Os Futuros de Darcy Ribeiro | Andrés Kozel, Fabricio Pereira da Silva

A obra “Os Futuros de Darcy Ribeiro” (2022), de Andrés Kozel e Fabricio Pereira da Silva, é uma excelente e eficiente escolha de abordagem da reflexão sociológica e política de Darcy a partir das especulações sobre o futuro da humanidade feitas pelo pensador, comumente definidas pelos autores como “futurações”. Excelente, porque de fato a produção do pensador se orienta para o que Koselleck (2006) chamaria de “planejar o futuro”, ou seja, pensar a sociedade em função de transformá-la, orientar o seu futuro, possibilidade que se abre com a concepção moderna de História. Eficiente, porque a escolha de trechos das obras de Darcy foi cuidadosamente realizada, de forma que o argumento dos organizadores está embasado numa curadoria precisa, e os textos selecionados funcionam como verdadeiro material empírico da tese defendida e da metodologia implementada. Os organizadores se valeram da análise de dez trechos de obras centrais para entender Darcy, cada qual organizada em capítulos nos quais a análise vem primeiro e se segue o trecho selecionado. São eles: O processo civilizatório (1968), As Américas e a civilização (1969), Os índios e a civilização (1970), O dilema da América Latina (1971), “O abominável homem novo” (1972), “Venutopias 2003” (1973), Utopia selvagem (1982), “A nação latino-americana” (1982), “A civilização emergente” (1984) e O povo brasileiro (1995). Sua maneira de olhar a História, que está sem dúvida ligada a uma crença nela como um todo coerente e processual, ainda que por vezes mais contraditório, por vezes menos, é um tema central para pensar o autor. Essa, contudo, é uma característica que o aproxima de vários intelectuais de sua geração, notam os organizadores, já que dedicarse a pensar e construir as matrizes para o Estado Nacional brasileiro foi uma característica das ciências humanas então recém-nascidas no Brasil. Por sua vez, Darcy o fará de forma bastante singular. Nas palavras dos organizadores: “A chave interpretativa de Darcy Ribeiro é tecnologista: seu olhar para a história gira em torno do conceito de revolução tecnológica” (KOZEL; SILVA, 2022, p.13). Nesse sentido, a revolução tecnológica é o sentido da História. O desenvolvimento das sociedades e das culturas seguem esse padrão, no qual o socialismo é entendido como uma etapa dessa revolução: Difícil de prever em suas características concretas, a sociedade futura de Darcy Ribeiro é uma sociedade socialista “de novo tipo”, na qual as possibilidades de conhecer e atuar são ilimitadas e o homem já não é adjetivável ética, racial ou regionalmente: é a civilização da humanidade (KOZEL; SILVA, 2022, p.15). O socialismo seria parte, portanto, da “civilização emergente” – e aqui nos deparamos com outro conceito destacado pelos organizadores como central no entendimento das futurações de Darcy. Tal civilização almejada incluiria, além do socialismo na esfera econômica, uma “humanidade etnicamente fusionada” na esfera cultural, o que na visão dos autores, estaria em diálogo com as ideias de “raça cósmica” de José de Vasconcelos e “civilização do universal” em Pierre Teilhard de Chardin. Esta abordagem dos problemas da cultura humana que padece sob o eurocentrismo e a homogeneização podem ser encontradas em “As Américas e a civilização”. No entanto, os organizadores destacam que a obra de Darcy não deve ser lida como linear. Sua trajetória não se trata de um simples desenvolvimento da proposta intelectual original, mas são notadas sensíveis mudanças ao longo do caminho. “O processo civilizatório” (1968) foi escrito no exílio no Uruguai e abre a “antropologia da civilização” de Darcy. O estudo se conecta com a necessidade de entender as razões para o golpe de Estado no Brasil em 1964: Leia Mais

Hacia una historia de las tendencias Trotskistas | Daniel Gaido

“La IV Internacional ha muerto, viva la IV Internacional”, parece ser una frase contradictoria, pero que expresa que en la actualidad la crisis de la dirección revolucionaria sigue siendo la crisis dominante de la humanidad. El libro de Gaido señala que no existe una “línea de sucesión apostólica” desde Trotsky hasta el “trotskismo realmente existente” (p. 62). Aunque la necesidad de una IV Internacional para dirigir a las masas obreras hacia el problema del poder es hoy más apremiante que nunca en medio de rebeliones populares, fases prerevolucionarias y procesos transicionales. El libro de Gaido, Hacia una historia de las tendencias Trotskistas, editado por Ariadna, es una “reseña ampliada” del libro de Maitán, Memoirs of a Critical Communist: Towards a History of the Fourth International (2020) quien intenta demostrar la “transubstanciación” de la IV de Trotsky al Secretariado Unificado (SU), algo retrucado por Gaido. Lo novedoso es que el libro de Gaido es que avanza temporalmente en relación a otras historias del trotskismo (Alexander, Coggiola, Moreau y E. González llegan a los ‘80). Pero el libro no analiza pormenorizadamente experiencias más actuales como el debate frente al nacionalismo burgués, la crisis capitalista, la guerra imperialista, la experiencia de Syriza, Sanders en EEUU, Corbyn en Gran Bretaña, o el FITU en Argentina. Gaido aclara que “Este trabajo no pretende ser sino una primera aproximación a la historia de las tendencias trotskistas después del asesinato de Trotsky” (p. 67). Falta, entonces, el diálogo entre las diferentes corrientes del trotskismo. ¿La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos? ¿El trotskismo fue realmente la herencia revolucionaria del marxismo desviada por el estalinismo y por las traiciones del socialismo? Las “nefastas experiencias de las tendencias de la IV Internacional” parecen contradecir esta “pesada herencia”. Gaido, doctor de Historia de la UNC, separa la IV Internacional en vida de Trotsky de las “sectas” que fueron una pobre mímica de aquella. Para algunos, la IV Internacional sobrevivió ideológicamente a la segunda guerra mundial, pero no organizativamente. Gaido menciona que no hay algo así como una “historia general del trotskismo”, sólo monografías recortadas temporalmente o ensayos desde el punto de vista de dichas tendencias, hagiografías. El texto está dividido en 16 capítulos que recorren tópicos desde la segunda guerra mundial hasta la disolución de la URSS y la restauración del capitalismo en el Este europeo. En la introducción plantea que los “hilos de transmisión” se cortan tempranamente. En el primer capítulo aborda los problemas políticos y de caracterización del Socialist Workers Party (SWP) norteamericano, por ese entonces nave insignia de la IV Internacional, que plantea que la segunda guerra mundial no había acabado, ciego ante el proceso de “contrarrevolución democrática” que se avecinaba en Europa a partir de 1944, incapacitándolo para contrarrestar las “ilusiones democráticas de las masas” (p. 11). No levantaron consignas democráticas como Asamblea Constituyente y no se presentaron en las elecciones, imitando al anarquismo. Por otro lado, apoyaron “las victorias del ejército rojo”, subordinándose a la política estalinista. Mientras las masas obreras se orientaban hacia las viejas direcciones, el trotskismo vegetaba. Problemas de organización Gaido atribuye este “desvío”, en el capítulo dos, a la “bolchevización” sufrida por la tercera internacional en el momento en que aparecían las primeras oposiciones de izquierda (trotskistas). “La política de “bolchevización” de Zinoviev no sólo allanó el camino para el surgimiento del estalinismo, sino que desafortunadamente sigue viva y coleando hoy en día en la dinámica interna de la mayoría de las organizaciones ‘trotskistas’” (p. 11). Sin embargo, el propio Lenin atribuía la degeneración burocrática al aislamiento de la revolución rusa y al atraso de su economía, esto es, a la imposibilidad del socialismo en un solo país. Gaido invierte la determinación de la política frente a los métodos organizativos. “La historia del bolchevismo es en realidad la de la lucha de las fracciones”, indica Trotsky en La Revolución Traicionada. En las diferentes secciones europeas durante la guerra, muchas de ellas diezmadas, había ricos debates y fracciones opuestas. Por ejemplo, el PCI francés estaba dividido en dos organizaciones durante la guerra (CCI y POI), ambas con fracciones y tendencias internas, que en la reunificación de 1944 formaron nuevos reagrupamientos internos temporales (Lequenne, 2005). Para muchas organizaciones trotskistas en la posguerra, este estado de deliberación generó grandes problemas organizativos y sería la causa del reducido número de los partidos trotskistas (Quelques enseignementes de notre histoire, OCI, 1970). Durante la formación de la Oposición Internacional en Francia, se comentaba que debido a las disputas y luchas fraccionales se “respiraba un aire viciado” que repelía a los obreros. Sin embargo, es necesario distinguir entre la lucha de camarillas permanentes y la organización de fracciones temporales sobre cuestiones políticas. Con la justificación estalinista de que una diferencia puede llevar a la liquidación, los trotskistas adoptaron métodos estalinistas (expulsiones sumarias, ausencia de centralismo democrático) … para derrotar al estalinismo. Esto se ve reflejado en los estatutos y en los métodos organizativos de la posguerra. Gaido observa, en el tercer capítulo, un principio de burocratización en el Segundo Congreso de la IV (abril de 1948), en donde las actas no fueron presentadas, “un precedente que fue seguido en todos los congresos posteriores celebrados tanto por organizaciones “pablistas” como “anti-pablistas” (p. 15). Sin embargo, la Internacional Comunista bajo Stalin y Zinoviev presentó las actas de todas las reuniones, eso no le impidió una feroz burocratización. La OCI francesa presentaba en su prensa regularmente balances y campañas financieras, lo que no le impidió la discrecionalidad de su uso o la expulsión burocrática de muchos dirigentes. Gaido menciona que los partidos deberían tener “un carnet de afiliado”, y “al menos un estatuto”, esto último cierto, pero eso no alcanza para reconocer y financiar (¡algo que no menciona y es importante!) los derechos de tendencia y fracción (órgano y materiales). Tampoco se trata de convertir a una organización en una Federación “Bakuninista”. Lo del “carnet” parece más un club de socios, o sea, de simpatizantes y no militantes: Podemos en España muestra balances, edita posiciones, plataformas, carnets, balances financieros, lo que no le impide apoyar a la monarquía. Por otro lado, Gaido dice que “ninguna de las organizaciones trotskistas que existen actualmente puede pretender ser un partido de la vanguardia de la clase trabajadora” (p. 63), debido al escaso número de su militancia. Pero esto es una forma cuantitativa de medir la influencia política de una organización: luego está su capacidad para controlar sindicatos estratégicos, sindicatos universitarios, o la influencia en el escenario político de cada país. Una pequeña organización puede tener “influencia de masas”, o una influencia de masas a través de la influencia en la vanguardia obrera, sin ser una organización de masas. Pero esto no es analizado ni “cuantificado”. Leia Mais

The moderate bolshevik. Mikhail Tomsky from the factory to the Kremlin. 1880-1936 | Wynn Charters

La presente investigación es el resultado de muchos años de trabajo sobre la historia de Mikhail Tomsky (1880-1936). Mientras, Vladimir Lenin, León Trotsky, Joseph Stalin y Nikolai Bujarín han sido objeto de innumerables estudios biográficos, incluso traducidos al castellano, carecíamos de una biografía de Tomsky. De este modo, más allá del carácter novedoso de esta propuesta consideramos que es importante destacar el trabajo de Wynn por reconstruir el complejo itinerario de este dirigente político. El libro parte desde los orígenes obreros de Tomsky, incluyendo una infancia difícil, y su inserción en el mundo fabril, hasta su ascenso como dirigente sindical, del Partido Bolchevique y el Gobierno de la Unión Soviética. Al destacar la militancia dual (sindicato y partido) de Tomsky, el autor nos ofrece un panorama sobre las tensiones entre el Estado soviético y la clase obrera. Pero, también, se pueden visualizar las disputas entre las secciones gubernamentales y los sindicatos en torno a la administración de las empresas industriales; las divergencias en el Partido Bolchevique sobre la política económica y social en la Unión Soviética; y en menor grado, los prejuicios y diferencias entre los sectores obreros e intelectuales al interior del partido. Tomsky [seudónimo de Mikhail Pavlovich] fue un obrero industrial en varios rubros. Autodidacta (no completó sus estudios escolares), fue parte de esa generación que se acercó al campo de la política y la literatura marxista al incorporarse al Partido Socialdemócrata Ruso y adherir a la fracción bolchevique constituida en el marco del Segundo Congreso del partido en 1903. Otro aspecto importante de su itinerario, fue su encarcelamiento y exilio en Siberia entre 1909 y 1917, cuando los sucesos de febrero lo condujeron a trasladarse hacia San Petersburgo y ponerse a disposición de la organización. Además de ocupar un importante rol como miembro del Comité Central del partido bolchevique, sus responsabilidades más importantes, fueron los cargos en el Politburó y el Orgburó, luego de la toma del poder en 1917. De acuerdo a su trayectoria obrera, presidió la dirección nacional de los sindicatos rusos (VTsSPS) entre 1918 y 1929, salvo un pequeño intervalo en 1921-1922, cuando fue enviado a la región del Turquestán. Por último, junto con Bujarin y Aleksei Rykov fue parte de la conocida Oposición de Derecha al gobierno de la Unión Soviética bajo la órbita de Stalin. De esta forma, obtuvo tanto el apoyo como la enemistad de varios dirigentes y cuadros del partido, pero dado su importante rol logrado en el plano sindical y organizativo, a Stalin le llevó alrededor de cinco años concentrar el poder suficiente para socavar su autoridad y finalmente expulsarlo del partido. Cuando se refiere a Tomsky como un “dirigente moderado”, Wynn no hace alusión a un individuo mesurado dentro del Partido Bolchevique. Todo lo contrario. Por un lado, su experiencia como obrero desde los doce años de edad en varias industrias (papel, metalúrgica, y gráfica) y su participación en varias huelgas, fueron un factor en el desarrollo de una serie de capacidades discursivas y pragmáticas a la hora de intervenir en la organización de los trabajadores y sindicatos, como fue el caso de la Unión Gráfica de San Petersburgo en 1906. Su actividad gremial será inmediatamente reconocida por la dirección de los bolcheviques, a tal punto que fue promovido al Comité Central de San Petersburgo, un comité abocado principalmente al trabajo fabril. Sin embargo, no deja de resultar llamativo que Tomsky adhiriese desde el principio a las ideas radicales de los bolcheviques frente a la línea más pasiva de los mencheviques. Por otra parte, su intervención en los asuntos sindicales generó una serie de crispaciones entre los militantes obreros y aquellos pertenecientes a la intelligetzia. Básicamente, le molestaba que los principales dirigentes bolcheviques se encontrasen “ocupados en la escritura de artículos” y no en la organización de los trabajadores (p.22). Su prejuicio hacia los intelectuales será un elemento característico de su pensamiento, que se ira acoplando de acuerdo a las circunstancias históricas, al punto de convertirse en un problema político en el marco del gobierno soviético. Este aspecto se puede evidenciar en su crítica a la propuesta de Lenin de incorporar a los especialistas (ingenieros, contadores, etc.) en la administración de las empresas en 1919. Más bien, su carácter de dirigente “moderado”, refería a la identificación de Tomsky con una estrategia de gobierno que impulsaba una serie de reformas sociales en los sectores obreros y campesinos y vinculada a una práctica de conciliación y negociación, en contrapunto a una metodología circunscripta a confrontar de manera directa entre intereses sociales antagónicos. En reiteradas ocasiones, Tomsky se opuso a la acción directa, como fueron los casos de las insurrecciones de 1905 y la de los meses de abril y junio de 1917, demostrando ser la “voz de la cautela” (p.41). Esto incluyó su reservada oposición a las “Tesis de Abril” y la moción de Lenin de oponerse al Gobierno Provisional a diferencia de Grigory Zinoviev y Lev Kámenev, que manifestaron su rechazo públicamente. Pero el autor sostiene que, en las semanas previas de la insurrección de octubre, Tomsky integró el Comité de Moscú. Allí sostuvo una posición favorable a un amplio gobierno de coalición compuesto por todas las fuerzas socialistas que incluía a los mencheviques y los socialistas revolucionarios (p. 54). Su punto de vista estuvo reforzado por las posiciones del comité, proclives a realizar un trabajo en común con aquellas fuerzas políticas que integraban el Gobierno Provisional, y que fueron criticadas duramente por Lenin. De hecho, hasta último momento de la toma del poder por los bolcheviques, el presidente del Soviet de Moscú evitó la confrontación. Esta reacción tardía, provocó un incremento de las bajas en comparación con San Petersburgo. Las posturas moderadas de Tomsky no lo apartaron de las polémicas internas en la dirección de los sindicatos, la dirección del partido e incluso en el seno del gobierno soviético. Como presidente del Consejo de sindicatos, tuvo un fuerte enfrentamiento con Trotsky sobre el papel de los gremios durante el Comunismo de Guerra, en 1921. Por su carácter público, este debate generó una trascendencia que colocó en tensión al Estado soviético, el partido y los trabajadores. Es importante destacar que entre 1917 a 1920, la economía soviética se encontraba en un estado calamitoso como resultado de la herencia del régimen zarista, la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil. Wynn afirma que los sindicatos rusos fueron un factor clave en el suministro del Ejército Rojo y en el nombramiento de varios dirigentes en puestos gubernamentales. En las fábricas, solo quedaron los obreros sin calificación, lo que produjo indisciplina laboral, caída de la productividad y un constante deterioro de ramas industriales y de servicios estratégicos. En materia social, los salarios reales habían sufrido una importante caída y había escasez de alimentos en varias regiones. Ante esta situación, Tomsky expuso en varias ocasiones que las organizaciones sindicales se encontraban agotadas. Por lo tanto, sostenía que era necesario introducir mecanismos para incentivar la producción como bonos por productividad, tarifas por pieza producida y sanciones en caso de no cumplir con los parámetros establecidos (p.71). En cuanto a la relación entre los sindicatos y el Estado, abogó por la concentración en manos de los gremios de la administración de la economía, manteniendo su autonomía y rechazando la injerencia del partido en sus asuntos (p.80). Mientras que Trotsky, apoyó la militarización del trabajo” a través de la formación de “ejércitos de trabajadores” de acuerdo a su experiencia en el sector del transporte, donde constituyó un Comité Central que reunía al Comisariado de Transportes y el sindicato ferroviario en agosto de 1920. De este modo, planteaba la reorganización de todos los sindicatos, incluso la elección de sus dirigentes (p.94). Como representante de la fracción sindical comunista, Tomsky protestó y consideró aquella propuesta como draconiana y que buscaba “destripar a los sindicatos” (p.60). Lenin intervino en el debate en defensa de Tomsky, argumentando que si “el Partido peleaba con los sindicatos” significaba el “final del Poder Soviético” (p. 98). El autor afirma que el debate sobre los sindicatos constituyó un salto en la carrera política de Tomsky, al ser el tercer miembro más votado en el Comité Central del partido durante el décimo congreso en 1921 (p.106). No obstante, el apoyo de la cúpula de los sindicatos en favor de una mayor autonomía en relación al Estado y el partido motivó la implementación de una serie de maniobras y acuerdos que confrontaban abiertamente con la orientación del gobierno soviético. De esta manera, Tomsky fue removido de su cargo como presidente del VTsSPS para ser enviado a una misión en Turquestán en 1921. Durante su breve estadía en el Turquestán, Tomsky apoyó las políticas que serán parte de la Nueva Política Económica (NEP) en marzo de 1922. Allí favoreció el remplazo de las requisiciones obligatorias de granos por la implementación de un impuesto en especie, la reapertura de los mercados regionales con el fin de incentivar el comercio y la defensa de la propiedad campesina. En el mismo sentido, bregó por el fortalecimiento del aparato sindical para defender los salarios, especialmente de los obreros calificados, en detrimento de las mujeres y jovenes trabajadores descalificados que pasarían a engrosar las filas de desocupados (p.225). En su cargo de presidente del VTsSPS, instó por la aplicación de políticas moderadas tales como la introducción del arbitraje, mediación y negociación en los conflictos obreros y su canalización dentro de las estructuras gremiales, mientras propuso el remplazo del empleo de la huelga como medida de acción directa al considerarla “inadecuada” para la presente etapa (p.226). A partir de su defensa de la NEP, Tomsky también se opuso a la colectivización forzada y la industrialización acelerada impulsada por Stalin en 1928. Al retornar a la actividad sindical y su presidencia en el VTsSPS, las posturas moderadas de Tomsky se reflejaron cuando promovió un acercamiento con los sindicalistas británicos y la Federación Internacional de Sindicatos, también conocida como la Internacional de Amsterdam. El fracaso de la insurrección de Alemania en 1923, confirmó la postura pesimista de Tomsky sobre la revolución comunista en Europa (p. 175). De esta manera, instó a los sindicalistas comunistas a estrechar vínculos con otras fuerzas políticas de carácter reformista. Su acercamiento con los sindicalistas ingleses implicaba la disolución del Profintern, la Red Internacional de los Sindicatos Rojos. La posición de Tomsky se enfrentó con las críticas de los dirigentes bolcheviques, especialmente con Simon Lozovsky, miembro del Comité Ejecutivo del Profinterm. Pero los debates al interior del partido no evitaron la formación del Comité Anglo-Soviético, que en un principio fue saludado por algunos miembros del Comité Central (pp. 186-187). Sin embargo, la derrota de la huelga general en 1926, fue el punto de quiebre de las relaciones británicas y soviéticas. El levantamiento de la huelga por parte del Concejo Sindical Británico fue acompañado de una postura mesurada de parte de Tomsky, que caracterizó al conflicto como “una victoria moral parcial del proletariado” con el objetivo de preservar los vínculos con los ingleses. Su postura moderada fue duramente criticada por Trotsky y Zinoviev. El carácter conciliatorio de Tomsky no evitó que, a mediados de la década del veinte, en un principio se vinculase con Stalin para apoyar la prohibición de las facciones y la expulsión de la Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky, Zinoviev y Kámenev. Por solo citar un ejemplo, en el quinceavo congreso del partido, en diciembre de 1927, Tomsky fue uno de los principales oradores en los ataques hacia los opositores de izquierda bajo el argumento: “en la dictadura del proletariado pueden coexistir dos, tres, cuatro partidos, pero solo bajo la condición que uno de ellos esté en el poder y el resto en prisión” (p. 263). Llamativamente, un años después, los estalinistas comenzarían a utilizar las mismas líneas argumentales para atacar a Tomsky, Bujarín y Rykov. A través de la trayectoria de Tomsky, Wynn expone el proceso de degeneración del partido reflejado en el crecimiento de su aparato a cargo de Stalin. Como miembro del Orgburó, Tomsky fue uno de los encargados de aprobar las promociones de militantes a los cargos estatales y de la organización (pp. 157-158). Además, al integrar la cúspide del partido, gozaba de una serie de privilegios como una casa ubicada en las inmediaciones del Kremlin, una casa de veraneo (Dacha) y una serie de beneficios o “ganancias invisibles” como electricidad y calefacción gratuita, acceso a medicamentos y alimentos que estaban restringidos al conjunto de la población (p. 164). Cuando recibieron a la delegación de sindicalistas británicos en 1925, se les entregó como obsequio collares de perlas y zafiros. En un pleno del VTsSPS en octubre de 1927, los oposicionistas denunciaron a Tomsky por acusarlos de promover discursos “mencheviques”, mientras se refería a los dirigentes sindicales británicos como “camaradas y amigos” (p. 257). En su caso, estos privilegios materiales se mantuvieron, incluso en el periodo desde que Tomsky comenzó a caer en desgracia en 1929 hasta su muerte en 1936. A través de los recursos y medios que le permitían sus responsabilidades gremiales y políticas, Tomsky abogó por la depuración de los opositores en los cargos sindicales como fueron los casos de los miembros tanto de la Oposición de Izquierda como de la Oposición Obrera, en este caso encabezada por Alexander Shlyapnikov y Alexandra Kollontai y Serguei Megdeved. Wynn sostiene que, a diferencia de la Oposición de Izquierda, el sector encabezado por Tomsky contaba con una importante preminencia en los sindicatos, y especialmente, de una maquinaria administrativas cuyos funcionarios y recursos materiales se encontraban diseminados en varios centros industriales. Por este motivo, a Stalin le habría costado un mayor esfuerzo socavar el poder de la Oposición de Derecha, e incluso, pudo haberse visto desplazado en el poder (p.280). Particularmente, en el caso de Tomsky, el autor detalla cómo fue aumentando la hostilidad de parte de Stalin hacia su figura, partiendo de acusaciones y burlas como ser el “defensor de los kulaks” [campesinos acomodados] o el “teórico de las concesiones permanentes” (p. 288). Luego continuó con sus acusaciones de constituir un “centro trotskista-zinovietista y contrarrevolucionario” en la misma medida que se iban depurando aquellos espacios compuestos por los oposicionistas (p. 362). La destitución de Tomsky de los órganos partidarios y sus responsabilidades sindicales, entre 1929 y 1930, no culminó con los ataques de parte del régimen estalinista. En los sindicatos se llevó a cabo una profunda depuración a cargo de Lazar Kaganovich, que respondía a Stalin. En menos de un año, la remoción de miembros acusados de apoyar a la Oposición de Derecha alcanzó el 59,5 % de los gremios, el 51,7% de la Presidencia Central, y el 67,5% de los referentes sindicales del partido, incluyendo a los de Leningrado y Moscú. En centros industriales como los Urales y Ucrania, 6 de cada 7 dirigentes fueron expulsados (p.312). En el contexto de la Gran Purga y los Juicios de Moscú, para evitar la desgracia de otros dirigentes oposicionistas que culminaron ejecutados, exiliados o confinados al Gulag, Tomsky decidió terminar con su vida. En sus últimos momentos, por un lado, le manifestó al Jefe de la Policía Secreta soviética, que todas las acusaciones sobre su persona, incluido el intento de asesinar a Stalin, eran falsas (p. 364). Por el otro, antes de suicidarse, le alcanzó a decir a su hijo: “no puedo vivir sin el partido” (p.1). La solicitud de resguardo de su familia en su carta de despedida fue pasada por alto. Sus dos hijos mayores, acusados de participar en una organización antisoviética, y fueron ejecutados. Mientras que su esposa, María Tomskayia, y el menor de sus hijos fueron encarcelados y confinados a Siberia. En marzo de 1954, Tomskayia fue liberada en el marco de la desestalinización a cargo de Nikita Krushev. Sin embargo, Vlasheslav Molotov, un individuo que fue leal a Stalin y miembro del Comité Central del partido, denegó su libertad y exigió su retorno a Siberia. En el viaje falleció de un infarto. Leia Mais

The class matrix: social theory after the cultural turn | Vivek Chibber

Luego del giro cultural iniciado en la década de los 70 del siglo pasado, parte del debate en torno a la teoría social, en un intento por corregir las visiones deterministas difundidas por el marxismo clásico, ha girado en torno al rol de la subjetividad, lo particular y las experiencias individuales como fundamentos determinantes para comprender los conflictos sociales. Lo anterior, ha desencadenado en que teorías con paradigmas de carácter estructural hayan perdido popularidad para analizar los fenómenos sociales, siendo el marxismo una de las teorías más vilipendiadas. Categorías como clases sociales, capitalismo, explotación y lucha de clases, cada vez son menos frecuentes entre los análisis coyunturales y de carácter histórico. ¿Es que el capitalismo y sus efectos sobre la sociedad puede explicarse por variables culturales? En esta corta pero ambiciosa obra, el sociólogo marxista Vivek Chibber se impone una tarea clara y bien definida: rescatar y revalorizar la teoría materialista en los debates sociológicos de nuestro tiempo. Para esta labor, el académico organiza toda su argumentación en torno a responder las críticas de la teoría que considera ha desplazado al marxismo en los análisis sociales contemporáneos, a saber, los estudios culturales. Ahora bien, esta no es solo una nueva obra que intenta reproducir al pie de la letra los escritos marxistas tradicionales y conocidos por gran parte de los entendidos. Por el contrario, esta obra es un intento por actualizar la teoría materialista, reflexionando sobre los errores de las generaciones previas y tratando de situarse sobre vacíos, incluyendo eso que para seguidores del marxismo ortodoxo suena tan esquivo: la cultura. Por tanto, este es un escrito que intenta romper con el determinismo característico de la teoría marxista del siglo pasado, se empeña por sostener que la teoría materialista sigue siendo la principal herramienta teórica para analizar las sociedades capitalistas y, aún más importante, trata de incorporar y posicionar el rol de la cultura en la teoría materialista. Para lograr ese proyecto, el académico formado por Erik Wright escribe minuciosamente su obra bajo la siguiente y reveladora idea: “This book develops a theory of class structure and class formation by way of response to the cultural turn. It is written with the conviction that the road back to materialism goes through culture, not around it” (p.16) [Este libro desarrolla una teoría de la estructura de clases y de formación de clases como respuesta al giro cultural. Está escrito con la convicción de que el camino de vuelta al materialismo pasa por la cultura, no por rodearla]. De este modo, el autor minuciosamente divide su obra en 5 capítulos, cada uno con propósitos y desafíos específicos, pero que, sin embargo, convergen en intentar responder tanto a los cimientos teóricos del giro cultural, así como también develar una teoría marxista de la sociedad que responda a los desafíos y giros que ha tenido la sociedad en el último siglo. Una de las ideas que ha adquirido protagonismo desde el inicio del giro cultural dice relación con que las estructuras están subordinadas, de alguna u otra manera, a las constelaciones de los significados; el primer capítulo se encarga de abordar esta propuesta. De este modo, y aceptando de manera parcelada la propuesta de que los agentes tienen que interpretar la estructuras, el pasaje se centra en rebatir la tesis más popular entre los estudios culturales. La argumentación de Chibber se fundamenta en la naturaleza del capitalismo en sí mismo, es decir, la explícita condición que los trabajadores, mediante las relaciones laborales desarrollan ante la necesidad de supervivencia física del mismo. Para el autor, mientras exista una estructura que obligue a los sujetos a vender su fuerza de trabajo como medio para la supervivencia, los significados, y por tanto la cultura, quedan relegados a otro plano explicativo. Ahora bien, ¿cuál es el rol de la cultura? El sociólogo señala que la cultura juega un rol importante en la mediación de la estructura y de la práctica económica de los sujetos, y sobre todo, por el rol que juega para proveer los códigos necesarios para activar la estructura: “culture is still the proximate cause of structure’s stability in that it provides the codes and meanings needed to actívate the scturures [la cultura es todavía la causa próxima de la estabilidad de la estructura en tanto provee de los códigos y significados requeridos para activar las estructuras].” p.39 Otro de los motivos que dieron rienda al giro cultural, fue el determinismo -asociado al marxismo clásico- respecto a la formación de “clase en sí”. Dicho de otro modo, la teoría indicaba que debido a la explotación sobre la que se basa el capitalismo se generaría una resistencia colectiva que terminaría por decantar en una organización política que, finalmente, derrocaría al capitalismo. En el segundo capítulo, Chibber se hace cargo de este postulado y lo enfrenta. En él se busca renovar la teoría de la formación de clases rompiendo con el determinismo del marxismo clásico, pero confirmando que sí existe un proceso de formación de clases en el presente modo de producción asociado a las estructuras económicas. Esta vez, lo que el autor propone es que la resistencia, en primera instancia, no ocurre de manera colectiva, si no que de manera individual. Lo anterior tendría explicación en la distribución desigual de los recursos en el capitalismo -tales como el poder y el capital- , generando que los trabajadores tengan que enfrentarse a la estructura de manera solitaria frente a los dueños del capital. Ahora bien, ¿cómo ocurre entonces la formación de clase? A juicio del sociólogo, esta reside en condiciones ambientales externas de carácter favorable (i.e. un cambio en la estructura) y cambios en el cálculo moral sobre cómo juzgan esas condiciones. En este último punto vuelve recurrir a la cultura para explicar la formación de la clase, sosteniendo que una de las condiciones externas al proceso de formación de clase pasa por esta: “The indispensable ingredient, in addition to a favorable external environment is cultural– a shift in workers’ normative orientation to solidaristic [El ingrediente indispensable, sumado a las favorables condiciones externas es cultural– un cambio en la orientación normativa de los trabajadores a solidaria].” (p.68) El capítulo tres, está enfocado a explicar el problema de la reproducción en el capitalismo. En específico, la pregunta que intenta resolver este apartado es: dado que el capitalismo está generando permanentemente resistencia hacia él ¿cómo es que sobrevive? Chibber diverge, una vez más, de las explicaciones culturalistas, argumentando de entrada que la explicación a esta interrogante está en la estructura de clases en sí misma y no necesariamente en la ideología. Así, el argumento del autor está sustentado en dos ideas. Primero, sostiene que el consenso activo es importante para la estabilización del capitalismo, sin embargo, este tiene su origen en la coordinación en los intereses materiales, y no en la socialización, a saber, “Workers are persuaded to accept the system as legitimate, not by dint of ideology but because of how it aligns with their well-being [los trabajadores son persuadidos a aceptar el sistema como legítimo, no por la ideología sino porque este se alinea con su bienestar]” (p.80). Segundo, en que el mecanismo fundamental para la estabilidad capitalista es la resignación del trabajador a su situación. Esta última nace de una limitación impuesta por el carácter primeramente individual de resistencia al capitalismo. De este modo, es posible ver al autor debatir de manera permanente con las lecturas subjetivistas que otros marxistas hacen de la obra de Antonio Gramsci, concluyendo que la ideología no es causa de la estabilidad del capitalismo sino un efecto de él. El capítulo 4, por su lado, entra de lleno en el perpetuo debate de la teoría social en torno a la agencia y la estructura. En específico, Chibber trata cuidadosamente de mostrar que la teoría materialista, a pesar de su carácter estructural, puede explicar la agencia y la acción de los sujetos en el capitalismo. Dicho de otra manera, lo que se quiere defender, de manera subyacente, es que la teoría materialista puede explicar la acción dentro de la estructura social sin caer en la necesidad de incurrir en la cultura como elemento sustancial, incluyendo la explicación del cambio social desde la teoría. Para lograr esto último, el autor se sustenta en la emergencia histórica de la socialdemocracia en la Europa del siglo XX. La tesis del sociólogo es la siguiente: dada la naturaleza misma de la estructura económica en la cual están insertos los agentes, la mayoría de los sujetos no estarán interesados en generar acción colectiva debido a la resistencia de carácter individual que se forma en dicha estructura. El cambio ocurre -o no- en la medida en que existan alteraciones que impacten en los intereses directos de los actores de la clase trabajadora, y la magnitud que tengan para generar respuestas motivadas a la subsanación de esos intereses. Por último, vale la pena mencionar el profundo énfasis que el autor señala sobre la estructura social: cualquier intento de cambio siempre va a estar constreñido por y en la estructura misma. El quinto y último capítulo, está destinado a defender de manera elocuente que la teoría materialista de clases provee una narrativa coherente con respecto al auge y caída de la izquierda del siglo XX. En otras palabras, luego de presentar la robusta teoría en el libro, el capítulo se propone demostrar que la teoría presentada sirve como herramienta de análisis y explicación. Para ello, Chibber, desde un análisis histórico, presenta las condiciones estructurales y a la vez beneficiosas para la formación de clase, en las que la izquierda europea del siglo XX emergió. La transición de la agricultura hacia la manufactura urbana, la creación de sindicatos en los lugares de trabajo, entre otros, son algunas de las experiencias históricas en la que se sustenta esta primera fase. Más adelante, sin embargo, Chibber argumenta de manera clara y concisa que las experiencias históricas que ayudaron a formar a la “clase en sí” del siglo XX, ya no corren para este nuevo período. Siguiendo su tesis de la individualización de la resistencia, el sociólogo arremete con una tenaz aseveración sobre la resistencia colectiva: la resignación con el capitalismo y sus consecuencias en la vida de los sujetos. Esto permitiría explicar el decaimiento en la articulación política de la izquierda actual. Para resumir, esta ambiciosa y delicada obra está destinada a subsanar dos desafíos. El primero, a debatir de manera abierta pero directa con el giro cultural y los argumentos que, desde la teoría social, buscaban deslegitimar al marxismo. Al hacerlo, el autor discute con algunos de sus postulados más importantes1 -mas no con todos-, lo que lo lleva a examinar si es que la cultura tiene espacio en la teoría materialista. El segundo, afrontar al marxismo clásico para resaltar la teoría materialista y su valor. Es así como el autor logra actualizar y reorganizar ciertos conceptos que, en corrientes pasadas, a juicio del autor se presentan como equivocados. Lo anterior transforma a la obra de Viver Chibber como un indispensable para aquellos que deseen seguir explorando, desde una perspectiva sociológica y actualizada, una teoría marxista para el siglo XXI. Leia Mais

