna a la historia social y económica para poner en evidencia que al estudiar a la Iglesia católica en el periodo independentista es preciso comenzar por desentrañar las jerarquías y los roces que existían en su interior.

Probablemente, uno de los aspectos más interesantes del libro es dejarnos ver que la Iglesia no funcionaba como una corporación homogénea que de manera conjunta asumió una postura clara y contundente alrededor de los hechos que estaban ocurriendo, sino que, por el contrario, los intereses de las diócesis, los curatos y las parroquias tuvieron mucha más relevancia que la que se pudo tener como institución. Si bien, no se pierde el aspecto corporativo cuando desde las autoridades civiles se quiere atacar los beneficios de la Iglesia, lo cierto es que las desavenencias entre los curas y las autoridades eclesiásticas o entre el clero regular y el secular hacen que la toma de decisiones sea todo, menos homogénea y consensuada.

Por otra parte, el hecho de que Sosa abarque también las posturas de los frailes pertenecientes a las distintas órdenes religiosas, permite develar una postura distinta a la expresada por el profesor William Plata (“Un acercamiento”), quien ha sostenido que la decisión de los curas de involucrarse en la contienda fue desigual en número y grado de compromiso, implicándose a fondo solo aquellos que “no tenían mucho que perder” o compartían lazos familiares o regionales con alguno de los líderes de la revolución (308). Más allá de esta hipótesis, el autor argumenta que mientras las arcas de la Iglesia se mantuvieran intactas, los curas no veían mayores contradicciones entre el modelo monárquico y el republicano. Las disputas iniciaban cuando los curatos y las parroquias veían diezmados sus beneficios.

En ese caso, no es extraña la desconfianza que despertaba el clero entre las autoridades civiles monárquicas o republicanas ante las vacilaciones de estos a la hora de dar una opinión contundente a favor o en contra de alguna de las dos formas de gobierno. Lo cierto es que las divisiones internas en el interior de la Iglesia demuestran la postura dubitativa que caracterizó a sus miembros. En últimas, se demuestra que los temas álgidos de discusión, como sobre quién recaía el patronato, la educación, el control de la renta decimal, entre muchos otros, fueron los que permitieron conocer el verdadero rostro de la Iglesia en un contexto en el cual en lo teórico se hablaba del retorno de la soberanía al pueblo. Como concluye el propio autor, “La Iglesia estuvo lejos de ser simplemente un peso muerto o un instrumento de rechazo absoluto a las reformas puestas en marcha por otros grupos” (245).

Estos hallazgos se deben principalmente a las fuentes utilizadas. Más que discursos oficiales de miembros de la Iglesia, Sosa se concentra en develar lo que guarda el fondo de Asuntos Eclesiásticos del Archivo General de la Nación. En este reposa una importante cantidad de documentos relacionados con las querellas internas que sostenían los clérigos o los altercados existentes entre la Iglesia como cuerpo y las autoridades civiles. Esta fragmentación entre curatos, parroquias y diócesis da la posibilidad de conocer más a fondo lo que ocurría en el interior de la corporación eclesial, sin entenderla como un todo compacto y homogéneo.

No obstante, el texto no supera el nivel descriptivo. Pasando de las disputas económicas a las judiciales, el libro se queda corto a la hora de ofrecer una interpretación sobre los hechos narrados. Si bien la bibliografía es amplia en autores que han abarcado el tema contextual, es reducida en cuanto a pensadores que hayan ofrecido interpretaciones teóricas y conceptuales alrededor de los asuntos abordados. De ahí que se puede afirmar que la interpretación histórica sobre la Iglesia católica en Colombia está aún por hacerse.

A pesar de estas carencias, Iglesia sin rey se convierte en una lectura obligatoria para todos aquellos interesados en abordar al clero en el tránsito del mundo monárquico al republicano. Era más que necesario dar el giro a la mirada desde la cual se ha estudiado el hecho religioso en el periodo independentista. Si bien la historia cultural ha ofrecido importantes estudios para entender las representaciones y los discursos que subyacen a las mentalidades de los clérigos, la historia social que presenta Sosa ayuda a develar otros motivos por los cuales la Iglesia como cuerpo tuvo razones contundentes para desconfiar y mostrarse esquiva a los cambios de gobierno y las reformas que estos traían consigo.


Referencias

Cortés Guerrero, José David. “Estado-Iglesia en Colombia”. La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez Jiménez y Karim León Vargas. Bogotá: Universidad del Rosario, 2019, pp. 111-120.

—. La batalla de los siglos. Estado, Iglesia y religión en Colombia en el siglo XIX. De la Independencia a la Regeneración. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2016.

Plata, William Elvis. Vida y muerte de un convento. Dominicos y sociedad en Santafé de Bogotá, Colombia, siglos XVI-XIX. Salamanca: Editorial San Esteban, 2012.

—. “Un acercamiento a la participación del clero en la lucha por la independencia de Santafé y la Nueva Granada: el caso de los dominicos (1750-1815)”. Fronteras de la Historia, vol. 14, n.o 2, 2009, pp. 282-313, doi: https://doi.org/10.22380/20274688.432


Resenhista

Viviana Arce Escobar – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

ABELLA, Guillermo Sosa. Iglesia sin rey. El clero en la independencia neogranadina, 1810-1820. Bogotá: ICANH, 2020. Colección: Año 200. Resenha de: ESCOBAR, Viviana Arce. Fronteras de la historia, v. 28, n. 1, p. 325-328, ene./jun. 2023. Acessar publicação original [DR/JF]

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