Aspasia de Mileto y la emancipación de las mujeres. Wilamowitz frente a Bruns – SOLANA DUESO (RA)

SOLANA DUESO, J. Aspasia de Mileto y la emancipación de las mujeres. Wilamowitz frente a Bruns. Amazon E-book, 2014. Resenha de: GARDELLA, Mariana. Revista Archai, Brasília, n.19, p. 275-282, jan., 2016.

Con este trabajo, José Solana Dueso, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, continúa y amplía su investigación sobre el movimiento griego de emancipación femenina, Cuyo primer fruto fue la traducción de los fragmentos y testimonios de Aspasia de  Mileto (Barcelona, Anthropos, 1994). El estudio que se nos presenta en esta oportunidad pretende sumar una nueva voz a la polémica mantenida entre los filólogos Ivo Bruns y Ulrich von Wilamowitz a propósito de la situación de la mujer en la antigua Grecia.

A partir del análisis de testimonios tomados de  textos literarios y filosóficos, Bruns defendió con sólidos y convincentes argumentos que en el siglo V a.  C. se originó un movimiento social que reclamaba la  emancipación de las mujeres. Este movimiento fue impulsado por las extranjeras cultas que cumplían el rol de heteras en Atenas y, en especial, por Aspasia, cuyas proclamas habrían sido defendidas también por Pericles. Esta situación social inspiró a poetas y filósofos,  que recogieron en sus obras algunas de las reivindicaciones de las mujeres, como se observa en Tesmoforias, Lisístrata  y  Asambleístas de Aristófanes, en la  Medea de Eurípides y en el libro V de la República de Platón.

Inmediatamente, Wilamowitz publicó un escrito  que discutía la posición de Bruns, aunque con argumentos más débiles que repetían las calumnias  según las cuales Aspasia fue sólo una prostituta que  no tuvo influencia alguna en el ambiente intelectual  de su época. En palabras de Wilamowitz: “Yo no soy tan necio como para guardar rencor a una mujerzuela muerta, pero uno debe dejarla como es, muerta y una mujerzuela”(p. 117). Dado que Bruns falleció poco  después de haber publicado su estudio, no tuvo oportunidad de responder a las críticas de Wilamowitz. El objetivo general de la investigación de Solana Dueso no sólo es dar a conocer este debate, acercando al lector  hispanohablante la traducción castellana de los textos alemanes donde se plasmó la controversia, sino  también aportar nuevos argumentos para rebatir la  opinión de Wilamowitz y consolidar, al tiempo que  ampliar, la hipótesis de Bruns.

El libro se compone de cinco capítulos. En los capítulos primero y segundo, el autor presenta su propia interpretación sobre el desarrollo del movimiento  griego de emancipación femenina; en los capítulos  restantes incluye las traducciones de los trabajos de  los filólogos mencionados. La traducción del estudio de Bruns, “Frauenemanzipation in Athen. Ein Beitrag zur attischen Kulturgeschichte des 5. und 4. Jahrhunderts”(en Vorträge und Aufsätze, München, Beck’sche Verlagsbuchhandlung, 1900, pp. 154-193), ocupa el  capítulo tercero. En el capítulo cuarto, se agrega la traducción del excurso sobre Aspasia de Eduard Meyer  (“Excurs: Aspasia”,  Forschungen zur alten Geschichte, vol. II, Halle, Niemeyer, 1899, pp. 55-57), dado que  allí se anticipan, aunque de manera germinal, algunas de las ideas desarrolladas posteriormente por Bruns. En el capítulo quinto, se presenta la traducción de la sección del artículo en el que Wilamowitz critica la  posición de Bruns (“Lesefrüchte”,  Hermes, vol. 35, n.  3, 1900, pp. 548-553), así como también la de dos notas dedicadas a Aspasia en su  Aristoteles und Athen (Berlin, Weidmannsche Buchhandlung, vol. I, 1893,  p.263-264, n.7; vol. II, Berlin, p. 99-100, n.35). El libro se completa con un prólogo, donde se sitúa históricamente la disputa entre los alemanes y se analizan algunos estudios actuales que acuerdan con las opiniones de Wilamowitz; una lista de la bibliografía empleada en la investigación y dos apéndices.