Paths for Cuba. Reforming Communism in Comparative Perspective | Scott Morgenstern, Jorge Pérez-López, Jerome Branche

Paths for Cuba es un oportuno volumen editado que examina la Cuba actual desde la perspectiva de muchos campos diferentes, como la economía, las ciencias políticas, el derecho internacional, los estudios culturales, y la literatura latinoamericana. El objetivo principal del libro es analizar Cuba en el contexto actual de cambio y reforma. La metodología del texto es un marco comparativo que incluye países de Asia, Europa del Este, y América Latina. La tesis principal del libro es que “las reformas toman un camino no lineal, sin un final predeterminado en Cuba”. Los editores están de acuerdo en que el cambio y la reforma suceden en un “contexto interno y externo único”. La primera parte del libro se centra en la economía. El Capítulo 1 hace referencia al Consenso de Washington de 1989 y cómo reaccionó el gobierno cubano ante este proyecto. El capítulo se enfoca en el crecimiento económico y la necesidad de combatir la pobreza en la isla. En este capítulo se niega una amenaza militar existencial de un vecino poderoso, pasando por alto la constante amenaza del gobierno de los Estados Unidos al proyecto revolucionario. En esta lógica, es un estudio tecnocrático que no aborda los antecedentes históricos de la condición económica cubana. En un enfoque similar, el Capítulo 2 discute la posibilidad de que Cuba se convierta en un “jaguar caribeño”, sin ofrecer más que escenarios hipotéticos. El capítulo 3 analiza las relaciones entre Cuba y China, centrándose en la inversión extranjera en Cuba y las posibilidades de crecimiento económico. El Capítulo 4 explora, de manera bastante acrítica y poco reflexiva, las perspectivas de la transición al libre mercado, analizando las “reclamaciones de expropiación” contra Cuba por parte de empresas estadounidenses, argumentando que encontrar una solución a esa situación es indispensable para el futuro crecimiento económico de la isla. Este enfoque parece ser, cuando menos, poco realista e injusto, ya que el autor solo menciona los reclamos de Cuba contra el bloqueo económico estadounidense al final del capítulo. Además, los reclamos de Cuba aparecen como “políticos” pero no económicos. Como resultado, la primera parte del libro muestra un enfoque pro-estadounidense, sin empatía por la historia de la revolución. La segunda parte del libro se centra en la esfera política y las políticas estatales en el contexto revolucionario. Comienza con el capítulo 5 que analiza la dinámica del “accountability” en la Revolución Cubana. Estudiando cartas abiertas a Granma, el periódico del Partido Comunista, el autor explora la dinámica de “respuesta y sanción” para abordar la relación entre la legitimidad del régimen y la opinión pública en Cuba. El autor afirma que las cartas críticas aumentaron en número de 2008 a 2014 en un contexto de reformas económicas leves. Según él, estas cartas brindan información sobre la calidad de la gobernabilidad y las características únicas del contrato social en Cuba. Concluye que esas cartas publicadas en Granma cumplen la tarea de “desahogo”; es decir, no solo brindar información al pueblo cubano sino liberar tensiones sociales en la sociedad cubana. El capítulo 6, uno de los mejores capítulos del libro, se centra en el Partido Comunista de Cuba (PCCh), explorando la relación entre el partido y el Estado, problematizando la idea del PCCh como expresión de la soberanía popular. Además, este capítulo examina la idea del poder popular en la Asamblea Nacional, criticando el funcionamiento de ese organismo y argumentando que el PCCh es un partido revolucionario desligado de la historia, con objetivos de “preservar el comunismo” en lugar de construirlo. Por lo tanto, el autor concluye, el principal objetivo del partido es “resistir el cambio”, argumentando que el PCCh es en realidad una “fuerza conservadora” más que revolucionaria. Para el autor el problema es, de este modo, el leninismo, y no necesariamente el marxismo. El PCCh bajo el liderazgo de Raúl Castro, según el autor, eligió la reforma política en lugar de las reformas económicas. Los otros capítulos de la segunda parte siguen preguntas similares relacionadas con las reformas a través de perspectivas comparativas. El Capítulo 7 explora la transición y su relación con la democracia, partiendo de la premisa (problemática en si misma) de que “Cuba tiene una experiencia democrática limitada”, evidenciando una falta de voluntad para pensar la democracia desde perspectivas distintas a la liberal, y mostrando un enfoque tecnocrático para entender las ideas cubanas sobre la democracia. El autor destaca las “perspectivas negativas para Cuba”, argumentando de manera poco convincente y sin ninguna evidencia, que “la riqueza y las credenciales democráticas de la comunidad de exiliados cubanos en los Estados Unidos” son la única esperanza para la democracia cubana. El Capítulo 8, igualmente, explora la protección social cubana, argumentando que el “sistema cubano no tiene sostenibilidad financiera”, sugiriendo un sistema mixto para el futuro de Cuba. El capítulo 9 es un enfoque comparativo de América Latina que analiza la protección social y destaca la importancia política de los estados de bienestar. Este capítulo señala que el envejecimiento de la población cubana y el sector informal de la economía que afectan las bases fiscales de la protección social, deparan un futuro incierto para el sistema cubano. El Capítulo 10, por su parte, se centra más en Europa del Este que en Cuba, argumentando que existe una “fatiga democrática” en algunos de los antiguos países comunistas, con “un nivel muy bajo de satisfacción con la democracia”. Por lo tanto, el autor argumenta que hay un “declive de la democracia en los estados poscomunistas”. En el caso de Cuba, el autor afirma que el régimen podría convertirse en un gobierno parlamentario como resultado de una transición a la democracia liberal. La tercera parte del libro, “Ciudadanos y Sociedad”, ofrece algunos de los enfoques más interesantes provenientes de los estudios culturales y la literatura latinoamericana. El capítulo 11 analiza el “contrato racial” en Cuba, explorando la relación entre biopolítica y socialismo. El autor destaca la persistencia del racismo bajo el socialismo. El capítulo ofrece una crítica al universalismo y las fantasías totalizadoras en Cuba, abordando el papel de la “unidad nacional” en la persistencia de los estereotipos racistas y la desigualdad racial en la isla. El capítulo 12 aborda la violencia doméstica y la incapacidad del Estado para enfrentar el tema. El Capítulo 13, por otro lado, examina el papel del arte y el activismo en la esfera pública a través del interesante concepto de “artivismo”. Aunque este es uno de los capítulos más interesantes, el autor no elabora ninguno de los temas que se presentan al comienzo. En cambio, el autor se limita a repetir lo que dicen las fuentes, sin profundizar en el análisis. Como consecuencia, el capítulo carece de profundidad teórica y analítica. El libro termina con una conclusión escrita por los editores destacando la necesidad de un cambio en el sistema económico cubano, remarcando que la democracia no es inevitable y señalando el poder del “legado revolucionario” en el contexto cubano. La conclusión reitera el futuro impredecible y advierte sobre el rol de las emociones, valores, actitudes, y habilidades políticas en el futuro del país. Así, el libro ofrece una variedad de enfoques y temas, con algunos capítulos que muestran sesgos en contra del proyecto revolucionario, como los capítulos 4 y 7, probablemente los capítulos más débiles del libro, ya que ofrecen un análisis pobre, sin ninguna sensibilidad histórica. Otros capítulos, el 10 y el 12 por ejemplo, demuestran un análisis más reflexivo de la realidad cubana. Sin duda, los capítulos 5, 6, 11, escritos por Martin Dimitrov, Larry Catá Backer y Alan West-Durán respectivamente, son lo mejor que ofrece el libro, desarrollando sólidos análisis en perspectivas comparadas y contribuyendo al debate sobre el futuro de la isla. Así, el libro se presenta como una texto pertinente y provocador, con múltiples perspectivas para comprender Cuba y pensar su futuro. Con algunos capítulos más convincentes que otros, pero con cada uno de ellos motivando (directa o indirectamente) la reflexión crítica sobre los posibles escenarios venideros. Leia Mais

Necromáquina. Cuando morir no es suficiente | Rossana Reguillo

Un día del mes de noviembre del 2011 “apareció” el cuerpo desmembrado de una periodista. Su cabeza estaba colocada en una maceta, formando parte de una instalación macabra que incluía un teclado de ordenador, el mouse, unos altavoces y en su cabeza, como una diadema, habían colocado unos audífonos. El mensaje era claro: esto es lo que le pasa a quién informa sobre el crimen organizado en México. Este escabroso hallazgo, se sumó a incontables otros. Tan solo ese 2011, a lo largo de la geografía mexicana, se encontraron varias “narco-fosas” en diversos estados del país; se arrojaron 35 cuerpos desmembrados en las calles de Boca del Río, Veracruz; 50 personas fueron calcinadas en el “narco-incendio” del Casino Royale de Monterrey; otros dos cuerpos aparecieron colgando de un puente en Nuevo Laredo, Tamaulipas…. Todos estos son ejemplos de lo que la antropóloga mexicana Rossana Reguillo llama “violencia expresiva”, idea central para entender el funcionamiento de lo que llama la “Necromáquina”, concepto inspirado en el de “necropolítica” del post-foucaultiano Achille Mbembe (2011) y nombre con el que titula este libro, que nada más publicarse ha tenido una cierta repercusión en los círculos intelectuales mexicanos. La investigadora tapatía [natural de Guadalajara] traza una línea entre las violencias “expresivas” y las “utilitarias”. Las primeras se caracterizan por codificar “la exhibición de un poder total e incuestionable” (Reguillo 2021: 59) frente a la violencia utilitaria que es “aprehensible para la experiencia” (Ibidem), en tanto se busca la obtención directa de una ganancia a través del ejercicio de la misma (robo, secuestro, intimidación, etc.). La violencia utilitaria (dividida a su vez en violencia “estructural” e “histórica”) es distinta de la expresiva (igualmente de dos tipos: “disciplinante” y “difusa”), en tanto la primera provendría de las Instituciones, mientras la segunda sería la característica de la Necromáquina (o simplemente “la máquina”) cuya definición no es clara, pero entendemos que se trata de aquel conjunto de fuerzas que ejercen una violencia ilegítima, es decir, paraestatal o lo que en México se conoce genéricamente como “El Narco”. La máquina, en tanto “poderes paralelos al Estado” (Ibidem: 15) genera, a su vez una “paralegalidad” con códigos, normas y rituales propios que “ignoran olímpicamente a las instituciones” (ibidem: 34). No sabemos dónde comienzan, pero en este punto nodal, se materializan una serie de dificultades teóricas de esta obra, que amenazan, si tiramos del hilo, con llevarse consigo toda la madeja. Para Rossana Reguillo, el paradigma biopolítico no alcanza para explicar el “exceso” de maldad, con el que se expresa la violencia cotidiana en México, de ahí que considere que lo más adecuado sea hablar de “lo necropolítico”. Para nuestra autora, “la necromáquina” excede todo sentido lógico, de ahí esta asunción de que la violencia en México es irracional, estética, y de ahí su carácter eminentemente “expresivo” y a-lógico. La antropóloga, ante la excesividad semiótica de la violencia mexicana, se resiste a su explicación, haciendo de su obra un monumento al paroxismo intelectual. Tomando de manera literal el concepto schmittiano de “estado de excepción” (1931), para Reguillo, solo basta “una visita cotidiana por la prensa latinoamericana” para “desestabilizar la idea de “excepcionalidad”” (2021: 33) en clara referencia al concepto que Giorgio Agamben (2003) retoma de la obra de Carl Schmitt. En este punto, da la impresión de que Reguillo toma el concepto “estado de excepción” en su más burda literalidad y lo entiende de manera contraria al sentido dado tanto por Schmitt como por Agamben. Para empezar, la revisión analítica que hace del concepto mismo se detiene en Giorgio Agamben, sin profundizar en su artífice Carl Schmitt (1922, 1931) mucho más cáustico en las consecuencias políticas que tiene el estado de excepción, en el marco de los Estados que se autodefinen como “democráticos”. Para Agamben, los sujetos son incluidos en el derecho civil a través de una ciudadanización [sujetos de derecho] que paradójicamente los excluye en tanto vidas desnudas [nuda vida]. Es decir, la nuda vida del sujeto pasa a ser una categoría del poder político que puede ser “reclamada” por el Estado como parte de sus atribuciones. Con el estado de excepción la administración eleva su poder para la constitución de un “dispositivo biopolítico de primer orden” (Costa y Costa, 2004: 07). El estado de excepción trascendería su estatus de técnica de gobierno excepcional para posicionarse como el paradigma constitutivo de un orden jurídico cuyo núcleo es esencialmente extra-jurídico (Agamben, 2003: 30-32). De esta manera, los estados modernos, en ese extraño ouroboros que es el estado de excepción pueden suspender las garantías democráticas con el objetivo de “salvar a la propia democracia” y por lo tanto, contienen en su ADN el germen del totalitarismo (Schmitt,1931). Agamben, releyendo a Carl Schmitt, llega a la conclusión de que “una democracia protegida” deja de ser automáticamente una democracia (2003: 46-47), abriendo paso al surgimiento de un oxymoron que podría llevar el nombre de totalitarismo democrático, ya que como lo explica sucintamente Rossiter: “Ningún sacrificio es demasiado grande para nuestra democracia, y menos que menos el sacrificio temporario de la propia democracia” (1948: 314). Es decir, que contrario a cómo piensa Reguillo, el estado de excepción no es “excepcional” sino constitutivo de los Estados modernos en tanto democracias totalitarias. Es a partir de una mala lectura de Agamben que a nuestra autora se le sobrevienen una serie de problemas conceptuales que impregnan esta obra. A pesar de toda una artillería teórica deleuziana, foucaultiana, benjaminiana… La Reguillo no deja de plegarse a ciertos lugares comunes incorrectos, incluso políticamente peligrosos, expresados en una serie de pares binarios desplegados: signo/materialidad, violencia expresiva/violencia utilitaria, paralegalidad/legalidad, Narco/Estado, Necropolítica/Biopolítica. No tengo espacio para tratarlos todos, me centro en uno, el que considero más lesivo. Se trata de la retórica dominante que explica el narcotráfico en México como producto de un “Estado Fallido”1 y del cual emanarían la paralegalidad, la violencia expresiva y en última instancia, la llamada “necromáquina”. Leia Mais

Under the Socialist Banner: Resolutions of the Second International 1889-1912 | Mike Taber

Mike Taber ha editado por primera vez en inglés las resoluciones adoptadas por los nueve congresos celebrados por la Internacional Socialista, también conocida como Segunda Internacional, entre 1889 y 1912. Esto implicó un trabajo de traducción considerable, ya que las actas oficiales de los congresos se publicaron en alemán (las nueve) y francés (seis de ellas), y solo un congreso tuvo sus actas publicadas en inglés (el congreso de Londres de 1896). Lamentablemente, ni las resoluciones han sido compiladas ni las actas de los congresos han sido editadas hasta ahora en español. Algunas resoluciones, o extractos de las mismas, aparecen en Amaro del Rosal (ed.), Los congresos obreros internacionales en el siglo XIX, México, D.F., Grijalbo, tomo I, pp. 361-432, y tomo II, pp. 11-78, en medio de dislates como el siguiente: “STALIN, EL HOMBRE EXCEPCIONAL QUE, a partir de la muerte de Lenin (1924), adquiere el título indiscutible de continuador genial de las teorías de Marx-Engels-Lenin, aparece en el movimiento obrero en las postrimerías del siglo XIX.” (Amaro del Rosal, Los congresos obreros internacionales en el siglo XIX, tomo I: De la Joven Europa a la Segunda Internacional, México, D.F., Grijalbo, 1958, p. 429.) Además de proporcionar versiones en inglés de todas las resoluciones en orden cronológico, Taber las ha acompañado con un aparato crítico sumamente útil. Una introducción proporciona una perspectiva general de las características y las tendencias de desarrollo de la Segunda Internacional, de sus logros y fortalezas, así como de sus debilidades y contradicciones y, finalmente, de su legado y relevancia contemporánea. El aparato crítico también incluye breves introducciones a cada uno de los nueve congresos, exponiendo debates clave en cada uno de ellos, un epílogo sobre el colapso de la Segunda Internacional en 1914, un apéndice que incluye una serie de resoluciones no aprobadas, una lista completa de las ediciones de las actas del congreso en alemán y francés, de las que se tradujeron las resoluciones, notas detalladas y un glosario. Es difícil, desde la perspectiva de las sectas que pululan hoy en la izquierda bajo el pretencioso nombre de “partidos de vanguardia”, entender qué era la Segunda Internacional, a saber, un partido socialista de masas de la clase trabajadora: Camille Huysmans, el Secretario del Buró de la Internacional Socialista, calculó que en los años anteriores a 1914 la Segunda Internacional contaba entre diez y doce millones de miembros afiliados a sus secciones nacionales, con más de cincuenta millones de simpatizantes y votantes. (p. 5) La traición al internacionalismo por parte de la mayoría de sus líderes al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 ha dado lugar a una visión ex post facto desinformada de la Segunda Internacional como una organización oportunista, que ignora el hecho de que Friedrich Engels estuvo muy involucrado en la organización de su primer congreso celebrado en París en 1889. Las cartas de Engels sobre los planes, preparativos y consideraciones estratégicas en la organización del congreso de 1889 se pueden encontrar en el volumen 48 de los Collected Works de Marx y Engels (New York: International Publishers, 2001). Además, Engels consideró al Congreso de Bruselas de 1891 como “un brillante éxito para nosotros”, agregando que “tanto en cuestiones de principio como de táctica los marxistas han salido victoriosos en toda la línea” (p. 29). Engels también pronunció el discurso de clausura en el congreso de Zúrich de 1893. Cuando Lenin escribió en 1918 su folleto La revolución proletaria y el renegado Kautsky, quiso decir exactamente eso; a saber, que Kautsky había renegado de las promesas revolucionarias hechas no sólo en el programa del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) sino también en las resoluciones de la Segunda Internacional, algunas de las cuales el propio Lenin había ayudado a redactar. Leia Mais

A Political Biography of Arkadij Maslow/1891-1941: Dissident Against His Will | Mario Kessler

Esta biografía erudita y bien escrita puede ser leída como un libro independiente o bien como un volumen complementario de la biografía que Mario Kessler escribió sobre la compañera de toda la vida de Maslow, Ruth Fischer: Ein Leben mit und gegen Kommunisten (1895-1961), Köln, Bohlau Verlag , 2013, 759 pp. Ambos libros son el resultado de muchos años de investigación sobre la historia temprana del Partido Comunista de Alemania (KPD), particularmente del ala ultraizquierdista liderada por Fischer y Maslow, que también incluía a destacadas figuras intelectuales y políticas como Arthur Rosenberg, Werner Scholem, Karl Korsch, Hugo Urbahns y Josef Winternitz. Tanto Arkadij Maslow como Ruth Fischer pertenecieron a una generación que despertó a la vida política en medio de la carnicería de la Primera Guerra Mundial, del colapso de la Segunda Internacional y sus secciones nacionales (en primer lugar, del Partido Socialdemócrata de Alemania, SPD) y de la salida a la recaída en la barbarie que ofrecía la revolución bolchevique de 1917. Es decir, ninguno de ellos tenía raíces en las tradiciones de la Segunda Internacional como Rosa Luxemburg, Paul Levi, o Lenin y Trotsky, y por lo tanto fueron incapaces de comprender lo que Lenin quiso decir cuando escribió que Karl Kautsky (su principal teórico) era un renegado: a saber, que él, y la burocracia del partido y de los sindicatos de la que se había convertido en portavoz, habían traicionado el legado de la Segunda Internacional y del SPD. El proyecto político de Maslow y Fischer, junto con el resto de la ultraizquierda, fue, pues, tirar al bebé con el agua de la bañadera: incapaces de separar el trigo marxista de la paja parlamentaria, se embarcaron en una cruzada unilateral contra la socialdemocracia que ayudó a allanar el camino para el surgimiento del estalinismo, así como para su propia eliminación por parte de Stalin y de su secuaz Ernst Thälmann. Arkadij Maslow fue el nombre de partido de Isaak Yefimovich Chemerinsky. Nacido en 1891 en Yelisavetgrad, Ucrania (entonces parte del imperio ruso), en 1889 se mudó con su familia a Alemania, donde el talentoso Isaak estudió música. De joven fue concertista de piano en Europa, Japón y América Latina. A los veintitrés años, sin embargo, abandonó su carrera como músico y se matriculó en matemáticas y física en la Universidad de Berlín en 1914, donde estudió con figuras excepcionales como Max Planck y Albert Einstein. Pero la guerra y la revolución radicalizaron a Chemerinsky, desviando su interés del arte y la ciencia a la política. Comenzó a trabajar ilegalmente para el SPD en 1916 y estableció contactos con la Liga Espartaco, especialmente con August Thalheimer, a principios de 1918. Se unió al Spartakusbund el 5 de diciembre de 1918, con el fin de agitar entre los prisioneros de guerra rusos, y también trabajó como traductor para el recién creado KPD, del cual fue miembro fundador y donde adoptó el nombre de partido Arkadij Maslow. Colaboró estrechamente con Max Levien, uno de los líderes de la República Soviética de Baviera que surgió a raíz de la revolución alemana de noviembre de 1918, y siguió siendo un amigo cercano hasta que Levien fue ejecutado en la Unión Soviética por orden de Stalin en 1937, en el marco de la Gran Purga. En 1919, Maslow conoció a su compañera de vida, la joven austriaca Elfriede Friedländer, quien se volvió famosa bajo el nombre de partido Ruth Fischer. La pareja nunca se casó, pero su relación duró hasta el asesinato de Maslow en 1941. Si Fischer fue la figura pública más conocida, Maslow fue el intelectual políglota de la pareja. Durante los años críticos de su actividad política, la atención pública se centró en Fischer, sobre todo porque, desde mayo de 1924 hasta julio de 1926, Maslow fue encarcelado por el estado alemán por cargos falsos. El libro de Kessler relata muchas anécdotas fascinantes, algunas no directamente relacionadas con la vida de Maslow. Por ejemplo, nos enteramos de “que el diario del SPD Vorwärts publicó un ‘poema’ de odio de Arthur Zickler el 13 de enero de 1919 que pedía el asesinato de Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y Karl Radek”, y que “En 1933 Zickler se unió al Partido Nazi” (p. 16, nota 27). Dado que la Bibliothek der Friedrich-Ebert-Stiftung ha digitalizado todos los ejemplares del Vorwärts desde 1891 hasta 1933, el “poema” en cuestión se puede leer en línea; se titula Das Leichenhaus: “La Morgue” (https://fes.imageware.de/fes/web). Leia Mais

Historia de la violencia en Colombia 1946-2020: una mirada territorial | Jerónimo Ríos Sierra

Hablar y estudiar la historia contemporánea de Colombia es sinónimo de introducirse en la historia de la violencia política y el conflicto armado que ha sacudido al país desde la década de 1960 hasta los últimos años. A pesar de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) en 2016, no son pocos los ejemplos que nos llevan a pensar que tanto la violencia como el conflicto en Colombia no han terminado. Por lo tanto, para conocer bien los motivos que hacen que esta situación se siga desarrollando con características similares y diferentes a las ya vividas, la aparición de obras como la que nos atañe en esta reseña resulta esencial. Leia Mais

La Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires. La reforma universitaria de la izquierda peronista/1973-1974 | Sergio Friedemann

La obra que presenta Sergio Friedemann es el producto de su investigación doctoral sobre la experiencia de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA) en el bienio 1973- 1974, pero al mismo tiempo incorpora elementos de sus investigaciones posteriores, basadas en una fuente privilegiada: la correspondencia de Perón en el exilio que el autor pudo consultar en su estancia en la Universidad de Stanford. Es por ello que el resultado es un libro que excede el análisis de la gestión universitaria, para inscribirse en la intersección de los estudios sobre la historia reciente -más específicamente, del peronismo- y la historia de la universidad, y es estructurado por el interrogante acerca de los actores que protagonizaron esta experiencia y sus iniciativas. Así, la hipótesis del autor consiste en que las políticas emprendidas en la UNPBA formaron parte de una reforma universitaria inconclusa, cuyos logros y límites solo pueden comprenderse al identificar rupturas y continuidades con experiencias que se venían gestando en años previos, y, a su vez, abordando la heterogeneidad del peronismo y sus disputas en el período. La reflexión sobre esta heterogeneidad desemboca en la denominación del sector que englobaba a los actores protagónicos de esta experiencia como “izquierda peronista”, que aparece definida como “una zona político intelectual de múltiples manifestaciones” en la que convivían organizaciones políticas y sociales, referentes culturales, publicaciones, y prácticas militantes, que tenían en común “la articulación en su seno de distintas versiones de la tradición marxista y la identidad peronista” (p.45). Los primeros capítulos se leen a partir de la reflexión sobre la conformación de este espacio diverso en el campo intelectual y universitario. Así, mientras existió la incorporación de ideas de izquierda por parte de sectores del movimiento peronista, el libro realiza un aporte novedoso a partir de la reflexión sobre la peronización, el acercamiento al peronismo durante la década del sesenta por parte de sectores medios y universitarios que, entre 1945 y 1955, habían nutrido las filas de la oposición. El hallazgo presentado es que no se trató de un movimiento lineal ni unilateral: a partir del relevamiento epistolar, encuentra que la incorporación de estos sectores constituyó también un proyecto de Perón y sus colaboradores, quienes, además, realizaron análisis contemporáneos sobre el fenómeno. De este modo, se habría constituido como un proceso dialógico que involucraba cambios en sectores medios, pero también un proyecto de la conducción peronista. Sin embargo, no todos los intelectuales que intervendrían en la UNPBA fueron sujetos de este fenómeno. Como ejemplo de ello es presentada la trayectoria de su primer rector, Rodolfo Puiggrós, que puede ser entendida como un antecedente de ese proceso. Una segunda dimensión privilegiada para el análisis de la conformación de este espacio es el tiempo. En el capítulo quinto se analiza el rol de las nuevas generaciones de peronistas, con la aparición en la UNPBA del 73 de debates que se habían originado en el Mayo Francés del 68: los “hijos” reivindicando la novedad y desautorizando a los mayores y sus instituciones. Sin embargo, se propone otro matiz al respecto, mostrando que este fenómeno convivía con la autorización de otras figuras rescatadas de “lo viejo”: “quienes habían luchado contra lo establecido, quienes habían sido marginalizados, excluidos: los militantes de ‘la resistencia’, el peronismo proscripto, los intelectuales sin lugar en las aulas” (p. 126). La indagación sobre vínculos generacionales novedosos se constituye como otro punto fuerte del texto, al repasar las experiencias de padres e hijos involucrados de maneras diversas en esta experiencia. Por otro lado, el autor encuentra que previamente existieron experiencias en las que se comenzaban a delinear políticas y enfoques del mundo universitario que encontrarían continuidad durante la UNPBA: el Consejo Tecnológico, las Cátedras Nacionales, la Asociación Gremial de Abogados, entre otras, son bautizadas como “experiencias configuradoras de institucionalidad” que, posteriormente, enriquecieron la gestión universitaria. Es así que la UNPBA es abordada en “dos tiempos”: como experiencia eminentemente de ruptura con el pasado en materia de gestión, pero cuyos actores protagónicos deben ser abordados a partir de procesos ubicados en “los márgenes” de ese mismo pasado. El motivo por el cual la universidad es otorgada a los sectores de la izquierda peronista dentro de la coalición oficialista aparece, por un lado, impulsado por la capacidad de bloqueo juvenil en este ámbito, pero también como parte de una táctica de atracción para los sectores medios. Es una constante del texto la evasión de las simplificaciones. Por ello, sobre el mote de “universidad montonera”, se insiste en evitar la sinécdoque: si bien esta organización tuvo un lugar relevante, en especial a partir de la inserción de la Juventud Universitaria Peronista, es presentada como una parte – importante- de un todo heterogéneo y más complejo. Son entonces la gestión y la institución de la “nueva universidad” las dimensiones presentadas prioritariamente a partir de la ruptura con el pasado y la idea de refundación. La intervención de la institución, la pérdida de su tradicional nombre, la idea de “inauguración” de una nueva universidad, la transformación del lenguaje administrativo y las modificaciones de todos los planes de estudios son cambios abruptos producidos en pocos meses que se identifican como ejemplos de un “quiebre” con el pasado. De hecho, el autor encuentra que un elemento de ruptura fundamental, como el hincapié en la masividad a través del ingreso irrestricto y la eliminación a los límites de la gratuidad, generó tensiones respecto de su sostenibilidad en el tiempo. En cambio, en el sentido de la formación y las formas de vinculación de la universidad con la sociedad, el texto presenta continuidades claras con las propuestas de las experiencias configuradoras, que en el período previo se habían mantenido en los márgenes. En esa línea se inscriben los proyectos de investigación ligados inextricablemente con la producción; y la monumental escala de las políticas universitarias que apuntaban a la relación con el “exterior” de la misma, sobre la que se afirma que alcanzó niveles que desbordaban la idea misma de “extensión”. Friedemann sostiene que la idea rectora era que la educación superior debía estar orientada a la resolución de problemas nacionales y la satisfacción de necesidades populares, diferenciándose de la idea de “universidad isla” y un cientificismo extremo. Su materialización institucional fue la creación de nuevos institutos y organismos externos que reflejaban esas preocupaciones. El texto vuelve al análisis de la política nacional mediante el relato del proceso de sanción de la “Ley Taiana”, reguladora de la educación superior que recogía algunas de las propuestas de la izquierda peronista, y cuya aprobación por unanimidad en el Senado reflejó los consensos que suscitaba. De hecho, el límite a esta experiencia provino desde el propio peronismo, reflejando una vez más su heterogeneidad. Al igual que en el Poder Ejecutivo Nacional, el cargo de rector vio pasar diversos nombres en el período, pero el libro propone un recorte para la universidad de la izquierda peronista que se inicia con la asunción de Cámpora y Puiggrós en mayo de 1973, y se cierra en septiembre de 1974 con la designación de un peronista de otro tenor: el fascista confeso Alberto Ottalagano, que inicia una etapa calificada en el texto como de “contrarreforma” y “restauración” en la que se desandaron la mayoría de los cambios recientes en la universidad. En este recorrido, el autor deja abiertos posibles temas que, a futuro, merecen ser profundizados, como el rol de actores disidentes en la universidad por fuera del peronismo , y las experiencias particulares de las facultades, cuyas autoridades y disputas políticas son abordadas, pero resta continuar las indagaciones sobre la gestión académica interna de cada una de ellas. En definitiva, el libro recorre acabadamente los senderos que transitó la breve UNPBA, pero al mismo tiempo logra trascenderlos. De ese modo, podemos concluir que la experiencia de esta universidad funciona como un elemento estructurante para un libro que, en verdad, se sumerge en temas más amplios y reclama un lugar en la biblioteca sobre la compleja relación entre el campo intelectual y el movimiento peronista, y respecto de las tensiones y transformaciones en los últimos años de la década de 1960 y los primeros de la de 1970 al interior del peronismo. Leia Mais

Elementos de una transición integral e incluyente en Venezuela: una visión desde lo local | Instituto para las Transiciones Integrales

