Tramas en la Piedra. Producción y Usos del Arte Rupestre – FIORE; PODESTÁ (C-RAC)

FIORE, Dánae; PODESTÁ, María Mercedes. Tramas en la Piedra. Producción y Usos del Arte Rupestre. Buenos Aires: AÍNA (Asociación Amigos del Instituto Nacional de Antropología), WAC (World Archaeological Congress) y Sociedad Argentina de Antropología, Altuna Impresores, 2006. 278p. Buenos Aires. Resenha de: OLIVERA, Daniel E. Chungara – Revista de Antropología Chilena, Arica, v.39, n.2, p. 287-290, dic. 2007.

El libro Tramas en la Piedra reúne una serie de trabajos presentados en las Secciones 3 y 4 del VI Simposio Internacional de Arte Rupestre (29 de noviembre al 4 de diciembre del 2003, Jujuy, Argentina), coordinadas por Dánae Fiore y Agustín Llagostera, respectivamente. Este Simposio, una de las más importantes reuniones científicas de la especialidad, convoca a especialistas del tema de todo el mundo, pero muy especialmente de Latinoamérica y constituye un campo fértil para debatir ideas y actualizar el estado de las investigaciones en arte rupestre.

Es auspicioso que se hayan editado estos trabajos, cuyos 26 autores poseen reconocida trayectoria en el tema y son verdaderos referentes para todo aquel que desee incursionar en el apasionante universo del Arte Rupestre.

Existen diversos aspectos a destacar sobre la obra. En primer lugar, que se trata de versiones de las ponencias revisadas y corregidas por los autores y evaluadas por destacados especialistas previo a su publicación. Por otra parte, la variedad de las temáticas tratadas convierten a esta obra en elemento de consulta permanente, con especial referencia al tema de producción y usos del arte rupestre. Finalmente, la cuidada edición, la prolijidad de los gráficos y fotos y la rica bibliografía citada en los trabajos son un mérito incuestionable que debe asociarse a buena medida a la seriedad y capacidad de las editoras Dánae Fiore y María Mercedes Podestá.

Desearíamos detenernos algo más en los contenidos de los diferentes aportes, ya que existen abundantes motivos de interés que merecen destacarse.

En primer lugar, la Introducción escrita por las editoras posee dos aspectos importantes. Primero realizan un apretado y profundo resumen histórico de las tendencias teóricas que sirvieron de marco a las investigaciones en arte rupestre en arqueología. Es destacable la rigurosidad, análisis crítico y capacidad de síntesis puesta de manifiesto por las autoras en este punto. A continuación, esbozan los contenidos de los diferentes capítulos destacando los aspectos más relevantes de cada uno de ellos.

Debido al comentario anterior, evitaremos ser reiterativos en la descripción de los contenidos de cada capítulo, ya que estos han sido resumidos brillantemente por las editoras. Sin embargo, realizaremos algunas reflexiones generales que consideramos pertinente destacar sobre el valor de los mismos.

El primer bloque de tres capítulos se dirige a analizar producción y uso del arte en función de su relación profunda con el proceso creativo. Martí Mas Cornelia es el único autor que trata una temática europea sobre la andaluza Cueva del Tajo de las Figuras en Cádiz (España). Sin embargo, su aporte metodológico es muy valioso, ya que reúne diferentes vías analíticas combinando técnicas de campo, laboratorio y experimentales, consiguiendo aportar una proposición hipotética novedosa y sugerente: el interés de los autores del arte rupestre por comunicar información faunística que, además, muestra cierta diacronización en relación a los cambios de la misma en el ambiente. Dejamos a lectores más especializados la discusión sobre las interesantes implicancias de esta hipótesis.

El trabajo de Fiore acerca de la distribución espacio-temporal nos plantea interesantes reflexiones sobre cómo el análisis tecnológico y distribucional de sitios con arte pueden aportar importantes resultados para evaluar aspectos procesuales y poblacionales en el caso particular de la Patagonia Argentina, pero con implicancias metodológicas y teóricas que pueden ser útiles en su aplicación a otras áreas diferentes. Es llamativa la conclusión de la autora respecto de que técnicas distintas (pintura y grabado) mostrarían transmisión y reproducción espacio-temporal diferencial de acuerdo a sus características materiales y cualidades visuales.

