Organizaciones. Líderes y contiendas mapuches (1900-1970) | Rolf Foerster e Sonia Montecino

El propósito de este libro, publicado gracias al esfuerzo del Proyecto Mujeres Mapuches del Centro de Estudios de la Mujer y el Programa Mapuche del Centro Ecuménico Diego de Medellín, consiste, según declaran los propios autores, en dar a conocer una parte desconocida de la historia contemporánea del pueblo mapuche: su hacer política, su quehacer organizacional y el pensaminto de sus líderes, en el marco de un proceso de subordinación que habría obligado al pueblo mapuche a recurrir a la fuerza dinámica y vital de su cultura para responder a la propuesta de muerte de la “chilenidad”.

El “ethos” singular del mapuche, afincado en una larga historia, le habría permitido adoptar elementos del “huinca” para recrearlos en su propio beneficio. Este proceso de reelaboración y sincretismo cultural, que hizo posible la supervivencia de la etnía, muestra, además, la presencia de una identidad cultural que conjunta lo propio con lo ajeno en la formulación de una síntesis: el mapuche actual. Se trata, dicen los autores, de un “superar conservando”.

El mapuche recrea también las “armas” del huinca para reclamar sus derechos y participar en la escena de los diversos proyectos nacionales. Sin embargo, argumentan Foerster y Montecino, la contestación indígena se estrelló invariablemente con las distintas formas de poder: el Estado, los partidos y la Iglesia.

Asimismo, el contexto en que se da la lucha del pueblo mapuche en el siglo xx, la Araucanía, es distinto a otros del país. En lo político los grupos dominantes se expresan en partidos locales; en lo histórico, conviven sujetos con ethos diferenciados (alemanes, franceses, etc.); en lo religioso, Ternuco es la capital del protestantismo.

El libro está dividido en cuatro capítulos, cada uno de los cuales, con una estructura muy parecida, cubre los cuatro momentos que los autores creen conforman el período que están abarcando.

En el capítulo I, Los nuevos guerreros, 1900-1931, se refieren al período en que se perfilaría, nítidamente, un proceso de incorporación subordinada del mapuche a la sociedad nacional. Este proceso estaría marcado por tres situaciones: el fin de la radicación, la usurpación de las tierras reduccionales y la división de las comunidades.

Las tres situaciones antes mencionadas habrían generado una atmósfera de violencia hacia el mapuche por parte del Estado y los huincas, obligándolos a constituir las primeras organizaciones indígenas en defensa de sus derechos. Los líderes de estas agrupaciones no emergieron desde las comunidades; su origen se situó en los mapuches letrados, hijos de caciques acomodados, “leales” al ejército chileno. De este modo, tenían conciencia del poder de la política y de la necesidad de acceder al parlamento corno plataforma de lucha. Se insertan, así, en la vida partidaria, teniendo que adoptar la formalidad del chileno para conseguir sus objetivos: aprender el castellano, escribir en un papel, vestirse corno los huincas.

El capítulo II, En la senda de los lonkos, 1932-1945, está destinado a analizar la etapa en que los mapuches para solucionar sus problemas perciben que era necesario formar un movimiento indígena autónomo y que alcanzara un poder propio. Como terna central aparece la dignificación y unificación de la etnía, en tanto que las organizaciones siguen estructuradas en torno a los caudillos. El caudillismo habría impedido, precisamente, alcanzar el anhelo de unidad de las organizaciones mapuches, permeables, además, a la influencia de los fenómenos nacionales (los vaivenes de la economía y las polarizaciones políticas).

Desde el punto de vista del Estado, éste asume una actitud de apoyo a las comunidades campesinas mapuches por la vía del crédito. El “padre benefactor” interviene para ayudarlos.

 Esplendor y sombra del lonko titulan Foerster y Montecino al tercer capítulo del libro. Cubre los años que van desde 1946 a 1960.

Este período se puede caracterizar por el auge y la derrota del movimiento indigenista conducido por la Corporación Araucana y su líder Venancio Coñuepan, ambos de enorme gravitación en la lucha del pueblo mapuche durante este siglo. Se pone el énfasis en la ayuda del Estado y en impedir la división de las comunidades. Hay valoración y defensa de la tradición, con signos de resistencia étnica. La estrategia fue buscar representación en el parlamento, convirtiéndose la Corporación Araucana en una especie de “partido mapuche”, aprovechando el cauce que abre el populismo de lbáñez. Coñuepan alcanza el cargo de Ministro de Tierras y Colonización (1952), transformándose en el lonko que domina a los otros lonkos.

