The moderate bolshevik. Mikhail Tomsky from the factory to the Kremlin. 1880-1936 | Wynn Charters

La presente investigación es el resultado de muchos años de trabajo sobre la historia de Mikhail Tomsky (1880-1936). Mientras, Vladimir Lenin, León Trotsky, Joseph Stalin y Nikolai Bujarín han sido objeto de innumerables estudios biográficos, incluso traducidos al castellano, carecíamos de una biografía de Tomsky. De este modo, más allá del carácter novedoso de esta propuesta consideramos que es importante destacar el trabajo de Wynn por reconstruir el complejo itinerario de este dirigente político. El libro parte desde los orígenes obreros de Tomsky, incluyendo una infancia difícil, y su inserción en el mundo fabril, hasta su ascenso como dirigente sindical, del Partido Bolchevique y el Gobierno de la Unión Soviética. Al destacar la militancia dual (sindicato y partido) de Tomsky, el autor nos ofrece un panorama sobre las tensiones entre el Estado soviético y la clase obrera. Pero, también, se pueden visualizar las disputas entre las secciones gubernamentales y los sindicatos en torno a la administración de las empresas industriales; las divergencias en el Partido Bolchevique sobre la política económica y social en la Unión Soviética; y en menor grado, los prejuicios y diferencias entre los sectores obreros e intelectuales al interior del partido. Tomsky [seudónimo de Mikhail Pavlovich] fue un obrero industrial en varios rubros. Autodidacta (no completó sus estudios escolares), fue parte de esa generación que se acercó al campo de la política y la literatura marxista al incorporarse al Partido Socialdemócrata Ruso y adherir a la fracción bolchevique constituida en el marco del Segundo Congreso del partido en 1903. Otro aspecto importante de su itinerario, fue su encarcelamiento y exilio en Siberia entre 1909 y 1917, cuando los sucesos de febrero lo condujeron a trasladarse hacia San Petersburgo y ponerse a disposición de la organización. Además de ocupar un importante rol como miembro del Comité Central del partido bolchevique, sus responsabilidades más importantes, fueron los cargos en el Politburó y el Orgburó, luego de la toma del poder en 1917. De acuerdo a su trayectoria obrera, presidió la dirección nacional de los sindicatos rusos (VTsSPS) entre 1918 y 1929, salvo un pequeño intervalo en 1921-1922, cuando fue enviado a la región del Turquestán. Por último, junto con Bujarin y Aleksei Rykov fue parte de la conocida Oposición de Derecha al gobierno de la Unión Soviética bajo la órbita de Stalin. De esta forma, obtuvo tanto el apoyo como la enemistad de varios dirigentes y cuadros del partido, pero dado su importante rol logrado en el plano sindical y organizativo, a Stalin le llevó alrededor de cinco años concentrar el poder suficiente para socavar su autoridad y finalmente expulsarlo del partido. Cuando se refiere a Tomsky como un “dirigente moderado”, Wynn no hace alusión a un individuo mesurado dentro del Partido Bolchevique. Todo lo contrario. Por un lado, su experiencia como obrero desde los doce años de edad en varias industrias (papel, metalúrgica, y gráfica) y su participación en varias huelgas, fueron un factor en el desarrollo de una serie de capacidades discursivas y pragmáticas a la hora de intervenir en la organización de los trabajadores y sindicatos, como fue el caso de la Unión Gráfica de San Petersburgo en 1906. Su actividad gremial será inmediatamente reconocida por la dirección de los bolcheviques, a tal punto que fue promovido al Comité Central de San Petersburgo, un comité abocado principalmente al trabajo fabril. Sin embargo, no deja de resultar llamativo que Tomsky adhiriese desde el principio a las ideas radicales de los bolcheviques frente a la línea más pasiva de los mencheviques. Por otra parte, su intervención en los asuntos sindicales generó una serie de crispaciones entre los militantes obreros y aquellos pertenecientes a la intelligetzia. Básicamente, le molestaba que los principales dirigentes bolcheviques se encontrasen “ocupados en la escritura de artículos” y no en la organización de los trabajadores (p.22). Su prejuicio hacia los intelectuales será un elemento característico de su pensamiento, que