Eminentemente relacionado en su orientación con el anterior, el trabajo de Crivelli Montero también apunta a considerar las diferencias en el aumento de sitios a través del tiempo y sus variaciones estilísticas en la cuenca media y superior del Río Limay Nordpatagonia, como relacionadas con diferentes intencionalidades en el mensaje al observador del arte. Al principio estarían orientados a ser compartidos por miembros corresidenciales para promover aspectos de cohesión social, mientras posteriormente se dirigirían hacia miembros de otros grupos con las implicancias étnicas y territoriales que ello conlleva. Es sugestivo el uso de variables cronológicas y cuantitativas en los trabajos de Fiore y Crivelli para su análisis, lo que, en mi opinión, abre perspectivas importantes acerca de la relación entre el arte rupestre y otros aspectos del registro arqueológico para analizar cuestiones de poblamiento, funcionamiento y territorialidad en los procesos sociales arqueológicos.

Los siguientes diez capítulos presentan una variada gama de intereses que tienen que ver con la producción de arte rupestre en relación al uso del arte y dinámica social. El primero de ellos, de Fernández, apunta al análisis del estilo de grecas en la misma área anterior (Cuenca del Río Limay) para discutir cronología a través de distintos indicadores incluyendo fechados radiocarbónicos de sitios unicomponentes, proponiendo la fecha más antigua para ese estilo (700 años a.p.) documentada en la región.

El trabajo de Belardi y Goñi, por su parte, aporta una rica discusión sobre la utilización de un modelo de circulación y uso del espacio entre las cuencas altas y bajas de la región de los lagos Strobel-Cardiel (Santa Cruz, Patagonia Argentina). El modelo utiliza el arte rupestre como un elemento central de evidencia, combinado con la tecnología lítica y equipamiento del espacio. El trabajo es realmente sugerente en lo que respecta a la interpretación de la estructuración logística de espacios diferentes por parte de las poblaciones y donde las imágenes del arte habrían sido usadas como mecanismos de circulación de información. Siguiendo la misma línea, Ferraro y Molinari analizan los componentes del arte rupestre de dos sitios en la meseta del Lago Strobel, y basándose en criterios estilísticos, tecnológicos y estructurales de los paneles rupestres concluyen que a partir de los últimos 2.500 años el espacio de la meseta sufre una jerarquización manifestada en el uso reiterado por parte de los grupos cazadores-recolectores durante la transición Holoceno Medio a Tardío.

Los siguientes tres trabajos tienen una relación importante entre sí, no sólo porque corresponden a la misma región, Antofagasta de la Sierra (Puna de Cata-marca, Argentina), sino porque se orientan teórica, metodológica y analíticamente dentro de los mismos parámetros claros y precisos que tienen que ver con la interacción entre las poblaciones humanas, su paisaje y los recursos de subsistencia con indudables repercusiones sociales y simbólicas. El primer trabajo, de Aschero, apunta al estudio de varios sitios que cubren un lapso de 4.500 a 2.500 años a.p. y cree notar la relación entre el arte y las crecientes actividades patoriles cuando aún continúan las de caza recolección. Estas modalidades parecen estar buscando su coexistencia frente al posible conflicto en un proceso inicial de mayor complejidad social y creciente circunscripción espacial.

A continuación, el mismo Aschero junto a Martel y López Campeny, presentan una propuesta audaz y novedosa respecto de ciertos motivos rectangulares con diseños geométricos internos en la misma región anterior. Estos denominados “cartuchos” los ubican entre el 0 y los 500 años a.p. en virtud de variadas evidencias contextúales y los relacionan a diversos aspectos de la vida social y económica de los grupos agropastoriles tempranos de la región. La sugestiva propuesta apunta a que dichos motivos, disímiles en cuanto al diseño, pero idénticos técnicamente, no solamente establecerían límites físicos de espacios (productivos, domésticos, funerarios, etc.), sino que estarían estableciendo diferencias identitarias de linajes sociales e, incluso, elementos simbólicos de vinculación con los ancestros. Agregan a la información arqueológica elementos etnográficos del mundo andino actual, lo que incrementa el interés de la propuesta.

