Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática/1860-1960 | P. Bruno, A. Pita, M. Alvarado
El título Embajadoras culturales no es una frase azarosa. Es una elección adrede y consciente realizada por Paula Bruno para referirse al conjunto de nueve mujeres cuyas trayectorias se analizan en este libro. Esa denominación responde al doble cariz de la tarea emprendida por ellas: en primer lugar, en tanto negociadoras y activas participantes de la vida diplomática, pues muchas veces se las ha caracterizado con el apelativo de “embajadoras” a pesar de no ostentar, en la mayoría de los casos, cargo oficial alguno; en segundo lugar, en tanto fieles exponentes de la cultura, como de los valores e intereses del país de origen al que pertenecían y representaban mediante su rol de constructoras de vínculos sociales y mediadoras en el ámbito político y diplomático.
El rol diplomático de las mujeres en la historia, especialmente en los aspectos políticos o diplomáticos, como se analiza en este caso, tuvo un lugar secundario hasta hace unas pocas décadas. Hubo que esperar al siglo XX para encontrarnos con mujeres fuertes y protagonistas de sucesos históricos relevantes y, por lo tanto, pasibles de ser historizados y conocidos por el gran público. Sin embargo, en las últimas décadas, desde la historia se intenta correr el velo y descubrir los roles destacados, aunque poco visibles, que muchas mujeres tuvieron en las sociedades en las que le tocó vivir.
En su estudio preliminar, el libro ofrece un profundo análisis historiográfico que da cuenta de las investigaciones que se vienen realizando desde la última década del siglo XX sobre el rol de las mujeres en los circuitos diplomáticos. Pero, además, da cuenta de las tendencias y abordajes teóricos con los que los investigadores se aproximan a estos temas: se problematiza la superposición de la esfera estatal con la vivencial, la privada con la pública, el rol de las mujeres como mediadoras o activas negociadoras, y su inclusión o exclusión de los ámbitos diplomáticos desde una mirada que pondera la teoría feminista con el análisis de política exterior.
Si bien en el mundo académico europeo y norteamericano estos estudios cuentan con una tradición que viene de décadas, en América Latina el terreno está aún poco explorado y por ello bastante fértil. Este libro constituye así un aporte sumamente significativo en una región que aún tiene mucho que investigar y descubrir sobre el rol de las mujeres en la vida diplomática y política.
El corpus documental analizado por las autoras es rico y heterogéneo: incluye fuentes privadas –como cartas, esquelas, invitaciones y memorias familiares– y documentación oficial “con referencias borrosas y resbaladizas” sobre el accionar de las mujeres, como sostiene Paula Bruno. Además, se evidencia una búsqueda pormenorizada en medios masivos de comunicación, que se transformó en un vehículo de información clave para relevar y trazar los itinerarios de estas mujeres. Ese contraste entre la nimia información en medios oficiales y la profusa cantidad de referencias halladas en los medios de comunicación constituye un acierto, ya que la información relevada sobre ellas en los periódicos, aparentemente superficial, es desmenuzada y reinterpretada desde una mirada actual.
El grupo de mujeres elegido da cuenta de la variopinta inserción y de las diferentes estrategias y posiciones que podían ser ocupadas. Se plantea, además, como una “invitación” a continuar con las investigaciones sobre las mujeres latinoamericanas y el campo diplomático. Encontramos en este libro a tres argentinas, cuatro chilenas y dos mexicanas, cuyas trayectorias se extendieron desde mediados del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX.
El libro está dividido en tres partes, cada una de ellas escrita por una de las tres autoras del libro. La primera, a cargo de Paula Bruno, reconstruye las trayectorias y el desempeño diplomático de las argentinas Eduarda Mansilla y de las hermanas Guillermina y Ángela Oliveira, que desplegaron sus talentos diplomáticos en la etapa de plena consolidación estatal en los países latinoamericanos. Del análisis de los itinerarios de estas tres mujeres se desprende el concepto de “dama diplomática”, que fue asignado por sus contemporáneos a Mansilla pero que, con el paso del tiempo, se transformó en una categoría analítica per se. La trayectoria de estas mujeres invita a repensar las tradicionales etiquetas con las que se conocía su actividad, como sucedió por ejemplo con las hermanas Oliveira Cézar, a las que se las podía categorizar como “embajadoras no oficiales” o bien “diplomacia cultural no estatal”. Una de las riquezas de este apartado es justamente la invitación a resignificar la labor de estas mujeres, saliendo del corsé de las etiquetas tradicionales con las que la historiografía diplomática las analiza.
El apartado a cargo de Marina Alvarado tiene la virtud de sacar del olvido a tres mujeres chilenas que realizaron acciones y actividades diplomáticas para su país: nos referimos a Carmen Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca, respectivamente. Esto permite poner en diálogo trayectorias que están amalgamadas con las que describe Paula Bruno en el primer apartado, lo que constituye otro acierto del libro ya que abre el análisis con otros países de la región para tener un panorama latinoamericano más rico. En ese sentido, encontramos que hay coincidencia en el uso de categorías como “dama diplomática” o “diplomacia cultural no estatal”, pero Alvarado propone la noción de “intradiplomacia” para adentrarse en la vida de estas mujeres. Esto permite no sólo relevar sus actividades y contactos, sino también analizar las repercusiones y las transformaciones que tuvieron sus participaciones en cuestiones públicas.
El último apartado, a cargo de Alexandra Pita, se adentra en el estudio de la trayectoria de tres mujeres que actuaron durante el siglo XX: la chilena Gabriela Mistral y las mexicanas Palma Guillén Sánchez y Concha Romero. Con el cambio de siglo, la actividad y la presencia de mujeres en la esfera pública y en organismos internacionales aumentó considerablemente, presentándose un clima propicio para su ingreso en la vida diplomática. El nuevo siglo también permite el acceso a fuentes de investigación más directas, como la nutrida correspondencia entre las tres mujeres que habilita la reconstrucción de sus itinerarios y colaboraciones mutuas. El enfoque propuesto por la autora es desde la historia cultural de las relaciones internacionales, abonado a partir del análisis de la correspondencia y alejado del enfoque más centrado en la dimensión institucional. El perfil de las tres protagonistas del apartado dista mucho de la inserción familiar y social que detentaba el grupo de damas de las dos primeras investigaciones. Pita nos invita a repensar el rol de las mujeres en la vida diplomática una vez que comenzaron a acceder a cargos y representaciones que no se producían a partir de una red familiar que lo facilitara, sino por prestigio personal o capacitación, y alienta a futuras investigaciones a adentrarse en la realidad socioeconómica y la vida privada de aquellas mujeres que desempeñaron cargos similares.
Las trayectorias seleccionadas muestran un pantallazo de las particularidades de los servicios exteriores de la región desde mediados del siglo XIX hasta el inicio de la segunda mitad del siglo XX y realizan un valioso aporte al estudio del accionar cultural y diplomático de las mujeres en América Latina. Es deseable que, en un futuro próximo, más investigaciones sigan esta línea de análisis de los vínculos, sociabilidades y construcción de redes de contacto de las mujeres en la región.
Resenhista
Gonzalo Rubio García – Universidad de Buenos Aires/CONICET. EPyG-Universidad Nacional de San Martín. E-mail: gonza_rubio@hotmail.com
Referências desta Resenha
BRUNO, P.; PITA, A.; ALVARADO, M. Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Rosario: Prohistoria Ediciones, 2021. Resenha de: RUBIO GARCÍA, Gonzalo. Anuario de la Escuela de Historia Virtual, v.13, n. 22, p. 316-318, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]