Militantes de la izquierda latinoamericana en México, 1920-1934 | Sebastián Mir Rivera

Una multiplicidad de historias se traman de manera sugerente en el primer libro del historiador Sebastián Rivera Mir. Volumen amplio y denso, constata el trabajo minucioso de quien se apuntala como una referencia obligada en el campo de la historia social y cultural. Esta primera obra, de hecho, presenta a un autor que conjuga la obsesión por la precisión con la claridad de la exposición. Libro erudito, de exposición fluida, presenta, sin embargo, un conjunto de anudamientos que difícilmente encontraremos en otros trabajos, pues en el se condensa tanto la historia política como los vaivenes de quienes vivieron la situación del exilio, ambas dimensiones enmarcadas en el conjunto de transformaciones sociales que ocurrían en el México posrevolucionario. Estas perspectivas se encuentran cruzadas, dando como resultado un escenario donde habitan por igual el anti-imperialismo, el comunismo y variadas formas del latinoamericanismo.

¿Qué es lo que podemos encontrar en el libro Militantes de la izquierda latinoamericana en México, 1920-1934? Sería difícil sintetizarlo sin detallar algunos de los montajes que el autor realiza. Así, tenemos historias cruzadas, conectadas e intercaladas: varios frentes se encuentran abiertos y sólo una prosa adecuada puede conjugarlos de manera equilibrada. El emplazamiento es claro: los exilios latinoamericanos, diversos y múltiples, encontraron en México un lugar privilegiado (ya sea material o simbólicamente y no pocas veces de manera imaginaria) de acogida para desarrollar su actividad política. De entre esos exilios, Rivera destaca a un subsector muy específico, los militantes de izquierda: personajes que en su trayectoria personal desafiaron a la autoridad de su país y emprendieron estrategias diversas para poder derrocar gobiernos mediante el establecimiento de redes, vínculos y estrategias prácticas de acción. El militante es la figura central, pero no actúa en la nada, sino en medio de un contexto sociopolítico muy claro y por momentos considerado único en la región. Más que un contexto, nos encontramos frente a una coyuntura que obliga a trazar las líneas de demarcación en el terreno de la práctica política: la del Estado mexicano que con su retórica nacional-popular y anti-imperialista, se presenta como un espacio privilegiado a partir de la cual se puede recrear todo aquello que en la patria de origen está negado. México es, entonces, el lugar a partir del cual se puede avanzar en la conformación de proyectos que involucren las dimensiones del anti-imperialismo, el latinoamericanismo y no en pocas ocasiones, del comunismo.

Así, por un lado, tenemos la historia de quienes vivieron el exilio político en el periodo posterior a la guerra civil; por el otro al Estado mexicano, con sus múltiples personajes, impulsando agendas diversas, en donde la solidaridad y el latinoamericanismo emergen discursivamente como elementos centrales, aunado a esto último, también se encuentra la historia del espionaje, de la vigilancia y del desarrollo de los órganos de represión que el nuevo Estado va alentando; finalmente las historias personales, vivencias individuales de una época en donde el tiempo aparecía como el alumbramiento de una época nueva. Este conjunto se imbrica en un escenario donde se da florecimiento tanto de organizaciones políticas como de las ideologías y de los líderes que por azares del destino se concentran en la Ciudad de México. Quizá, finalmente y como subterfugio, podríamos decir que Rivera nos entrega pinceladas para una historia de la izquierda en la ciudad de México: sus calles, sus cafés, sus restaurantes, sus plazas. La cartografía de la revolución latinoamericana se traza en la Ciudad de México.