Finalmente, también para Antofagasta de la Sierra, Martel propone una relación entre sectores con recursos básicos para las prácticas socioeconómicas y la producción de arte rupestre, para el período Formativo (3.000 a 1.500 años a.p.). Martel observa que existiría una relación proporcional entre la densidad de sitios con arte y la oferta de recursos entre las quebradas altas y los sectores intermedios de la cuenca. Debido a que los sectores intermedios serían los más ricos propone, apelando a conceptos de disminución del riesgo ambiental, que su control social sería más proclive a situaciones de conflicto. Los motivos de enfrentamiento en el arte rupestre, más abundantes allí que en las quebradas altas, avalarían esta proposición. La riqueza del trabajo se manifiesta en proponer una relación firme entre aspectos comunicativos del arte y variables socioeconómicas.

El siguiente trabajo, de Podestá et al., resulta novedoso en su tratamiento de evidencias rupestres históricas en Ichigualasto (San Juan, Argentina) relacionadas con el arreo de vacunos, actividad muy común a fines del siglo XIX y principios del XX. Esta actividad fue de gran importancia no sólo para las regiones del NOA, sino que establecía vínculos trasandinos con Chile. La información de los grabados asociados a los arrieros, donde sobresalen las marcas de ganado, se enriquece con el aporte de la documentación histórica y los relatos de los informantes que sobreviven de esa época. Los autores consideran a los grabados no sólo con aspectos de identidad, uso de caminos e información para los arrieros, sino incluso lo consideran una supervivencia de una expresión simbólica que los liga a una larga tradición indígena de más de 10.000 años de realizar grabados en las rocas.

El trabajo de Núñez et al. retoma el apasionante tema del arte rupestre como vinculado de manera directa con los contextos socioeconómicos del pasado. Analizan la variación en el uso del arte entre los períodos Arcaico Tardío (ca. 4.815-3.950 años a.p.) y el Formativo Temprano (ca. 3.200-2.400 años a.p.) en la Puna de Atacama (Chile). A partir de múltiples líneas de evidencia, que no excluye el cambio ambiental, analizan la variación desde el primer contexto cazador-recolector hacia las sociedades pastoriles formativas donde se evidencia una indudable complejización sociopolítica. Encuentran que las asociaciones entre los estilos representativos de ambos momentos muestran una serie de elementos transicionales que indican la derivación del uno al otro, donde se incrementa el carácter público de la representación icónica en los momentos pastoriles.

A continuación, el trabajo de Valenzuela et al. indaga en el vínculo entre el uso del arte rupestre y sus lugares de emplazamiento para los petroglifos y geoglifos del Valle de Lluta en el Norte de Chile. A través del análisis detenido de 29 sitios, correspondientes a los períodos Intermedio Tardío y Tardío (ca. 1.100-1.550 d.C), notan que el emplazamiento y las actividades desarrolladas varían según las dos modalidades de arte. Los geoglifos estarían orientados a una expresión pública asociada a zonas de tránsito este-oeste conectadas a redes de intercambio regional e interregional. Los petroglifos, por el contrario, se asocian a caminos locales de caravanas, contextos domésticos y ceremoniales con baja visibilidad y escasa exposición pública. Esto se altera en sólo dos casos donde se ubican en sectores polifuncionales que articulan áreas productivas, domésticas y caminos, lo que los lleva a la conclusión de que estas expresiones actuarían en la marcación y sacrali-zación de espacios sociales, al mismo tiempo que denotarían la jerarquización y el prestigio que adquirieron estos lugares.

El mismo apasionante tema del caravaneo andino abordan Núñez y Cartajena en su trabajo sobre el sitio Purilacti 1 y su arte rupestre. Asocian directamente este sitio con las rutas caravaneras que conectaban el oasis de San Pedro de Atacama con el sector del Río Loa durante el desarrollo de la cultura San Pedro (400-1.200 d.C). Son importantes las evidencias que asocian al sitio a la funcionalidad caravanera y a la tradición San Pedro. Pero más interesante aún es el vínculo con el sitio Inca e histórico Purilacti 2 que no sólo indicaría la continuación del uso de las rutas preincaicas, sino que la presencia de motivos grabados coloniales e históricas (siglos XIX y XX) muestran, más allá de la lógica variación icónica, la continuidad del uso de los sitios cuyo emplazamiento espacial ocupaba un lugar principal en el entramado de rutas y funcionalidades de la práctica caravanera a través del tiempo.

