La soledad de Marx/estudios filosóficos sobre los Grundrisse | Omar Acha

Los Elementos fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse) ocupan un momento bisagra en la producción intelectual de Karl Marx. Tardíamente recopilados y publicados, aún no han sido objeto de análisis tan minuciosos como otras obras de Marx, tales como El Capital o La ideología alemana. Su aparición se da en Rusia a finales de los años 30, fruto de la labor de reconstrucción del instituto Marx-Engels, pero recién hacia los 60 son traducidos a otros idiomas y leídos por un público más global. Salvo algunas excepciones (Rosdolsky1), las contribuciones para un análisis pormenorizado de esta obra son recientes: Postone, Musto, Bellofiore2. La lectura más común es que en los Grundrisse, Marx analiza cuestiones que en El Capital no están siquiera mencionadas (como el General intellect), y que es más nítida la manera en la que elabora y construye sus categorías de análisis. Es decir, podemos entrar en la intimidad del “laboratorio de Marx”, como reza el título de una de las obras mencionadas, para ahondar en elementos que nos permiten aclarar el sentido de lo desarrollado en El Capital, pero más importante, para ir más allá. Sin embargo, algunos de sus más reconocidos intérpretes los toman en una manera un tanto aislada, con la finalidad de fundar nuevas lecturas teóricopolíticas a la luz de coyunturas determinadas, como es el caso de Toni Negri o Enrique Dussel, que sostienen una alternativa a los proyectos socialistas tradicionales que conforman partidos revolucionarios. La Soledad de Marx es una clara contribución en el sentido de comprender la obra de Marx en su conjunto, ubicando los Grundrisse en un punto bisagra de su pensamiento. Si bien es evidente que constituyen borradores en tanto Marx no escribió esta obra para su publicación, sí son entendibles como un momento con relevancia propia, y no solo como una antesala a la escritura de El Capital. Partiendo de la premisa común de que en los Grundrisse se reconstruye una lógica social donde el capital es un sujeto impersonal que se impone y moldea las relaciones sociales según su necesidad, los autores van analizando diversos elementos específicos que son inherentes a este desarrollo histórico. Las crisis, el mercado mundial, la historia universal y la modernidad se vuelven a ser objetos de la crítica de la economía política, y en algunos casos, en evidente polémica con las lecturas de marxistas clásicos.