se ira acoplando de acuerdo a las circunstancias históricas, al punto de convertirse en un problema político en el marco del gobierno soviético. Este aspecto se puede evidenciar en su crítica a la propuesta de Lenin de incorporar a los especialistas (ingenieros, contadores, etc.) en la administración de las empresas en 1919. Más bien, su carácter de dirigente “moderado”, refería a la identificación de Tomsky con una estrategia de gobierno que impulsaba una serie de reformas sociales en los sectores obreros y campesinos y vinculada a una práctica de conciliación y negociación, en contrapunto a una metodología circunscripta a confrontar de manera directa entre intereses sociales antagónicos. En reiteradas ocasiones, Tomsky se opuso a la acción directa, como fueron los casos de las insurrecciones de 1905 y la de los meses de abril y junio de 1917, demostrando ser la “voz de la cautela” (p.41). Esto incluyó su reservada oposición a las “Tesis de Abril” y la moción de Lenin de oponerse al Gobierno Provisional a diferencia de Grigory Zinoviev y Lev Kámenev, que manifestaron su rechazo públicamente. Pero el autor sostiene que, en las semanas previas de la insurrección de octubre, Tomsky integró el Comité de Moscú. Allí sostuvo una posición favorable a un amplio gobierno de coalición compuesto por todas las fuerzas socialistas que incluía a los mencheviques y los socialistas revolucionarios (p. 54). Su punto de vista estuvo reforzado por las posiciones del comité, proclives a realizar un trabajo en común con aquellas fuerzas políticas que integraban el Gobierno Provisional, y que fueron criticadas duramente por Lenin. De hecho, hasta último momento de la toma del poder por los bolcheviques, el presidente del Soviet de Moscú evitó la confrontación. Esta reacción tardía, provocó un incremento de las bajas en comparación con San Petersburgo. Las posturas moderadas de Tomsky no lo apartaron de las polémicas internas en la dirección de los sindicatos, la dirección del partido e incluso en el seno del gobierno soviético. Como presidente del Consejo de sindicatos, tuvo un fuerte enfrentamiento con Trotsky sobre el papel de los gremios durante el Comunismo de Guerra, en 1921. Por su carácter público, este debate generó una trascendencia que colocó en tensión al Estado soviético, el partido y los trabajadores. Es importante destacar que entre 1917 a 1920, la economía soviética se encontraba en un estado calamitoso como resultado de la herencia del régimen zarista, la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil. Wynn afirma que los sindicatos rusos fueron un factor clave en el suministro del Ejército Rojo y en el nombramiento de varios dirigentes en puestos gubernamentales. En las fábricas, solo quedaron los obreros sin calificación, lo que produjo indisciplina laboral, caída de la productividad y un constante deterioro de ramas industriales y de servicios estratégicos. En materia social, los salarios reales habían sufrido una importante caída y había escasez de alimentos en varias regiones. Ante esta situación, Tomsky expuso en varias ocasiones que las organizaciones sindicales se encontraban agotadas. Por lo tanto, sostenía que era necesario introducir mecanismos para incentivar la producción como bonos por productividad, tarifas por pieza producida y sanciones en caso de no cumplir con los parámetros establecidos (p.71). En cuanto a la relación entre los sindicatos y el Estado, abogó por la concentración en manos de los gremios de la administración de la economía, manteniendo su autonomía y rechazando la injerencia del partido en sus asuntos (p.80). Mientras que Trotsky, apoyó la militarización del trabajo” a través de la formación de “ejércitos de trabajadores” de acuerdo a su experiencia en el sector del transporte, donde constituyó un Comité Central que reunía al Comisariado de Transportes y el sindicato ferroviario en agosto de 1920. De este modo, planteaba la reorganización de todos los sindicatos, incluso la elección de sus dirigentes (p.94). Como representante de la fracción sindical comunista, Tomsky protestó y consideró aquella propuesta como draconiana y que buscaba “destripar a los sindicatos” (p.60). Lenin intervino en el debate