¿Qué fue de Los InteLectuaLes? | Enzo Traverso

Por medio de la editorial Siglo Veintiuno de Argentina, llega al público latinoamericano de habla hispana una de las últimas producciones del historiador italiano Enzo Traverso. Teniendo un pasado de militancia en el autonomismo marxista itálico, es investigador graduado en Historia Contemporánea por la Universidad de Génova y Doctor, bajo la dirección de Michael Löwy, en la prestigiosa Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS). Su trayectoria académica y de pesquisa la efectuó a lo largo de dos décadas en Francia, fundamentalmente en la Universidad de Picardía Julio Verne, y en la actualidad se encuentra trabajando en la Universidad de Cornell (Estados Unidos). También ha sido profesor invitado en casas de altos estudios de países de los continentes americano y europeo. Historiador especialista en la historia de la ideas, apropiadamente ha sabido converger las tradiciones historiográfi cas italianas y francesas. A través de la lente del mundo cultural e intelectual judío de Europa, Traverso trabajó sobre las relaciones entre diversas miradas y tradiciones intelectuales como el marxismo, la cultura judía de Mitteleuropa y la Escuela de Frankfurt, interpretadas en función de las catástrofes y genocidios del siglo XX. Entre sus libros publicados, en idioma español se encuentran: Siegfried Kracauer. Itinerario de un intelectual nómada) (1998); (La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales) (2001); (El Totalitarismo. Historia de un debate) (2001); (Los marxistas y la cuestión judía. Historia de un debate) (2003); (La violencia nazi. Una genealogía europea) (2003); (Cosmópolis. Figuras del exilio judeoalemán) (2004); (Los judíos y Alemania. Ensayos sobre la simbiosis “ judío-alemana”) (2005); (A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945)) (2009); (El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política) (2011); (La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX) (2012); y (El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador) (2014). En el ámbito académico de las ciencias sociales, sus producciones sobre historiografía contemporánea, conformación de identidades colectivas y memoria son una referencia permanente.

Publicado originalmente en Francia por la editorial parisina Lés Éditions Textuel bajo el título Où sont passés les intellectuels? (2013) la obra se incorporó en la colección, dirigida por el antropólogo y periodista Régis Meyran, “Conversations pour demain”; cuyo foco está puesto en tomar los grandes debates contemporáneos mediante una serie de entrevistas efectuadas a relevantes investigadores del universo científico e intelectual galo. A modo de amenas conversaciones entre pares, con cada entrevista se desarrolló una problemática actual, la publicación de un pequeño libro por cada una de las temáticas abordadas fue el resultado de ello. Siendo uno de los historiadores referentes sobre las tradiciones intelectuales europeas del siglo XX, la entrevista (llevada por el mismo Meyran) se centró en el papel de los intelectuales a lo largo del siglo pasado, con sus momentos de esplendor y decadencia, y cuál es el panorama actual.

Tomando como referencia principal la actual situación en los contextos del mundo francés, italiano y, en menor medida, lo acaecido en Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, el libro plantea la ausencia de la figura del “intelectual” en la escena de los grandes debates públicos contemporáneos. Siendo personajes que a lo largo del siglo pasado tuvieron una importante presencia, hoy en día, la palabra intelectual ha perdido su aura. Según Enzo Traverso, este eclipse tiene varias causas: el fin de las utopías del siglo XX, el giro conservador de la década de 1980, la mercantilización de la cultura, el desencanto de una generación. Atravesando un momento “post-ideológico”, donde la práctica política se nutre cada vez menos de las ideas, el intelectual ha sido reemplazado por el “experto”. Siendo en otros momentos la inspiración o conciencia crítica de las fuerzas políticas y movimientos que cuestionaban el orden –social, económico y político–, al presente no tienen relación con los movimientos sociales vigentes. Sin embargo, con este contexto, los pensamientos cuestionadores, disonantes, etc., no desaparecieron, se han transformado en discursos subterráneos. Es más, Traverso entiende que se está produciendo una renovación a escala global con nuevos actores. Por lo tanto aboga por una nueva relación entre la producción de conocimiento, la autonomía crítica y el compromiso político. Como anticipo, ¿Qué fue de los intelectuales?, bajo el formato de entrevista (un diálogo), cumple la función de ser una síntesis sobre la trayectoria de los intelectuales a lo largo del siglo XX, un diagnóstico sobre el papel actual del “intelectual” (o su equivalente legitimador del orden y degradado en términos ideológico-políticos que es el “experto”) en la sociedad y, sin embargo, una demostración sobre el todavía existente pensamiento disidente con su potencial para reinventarse en un contexto nuevo (pero permanece la vigencia de la dominación, la explotación y la desigualdad propias del sistema capitalista) donde pueden construir lazos con los movimientos sociales emergentes que están huérfanos de proyectos políticos y los cimientos de nuevas utopías.

