La paradoja uruguaya. Intelectuales, latinoamericanismo y nación a mediados de siglo XX | Espeche Ximena

El texto de Ximena Espeche comienza ubicando al lector en el Uruguay de los primeros años de la década de 1950. En ese escenario uno de los líderes políticos de mayor relevancia, el entonces presidente Luis Batlle Berres, sostuvo que Uruguay era y había sido durante todo el siglo XX un “país de excepción”. En simultáneo, un vasto y heterogéneo coro de voces de intelectuales, conformado por ensayistas periodistas, economistas y educadores, denunciaba los límites (para algunos el fracaso) del modelo “batllista” y revisaba los cimientos de una identidad colectiva construida sobre la base de mitos o lugares comunes que ya no concitaban consenso. El fin de la relativa prosperidad económica, el estallido de conflictos sindicales reprimidos con violencia física y legal y la incursión en nuevas formas de co-participación y burocratización de los partidos Nacional y Colorado en el gobierno fueron solo algunos de los síntomas más evidentes de una crisis que tuvo múltiples dimensiones y convocó a la reflexión desde distintas filas.

Diversos, periféricos y autocríticos a ultranza, los intelectuales que Espeche estudia en profundidad -Carlos Quijano, Carlos Real de Azúa y Alberto Methol Ferré- atravesaron sin nostalgia el fin del Uruguay batllista y celebraron la caducidad de un modelo que, creían, había nacido trunco. Identificaron en aquel contexto la posibilidad de repensar el imaginario nacional, al que encontraban perniciosamente batllistizado, compartiendo la preocupación por la viabilidad del país, ya no en los términos de supervivencia nacional o temor a la anexión de alguno de los grandes países vecinos, sino en cuanto a sus posibilidades de desarrollo, modernización e inserción no dependiente en la región y en el mundo. Los tres compartieron la doble condición de ser juez y parte, testigos y formadores de opinión, a la vez que percibieron tempranamente la crisis como oportunidad.

El libro se divide en siete capítulos temáticos. En el primero se indaga con minucia en los diferentes diagnósticos que tuvieron lugar en los años cincuenta acerca de la crisis y las disputas sobre sus dimensiones, periodización y principales mojones. Los ya históricos “estigmas de inviabilidad” del Uruguay, que remitían a su escasa extensión territorial y origen balcanizado, son tema específico del segundo capítulo en el que se abordan los esfuerzos de relectura de los intelectuales revisionistas convencidos de que no se estaba tan lejos de completar un proceso de independencia que había quedado amputado. La construcción de una contra-historia, basada menos en evidencias documentales y más en interpretaciones alternativas, es retomada en el capítulo cuarto dedicado a examinar la manera en que esta corriente intelectual interpeló una tradición (la del Uruguay liberal, construido por los partidos políticos, con una mirada condenatoria hacia los caudillos como antítesis de la modernidad y un temprano sentimiento independentista) por otra, basada en una memoria disidente, no hegemónica, que Espeche denomina de “lo blanco” por su ligazón con las interpretaciones historiográficas de políticos e historiadores ligados al Partido Nacional, entre los que se destacaba Luis Alberto de Herrera. No obstante, lo particular de este contra-relato, fundado en la necesidad de revertir, recuperar y redimir, fue que no se condijo estrictamente con el conservadurismo del herrerismo político e historiográfico. Del corpus de textos analizado por Espeche en estos capítulos se desprende una reivindicación de “lo blanco” que trasciende al Partido Nacional, que quedaba asociado a las clases altas, la élite rural y el conservadurismo social.

En el tercer capítulo se analizan los límites del canónico concepto de “generación crítica” o “del 45” y se complejiza su integración presentando a Quijano, Methol Ferré y Real de Azúa como signo de la hibridez del conjunto. Ellos son el centro de los capítulos cinco al siete, en los que se profundiza en sus perfiles intelectuales, políticos y en tanto agentes culturales destacados en los ámbitos editorial -promotores de iniciativas editoriales como Marcha en el caso de Quijano- y magisterial.