Al tratar de comprender la aguda crisis sistémica en Venezuela, los investigadores se encuentran con el problema de la información insuficiente y con la ausencia del enfoque objetivo sobre los procesos sociales en este contradictorio país. En este sentido, el libro que es el fruto del esfuerzo del Grupo de Experto para Venezuela del Instituto de Transiciones Integrales (IFIT, por sus siglas en inglés) constituye una valiosa fuente de conocimiento y es un acontecimiento científico de gran envergadura, ya que los autores han proporcionado claves para transitar hacia la paz, la convivencia y la reconstrucción nacional. Al mismo tiempo, el problema de la “transición democrática” parece la idea más controvertida del trabajo. Caracterizando el régimen de Nicolás Maduro como autocrático, los investigadores inevitablemente ceden terreno para sus críticos que puedan acusarlos de falta de imparcialidad e incluso de predisposición. No es casual que los expertos a todo costo se esfuerzan por mantener a medida de lo posible la rigurosidad académica de la narrativa y de las conclusiones. Leia Mais

Friedrich Engels and the Dialectics of Nature | Kaan Kangal

En su libro Anti-Dühring, Engels argumentó que, con Hegel, la filosofía había llegado a su fin, y que, para la filosofía, que había sido expulsada de la naturaleza y de la historia por las ciencias naturales y sociales, “sólo queda el reino del pensamiento puro, en lo que aún queda en pie de él: la teoría de las leyes del mismo proceso de pensar, la lógica y la dialéctica”. Engels enumeró tres “leyes de la dialéctica” en Dialéctica de la naturaleza: (1) “La ley de la transformación de la cantidad en calidad y viceversa”, (2) “La ley de la interpenetración de los opuestos” y (3) “La ley de la negación de la negación” (Friedrich Engels, Dialéctica de la naturaleza, ed. Grijalbo, 1961, p. 41, citado en Kangal, p. 168). Esto puede parecer un poco intimidante, pero en realidad las ideas básicas de la dialéctica no son difíciles de comprender. Leia Mais

Poesía popular minera en el periódico El siglo (1952-1958) | Héctor Uribe

El trabajo del profesor e investigador Héctor Uribe, Poesía popular minera en el periódico El siglo (1952-1958,) compila 115 poemas o “versos” escritos en décimas y cuartetas, publicados originalmente en el diario El Siglo durante la década de 1950; cada uno de estos textos recrea la historia de los mineros de la llamada “zona del carbón” en la región del Bío Bío. Localidades como Coronel, Lota y Curanilahue se fijan como escenarios de historias personales y colectivas que remiten a la lucha por la sobrevivencia y por derechos básicos como salud, salarios justos y dignidad. El texto no solo consiste en los poemas antologados, sino que también incluye una acuciosa investigación sobre la poética minera y sobre la sección de la Lira Popular incluida en el periódico El Siglo. Me parece un trabajo valioso que otorga una contextualización teórico-musical, histórica, cultural y poética al material seleccionado. Poesía popular minera en el periódico El siglo (1952-1958) nos conduce a una realidad concreta en el espacio y el tiempo, el Chile de la primera mitad del siglo XX, en el marco de la cual resaltan tres grandes aspectos: el primero es la historia de La Lira Popular, y con ello, la memoria de la poesía popular chilena: su tradición, su métrica, sus temas, sus propósitos; el segundo, es la trayectoria de la izquierda política en Chile, de sus medios de difusión de ideas y de su vinculación con La Lira Popular; y el tercero, consiste en la reunión de las historias tanto personales como colectivas de mineros y de campesinos: anécdotas, rutinas y tragedias. Estos tres aspectos se entretejen en las décimas recopiladas. En cuanto al primer aspecto, se debe señalar que en sus orígenes a fines del siglo XIX, la Lira Popular se presentaba como pliegos sueltos; a diferencia de ello, los textos compilados por Uribe corresponden a poemas de la Lira que originalmente fueron publicados en un soporte mayor, El Siglo, periódico de izquierda vinculado al Partido Comunista de Chile, en el que las clases populares encontraron información, pero también ideas que cuestionaban el orden establecido. En su estudio preliminar, Uribe documenta el anhelo de los poetas populares por ser publicados en este periódico, pues percibían que los propósitos de la Lira y de El Siglo coincidían: denunciar injusticias, llamar a la lucha por los derechos del ser humano, organizar al pueblo e informar sin censura. De este modo, nos acercamos al segundo aspecto de los mencionados, esto es, la historia de la izquierda y su relación con la Lira Popular. Para los poetas antologados, El Siglo constituía el periódico que realmente publicaba la situación del país, como se puede apreciar en algunas décimas: “Con infinita emoción / te felicito y saludo, /por ser del pueblo su escudo, / y valiente defensor; / No te soborna el bribón/ que a Chile vende y parcela, / ni pudo el traidor Videla / tu recta línea torcer, / tu pueblo sabe querer / a quien por él se desvela.” (Uribe, 2020, p.193). Esta es la primera estrofa del poema o “verso” titulado “A El Siglo”, del poeta popular Victaliano Nova, en la que se aprecian los atributos del diario para los poetas populares: era un medio que defendía al pueblo, que no aceptaba sobornos, y que sufrió el cese de sus publicaciones debido a la llamada Ley de Defensa de la Democracia” (1948) del gobierno de Gabriel González Videla, que los sectores populares denominaban “Ley maldita”, pero que el diario consiguió eludir durante un periodo al desvincular la publicación del Partido Comunista. Las décimas de esta antología testimonian las ideas de izquierda y el desarrollo de la organización popular; se elogia a figuras como Luis Emilio Recabarren y Pablo Neruda; se celebra la formación de la Central Única de Trabajadores y se homenajea a sus dirigentes; se poetiza el proceso y consecuencias de las huelgas; se erige como un modelo a seguir a la Unión Soviética. Es por ello que la lectura de estas páginas nos introduce en un recorrido por la historia de Chile, en el que se ponen de relieve diversos acontecimientos no siempre circunscritos a la zona del carbón; algunos textos remiten a la crisis de las salitreras en el norte de Chile y a las matanzas de obreros; también se lamenta un incendio en el Zanjón de la Aguada. Es así como los poetas de La Lira Popular servían al pueblo, a sus sufrimientos y sus luchas, por lo que no es de extrañar que campesinos, mineros e indígenas aparezcan hermanados por un mismo clamor de justicia, aunque pertenezcan a regiones de Chile disímiles entre sí; el imaginario poético de estos versos nos presenta un mundo dividido entre opresores y oprimidos: la oligarquía chilena, los patrones y los inversionistas extranjeros, por un lado, y los trabajadores, sus mujeres e hijos por el otro. A mi juicio, uno de los efectos más significativos de las publicaciones de la Lira en El Siglo fue el establecimiento de vínculos entre los poetas, lo que tuvo como consecuencia la conformación de la Sociedad de Poetas y Cantores Populares de Chile, la primera de su tipo en el continente; gracias a esta agrupación se materializaron diversos proyectos relacionados con la poesía popular: recopilaciones, difusión del arte popular chileno y escuelas de canto a lo poeta. En otras palabras, la historia de Chile poetizada en estos versos, permitió el desarrollo de la poesía popular y la organización de un gremio de estos poetas, hito que fue testimoniado en décimas; por ejemplo, en el texto “Un llamado a los poetas y cantores populares”, el poeta de Coronel Juan Segundo Placencia insta a integrar la sociedad: “Yo invito a cualquier obrero / que tenga una cualidad / que escriba aquí en esta Lira / y venga a la Sociedad. / Aquí en la zona minera / hay puetas muy distanciados / vengan todos hacia mí / y serán organizados. / En la unión de los cantores / le abrimos la puerta a todos / si alguno la hierra un poco / lo arreglamos de algún modo. / Viejos, jóvenes y niñas / que tengan uso ‘e razón / yo invito a todo chileno / venga a nuestra asociación.” (Uribe, 2020, p.197). Ajenos al estereotipo del poeta solitario y encerrado en una torre, los poetas populares celebran la idea de comunidad; sin egoísmo ni discriminaciones llaman a compartir el proceso creativo, a enseñarse y corregirse unos con otros. Este plan de armar comunidad es congruente con la ideología de izquierda de la época y con la necesidad que ellos percibían de agruparse en sindicatos y de apoyar a la CUT para luchar contra las injusticias. Es así como percibo en estos y otros textos de la antología, que, para sus integrantes, la Sociedad de poetas populares es un bastión de lucha, al igual que las agrupaciones políticas y sociales. Difundir, retener en la memoria y seguir creando, equivalía a acompañar y apoyar al pueblo en sus justas reivindicaciones. El tercer y último aspecto de los anunciados al inicio, constituye para mí el verdadero corazón de estos textos de la Lira popular; me refiero a las historias de los trabajadores, en especial, de los mineros. Las décimas poetizan la vida del minero en sus aspectos cotidianos, integrando sus sueños y esperanzas. Los versos se detienen en el sufrimiento, evidenciado en el cuerpo del trabajador. En la décima llamada “Todos los chilenos quieren a los mineros del carbón”, el poeta campesino Raimundo Navarro, enuncia: “Han pasado muchos casos / por descuido que se advierte / muchos hallaron la muerte / otros perdieron los brazos; / quedaron hechos pedazos / el corazón sin latir / después de tanto sufrir / explotaciones y males / de chico en los minerales / trabajan hasta morir.” (Uribe, 2020, p. 113). Los versos discurren sobre el riegoso trabajo desde la infancia que se prolongaba hasta la muerte; los cuerpos de los trabajadores son susceptibles de salir destrozados o inertes en cualquier momento. En otra décima llamada “Canto a los mineros del carbón”, Victaliano Nova poetiza: “Recuerdo horrorizao / cuando bajo de un planchón, / lo mismo que un vil ratón, / quedó un minero aplastao; / completamente tapao / con el tremendo toscón, / conteniendo su dolor, / —no miento y aquí repito— / que pedía a todo grito/ que lo mataran mejor.” (Uribe, 2020, p.148). Si bien en los poemas las piedras y minerales maltratan el cuerpo del minero, no logran doblegar su espíritu; el hablante de este texto recién citado ha descrito anteriormente al minero accidentado como “esforzado” y “fuerte como una roca”. Mineros y rocas fusionan sus características, en tanto la dureza y oscuridad del entorno que rodea al trabajador se traspasan al color de su piel y a su capacidad de resistir los sinsabores de su labor. Además del peligroso trabajo, la vida del minero poetizada en las décimas contempla la lucha social, y en esta área de su vida adquieren relevancia las familias; por ejemplo, un poeta de Curanilahue recuerda un episodio de una huelga, en que las mujeres de los trabajadores detienen un tren en señal de protesta; de esta manera, los poetas populares celebran la unidad de los trabajadores y sus familias, descubriendo heroísmo y valentía en estas acciones de lucha, sobre todo porque muchas veces, quienes participan de las movilizaciones sociales, son viudas o huérfanos, debido a accidentes ocurridos en las minas. A pesar de todos los dolores que se encierran en estos poemas, no calificaría estos versos como trágicos o lúgubres, porque ante todo los motiva la esperanza de revertir la situación de precariedad en que se encuentran los trabajadores y sus familias: aun cuando son motivos centrales el hambre, los elevados precios de la mercadería, los bajos salarios, los peligros en los medios de transporte del pueblo -la micro y el ferrocarril- junto con ello se testimonian los triunfos de las huelgas, como la celebración de la reducción del extenuante horario laboral a ocho horas diarias, aunque luego se constata que las ocho horas son muchas para el esfuerzo que implica la extracción del carbón. Con todo, el trabajador minero no se victimiza, pues para estos poetas, es valiente y aguerrido; al respecto, uno de los versos lo describe “con su traje de cordero, pero es un león indomable”; tampoco carece de entretenimiento y humor; numerosas décimas poetizan alegres farras, los chistes, los brindis, celebraciones de bautizos, la afición por el fútbol, el deseo de aventuras y viajes, la sabiduría popular contenida en el conocimiento de las hierbas medicinales, las tradiciones, la galantería con las mujeres, peticiones de matrimonio, o la afirmación de su soltería y su deseo de conquista de varias damas. Es así como en estas décimas, los poetas descubren, a través de los ojos del minero, sus dolores, pero también la belleza de la vida y del entorno del trabajador. Para ilustrar esta última idea, cito unas décimas de Jorge Obrero del Carbón, uno de los autores con más presencia en la antología: “Curiosos de este lugar / me han pedido algunos datos / con todos estos aparatos / pa la Lira Popular / sin hacerme yo el rogar / lo escribí de esta manera: / aunque parezcan leseras / son cosas de producción / que hey mirado en el carbón / desde l’otra primavera. / Aquí en Maule y Coronel, / los Rojas y el Corcovado / se produce el trite ahumado / mangarrial con torrantel; / cholgas y pibre a granel / también congrio y pescá seca / bailes corridos y cuecas / con paseos en la playa / y otras cosas hasta malaya / canastos, charras y decas. / Cerro Obligado y Puchoco / producen cabras tan lindas / que al mirarlas como guindas / es capaz volverse loco / no dirán que me equivoco / de estos barrios y poblaciones /hay que ver las producciones / hasta en la población Berta / que si no hay cerdo, ave o huerta / hay lombriz y camarones. / Todo el barrio en Villa Mora / la Colonia y Villa Alegre / se ven cosas na muy chegres / que entretienen sin demora / como las bellas cantoras / que en sus cantos 50, agosto 2021: 1-4 dicen sí / con todo lo que hay aquí / ya estarán bien informados; / como hay chutes bien chantados / hay picantes como ají.” (Uribe, 2020, p.151). Como se puede comprender, no solamente está contenida la alegría de los barrios en estas décimas, sino también el humor del cantor popular, que en medio de la precariedad, descubre la belleza de las mujeres, el canto, y la alegría, aunque no siempre se pueda comer cerdo, ave o huerta. Leia Mais

Pandemia. COVID-19 e a reinvenção do comunismo | Slavoj Žižek

Nascido em 1949 em Liubliana na Eslovênia, Slavoj Žižek, é filósofo e psicanalista. Sua produção intelectual tem sido influenciada principalmente por obras de Karl Mark e Jacques Lacan, e pautada em crítica e reflexões originais sobre diversas áreas do conhecimento, com destaque para a cultura e política da pós-modernidade. Atua como professor da European Graduate School e do Instituto de Sociologia da Universidade de Luibliana, bem como presidente da Sociedade de Psicanálise Teórica, de Liubliana. É diretor de relações internacionais do Instituto de Humanidades da Universidade Birkbeck, de Londres, Inglaterra. Autor de diversas obras com os títulos Bem-vindo ao deserto do Real! (2003), Às portas da revolução: escritos de Lênin de 1917 (2005), e O sujeito incômodo (2016). A obra objeto desta resenha constitui uma congregação de ensaios relacionados a pandemia da COVID-19, organizado em treze capítulos, o autor inicia seu texto com críticas a exposição que se fez sobre o surgimento do perigo, na época eminente, do novo Coronavirus, em comparação com outras epidemias anteriores. O autor faz alusão a última grande pandemia de influenza, a gripe espanhola, que entre 1918-1920 atingiu mais de 50 milhões de vítimas. Destaca, ainda, que na contemporaneidade a influenza ainda se faz presente e tem ceifado milhares de vidas todos os anos. Com essa breve contextualização do problema, o autor nos remete ao que ele considera a raiz da questão, que é a conectividade do nosso mundo, “quanto mais nosso mundo estiver conectado, mais um desastre local pode deflagrar um pavor global e, eventualmente, uma catástrofe” (Žižek, 2020, p. 13). Neste ponto o autor critica as medidas de isolamento e quarentena, que nos remetem a ideia de comunismo, ressaltando a importância de uma resposta global com ações coordenadas. Ainda nos capítulos iniciais, o autor destaca que em se tratando de uma pandemia, será necessário que os governos tomem medidas fortes que em muito se parecem ideias comunistas, como controlar a produção e a distribuição principalmente de alimentos, para evitar desabastecimento e consequentemente fome. Neste ponto, tendo em vista que esse ensaio foi escrito no começo da pandemia, observa-se que alguns países como Itália, França, Espanha, Inglaterra, China, Estados Unidos, dentre outros, já estão adotando plenamente esses esforços de controle, fugindo assim da lógica do capital. Verifica-se que se não houver esforço coletivo de cooperação e colaboração dos governos em combater os efeitos socioeconômicos da pandemia da COVID-19, deixando de lado a lógica exploratória e brutal do capital para pensar nas pessoas, em termos de sobrevivência, o mundo como o conhecemos necessitará ser reinventado devido a ampliação da desigualdade, pobreza e conflitos. Isto remete reflexões sobre um novo modelo socioeconômico para substituir o capitalismo, que desde a algum tempo já vem demonstrando ser insustentável, como tem reiterado as sucessivas crises econômicas que expõe a fragilidade do sistema capitalista. Neste sentido, retomando o título do livro desta resenha, constata-se que a proposta de reinvenção do comunismo, é a tentativa do autor em provocar reflexões sobre o futuro do capitalismo, congregando novos fatos e evidências a partir da eminência da COVID-19. Um desses fatos abordados na obra de Žižek são suas explicações acerca da reação das pessoas frente a pandemia. Para tanto, o autor busca na psicologia uma associação oportuna a partir do livro “Sobre a morte e o morrer”, publicado em 2008, de autoria da psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, que propõe cinco estágios de reação quando as pessoas são diagnosticadas com uma doença terminal, que são eles: negação, raiva, negociação, depressão e aceitação. Ao relacionar a abordagem de Kübler-Ross (2008) com a pandemia, Žižek (2020, p. 24-27) discute esses cinco estágios destacando slogans que disseminados nas mídias e redes sociais como sobre a negação: “Não há nada grave ocorrendo, há apenas alguns indivíduos irresponsáveis disseminando pânico”; raiva: “Os culpados são os chineses sujos ou a ineficiência do Estado em lidar com esse tipo de crise”; negociação: “Ok, há algumas vítimas, mas a situação é menos grave que a SARS e ainda podemos limitar o estrago”; depressão: “Não nos enganemos mais, estamos todos perdidos” e, por ultimo a aceitação: “Ok, as pessoas vão continuar morrendo, mas a vida vai seguir, talvez haja alguns efeitos colaterais positivos”. O autor também destaca que a pandemia pode suscitar um vírus ideológico que nos motive a pensar além de Estado-nação e nos leve a refletir sobre novas formas de cooperação e solidariedade globais. Destaca ainda que, assim como a catástrofe de Chernobil na Rússia em 1986, que deflagrou o fim do comunismo soviético, especula-se que o coronavírus possa fragilizar ou até mesmo provocar ações para mudanças no governo comunista na China. Todavia, o autor admite que a COVID-19 pode nos estimular a reinventar o comunismo com base na confiança no povo e na ciência, mesmo com o negacionismo e a banalização desses temas por governantes nacionais de alguns países como o Brasil. A partir da narrativa de Fredric Jameson, conceituado crítico literário e teórico marxista, o autor fala do enredo utópico apresentado em filmes de catástrofes, onde uma ameaça como um asteroide ou uma pandemia põe em risco a vida (Žižek, 2020). Frente a isso, a humanidade é capaz de ensejar uma nova solidariedade global, colocando as diferenças em segundo plano e se unindo por uma causa comum, a busca de uma solução. O autor pondera que já estamos vivenciando um acontecimento como esses retratados nos filmes, mas que ainda estamos muito aquém de uma união global para uma solução solidária. O autor destaca que ainda precisamos repensar nossas prioridades, além da ameaça viral, vivenciamos outras catástrofes ou crises paralelas como as de natureza climática: seca, ondas de calor, tempestades massivas etc. Além disso, segundo o autor, há inúmeras notícias nas mídias de massa que se preocupam mais com o mercado e os efeitos da pandemia na economia do que em relação a outras questões, considerando as centenas de milhares de pessoas que já morreram e que ainda irão morrer. Nesse sentido, o autor menciona ser necessário repensar a economia para que as pessoas não se tornem extremamente dependentes do mercado da conectividade, como algum tipo de organização global capaz de controlar e regular a economia. Eis um dos ápices do livro de Žižek onde sustenta a noção de reinvenção do comunismo. Com base nos escritos de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, escritos da juventude, para descrever a atual situação, o autor destaca que, o que aprendemos com a história é que não aprendemos nada com a história (Žižek, 2020). Aplicando a atual situação, o autor, destaca que a epidemia não nos deixará mais sábios, mas sim confrontará os fundamentos de nossas vidas, causando dor, sofrimento e caos econômico possivelmente pior que a Grande Recessão de 1929 ou ainda em relação a outras pandemias. Žižek sustenta que não existe um retorno ao normal da vida cotidiana pré pandemia, mas sim que o novo ‘normal’ deverá ser construído sobre o que sobrar ou se mantiver de nossas antigas vidas antes da pandemia, evidenciando a necessidade de se repensar tudo. Nesse aspecto o autor propõe que a pandemia COVID-19 poderia revitalizar o comunismo, pois, segundo o autor, nesses momentos de pânico é necessário uma abordagem mais centralizada e articulada, como a adotada pelo Estado chinês, como seu regime comunista. O autor menciona que o uso do termo ‘comunismo’ ou reinvenção do comunismo em sua obra está associada a necessidade de resposta globais coordenadas a ameaça da atual pandemia. Destaca que, os governos precisam se unir, como se estivessem em guerra, neste caso, não contra uma nação inimiga, mas sim contra um inimigo comum e invisível: a COVID-19. Contudo, a maior preocupação do autor indicada na obra é a possibilidade da aplicação de medidas de sobrevivência orientadas pelos governos e com respaldo de especialistas. O autor destaca que isso não está longe de acontecer e pondera que se pode observar no tom dos pronunciamentos e discursos das autoridades a proposição de novos hábitos e rotinas de convivência com a pandemia. Ressalta-se que de forma subliminar estamos sendo convencidos a aceitação da lógica da sobrevivência. Isso implicaria em deixar de lado os cuidados com os fracos ou idosos e que sobreviva o mais apto. Ainda nesse contexto, o autor critica a atitude de alguns governantes, sobretudo o de Donald Trump que buscou reservar doses de vacinas, ainda em testes e experimentação, exclusivamente para os Estados Unidos. O autor argumenta que no contexto de pandemia, os governos se veem diante de escolhas radicais, em alguns casos pode haver conflitos e lutas pelo poder, em outros o incentivo é para proteger a economia a todo custo. Assim, o autor destaca que é necessário que se reflita acerca das ações dos governantes e da própria forma de agir do Estado. Como conclusão o autor pondera que se deve repensar a forma de se pensar política, de se pensar o Estado, de se pensar em nações, pondera a necessidade de solidariedade global. Destaca que, além do coronavírus, outras questões precisam de atenção, são ameaças eminente como as questões ambientais e assim por diante. Que se aproveite esse momento para se por em discussão questões pertinentes que se façam ajustes necessários não só para se conter o coronavírus, mas para a própria sobrevivência humana. Ao analisar a obra como um todo, observou-se mudança de posicionamentos do próprio autor no decorrer de seus escritos. Como se trata de ensaios escrito no início da pandemia do novo coronavírus, inicialmente o autor adota uma postura muito mais cética em relação a COVID-19 e se de fato seria uma ameaça real ou se tratava mais de uma paranoia exagerada pela mídia e pelos governos, o que fica bem evidente nos capítulos iniciais onde, critica duramente as ações tomadas por governantes quanto aos decretos de limitação de circulação das pessoas. No entanto, à medida que os capítulos avançam, o que corresponde ao próprio avanço da pandemia, nota-se uma mudança de postura quanto a pandemia e seus efeitos, bem como com as medidas tomadas para se conter o avanço do vírus. Tal comportamento explicitado pelos ensaios do autor, indica um pouco do que as pessoas sentiram e ainda sentem, mas que estão aprendendo e revendo, durante a pandemia, que ainda perdura. Em suma, é possível que todos que lerem a obra de Žižek, se identifiquem com algo tratado por este autor. Quanto a questão central da obra de Žižek, a reinvenção do comunismo, primeiramente se refere a uma crítica ao regime comunista chinês, que segundo o autor pode ser abalado e correr o risco de colapsar devido a forma como lidou com o início da catástrofe causada pelo novo coronavírus. No desenrolar de sua obra o autor destaca que essa reinvenção do comunismo, não necessariamente se refere a um novo regime politico econômico, mas a atitudes adotadas por governantes que em muito relembram ideais comunistas, em destaque a solidariedade, participação mais ativa e provedora do Estado em prover segurança, saúde e demais serviços básicos e, que em alguns casos, levou governos a estatizarem, mesmo que temporariamente, alguns setores da economia para garantir seu funcionamento. Em suma, a reinvenção do comunismo, trata-se de uma ideia de união e solidariedade global, como a apresentada em filmes apocalíticos, nos quais a humanidade se depara com um evento catastrófico que pode levar a extinção da raça humana, como a atual pandemia. Isso fomenta a união global, deixando de lado as diferenças e juntando esforços para a resolução dos problemas. Embora um tanto utópico a ideia de politicas públicas globais em prol da humanidade, o autor destaca que algumas coisas já tem sido feitas, como uma frente mundial contra a COVID-19, liderada pela Organização Mundial de Saúde – OMS e que as discussões nesse respeito se intensificaram cada vez mais com a ameaça do novo coronavírus. Por fim, esta obra é dirigida a todos que desejam se aprofundar em uma discussão filosófica sobre a organização político-econômica mundial, críticas as ações de combate a pandemia e reflexão sobre nossa natureza frente a uma pandemia e nossa forma de pensar nossa existência e repensar nossas ações como seres humanos. Leia Mais

Después del 68: la deriva terrorista en Occidente | Juan Avilés, José Manuel Azcona, Matteo Re

Deriva conjuga los acontecimientos del mayo francés con el terrorismo europeo de las décadas posteriores, un nexo que enmarca y contextualiza el proceso en conjunto; vínculo que, además, le otorga un significado polivalente porque combina dos cuestiones que no alcanzaron consenso en su definición; por un lado, la trascendencia de las jornadas del 68 y, por otro, un significado concluyente del término terrorismo. Es por ello que establecer una línea de continuidad que los vincule –tanto como consecuencia trágica de la época o por extravío y declive del movimiento– resulta un argumento que no alcanza para explicar la totalidad, ya que no considera, por ejemplo, la dérive situacionista como campo de experimentación de nuevas situaciones subversivas como un fin en sí mismas, o la hipótesis del terrorismo como un antimovimiento social desarrollada años atrás por Wieviorka (1991). De acuerdo con las voces de distintos protagonistas (Cohn-Bendit, 1987) es posible reconstruir una ruptura que se consumó tras el reflujo de la protesta: clivaje que legitimó la decisión de reinterpretar estrategias y tácticas a futuro y borró la distancia entre retórica y acción. Sommier (2013: 150), discute que la base crucial de los grupos terroristas hayan sido los profusos llamados a la violencia declamados desde la década anterior, en tanto que remarca “la distancia entre las intenciones declaradas por un colectivo y la disposición individual a actuar”. Para superar la etapa ya agotada y “llegar al extremo”, estas organizaciones elaboraron sucesivas narrativas para justificar su paso a la violencia revolucionaria, tejiendo una telaraña crítica sobre el 68. Así revolución perdió su halo romántico y al- canzó un nuevo significado –al igual que violencia, primero difusa y declarativa pero ahora como un salto al vacío hacia la lucha armada–, que se proyectará con un excluyente prisma militarizado. Por eso, esta ruptura no solo fue respecto al movimiento sino también a los parti- dos comunistas oficiales, grupúsculos, anarquistas y otras referencias políticas contemporáneas. Y para alcanzar una línea de acción superado- ra de la experiencia previa, se estructuraron en organizaciones clan- destinas blindadas y militarmente jerarquizadas. Desde el inicio los responsables de la obra advierten que no debe considerarse una línea de continuidad entre ambos fenómenos, no hay relación entre la ilusión del 68 y el terrorismo de la siguiente década (12) ni tampoco es un legado directo (14); pero, aun así, deriva no pierde su connotación de situación facilitadora entre uno y otro. En el capítulo que abre el volumen, J. Avilés examina los orígenes del terrorismo revolucionario europeo de la década de los setenta y le otorga sentido al título de la obra. Su concepto de deriva explica que el terrorismo no es consecuencia directa de los años de la contestación o por la actividad de una franja extrema de la nueva izquierda, aunque no hubiese obtenido sustento político sin la convulsión social anterior. De aquí se desprende que el 68 fue condición necesaria pero no suficiente y es en el desarrollo diferenciado de las distintas realidades donde el autor expone el núcleo fuerte de su hipótesis. Para el caso francés, los argumentos ideológicos de los radicales sirvieron como contención para el paso definitivo al terrorismo (39); para el italiano en cambio, la “violencia difusa (…) proporcionó un caldo de cultivo” (43). Cierra el texto caracterizando a estas organizaciones como sectas de fanáticos desconectadas de la realidad –argumento recurrente en otras partes y lugares– en vez de, en equivalencia con su propia exposición sobre el caso francés, continuar indagando en las razones que sostuvieron los terroristas para construir la visión del mundo sobre la que basaron sus prácticas; precisamente porque, tal como señala al principio, fueron “disímiles en sus aspiraciones” aunque “se influyeron mutuamente” (19). Quizá hubiese resultado más sustancioso proseguir con la idea de revolución inminente, que resultó tanto un “estímulo para el activismo violento” como una “decepción que radicalizaría aún más a algunos” (33), examinarla respecto a la interacción entre ambas y desde ahí sumergir aún más el análisis. No obstante, es una introducción teórica notable, tanto que enmarca los textos siguientes. J. M. Azcona por su parte elabora un apretado relato cronológico de los hechos y enfoca su análisis sobre la actividad terrorista y remarca que no es posible examinarla sin la protesta previa ni descartar que su final produjo una enajenación de la realidad. Resta considerar entonces la posibilidad de equiparar esta circunstancia con alguna forma radicalización emergente del proceso político-social de mayo y que, por tanto, obliga a contextualizar históricamente el conjunto. El término radicalización tampoco resuelve la contraposición entre pérdida del objetivo inicial y continuación natural del proceso previo que lo ha incubado, sino que lleva en un momento de su exposición (65) aludir a que sólo “una parte de sus protagonistas” devendrán terroristas, pero de inmediato señalar que su origen es un “producto cultural” de la época y, en un sentido más abstracto todavía, a una “crisis del marxismo-leninismo”. Pero también apela a la difusa y abarcadora idea de una generación inmersa dentro de un clima de época o cultural que resultara el sostén crucial de la experiencia terrorista posterior. Esta cuestión refiere al marco específico que posibilitó la emergencia de un tipo de expresión determinada, que no fue única en su época y, por lo tanto, equiparable con otras experiencias, lo que le quita fuerza al argumento que aspira aplicar estas variables delimitadas al caso europeo. Con el supuesto que el marxismo se había convertido en una categoría excluyente de análisis e interpretación de la realidad, pueden encontrarse los elementos facilitadores del terrorismo negro como repudio y enfrentamiento activo, pero dejaría de lado la tradición movilizadora del fascismo europeo. Cada época desarrolla el contexto de su propia expresión, aunque no alcanza para explicar el 68 en su totalidad. El potencial utópico-subversivo, también presente en otras épocas y contextos, conviene desarrollarlo en su especificidad. En este caso, la deriva terrorista del 68 no sería sino uno entre otros productos de ésta; y su especificidad, en definitiva, sería la liberación del potencial transformador que no sólo alcanzó a la izquierda sino también otros ámbitos: la profunda idea que el cambio era una instancia superadora del presente fuera de toda discusión y que, además, era posible, resultó el paso de la utopía imaginada –cualquiera que esta sea– a la acción (verdadero imperativo de la época) para volverla real. Por ello hablar de la deriva terrorista del 68 implica resumir el 68 en el terrorismo –será condición necesaria pero nunca excluyente– y subsumir toda aquella experiencia a uno sólo de sus posibles caminos posteriores. Y aunque ambas hipótesis pudieran ser complementarias, recaen en un lugar común que no dilucida la problemática referida, debido a que si se trata de un producto cultural entonces avanzó sobre toda ideología; y si fue una crisis del marxismo-leninismo (incluidas las críticas al modelo soviético) sus efectos alcanzar únicamente a la izquierda. Las dos hipótesis resultan escasas debido a que, por ejemplo, si los valores puestos en discusión no fueron exclusivamente interpelados por la izquierda sino por toda una generación, abarcó a todas las expresiones políticas e ideológicas. Por lo tanto, un producto cultural o clima de época excede ideologías y expresiones políticas concluyendo que resultó un hecho político-cultural que trascendió su aspecto generacional. A continuación, Azcona junto a M. Re indagan los orígenes del pensamiento revolucionario latinoamericano y su desarrollo durante las décadas 60-70, con particular énfasis en el alcance simbólico-práctico que tuvo en Europa, y donde destacan la relevancia de la influencia de sentido inverso que alcanzaron la figura del Che y la imagen de los Tupamaros, las que irradiaron un romanticismo que incidió con mayor fuerza en el imaginario político-militar de las organizaciones europeas que el mayo francés sobre América Latina: “todo lo soñado y acontecido con las guerrillas en América Latina –resalta Azcona a partir de una serie de entrevistas realizadas en Uruguay– repercutía de manera directa en las aulas universitarias europeas” (92). En tanto, los dos capítulos siguientes exponen las redes trasnacionales del anticomunismo en América Latina y la influencia que irradió el marxismo sobre el nacionalismo europeo. En apariencia disímiles, ambos textos logran expandir el contexto histórico del terrorismo revolucionario europeo. El primero de ellos, escrito por X. Casals, pone al descubierto las bases ideológicas y la construcción de redes trasnacionales anticomunistas instruidas para reprimir la influencia latinoamericana que ejercía sobre el extremismo europeo indicado más arriba y, puertas adentro, para abortar cualquier intento de crear una “nueva Cuba”; y en el siguiente N. Brooke sostiene que el 68 estimuló la búsqueda de un mundo distinto, en este caso catalizada por la creación de un Estado nacional (más adelante se abordan los casos en España: sobre ETA por G. Fernández, la kale borroka de J. Lezamiz, que abordan la cuestión del terrorismo vasco, sobre la izquierda radical, escrito por J. Fernández y sobre el FRAP y GRAPO de J. Catalán; como así también se incluyen trabajos sobre Córcega, de X. Crettiez, Portugal, S. Ferreira y Palestina, por R. Velasco), aunque su influencia “no predisponía automáticamente a los movimientos nacionalistas hacia estrategias violentas” (169). Se desprende entonces que la violencia política de cualquier signo estuvo siempre presente alimentando a diferentes manifestaciones, tanto reaccionarias como antagonistas, y se convirtió en el catalizador del ideario de las organizaciones extremistas. A renglón seguido, Azcona examina a los movimientos contraculturales de la época para lo que expone la imagen de toda una generación que se inventó y construyó una nueva visión del mundo –donde las más variadas expresiones artísticas jugaron un papel fundamental (como lo abordan más adelante J. Martínez y A. Urrutia)– en un camino donde “la liberación personal y social iban de la mano” (198). La premisa reside en que el mundo no puede cambiarse si ese cambio no inicia en primera persona – imposible discernir uno sin lo otro–, y lo que nació como un poderoso lazo hermanado se debilitó respecto al papel fundacional de la violencia dentro de los cambios que se sentían inminentes. La búsqueda de la verdad absoluta cambió de sentido y lo espiritual dejó paso a lo terrenal, ya que la revolución será por voluntad de los hombres. Esas vinculaciones que se entremezclaron oscilaban “entre la afinidad y la oposición” (206) dentro de un “imaginario compartido” (207), producto de una efervescencia donde todo lo deseable parecía volverse posible, según el capítulo signado por M. Alonso, y enmarcadas por una “cadena volcánica de la nueva geografía de las revoluciones” (212); atmósfera que permitió la “germinación de grupos violentos” (218). En lo que respecta al papel jugado por los intelectuales, si se considera de su exclusiva responsabilidad politizar el proceso y “ampliar, idealizar y proporcionar la ideología marxista justificando conscientemente la ejecución de la violencia revolucionaria” (240-1), como afirma M. Abdiu en el capítulo siguiente, queda de lado entonces el peso propio de todas las otras convulsiones que tuvieron lugar durante aquellos años. Los grupos extremistas voltearon su mirada hacia esos procesos contemporáneos en pleno desarrollo, considerados ejemplares por su vector ideológico internacionalista, y que les justificó, nuevamente, considerar el 68 como una instancia agotada. Pero nada de aquello era nuevo, sólo había cambiado la forma de procesarlos: ahora bajo una exclusiva lectura militarizada del mundo y de la vida. Leia Mais