La presencia y el poder de la Corporación o lo que los autores llaman la “infiltración” de los mapuches en el aparato estatal, despertó la idea en los grupos no mapuches de la imposibilidad de someterlos. Se desata, entonces, una campaña contra ellos que alcanza una virulencia propia de siglos anteriores.Se acusa a los mapuches de ahogar el progreso y conducir a la sociedad regional, en especial a Ternuco, a un suicidio del cual el país no logra zafarse por una especie de sensiblería nacional que está próxima a una tontería nacional. Esas mismas voces se levantan para comparar, por contraste, la decidida actitud de los Estados Unidos para dominar el oeste, sin atender los argumentos de los pieles rojas, lo que habría llevado a ese país al nivel de progreso que tanto se admira.

El último capítulo, La ausencia de los lonkos, 1961-1970, se refiere a un período marcado por tres procesos simultáneos: la intervención del Estado en la estructura agraria a través de la Reforma Agraria; la pérdida de hegemonía de la Corporación Araucana y atomización del movimiento indígena; y, la movilización de las comunidades sobrepasando la “institucionalidad”.

Respecto del primero lo más claro es que los gobiernos de Alessandri y Freí insertan el problema de la propiedad mapuche en el problema general del minifundio que afecta al país. Las organizaciones rnapnches aceptan esta postura, aunque la encuentran insuficiente. Esto favorece el aparecímiento de organizaciones que sobrepasan la institucionalidad, con propuestas que se formulan desde una perspectiva de clase o revolucionaria como fue el caso, ejemplo, del Movimiento Campesino Revolucionario (McR). Propuestas de esta naturaleza reflejan, también, la atomización del movimiento mapuche, pudiendo contabilizarse alrededor de nueve organizaciones en un período que no supera los 10 años.

El libro termina con algunas conclusiones que resumen la opinión de los autores respecto del tema que tratan. Según ellos, los mapuches tenían una identidad anterior al surgimiento del Estado nacional, identidad que deben readecuar en función de una nueva identidad de destino con el conjunto de la sociedad chilena, debiendo postergar el proyecto mapuche que entra en contradicción con el proyecto de la sociedad nacional. Esta nueva situación obligó a los mapuches a organizarse y movilizarse, entrando de lleno a la arena política y levantando, en muchas ocasiones, verdaderas utopías. Fue el drama de una etnía en el marco de un país que no valoró al indígena.

El resumen que he hecho del libro de Foerster y Montecino no persigue otro propósito sino el de sentar las bases en tomo a las cuales se podrían hacer algunos comentarios.

Desde luego habría que reconocer que los autores consiguen plenamente el objetivo de difundir una parte desconocida de la historia del pueblo mapuche en el siglo xx y, más allá de eso, sensibilizar al lector respecto de un asunto que la sociedad nacional no ha tenido debidamente en cuenta. Tengo la impresión de que Chile persiste en la actitud de mirarse desde el centro y desde la perspectiva de los grupos dirigentes. En este sentido Organizaciones, líderes y contiendas mapuches es un esfuerzo por conducir a los chilenos a mirar su historia desde otros ángulos, en este caso particular, desde la postura de las organizaciones y líderes mapuches. El logro es enriquecedor; este solo hecho da motivos para celebrar el trabajo de Foerster y Montecino con entusiasmo.

La perspectiva de los autores se indica ya en el título del libro. Ellos van a observar los problemas desde las posturas de las organizaciones y líderes mapuches. Los problemas no se ven, pues, desde la base, sino de los mapuches letrados, de los que han alcanzado una posición expectable en la” otra sociedad”, vale decir, en la sociedad nacional o de los más permeables a la influencia de instituciones ajenas a ellos, como fue el caso, por ejemplo, de los dirigentes de la Unión Araucana, fuertemente influenciada por la Iglesia Católica.

El enfoque es indudablemente legítimo y nada podemos objetar a los autores. Sin embargo, sus conclusiones no deben movemos a engaño. En realidad, el libro se circunscribe a las organizaciones y los líderes y, en consecuencia, no se plantean las demandas de los mapuches propiamente tales, sino, repito una vez más, de los dirigentes que encabezan las organizaciones que tienen, además, um carácter más bien urbano.

Foerster y Montecino lo plantean con toda claridad. Esta fue su opción y su contribución al conocimiento del asunto; es indudable. Si por otra parte, del lector surgiera la tentación de hacer extensivas las demandas de las organizaciones y de los dirigentes al resto de los mapuches, sólo quisiéramos señalar que tal tentación se puede estrellar con un problema que el libro no resuelve: la coincidencia o falta de coincidencia entre las demandas y aspiraciones de unos y otros.

Tal vez, por la vía de los ejemplos se pueda entender mejor lo que quiero plantear. La Sociedad Caupolicán, primero, y la Corporación Araucana, después, están cruzadas por los proyectos de Venancio Coñuepan y quienes están detrás de él. ¿Eran éstos los proyectos de los demás mapuches de la Araucania? Hay razones para dudar, en primer lugar, porque la trayectoria de Coñuepan lo fue alejando de los problemas reales de los mapuches del siglo xx y porque los compromisos que adquiere este dirigente con los demás actores de la vida nacional tienen que haberle dado una óptica diferente.