El lector encontrará todas estas historias cruzadas, intercaladas y expuestas con un orden lógico. En el primer capítulo expone la forma en la que los exiliados latinoamericanos encontraban la posibilidad de llegar a México. Con la denominación de “técnicas de hospitalidad” describe las formas en que redes, grupos, y trayectorias permitieron que México –y específicamente su ciudad capital– se convirtiera en un refugio vario pinto de nacionalidades e ideologías. Con ello se exponen las agendas personales de quienes desde el gobierno impulsaban el recibimiento. Destaca el caso de Venezuela y los venezolanos, en donde el gobierno mexicano asumió una oposición frontal en contra del gobierno de Juan Vicente Gómez, contrastando con las ambigüedades respecto a Machado en Cuba. En dado caso, el autor demuestra muy bien las múltiples posibilidades en las que los jóvenes –mayoritaria, pero no exclusivamente hombres– arribaban a México.

En el segundo capítulo, Rivera desarrolla una historia en donde los jóvenes órganos de inteligencia, espionaje y represión se van gestando al interior del Estado mexicano. La hospitalidad era una sola cara de la moneda, pues a sabiendas de las cualidades e inclinaciones de quienes llegaban –“agitadores”– el Estado asumió también la tarea de su seguimiento. El registro de sus actividades, sus posiciones políticas y sus andanzas personales fue también parte de esta historia. Junto a ella, por supuesto, no faltaron los espías de los gobiernos cuestionados por estos sujetos. En todo caso, el capítulo apuntala este punto de manera sobria, pues muestra la capacidad que tuvieron los responsables de la vigilancia de abandonar el discurso histérico anti bolchevique propio de los órganos de seguridad norteamericanos, permitiendo un primer cuadro de especialización de quienes realizarán las tareas de inteligencia en lo político.

El tercer capítulo tiene como eje central del discurso el papel que tienen los estudiantes. Aquí se muestra el inicio de lo que es el actual objeto de estudio del historiador chileno, quien se ha puesto como tarea reconstruir intercambios académicos e intelectuales en la región. El paso del exiliado al estudiante becado por el gobierno muestra también dinámicas de adaptación y conformación de espacios de socialización política en los años treinta. Nos encontramos frente a la emergencia del universitario como ejemplo del sujeto politizado, en medio del desarrollo de la agenda vasconcelista y del impulso reformista de Córdoba. Todo ello concentrando en el elemento humano, en donde la escasez de recursos, la pobreza y la inteligencia para la sobrevivencia hace parte de la narrativa.

El capítulo cuarto avanza sobre la perspectiva del militante como publicista. En la época en donde la palabra impresa ganaba centralidad, el ejercicio intelectual de la escritura se convierte también en una tarea militante. La escritura, la impresión y la distribución de panfletos, folletos, periódicos y libros, se vuelve una parte medular de las redes que organizan la oposición a los distintos gobiernos de la región. Venezolanos, cubanos, haitianos, peruanos, entre otros: todos entienden la preponderancia de la palabra y la importancia tanto del medio como del mensaje. Inmersos en perspectivas plenamente ilustradas, se encuentran convencidos que la lectura y la escritura son caminos que deben recorrerse para aspirar a superar la situación de barbarie y opresión. En el camino se encuentran con las dificultades materiales y económicas propias del exilio, pero abren espacio para inaugurar un género: el periodismo militante que busca crear simpatía, arengar a las masas, aquel que tiene su triunfo mayor en la construcción de íconos o mártires. Rivera destaca las múltiples posibilidades que esto invoca, en medio de un creciente uso del papel y la imprenta, pero con las restricciones de la escasez.

El quinto capítulo aborda la especificidad de la práctica política revolucionaria desde el exilio. Titulado, sugerentemente, “Hacer la revolución a la distancia”, en el se realiza un ejercicio de exposición de las distintas estratégicas que los exiliados impulsaban en México. En una época marcada por el ascenso del antiimperialismo, el fortalecimiento definitivo de una cristalización del comunismo y los múltiples intentos de formar un camino latinoamericanista, en donde los militantes, al tiempo exiliados, intelectuales y publicistas, mantuvieron permanentemente la aspiración de “hacer la revolución”. Lo que muestra el capítulo es lo polimórfico de esta acepción y sus múltiples caracterizaciones a partir de los distintos prismas empleados. Quizá como en ningún capítulo, se muestra la diversidad de operaciones políticas e ideológicas, que tomaban forma a partir de prácticas concretas, algunas con mayor éxito que otras, pero todas encausadas a partir de las coordenadas y vaivenes de la posición del Estado mexicano.