“¿Por qué leer los Grundrisse? Marx como teórico de la modernidad” se titula el capítulo que abre el libro, escrito por Facundo Nahuel Martín. El autor se propone leer a Marx como un crítico de la sociedad moderna, cuyo objetivo es plantear una modernidad más allá del capital. La característica principal de esta modernidad sería la mediación social histórica que le da unidad: el capital. En tanto el capital es la forma en la que se organiza el trabajo social, en base a productores privados e independientes, este determina al intercambio como el nexo social que vincula a los miembros de una sociedad. Este vínculo es impersonal, generando un nuevo tipo de dominación sobre individuos formalmente libres pero interdependientes. La materialización de esta forma de dominación social se desenvuelve en la subsunción real del trabajo al capital, en el predominio del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, que incorpora al obrero como un mero apéndice del proceso productivo y no como su sujeto. De estos planteos, se concluye que el capital opera como una totalidad social en el modo de producción capitalista, cuya lógica subsume a todas las regiones del mundo, haciendo regir la ley del valor y la dominación de las personas por los productos de su propio trabajo. El debate en torno a la existencia o no de elementos externos a la lógica del capital es brevemente esbozado, pero sentando principios fundamentales para una discusión en torno al origen de las potencialidades revolucionarias de la clase obrera. Al final, el autor deja entrever una hipótesis sobre la creciente dificultad de la ley del valor de seguir imponiéndose, en una manera similar a como lo hace la tesis del capitalismo cognitivo. Sin duda, esto requiere de un estudio empírico profundo del mercado mundial actual y de la creciente automatización en la esfera de la producción. En el segundo capítulo, “Teoría del mercado mundial en los Grundrisse” de Mariano Nicolás Campos, se analiza la manera en la que se expresa plenamente la lógica del capital: en la esfera del intercambio, más precisamente en el mercado mundial. En tanto los productores directos producen valores para el intercambio, el mercado se muestra como el momento necesario de mediación donde los productos del trabajo se realizan como mercancías. Aquí los productores son todos formalmente iguales, la diferencia radica en una cuestión de grado: qué mercancías se posee para el intercambio, dinero o fuerza de trabajo. El mercado aparenta una independencia de la esfera de la producción, más bien de todo el conjunto social. Esto al individuo se le pone como un momento necesario para su reproducción, pero a la vez externo. Su lógica ciega produce que la competencia determine que productores subsisten y cuáles no. En este sentido, se realiza un valioso aporte al recuperar perspectivas poco tenidas en cuenta dentro del marxismo clásico, que considera que desde la aparición del monopolio la competencia ya no existiría. Autores como Anwar Shaik, o Rolando Astarita en Argentina, han remarcado la necesidad de la recuperación de la competencia como un momento fundamental en la circulación de las mercancías. En el tercer capítulo, “Karl Marx y la crítica de la historia universal: el lugar de los Grundrisse”, Omar Acha parte de un cuestionamiento a algunas interpretaciones del materialismo histórico que se apoyan en una idea vaga de la Historia Universal, o que, siguiendo lo escrito en el Prefacio a la contribución de la crítica de la economía política, sostienen principios explicativos transhistóricos del cambio social. El autor considera que, como parte de su crítica de la sociedad burguesa, Marx muestra la naturaleza ideológica de la forma historia, como modo en el que el capital representa su pasado. Los Grundrisse marcarían un momento de ruptura, en el que, entre otros desplazamientos, Marx pasa a considerar un desarrollo histórico menos lineal y más irreductible a las leyes que rigen el modo de producción capitalista. En este sentido, no se encuentra en el pasado humano, un sistema social con una lógica impersonal y totalizante como la del capital. Esto nos lleva a considerar la utilidad de algunas categorías que el materialismo histórico propone para una reconstrucción conceptual de los procesos históricos previos al capitalismo, además de que se remarca la historicidad del método dialéctico en tanto es co-constitutivo de su contexto social. Esto echa por tierra la pretensión de elaborar una filosofía de la historia en clave marxista. Siguiendo con estos desarrollos, en el cuarto capítulo, “La crisis del capital en los Grundrisse” escrito por Lucas Manuel Villasenin, se muestra como el desarrollo capitalista lleva necesariamente a crisis sucesivas, pero que no implican sí o sí su superación, sino que en la mayoría de las veces lleva a que expanda la escala en la que predomina su lógica, subsumiendo mayor cantidad de territorios. El origen de la crisis radica en que la circulación de mercancías no admite la creciente cantidad de mercancías para el intercambio. Los productores se guían por el criterio de aumento productividad, intentando ganar espacios en el mercado y desplazar a la competencia, por lo que producen muy por encima de la capacidad de consumo. Esto se traduce, en determinado momento, en una gigantesca desvalorización de mercancías y la quiebre generalizada de capitales. De esta forma, el capital avanza en su concentración y centralización, dado que los capitales más grandes y competitivos sobreviven. Las reformas o la política pueden mitigar o atrasar el impacto de una crisis, pero esta no puede evitarse en tanto constituye un momento necesario del desarrollo del capital. Al mismo tiempo, se presenta la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como una causa del creciente aumento de la composición orgánica del capital. Sin embargo, no se la plantea como una tendencia mecánica e inexorable, sino como un proceso con contratendencias que es solo observable a largo plazo y tomando al capital de conjunto. Yendo más allá, se remarca lo provisorio de esta formulación, en tanto ve la luz cuando el capitalismo no estaba plenamente desarrollado en todo el mundo. Para concluir, se plantean una serie de posibilidades y expectativas en torno a un capitalismo, donde el trabajo no esté alienado (o enajenado, en términos de El Capital) y pueda ser organizado de manera más libre, democrática y racional. La cooperación y no la competencia serían la forma de producción y distribución de la riqueza social, eliminando el funcionamiento anárquico del capitalismo que escinde producción y consumo. Los artículos que componen el libro tienen el gran mérito de retomar planteos de Marx a menudo olvidados y de avanzar en discusiones poco desarrolladas en el marxismo académico y militante. A pesar de la corta extensión del libro, logran plantear una visión coherente y sólida desde la cual avanzar más allá de lo desarrollado por el propio Marx, teniendo en cuenta que, por ejemplo, la crítica de la historia universal o la teoría de las crisis no están sistemáticamente formuladas por el autor en ninguna de sus obras. Pero, además, echan luz sobre para empezar a resolver temas eternamente debatidos en el marxismo, como el concepto de clase social, la cuestión del derrumbe (o no) del modo de producción capitalista, o el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Por último, los artículos son relevantes para pensar el método de Marx y la posibilidad de extender la reproducción dialéctica de la realidad. En ese sentido, el planteo de Acha de extender la crítica de la economía política a una crítica de las ciencias sociales en su conjunto es fundamental. Este podría ser el punto de partida de una reconstrucción de un proyecto científico de explicación de la realidad social, necesario después de décadas de embate del posmodernismo y el relativismo. En este sentido, quizás se podría haber ahondado en la recuperación que Marx hace de Hegel en esta etapa, aunque sin duda los aportes realizados constituyen un avance en la reconstrucción crítica del marxismo.


Notas

1 Rosdolsky, Roman Génesis y estructura de “El Capital” de Marx. Buenos Aires: Siglo XXI, 1968.

2 Postone, Moishe Tiempo, trabajo y dominación social. Una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, Madrid: Marcial Pons, 2006; Musto, Marcello Karl Marx’s Grundrisse. Foundations of the critique of political economy 150 years later, Londres: Routledge, 2008; Bellofiore, Starosta y Thomas In Marx’s Laboratory. Critical interpretations of the Grundrisse, Londres: Brill, 2013.


Resenhista

Ignacio Nicolás Cognigni – CIFFyH – Facultad de Filosofía y Humanidades – Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

ACHA, Omar (et al.). La soledad de Marx, estudios filosóficos sobre los Grundrisse. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: RAGIF Ediciones, 2019. Resenha de: COGNIGNI, Ignacio Nicolás. Revista Izquierdas, 50, 2021. Acessar publicação original [DR/JF]

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