Los tres trabajos que cierran el volumen, referidos al ámbito de la Patagonia Argentina, son una conclusión importante del mismo, en relación a los usos que pueden tener las manifestaciones rupestres en el presente.

El primero de ellos, de Belelli y Podestá, aborda el tema de cómo los circuitos eco turísticos implementados en el valle del Río Manso Inferior incluyen el sitio “Paredón Lanfré”, el cual se convierte en un foco de atracción para los visitantes. Las autoras destacan cómo la intervención científica asegura tanto el respaldo de la información para el turista como los recaudos para la preservación del sitio. Asimismo, destacan al sitio como parte de la reconversión económica regional y auguran que en el futuro la incorporación de nuevos sitios abrirá excelentes perspectivas de desarrollo para la zona.

Contrasta en parte con lo anterior el caso presentado por Belelli en el siguiente trabajo, referido a los sitios del Valle Medio del Río Chubut, donde la fuerte presión para la incorporación de los sitios con arte a los circuitos turísticos se realiza sin la suficiente planificación ni tomando las medidas adecuadas de protección del ambiente y el registro arqueológico y paleontológico. Los numerosos años de investigación en la región autorizan a la autora a llamar la atención sobre el rol jugado en este proceso por los diferentes actores sociales en el uso del patrimonio. Más allá de los intentos de los investigadores y algunas autoridades provinciales por implementar una gestión sustentable, la autora advierte que la falta de control adecuado pone en riesgo el patrimonio del arte rupestre al acelerarse los procesos de degradación del mismo.

Finalmente, el trabajo de Onetto analiza el proceso que se desarrolló en el sitio Cueva de las Manos (Río Pinturas, Santa Cruz, Argentina) que a través del interés científico inicial y los prolongados esfuerzos del recordado arqueólogo Carlos Gradín, llevó a la puesta en valor del sitio y a su uso como atracción turística al ser declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO debido a sus cualidades excepcionales. La autora, partícipe directa de las actividades de manejo implementadas, relata los mitos y realidades resultantes de las tareas de gestión y administración de Cueva de las Manos, que se convirtió en un sitio de alto valor tanto social como académico.

El apretado resumen de las páginas anteriores es sólo un pálido reflejo de las emociones y el interés que recibí al leer esta obra. Fue para mí una oportunidad excelente para poner al día mis informaciones e ideas sobre la problemática y redescubrir su importancia como registro para la interpretación acabada de los procesos sociales y económicos del pasado.

No me caben dudas que se ha de convertir en una lectura imprescindible tanto para los expertos en el arte rupestre, en especial de la región andina y patagónica, como para todo arqueólogo que indague en sus investigaciones sobre el pasado prehispánico de Sudamérica.

Las cualidades de este volumen son variadas y todas de gran importancia, pero deseo destacar muy especialmente dos de ellas. Primero, la contribución al terreno metodológico, que muestra el avance permanente en metodologías cada vez más confiables para el estudio del arte rupestre indígena donde confluyen aportes que van desde la arqueología a la etnografía y, en segundo término, la riqueza de ideas que a través de contribuciones hipotéticas sólidas apuntan a jerarquizar la discusión científica sobre las sociedades prehis-pánicas. Esto muestra que la tantas veces sostenida y controvertida afirmación de acusar a los estudios de arte de estar al límite de la especulación y carecer del rigor científico necesario, si es que alguna vez tuvo sustento, hoy está lejos de reflejar la realidad de este tipo de estudios.

Los colegas que han aportado sus esfuerzos para conformar esta obra echan definitivamente por tierra esa veleidosa afirmación anterior y colocan al arte rupestre como un registro riguroso y fundamental para aportar a los estudios del pasado humano. Se trata de un libro que no sólo aporta utilidad científica, sino que produce un innegable placer en su lectura. Recorriendo sus páginas recordé al autor Henry James, ya que sentí que iba atravesando ese entramado pétreo del título para ir descubriendo esa evasiva “figura en el tapiz” que sólo se hace visible cuando se posa en ella la mirada constante y sistemática.

Daniel E. Olivera – CONICET-INAPL y Universidad de Buenos Aires; Buenos Aires. E-mail: [email protected]

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