en defensa de Tomsky, argumentando que si “el Partido peleaba con los sindicatos” significaba el “final del Poder Soviético” (p. 98). El autor afirma que el debate sobre los sindicatos constituyó un salto en la carrera política de Tomsky, al ser el tercer miembro más votado en el Comité Central del partido durante el décimo congreso en 1921 (p.106). No obstante, el apoyo de la cúpula de los sindicatos en favor de una mayor autonomía en relación al Estado y el partido motivó la implementación de una serie de maniobras y acuerdos que confrontaban abiertamente con la orientación del gobierno soviético. De esta manera, Tomsky fue removido de su cargo como presidente del VTsSPS para ser enviado a una misión en Turquestán en 1921. Durante su breve estadía en el Turquestán, Tomsky apoyó las políticas que serán parte de la Nueva Política Económica (NEP) en marzo de 1922. Allí favoreció el remplazo de las requisiciones obligatorias de granos por la implementación de un impuesto en especie, la reapertura de los mercados regionales con el fin de incentivar el comercio y la defensa de la propiedad campesina. En el mismo sentido, bregó por el fortalecimiento del aparato sindical para defender los salarios, especialmente de los obreros calificados, en detrimento de las mujeres y jovenes trabajadores descalificados que pasarían a engrosar las filas de desocupados (p.225). En su cargo de presidente del VTsSPS, instó por la aplicación de políticas moderadas tales como la introducción del arbitraje, mediación y negociación en los conflictos obreros y su canalización dentro de las estructuras gremiales, mientras propuso el remplazo del empleo de la huelga como medida de acción directa al considerarla “inadecuada” para la presente etapa (p.226). A partir de su defensa de la NEP, Tomsky también se opuso a la colectivización forzada y la industrialización acelerada impulsada por Stalin en 1928. Al retornar a la actividad sindical y su presidencia en el VTsSPS, las posturas moderadas de Tomsky se reflejaron cuando promovió un acercamiento con los sindicalistas británicos y la Federación Internacional de Sindicatos, también conocida como la Internacional de Amsterdam. El fracaso de la insurrección de Alemania en 1923, confirmó la postura pesimista de Tomsky sobre la revolución comunista en Europa (p. 175). De esta manera, instó a los sindicalistas comunistas a estrechar vínculos con otras fuerzas políticas de carácter reformista. Su acercamiento con los sindicalistas ingleses implicaba la disolución del Profintern, la Red Internacional de los Sindicatos Rojos. La posición de Tomsky se enfrentó con las críticas de los dirigentes bolcheviques, especialmente con Simon Lozovsky, miembro del Comité Ejecutivo del Profinterm. Pero los debates al interior del partido no evitaron la formación del Comité Anglo-Soviético, que en un principio fue saludado por algunos miembros del Comité Central (pp. 186-187). Sin embargo, la derrota de la huelga general en 1926, fue el punto de quiebre de las relaciones británicas y soviéticas. El levantamiento de la huelga por parte del Concejo Sindical Británico fue acompañado de una postura mesurada de parte de Tomsky, que caracterizó al conflicto como “una victoria moral parcial del proletariado” con el objetivo de preservar los vínculos con los ingleses. Su postura moderada fue duramente criticada por Trotsky y Zinoviev. El carácter conciliatorio de Tomsky no evitó que, a mediados de la década del veinte, en un principio se vinculase con Stalin para apoyar la prohibición de las facciones y la expulsión de la Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky, Zinoviev y Kámenev. Por solo citar un ejemplo, en el quinceavo congreso del partido, en diciembre de 1927, Tomsky fue uno de los principales oradores en los ataques hacia los opositores de izquierda bajo el argumento: “en la dictadura del proletariado pueden coexistir dos, tres, cuatro partidos, pero solo bajo la condición que uno de ellos esté en el poder y el resto en prisión” (p. 263). Llamativamente, un años después, los estalinistas comenzarían a utilizar las mismas líneas argumentales para atacar a Tomsky, Bujarín y Rykov. A través de la trayectoria de Tomsky, Wynn