Se trata de un libro novedoso, provocador y oportuno en, por lo menos, tres grandes aspectos: el período que analiza, su enfoque y su base documental. Cronológicamente el libro repone contingencia a la usualmente idealizada y poco revisada década de 1950 y avanza en el tramo del decenio siguiente previo al autoritarismo que se instaló en 1968, que también ha merecido menos atención desde de las ciencias sociales. Es reciente y aislada la historiografía que interpela la extendida idea del “Uruguay feliz” o el “decenio dorado” para poner el foco en las reiteradas modalidades de violencia social y política presentes en el período. En este sentido, la descripción densa de las numerosas manifestaciones de descontento que sistematiza la autora arroja la imagen de una década en la que la crisis comenzó percibirse en diferentes escenarios y niveles, revelando su carácter estructural. Espeche demuestra cuán honda era esa percepción de crisis referida a la economía, los partidos políticos, la cultura y la moral. En paralelo, vastos sectores sociales y en particular los gobernantes vivían “de espaldas” a la crisis, a la avanzada imperial estadounidense, a los grandes problemas del medio rural y también “de espaldas” a Latinoamérica y sus estigmas: la pobreza, los conflictos étnico-raciales y la creciente derechización del continente. Lo interesante es que al bucear en profundidad en las representaciones de la crisis la autora logra reponer un tramo de la historia uruguaya en el que todavía se pensaban y entrecruzaban varios horizontes posibles.

Todos los capítulos del libro están vertebrados por el sesgo de “lo excepcional”. Esto puede entenderse en dos niveles. Por un lado, el texto hurga en todo aquello que el Uruguay supuestamente no era o no tenía (nacionalismo, alternativas al bipartidismo, sectores rurales movilizados) y, a la vez, elige focalizarse en tres de los intelectuales menos representativos -y más difíciles de encasillar- de la llamada “generación crítica”. Son excepcionales -y en buena medida marginales- porque se definen como hispanoamericanistas o iberoamericanistas (y en ese sentido nacionalistas), con pasados que arraigan en el nacionalismo partidario y, con distinta intensidad, terceristas. En el contexto de ruptura de los años cincuenta, todos ellos cuestionaban al batllismo (su programa, su legado y su imaginario), no presentaban férreas ataduras partidarias y se movieron con inusual libertad en el contínuo ideológico “izquierda-derecha”, con coordenadas alternativas, lo que, entre otras cosas, permite comprender su grado de cercanía con el peronismo y la ilusión frustrada con el movimiento ruralista de Benito Nardone. La revisión cuasi militante del relato histórico nacional los aglutinaba en interrogantes comunes acerca de los modelos y valores hegemónicos en una comunidad joven y siempre cuestionada como la uruguaya.

Las polémicas recreadas y analizadas por Espeche confirman que, a contrapelo de las ideas que han permeado el sentido común y la producción ensayística, en Uruguay hubo desarrollos nacionalistas mucho más intensos y sistemáticos de lo que se suele mencionar y no únicamente “nacionalismo cosmopolita” que, como bien se señala, no es más que un oxímoron y una autoimagen promovida por el batllismo. El colectivo intelectual que protagoniza el libro entendió que nacionalismo y latinoamericanismo no eran antónimos y que “latinoamericanización” no significaba pauperización. Así pues, en la medida que se se profundizaron los conflictos de la Guerra Fría, su ya marcada tendencia latinoamericanista adquirió los rasgos de un nacionalismo antiimperialista en el que abrevó, entre otros, la también poco estudiada “izquierda nacional”.

La mirada desde la excepcionalidad también ilumina los derroteros de la tradición hispanista que ha quedado demasiado identificada con la derecha católica. En simultáneo a la impugnación a la historiografía nacionalista, que encontraba en los textos de Juan Pivel Devoto su expresión más acabada, estos intelectuales adhirieron y dieron forma a propuestas hispanoamericanistas que procuraban contrarrestar el panamericanismo en un sentido amplio a partir de una revalorización del hispanismo por izquierda, con posturas críticas de la cultura de masas que se entendía excesivamente citadina y liberal.

En su totalidad el libro está sustentado en un vastísimo caudal de fuentes muy variadas, que comprenden desde diarios, revistas, semanarios, series fasciculares, informes gubernamentales, libros de ensayo y ficción hasta correspondencia personal y algunas entrevistas. Sobre esta base la autora propone a lo largo del texto constantes interrogantes, sugiere problemas y ofrece evidencia empírica para abordarlos. No obstante, en permanente diálogo con la bibliografía sobre el período y los sujetos estudiados y a través de la recurrente apelación a preguntas -explícitas a las fuentes, retóricas, a los lectores-, La paradoja uruguaya termina siendo un texto que deja mucho más abierto de lo que concluye. Es, sin dudas, un logrado esfuerzo por desnaturalizar algunos de los más arraigados mitos del Uruguay como nación y una estimulante invitación a revalorizar un derrotero histórico que estuvo más cerca de América y más lejos de Suiza.


Resenhista

Magdalena Broquetas – Universidad de la República.


Referências desta Resenha

XIMENA, Espeche.  La paradoja uruguaya. Intelectuales, latinoamericanismo y nación a mediados de siglo XX. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2016. Resenha de: BROQUETAS, Magdalena. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.5, n.8, p. 307 – 311, ene./jun. 2019. Acessar publicação original [DR]

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