(Des) movilización de la sociedad civil chilena. Post-trauma/ gobernabilidad y neoliberalismo (1990-2010) | Camila Jara Ibarra

Desde 2019 -y a pesar de la pandemia mundial- Chile vive momentos álgidos de discusión política y movilización social. Entre otros, estos procesos han implicado una reestructuración de los clivajes políticos, la gestación de una nueva constitución y la transformación de las matrices culturales y valóricas del país, elementos que generarán, sin lugar a dudas, una transformación de las bases sociales del país para las próximas décadas. En este contexto, el libro “(Des) movilización de la sociedad civil chilena. Post-trauma, gobernabilidad y neoliberalismo (1990-2010)” de Camila Jara Ibarra aporta antecedentes relevantes para entender este proceso. A diferencia de los escritos de Carlos Ruiz, Alberto Mayol o Carlos Peña (por nombrar algunos) el libro de Jara se focaliza en una de las fases del proceso social y político menos exploradas hasta la fecha: el periodo de desmovilización social. Así, y utilizando la lógica dialéctica, el texto busca entender el periodo de movilización actual estudiando su opuesto, a saber, los años de desmovilización de la sociedad civil chilena. La tesis central del texto es clara e intenta demostrar que el periodo de desmovilización social o desactivación política que habría tenido lugar en Chile se podría explicar por tres factores convergentes: i) el post-trauma respecto del periodo dictatorial, que implicó la instalación de una serie de dispositivos colectivos orientados que construyeron una memoria frágil, que buscaron el olvido de la dictadura y que produjeron una sumisión social -casi subconsciente- a las estructuras sociales y económicas establecidas (Cap. 2); ii) el paradigma de la gobernabilidad democrática impuesto en el país, que puso énfasis en el consenso como forma de gobernanza y la estabilidad social como objetivo principal, constriñendo los debates políticos y disminuyendo el rol de la sociedad civil (Cap. 3) y; iii) las características que adoptó el modelo de desarrollo, cristalizadas bajo la idea de la implantación de un neoliberalismo que fomentó el éxito individual como horizonte de sentido y generó en el mercado y al consumo los principales referentes societales (Cap. 4). De esta forma, el libro tiene la virtud de construir un relato interesante y atractivo relato social sobre qué factores propiciaron el proceso de desmovilización de la sociedad civil chilena, con tres principales fortalezas. Por una parte, Jara Ibarra construye su relato a través de una integración de factores y fuentes provenientes de distintas vertientes de las Ciencias Sociales, como la psicología política, la ciencia política, la sociología y la economía. Por ello, el libro se presenta como un estudio multidisciplinar, que busca consolidar y aglutinar los análisis sobre las fases de desactivación de la sociedad civil. En segundo término, el libro discute el proceso de desactivación en un momento de activación social, lo que permite discusiones que tuvieron sus momentos más álgidos durante los años noventa y principios del milenio y promover debates relativamente olvidados por la sociedad chilena. De esta forma, el libro utiliza un método histórico-crítico, que busca relevar el pasado para entender el presente, promoviendo una lectura nueva de discusiones antiguas. Finalmente, el libro tiene el mérito de integrar abundante bibliografía y material empírico secundario, promoviendo una lectura que combina discusiones conceptuales, datos, referencias y levantamientos de información propios en un formato interesante y fácilmente digerible para el lector. A pesar de estas virtudes, el libro también plantea algunas dudas o levanta preguntas que vale la pena profundizar, pudiendo destacarse especialmente dos. Por una parte -y quizás lo más importante- el libro da por sentado (a mi gusto, muy rápidamente) que las décadas de 1990 y 2000 pueden caracterizarse como un periodo de desmovilización y desactivación social, sin distinguir mayormente en ámbitos, formas o magnitudes Esto genera, entre otras cosas, que procesos relevantes de movilización -como el movimiento de estudiantes universitarios, las protestas de trabajadores de la salud durante mediados de los noventa o las manifestaciones de los trabajadores del carbón- parezcan invisibilizadas. Asimismo, generara la sensación de que el proceso de desmovilización fue relativamente automático y generalizado, imagen que es debatible. En segundo lugar, y aunque el texto utiliza mucha información secundaria y genera un relato utilizando múltiples evidencias, en general se genera una confusión entre presentación de la información (y de las tesis), discusión conceptual y discusión bibliográfica, que confunde al lector sobre cuando se está entregando evidencia y cuando se está presentando un debate. Esto no es simplemente un tema de forma, sino que abre, a mi parecer, un espacio para el cuestionamiento de las tesis mismas desarrolladas en el libro. Leia Mais

Las izquierdas latino-americanas y europeas: Ideários/práxis y sus circulaciones transregionales en la larga década del sessenta | Peter Biler, Enrique Fernández Darraz, Clara Ruvituso

Nos últimos tempos, há um movimento de análise crítica dentro das Ciências Sociais sobre a narrativa eurocêntrica de que eventos e marcos históricos ocorridos no mundo foram consequências diretas e única daqueles ocorridos na Europa, como uma via de mão única. É nesse movimento atual que podemos inserir a obra “Las izquierdas latino-americanas y europeas: Ideários, práxis y sus circulaciones transregionales en la larga década del sesenta” (2021), organizado por Peter Biler, Enrique Fernández Darraz e Clara Ruvituso. Este deriva do encontro “Contribuciones del Sur a la Transformación del Norte: América Latina y el movimiento del 68 en perspectiva global”, de maio de 2018, na Fundação Friedrich Ebert, em Berlim, em que debateu-se sobre o exílio e “presença latinoamericana nas esquerdas europeias e, em particular, no caso das Alemanhas” (BILER, DARRAZ, RUVITUSO, 2021, p. 9. Tradução nossa). Ao longo de doze artigos, divididos em duas seções, a proposta dos autores é explorar e trazer à luz não apenas um fluxo inverso de influência, como também um intercâmbio intenso de ideias, como já anuncia o título. Dessa maneira, objetiva-se “pensar a contribuição da América Latina na transformação política, social e cultural do sul e do norte global, e seus olhares sobre o Terceiro Mundo” (p. 11. Tradução nossa), pontuando que a região também foi um agente de influência política e epistemológica para a Europa, especialmente para a esquerda. Para localizar temporalmente essa “descoberta” da América Latina, o livro trabalha a partir da década de 1960, época em que o mundo viveu efervescências políticas e culturais, com Maio de 68 sendo considerado como “gatilho” para muitas mudanças da geração, tanto comportamentais quanto políticas. No entanto, em que lugar os eventos históricos latino-americanos, como a Revolução Cubana e a eleição de Salvador Allende e o golpe sofrido por ele, se colocam? E as teorias pensadas desde essa região? Na esteira da localização da América Latina no centro da política por ser, como Hobsbawm afirmava e Carolina Galindo (2021) traz em seu artigo, um “laboratório de mudança histórica”, a Alemanha teve como política o “desenvolvimento dos saberes sobre a América Latina como região e como objeto de estudo e de prospecções políticas” (BILER, DARRAZ, RUVITUSO, 2021, p. 9. Tradução nossa), tentando superar a assimetria ou a realidade distante entre as localidades, dando agência a vozes da periferia global, que carregavam experiências da região. Logo, houve um intercâmbio de ideias e teorizações sobre o mundo, tal como apontado pelos autores, com abertura e presença nos espaços acadêmicos das então Alemanhas Ocidental e Oriental, na literatura e nas editoras desses países. Ao conhecer uma América Latina sem a lente eurocêntrica, os movimentos da esquerda alemães puderam absorver ações e visões de mundo desta região periférica. Na primeira seção intitulada como “Literatura y Política Intelectuales de izquierda entre revolución y represión”, os autores Matías Fuente, Jasper Vervaeke, Isabel Grillet e Cristian Cipó refletem sobre a cultura e sua posição mediante as novidades políticas, teóricas e sentimentais trazidas a partir da Revolução Cubana de 1959 e de eventos marcantes para e promovida pela esquerda latino-americana, assim como suas repercussões. Com Fuentes em “Encuentros caribeños de la izquierda: el Congreso Cultural de la Habana y la movilidad intelectual en los años sesenta”, a proposta é refletir sobre as mudanças no campo cultural de acordo com o momento e como a comunidade transnacional foi afetada pela política e debates ideológicos. Estabelece como marco Congresso Cultural de Havana (CCH), realizado em 1968, pois considera esse como um ponto de convergência que permite avaliar a “circulações políticas-intelectuais” (p. 19. Tradução nossa), potencializado pela oportunidade de se reunirem em lugar que inspirou não somente um novo momento da América Latina, como também a concretização de uma sociedade socialista, além de considerar a importância do campo editorial para o intercâmbio de ideais, especialmente a Casa de las Américas e Pensamiento Crítico com os demais círculos da esquerda. Da mesma maneira, os círculos eram visíveis na literatura. Vervaeke em “Entre compromiso, crítica y cautela: Kundera, Fuentes, García Marquez y Cortázar en 1968” apresenta como a literatura é um ponto que permite a observação de como a rede intelectual entre latino-americanos e europeus, motivada por acontecimentos latino-americanos, refletia em páginas e contos para a Europa, da mesma forma que Maio de 1968 atingiu a intelectualidade latino-americana. Para isso, traz o encontro promovido pela União de Escritores Tchecos entre Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez e Julio Cortazar com o tcheco Milan Kundera, em uma Tchecoslováquia recém invadida pela URSS, e como reagiram aos acontecimentos de 1968. Nessa época, a literatura latino-americana estava em alta, observada pelo cenário internacional, alinhada não somente aos belos escritos, como também pelos acontecimentos políticos a partir da Revolução Cubana, que permitiram uma curiosidade sobre nossa região. Já com Grillet, em “Engrenajes de la cultura protestataria: la izquierda cultural venezoelana a la luz del proyecto interamericano de Nueva Solidariedad y em diálogo com la generación beat”, há uma restituição da história intelectual que conecta as Américas, analisando editoriais e revistas enquanto “espaços de sociabilidade na medida que são redes que definem ou permitem resgatar os fluxos do saber […] através de cartas e poemas” (p. 52. Tradução nossa.). Houve atores (contra)culturais venezuelanos na década de 60, que exprimiam raízes da contracultura latino-americana, e não importadas dos beats dos EUA. Para isso, apresenta o Primer Encuentro de Poetas e a Nueva Solidariedad que permitiram a construção de uma solidariedade interamericana que aparece nessas redes de revistas, demonstrando que também tivemos “maios” traduzidos na representação do Homem Novo pelos poetas, como chance deles mudarem o âmbito social e se emanciparem por meio das ideias, permitindo influenciar também os movimentos da contracultura do Norte. Ao final dessa seção, Capó apresenta em “La narrativa chilena en tiempos de la Unidad Popular: literatura y sociedad” como a literatura chilena explorava eventos entre 1960 e 1970, influenciada pelas mudanças sob o governo de Salvador Allende, além de eventos externos como a Revolução Cubana e Maio de 68. Intelectuais e artistas chilenos entendiam que era necessário apoiar o governo de Allende, o que permitiu aos escritores entenderem a importância do momento de “assimilar, iluminar e interpretar os acontecimentos históricos que operam como referente ficcional” (p. 72. Tradução nossa), tendo duas linhas narrativas: a de valorização da juventude e o que acontecia na política nacional. O autor traz livros importantes que tem como temática a juventude, mesmo com focos de abordagem distintos. Nessas obras, a juventude não é mais romantizada; ela está inserida nas questões políticas e nas mudanças comportamentais da época; nas incertezas pessoais e nas nacionais. Na segunda seção, “América Latina y los tercermundismos alemanes: mitos, proteciones y circulación transregional de idearios políticos y pensamiento crítico”, expõe, ao longo de oito artigos, como as ideias e a personificação do guerrilheiro, a imagem de homens como Che Guevara, Fidel Castro e Camilo Torres Restrepo assumiu uma imediata identificação do homem revolucionário, atravessando as fronteiras dos países latinoamericanos, chegando aos países europeus, especialmente a Alemanha, além da circulação de teorias autóctones e a tentativa de conter o marxismo através de programas educacionais. Carolina Galindo (“El guerrillero como el nuevo sujeto histórico latinoamericano: la experiencia colombiana en los años sesenta”), Dorothee Weitbrecht (“Exploración de un mito. Las estadías de alemanes occidentales del movimiento del 68 en América Latina y el nacimiento de una red transnacional”) e Monika Wehrheim (El debate sobre la lucha armada: la trayectoria de los Tupamaros hacia Alemania”) trabalham em seus respectivos artigos com a imagem e construção do guerrilheiro e da guerrilha, autóctones da América Latina. Galindo parte da análise da figura mítica do guerrilheiro latino-americano e, consequentemente do “homem novo” de Che Guevara e Régis Debray, dentro de suas particularidades, sem deixar de lado as discussões iniciais da Teoria del Partisiano (1962) de Carl Schmitt, para assim compreender e destrinchar como essa figura influenciou o colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN) em seu ideal. Com seu expoente, padre Camilo Torres Restrepo, “el cura Restrepo”, e outros religiosos que se juntaram ao ELN, a vida e participação na luta armada corroboraram para a imagem do guerrilheiro latino-americano remetidos a Che e Fidel. Já Weitbrecht expõe as relações transnacionais entre Europa e Terceiro Mundo, desde intercâmbios de estudantes e trabalhadores latino-americanos para disseminar o anticomunismo através de programas de mobilidade, aeuropeus que buscavam compreender a periferia, especialmente a América Latina, após o “Novo Internacionalismo” e abertura cultural. Essas viagens de jovens europeus para a América Latina tinham o receio das Instituições alemães, buscando um maior controle sobre esses estudantes, para evitar uma “contaminação” comunista. Mas também refletem o romantismo da época, em que não apenas o mundo deveria ser um lugar melhor, como também uma imagem irreal da América Latina carregada na dualidade na nobreza heroica e na inocência do homem rural e do indígena que não teriam sido alienados pelo capitalismo. Suas estadias permitiram uma solidariedade para agendas periféricas e novas epistemologias sobre pesquisas relacionadas à América Latina, ainda considerando que a guerrilha era um meio justificável diante da violência estatal. Com Wehrheim há análise da “translação do conceito de guerrilha urbana desde a América Latina à República Federal Alemã” e “como e por que os Tupamaros adquiriram neste novo contexto tanta importância” (p. 119. Tradução nossa) para a militância na República Federal da Alemanha se inspirar na guerrilha urbana na América Latina. Para isso, a autora perpassa a história dos Tupamaros, guerrilha urbana criada em 1960 no Uruguai, que se diferenciava das propostas e Che e se concentrava em “roubos, assaltos e libertação de companheiros presos” (p. 120. Tradução nossa.), doando o dinheiro roubado, mas sem considerar uma teoria por detrás das ações. A identificação foi facilitada porque os Tupamaros pertenciam à cidade, não às matas fechadas como as que Che Guevara lutou, mas a legitimidade da luta armada nunca foi questionada e sim em qual momento usá-la. Dois artigos trabalham com editoras, dessa vez europeias, para analisar como as ideias e teorias latino-americanas eram recebidas e publicadas. Felipe Lacerda em “Os três encontros da América Latina com o catálogo da Trikont Editorial”, inicia pontuando que Maio de 68 é reconhecido, mas o que levou a ele ainda não recebeu tanta atenção, como agendas caras à periferia exemplificadas pelas lutas descoloniais. Assim, intrigam o autor os “aspectos das mediações culturais que se estabeleceram na recepção das ideias e construção de um imaginário da América Latina pela Nova Esquerda europeia” (p. 139). Para compreender, analisa o caso da editora Trikont Verlag, apresentando os três encontros que esta teve com a América Latina, desde o fim da década de 1960, com publicação de obras escritas pelos líderes das revoluções do Terceiro Mundo até 1975 a 1979, em que voltou-se para os ensinamentos dos povos originários. Nota-se, portanto, que o catálogo de Trikont é um exemplo de como eventos do Terceiro Mundo foram recepcionados na Europa, corroborando que Maio de 1968 foi também um receptor de “um período de transição para todo o sistema de pensamento crítico e ação revolucionária” (p. 154. Tradução nossa). Já o artigo de Clara Ruvituso, “El “outro” boom: la traducción de teoría social latinoamericana en Suhrkamp”, o intercâmbio e circulação intelectual se fazem presentes ao “analisar a mediações que influenciaram na tradução de autores latino-americanos” (p. 161) na coleção da Suhrkamp, entre 1963 a 1980, que permitiu a entrada de textos que traziam a Teoria da Dependência e a Teologia da Libertação. A autora parte da circulação de idiomas da Semi-Periferia para o Centro, em outras palavras da circulação de ideias escritas e pensadas em português e espanhol para o alemão, dando agência à teoria periférica, exponenciando a importância das percepções latino-americanas sobre os princípios e demandas marxistas, que romperam epistemologicamente com a ideia acerca da mesma. Ao trazer uma imagem distinta da anterior acerca da América Latina, pôde-se “repensar toda a história colonial e pós-colonial” (p. 160. Tradução nossa), ao mesmo tempo em que um maior interesse e estudos financiados sobre a região e comparações com as demais partes da periferia aconteciam na Europa e na América do Norte. O trabalho nas universidades também é exposto com os artigos de Klaus Meschkat (“De cómo la Fundación Ford trajo a estudiantes latinoamericanos a Berlin Occidental”) e Jorge Locane (“Adalbert Dessau, la invención estratégica de un continente). Enquanto o primeiro expõe uma tentativa — fracassada, diga-se — de gerar academicamente um sentimento anticomunista em estudantes latino-americanos que foram para Universidade Livre de Berlim (Freie Universität) através do programa de bolsas financiado secretamente pela Fundação Ford; o segundo trabalha com a superação de um ensino com olhar eurocentrista e distópico por Adalbert Dessau, através da criação da Lateinamerika-Institut de Rostock, em 1965, e de sua gerência na Cátedra de Filosofia e Literatura Latino-Americana. Se, conforme exposto por Meschkat, a exigência do domínio da língua alemã permitiram o encontro e identificação com Marx e a Escola de Frankfurt, Locane retrata como a falta de conhecimento ou de iniciativa de conhecer a produção literária da América Latina foi rompida por Dessau, que ao voltar seus estudos para a região inventou uma estratégia para compreender o momento que o mundo vivia, dentro de um imaginário político de libertação, partindo dos acontecimentos marcantes como Revolução Cubana, movimento de maior de 1968 e a queda de Salvador Allende. Ou seja, o desafio da ordem de 1960 permitiu a “expansão do horizonte de pensamento e uma ruptura tanto crítica como estratégica na tradição romanística alemã” (p. 182). Finalizando, Schulz em “La recepción Alemana de la teología de la liberación”, apresenta através do documento produzido pelo Sínodo de Bispos Latino-americanos em Medellín, em 1968, marco temporal do surgimento da Teologia da Libertação. Busca demonstrar que apesar de parecer condizente apenas com essa região, na Europa e especialmente na Alemanha sua percepção foi importante para o Evangelho e suas interpretações para todas as vertentes cristãs, especialmente de religiosos alemães. Pois, com a Teologia da Libertação, o Reino de Deus deixou de ser encarado apenas pertencente ao plano espiritual, mas também como terreno, considerando as dimensões “corporal, temporal, econômica e sociopolítica” (p. 196. Tradução nossa) e voltando-se aos pobres. Os crentes então não apenas deveriam praticar o perdão, como também buscar um mundo mais justo, livre de escravidões. Ao levar a Teologia para a Europa, permite-se a pensar não somente nas questões da periferia e de suas mazelas, como também dos problemas que o neoliberalismo e as barreiras que imigrantes enfrentam em países europeus, procurando superar o Eurocentrismo teológico existente ao dar agência ao marginalizado. Logo, a Teologia da Libertação não acabou quando a ordem mundial se alterou na década de 1990; como o autor nos propôs a refletir, ela está viva em um mundo desigual. Logo, cada artigo que compõe esta obra, apresenta a importância e originalidade da percepção das décadas de 1960 a 1970, em que a América Latina esteve “no centro do debate mundial do século XX”, sendo referência aos “movimentos políticos e expressões culturais no norte global” (p. 9. Tradução nossa). É curioso que os organizadores e alguns autores também vivenciam esse fluxo de ideias, por terem parte de suas carreiras em universidades alemãs e temáticas latino-americanas e seus relacionamentos com a Europa, demonstrando que permanece vivo o debate. Ao longo dos artigos, dois eventos estão como pano de fundo: a Revolução Cubana, de 1959, e Maio de 1968, ocorrido em Paris, França. Podemos, assim, compreender como e quais meios as ideias e ideais latino-americanos ultrapassaram as fronteiras e influenciaram não apenas a esquerda europeia, como também a resposta a isso; o que prova que os eventos ocorridos aqui também assumem o papel influenciador e não apenas um receptor de comportamentos e ideias. Intelectuais puderam realizar redes que permitiram um “descobrimento” da América Latina, não apenas dentro das universidades, como também no dia-a-dia entre livros e editoriais. Uma descoberta que não só foi feita pelos europeus, como também dentro dessa periferia global. Leia Mais

Cuerpos de la memoria. Sobre los monumentos a Schneider y Allende | Luis Montes

El presente libro, surgido del trabajo del Núcleo de Investigación Escultura y Contemporaneidad de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, aborda problemas que trascienden los procesos de gestación y construcción de los monumentos a Schneider y Allende, de hecho -me parece- esos procesos, y sus problemas asociados, se pueden despejar, con una aceptable claridad, con el método historiográfico convencional: buscando documentos y testimonios, reconstruyendo discusiones, tenciones, lucha de intereses y, en fin, restituyendo hasta donde nos sea posible el sentido del pasado. En efecto, el problema más vasto que cruza este libro es el de la distancia que media entre esos dos momentos -que son en verdad dos mundos distintos- en que fueron erigidos uno y otro monumento. Es como si cada uno de ellos fuera una hebra, aparentemente la menos importante, de la que tirando emergen dimensiones completas de dos visiones de mundo casi inconmensurables: el Chile de la Unidad Popular y el país neoliberal de la transición, que en este libro quedan caracterizados como un mundo de significación histórica y política, el primero, y de despolitización, espectáculo y temporalidad dislocada, el segundo. Tanto en el texto de Luis Montes, como en el de Verónica Figueroa, se abordan preferentemente los procesos de construcción de los dos monumentos, no obstante sus hallazgos y observaciones no se quedan aquí y dan paso a la interpretación. A partir del estudio del contexto político, de los documentos que sirvieron como bases de los concursos y de las discusiones asociadas, quedan claras y fundadas las distancias entre uno y otro caso, pero acá la interpretación se basa en los monumentos mismos, que es lo que hace interesante al libro completo, sobre todo para quienes no provenimos del campo de las artes visuales sino de la historiografía en su versión más clásica. Un aspecto altamente interpretable, y desarrollado aquí, es el del carácter abstracto del monumento al General Schneider frente al carácter figurativo del monumento a Salvador Allende, lo que lejos de ser anecdótico, o fruto de cierto azar, a partir de los antecedentes recopilados se puede concluir que fue un interés perseguido y reafirmado en múltiples ocasiones por los agentes que los promovieron. ¿Qué puede dar a pensar esto? Puede que no esté así formulado en los planteamientos del libro, pero llevado a los códigos de la teoría historiográfica contemporánea se podría decir que mientras el monumento a Schneider pertenece a un régimen de historicidad futurista, el de Allende está anclado a uno presentista. El primero fue concebido como pura proyección hacia un tiempo “otro”, y de aquí su carácter abstracto (“el monumento a Schneider dirige un mensaje hacia el futuro” señala Sergio Rojas en su capítulo) (p.33), mientras que el segundo se encuentra cerrado en su literalidad, es decir, en sus limitadas posibilidades de interpretación, más aún en el normado espacio en donde se encuentra emplazado (la Plaza de la Constitución). Al monumento a Allende la gente suele dejarle flores como se hace con las tumbas. Por su parte los capítulos a cargo de Sergio Rojas, Mauricio Bravo y Claudia Páez indagan preferentemente en esos problemas más vastos indicado al inicio, el de la distancia que media entre esos dos momentos para preguntarse por ese “ahora” en que todos habitamos. En el texto de Sergio Rojas la cuestión da cuerpo a una hipótesis: “Mi hipótesis en este escrito es que en esta diferencia temporal encontramos una clave para reflexionar el sentido de aquello que, desde el presente, se denomina la historia contemporánea de Chile”. (p. 26), en efecto, sostiene, en el tiempo que media entre los dos monumentos “el sentido de qué sea un monumento cambió” (p. 26), el de antes era el tiempo de la historia, el de hoy no puede siquiera ser designado como tiempo, se podría decir que es más bien un estado: “aparentemente al individualismo neoliberal, combinando escepticismo y emprendimiento, le resultaría del todo ajena la idea de un juicio de la historia y hasta de pasado histórico”, sostiene (p. 27). En este sentido creo que resulta interesante intercalar dos citas que pueden explicitar mejor esa distancia entre los sentidos (moderno y posmoderno) de los que es un monumento y el patrimonio en general. Heródoto describe, en el Libro I, de este modo el motivo por el cual erigir un monumento, cuando describe el diálogo entre Solón y Creso. Ante la pregunta de este último acerca de quién es el hombre más feliz, Solón responde: “… fue Telo. Telo tuvo, en una polís próspera, hijos que eran hermosos y buenos, y llegó a ver que a todos les nacían hijos y que en su totalidad llegaban a mayores; además, después de haber gozado, en la medida de nuestras posibilidades, de una vida afortunada, tuvo para ella el fin más brillante. En efecto, prestó su concurso en una batalla librada en Eleusis entre los atenienses y sus vecinos, puso en fuga a sus enemigos y murió gloriosamente; los atenienses, por su parte, le dieron pública sepultura en el lugar en que había caído, le tributaron grandes honores y levantaron un monumento”.1 Esa función clásica del monumento descrita en Heródoto, como se sabe, fue recuperada por los modernos: es el monumento “en” la historia, es decir en donde la memoria se presenta como garantía de un futuro, mas bien del sentido deseado, el modo de asegurar que en el futuro se guardarán los altos valores del presente. Pero el destino de los monumentos hoy sería otro. De hecho, hoy se extinguen los monumentos para dar paso al patrimonio: “El mapa del turismo mundial hace malabarismos tanto con el tiempo como con el espacio, y de Luxor a Palenque, de Angkor a Tikal, o de la Acrópolis a la Isla de Pascua, la idea de un patrimonio cultural de la humanidad va tomando cuerpo, pese a que este patrimonio, al relativizar el tiempo y el espacio, se presente antes que nada como un objeto de vista intelectual”.2 Por su parte lo descrito por Augé es el destino de los monumentos sin la historia. Pero ¿dónde están estos hoy entonces? En la globalización. Se podría formular del siguiente modo: la historia tiene monumentos, la globalización patrimonio (pasado mercancía), y los monumentos duran hoy en la medida que puedan devenir patrimonio, que es la forma que adquiere el pasado en un régimen de historicidad presentista. Pero ¿Cómo es posible que en un mismo país se constituyan momentos tan distintos sin una distancia cronológica tan significativa? La respuesta parece automática: porque hubo un Golpe de Estado, porque el terrorismo de Estado funcionó como una aplanadora social para instalar el neoliberalismo. El asunto, a nuestro juicio, es que -como todo automatismo- estas verdades ya no dejan lugar al pensamiento, se asumen como un dato cerrado para seguir sacando cuentas. Otro tanto lo hace el cierre identitario de quienes, de buena fe incluso, quieren seguir siendo de izquierda, es decir, la negativa a admitir elementos de novedad en el análisis por el riesgo de dejar de ser quien se es orgullosamente, a salvo del extravío y, por sobre todo, “con esperanza” (o utopía), elemento sin el que no sabemos soportar el dolor (Nietzsche). De hecho esa esperanza necesita también de la fe de que no todo se perdió, requiere de la evidencia de una cierta dosis de continuidad para que algo de lo bueno del pasado retorne: el pueblo por ejemplo. Es cierto, como sostiene LaCapra que “sin memoria no hay inteligibilidad”, pero acá no se trataría de memoria, sino de un aferrarse a lo conocido del pasado por miedo a que lo inédito haga estallar el sentido, incluida nuestra identidad. Este libro, gestado mucho antes de la reciente destrucción (global) de monumentos, ayuda a salir de los juicios fáciles y autoevidentes, de esa ya tan difundida lectura que hace de la iconoclasia el síntoma que confirma que vivimos una verdadera revolución, que de esa forma nos deshacemos del pasado para abrir el futuro. Pero no. Porque la sociedad del espectáculo se ha deshecho ya del pasado, y de la historia, volviéndolos mercancía. No, porque el sentido de los monumentos ya no es el sentido que tenían en el pasado, extraído de la historia o de una memoria pública, leído en los códigos de la actualidad aquel monumento abstracto (Schneider) agota su sentido en la ideología neoliberal y el figurativo (Allende) en lo meramente literal. Mauricio Bravo, sobre el monumento a Schneider, sostiene: “Este monumento tiende a perder su significación original de lealtad y rectitud moral para reflejar, en su carácter ascendente, vertical, el deseo neoliberal de un crecimiento económico sin fin. Paradójicamente, esta lectura es reforzada por el carácter no figurativo de una escultura que anteayer recurrió a la abstracción para enaltecer, más que a la persona en sí, la trascendencia valórica de su gesto”. (p. 54) Mientras tanto el monumento a Allende, de clara voluntad figurativa, es lo que parece ser y nada más: un presidente del pasado, que pertenece al pasado, pues incluso el futuro que anunciaba ya ha sido archivado. Con suerte “inspira” o alimenta la melancolía, esa “felicidad de estar triste”. Leia Mais

Red Banners/Books and Beer Mugs: The Mental World of German Social Democrats/ 1863-1914 | Andrew G. Bonnell