Siendo un trabajo en el cual se desarrolla la sapiencia y reflexiones de Traverso a través de las preguntas generadas por Meyran, el libro posee una estructura temática muy simple. En el Prólogo, redactado por quien luego va a oficiar de entrevistador, se establece que el problema que acucia a los intelectuales, y su consecuente crisis, está identificado en la imposibilidad de pensar una realidad (o futuro) alternativa al orden imperante. La no posibilidad de imaginar utopías tiene en el derrumbe del socialismo real su principal explicación. En un contexto o sistema cultural mercantilista (producir para el mercado), los intelectuales son suplantados por figuras neoconservadoras cercanas al poder. Sin embargo, Meyran, a tono con lo que luego va a ser el resto del libro, no deja de insistir en ese alegato a favor de la renovación del pensamiento crítico y su necesidad de renovación. Traverso, desde las imágenes de Edward Said arrojando piedras a un puesto de control del ejército israelí en la frontera libanesa, comienza el capítulo “Del nacimiento de los intelectuales a su eclipse”, entendiendo que el intelectual no puede disociarse del compromiso político. Aunque la palabra intelectual tiene sus precursores en los filósofos del Siglo de las Luces, el sentido del término, a modo de sustantivo, con su significado actual, tiene su origen en la alusión de Georges Clemenceau en el momento de referirse, en su periódico, a una petición en defensa del capitán Alfred Dreyfus. Emile Zola con su alegato “Yo acuso” pasó a ser el paradigma de intelectual moderno: figura que desde su obra (producciones literarias, ensayos, obras teatrales, piezas musicales, etc.) cuestiona el poder, contradice el discurso dominante, genera conflictos e introduce una visión crítica pero fundamentalmente efectúa una intervención en el espacio público (sobre todo a través de la prensa) que amplifica los ámbitos usuales de circulación de su producción. Transformados en un grupo social autónomo, Traverso sostiene que los intelectuales modernos son la consecuencia del nacimiento de la sociedad de masas de principios del siglo XX (articulada en clases sociales antagónicas, un campo político dividido en derecha e izquierda, un modo de producción industrial, un modo de vida que tiene su centro en las grandes urbes y un espacio público moderno) dando lugar al nacimiento de la prensa moderna o medios masivos de comunicación. El periodista era un nuevo “tipo social” formador de opinión. El mercado editorial fue un vector de emancipación porque permitía la supervivencia del escritor a partir de su pluma, gracias a la venta de sus libros y no debido, como sucedió con los filósofos del XVIII, a la manutención del príncipe. Traverso muestra la paradoja del mercado, por un lado es un sistema explotador y, por el otro, permitió el cosmopolitismo y la difusión de ideas: los letrados podían vivir de su producción mediante la venta de ésta a un público dispuesto a leerla o consumirla. Aunque no adquirieron un grado de mercancía, los intelectuales escribían los que pensaban sin preocuparse si eso se vendía o no se vendía. Emergía así la opinión pública con un papel orientador por parte de los escritores. Para los casos francés y alemán, salvando las distancias, los nacionalismos de ambos países presentaron al intelectual como un periodista y escritor cosmopolita, un desarraigado (a menudo judío) que representa una modernidad aborrecida, el intelectual es un outsider. En este punto, pensadores como Nietzsche, no son conceptualizados por Traverso como intelectuales debido a su carácter de críticos de la modernidad a partir de un cariz conservador sin ninguna propuesta de conciliación con la modernidad, inclusive la técnica. Los intelectuales están políticamente ubicados a la izquierda y promueven proyectos de corte progresista. Por otro lado, los pensadores del campo de la derecha rechazaron ser llamados intelectuales. Para ellos, la categoría de intelectual –dado su carácter cosmopolita, propenso a la abstracción y con proyectos utópicos progresistas– encarna la antítesis de la “democracia viril”, el término sólo lo aplicaban a lo judío. Además, Traverso destaca el discurso anti-intelectualista del nazismo, el ejemplo más representativo fue la quema de libros ordenada por Goebbels al frente de la Universidad Humboldt el 1º de mayo de 1933. De este modo, Traverso establece, a groso modo, dos sentidos de intelectual, uno amplio: persona que tiene por trabajo su producción escrita. Otro restringido: persona que vive de lo que escribe, comprometido con la izquierda, con un horizonte progresista social y favorable en la defensa de los derechos humanos. Por ende, teniendo una fuerte carga política en sus orígenes, en el transcurso del siglo XX, el término intelectual va cobrando neutralidad en detrimento de su lado ideológico.