El capitulo último bien podría leerse como un complemento o una extensión del anterior. Consecuencia lógica de las múltiples perspectivas estratégicas que se tramaban en el espacio mexicano, los exiliados tuvieron que afrontar problemáticas y tensiones cada vez más grandes. Primero entre las distintas posiciones políticas, después también entre las personalidades (aquí el debate Haya de la Torre-Julio Antonio Mella es el más conocido), a estas se sumarán las consecuencias problemáticas de la formulación de íconos (César Augusto Sandino, por ejemplo) y las variables políticas locales. Todo ello entrega un panorama conflictivo y casi siempre explosivo. De un lado la retórica del Estado mexicano, del otro las agendas de los hombres en el poder o de quienes aspiraban a él (por ejemplo, José Vasconcelos); así como los espacios de inserción de los militantes exiliados, como el Partido Comunista Mexicano, con el que se generaron no pocas tensiones. Rivera describe un proceso complejo, lleno de trabas, pasiones y sueños revolucionarios, la mayor parte de ellos frustrados e incompletos. En una época donde todo aparecía como posible, los militantes jugaban sus cartas en busca de labrar opciones políticas más efectivas, pero lo que solían encontrar era la rencilla, la queja, el disgusto y el desaire. Con Spinoza, podemos pensar una historia de pasiones alegres que pronto devienen pasiones tristes.

Con la descripción realizada de los capítulos es posible evaluar de mejor forma lo que aguarda Militantes de la Izquierda revolucionaria: un conjunto de historias que abordan las vicisitudes de una época en la cual todo aparece como posible y en donde la cristalización de organizaciones, redes y prácticas aún está en disputa constante. Debates y combates desfilan a partir de vivencias, historias personales, publicaciones e intercambios. El crisol de personajes a los que refiere en la trayectoria del texto es impresionante, pues va de Magda Portal a David Alfaro Siqueiros, de Salvador de la Plaza a José Carlos Mariátegui, de Juan Marinello a Víctor Haya de la Torre; estos pocos –significativos por su desarrollo posterior– y otros tantos, desfilan como parte de complejos entramados que muestran la vitalidad de las tendencias que pensaban el antiimperialismo y la revolución como objetos a los cuales entregar sus energías.

La obra, presentada como tesis de doctorado y premiada por el Archivo Histórico de la Secretaria de Relaciones Exteriores, es una contribución excepcional. La meticulosidad y el intenso trabajo tanto de archivo como de fuentes secundarias es notable. El relato, además, es amable con el o la lectora. Es una obra que fortalece la historiografía en varios aspectos. En el nivel intelectual permite entender las redes edificadas en la época de construcción del Estado mexicano. En el terreno de los exilios muestra la pluralidad de voces que se concentraban en México. A propósito de la práctica política muestra los cruces de una época marcada por la construcción de referentes ideológicos. En su conjunto, expresa una tendencia en donde una sola perspectivas no basta para aprehender la complejidad de fenómenos trasnacionales.


Resenhista

Jaime Ortega – Universidad Autónoma Metropolitana (México). E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

MIR RIVERA, Sebastián. Militantes de la izquierda latinoamericana en México, 1920-1934. Prácticas Políticas, redes y conspiraciones. México: COLMEX, 2018. Resenha de: ORTEGA, Jaime. La revolución a la distancia: exilios latinoamericanos en Mexico. Intellèctus. Rio de Janeiro, v. 18, n. 2, p. 290-294, 2019. Acessar publicação original [DR]

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