Esta colección de ensayos de un historiador marxista que se especializa en la historia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) está compuesta por ocho artículos. El primero trata del culto a Lassalle en la Asociación General de Trabajadores Alemanes (ADAV), que se transmitió en parte al SPD. Este ensayo recordará a muchos militantes trotskistas de sus propias experiencias con ciertos “cultos a la personalidad” en sus propias organizaciones; lamentablemente, las organizaciones trotskistas posteriores a Trotsky han tenido una tendencia a heredar todas las malas cualidades de la socialdemocracia y ninguno de sus aspectos positivos, comenzando por su capacidad de convertirse en una organización política de masas de la clase trabajadora. En 1912, el SPD recibía el 34 % de los votos. A pesar del sistema de representación antidemocrático, esto equivalía a 110 escaños del parlamento, de un total de 397, lo que convertía a los socialdemócratas en el grupo más grande en el Reichstag, el parlamento alemán. En 1914, el partido contaba con más de un millón de miembros, de los cuales 175.000 eran mujeres, en un país en el que a las mujeres solo se les había permitido organizarse políticamente en Prusia, entonces la mayor parte de Alemania, desde 1908 (p. 199). También controlaba los movimientos cooperativos y sindicales: la membresía de los sindicatos cristianos católicos llegaba a 350.000 en 1912, en comparación con los 2.500.000 miembros de los sindicatos libres alineados con los socialdemócratas (p. 197). El segundo ensayo proporciona un resumen útil de la actitud de las entonces dos organizaciones socialistas en Alemania hacia las tres guerras de unificación alemana, y particularmente hacia la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71, que resultó en sentencias de prisión para August Bebel y Wilhelm Liebknecht por su intransigente postura internacionalista. Es importante resaltar esta ideología militante internacionalista del SPD para evitar interpretaciones anacrónicas basadas en su capitulación al nacionalismo en agosto de 1914, cuando votó por los créditos de guerra en el Reichstag. En un diálogo registrado por la policía en febrero de 1905, en el contexto de la revolución en Rusia, un trabajador polaco aparentemente residente durante mucho tiempo en Hamburgo lamentó que la nobleza polaca mostrara muy poca solidaridad con el pueblo polaco oprimido. Un camarada alemán lo reprendió airadamente por alimentar la ilusión nacionalista de que la nobleza podía ser cualquier cosa menos una explotadora del pueblo, ya fuera en Alemania o Polonia. El socialdemócrata alemán concluyó enfáticamente: “Me cago en todas las nacionalidades y estoy con la socialdemocracia, que es internacional” (p. 52). El tercer ensayo, que trata de las actitudes hacia el trabajo dentro del SPD, ofrece un buen ejemplo de la forma en que el Partido conectaba la teoría marxista con la experiencia cotidiana de sus miembros de clase trabajadora y de los lectores de sus publicaciones periódicas. En El Capital, Marx habló de los resúmenes estadísticos de accidentes laborales, y de las muertes y lesiones resultantes, como “despachos del frente de batalla, que cuentan los heridos y los muertos del ejército industrial”. Los periódicos socialdemócratas publicaban regularmente secciones con títulos como “Del campo de batalla del trabajo”, para enfatizar el desperdicio sin sentido de vidas humanas que resultaba de la regulación inadecuada de la seguridad laboral. Bonnell cita como ejemplo el artículo “Vom Schlachtfelde der Arbeit”, del diario socialdemócrata de Frankfurt Volksstimme del 30 de noviembre de 1906, que ofrecía una descripción de la escena tras una explosión en una fábrica de productos químicos en Dortmund (p. 70). El cuarto ensayo describe cómo el SPD lograba mostrar a los trabajadores en su agitación la conexión entre temas que los afectaban directamente, como el precio del pan y los alimentos, y temas políticos más “abstractos”, como las políticas arancelarias y agrarias del Kaiserreich, donde el estado monárquico tenía una conexión especial con la clase terrateniente Junker de Prusia. El capítulo cinco trata sobre el destino de los socialdemócratas en el ejército imperial, donde abundaba el abuso de los reclutas, así como las precauciones especiales que el SPD tuvo que tomar en su agitación antimilitarista, tanto para evitar la persecución como para evitar el abuso de los jóvenes reclutas. El sexto ensayo, titulado “leyendo a Marx”, muestra cómo las enseñanzas del marxismo se filtraban entre las filas del partido a través de una variedad de conductos, desde órganos teóricos como la revista Die neue Zeit editada por Karl Kautsky hasta grupos de estudio, bibliotecas del partido y de los sindicatos, series de libros como la Internationale Bibliothek, y en particular la edición masiva de folletos que sintetizaban los principales puntos en discusión. A modo de ejemplo, las actas del congreso del SPD celebrado en Erfurt en 1891, en el que el partido adoptó su programa marxista (el año anterior, recién salido de la ilegalidad de las Leyes Antisocialistas, el SPD había adoptado estatutos democráticos en el Congreso de Halle), se distribuyó en 30.000 ejemplares. El programa en sí se imprimió en medio millón de copias y se distribuyeron 120.000 copias del folleto explicativo del programa (p. 132). El libro más vendido de Bebel, La mujer y el socialismo (reeditado por Akal en 2018), que incorporó en sus sucesivas ediciones material de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels, alcanzó su edición número 50 en 1909, fecha en la que se habían impreso 197.000 ejemplares (p. 130). El capítulo siete, sobre “Trabajadores y actividades culturales”, resume algunas de las principales formas en que el partido combinaba actividades culturales, políticas y sociales en posadas, conferencias, festivales y por otros medios, bajo la atenta mirada del censor y de la policía. El ensayo final sobre “Socialismo y republicanismo en la Alemania imperial” explica por qué el SPD tuvo que bajar el tono de la agitación en torno a la república, debido a la censura y la persecución política, aunque se sabía ampliamente que los socialdemócratas eran republicanos y que la república se escondía tras consignas confusas como el “estado del pueblo libre” (freier Volksataat), una formulación comprensiblemente condenada por Marx como vacía en su Crítica del Programa de Gotha. A pesar de que los marxistas no atribuían mayor importancia a la diferencia entre la república y una monarquía constitucional, Rosa Luxemburg consideró oportuno, después de 1910, realizar una agitación sobre la huelga de masas en torno a la consigna de la república, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para la movilización de las masas, convirtiendo así una demanda puramente democrática en una demanda de transición, al igual que la organización de mujeres del SPD centró su agitación en torno a la cuestión del sufragio universal femenino como medio para la movilización y organización de un movimiento de mujeres proletarias dirigido por un partido socialista. Dado que la calidad de los ensayos es uniformemente buena, en vez de analizar uno en particular señalaremos algunos de los hechos que menciona el autor, para enfatizar por qué es importante para los marxistas de hoy estudiar de cerca la experiencia del SPD. Por ejemplo, Bonnell señala que, a pesar de la famosa crítica de Robert Michels a las tendencias supuestamente oligárquicas del SPD, la estructura democrática del partido se revelaba en el hecho de que las organizaciones partidarias locales celebraban asambleas para enviar delegados a los congresos anuales del partido y debatían las resoluciones que serían discutidas en esos congresos, y que la prensa partidaria informaba sobre estas asambleas y sobre los debates que en ellas se desarrollaran. Es difícil imaginar hoy, dado el estado miserable de la izquierda marxista en todo el mundo, el alcance de la prensa obrera en Alemania antes de la Primera Guerra Mundial. En 1914, había más de 90 diarios socialdemócratas en Alemania, con una circulación total cercana al medio millón, incluyendo periódicos de ciudad importantes como el Hamburger Echo (con una circulación de 76.000 en 1913) y el Leipziger Volkszeitung (53.000 en 1913). Desde 1911, el órgano central del partido, Vorwärts, que también funcionaba como el periódico del partido en Berlín, fluctuó entre 150 y 160.000 suscriptores. No muy lejos del Vorwärts estaba el periódico de las mujeres socialistas, Die Gleichheit, que tenía 125.000 suscriptores en 1914. Vorwärts fue superado por el semanario ilustrado humorístico-satírico Der Wahre Jakob, que disfrutaba de una circulación masiva de unos 371.000 ejemplares (p. 140-141, 152). Ser editor de un periódico socialdemócrata era un trabajo peligroso. Bonnell señala que, a lo largo de la década de 1890, Vorwärts llevó un registro mensual de las condenas, sentencias de prisión y multas que sufrían los miembros del partido, el cual mostraba que los editores de periódicos socialdemócratas estaban en una situación de riesgo especial, y que en la década de 1890 apenas había un editor de los periódicos de los sindicatos o del partido que no hubiera pasado varios meses en la cárcel por difamación y calumnia (Beleidigung) contra el Kaiser, el soberano de algún estado alemán en particular, funcionarios estatales o empleadores. Teniendo en cuenta estos hechos, no es de extrañar que en la década de 1890 se sugiriera a veces que el puesto de editor legalmente responsable de un periódico socialdemócrata se rotara entre camaradas más jóvenes, solteros, sin familias que mantener, que pudieran permitirse pasar unos meses en la cárcel (p. 179-180). Leia Mais

Key Elements of Social Theory Revolutionized by Marx | Paul Zarembka

A Paul Zarembka lo conocemos desde hace ya 8 años, cuando estudiamos su artículo “La acumulación primitiva en el marxismo, ¿separación histórica o transhistórica de los medios de producción?”, publicado por primera vez en 2002. Ya en ese momento se me generaron ciertas dudas respecto de sus planteamientos, ya que simplemente se desconocía que la problemática abordada había sido tratada 30 años atrás por autores como Octavio Ianni (Esclavitud y capitalismo,1975) y Roger Bartra (Estructura agraria y clases sociales en México, 1973), y lo había sido hecho yendo más allá de la exégesis textual de obras “clásicas” como en el caso de Zarembka, sino que enraizado en la tradición del análisis de clase agrario legada al marxismo por el mismo Lenin, lo cual a su vez les había permitido desarrollar la hasta cierto punto fértil noción de “acumulación primitiva permanente”. Luego de eso, hace 2 años y medio me tocó estudiar algo de Zarembka en relación con el desarrollo del marxismo en Rusia y su rescate de la figura de Nikolai Sieber. Lo que eran dudas en 2012, en 2018 se transformaron en la seguridad de un análisis equivocado… En septiembre de 2020 Brill publicó “Key Elements of Social Theory Revolutionized”, un libro de algo menos de 250 páginas en los que se tratan los más variados temas. Consta de 11 capítulos divididos en 3 partes. La primera parte consta de un solo capítulo y defiende la tesis de que no es necesario “pasar por al escuela de Hegel” para entender al Marx de El Capital, porque de hecho éste ya en sus escritos tardíos habría abandonado toda vinculación con el primero (y hasta con la dialéctica). En la defensa de esta tesis Zarembka rescata la figura de quien para él fuera el primer marxista ruso, Nikolai Sieber, lo que le sirve para desestimar la obra del primer Plekhanov y sus preocupaciones dialécticas, de paso criticando al Lenin de Empiriocriticismo y Materialismo (1908) y realzando la figura de Luxemburg. Los capítulos 2 a 9 desarrollan las concepciones de Zarembka sobre el valor, la acumulación de capital, las crisis, las diferentes formas de “composición” de el capital y temática anejas. En este contexto nuestro autor abunda respecto de la importancia de las distintas ediciones del primer tomo de El Capital (las 4 alemanas hasta la muerte de Marx, la francesa de 1872-1875), y concluye con una defensa de la tesis sobre la acumulación de capital de Luxemburg publicadas en 1913 (las cuales fueron y son criticadas aún hoy por la mayoría de los marxistas). El libro concluye con un capítulo de Narihiko Ito que trata un escrito sobre el problema nacional de Luxemburg publicado por entregas entre 1908-1909, y una suerte de colofón del mismo Zarembka en el cual éste hace un apretado “punteo” de variadas situaciones en que el Estado ha actuado de manera conspirativa (desde Napoléon III hasta el 11 de septiembre de 2001 propio de los Estados Unidos). Luego de la sucinta descripción de los contenidos del libro, pasaremos a examinar algo más en detalle sus tesis sustantivas. Antes, eso sí, es pertinente destacar como positiva la publicación por Zarembka de: a) la traducción al inglés desde el francés de la sección del primer volumen de El Capital denominada “La ley general de acumulación” (páginas 64-84); quien escribe estas líneas llama a los lectores de esta reseña a fijar la atención en las páginas 69-70, en las cuales se distingue entre concentración y centralización, y se legitima lo que en nuestro propio libro de 2017 calificamos como críticas de Marx a la tesis de concentración/proletarización lineal; b) la publicación de una completa traducción desde el ruso al inglés del Prefacio de Danielson (Nikolai-on) a la 2da edición de la traducción rusa del primer tomo de El Capital, publicado por primera vez en 1898 (la traducción fue hecha por el compañero de armas de Zarembka, James D. White y se encuentra en las páginas 92-94). Ahora vamos a las tesis sustantivas desarrolladas por Zarembka, vamos a lo problemático. En primer lugar, en la página 20 el autor vuelve sobre las tesis que le leímos hace mas de 2 años, y cita una carta de 2012 de su amigo James D. White, según el cual Plekhanov desconocería en gran parte la obra de Hegel y la dialéctica, que habría utilizado ambos de manera profusa solo para ensalzar su propia figura de marxista ortodoxo por sobre un Nikolai Sieber al cual lamentablemente nadie en ese momento prestó demasiada atención. Esto habría dado resultado, y en los 1890s el Plekhanov “dialéctico” era la segunda autoridad marxista después de Kautsky, mientras Sieber había sido olvidado. El problema con esta tesis es que la misma es falsa. No se trata de un error de apreciación o falta de material (ya que la obra completa de Plekhanov en ruso está disponible en acceso libre en internet y sabemos que James D. White es capaz de traducir ruso), sino que es plena y derechamente falsa. Si ya en 1885 (“Nuestras diferencias”) Plekhanov utiliza la Filosofía de la Historia de Hegel, y en 1886-1887 trata con cierta extensión la relación entre Hegel y Marx en su escrito sobre Lassalle (que solo fuera publicado completo en 1934), a principios de diciembre de 1887 (Carta a Axelrod) ya ha recibido la Estética de Hegel. En 1888 Plekhanov traducirá el Ludwig Feuerbach de Engels, y comienza un sistemático estudio de la dialéctica hegeliana, lo que es mencionado por Ryazanov en diciembre de 1922 (Prefacio al v3 [1888-1892] de la obra Completa de Plekhanov, pp4) y mayo de 1923 (Prefacio al v7 de la obra completa de Plekhanov, pp7). De ahí que no sea extraño que en “A New Champion of Autocracy, Or Mr L. Tikhomirov Grief”, publicado por primera vez 1889, Plekhanov ya maneje La Ciencia de la Lógica de Hegel, para desembocar en el escrito referido por James D. White sobre Hegel que el ruso publicara en alemán en 1891, en el cual no solo cita de Hegel la Filosofía de la historia (como afirma White), sino que también la Enciclopedia, la Ciencia de la Lógica, y la Filosofía del Derecho. Por esto no es extraño que en las “Notas” que Plekhanov escribiera en relación con el Ludwig Feuerbach de Engels (publicadas por primera vez en 1892 y republicadas con adiciones en 1905) se desarrolle una amplia discusión referente a la relación entre Hegel y Kant, con un Plekhanov que demuestra un importante manejo y conocimiento de ambos y de la filosofía alemana en general. Esto, por lo demás, no era extraño, ya que la cultura filosófica de la intelectualidad rusa era muy versada en Hegel ya desde los 1840s: Belinsky, Herzen, Cernychevsky y Bakunin, todos ellos fueron hegelianos (y no solo de palabra). Esto, que puede saber cualquier marxista que estudie los escritos de Plekhanov sobre Cernychevsky publicados en el SocialDemokrat entre 1888 y 1892 (y en los cuales éste expresa que la reacción antihegeliana que comienza en Rusia en los 1860s es regresiva y “materialista vulgar”), explica también el amplio desarrollo que Plekhanov le da al marxismo en tanto materialismo dialéctico ya en los 1890s. Destacamos en este respecto “Essays on the History of Materialism” (publicado en alemán 1896 pero escrito en 1892-1893), un escrito fundamental para cualquiera que quiera estudiar con seriedad la especificidad del proyecto teórico de Marx (en el que Plekhanov hace amplio uso de la Ciencia de la Lógica, la Enciclopedia, la Filosofía de la Historia y la Estética de Hegel) y “La concepción monista de la historia” (publicada en ruso en 1895 y en la cual nuestro autor menciona a Hegel más de 240 veces). En segundo lugar, en las páginas 17-18 Zarembka sugiere la tesis de que la carta de Marx a Zasulich de 1881 -la cual según el primero sustanciaría la idea de que el Moro tendría una visión populista de la economía rusa (y casi del capitalismo en general) – habría sido censurada por un ortodoxo y antipopulista Plekhanov para no ser conocida sino en 1924. Nuevamente estamos en el caso de un error que linda con la falsificación (sobre todo teniendo en cuenta que el compañero de armas de Zarembka, James D. White, es versado en ruso). Por una parte, ya quien publicara la carta por primera vez, Boris Nicoalevsky (Antología de cartas de Axelrod de 1881-1896, publicada en 1924), subraya que la carta era muy conocida en el ámbito ruso, tanto que la misma es citada en el obituario hecho a Marx en el momento de su muerte en 1883, publicado por la tendencia populista (Narodnaya Volya [People’s Will]). Por otra parte, los editores de la antología de cartas de Axelrod de 1880-1892 publicada en 2006 (Из архива П. Б. Аксельрода. Вып. 1: 1880—1892 гг. — М., 2006), tienen un artículo específico en que critican la idea de que la carta fuera “censurada” o “escondida” por Plekhanov (И. «Утаенное» письмо К. Маркса. 1881 г.. Предисловие [The “hidden letter” of K. Marx. Foreword]), demostrando que el Plekhanov de ese momento no habría tenido problema alguno con la misma porque aún estaba en un momento de transición desde el populismo hacia el marxismo (todavía se organizaba en Black Redistribution [Chorny Peredjel], el Grupo por la Emancipación del Trabajo solo nacería en 1883, el mismo Plekhanov publica una nueva traducción de El Manifiesto Comunista al ruso en 1882 en que desarrolla tesis no tan distintas a las de la carta de Marx de 1881), y que la tesis de un “Plekhanov ortodoxo y censurador de la alternativa populista” es una falsificación hecha por Valentinov en 1957, la cual fue refutada por el mismo Nicolaevsky ese mismo año (mientras un intento de revivir las tesis de Valentinov en 1990 por parte de Kunitsyn fue ampliamente refutado). Tan conocido era el “Marx populista” (sic) en la Rusia de los 1880s-1890s, que Plekhanov menciona en julio de 1894 que la carta de Marx de 1877 a Mikhailovsky (donde desarrolla ya las tesis de 1881 de su carta a Zasulich) había generalizado un tipo de marxista ruso que solo estaba de acuerdo con el Marx de esta carta (Prefacio al opúsculo “F. Engels sobre Rusia”). Por lo demás, es posible caracterizar la carta de 1881 de Marx de una forma no plenamente populista, en un contexto que traza el desarrollo de las concepciones de Marx y Engels respecto de Rusia haciéndolas converger con los desarrollos de Plekhanov sobre la materia, que es lo hemos hecho nosotros (Clase o pueblo?: una crítica científica desde el marxismo, 2017, pp 285-357). En tercer lugar, y muy relacionado con lo anterior, el Prefacio de Danielson a la 2da edición de al traducción rusa del primer volumen de El Capital de 1898, citado completo en una nota al pie por Zarembka en las páginas 92-94 de su libro bajo la traducción de James D. White, muestra un Nikolaion bastante cercano a rechazar su tesis populistas previas que negaban el desarrollo del capitalismo en Rusia (párrafos 7 y 8); de hecho, Plekhanov ya en 1895 discute con unos narodniki que retroceden en toda la línea (según ellos existe desarrollo del capitalismo, pero este no produce una clase obrera combativa -cuando en 1896 los tejedores de San Petersburgo desarrollarán algo bastante cercano a una huelga general, huelga de participación obrera mas masiva de la historia hasta ese momento en toda Europa!-). Cuarto, veamos algunas cuestiones planteadas respecto a la relación entre Sieber y Marx. A lo largo de todo su libro Zarembka defiende lo importante que es la edición francesa de El Capital (1872-1875), por las modificaciones que Marx habría hecho en su opera prima, las cuales no habrían sido incorporadas plenamente por Engels en las ediciones de 1883 (3ra) y 1890 (4ta) de El Capital I en el idioma alemán original (y que además habrían devenido canónicas debido a la gran autoridad que Engels tenía en el movimiento socialista de la época). Sin embargo, Zarembka releva la recensión de Marx de la obra de Sieber de 1871 que el Moro publica en el Afterword de enero de 1873 a la segunda edición alemana del primer tomo de El Capital. Esto es, Marx estaría “satisfecho” con la interpretación que Sieber hiciera a la primera edición alemana de su obra aún en enero de 1873, aquella edición tan desestimada por Zarembka debido a su hegelianismo. Por otra parte, la pequeña referencia que Marx hace a Sieber en el mencionado Afterword, es muy improbable haya sido escrita después de un estudio detenido del trabajo de Sieber de 1871, porque éste le escribe a Danielson que estaría encantado de recibir el texto de Sieber solo el 12 de diciembre de 1872 (carta), y aún el 18 de enero de 1873 le comenta al mismo Nikolai-on que recién ha recibido este libro junto con 5 volúmenes de Screbitsky y un libro de Golovachev (el Afterword a la 2da edición de El Capital está fechado el 24 de enero de 1873). En lo que hace al contenido de la referencia de Marx a Sieber, hay que tener cuenta que la misma no legitima la interpretación de Sieber de manera enfática, sino solo expone que para éste la obra de el Moro utiliza el método deductivo propio de los economistas clásicos (Smith, Ricardo), en tanto extracta una cita de más de una página del Messenger de San Petersburgo de 1872 escrita por otro autor para exponer su método como el “materialista dialéctico” (también debe relevarse el encuadramiento epistemológico-teórico a través de la pareja inducción-deducción, criticado y discutido por Engels en Dialéctica de al Naturaleza, MECW v25, pp506-509). Por último, Zarembka presenta la línea de Marx que hace referencia a Sieber en sus Notas sobre un libro de Adolfo Wagner (1881), para sustanciar la idea de que Marx habría leído y aprobado un texto de este autor sobre él y Ricardo de 1874 (pp128- 130). El problema es que nuevamente estamos ante algo más que dudoso, ya que la pp534 del v34 de la MECW donde se consigna la cita de Marx a Sieber en el contexto de sus notas sobre Wagner, adosa una nota editorial a pie de pagina según la cual Marx estaría haciendo referencia al libro de Sieber de 1871 y no al libro de 1874. En quinto lugar, Zarembka afirma en la nota al pie n6 consignada en la página 96 de su libro, que Plekhanov “nunca mostró gran interés en la economía política abstracta”. En este caso estamos en presencia de un nuevo error de Zarembka, que bajo la mejor interpretación puede deberse a la “ignorancia supina” (quien desconoce teniendo todas las herramientas para conocer a su alcance), y bajo la peor, a la falsificación. Esto porque es Plekhanov quien primero desarrolla la economía política marxista en vena crítica a su primera interpretación reformista bajo manos de los primeros kadetes, que apoyaban sus tesis en un Rodbertus ya fallecido. En efecto, y como hemos mencionado en nuestro trabajo de Mphil sobre el desarrollo del marxismo fuera de Marx y Engels entre 1865 y 1896, los trabajos A New Direction in Political Economy (Новое направление в области политической экономии, nov 1881) y The economic theory of Karl Rodbertus – Yagetsov (Экономическая теория Карла Родбертуса – Ягецова, 1881-1883), son prueba fehaciente, tanto del amplio tratamiento que Plekhanov le dio a la economía política abstracta (el primer trabajo suma 37 pp en Word arial narrow tamaño 13 sin espacios, el segundo alcanza 105pp bajo el mismo formato) en el momento en que transitaba desde el populismo hacia el marxismo, como de su lucidez económico-teórica (Engels solo comenzaría sus críticas sistemáticas a Rodbertus en 1884). Sexto, en las páginas 86-89 Zarembka afirma que Lenin (como heredero del Plekhanov de los 1880s1890s) nunca trató de manera correcta y extensa la comuna rusa (obschina, mir), mientras Luxemburg sí fue más sensible a la misma y su especificidad. Respecto de esto, hay que notar algunas cuestiones. En el caso de Plekhanov, este trata el problema de la comuna desde sus primeros momentos y conoce al dedillo los escritos teóricos y estadísticos de su tiempo; su opción marxista en relación con la comuna (obschina) es porque supera su propio populismo vigente desde 1878 a 1882 (fundador de Selmya Volya – Tierra y libertad/voluntad), el cual precisamente se basaba en fetichizar la comuna. Para citar solo algunos ejemplos tenemos que Plekhanov trata sistemáticamente un escrito de Kovalevsky en su “Land community and its probable future” (En-Feb 1880) [Поземельная община и ее вероятное будущее], el mismo Kovalevsky que se supone hizo a Marx adoptar tesis populistas sobre la comuna. El trabajo de Kovalevsky es On the Disintegration of Communal Landholding in the Canton of Vaadt, London, 1876 [О распадении общинного землевладения в кантоне Ваадт]. En este mismo texto Plekhanov trata a Orlov y sus estadísticas agrarias sobre la cuestión. Plekhanov, por lo demás, era muy riguroso y trata el problema agrario y su vinculación de manera no menor en Nuestras diferencias (1885), donde se basa en gran parte en Orlov: Leia Mais

La resistencia de las mujeres en gobiernos autoritarios: Argentina y Brasil/1955-1968 | Paula Lenguita

No hace tanto que las ciencias sociales comenzaron a otorgarles voz a los trabajadores que resistieron a las dictaduras militares en Latinoamérica. Menos aún, que la mirada transaccional de género permitió correr el velo a esa historia en masculino para comenzar, trabajosamente, a recuperar del silencio las voces de las mujeres que fueron parte ineludible de aquellas resistencias. “La resistencia de las mujeres en gobiernos autoritarios” es, en este sentido, un coro de mujeres que ahora son parte de esta otra historia de las resistencias a los gobiernos autoritarios en Argentina y Brasil. Porque esta es una historia “en paralelo”, fragmentaria y atrapante: “una historia poco conocida, en plural y en femenino, que condice pocas veces con otras más ampliamente desplegadas, pero que sin dudas es necesario reivindicar para no continuar acallando la voz de las mujeres que se opusieron a las dictaduras latinoamericanas.” (Lenguita, 2020). Este libro tiene un antecedente en otra obra colectiva editada por el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (Lenguita, 2018) y es el resultado de la Reunión Científica: “Seminario Internacional Tradiciones Obreras Latinoamericanas”, producto del patrocinio del Subsidio para la Organización de Eventos en Ciencia y Tecnología del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnicas de Argentina (2019-2020). En sus páginas se recuperan biografías, voces y trayectorias de mujeres que ocuparon roles y posiciones de relevancia para comprender en todo su espesor las resistencias a las dictaduras en Argentina y Brasil. Este objetivo ordena la temporalidad de la obra: “no será la ruptura del orden democrático sino los períodos establecidos por la experiencia opositora de las mujeres los que ordenan la estructura argumental del libro”. Este abordaje comprometido y con una temporalidad propia permite un análisis enriquecido de la represión sexista en contextos de gobiernos autoritarios donde la dimensión represiva adquiere una saña, profundidad y crueldad específica hacia las mujeres. Pero, además, estos testimonios emergen del trabajo sobre un doble silenciamiento: el impuesto por el régimen dictatorial y el impuesto por el orden patriarcal. El saldo, doloroso y necesario, es una historia de la represión sexista que tiene como protagonistas tanto a los regímenes autoritarios como a los propios compañeros de militancia. El libro se divide en cuatro secciones que agrupan los siete capítulos que lo componen. La sección “Obreras metalúrgicas ante el golpismo” contiene los dos primeros capítulos. El primero, “Trabajadoras metalúrgicas en la resistencia peronista. Una mirada a partir de una fábrica: Philips Argentina, 1955-1958” de Darío Dawyd aborda las relaciones de género en la resistencia peronista desde el mundo fabril, realizando un primer recorrido desde el caso de la Fabrica Philips Argentina con el objetivo de incluir a mujeres de una fábrica metalúrgica y la cuestión de género en los relatos de la resistencia peronista desde espacios fabriles. Aborda la problemática de la equiparación del salario entre hombres y mujeres; la participación de mujeres en acciones violentas; la calificación de las obreras y la división de género en la fábrica. A través del análisis de estas dimensiones en el lugar de trabajo se describe de qué forma las mujeres participaron, cuando la represión arreciaba y los riesgos también, poniendo el cuerpo en ese tiempo de rebeldías. El segundo capítulo, “Operárias e comunistas: memórias da militância política e da resistência contra a ditadura militar” de Carolina Dellamore analiza el desempeño de un grupo de trabajadoras del sector metalúrgico en la Ciudad Industrial de Contagem / MG, entre el golpe cívico-militar de 1964 y la huelgas metalúrgicas de 1968, un acontecimiento importante que aún hoy moviliza memorias locales. A través de entrevistas de historia oral a dos trabajadoras metalúrgicas, Efigênia Maria de Oliveira y Conceição Immaculada de Oliveira (integrantes del Partido Comunista Brasileño y de la Corriente Revolucionaria que se desprende de aquél en 1967) examina el movimiento obrero en el contexto de la dictadura militar desde el análisis de los significados que dan a esta experiencia las trabajadoras. La segunda sección “Misoginia de la violencia represiva”, la inaugura el tercer capítulo “Las mujeres de la resistencia peronista bajo la mirada represiva (1955-1966)” de Anabella Gorza. Con el objetivo de reconstruir una historia de las mujeres en la resistencia peronista en las décadas de 1950 y 1960 centra la mirada en un tipo de fuente específica: los documentos que fueron producidos por los aparatos represivos: los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) y las sentencias del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CONSUFA), dictadas en el marco del plan CONINTES. Las fuentes de la represión evidencian diferentes formas de apropiación y ejercicio de la política por parte de las mujeres, así como ciertas transgresiones a los roles de género prescriptos a mediados del siglo XX. Concluye que la represión convierte las acciones documentadas en los archivos en “actos de rebeldía” en cuanto su presencia evidencia un desafío el orden anhelado por las fuerzas de vigilancia. Leia Mais

Trabajo, valor y capital. De la crítica marxiana de la economía política al capitalismo contemporâneo | Guido Starosta, Gastón Caligaris

A pesar de que concluyendo el siglo XX, los apologistas del “fin de la historia” se apresuraron a decretar el ocaso del pensamiento de Karl Marx, en las últimas décadas asistimos a una notable reemergencia de su legado. En el marco de la actual crisis mundial y el recrudecimiento de las contradicciones de la sociedad capitalista, proliferan tanto en ámbitos políticos como académicos, las lecturas que recuperan los aportes de la crítica marxiana para el análisis de los fenómenos sociales en curso. Trabajo, valor y capital. De la crítica marxiana de la economía política al capitalismo contemporáneo, de Guido Starosta y Gastón Caligaris, integrantes del Centro para la Investigación como Crítica Práctica, se sitúa dentro de esta revitalización del pensamiento de Marx demostrando su relevancia para el reconocimiento de las determinaciones más generales del modo de producción capitalista. Leia Mais

Razones para ser anticapitalistas | David Harvey

David Harvey es uno de los académicos más importantes dentro del campo de la geografía humana del siglo XX, su obra se centra principalmente en el estudio de la materialización urbana del capitalismo y en el imperialismo como forma de dominación a partir de los planteamientos de la teoría marxista. Razones para ser anticapitalistas es la transcripción y traducción al español de la exposición de David Harvey en la conferencia internacional “The Future is Public” organizada por el Trasnational Institute (TNI), en diciembre de 2019, en Ámsterdam. La edición del libro estuvo a cargo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en colaboración con el TNI y forma parte de la Biblioteca Masa Crítica, la cual reúne aportes de intelectuales de diversas tradiciones teóricas que permiten interpretar los dilemas de nuestro presente histórico. Precisamente, el autor se propone brindar algunas pistas sobre cuáles son los problemas actuales del capital, sus contradicciones y adaptaciones. El libro está estructurado en cinco capítulos, aunque esta división no fue hecha por Harvey en su exposición, sino que es propuesta por el editor y responde a ejes conceptuales. En su exposición, David Harvey recurre nuevamente a Marx para desentrañar e interpretar los problemas del mundo contemporáneo. Incluso, destaca que Marx de alguna manera es más relevante hoy que en el contexto de escritura de su obra, cuando el capitalismo industrial solo era dominante en Gran Bretaña, parte de Europa occidental y la costa este de los Estados Unidos, porque en la actualidad las relaciones sociales capitalistas dominan prácticamente el mundo entero. En este sentido, Harvey no solo extrae lecciones de Marx, sino que señala el carácter premonitorio de los análisis del genio de Tréveris quien anticipó en el Manifiesto Comunista que, para sobrevivir, el capital debía crear un mercado mundial, lo que implicaba una expansión y circulación a escala global. La tendencia a la aniquilación del espacio a través del tiempo, señalada por Marx, es acompañada por Harvey con la tesis de la acumulación infinita de capital, que supone que el mismo perdurará y se expandirá constantemente. Este crecimiento acumulativo sin fin, según el autor, se basa principalmente en el interés compuesto, o capitalización de los intereses, el cual al principio crece lentamente, pero que después aumenta exponencialmente; generando un rendimiento descomunal. Además, el autor destaca que la forma del capital que posibilita esta expansión sin límites es la forma dinero que, desde la eliminación del patrón oro en agosto de 1971, se halla liberada de cualquier limitación física. Esto último, convirtió a los bancos centrales en los árbitros fundamentales de la circulación mundial de dinero. Esta condición de infinito negativo, es decir, de crecimiento en forma de espiral constituye hoy, según Harvey, una contradicción extremadamente peligrosa, porque se vuelve insostenible asegurar la reproducción de la tasa de ganancia a través de la inversión en producción y el desarrollo de mercados y, por tanto, el capital recurre a la emisión monetaria, a la compra de activos y al mercado bursátil como modo de adaptación. Irónicamente, el autor señala que la salida del capital no puede ser una desaceleración del crecimiento porque eso en el marco de una economía capitalista es una contradicción lógica, debido a que la principal motivación perseguida es la ganancia. De esta concepción del beneficio se desprende una forma de entender el mundo donde hasta la crisis se define como ausencia de crecimiento. Harvey no se detiene en desarrollar minuciosamente las formas de adaptación del capital frente al hecho de que debe crecer de manera perpetua y sus consecuencias, sino que avanza en otras dos direcciones: En primer lugar, postula la necesidad de construir una alternativa al capitalismo que bajo la premisa de la libertad individual construyó un mundo “de esclavitud salarial, peonaje de deudas y desigualdad”. (2020: 36). Sostiene, junto con Marx, que la emancipación colectiva no puede depender de la libertad individual, sino, por el contrario, que la emancipación de los individuos solo puede venir con un proyecto colectivo. Y agrega que la libertad individual en el mundo actual es una ficción porque el sistema solo funciona para una minoría. Esto hoy se manifiesta en la multiplicidad de estallidos sociales que se producen alrededor del mundo y que atestiguan la necesidad de algo diferente. Sin embargo, según Harvey, aun no hay claridad sobre cómo debería ser un sistema alternativo, solo es evidente la necesidad de una nueva alternativa. En segundo lugar, vuelve sobre el concepto de interés compuesto. Sin embargo, se aleja del problema de la caída de la tasa de ganancia y se centra en la masa de capital acumulada. Harvey advierte que, a pesar de la reducción la tasa de reproducción del capital, la masa total acumulada sigue aumentando y esto también genera dificultades. Señala que “Hay un problema de consecución, ya que si hay una masa de capital en aumento también existe una masa de mercancías, nuevos productos básicos que serán absorbidos”, y añade: “¿Qué tendría que ocurrir en la economía para absorberlos? Tendrían que modificarse las necesidades y los deseos de la sociedad” (2020: 48). Además, explica que la masa como tal es toxica, porque consecuentemente el aumento de la producción de mercancías genera una cantidad preocupante de desechos que provocan un considerable deterioro medioambiental. Entonces, tanto la tasa como la masa generan problemas relevantes. Leia Mais