Sin embargo, Traverso observó, en el caso italiano, una excepción sobre los intelectuales. Para empezar fue el país de Gramsci, primer pensador que teorizó sobre la figura del intelectual. Para Gramsci, el intelectual expresa las ideas de la sociedad. Estableciendo una diferenciación entre el intelectual pre-moderno (identificado con el jurista, el clero, etc.) y el intelectual orgánico, diseñador del paisaje cultural e ideológico de la sociedad capitalista, que debe optar entre la burguesía o el proletariado. Y con la llegada de Mussolini, el campo intelectual italiano se dividió en fascistas y antifascistas; los primeros intentaron apropiarse del término intelectual. El fascismo desarrolló una cultura moldeada por intelectuales.

Para el historiador italiano, los años de entreguerras fueron el período de auge de la actividad de los intelectuales. La revolución rusa y el avance de los fascismos llevaron, a la gran mayoría, a tomar una posición antifascista. Y dicha postura implicó una cercanía, aunque no fuesen marxistas, con la URSS. El antifascismo fue un ethos al cual se sumó el comunismo. Pone el caso de Ortega y Gasset como un intelectual marginalizado, por el resto de los pensadores, debido a su no toma de posición frente a la guerra civil española. Si en esos momentos, muchos no denunciaron al estalinismo, ello se debió al papel de principal bastión antifascista ocupado por la URSS. Sin embargo, Trotski fue una de las excepciones de intelectual antifascista, comunista y también anti-estalinista. El ejemplo de Maritain es traído para mostrar la cantidad de matices dentro de los intelectuales antifascistas, éste era un intelectual católico, crítico del totalitarismo soviético pero también consiente de la necesidad de aliarse con éste para derrotar al fascismo. Traverso enfatiza que, ante la crisis del liberalismo con la primera guerra mundial, el comunismo y el fascismo (con sus visiones opuestas) se transformaron en las únicas alternativas viables para cambiar el orden vigente cuyo diagnóstico es la imposibilidad de retroceso.

Un tema destacado, según Traverso, fue el resultado negativo para los intelectuales cuando han acompañado procesos revolucionarios ya sea porque, en pos de mantener su postura crítica, han sido martirizados o, a los efectos de defender el régimen establecido, se transformaron en apologetas acríticos. Paradójicamente, Gramsci es el caso de un intelectual que se sustrae de la influencia del estalinismo por su situación de preso político en las cárceles del fascismo, permitiéndole mantener un pensamiento independiente. Trotski recupera su lugar de intelectual cuando el régimen soviético, ya bajo el control de Stalin, lo marginaliza. En el creador del Ejército Rojo, al momento disputarle el poder a Stalin desde el plano de las ideas, se evidencia la confusión de roles entre político e intelectual. Aunque de algún modo, un intelectual vuelto en político tiene serias dificultades en reconvertirse en intelectual, permanecen huellas de sus prácticas como intelectual al momento de actuar como político y viceversa. En este punto, fuerte es el pensamiento marxiano, ya que su teoría propone la interpretación de la realidad para el desarrollo de un proyecto revolucionario de transformación de esa realidad. Por otro lado, dado el fracaso de las revoluciones de corte marxista, se ha roto la dialéctica entre pensamiento y acción. Y esto lleva al problema actual de sólo tomar los componentes críticos y analíticos de Marx, dejando de lado los postulados revolucionarios. Y este tema, tomando además el caso del nazismo con su utopía del “Reich milenario” (proyecto de corte fascista pero que no deja de ser utópico) transportado a la práctica por Himmler y Goebbels, claros exponentes del odio a los intelectuales, cierra este primer capítulo, dejando una ámbito abierto para la reflexión a partir de la siguiente pregunta: “si un intelectual que accede al poder sigue siendo un intelectual”.