Si bien los argumentos que Solana Dueso expone en los dos primeros capítulos toman como punto departida la hipótesis de Bruns, el análisis de nuevos testimonios no considerados por el alemán le permite llegar a conclusiones completamente originales. Dicho análisis sigue un principio metodológico específico según  el cual los textos literarios reflejan, bajo el adorno de la ficción, realidades histórico-sociales (p.10-11, 16, 22). De ahí que la puesta en escena de mujeres que critican la opresión de los varones, y reclaman el acceso a la  educación y la participación política no sean inventos de los poetas, sino la representación ficticia de una  realidad en la cual estos reclamos estaban, de alguna  manera, presentes.

La hipótesis central del capítulo primero, “La mujer en la sociedad patriarcal griega”, sostiene que el sistema patriarcal griego, según el cual el varón detenta un poder unilateral en todos los planos – kósmos, pólis y oîkos –, no constituye una realidad natural, sino más bien convencional, que es resultado de un proceso de dominación del que los varones resultan vencedores. Dado el carácter convencional de este sistema, es  posible que nazca el germen de la subversión, a partir de voces que, denunciando la relación de opresión, aspiran a transformarla.

Para probar su hipótesis, el autor analiza algunos  mitos que exhiben conflictos entre divinidades masculinas y femeninas. En estas luchas o bien vencen los dioses, o bien las diosas alcanzan la victoria y los dioses toman, por este motivo, represalias. Esto se observa  en el mito sobre la disputa entre Poseidón y Atenea  por el nombre de la ciudad de Atenas (August. De civ. D. XVIII.9), que se incluye en el primer apéndice del trabajo. Siguiendo la prescripción del oráculo de Delfos, tanto las mujeres como los hombres debían votar si llamar a la ciudad con el nombre de Poseidón  o con el de Atenea. Dado que las mujeres eran mayoría y todas ellas votaron por Atenea, la ciudad recibió el nombre de la diosa. Poseidón las castigó por esto,  prohibiéndoles votar, dar nombre a su descendencia y ser llamadas “atenienses”. Una disputa similar sostuvo Poseidón con Hera por la ciudad de Micenas (Paus.  II.15.4). Como los ríos de la región apoyaron a la diosa, el dios hizo desaparecer toda el agua del lugar a modo de venganza.

Asimismo, el autor incluye numerosos testimonios que prueban que las mujeres no ocupaban un único  rol en las sociedades patriarcales del mundo antiguo, sino que éste variaba en las diferentes regiones.  En efecto, Grecia era más hostil hacia las mujeres en comparación con el mundo visto desde la óptica griega como “bárbaro”. Es posible suponer que en Troya las mujeres eran consideras sujetos políticos, ya que en la Ilíada los troyanos suelen proferir la expresión “troyanos y troyanas”para referirse al conjunto de  habitantes de la ciudad (e.g. Τρῶας καὶ Τρῳάδας, Il. XXII, 105). Como lo muestran los pasajes del poema épico incluidos en el segundo apéndice del libro, los troyanos no consideraban que el género masculino fuera el género universal. Esto contrasta con la  situación de los argivos, quienes no emplean expresiones semejantes. Lo mismo se ve en Atenas, ya que mientras la expresión “varones atenienses”(ἄνδρες  Ἀθήναιοι) se repite en un sinnúmero de fuentes, no  existe una fórmula equivalente para “mujeres atenienses”, lo cual señalaría que éstas son excluidas del conjunto de la comunidad política.

Solana Dueso defiende incluso que, dentro del  mundo griego, la situación de las mujeres también era variable. Εn las ciudades jonias y eolias de Asia menor y en las islas del Egeo, como Lesbos, Quíos y Samos, las mujeres recibían una educación semejante a la de los varones y, por este motivo, podían dedicarse al trabajo intelectual, como fue el caso de Safo de Lesbos y Aspasia de Mileto; o participar de las actividades bélicas, como hizo Artemisia de Halicarnaso. Entre todas estas mujeres, Aspasia desempeñó un rol fundamental, ya que por su condición de hetera pudo acceder al mundo cultural de los varones atenienses y transformarse en una eximia maestra de retórica, que no sólo educó a muchos varones influyentes de su época, sino que también compuso discursos epidícticos y epigramas, motivo por el cual no debería ser puesta en duda su inclusión dentro del gran movimiento sofístico del siglo V a. C.