Militantes de la izquierda latinoamericana en México/1920-1934. Prácticas políticas/redes y conspiraciones | Sebastián Rivera Mir

El libro de Sebastián Rivera Mir que ahora presentamos tiene la virtud de abordar el papel desempeñado por México como centro de atracción de diversos militantes de izquierda latinoamericanos desde una óptica novedosa que aglutina una gama de facciones y grupos de exiliados que conformaron redes de acción política, de cooperación, pero también de confrontación. Impresiona la pluralidad de actores y de organizaciones que el autor presenta de manera fluida e interesante a lo largo de los seis capítulos que se incluyen en la obra. Como todo buen historiador, Rivera Mir se dio a la tarea de revisar una multiplicidad de fuentes primarias resguardadas en archivos nacionales y extranjeros: documentos, periódicos y revistas provenientes de España, México, Chile, Perú, Cuba, Argentina, Colombia, Uruguay y Estados Unidos. Además, todo este esfuerzo investigativo también se sustenta en una amplia bibliografía que recorre la problemática desde diferentes frentes teóricos y metodológicos: el estudio de las sociabilidades, el análisis de redes y la perspectiva transfronteriza. Así, el lector encontrará un dialogo recurrentemente con la historiografía especializada, con autores y escuelas fundamentales para el análisis de los militantes de izquierda latinoamericanos en el periodo de estudio. Desde el inicio reconocí la dificultad inherente de la empresa emprendida por el autor: desentrañar y explicar las labores intelectuales, político-partidistas, e ideológicas de hombres y mujeres que por asares del destino, como se suele decir, coincidieron en México. Particularmente, considero sumamente complicado lograr un equilibrio entre la multiplicidad de experiencias de vida que aparecen en el estudio. Dicho de otra manera, Rivera Mir logra analizar las labores de asociaciones como las del Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el Partido Revolucionario Venezolano, el Partido Socialista Peruano, la Liga Antiimperialista de las Américas, entre muchas más, sin privilegiar a una sobre las otras. Por supuesto, es también cierto que personajes de la talla del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, del cubano Julio Antonio Mella, del boliviano Tristan Marof, del venezolano Carlos León, del peruano José Carlos Mariátegui (desde fuera de México) y del nicaragüense Augusto C. Sandino, aparecen a lo largo del texto como ejes que articulan la indagación. Sin embargo, insisto, el autor logra configurar una visión global del fenómeno estudiado. Es fundamental en el planteamiento la reconstrucción del escenario o “territorio” del exilio. En este sentido, más allá de los “marcos ideológicos estáticos”, el abordaje de la vida cotidiana de los militantes extranjeros que llegaron a México permite entender el desenvolvimiento político de estos emigrados: ¿quiénes fueron el soporte emocional y material de los recién llegados? ¿Quiénes fungieron como mediadores en la articulación de estas redes? ¿qué papel desempeñaron los gobiernos y las instancias de inteligencia en estas circunstancias? Son algunas de las preguntas que guían el análisis de los diferentes apartados. Un militante, nos advierte Sebastián, no sólo podía cambiar de un partido a otro, “de aprista a comunista (por ejemplo), sino que además podía generar conexiones con miembros de otras organizaciones que comúnmente se enfrentaban en el ámbito internacional. Así, el énfasis de la investigación se encuentra en las “estrategias de supervivencia, en los intercambios culturales y en las prácticas políticas” de las diferentes oleadas de exiliados, privilegiando los vínculos transfronterizos, evitando, de esta manera, las visiones limitadas que se concentran únicamente en la Nación como unidad de análisis. Además, queda claro, tras la lectura del libro, que detrás de los eventos y preocupaciones de estirpe latinoamericana, el escenario internacional determinó de manera importante las acciones de esos militantes: la Revolución Rusa, la crisis financiera del 29, y la irrupción del fascismo, son algunos ejemplos de esto. Leia Mais

Acción Social Efectiva de la Sociedad Civil Organizada No lucrativa en Latinoamérica/el caso de la ciudad de Arequipa/Perú | Lucía P. Carrillo, Jorge A. Calderón, Mauricio M. Gamio

Estamos frente a un texto que da cuenta de una trayectoria extensa y vinculante a su origen en la Universidad Nacional Autónoma de México, particularmente el Centro de Investigación Interdisciplinaria en Ciencias y Humanidades (CEIICH) y que luego se expande a la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. La siguiente reseña es un aporte teórico a su lectura y aplicación, relevando la consistente postura epistemológica crítica la cual tributa teleológicamente la propuesta teórica y metodológica del texto que vale la pena revisar por sus aportes prácticos. Una de las intenciones discursivas del texto es el fortalecimiento del trabajo en formación de investigadores-docentes. Una propuesta que nace en el CEIICH y el laboratorio de Tecnología para la Investigación Docencia Interdisciplinaria (TIDI), espacio donde se crean elementos tecnológicos con una perspectiva interdisciplinaria y compleja, pudiendo proyectar este conocimiento y su aplicación a otros escenarios y realidades que trasciendan las fronteras lo que resulta atractivo para quienes reflexionan los problemas latinoamericanos más allá de sus naciones. El texto prosigue describiendo la inspiración conceptual teórica y metodológica a nivel interdisciplinario. Todo un desafío cuando comprendemos las dificultades que conlleva esta empresa a la luz de la literatura sobre el tema, respecto a la dificultades estructurales en el mundo académico donde la generación del conocimiento y la reflexión de problemáticas se dan en su mayoría a un nivel multidisciplinario, más que interdisciplinario. Leia Mais

La soledad de Marx/estudios filosóficos sobre los Grundrisse | Omar Acha

Los Elementos fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse) ocupan un momento bisagra en la producción intelectual de Karl Marx. Tardíamente recopilados y publicados, aún no han sido objeto de análisis tan minuciosos como otras obras de Marx, tales como El Capital o La ideología alemana. Su aparición se da en Rusia a finales de los años 30, fruto de la labor de reconstrucción del instituto Marx-Engels, pero recién hacia los 60 son traducidos a otros idiomas y leídos por un público más global. Salvo algunas excepciones (Rosdolsky1), las contribuciones para un análisis pormenorizado de esta obra son recientes: Postone, Musto, Bellofiore2. La lectura más común es que en los Grundrisse, Marx analiza cuestiones que en El Capital no están siquiera mencionadas (como el General intellect), y que es más nítida la manera en la que elabora y construye sus categorías de análisis. Es decir, podemos entrar en la intimidad del “laboratorio de Marx”, como reza el título de una de las obras mencionadas, para ahondar en elementos que nos permiten aclarar el sentido de lo desarrollado en El Capital, pero más importante, para ir más allá. Sin embargo, algunos de sus más reconocidos intérpretes los toman en una manera un tanto aislada, con la finalidad de fundar nuevas lecturas teóricopolíticas a la luz de coyunturas determinadas, como es el caso de Toni Negri o Enrique Dussel, que sostienen una alternativa a los proyectos socialistas tradicionales que conforman partidos revolucionarios. La Soledad de Marx es una clara contribución en el sentido de comprender la obra de Marx en su conjunto, ubicando los Grundrisse en un punto bisagra de su pensamiento. Si bien es evidente que constituyen borradores en tanto Marx no escribió esta obra para su publicación, sí son entendibles como un momento con relevancia propia, y no solo como una antesala a la escritura de El Capital. Partiendo de la premisa común de que en los Grundrisse se reconstruye una lógica social donde el capital es un sujeto impersonal que se impone y moldea las relaciones sociales según su necesidad, los autores van analizando diversos elementos específicos que son inherentes a este desarrollo histórico. Las crisis, el mercado mundial, la historia universal y la modernidad se vuelven a ser objetos de la crítica de la economía política, y en algunos casos, en evidente polémica con las lecturas de marxistas clásicos. Leia Mais

Conflicto armado/Iglesia y violencia. Un estudio de caso: monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve/misionero javeriano de Yarumal y obispo de Arauca | Carlos Medina Gallego

Las investigaciones sobre la Iglesia Católica en Colombia han tenido diversos enfoques, se han abordado desde diferentes disciplinas y han tenido en cuenta multiplicidad de temas. En lo político, los estudios se han destacado por mostrar su participación en favor del conservatismo, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX; su aprobación o desaprobación a candidaturas presidenciales; sus discursos y posición en relación con los diferentes periodos de violencia en el país; o su participación en escenarios de diálogos de paz. En lo social, por su parte, se encuentran estudios sobre los alcances de la acción social católica en el país; su influencia en las organizaciones de trabajadores; los procesos de evangelización en zonas periféricas; o su constante opinión sobre las mujeres, la sexualidad o la familia. Sin embargo, a pesar de lo anterior, se ha prestado muy poca atención a la victimización de la Iglesia en el marco del conflicto armado colombiano1. De tal modo que, el libro del investigador Carlos Medina Gallego2, el cual aborda el caso del asesinato del obispo Jesús Emilio Jaramillo Monsalve por parte del Ejército de Liberación Nacional -ELN- en 1989, representa una novedad. Leia Mais

La desmesura revolucionaria. Cultura y política en los orígenes del PARA | Martín Bergel

Durante la última década se ha incrementado el número de investigaciones sobre el APRA en su dimensión transnacional. La relación entre la experiencia del exilio aprista y los procesos políticos en Latinoamérica se ha convertido en el principal interés de quienes se dedican al estudio del movimiento peruano. Sin embargo, gran parte de las nuevas investigaciones se basaron en los artículos publicados por Martín Bergel, quien desde hace una década postulaba que el partido liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre fue un movimiento político fundado desde el exilio con base en el contacto epistolar, en las redes intelectuales y en el debate político transfronterizo. La desmesura revolucionaria es el resultado de una prolongada investigación que incluyó numerosos archivos públicos y privados, bibliografía actualizada y el análisis desde diversas perspectivas que refrescaron los estudios del APRA. Como señala Carlos Aguirre en el prólogo de este libro, la historiografía aprista se dividía entre quienes celebraban el sacrificio de Haya de la Torre y sus críticos; sin embargo, Bergel forma parte de las excepciones de estos estudios, entre quienes se encuentran, por ejemplo, Ricardo Melgar Bao, Iñigo García-Bryce, Myrna Wallace, Patricia Funes y Leandro Sessa, que mostraron nuevos aspectos sobre el APRA como la difusión del anticomunismo, el papel de las mujeres, la circulación de impresos y las actividades transnacionales. El libro se estructura en tres partes que responden a una agenda de investigación que se distancia de la historia hecha por sus militantes y críticos como Percy Murillo, Luis Alberto Sánchez o Nelson Manrique, y se engarza a actualizadas cuestiones metodológicas, problemáticas y preguntas. En la primera parte, “el APRA en espacios transnacionales”, los artículos reunidos en este apartado destacan por los matices entre presencia intelectual y circulación de ideas. Bergel advierte que figuras como Haya de la Torre, Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane y otros, no sólo sellaron su presencia a través de discursos, entrevistas y conferencias, sino que desarrollan un proceso de difusión doctrinal basado en diferentes actividades como la colaboración editorial en revistas y periódicos, establecer relaciones de amistad y la participación en debates políticos nacionales e internacionales. Estas actividades fueron caracterizadas por el autor como “nomadismo proselitista”, un ejercicio que entremezclaba carisma y polémica en la discusión ideológica que se desarrollaba en el continente. De ese modo, resulta esencial analizar las prácticas políticas fuera de los marcos nacionales y como éstas transformaron los hábitos intelectuales. Leia Mais

Luchas sociales, justicia contextual y dignidad de los pueblos | Ricardo Salas

En los últimos decenios, los países de América Latina, se han visto entrabados y conmovidos por la rápida y creciente dependencia de la economía global que restringe sus posibilidades de integración, cooperación regional y superación de sus democracias restringidas y deformadas por el neoliberalismo. Chile, aparece como la comunidad económica, social y cultural más vapuleada, desde que la dictadura civil-militar en 1973, impone por la fuerza un modelo de economía mercantil desregulado, basado en el extractivismo, la violencia a la naturaleza, la privatización de todas las aguas y de la mayoría de los medios de comunicación, seguridad social, salud, educación y la entrega de sus mejores territorios productivos, regidos por los tratados de libre comercio a favor de las empresas transnacionales. La obra que aquí presentamos, Luchas sociales, justicia contextual y dignidad de los pueblos, se propone contribuir a través de la filosofía y de pensadores de las ciencias sociales, con una visión crítica sobre la urgente tarea de trazar un destino digno en la recuperación de la identidad de los pueblos, incluidos por cierto a los indígenas, migrantes y minorías reprimidas por el neocolonialismo. La mayoría de los países están llegando al límite de lo soportable; las injusticias, inequidades y exclusiones, se van acumulando a riesgo de seguir sumando resistencias, revueltas y rebeliones sociales. Como lo señala Ricardo Salas, su organizador, este libro es una obra de carácter éticopolítica, principalmente focalizada a la situación actual de la zona del cono sur, sin excluir al resto del continente en su dimensión tercermundista. La hegemonía del capital por sobre cualquier otra lógica, hace cada día más insoportable continuar viviendo en medio de tantas asimetrías sociales y políticas. Es un libro de la contingencia o de la transición manipulada que deviene en permanencia… La obra incluye a 22 filósofos y científicos sociales, pertenecientes a Chile, Uruguay, Venezuela, España, Argentina, México, Colombia, Cuba, Bélgica, Ecuador, Brasil y Bolivia. Los nombres de los comunicadores, todos doctores y doctoras en sus respectivas líneas de investigación, son: Yamandú Acosta, Vladimir Aguilar, José Aguirre, Alcira Bonilla, Elisa Cruz, Alfredo Gómez, Pablo Guadarrama, Ana Gurrero, Sirio López, Marc Maesschalck, Federico Mare, Juan Paz y Niño, Jovino Pizzi, Sofía Reding, María Rezende, María Rubinelli, Ricardo Salas, Freddy Simbaya, Leonardo Tovar, Fidel Tubino, Jorge Viaña y Eduardo Vior. Sus colaboraciones, se pueden agrupar en los siguientes territorios y visiones según sus particulares controversias geopolíticas: tres artículos sobre América Latina en general; diez sobre la situación de países específicos focalizados en Haití, México, Colombia, Ecuador, Perú y en el trato degradante de los indígenas de Brasil y de los sectores sociales más empobrecidos y marginales; tres sobre los países analizados del cono sur; y seis trabajos referidos exclusivamente al paradigmático caso chileno, reflexionando y dando antecedentes sobre el impacto del neoliberalismo, la trascendencia de la dictadura, las movilizaciones y protestas que hicieron explosar la caldera social y política el 18 de octubre de 2019, donde el pueblo chileno ha opuesto la fuerza de su indignado despertar a la violencia del modelo económico administrado por el piñerismo. Leia Mais

En los márgenes. Rhodakanaty en México | Carlos Illades

Dentro de la historiografía mexicana, en lo que se refiere al siglo XIX, la mayor parte de los estudios se concentran en los primeros años del siglo antepasado y en los procesos que han configurado al Estado nación, es decir: en los últimos años del dominio del imperio español sobre el territorio de la Nueva España; en el “bienio crucial” (1808-1810), del cual se desprendería el germen del movimiento independista; en el propio proceso de independencia; en la formación territorial, jurídica, simbólica y política de la incipiente nación; y, ya más avanzado el siglo, en las disputas entre liberales y conservadores; pasando por las grandes gestas de la historia oficial que han dotado de significado el sentimiento pátrio. Leia Mais

Éramos iglesia…en medio del pueblo. El legado de los Cristianos por el Socialismo (1971-1973) | Michael Ramminger

Michael Ramminger, teólogo del instituto de Teología y Política en Munster, Alemania, mezcla en el presente libro dos intereses ya manifestados en investigaciones previas, el estudio histórico del cristianismo rebelde y el interés por el Tercer Mundo. En este caso, se adentra en un análisis crítico y extenso acerca del grupo de los Cristianos por el Socialismo (CPS). De entrada, hay que reconocer que la obra de Ramminger es un aporte para la comprensión de una parte de la historia de Chile, desde una perspectiva política y social. Entrega luces sobre un movimiento nacido en el Chile de la Unidad Popular (UP) que, si bien era minoritario, no era marginal dentro del mundo eclesiástico. El autor hace un largo barrido por la historia del siglo XX profundo chileno e incluso se remonta hasta 1925 para hallar los antecedentes de los Cristianos por el Socialismo en Chile. Junto a esto, el autor propone, por un lado, que el grupo encuentra sus raíces en otros dos procesos, en el nacimiento del cristianismo social chileno en los ’50 y, por otro, en los esfuerzos reformadores de la Iglesia Católica Romana y la nueva teología de liberación. Para el alemán, el grupo está ubicado en la avanzada de esta teología rebelde. Como postulado central el autor plantea que los CPS no alcanzaron ni desarrollaron una eclesiología propia, no obstante, en la práctica sí esbozaron una nueva forma de entender el cristianismo. A pesar de esto, el autor señala que no fracasaron por este motivo, sino porque la jerarquía católica no renunció a su eclesiología imperial y por la ejecución del golpe de 1973. Leia Mais

La ciudad gaitanista: Santiago de Cali en la década de 1940 | Esteban Morera Aparicio

La Colección de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario viene destacándose durante los últimos años en la edición de pertinentes investigaciones en el campo de los estudios sociales y políticos. En ese marco se inscribe la reciente publicación de La ciudad gaitanista del historiador colombiano Esteban Morera Aparicio. La indagación por la relación entre provincia y fenómeno gaitanista es lo que da origen a este libro que contiene los últimos avances del autor, actualmente investigador de la Universidad Eberhard Karls de Tubinga, quien organiza su disertación a través de veinticinco cortos capítulos marcados por el ánimo divulgativo y la claridad expositiva. El tema central se vuelve excusa para construir una interesante descripción del panorama socioeconómico y político de Santiago de Cali durante la década de 1940, en donde las convulsiones de la vida nacional se traslapaban con las tensiones sociales de una urbe en pleno crecimiento y consolidación. Para Morera Aparicio, la reflexión historiográfica tanto sobre la vida y obra de Jorge Eliecer Gaitán como sobre los avatares del gaitanismo después del 9 de abril de 1948, continúa siendo una tarea inconclusa. Es particularmente acusado el centralismo del análisis de los mismos, derivado del hecho mismo del Bogotazo y sus consecuencias inmediatas sobre la política nacional. Por estas razones, el autor decide centrarse en el caso de Cali, la capital del joven departamento del Valle del Cauca, una ciudad colombiana en pleno auge industrial y comercial durante la década en cuestión y que se constituyó en aquel periodo en uno de los fortines más poderosos del movimiento gaitanista en todo el país. El principal punto a favor de la La ciudad gaitanista reside en el acceso del autor a fuentes novedosas–archivos privados, correspondencia, documentos de Planeación Municipal– que permiten ampliar la comprensión de la Cali política, no solo en el plano discursivo sino también en el del ordenamiento de la urbe durante de la primera mitad del siglo XX, en lo que el autor denomina “la ciudad como principal escenario de escenificación política”. Particularmente valiosa para la historia política del periodo en cuestión resulta la reconstrucción que realiza Morera Aparicio de la relación local entre escenarios de sociabilidad, medios impresos y política tribunicia. Adicional a esto, merecen particular mención dos capítulos del libro de capital importancia en el desentrañamiento del rompecabezas caleño. En primer lugar, el dedicado a la reconstrucción de los hechos de la Masacre de la Casa Liberal. Dicho evento, ocurrido el 22 de octubre de 1949 en medio de un acto político en la sede política gaitanista de Cali, se constituirá en un referente local de la violencia política de la época. En este sentido, Morera Aparicio abre vetas para un pertinente ejercicio de memoria sobre las elites locales y su compromiso con el escalamiento del fanatismo partidista. El segundo, el capítulo sobre el IX Congreso de la Confederación de Trabajadores de Colombia realizado en Cali en diciembre de 1947, que señala el fin del divorcio entre Gaitán y el movimiento obrero –hegemonizado durante el periodo previo por lopistas y comunistas –. En este aparte, Morera Aparicio da cuenta de un viraje usualmente ignorado dentro de la historiografía sobre el sindicalismo colombiano, abriendo espacio a nuevas preguntas de investigación sobre los apoyos políticos del movimiento obrero. Desde las páginas iniciales el autor propone que La ciudad gaitanista se encuentra en una agenda de investigación mucho más amplia centrada en la construcción de una historia de los sectores populares ajena a horizontes de expectativa previos –en una crítica a la marginal historiografía marxista sobre el siglo XX colombiano–, planteando para ello una hipótesis central: el mérito de Gaitán y el gaitanismo fue hegemonizar en la sociedad su propio concepto de sujeto popular, en torno al cual los actores políticos continuarían desarrollando su accionar incluso después del asesinato del caudillo. En el desarrollo posterior de la obra, la disertación del autor parece no seguir necesariamente la agenda e hipótesis previstas. Así, el ordenamiento del texto parece no obedecer a la inquietud planteada ni mucho menos a la demostración de la hipótesis. Los heterogéneos capítulos parecen no ser guiados por un hilo conductor o un encadenamiento causal, lo que termina yendo en contravía tanto de la novedad y la profundidad de las reflexiones de cada capítulo como del alcance de conclusiones ajenas a apriorismos. Así, la conclusión final –la extirpación violenta de la “ciudad gaitanista” del debate público local– queda en vilo, no por falta de evidencia que la valide sino por una argumentación poco ordenada que parece no aprovechar los avances que el mismo autor logra. En ese sentido, elementos como la trayectoria política y social post-Bogotazo de los liderazgos gaitanistas regionales, no son tocados en el libro a pesar de que seguramente darían luces sobre los alcances de la hipótesis sobre el concepto de sujeto popular post-Gaitán y de la conclusión misma del libro. De igual forma, no se aborda la participación destacada de cuadros del movimiento en la subsecuente violencia armada en el departamento –lo cual constituiría un fuerte argumento a favor de la idea de Morera Aparicio sobre una transición violenta de los gaitanistas hacia la más pragmática “lucha por la vida”–. Finalmente, el libro presenta un balance descriptivo de los resultados electorales del movimiento gaitanista en Cali y el Valle del Cauca, pero este está inconexo con el desarrollo mismo de la argumentación del autor, desaprovechándose una potencial veta de reflexiones que podrían haber alimentado su trabajo. Como balance final, La ciudad gaitanista es un trabajo bastante interesante y pertinente que sin embargo cuenta con limitaciones en su ordenamiento y presentación de conclusiones. La obra constituye un aporte valioso para el futuro del creciente campo de la historia local de Cali en la primera mitad del siglo XX, al tiempo que profundiza el alcance de los estudios de caso sobre el mentado fenómeno gaitanista en momentos en los que el debate sobre la memoria tiene creciente relevancia en Colombia. Leia Mais

The Red International of Labour Unions (RILU) 1920-1937 | Reiner Tosstorff

Así como la Internacional Comunista encontró su historiador en Pierre Broué, el autor de Histoire de l’Internationale communiste, 1919-1943 (Paris: Fayard, 1997, 1.120 páginas), la Internacional Sindical Roja, comúnmente conocida como Profintern, otra institución creada por los bolcheviques para organizar a la clase trabajadora en pos de la revolución socialista mundial, encontró a su historiador en Reiner Tosstorff, quien conscientemente sigue los pasos de Broué. Desgraciadamente ninguno de los dos libros ha sido traducido al español (Sundermann editó una versión portuguesa en dos tomos de la obra de Broué), pero al menos la obra de Tosstorff Profintern: Die rote Gewerkschaftsinternationale 1920- 1937 ha sido traducido al inglés por Ben Fowkes. Los primeros capítulos del libro de Tosstorff tratan del predecesor de la Profintern, el Consejo Sindical Internacional o International Trade Union Council (ITUC), que existió desde 1920 hasta 1921, así como de los esfuerzos de los bolcheviques para atraer a los sindicalistas a la causa comunista a través de una organización internacional de sindicalistas revolucionarios. Esto incluye un análisis, basado en las fuentes originales (la bibliografía abarca trabajos en ruso, alemán, francés, inglés, español, catalán, portugués, italiano y holandés), de todas las principales organizaciones sindicalistas, tales como los Industrial Workers of the World en los Estados Unidos, el movimiento de los Shop Stewards en Gran Bretaña y la Confederación Nacional del Trabajo en España, y de su relación con el gobierno soviético temprano. Los debates con los sindicalistas se centraron en si las tendencias revolucionarias dentro de los sindicatos debían estar subordinadas o no a la autoridad de la Internacional Comunista y de los partidos comunistas, y si debían separarse de los sindicatos burocratizados para formar sindicatos revolucionarios o adoptar la táctica de formar fracciones comunistas dentro de ellos. La segunda, conocida como la “táctica de las células”, fue la política prescrita por la Profintern a la organizaciones que lo integraban. En este contexto, Tosstorff también describe la lucha de los revolucionarios contra la burocracia sindical organizada en torno a la Federación Internacional de Sindicatos o International Federation of Trade Unions (IFTU) con sede en Ámsterdam, llevada a cabo bajo el lema “Ámsterdam o Moscú”. Tosstorff muestra cómo la Profintern fue capaz avanzar en los países coloniales y semicoloniales que la burocracia sindical agrupada alrededor de la IFTU, con sede en los países imperialistas, había ignorado en gran medida. Esto es seguido por una descripción detallada del congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja, que tuvo lugar en Moscú en julio de 1921, para que coincidiera con la celebración del tercer congreso de la Internacional Comunista. En el proceso, comenzó a cristalizarse un liderazgo en la Profintern centrado en la figura del sindicalista ruso Solomon Lozovsky, a pesar del hecho de que éste había tenido una relación difícil con los bolcheviques antes y después de que tomaran el poder en 1917. El congreso fundador de la Profintern dio como resultado el establecimiento de un Consejo Central, de Comités Internacionales de Propaganda y de medios de prensa tales como su órgano central, una revista mensual publicada en cuatro idiomas llamada Die Rote Gewerkschaftsinternationale (español: La Internacional sindical roja: Revista mensual). Tosstorff luego describe el período que va desde el primer hasta el segundo congreso de la Profintern, celebrado en Moscú en noviembre de 1922, coincidentemente con el cuarto congreso de la Internacional Comunista. Poco después, los sindicalistas establecieron su propia organización internacional en Berlín, conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores (International Workers’ Association, IWA). La mayoría de las organizaciones sindicalistas, como los Industrial Workers of the World estadounidenses y la CNT española, se separaron de la Profintern, aunque la mayoría de ellas experimentaron escisiones que contribuyeron al desarrollo de los partidos comunistas nacionales, especialmente en Francia, donde la división condujo a la formación de la Confédération générale du travail unitaire, o CGTU. Incluso en aquellos casos en que la mayoría de los militantes permanecieron en la antigua organización, las escisiones sindicales proporcionaron a la Profintern y a los partidos comunistas líderes prominentes, tales como Andreu Nin en España (Cataluña) y Bill Haywood en los Estados Unidos. El libro dedica un capítulo especial al papel de la Profintern en la crisis del Ruhr de 1923 y al fallido “octubre alemán” de ese año, que marcó el fin de las esperanzas de extender la revolución a Europa occidental y proporcionó el contexto internacional necesario para el surgimiento de Stalin y su teoría del “socialismo en un solo país”. La lucha interna que estalló en el Partido Comunista Ruso a fines de 1923 entre Trotsky y la “troika” Zinoviev-Kamenev-Stalin se extendió a la Internacional Comunista y a la Profintern e impartió a sus actividades, que se subordinaron cada vez más a las necesidades de la política exterior soviética, un carácter cada vez más errático. El siguiente capítulo del libro de Tosstorff trata, por lo tanto, del quinto congreso de la Internacional Comunista, que tuvo lugar en coincidencia con el tercer Congreso de la Profintern, en julio de 1924. Todo este período estuvo dominado por un acercamiento de la Profintern a la burocracia sindical de la IFTU y particularmente por la experiencia del Comité anglo-ruso, formado en abril de 1925 por iniciativa de los dirigentes de los sindicatos rusos durante la conferencia sindical anglo-soviética que tuvo lugar en Londres. Esta experiencia terminó desastrosamente después de la traición de la huelga general en el Reino Unido en mayo de 1926, que paralizó al país durante nueve días, por la burocracia del Congreso de Sindicatos o Trades Union Congress (TUC). El siguiente capítulo está dedicado a un análisis de la política adoptada por la Profintern durante el período ultraizquierdista de la Internacional Comunista, de 1928 y 1934, en el contexto de la colectivización forzosa en la URSS. Esta política, conocida como el “tercer período” o ” social-fascismo” (porque los partidos socialdemócratas fueron identificados como una variedad de fascismo) se caracterizó por la defensa de una política de escisiones en los sindicatos y por la formación de sindicatos “rojos”, que en la práctica estaban conformados solamente por miembros de los partidos comunistas y sus simpatizantes. En este marco tuvo lugar el quinto y último congreso de la Profintern en agosto de 1930. Después de la adopción de la política del frente popular en 1934-35, la organización perduró casi inadvertida durante tres años, hasta que fue disuelta el 17 de diciembre de 1937 (lo mismo sucedió con la Internacional Comunista en 1943). A su ex-líder Lozovsky se le permitió vivir otros quince años, hasta que finalmente fue ejecutado por orden de Stalin el 12 de agosto de 1952. Como en el caso de la Internacional Comunista, también al estudiar la Profintern es fundamental no tirar al bebé revolucionario con el agua de la bañera estalinista. Ambas organizaciones encarnaron las luchas de millones de hombres y mujeres trabajadoras en todo el mundo, y de sus experiencias se pueden aprender lecciones valiosas. Tosstorff ha hecho una contribución fundamental a esta tarea con esta obra maestra de erudición histórica y análisis político. Leia Mais

Entre anarquistas y peronistas. Historias a ras del suelo | Agustín Nieto

Agustín Nieto es un referente en los estudios sobre la comunidad de trabajadxres de la industria de la pesca en Argentina. En el libro aquí reseñado, la propuesta no solo nos sumerge en un estudio que amplía las fronteras del conocimiento sobre como lxs trabajadorxs son afectados por el proceso productivo, las prácticas laborales, el modo en que se despliegan las interacciones territoriales, sus dilemas ideológicos y, un tema central, los modos de relación con el/los peronismo(s); sino que, además, este conocer es conocer de otro modo, desde una perspectiva original y contemporánea. Con desigual intensidad, pero con destellos sublimes, el libro de Nieto logra una narrativa desde una propuesta est(ética) con, por lo menos, dos dimensiones de lectura. Una analítica, ya conocida por quienes lo leemos y que reafirma la pasión y destreza para el oficio de historiar los devenires de las clases con el grosor de sus carnaduras prácticas y simbólicas. Pero hay otra, que emerge en momentos precisos, y con un tempo autónomo, que resignifica a cada capítulo la totalidad. Esta segunda dimensión, una voz en primera persona –Agustín como productor de un discurso historiográficose preocupa también por describir situado en cada paso en el desarrollo de su historiar, aquello que no fue. Es una voz que desarticula, que denuncia y problematiza las faltas (de documentación, pero también de voces y memorias) y las dificultades a las que se enfrenta el historiador que intenta contar la y desde la subalteridad, así como las estrategias desplegadas para anteponerse a los escollos del método dominante, aquel que narra la historia de los vencedores. Esta voz, insistimos, habilita un proceso de lectura reflexiva que rompe con la presunción de un discurso cerrado (una totalidad lógica) como fórmula preestablecida de validación científica en ciencias sociales. Entonces, a no confundir, no se trata de una impostura de corte “confesional” ensayando una justificación por la tarea que falta realizar –apartado conocido y legitimado por el manual del buen cientista social- sino un historiar que reclama virtud en la abierta exposición de las sinrazones, las oscuridades, los ocultamientos y las carencias del discurso en su armarse y (re) armarse. Una propuesta, entonces, tan historiográfica como pedagógica que es fragmentaria, incompleta, pero sólo porque es honesta y consecuente con una genealogía de los oprimidos. Que, como se evidencia en el resultado de este libro, si tienen voz, memorias, identidades y una vasta experiencia de organizaciones y luchas. Volvamos al contenido analítico y una breve descripción de los recortes sobre los que posa la mirada Nieto para describir “a lxs trabajadorxs del pescado en su hacerse y deshacerse clase” en Mar del Plata en la segunda mitad del siglo XX. En el primer capítulo Hito en la formación de una comunidad y una identidad obrera, luego de una reseña sobre la actividad de la industria del pescado, una sólida caracterización del mercado de fuerza de trabajo (dimensión que retorna en otros capítulos) y los rasgos del proceso de trabajo en la industria, se aboca a la descripción de la formación del sindicato de pesca (SOIP) describiendo el proceso de organización y lucha que cristaliza en la huelga general que inicia en septiembre de 1942. Además de una atrapante descripción densa de la huelga y los posicionamientos de los actores (UOL, CGT, Industriales, poder político municipal y provincial), es destacable la pesquisa sobre las transformaciones del discurso anarquista en su posicionamiento político-sindical y, especialmente, en relación al estado. Retomando una pregunta clásica de los estudios sobre movimiento obrero a mediados del siglo XX en Argentina, postula la emergencia de una nueva guardia anarquista que denomina anarquismo negociador. Esta posición –interpretoproblematiza las nociones que sustancian al sindicalismo negociador como un tipo particular de ideología o, en su variante, de práctica sindical no ideológica, habilitando una distancia analítica entre ideología y cambios más estructurales en el sindicalismo respecto a las estrategias de acción o posicionamiento ante el estado. Leia Mais