“El ascenso del neoconservadurismo” es el título que carga el siguiente capítulo. Aquí se aborda el asunto de la escasa visibilidad que los intelectuales poseen en la actualidad. La primera razón se debe a una pérdida sobre el monopolio del saber. El crecimiento de la industria cultural y el arribo de la universidad de masas, lo encontró convertido en un trabajador más, perdió su singularidad. Otra razón es el poder de los medios masivos de comunicación y la reificación de la cultura. La tercera razón, Traverso la relaciona con las formas, mediante las cuales, los partidos políticos (“intelectuales colectivos” si se adopta la categoría de Gramsci), desde la década del 80 siguiendo la premisa de catch all, han ido prescindiendo de sus intelectuales orgánicos, para convocar a publicistas que logren sumar votantes. Los partidos políticos han sido vaciados de contenido ideológico-político. Se ingresó en una era “post-ideología”. Por otro lado, 1989, y las consecuentes disoluciones de los regímenes comunistas (o de socialismo real), marcó el fin de la parábola entre intelectuales y comunismo; dicha ruptura lleva al intelectual a dejar de ser un creador de utopías. La ideología, al tornarse en un tema tabú, conlleva la falta de crítica por parte de los intelectuales. Por otro lado, desde 1989, los intelectuales críticos han interiorizado una derrota muy complicada de superar. También debe tenerse en cuenta cómo las reglas del mercado sobre-determinan las ideas, generando una lógica de industria cultural, que pone el acento en la relevancia de la imagen (la “videosfera” de Debray) y la escritura de los libros debe ser adentro de las coordenadas de una estrategia comercial.

Desde el posicionamiento político, muchas de las nuevas figuras visibles son afines a postulados conservadores. Y aunque el enemigo comunista desapareció, Traverso muestra cómo se ponen en cuestionamiento las ideologías utópicas a modo de acción profiláctica. Muchos, otrora militantes de izquierda, todavía mantienen una mirada dicotómica respecto a la sociedad y la historia. Además, si antes el miedo estaba colocado en el comunismo, ahora se ha trasladado hacia el mundo islámico.

En el mundo mediático, el aspecto autorreferencial es uno de los más destacados, los intelectuales sólo van a poseer dicho status en tanto y en cuanto estén en los medios. Traverso sostiene que los intelectuales mediáticos no han sido convocados a éstos por su reconocido papel en el campo de la producción de ideas, todo lo contrario, son personajes creados por los medios de comunicación. Muchos se presentan bajo un discurso de rebeldes inconformistas y políticamente incorrectos, sin embargo, su función es la de simples legitimadores del orden establecido. Su éxito está dado por su inserción en los medios. Y no es tan importante lo qué escriben o dicen como sí su imagen.

En este ámbito de crisis de las ideologías, el nuevo “humanitarismo” es una post-ideología por la cual muchos exponentes actuales, bajo la manifestación de colocar los derechos humanos como único argumento legitimador, pueden ubicarse en cualquier lugar del arco político. Desde 1980, la defensa del humanitarismo, de acuerdo a Traverso, es presentada como lo opuesto a los principios revolucionarios. En consecuencia, el humanitarismo es instrumentalizado para fines de otra índole, por ejemplo el imperialismo. No así, debe entenderse, por el otro lado, la emergencia de los movimientos ecológicos que tienen su origen en una problemática concreta: la crítica situación medioambiental. Situación que no ha sido atendida por la agenda de izquierda del siglo XX. El movimiento ecologista nace en el momento de crisis de las izquierdas.

Por último, el capítulo tiene su cierre con el discurso que hace énfasis en el “presentismo”, no permitiendo construir utopías sobre el futuro, efectúa constantemente una operación de recurrir al pasado en forma de “memoria”. La memoria se estableció, a modo de herramienta, para acceder al universo de sufrimiento del pasado. Traverso plantea que es un momento importante para los historiadores debido a la demanda sobre conocimiento del pasado. Sin embargo, él sostiene que el peligro está en confundir memoria (identificación emocional y empática del pasado) e historia científica (conocimiento crítico del pasado e interpretaciones de éste sostenido en una sólida base fáctica).

Con una finalidad prospectiva, el último capítulo tiene por título una pregunta: “¿Cuáles son las alternativas para el futuro?” En un medio ocupado por gerentes de marketing, publicistas o asesores de imagen en los partidos políticos o “expertos”, como politólogos o economistas neoliberales que recorren los programas televisivos desenvolviendo gráficos, encuestas de opinión y un vocabulario técnico pretendiendo una neutralidad engañosas, con saberes cada vez más especializados que no posibilitan la construcción de un conocimiento totalizador (y por ende un gran relato articulador), el intelectual actual debe abandonar el paradigma del “intelectual universal” del XVIII y, tomando a Foucault, transformarse en un “intelectual específico” que desde su conocimiento específico está en condiciones de realizar intervenciones desde un lugar crítico. Sin embargo, no debe confundirse intelectual específico con experto (por carecer de una visión crítica, el experto en una temática se transforma en un intelectual orgánico funcional a los sectores dominantes). Sin colocarse en la posición de los únicos detentores de la verdad, los intelectuales ahora identificados con la figura del científico, deben tomar posición sobre las problemáticas que preocupan e interesan a la sociedad. Ante la permanencia de la explotación, la opresión, etc., situaciones que llevaron a los intelectuales a levantar su voz en otros momentos, Traverso sostiene que a los intelectuales actuales no les es posible escapar de un posicionamiento crítico, y con una modalidad de específicos, deben intervenir como consecuencia de la inviabilidad de un mundo carente de figuras que denuncien. Gracias a las teorías poscoloniales, el futuro intelectual crítico va a dejar de estar enmarcado en el eurocentrismo para posicionarse en un paisaje cultural mundial.