Por otra parte, Solana Dueso analiza algunas de las críticas dirigidas al sistema de dominación patriarcal. Si bien son varias las fuentes en las cuales estas críticas pueden rastrearse, el autor se concentra fundamentalmente en testimonios tomados de las tragedias de  Eurípides, aunque sin dejar de referir a la  Orestíada de Esquilo y a algunas tragedias de Sófocles, como  las Traquinias  y los fragmentos conservados del  Tereo. Este análisis posee un gran valor, pues permite  cuestionar el extendido prejuicio que señala a Eurípides como un poeta misógino, prejuicio fundado en  parte en las críticas que le dirigen las mujeres de las  Tesmoforias de Aristófanes (Th. 545-548). Si tomamos por caso la  Medea, allí se ponen en escena no sólo  opiniones misóginas, que son las que erróneamente  se identifican con el punto de vista del poeta, sino  también una serie de comentarios que en boca de Medea y del coro de corintias denuncian la opresión de la mujer. Por ejemplo, Medea declara que los cuerpos de las mujeres tienen amos varones (Med. 230-251) y que éstas han sido objeto de una fama injuriosa injustificada, que no se han atrevido a refutar con un himno que también cantara los defectos de los varones (Med. 410-432). Por eso se hace hincapié en que las mujeres “también poseemos una Musa que nos acompaña en busca de la sabiduría”(Med. 1085-1086), sentencia  que esconde el reclamo al acceso a una educación  igualitaria.

Solana Dueso completa este análisis en el segundo capítulo, “Dos tragedias feministas de Eurípides:  Melanipa la sabia y Melanipa cautiva ”, donde examina los fragmentos conservados de ambas tragedias y algunos versos del  Protesilao. La imagen radicalmente  rupturista de la mujer que se presenta en estas obras le habría valido al poeta críticas y burlas (cfr. Ar. Th. 547, Pl. Smp. 177a1-3, Arist. Po. 1454a31). En efecto, Melanipa reivindica la importancia de las mujeres  en la religión griega, que contrasta con la poca participación que poseen en otro tipo de actividades (fr. 481, 494 Nauck); señala que su madre Hipe profería  relatos de tipo cosmogónicos que explicaban el origen del mundo, similares a los de los filósofos “físicos” (fr. 484); y censura las opiniones generales negativas  que los varones profieren sobre el género femenino,  sin juzgar a cada mujer particular por el valor de su  carácter y acciones (fr. 493-494).

El estudio incluye también algunas referencias a la situación de las mujeres en el siglo IV a. C., momento donde las reivindicaciones de emancipación se ven eclipsadas por la aparición de nuevos escritos que,  como el Económico de Jenofonte, algunas secciones de la Política  de Aristóteles y algunos comentarios de la  Leyes de Platón, reafirman la superioridad natural del varón sobre la mujer y proponen un principio de división del trabajo según el cual la mujer debe realizar las tareas del hogar y el varón, aquéllas que se desarrollan en la esfera pública. No obstante, estas opiniones contrastan con los testimonios sobre la participación de las mujeres en ciertas actividades reservadas usualmente  a los varones, como se observa paradigmáticamente en el ámbito de la educación. En efecto, existen testimonios sobre la presencia de mujeres en las escuelas de  filosofía del siglo IV a. C., como es el caso de las alumnas de la Academia platónica, Lastenia de Mantinea  y Axiotea de Fliunte; Hiparquia de Maronea, llamada “la filósofo”(τῆς φιλοσόφου), compañera de Crates el cínico; Arete, hija de Aristipo de Cirene que educó a su propio hijo, apodado por este motivo Μητροδ ί δακτος (“educado por la madre”); las hijas de Diodoro Crono que se dedicaron a la dialéctica; y las alumnas de la  escuela de Epicuro, Temista y, en especial, Leoncio a  quien Cicerón insulta por haberse animado a escribir contra Teofrasto (Cic. Nat. D. I. 93).

Mujeres como Leoncio o Aspasia, o como todas  aquellas mujeres anónimas que se vieron reflejadas  en Medea y Melanipa, lograron salir del espacio que  el patriarcado les tenía reservado. Sin embargo, como advierte Solana Dueso, fueron reintroducidas en dicho espacio posteriormente, a través de relatos condenatorios cuyo flagrante androcentrismo el autor de este libro logra exitosamente interrogar y revertir.

Mariana Gardella – Universidad de Buenos Aires/Universidad de San  Martín (Argentina). E-mail: [email protected]

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