La renovación de la izquierda chilena durante la ditadura | Mauricio Rojas Casimiro

El libro La renovación de la izquierda chilena durante la dictadura es la investigación más exhaustiva que se ha publicado sobre el proceso de renovación. A través de sus más de quinientas páginas, Rojas Casimiro nos propone una lectura panorámica de una evolución compleja, pasando por textos de los propios partidos políticos, testimonios de los protagonistas e interpretaciones académicas contemporáneas. A menos que haya una nueva edición (donde se pueda incluir textos como las memorias de Ricardo Núñez publicadas con posterioridad a este libro), quizás estamos frente a una de las investigaciones definitivas sobre este proceso. Una de las virtudes del texto está en ampliar su alcance a la izquierda en su conjunto. Rojas Casimiro no limita la renovación sólo a los partidos de matriz socialista, sino que interpreta lo vivido por el Partido Comunista también como un proceso de renovación, lo que sugiere una relación de covarianza en el marco de las diversas perspectivas asumidas por la izquierda en la búsqueda de una salida a la dictadura. Lo anterior, integra la polémica política militar de los comunistas, desmintiendo implícitamente la historia lineal presentada por quienes sostienen temerariamente que la dictadura fue vencida con un lápiz y un papel (cf. Lagos 2013). Por otra parte, el cristianismo de izquierda aparece como un lugar privilegiado para la articulación y encuentro entre tendencias. Entre las fuerzas asociadas al humanismo cristiano, se destaca el rol de ambos MAPU. En su espectro, desfilan quienes se podría considerar como la renovación en estado puro, los mismos que conformarán la elite de la futura Concertación de Partido por la Democracia. La descripción de su actuar, los muestra en la primera línea del proceso toda vez que sus miembros son conscientes de su rol de articulación de la nueva izquierda emergente, con especial centralidad en la definición de los nuevos idearios y la transición hacia ajustados sistemas de creencias sobre los que proyectar una política de nuevo tipo más pragmática y moderna. La autoinmolación que representa la disolución voluntaria de estos partidos devela tanto su rol mesiánico en el desarrollo del área socialista como la consciencia de su condición de liderazgo en la nueva elite política. En lo relativo al Partido Comunista, la postura de Rojas Casimiro reafirma una visión ampliamente compartida asociada al desface de su línea política respecto al momento político del país. Sin embargo, se integra una nueva capa (considerando sobre todo las investigaciones de Rolando Álvarez) desde la cual se puede observar un lento, hermético, limitado y no lineal proceso de renovación y apertura a nuevas formas de ejercer la política interna y externamente. El Frente Patriótico Manuel Rodríguez ya no aparece como una aventura dogmática de un partido marxista-leninista que responde a las expectativas de sus pares en el campo socialista europeo, sino como un camino de deliberación con grandes diferencias internas que destrabó un sistema de toma de decisiones anquilosado y centralizado en extremo. No obstante, en nuestra opinión, la lectura del autor sobre el impacto de la política militar del Partido Comunista sobre la forma que tomaría la recuperación de la democracia no reconoce el valor democrático del FPMR original ni el hecho de que su política se sustentó sobre una “intuición” a la postre correcta: “que la dictadura había conseguido crear su propio ‘régimen de transición'” (Moulián 1997, p. 269). En el centro del área socialista, el Partido Socialista de Chile se presenta a lo largo del libro como el principal objeto de la renovación, antes de ser un actor y sujeto unitario de la misma. Tanto su centralidad en el Gobierno Popular de Salvador Allende y su tradicional tendencia a generar facciones internas, como la disgregación posterior al golpe militar que acentúa las diferencias entre estos grupos militantes hasta volverlas irreconciliables durante la primera mitad de la dictadura, configura un campo especialmente complejo para el desarrollo de una renovación coherentemente intencionada. Los lectores agradecerán la perspectiva panorámica de las corrientes y grupos, así como la descripción pormenorizada de los cambios de visión estratégica de las facciones “no renovadas”. Destaca del texto la valoración del aporte de los tres exsecretarios generales socialistas que ayudan a asentar la renovación entre las bases como tesis de la reunificación del Partido: Aniceto Rodríguez, Raúl Ampuero y Carlos Altamirano. En ellos, más que en otros grupos de renovados, se hacía presente el “rescate” en la lógica de que la renovación era la actualización de la tradición socialista chilena. Aniceto Rodríguez, representante de la Tendencia Humanista, defendió la renovación sin rechazar el marxismo; Raúl Ampuero, organizador de los seminarios de Ariccia que permitieron la convergencia con sectores del humanismo cristiano, “no descartó a priori el uso de la fuerza” (Rojas 2017, p. 391) si esta reducía el costo humano; y Altamirano, el antiguo líder del PSCh durante el Gobierno Popular, abogó por una renovación radical que apuntara a la profundización de la democracia en la línea, nuevamente, del humanismo socialista anterior al golpe de Estado. Los exsecretarios representan para la historia del socialismo chileno en dictadura aquel acervo programático que se terminaría por diluir en lo sucesivo: la radicalidad y la audacia de pensar a la renovación como una forma de rescate y no como una velada claudicación. Un elemento especialmente relevante para comprender las dos almas presentes en los gobiernos de la Concertación, es la descripción de la consolidación del Partido Por la Democracia (PPD) como un fracaso de la renovación entendida como un proceso de continuidad de la tradición socialista chilena. Con la separación de la renovación en dos cuerdas paralelas “fracasó el objetivo político de los renovados: hacer del PPD el denominador común del área socialista” (p. 495). Hoy, esta diferenciación se puede evaluar a la luz de las posiciones de estos partidos frente a las transformaciones más emblemáticas exigidas por el actual campo de la izquierda chilena, frente a las cuales el PPD se muestra como el partido del área socialista más cercano al centro. La principal debilidad de la investigación de Rojas Casimiro está en su vocación descriptiva por sobre su función crítica. Se echan en falta aquellas posturas y voces que han descrito a la renovación en retrospectiva como una transformación del ideario político de la izquierda menos homogéneo de lo que parece en el texto. Destaca a este respecto las categorías de “renovación”, “postrenovación” y “ultrarenovación” que propuso Jorge Arrate, dentro de las cuales la “renovación” habría sido un proceso acotado e internamente divergente, superado y contravenido en su signo político por buena parte de sus pretendidos defensores. Actualmente, siguiendo la jerga de Arrate, es cada vez menos controversial sostener que la ultrarenovación en la que devino el proceso se convirtió en un rechazo al socialismo y no en un rescate o actualización del mismo. A nuestro parecer, el texto no dedica suficiente espacio para esta evaluación, proyectando la imagen de una evolución convergente sin mayores costos programáticos. El texto de Rojas Casimiro es un insumo invaluable para enfrentar las preguntas del quehacer político actual en el marco de una comprensión más rica y amplia de sus rupturas y continuidades. Si bien, la descripción del proceso de renovación es condescendiente con la generación que construyó nuestra débil democracia acomodando sus expectativas a los horizontes impuestos por la dictadura, al mismo tiempo nos provoca e induce a reflexiones sobre el sentido de futuro de este quehacer: “¿Cuándo la izquierda chilena propondrá un proyecto novedoso?” (Rojas 2017, p. 503). Tras perder las últimas elecciones presidenciales y disminuir el peso parlamentario de los partidos tradicionales del “área socialista”, esta parece ser la pregunta matriz a la que debe responder su militancia, situada hoy en un largo descampado de ideas programáticas y de cara a un futuro poblado por nuevas fuerzas alternativas que reclaman la tradición socialista, como los partidos y movimientos reunidos en el Frente Amplio. En palabra de Rojas Casimiro, “quizás, dicho sector, necesitará -como señala la teoría del conflicto- un brusco cambio generacional que abra paso a nuevos dirigentes e ideas” (Rojas 2017, p. 503), a lo que podríamos agregar el hondo sentido de urgencia reflejado en el dilema actual de sus orgánicas internas: un brusco cambio generacional o un declive definitivo. Leia Mais

El marxismo en México. Una historia intelectual | Carlos Illades

“No hay gobiernos cartesianos, guerrilleros platónicos, ni sindicatos hegelianos” constata Terry Eagleton, esta certeza también es el punto de partida del último libro de Carlos Illades. En El Marxismo en México. Una historia intelectual se reconstruye el desarrollo de una corriente de pensamiento que sí fundamentó gobiernos, inspiró movimientos emancipatorios en todo el mundo y estuvo en las entrañas de la formación de organizaciones políticas, culturales y de trabajadores en México. El investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana presenta el primer estudio histórico general —tanto por su sistematicidad como arco temporal— del marxismo como corriente de pensamiento en la tierra de Vicente Lombardo Toledano y José Revueltas. El Marxismo en México avanza los estudios de Illades sobre la historia intelectual y social de la izquierda mexicana. El autor previamente publicó Hacia la República del Trabajo (1996), en el cual trazó los orígenes de la cuestión social y la acción colectiva de los trabajadores y artesanos decimonónicos; en Rhodakanaty y la formación del pensamiento socialista en México (2002) y Las otras ideas (2008) asentó la introducción y desarrollo de los postulados del socialismo a partir de la segunda mitad del siglo XIX; De la Social a Morena. Breve historia de la izquierda en México (2014) fijó la periodización histórica de la corriente política hasta la actualidad; mientras en la Inteligencia Rebelde (2011) delineó los debates fundamentales de la izquierda nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX a partir de sus principales revistas (Cuadernos políticos, Coyoacán y Economía y Sociedad). El sólido trabajo de Carlos Illades sobre la historia de la izquierda en México, fraguado en más de 25 años de estudio, queda de manifiesto con las dos obras que flanquean a El marxismo en México, la compilación Camaradas. Nueva historia del comunismo en México (2017) y El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (2018). A pesar de ser una obra que se inserta en un itinerario intelectual más amplio, el último libro de la profusa producción del miembro de la Academia mexicana de la historia, se lee como una unidad armónica y coherente en sí misma. El libro semeja una brújula, ya que funciona para ubicar generaciones, ideas, traducciones, movimientos sociales, trayectorias militantes, instituciones, debates y combates dentro del marxismo en México; en palabras del propio autor, la finalidad es que “[…] sirva para quienes se interesen en la tradición marxista, que funcione como instrumento para identificar temas, autores, problemas, obras y enfoques […]”1. El Marxismo en México. Una historia intelectual logra su objetivo. Illades construye la obra a partir de la conceptualización gramsciana de intelectual orgánico2. La descripción de la labor que los marxistas mexicanos desarrollaron desde la década del treinta del siglo XX, lo lleva a dar cuenta del desarrollo del Estado mexicano y sus aparatos ideológicos; la estructura socio-económica de las sociedades prehispánicas; la función de las universidades y la ciencia en México; la división social durante la Colonia; el “ser” del mexicano; el lugar de la clase obrera; el Cardenismo; el movimiento de 1968 y las interpretaciones sobre la democracia en México. Un espacio central es ocupado por los debates, caracterización y consecuencias de la Revolución mexicana y el régimen que de ella se malogró. Es así como la historia intelectual que nos propone el autor para abordar las trayectorias del marxismo en México, se entrelaza — como buen escudriñamiento de ideas— con un gran cumulo de dimensiones políticas, sociales y culturales del contexto mexicano e internacional. Para dar cuenta de todas estas dimensiones con coherencia, el libro sigue un orden generacional en su exposición. El autor ubica cinco generaciones de marxistas en México: la de los pioneros que tuvieron como referentes a la Revolución rusa y la Tercera Internacional; los humanistas que reinterpretaron las verdades del Diamat a la luz de la Revolución cubana, el joven Marx y el antimperialismo; la generación de la década del setenta que vinculó marxismo y ciencias sociales; los críticos que repensaron el marxismo a partir de nuevas lecturas de El Capital y a las luz del 68 mundial, las dictaduras latinoamericanas, el eurocomunismo y el ascenso de las luchas sociales y políticas nacionales; por último, Illades, da cuenta de la generación de marxistas que vivió y pensó la derrota producida por la caída del muro de Berlín, el ocaso de las organizaciones socialistas en México y la hegemonía neoliberal. Entre los marxistas analizados — y autores de referencia — a lo largo de esas cinco generaciones se podrá encontrar agudos comentarios sobre la obra e ideas políticas de Vicente Lombardo Toledano, Wenceslao Roces, José Revueltas, Adolfo Sánchez Vázquez, Eli de Gortari, Pablo González Casanova, Alonso Aguilar Monteverde, Ángel Bassols Batalla, Enrique Semo, Arnaldo Córdova, Adolfo Gilly, Jorge G. Castañeda, Ruy Mauro Marini, Carlos Pereyra, Bolívar Echeverría, Roger Bartra, Adolfo Sánchez Rebolledo y Alfredo López Austin. Tal o cual más pudo ser omitido, si bien es precisamente la intención del libro abrir senderos de reflexión para situarnos en el análisis, más que llegar a juicios concluyentes sobre la familia (díscola) que conforma históricamente al marxismo mexicano. Las ideas, desarrollo y debates del marxismo en México son enmarcados en un contexto global que introduce tendencias, conexiones y redes internacionales para entender los postulados y preocupaciones nacionales. En esa medida el lector de El Marxismo en México encontrará información sobre la Academia de Ciencias de la URSS, Elmar Alvater, la invasión de Bahía de Cochinos, Rudolf Bahro, la Biblioteca de pensamiento socialista de Argentina, la Comuna de Paris, el Che Guevara, el Buro latinoamericano de la Cuarta Internacional, la École Normale Supérieure, Solidarność, Orlando Fals Borda, el Partido Comunista Italiano, la Revolución alemana de 1923,Rudi Dutschke, el XX Congreso de PCUS o Gerard Pierre-Charles, entre muchos más. El marxismo en México viene a llenar un hueco dentro de la historiografía sobre el pensamiento de izquierdas en México. El libro de Illades cumple una función para el ámbito nacional equiparable a los clásicos de Perry Anderson que situaron las continuidades y transformaciones del marxismo como teoría social crítica en el mundo occidental, principalmente en Estados Unidos y Europa occidental3. En los últimos capítulos de la investigación también se entrevé un uso del texto como bisagra histórico-analítica, al conectar a las generaciones clásicas del marxismo mexicano con desarrollos analíticos, problemas actuales y nuevas propuestas teóricas. En ese sentido, también la obra se emparenta con las aportaciones que Göran Therborn y Razmig Keucheyan hicieron a la izquierda en el plano internacional después de la recesión de 20084. Al cumplir esta doble función, El marxismo en México. Una historia en intelectual suma reflexiones para volver a hilvanar el “hilo rojo” que estaba bastante deshilachado después de la crisis del socialismo realmente existente, la imposición del sentido común neoliberal y la implosión del campo cultural de la izquierda en México. Al poco tiempo transcurrido del bicentenario de Karl Marx, el mejor regalo que le podemos hacer es releer su obra junto a los desarrollos marxistas subsecuentes, para afrontar los graves problemas de nuestro presente. La reedición de El Capital por el Fondo de Cultura Económica o la nueva compilación de las obras completas de pensador de Tréveris van en ese sentido. En la misma lógica, la obra de Carlos Illades reconstruye una historia general del marxismo como pensamiento para la acción política y la organización social, al presentarnos una constelación de ideas y autores que en México incorporaron los tópicos, herramientas analíticas e intereses del fundador del marxismo; ideas que sirvieron para explicar su presente, conocer el pasado nacional y ensayar cambiar el futuro. Leia Mais

La Comintern y América Latina: Personas/ Estructuras/Decisiones | Lazar S. Jeifets, Víctor L. Jeifets

El gran reto de los estudios sobre los organismos internacionales consiste en es establecer un equilibrio entre el análisis institucional y narrativo. Quizás, esta tarea vuelve especialmente difícil en el caso de investigaciones acerca de la historia del comunismo. Debemos tomar en cuenta que apenas una ligera línea separa las actividades de protagonistas y las estructuras de la III Internacional, tanto a nivel mundial como a nivel regional. El creciente interés presente entre los académicos rusos hacia la evolución de la izquierda latinoamericana podría no solo ser una herramienta de los estudios históricos, sino contribuir también al entendimiento más pormenorizado de las bases de la política exterior rusa en la región, a la investigación profunda de los raices de la izquierda nacional y sus dimensiones regionales y globales. Desgraciadamente, la cantidad de estudiosos sobre el tema aún no llegó a ser muy significativo, lo que se explica por la percepción de América Latina como un lugar algo ajeno e irrelevante para el comportamiento internacional de la URSS antes y después de la Segunda Guerra Mundial visto en términos del Realpolitik. Una excepción de esa tendencia es el libro recién publicado de Lazar y Víctor Jeifets quienes demuestran el largo camino de la Tercera Internacional para instalar sus bases en América Latina, coordinarlas, disciplinarlas y dirigirlas hacia el reto de lograr una revolución mundial. El texto es resultado de varias décadas de estudios municiosos en los archivos sobre el proceso de la fundación de los partidos comunistas latinoamericanos y sus relaciones con el Comité Ejecutivo de la Comintern (CEIC) y el liderazgo bolchevique. Leia Mais

7 Ensayos sobre socialismo y nación (incursiones mariateguianas) | Diego Giller

Las conmemoraciones suelen ser ocasiones propicias para reconfirmar ciertas adhesiones y dar nuevo impulso a compromisos políticoafectivos. Estas fechas, cuando se enlazan a un nombre propio, a la obra de un pensador, se convierten, además, en oportunidades para recrear su herencia, reactualizar un legado o resignificar la tradición que lo alberga. Los tres gestos convergen en la reciente publicación llevada a cabo por Diego Giller quien, bajo el título de 7 Ensayos sobre socialismo y nación, conmemora los 90 años transcurridos desde la primera publicación de uno de los pocos libros concebidos como tales por José Carlos Mariátegui, 7 Ensayos de interpretación sobre la realidad peruana (1928). La variación en el título es uno de los tantos guiños que el autor nos hace, a nosotros, sus lectores. El libro se compone de siete ensayos, cuatro de ellos del propio Mariátegui, de los cuales dos aparecieron en 1924, el primero en la compilación Peruanicemos al Perú, y el segundo en Temas de nuestra América. Los dos restantes se encuentran, uno, en 7 Ensayos… (1928) y otro, en Ideología y política, libro póstumo que reúne distintas intervenciones del pensador peruano además de ésta fechada en 1929. Los otros tres ensayos que suman siete, corresponden a figuras emblemáticas de nuestro acervo intelectual: René Zavaleta Mercado, Oscar Terán y José María Aricó. El artículo de René Zavaleta representa una gran novedad, pues habiendo sido hallado por Giller en la biblioteca Aricó de Córdoba fue cedido a la editorial boliviana Plural quienes, a su vez, autorizaron su inclusión en el presente volumen. El libro se completa y abre con un muy documentado “Estudio preliminar” a cargo de su compilador. Esta introducción es una invitación amorosa –e inteligente– a la vida y obra de José Carlos Mariátegui. En ella, Giller, nos recuerda los obstáculos que el amauta debió sortear en su intensa y breve existencia. Desde su exilio en Italia, pasando por sus dolencias físicas, hasta las persecuciones sufridas y el encarcelamiento a su regreso a Perú. Ninguno de estos avatares, no obstante, opuso la fuerza suficiente como para disuadirlo de realizar gran parte de su proyecto político intelectual. En efecto, hacia 1926 funda la casa editorial Amauta, en ese mismo año se une a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) comandada por Haya de La Torre con quien rompería hacia1928 para participar de manera activa en la creación del Partido Socialista Peruano (PSP). Como señala Diego Giller, la resistencia a cambiar el nombre de este flamante partido por Partido Comunista, junto a las provocativas tesis mariateguianas sobre la articulación entre realidad nacional peruana y “un socialismo que debe partir del reconocimiento del comunismo incaico” (p. 14), le valieron la enemistad con la Internacional Comunista. Estas circunstancias, entre otras, contribuyen a explicar tanto su voluntad de radicarse en Buenos Aires –interrumpida por el temprano final que encontró su vida–, como el penoso proceso de “‘desmariateguización’ de la izquierda peruana” (p. 17) que siguió a su muerte. Un proceso que implicó el re bautismo del PSP por Partido Comunista Peruano, el cierre de Amauta, y la no reedición de sus obras por varias décadas. La exhumación de su pensamiento se realizó al compás de las inflexiones de la historia. Así, como nos narra Giller en las primeras páginas del libro, una de las primeras reediciones de los 7 Ensayos…coincide con la “crisis del estalinismo” del año 1956; la publicación de su obra completa tiene lugar en Perú, pocos años después de la Revolución Cubana; en vísperas del mayo francés se traduce a aquella lengua los 7 Ensayos; por esa misma época y al calor del gobierno de Velazco Alvarado y Sendero luminoso, su obra es reivindicada en su tierra natal. Y así podríamos continuar, glosando el detallado periplo de estas interpretaciones sobre la realidad peruana. De todo este relevamiento, una fecha en particular se vuelve, para nosotros y para el libro que estamos reseñando, significativa: 1978. Año del 50 aniversario de los 7 Ensayos y, otra vez, ocasión privilegiada para la actualización de un legado. Los nombres del argentino José María Aricó y los peruanos Aníbal Quijano y Flores Galindo, así, en ese orden –en virtud de un criterio cronológico que señala la aparición de distintas obras dedicadas a Mariátegui–, serán fundamentales. Como no podía ser de otro modo, este redescubrimiento se realizará también al compás de otra inflexión histórica, esta vez, menos feliz que la de las revoluciones de la década del ‘60: la derrota del movimiento nacional popular en América Latina. “Es el tiempo del reflujo,” –señala Giller– “los exilios, la crítica de las estrategias foquistas y la lucha armada, la ‘crisis del marxismo’ y la emergencia del eurocomunismo” (p. 20). Este paisaje alojará parte de la obra de este pensador heterodoxo, bajo una clave singular de lectura: el problema de la nación y su articulación con el socialismo y el indigenismo. Una cuestión no del todo elaborada por la tradición del marxismo, una pregunta poco atendida sino subestimada por los referentes del comunismo, y un tema, sin duda, clave, en la disputa por la construcción de hegemonía en nuestros países latinoamericanos. Quién mejor, entonces, que un marxista esquivo y moderno para dar oxígeno a un debate pendiente de la izquierda latinoamericana, y quizás, sobre todo, de la izquierda argentina. Como expone Giller con agudeza “ese mismo problema que lo había convertido en un pensador maldito para sus contemporáneos, lo devolvía, a cincuenta años de su muerte, al centro de la escena” (p. 21). Se trata, podemos decir, de un “centro descentrado”, o bien, de un encuentro ocurrido en ocasión de un violento desplazamiento de quienes tomarían la posta –quizás un poco tardía– de Mariátegui: Aricó, Zavaleta y Terán. Los tres exiliados de sus respectivos países por motivos políticos. Los pormenores que informan cada una de estas biografías, los encontrará el lector en los apartados II, III y IV del “Estudio Preliminar”. Allí se ofrece, en la lengua de una sociología de los intelectuales, un semblante de estos militantes pensadores que hicieron escuela y abrieron surcos en la tradición de los estudios del marxismo latinoamericano. En esas páginas nos reencontramos con el imprescindible rol que Aricó desempeñó en la difusión y renovación “del pensamiento marxista en general y del mariateguiano en particular” (p. 21). Una tarea llevada a cabo mediante su inestimable labor en la revista Pasado y Presente (1963-1965), secundada luego por la editorial Cuadernos de Pasado y Presente (1968-1983) y por su función en la filial argentina de Siglo XXI que se extiende desde comienzos de los años ‘70 hasta el golpe cívico-militar de 1976 que lo obliga al exilio mexicano. Será en estas latitudes donde Aricó dará continuidad –por distintas vías– a su labor intelectual y se abocará a la obra de José Carlos Mariátegui. Aunque su incursión en los textos del peruano data de 1959 –según leemos en el texto de Giller– será hacia 1978 en adelante cuando esta vinculación se intensifique. En aquel año reúne un conjunto de artículos en un volumen titulado Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano; doce meses después auspiciará la publicación del libro de Robert Paris La formación ideológica de José Carlos Mariátegui. Junto a Terán organizarán un dossier para la revista Buelna sobre la obra del peruano que “ofició como preludio del Coloquio Internacional ‘Mariátegui y la revolución latinoamericana’” (p. 23) realizado en la Universidad de Sinaloa en 1980 y del cual participaron junto a un puñado de intelectuales de renombre. “El Mariátegui de Aricó es el traductor. Es la figura señera para que el marxismo deje de estar en América Latina y pase a ser de América Latina” (p. 28), afirma Giller. Una vez pasado por el tamiz gramsciano, Mariátegui resulta un pensador desprejuiciado, inquieto, preocupado por la unidad nacional y, luego, por la construcción de lo nacional-popular en un movimiento contra-hegemónico y socialista. El espíritu de Aricó es el de redimir a Mariátegui de la violencia de la operación de “ortodoxia” a la que fue sometida su obra. Aricó se da a la tarea de liberar los significados subordinados en ella para que fulgure –afirma– su lección de método y de realismo, “su manera de proceder para que un saber se abriera al mundo de lo concreto y permitiera develarlo” (p. 156). Si Aricó es el responsable de la publicación del libro de Robert Paris, Terán será el encargado de su traducción. Sus reflexiones en torno a la obra del fundador del PSP darán nacimiento al libro Discutir Mariátegui que, escrito y publicado en 1985, tendrá que esperar a 2017 para reeditarse y estar al alcance de los lectores. 7 Ensayos sobre socialismo y nación ofrece uno de sus capítulos “Discutir la Nación”. En él, Terán, luego de visitar algunos pasajes de la vida de Mariátegui, señala los años 1925-1928 como el período de ruptura al interior de su pensamiento y de tematización del “problema de la nación”. Introduce en su planteo una importante distinción: la preocupación de Mariátegui –ausente en su par Argentino Aníbal Ponce– no es la “cuestión nacional”, entendida como la autonomía de las nacionalidades, sino “la cuestión de la nación”, es decir, el enigma de la identidad nacional (p. 121). Un tema acuciante para todos aquellos países asentados “sobre la base de realidades heterogéneas y muchas veces centrífugas” (p. 122). A él lo desvelará el esfuerzo por fusionar intereses populares agrarios con intereses urbanos, la búsqueda de respuestas a demandas indígenas insatisfechas, la caracterización del problema del indio como un problema económico-social antes que político o moral. En medio de estas preocupaciones adquieren relevancia la función del mito soreliano –y su resignificación mariateguiana–, las afinidades entre los desarrollos del peruano y la tradición del populismo ruso, sin descuidar los modos en que su prosa anticipa o es simultánea a las posiciones desplegadas por Mao Zedong. “Decir la nación” será para el Mariátegui de Terán una forma de conjurar el pecado de la conquista replicado por la fallida República. René Zavaleta Mercado completa esta constelación de artículos que dan cuerpo a las incursiones mariateguianas. Intelectual y dirigente político boliviano, compartió junto a tantos otros latinoamericanos, el destino del exilio mexicano, sólo que su condición de exiliado fue más precoz, pues ya en 1964, con la asunción del General René Barrientos, debió dejar Bolivia y emprender otros rumbos (Uruguay primero, Inglaterra después, de nuevo Bolivia, para partir a Chile y terminar en México). La suerte que corre desde entonces es retratada con gran destreza por Diego Giller en las páginas introductorias de este libro. Allí leemos, además: “Como el ‘Perú de Mariátegui’ –la expresión es de Flores Galindo– la Bolivia de Zavaleta también descubre los problemas profundos de la nacionalidad a partir de una derrota bélica” (p. 44). No obstante, no es solo esta circunstancia la que los aproxima, sino que son, sobre todo, las semejanzas socio-históricas de ambos países lo que lleva a Zavaleta a afirmar que “tal vez [Mariátegui] al pensar en su país, pensaba ya en todos nosotros” (p. 96). Esa interpelación de la que se hace eco Zavaleta comprende la pregunta incómoda por la relación siempre contradictoria entre lo universal y lo local condensada en la cuestión de la identidad nacional. La ventaja de Mariátegui está en haber planteado este dilema por fuera de los términos abstractos, en general, tan a la mano. Su osadía radica en disputarle a la oligarquía peruana los sentidos, valores y significados de la nación para reinscribirlos en una gramática estructurada en torno a la “conexión entre lo nacional, lo indígena y lo agrario” (p. 103). Hablar la nación, dirá Zavaleta, es hablar el indio, hacer hablar a las mayorías y, hablar, por fin, la cuestión agraria. 7 Ensayos sobre socialismo y nación nos entrega así, en un “juego de espejos”, como propone Giller, tres miradas sobre un mismo objeto que refractan sobre nuestro presente. Tres puntos de vista que, puestos uno al lado de otro, producen un efecto iluminador de gran potencia y valor. Se vuelve a Mariátegui, así, con la intuición de que algo en ese entramado de textos de (y en torno a) un autor derrotado “puede asistirnos” –como quisiéramos junto a Diego Giller– “en la tarea de pensar las urgencias y los peligros de nuestro tiempo, que es también un tiempo de derrota –aunque ninguna derrota, lo sabemos, es definitiva” (p. 53). Leia Mais

Leer El Capital/teorizar la política: contrapunteo de la obra de Enrique Dussel y Bolívar Echeverría en tres momentos | Jaime Ortega Reyna