En un mundo conectado por internet, la democratización de la cultura, el fácil acceso a la información y la aceleración, también conlleva a la poca reflexión, a la sobreinformación y la amplificación del individualismo, produciendo la atomización de la sociedad y la pérdida de los lazos sociales. Traverso no duda en establecer que el modelo antropológico del neoliberalismo se ajusta al nuevo contexto tecnológico y comunicativo; como afirmó Marcuse, la tecnología no es neutral. Además, Traverso no deja de remarcar cómo los proyectos contraculturales de los 60 y 70 fueron absorbidos por el mercado.

Sin embargo, la apuesta de Traverso es tratar de ubicar en dónde puede generarse momentos de articulación de un pensamiento crítico. En este sentido, destaca el papel de editoriales alternativas (cuyo fin no es la mercantilización de las obras que publican), el pensamiento que puede desarrollarse en muchas universidades, espacios del libre ejercicio del periodismo a pesar del monopolio de los grandes medios de comunicación, el universo de internet, etc. Por otro lado, una situación que a priori puede parecer desalentadora, no deja de ser, para Traverso, una situación de esperanza y oportunidad. En otras palabras, los intelectuales de hoy, devenidos en científicos recluidos en las universidades y los institutos de investigación, cuya característica es la marginalidad y la no intervención en los debates de mayor circulación social deben ir al encuentro de los nuevos movimientos sociales que ponen en entredicho la situación imperante pero debido a la ausencia de una ideología precisa no pueden plasmar sus acciones y descontentos en programas políticos claros (ejemplo de ello son los “Indignados” en España o las “Primaveras Árabes”). Los intelectuales, en algún modo, pueden articularse con estos movimientos huérfanos de proyectos políticos. Y desde esa postura disidente, en los términos de Koselleck, pensar un nuevo horizonte de expectativas transformador del orden vigente a la manera de cómo fue propuesta por los revolucionarios franceses a principios del siglo XIX o buscada por los revolucionarios rusos a comienzos del XX. En otro orden de cosas, esas utopías van a seguir siendo anticapitalistas (porque el capitalismo sigue siendo el sistema económico imperante) pero no van a pensarse (y mucho menos producirse) en nombre de un comunismo en clave siglo XX y, fundamental, Traverso propone que sin plegarse al orden presente, todo proyecto que pretenda interpelar y superar el capitalismo, debe asumir las derrotas de las revoluciones del pasado, en este sentido, él piensa que las revoluciones a futuro deban ser conceptualizadas como lo hizo Daniel Bensaid: “como una ‘apuesta melancólica’”.

La principal observación que le cabe a ¿Qué fue de los intelectuales? es su casi exclusiva referencialidad al universo intelectual, académico y científico francés. De las realidades de América Latina nada se menciona. Sin embargo, tal vez ahí se encuentre parte de su valor para el lector latinoamericano, las reflexiones de Traverso, desde la mirada europea y con referencia a las situaciones europeas, invita a pensar lo sucedido en nuestras sociedades latinoamericanas con los intelectuales, su papel actual en la sociedad, el lugar de las ideologías, las utopías, la política, los partidos políticos, los movimientos políticos, los proyectos políticos, los medios de comunicación y, en última instancia, las oportunidades respecto a la adopción y desarrollo de pensamientos posicionados en lugares de crítica que permitiesen cuestionar las realidades presentadas por los discursos hegemónicos (tanto de derecha como así también de izquierda) y, fundamentalmente, pensar nuevas alternativas de realidad


Resenhista

Juan Francisco Fantino – Licenciado y Profesor en Historia por la Universidad del Salvador (USAL) de Argentina. Ocupa cátedras de docencia e investigación en USAL y la Universidad Argentina John F. Kennedy (UK). Estudiante avanzado en la Maestría en Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) de Argentina. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

TRAVERSO, Enzo. ¿Qué fue de Los InteLectuaLes? Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2014. Resenha de: FANTINO, Juan Francisco. Tiempo Histórico. Santiago, n.8, p. 165-172, 2014. Acessar publicação original [DR]

 

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