expone el proceso de degeneración del partido reflejado en el crecimiento de su aparato a cargo de Stalin. Como miembro del Orgburó, Tomsky fue uno de los encargados de aprobar las promociones de militantes a los cargos estatales y de la organización (pp. 157-158). Además, al integrar la cúspide del partido, gozaba de una serie de privilegios como una casa ubicada en las inmediaciones del Kremlin, una casa de veraneo (Dacha) y una serie de beneficios o “ganancias invisibles” como electricidad y calefacción gratuita, acceso a medicamentos y alimentos que estaban restringidos al conjunto de la población (p. 164). Cuando recibieron a la delegación de sindicalistas británicos en 1925, se les entregó como obsequio collares de perlas y zafiros. En un pleno del VTsSPS en octubre de 1927, los oposicionistas denunciaron a Tomsky por acusarlos de promover discursos “mencheviques”, mientras se refería a los dirigentes sindicales británicos como “camaradas y amigos” (p. 257). En su caso, estos privilegios materiales se mantuvieron, incluso en el periodo desde que Tomsky comenzó a caer en desgracia en 1929 hasta su muerte en 1936. A través de los recursos y medios que le permitían sus responsabilidades gremiales y políticas, Tomsky abogó por la depuración de los opositores en los cargos sindicales como fueron los casos de los miembros tanto de la Oposición de Izquierda como de la Oposición Obrera, en este caso encabezada por Alexander Shlyapnikov y Alexandra Kollontai y Serguei Megdeved. Wynn sostiene que, a diferencia de la Oposición de Izquierda, el sector encabezado por Tomsky contaba con una importante preminencia en los sindicatos, y especialmente, de una maquinaria administrativas cuyos funcionarios y recursos materiales se encontraban diseminados en varios centros industriales. Por este motivo, a Stalin le habría costado un mayor esfuerzo socavar el poder de la Oposición de Derecha, e incluso, pudo haberse visto desplazado en el poder (p.280). Particularmente, en el caso de Tomsky, el autor detalla cómo fue aumentando la hostilidad de parte de Stalin hacia su figura, partiendo de acusaciones y burlas como ser el “defensor de los kulaks” [campesinos acomodados] o el “teórico de las concesiones permanentes” (p. 288). Luego continuó con sus acusaciones de constituir un “centro trotskista-zinovietista y contrarrevolucionario” en la misma medida que se iban depurando aquellos espacios compuestos por los oposicionistas (p. 362). La destitución de Tomsky de los órganos partidarios y sus responsabilidades sindicales, entre 1929 y 1930, no culminó con los ataques de parte del régimen estalinista. En los sindicatos se llevó a cabo una profunda depuración a cargo de Lazar Kaganovich, que respondía a Stalin. En menos de un año, la remoción de miembros acusados de apoyar a la Oposición de Derecha alcanzó el 59,5 % de los gremios, el 51,7% de la Presidencia Central, y el 67,5% de los referentes sindicales del partido, incluyendo a los de Leningrado y Moscú. En centros industriales como los Urales y Ucrania, 6 de cada 7 dirigentes fueron expulsados (p.312). En el contexto de la Gran Purga y los Juicios de Moscú, para evitar la desgracia de otros dirigentes oposicionistas que culminaron ejecutados, exiliados o confinados al Gulag, Tomsky decidió terminar con su vida. En sus últimos momentos, por un lado, le manifestó al Jefe de la Policía Secreta soviética, que todas las acusaciones sobre su persona, incluido el intento de asesinar a Stalin, eran falsas (p. 364). Por el otro, antes de suicidarse, le alcanzó a decir a su hijo: “no puedo vivir sin el partido” (p.1). La solicitud de resguardo de su familia en su carta de despedida fue pasada por alto. Sus dos hijos mayores, acusados de participar en una organización antisoviética, y fueron ejecutados. Mientras que su esposa, María Tomskayia, y el menor de sus hijos fueron encarcelados y confinados a Siberia. En marzo de 1954, Tomskayia fue liberada en el marco de la desestalinización a cargo de Nikita Krushev. Sin embargo, Vlasheslav Molotov, un individuo que fue leal a Stalin y miembro del Comité Central del partido, denegó su libertad y exigió su retorno a Siberia. En el viaje falleció de un infarto. Leia Mais