La publicación de Leer El Capital, teorizar la política constituye un acontecimiento significativo en el campo de la historia del marxismo y de las izquierdas en América Latina. Se trata de una investigación acerca de los problemas fundamentales del marxismo latinoamericano a partir de un análisis de las obras de Enrique Dussel y Bolívar Echeverría. Su autor, Jaime Ortega Reyna, forma parte de un grupo de jóvenes intelectuales mexicanos interesados en la historia del pensamiento crítico latinoamericano y en la necesidad de un despliegue de una política de izquierdas en México y el resto de los países de la región. El presente libro permite aproximarnos al trabajo de esta nueva camada de intelectuales de izquierda mexicanos e interiorizarnos en la singularidad de la obra de uno de sus miembros más destacados. El volumen, una versión de una tesis doctoral defendida en el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, constituye un insumo privilegiado a los fines de acrecentar nuestro conocimiento de la historia del marxismo latinoamericano y seguir enfrentando los problemas nodales que atraviesan desde hace décadas a los países de la región. La investigación articula de manera productiva las dos variables necesarias en cualquier estudio de historia del marxismo en América Latina. Por un lado, el autor inscribe las obras de los autores estudiados en la historia global del marxismo del siglo XX. De este modo, tanto la reactivación de la lectura de El Capital en la década de 1960 como la llamada “crisis del marxismo” en las de 1970 y 1980 se presentan como elementos condicionantes del desarrollo de las obras de dos marxistas latinoamericanos. Por el otro, el libro sitúa dichas producciones en el marco de la historia política e intelectual del subcontinente. Así, se evidencia que la particularidad latinoamericana actúa como mediadora de los problemas contemporáneos del marxismo y propiciadora de aproximaciones singulares a los debates teóricos y políticos del siglo XX. Cabe destacar, finalmente, que las figuras seleccionadas permiten a su vez analizar las producciones significativas del marxismo latinoamericano a partir de la circulación internacional de las ideas y los intelectuales. Así es comprendido Dussel, un argentino que desarrolla su obra teórica en México, y Echeverría, un ecuatoriano formado en Alemania que termina igualmente recalando en la academia mexicana. Es en el cruce de ambas variables donde se vuelven inteligibles las hipótesis que guían la investigación. Según Ortega Reyna, en los trabajos de Echeverría y Dussel se cifra tanto una respuesta a la coyuntura crítica atravesada por el marxismo a partir de sus déficits teóricos y sus naufragios políticos como una formulación discursiva original que pretendía encontrar respuesta a los elementos que habían conducido a dicha crisis. Estas características permiten hablar de las obras de ambos intelectuales como producciones inscriptas en un espacio teórico configurado por la lectura pormenorizada de El Capital y por la problematización de la experiencia de la modernidad. Volviendo a las variables analíticas anteriormente mencionadas, hay una dimensión de la particularidad de las obras de Dussel y Echeverría que se encuentra en cierta medida naturalizada en el libro y que por ello sólo puede ser advertida a partir de una mirada extranjera. Se trata de la importancia de México como espacio de formulación y enunciación de los problemas fundamentales que subyacen a la obra de ambos pensadores. Cabe preguntarse, en este sentido, si no es la particularidad mexicana la que habilita ese cruce tan productivo como potente entre la lectura teórica del marxismo, la pregunta por el carácter de la modernidad y el planteo acerca de los requerimientos de una práctica política transformadora. El seguimiento de las obras de Dussel y Echeverría orbita alrededor de tres grandes problemas. Según Ortega Reyna, el trabajo de ambos autores puede ser pensado en conjunto en tanto persiguen el objetivo de 1) leer El Capital; 2) en la modernidad; 3) para teorizar la política. A partir de dicho supuesto, el estudio consiste en el establecimiento de un contrapunto entre los modos en los cuales cada uno de los autores se vincula con cada uno de estos grandes problemas. Lejos de una lectura meramente exegética, la investigación aborda la producción de Dussel y Echeverría a partir de preguntas que se derivan de los textos analizados y de problemas teóricos y políticos contemporáneos que se encuentran fuera de ellos pero que resultan insoslayables a los fines de lograr una aproximación integral al objeto. Mencionemos algunos de estos ejercicios que contribuyen a entregarnos una imagen compleja del marxismo de Dussel y Echeverría. En relación al primero de los problemas, Ortega Reyna lleva a cabo un completo repaso de las tradiciones de lectura de El Capital existentes tanto en el marxismo europeo como en el latinoamericano. Este movimiento permite comprender el modo en el que las obras de ambos se inscriben en tradiciones de lectura más amplias, pero también advertir su carácter original. Sobre el segundo de los tópicos, Ortega Reyna se esfuerza por constatar la diferencia entre los abordajes de Dussel y Echeverría del problema de la modernidad con otros que han marcado el pulso del debate mundial en las últimas décadas, por ejemplo, el de modernidad/posmodernidad de las décadas de 1980 y 1990. Finalmente, los debates políticos en los cuales se involucraron ambos autores son considerados a la luz de un conjunto de autores y tradiciones del marxismo contemporáneo que abordaron problemas similares, fundamentalmente el del Estado. El libro tiene una estructura que se corresponde con los tres problemas señalados. En este sentido, la primera sección está dedicada a las lecturas de El Capital desarrolladas por Dussel y Echeverría. El tratamiento específico de sus lecturas está precedido de una sugerente hipótesis acerca de las recepciones de la obra marxiana. Según Ortega Reyna, las de Dussel y Echeverría forman parte, junto a otras aproximaciones contemporáneas, de un conjunto de lecturas que pudieron desmarcarse de las operaciones de clausura sufridas por El Capital durante el siglo XX. En el caso de Dussel, este tipo de vínculo con la obra de Marx se evidencia en el tratamiento de la categoría de trabajo vivo, la cual refiere al momento primordial de existencia humana con respecto al capital. Cabe señalar, al respecto, el denso trabajo de reposición de los debates acerca de dicha categoría y otras (fuerza de trabajo, trabajo vivo, trabajo muerto) que contribuye a comprender el tipo de lectura la que Dussel somete a la obra de Marx. En el caso de Echeverría, su lectura es recortada principalmente al problema del valor de uso, el cual remite a la reproducción social-natural del conjunto de la vida humana frente a la reproducción del valor. El recorrido por la obra de ambos autores se corona con una lectura de la obra Franz Hinkelammert. La obra del pensador alemán permite establecer un diálogo con Dussel y Echeverría a partir del complemento que ofrecen las categorías por él formuladas de valor de uso social y coordinación del trabajo social. En términos de Ortega Reyna, las lecturas desarrolladas por Dussel, Echeverría y Hinkelammert pueden ser entendidas como diferenciadas de cierto “marxismo fordista” concentrado exclusivamente en las relaciones de producción y la propiedad de los medios de producción. La segunda sección del libro está dedicada al problema de la modernidad. Siguiendo la secuencia que organiza toda la investigación, Ortega Reyna ubica el tratamiento de la modernidad en Dussel y Echeverría luego del análisis de las lecturas por ellos realizadas de El Capital. Con esta concatenación, el trabajo busca demostrar que para estos autores los problemas de la forma de lo social se ubican en un horizonte más amplio de organización social y cultural. Es decir, que los desarrollos acerca del trabajo vivo o el valor de uso forman parte de una lectura crítica de la experiencia del mundo en su conjunto. Al igual que ocurre con las lecturas de la obra de Marx, en este caso las aproximaciones de Dussel y Echeverría son abordadas en conjunto, pero también a partir de sus particularidades. En el caso del argentino, se trata de una crítica de tipo histórica, en la cual se intenta demostrar el carácter eurocéntrico de la modernidad. En el caso del ecuatoriano, se trata de una crítica histórico-genética, la cual está articulada alrededor del problema de la determinación de la técnica en la época moderna. Concebidas en bloque, más allá de sus especificidades, estas aproximaciones se presentan como una crítica a la narrativa ilustrada de la modernidad y como un ejercicio de ampliación del campo de operación del concepto con respecto a la forma capitalista de producción. Debe mencionarse que luego del análisis pormenorizado de la lectura del problema de la modernidad en ambos autores, la investigación da cuenta de otras formas de abordar la cuestión en el marco del pensamiento crítico latinoamericano, especialmente en vertiente descolonial, así como de los modos en los cuales podría pensarse algún tipo de articulación entre todas estas aproximaciones. El libro concluye con la sección dedicada al problema político. Con ella se cierra el plan diagramado al comienzo del libro. Dussel y Echeverría llevan a cabo una lectura de El Capital, la cual está enmarcada en una crítica amplia al mundo moderno y que a su vez entraña un conjunto de cuestiones relativas a la política. En relación a este tópico, vuelve a cobrar sentido la idea del contrapunto. Mientras que, en la obra de Echeverría, la politicidad puede derivarse de su énfasis en el problema de la cultura, en la de Dussel se desprende de las bases de su programa liberacionista. La atención diferenciada a ambos autores lleva a Ortega Reyna a analizar el lugar de la cultura política en la obra del ecuatoriano y lo que ello implica para una lectura de los problemas de la revolución, la nación y la democracia. En este sentido resulta de interés el señalamiento de que en su trabajo se propone una forma distinta de encarar la modernidad capitalista sin que aparezca un sujeto o fuerza política que pueda asumir plenamente el impulso transformador. La dificultad de pensar la práctica política a partir de la obra de Echeverría se derivaría del peso que tiene en su obra la pérdida completa por parte del sujeto de la capacidad de darle forma a la socialidad. De allí que Ortega Reyna proponga situar las implicaciones políticas de su obra en el marco del autonomismo y de la política anti-estatal en general. Posicionamiento que difiere de la obra de Dussel, cuya propuesta liberacionista incluye una atención privilegiada al problema del Estado. De este modo, el recorrido por el trabajo del argentino propuesto por el autor del libro da cuenta de la idea de “volver útil” al Estado, la cual habilita tanto un distanciamiento de la obra de Echeverría como un acercamiento con otros marxistas latinoamericanos interesados en la cuestión estatal, tales como Álvaro García Linera y el ya mencionado Hinkelammert. Para finalizar, puede afirmarse que Leer El Capital, teorizar la política constituye un aporte relevante a los estudios sobre marxismo e izquierdas en la historia latinoamericana reciente. Centrado en la producción intelectual de Dussel y Echeverría, el libro de Ortega se detiene en un conjunto de cuestiones que resultan centrales en el pensamiento crítico latinoamericano y que hoy son los principales objetos de desafío político para las izquierdas del subcontinente. ¿Cómo fue comprendido el problema de la acumulación en las sociedades latinoamericanas? ¿Cuál es el vínculo entre la acumulación y la constitución del orden político y cultural de nuestra región? ¿Cuáles son las estrategias políticas más adecuadas para la transformación del orden social? Se trata de un conjunto de preguntas que el libro analiza a partir de una serie de perspectivas analíticas. A modo de círculos concéntricos, Ortega Reyna parte del despliegue global del discurso marxista en el siglo XX, luego constata las formas en las cuales dicho discurso es mediado por la realidad latinoamericana y finalmente analiza estos problemas en toda su complejidad en la obra de dos marxistas asentados en México. En suma, puede encontrarse en el libro tanto una contribución relevante a la historia del marxismo latinoamericano como un insumo para repensar la práctica de las izquierdas del subcontinente en este mundo tan cambiante y convulsionado. Leia Mais

La política siempre ha sido cosa de mujeres: Elecciones y protagonistas en Chile y la Región | Lucía Miranda Leibe, Julieta Suárez-Cao

En el último tiempo diversos grupos feministas han irrumpido con fuerza en Chile y el mundo, este fenómeno no es reciente, las mujeres desde hace décadas que se han erguido reivindicando sus derechos. Este llamado de atención es el que Miranda Leibe y Suárez-Cao recogen en el libro “La política siempre ha sido cosa de mujeres”, compilando la reflexión de destacadas académicas quienes además de poner el foco en la representación de las mujeres, destacan la necesidad de la participación directa de ellas en los espacios influyentes de decisión. El libro es un aporte en pro de la historia de lucha y reivindicación que las mujeres han defendido para lograr construir una sociedad más democrática, pluralista, inclusiva y humana. Los apartados de este libro coinciden y se estructuran desde un mensaje común: “sin mujeres, no hay democracia” (Freidenberg, 2015). Por lo tanto, lo que llamamos democracia, se vuelve una quimera si las mujeres siguen estando subrepresentadas y si como conjunto no comprendemos que la política se ennoblece, dignifica y enaltece no solo si es revolucionaria sino también si ellas la lideran. Leia Mais

Desarrollo y Desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política | Javier Rodríguez

El libro Desarrollo y Desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política, de Javier Rodríguez, podría considerarse uno de los mayores aportes que se han hecho en el marco de la historia económica chilena en general, y sobre la desigualdad en particular. En realidad, lo es desde su título, pues su análisis versa sobre economía política, disciplina que no cuenta con muchos seguidores a nivel mundial, y mucho menos en Chile, donde predominan los estudios monetaristas que tienden a presentar los problemas económicos simplemente como ajustes o desajustes de mercado. El libro se divide en siete capítulos, más una introducción, conclusión y un apéndice metodológico. Los dos primeros capítulos son de tipo explicativos, en el sentido que otorgan un marco conceptual y contextual sobre qué debemos entender por desigualdad, su relación con el desarrollo y por qué Chile se constituye en el caso de estudio. En los siguientes, que el autor enmarca según cinco ciclos económicos (1850-1873; 1873-1903; 1903-1938; 1938-1970; 1973-2009), se entregan las claves de mercado e institucionales que incidieron en la desigualdad distributiva que alcanzaron los distintos agentes participantes en el mercado, pero también cómo éstos ejercieron y consolidaron su poder. Dos períodos son de particular importancia para la obra: los períodos que transcurren entre los años 1903-1938 y 1973- 2009. Ahora bien, el estudio plantea la revalorización de análisis que no solo tengan en cuenta el análisis neoclásico de los problemas económicos, sino que también consideren una causalidad institucional, con el objeto de estudiar los altos niveles de desigualdad presentes y cómo éstos afectarían directamente a la democracia, precisamente, en tiempos en que las demandas ciudadanas se dirigirían a que el Estado satisfaga educación, salud y seguridad. Pero no solo eso, porque el caso de Chile permitiría explicar que el desarrollo no va ligado exclusivamente al crecimiento económico y que la desigualdad no solo obedece a condicionantes objetivos del mercado. Apunta el autor es que la desigualdad en Chile sería un problema estructural, de largo aliento. Dicho lo anterior, ello no habría significado que ésta se presentara de la misma forma o con idéntica profundidad durante los casi 160 años de estudio. También se puede destacar en la obra de Rodríguez, que no sería suficiente una explicación, si se quiere neoclásica, para entender la desigualdad, sino que habría que combinar en el análisis la teoría económica y social, con el conocimiento de las circunstancias históricas. Como bien lo resume el autor en el prólogo de su obra: “Se presenta aquí un estudio histórico, sustentado en evidencia cuantitativa, de la economía política de la desigualdad del ingreso en Chile entre 1850 y 2009” (21). Vale decir, que este no es un estudio en el que se entregan y analizan datos económicos, sino que éstos se presentan y vuelven dependientes del devenir político y social del país. De ahí que se requiera un análisis desde la economía política. Un primer problema al entrar a estudiar estas materias, es que se ha preconizado desde el discurso hegemónico imperante, que la desigualdad no es un problema del mercado, ya que éste no sería más que la perfecta retribución de los distintos factores productivos, en función de la oferta y la demanda existente. La desigualdad, entonces, sería justa al representar de manera fehaciente y eficiente las diferencias de talento y de esfuerzo de cada uno de sus miembros. Por el contrario, Rodríguez –sin caer en una propuesta marxista, aunque no será extraño que más de alguno la caricaturice como tal- propone que los mercados actúan bajo la égida institucional, por lo que éstos se encuentran siempre determinados por las relaciones de poder existentes entre sus agentes. Se propone así demostrar que “aquellas instituciones más antiguas y resilientes –como el régimen oligárquico o la hacienda- no solo han incidido en la distribución del ingreso sino que se han visto afectadas por el conflicto social que las alimentaba (…) Indagaremos también sobre la forma en que el crecimiento económico –con sus ciclos de expansión y recesión-, la urbanización o el cambio estructural, han afectado la distribución de los ingresos; pero también cuál ha sido el papel del Estado, y más en general, de las políticas públicas, en el reparto de los costos y beneficios inherentes a dichas transformaciones. Ello nos permitirá demostrar que fenómenos como el crecimiento, la globalización o el cambio estructural, no solo no tienen resultados obvios sobre la distribución del ingreso, sino que su incidencia depende de las características históricas que asumen y, en particular, de cómo interactúan con las políticas públicas y las relaciones entre los actores sociales, las que adoptan muchas veces una forma conflictiva e, incluso, violenta” (29). Un segundo problema que se observa al intentar estudiar la desigualdad en el largo plazo, es que son escasos los estudios y, sobre todo, la falta de fuentes confiables anteriores a 1950. Así de las tres estrategias más utilizadas que se observan en la literatura para la reconstrucción estadística, entre ella, el análisis de los top incomes, índices de ratios de dos magnitudes y el uso de la antropometría, Rodríguez no se queda con ninguna. Por lo mismo, realiza una reconstrucción estadística del material existente, aunque elaborando al mismo tiempo una base empírica que le permita establecer tendencias en el mediano plazo, así como alcanzar un análisis de la distribución del ingreso en el largo plazo. En particular, el autor elabora series de desigualdad entre 1860 y 1970, las cuales vinculadas con los datos de las encuestas de hogares, le permitió obtener una imagen de las tendencias asumidas por la desigualdad en un siglo y medio de historia. Entonces, construyendo tablas sociales dinámicas que tienen en cuenta cantidades de personas como ingresos, entre diversos sectores sociales y económicos, le permite argumentar respecto a la desigualdad entre distintas categorías sociales, aunque no tanto al interior de las mismas, pues es difícil su desagregación. En este sentido, una tabla dinámica podría no ser del todo correcta para determinar la desigualdad en un año concreto, pero sí podría perfectamente presentar una imagen fidedigna de lo que ocurrió en el mediano y largo plazo. Con todo, no habría que ignorar que, en Chile, la desigualdad se explica, principalmente, por la diferencia en la propiedad de los factores de producción, y no sería extraño pensar que incluso la no desagregación por categorías incidiría mucho más en subestimar la riqueza de las élites que, por ejemplo, de campesinos o asalariados. Ciertamente, porque la élite económica chilena, durante gran parte de la historia, ha poseído activos en forma transversal: mineros, bancarios, industriales y agrícolas. En rigor, el planteamiento de Rodríguez tiene dos ideas matrices. Primero, que, pese a la desigualdad estructural existente, según el momento que se analice, “Chile combinó más o menos crecimiento económico con deterioro o mejora en la distribución con salarios más o menos crecientes o con un sector externo muy o poco dinámico” (88). Segundo, el rol que ha cumplido el Estado chileno en tanto organismo que ha logrado delinear la desigualdad, pues éste se constituyó en modelador de la distribución primaria de mercado1. Por una parte, las menos de las veces, como reductor de la desigualdad (durante el I.S.I.), en tanto dispensador de beneficios sociales y árbitro de las relaciones de poder; de otra, como potenciador de las desigualdad, en la medida que permitió que los agentes económicos empresariales impusieran su propia institucionalidad o que influyeran directamente en ella, cuestión que se habría acentuado ostensiblemente en dos períodos: primero, en lo que va entre los años 1903-1938; y segundo, entre 1973 y 1986. Ambos períodos en los que la democracia no habría tenido lugar, esto es, a principios de siglo XX, bajo un sistema oligárquico, y luego durante la Dictadura Militar. Habrían sido, entonces, esos los momentos en los que la élite volcó a su favor el peso normativo y coercitivo del Estado2. Ahora bien, sería un error plantear que en los otros ciclos económicos la desigualdad no existió. Todo lo contrario, pues como se planteó anteriormente, la desigualdad sería un elemento de largo plazo en Chile. Así, entonces, lo que Rodríguez quiere hacer notar es que, pese a ello, ambos períodos supusieron una reversión a las tendencias de mejora de distribución que se habían producido en décadas anteriores, principalmente mediante dos vías: negando o imponiendo mediante la fuerza un nuevo régimen laboral, como ocurrió durante el período oligárquico y la dictadura militar respectivamente. O bien, la privatización de los recursos públicos en contextos de corrupción u opacidad manifiesta. Da cuenta así Rodríguez, de cómo, por una parte, las reivindicaciones obreras fueron acalladas con masacres durante los primeros años de siglo XX, logrando disminuir el número de huelgas para el período; o cómo durante la dictadura se modificó el Código del Trabajo, prohibiendo así el derecho a huelga o la huelga inter-empresa. Por otra, el autor explica de qué manera las tierras de la región de la Araucanía fueron usurpadas por la élite, pero recubiertas por la corrupción como la opacidad, tal como aconteció durante las privatizaciones de la dictadura durante la década de 1970 y a fines de 1980. En efecto, la tesis que se sostiene es que el vínculo élites-Estado habría contribuido fundamentalmente a una distribución regresiva del ingreso, afirmación que vendría a cuestionar lo propugnado, sobre todo en Chile, de que ha sido el Estado el principal responsable –histórico- de no haber alcanzado el desarrollo y de haber puesto un freno al libre mercado. De hecho, se ha afirmado recurrentemente que las elites empresariales chilenas, una vez rotas las cadenas con el “Estado Socialista”, pudieron desplegar su capacidad empresarial. La Revolución Capitalista que habría operado desde 1973 en adelante, y que habría significado un crecimiento económico nunca antes visto durante los gobiernos democráticos, sería una demostración manifiesta de este hecho. Pero no, el estudio de Rodríguez no hace más que demostrar que los períodos de mayor desigualdad en Chile ocurrieron cuando, primero, parafraseando a Moulian, el Estado fue una continuación de la hacienda, o segundo, cuando éste fue despojado de sus bienes y/o aplicando el miedo y la fuerza a los trabajadores. La idea central planteada por Rodríguez, entonces, y más allá del caso chileno, es que son las fuerzas de mercado, el proceso social y político, pero, ante todo, las relaciones de poder entre los agentes, los que producen los ganadores y los perdedores del proceso productivo. Situación de desigualdad que aumentaría proporcionalmente, al menos en el caso chileno, en la medida que la élite logró controlar el Estado institucionalmente. Sea por control directo o porque logró incidir de manera manifiesta en la legislación. De esta manera, prueba que incluso en momentos en el que las fuerzas del mercado actuaron con mayor independencia de la institucionalidad, fue la “institucionalidad elitista” la que en el ciclo siguiente reconfiguró el mercado, por cierto, para su mayor beneficio. “Y en el caso concreto de la desigualdad en Chile, la importancia de la larga duración no debe subestimarse (…) El deterioro de la distribución del ingreso ocurrido durante la dictadura constituye en realidad el último episodio de una serie en que el Estado ha asumido un papel activo en la promoción de la desigualdad. Ello es consecuencia del control que la élite ha tenido sobre el aparato fiscal desde la Independencia –capacidad que se origina, a su vez, en la Colonia. Este le ha permitido incidir en su beneficio en la conformación de las instituciones políticas y económicas que, junto a las fuerzas del mercado, determinan la distribución del ingreso” (264). Con todo, a mi juicio, lo más valioso del texto de Rodríguez, no solo es que su excelente análisis permite comprender las causas históricas de la desigualdad en Chile, sino que también éstas explican el presente. Esto permitiría comprender que, en Chile, ha sido la élite la que, junto a un mercado concentrado, donde predominan los oligopolios, ha contribuido a delinear la desigualdad, sin importar mayormente el período que se haga mención, pese a que en algunos ciclos su presencia ha sido mayor y más decisiva, logrando con ello que la distribución sea aún más regresiva. Eso explicaría que, en la actualidad, bajo gobiernos que nadie podría catalogar de oligárquicos, se han consolidado las brechas de desigualdad por más que muchas de éstas se encuentren afincadas en amarres económicos constitucionales de la dictadura (Gárate, 2012). A decir verdad, lo que Rodríguez hace es invitar a los lectores, y a los chilenos en particular, a entender que no solo trata de crecimiento, mercado o institucionalidad, por separado. Se trata, en términos mucho más profundos, de entender que el modelo de desarrollo económico está directamente interrelacionado con la democracia. “Por ello, quiénes desde las calles, la academia, la sociedad civil o los partidos políticos, denuncian hoy la elevada desigualdad que caracteriza a la sociedad chilena, reclaman mucho más que una reforma tributaria, mayor gasto educativo, mejores pensiones o una nueva ley sobre la financiación de las campañas electorales; están pugnando, en realidad, por un cambio en el modelo de desarrollo que dé lugar a una sociedad más justa y a una mejor democracia. Si habrán, o no de conseguirlo, el tiempo lo dirá” (268). Leia Mais

La Rojeria. Esbozos biográficos de los comunistas mexicanos | Oscar de Pablo

Los trabajos orientados hacia elaboración de los estudios prosopográficos sobre la izquierda, y, en especial, sobre su sector comunista, merecen una bienvenida. Desde hace décadas existen tradiciones en este ámbito. Los investigadores conocen muy bien el Diccionario Biográfico del movimiento obrero francés escrito por Jean Maitron que luego fue la base para ampliarlo hacia varios volumentes del Diccionario Biográfico del movimiento obrero internacional. A su tiempo aparecieron obras valiosas de M. Drashkovitch y B. Lazitch, de J. Gotovic y M. Narinsky destinados a aclarecer esbozos de la vida de los militantes de la Internacional Comunista. Todos estos trabajos tuvieron una falla tremenda: las biografías latinoamericanas fueron presentados a cuentagotas lo que no debe sorprender dada la escasez de fuentes de archivo En gran medida este defecto fue corregido por varias ediciones del diccionario biográfico de la Comintern en América Latina elaborado por Víctor y Lazar Jeifets, sin embargo, este tampoco evitó una falla significativa: las biografías de personajes claves de izquierda que no tenían que ver con las actividades internacionales de tal o cual Partido Comunista, quedaron fuera del enfoque de los autores. Tarde o temprano la laguna historiográfica debería ser llenada. Ejemplos importantes de los estudios sobre el tema ya aparecieron en Argentina (el diccionario coordinado por H. Tarcus) y Guatemala (el diccionario elaborado por A. Taracena y L. Monteflores). Obviamente, no podría faltar México, el país donde se fundó la primera sección latinoamericana de la Comintern, aparecieron las dos primeras esctructuras continentales de la Internacional Comunista – el Bureau Latinoamericano de la III Internacional y la Agencia Panamericana, donde estuvo la sede del Comité Continental de la Liga Antimperialista de las Américas y de la Liga Nacional Campesina, tal vez, la más influyente asociación campesina en el hemisferio, en la década de los 1920s. México iba acoger a los Bureau del Caribe de la Comintern, del Socorro Rojo Internacional y de la Internacional de las Juventudes Comunistas, sin embargo, el giro ultraizquierdista del PCM, junto con las transformaciones profundas del regimen pos-revolucionario prevenieron esto. En los 1930s la izquierda tuvo nuevo auge, esta vez como fuerza aliada del gobierno nacionalista revolucionario de Lázaro Cárdenas, pero, en poco tiempo, el alza fue seguida por la baja y la marginalización de los comunistas dentro de los sindicatos, las purgas masivas dentro del PCM y su división en varios partidos de tendencia comunista. A lo largo de varias décadas, los comunistas no lograron restablecer su unidad y solamente en 1978 pudieron fundar el Partido Socialista Unificado de México. Al mismo tiempo, incluso divididos, los comunistas escribieron varias páginas gloriosas de su historia, como el movimiento ferrocarrillero de 1958-1959 y las protestas estudiantiles de finales de los 1960 e inicios de los 1970s. En 1989-1990 la izquierda comunista sumó sus esfuerzos a varios otros sectores dando inicio al Partido de la Revolución Democrática. La aparición del libro de O. de Pablo, en 2018, es muy simbólico, ya que coincide con el primer triunfo contundente de la izquierda en las elecciones presidenciales y legislativas en la historia de México. Leia Mais

¿Fue (in)evitable el golpe? Derechos Humanos: Memoria/Museo y Contexto | Mauro Basaure, Francisco Javier Estévez

El libro “¿Fue (in)evitable el golpe?” editado por Basaure y Estévez, se origina a partir de un seminario del mismo nombre celebrado en abril de 2017 en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Está compuesto de dos partes relacionadas entre sí, en donde la primera de ellas -desde la perspectiva de actores claves en tanto testigos y participantes del gobierno de la Unidad Popular (UP) y, por ende, poseedores de una memoria viva– aborda un análisis político extenso de los hechos y procesos sociales, tanto externos como internos, que articularon un momento tal que hiciera propicio un Golpe de Estado, y, al mismo tiempo, reflexionar sobre qué se pudo haber hecho distinto para evitar aquello. Por otra parte, la segunda sección del libro hace eco de las reflexiones y visiones propuestas en la primera parte para abordar de manera crítica la llamada controversia sobre si el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos debiese o no contextualizar su muestra permanente. Controversia que nace de la crítica que demanda por una explicación de por qué terminó sucediendo el golpe, y no mostrar, así “solo una parte de la historia”. Demanda que emana de la derecha con fines justificatorios. En efecto, los siete artículos que componen la primera parte titulada ¿Fue (in)evitable el golpe? Respuestas de actores clave de la época de la UP (en donde también escriben los editores), conforman una especie de dialogo entre posturas que, aun perteneciendo a la izquierda política que le diera forma al gobierno, identifican y confrontan responsabilidades y autocríticas distintas entre sí. Andrés Pascal Allende, por ejemplo, en su aporte titulado No quisieron evitar el golpe, aparte de comenzar reafirmando que la responsabilidad directa del golpe es de quienes lo acometieron, identifica responsabilidades del gobierno en la medida en que no supo articular las demandas de un sujeto popular que exigía más radicalización en las propuestas que el mismo Allende consideraba debían ser graduales. Esto sumado a la no intervención de las fuerzas armadas, que necesitaban ser democratizadas ante las muestras que daban de estar cada vez más cómodas con la idea de un golpe, y del mismo modo, la ausencia de una voluntad política del gobierno por organizar la autodefensa e instrucción de las masas civiles para afrontar un eventual golpe que, así vistas las cosas, era predecible, pero totalmente contestable. Sergio Bitar (El gobierno de Allende era viable. ¿Por qué se tornó inviable?), en cambio, identifica que hubo condiciones propicias para un Golpe aceleradas por una pérdida de la capacidad de la conducción del proceso en marcha evidenciable en cinco factores: 1) la radicalización que proponían ciertos grupos y que los tornaban difíciles de manejar para Allende; 2) un manejo económico equivocado; 3) el quiebre entre partidos de izquierda y la DC; 4) una mala comprensión de los intereses internacionales, específicamente los intereses político estadounidenses y 5) subestimar la capacidad golpista de la derecha chilena. En el artículo titulado Los contextos del golpe y la consecuencia de Allende, de Ricardo Núñez, se enfatiza un tratamiento y estudio deficiente del contexto político global, donde no se asumieron con entereza ni las consecuencias de la guerra fría y de las pautas que aquello marcaba en las relaciones internacionales y dentro de la política nacional, ni las recomendaciones y observaciones que se hacían, preocupados, desde China o la URSS en cuanto al manejo de la revolución y la estrategia pacífica adoptada. Finalmente, Mariano Ruiz-Esquide (Cuando lo previsible se hizo realidad) argumenta que el escenario de un golpe se orquestaba desde antes de lo que se piensa, remontándose incluso al gobierno de Pedro Aguirre Cerda, que a los ojos de la derecha capitalista de la época y de las Fuerzas Armadas, era un serio problema. Lo mismo con el gobierno de Jorge Alessandri y los inicios de la reforma agraria, que se vio frenada y Alessandri obligado a transar con los Radicales para amortiguar el descontento de la derecha. Lo planteado por Ruiz-Esquide invita a un tratamiento más exhaustivo, y le imprime un valor histórico crítico más completo al diagnóstico de causas y responsabilidades de la izquierda. Una lectura equivocada de esta primera parte del texto, podría llevar a argumentar que se cae en una relativización de las responsabilidades directas del golpismo al intentar encontrar causas y responsabilidades en el actuar del gobierno, en tanto nada justifica una dictadura y sus horrores. Dicha lectura, a pesar de ser cierta sustancialmente (nada justifica realmente la dictadura que se vivió), es equivocada en este marco, pues la estructura que adquiere el libro no solo hace que sea una apreciación errada, sino que torna casi imposible asumir dicho objetivo. Queda claro, en todo momento, que no se trata de abrirse a la absurda posibilidad de la inevitabilidad del golpe, sino que, por el contrario, se trata de abordar de modo contrafactual la historia y “reflexionar sobre lo que no ocurrió para comprender lo que ocurrió efectivamente” (p.31), es una invitación a examinar los futuros posibles del pasado y no a alejar el foco de la discusión del hecho sabido de que “los golpes y cuasi golpes nacen de acciones deliberadas y completamente evitables” (p. 26). En la segunda parte del texto llamada Museo de la Memoria en controversia y el derecho a la memoria, en donde solo escriben Basaure y Estévez, se genera un fluido diálogo entre las reflexiones de la primera parte y los desafíos del Museo expuestos en la segunda. Dichos ‘desafíos’ responden a la crítica –bien extendida por los medios- de que el MMDH falla en su misión al no contextualizar su muestra permanente, es decir, al no referirse al proceso político que desencadenó el golpe. Esta crítica, que emana de los sectores de derecha, debe ser, sin embargo, asumida con cautela. Tal como indica Basaure en su intervención, el desafío es encontrar la manera de añadir museográficamente el contexto para que ello sea un aporte a la disputa por la memoria. Esta crítica de la derecha –aunque justificatoria, éticamente reprochable y pobre epistemológicamentese puede desarticular en dos vertientes, una ligada a la derecha pinochetista (crítica dura), que sitúa al contexto previo como indispensable para hacer entender que el golpe era necesario en tanto salvación de una guerra civil y, por ende, mucho de la dictadura estaría justificado; y por otra parte una crítica blanda, ligada a la derecha más liberal, que no desconoce las violaciones de DDHH, pero que si exige una mayor contextualización para entender el porqué de la polarización que se vivía en Chile. Asumir cualquiera de las dos críticas sería un error y atentaría contra el objetivo del Museo, pues, tal como dijo Estévez, el único contexto de la violación de los DDHH es la dictadura y eso no es justificable bajo ningún marco. De allí que dialogar con esas críticas deba ser tomado con cautela. Sin embargo, Basaure defiende la idea de que el MMDH puede y debe incorporar museográficamente una dimensión contextual sin necesariamente traicionar su misión, visión y función; es decir, sin tropezar con la contextualización que busca justificar el golpe como desea la crítica. La clave para aquello, afirma Basaure, es la palabra alemana para contexto: ‘Zusammenhang’, que tiene una doble significación en tanto refiere a lo que está relacionado, en contacto, cohabitando un espacio y/o tiempo, como también refiere a aquella relación causal o de la lógica causa-efecto, en donde dos fenómenos van juntos porque uno explica al otro. Ambas críticas de la derecha, por ende, buscarían establecer un contexto en su significado causalista y así justificar, en mayor o menor medida, el golpe y posterior dictadura. El desafío de la museografía es, precisamente, todo lo contrario: incorporar el contexto desde un sentido no causalista que permita vislumbrar los hechos y fenómenos que coexisten, sin que ellos se ordenen como causa-efecto, e intencionar una curatoría que empuje a la reflexión de que “el golpe es producto de una decisión golpista que resultó ser macabramente exitosa, y no de una crisis política y social, pues quienes acometieron el golpe siempre pudieron optar por no hacerlo” (p. 118). De esta forma no sólo no se traiciona la misión y visión del Museo, sino que también se refuerza, asumiendo los elementos históricos y políticos a favor del objetivo crítico y pedagógico que se propone el Museo, y participando de la disputa de otro terreno de la memoria que la izquierda normalmente ha dejado al sentido común: lo injustificable del golpe. Justamente por ello es que este libro adquiere relevancia. Pues aparece en un momento en donde el negacionismo y las expresiones del neofascismo chileno están cobrando auge. Aparece en un momento de sistemática violación a los DDHH en la Araucanía, de liberación de presos por crímenes de lesa humanidad, de la conformación de movimientos nacionalistas. Es en este contexto donde la pregunta por los errores y omisiones del pasado que se plantea este libro se torna importante y donde se asume el desafío de disputar cada espacio de memoria y desnudar como inmoral todo intento justificatorio del golpe de estado de septiembre de 1973. 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Izquierdas | SPBU | 2008

Izquierdas

Revista Izquierdas (Santiago, 2008-) es una publicación científica (peer reviewed) en acceso abierto y de edición continua (ahead of print o adelanto de edición) editada por Ariadna Ediciones con el auspicio de Saint-Petersburg University (Center for Iberoamerican Studies).

Su propósito principal es difundir la producción historiográfica sobre los hechos e ideas del conjunto de las manifestaciones sociales, políticas, intelectuales y estéticas de las agrupaciones, organizaciones y personas relacionadas con el pasado y presente de lo que social y tradicionalmente ha sido o son reconocidas como constitutivas de las izquierdas y el socialismo latinoamericanos, en una perspectiva de diálogo con realidades similares de otras regiones del mundo.

Su púbico objetivo es la comunidad de especialistas e historiadores/as vinculados/as o relacionadas/as con la temática de la historia del socialismo latinoamericano. No obstante ello, busca satisfacer consultas e interrogantes de un público amplio no necesariamente adscrito a la academia.

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Acesso livre.

ISSN 0718-5049

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