Este fenómeno se aprecia con absoluta nitidez en la década del 60, cuando la atomización del movimiento indígena tiende a probar que los problemas y soluciones respondían, más bien, a proyectos de grupos que a proyectos de la etnía. El asunto es complejo y, tal como se puede apreciar en los propios planteamientos de Foerster y Montecino, derivó en ocasiones en utopías que reflejaban anhelos más que soluciones concretas.

Hay otras cuestiones que merecen también algunos comentarios. El primero dice relación a la incorporación subordinada del mapuche a la sociedad nacional. Foerster y Montecino indican con verdadera precisión que este es un problema siempre presente en la cuestión mapuche. La incorporación subordinada derivó en dos situaciones muy bien planteadas por los autores: la necesidad de recurrir a las fuerzas vitales de su cultura para resistir la propuesta chilena y el carácter de muerte que ésta adquiere: matar al “otro”, al indígena, para construir sobre su muerte, la chilenidad.

Frente a la existencia de las etnias que sobrevivieron en nuestro territorio, los chilenos hemos seguido siendo etnocentristas y etnocidas. Amparados en las ideas de “civilización” y “progreso”, que asociamos a nuestra forma de ser, hemos sido incapaces de admitir la diversidad y aceptar con respeto el derecho de los pueblos indígenas a desarrollar sus propios proyectos. Una parte muy bien lograda en el libro de Foerster y Montecino es, precisamente, aquella que se refiere a los signos de muerte con que se trata el problema de las tierras mapuches en la década del 50, cuando la ciudad de Temuco pareáa no tener otra alternativa, según los grupos no mapuches de la región, que recurrir a ellas para cimentar su progreso.

También es interesante el esfuerzo de los autores por mostrar lo que podría ser la plataforma de lucha de los líderes y las organizaciones mapuches. Emerge, por ejemplo, la educación, la defensa de su cultura, el derecho a la tierra, etc. Al recorrer los elementos que constituyen esta plataforma se descubre uno de sus planteamientos iniciales: la reelaboración y sincretismo cultural que se aprecia en el mapuche del siglo xx, obligado a adoptar una identidad que conjunta lo propio con lo ajeno, por mucho que esta identidad corresponda a los líderes o a los mapuches urbanos, principales sujetos de este libro.

La incorporación de la mujer es otro aspecto de interés. Acallada su voz por dos órdenes patriarcales, la mapuche y la huinca, debió someterse también a la voluntad de la Iglesia de “civilizarla”. Sin embargo, en la década del 30 surgen las primeras organizaciones femeninas mapuches, con las figuras de Herminia Aburto y Laura Chiuailaf, formadas ambas en hogares de antiguos luchadores mapuches. Más tarde, la figura de Zoila Quintrimil buscará en la educación un instrumento de progreso para el pueblo y una luchadora más anónima, la Bartola, mamá de los Gineo, no parará en sus demandas a pesar de las amenazas de cárcel.

Hay varios aspectos más que se podrían seguir comentando. Parecen, sin embargo, suficientes los que ya se han hecho para dar cuenta de un libro que merece ser leído con atención y espíritu autocrítico, los chilenos necesitamos miramos en un espejo diferente al que siempre se nos ofrece cuando se trata de recrear el pasado. El trabajo de Foerster y Montecino consiguen este propósito. Es de esperar que se logre si asumimos también la necesidad de interiorizamos de las cosas que suceden más allá de nuestros ámbitos inmediatos. El problema mapuche en el siglo xx no importa sólo a la sociedad regional que gira en tomo a la zona de Angol, Malleco y Cautín; es un problema de todos los chilenos, por mucho que los mapuches sean minoría en el contexto global. Lo mismo vale para las otras minorías étnicas que existen en Chile y para los sectores que la historiografía suele relegar.

Obra amena, de estructura adecuada, seriamente documentada y con propósitos bien definidos, Organizaciones, líderes y contiendas mapuches (1900-1970), es con propiedad uno de los buenos aportes que han hecho dos investigadores al conocimiento de nuestro pasado más imediato.


Resenhista

Jorge Pinto Rodríguez


Referências desta Resenha

FOERSTER, Rolf; MONTECINO, Sonia. Organizaciones. Líderes y contiendas mapuches (1900-1970). Santiago: Ediciones Centro Estudios de la Mujer (CEM). Impreso por Arancibia Hnos y Cía. Ltda., 1988. Resenha de: RODRÍGUEZ, Jorge Pinto. Cuadernos de Historia. Santiago, n.9, p. 207-210, Diciembre, 1989. Acessar publicação original [DR]

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