Emotions and Temporalities | Margrit Pernau

Dos giros tuvieron lugar el último tercio del pasado siglo y marcaron un parteaguas en los supuestos epistemológicos y ontológicos de las ciencias sociales. Problematizando la concepción sociológica de la teoría de la elección racional y del funcionalismo, el giro cultural introdujo en la comprensión de la realidad la dimensión interpretativa de la acción social, atendiendo para ello los símbolos expresivos, las estructuras de significado y las experiencias rituales. La cultura dentro de este marco no se agota en las “elevadas expresiones del espíritu”, como denominabaa Jacob Burckhardt a los productos culturales destinados al consumo de las élites aristocráticas y burguesas; lo mismo es cierto para las expresiones de los subalternos como las tradiciones y las festividades, eso que Mijaíl Bajtín dio en llamar “la cultura popular”. El constructivismo reencausó las reflexiones sobre la cultura, acercándola más a “los movimientos del alma” de Simmel, para ahora aprehenderla como el mundo en general a la manera de un “texto”, conformado por símbolos y significados (Clifford Geertz); como un conjunto de “paisajes de sentido” en los que interactúan espacios, instituciones y actores sociales (Isaac Reed); o como la vida cotidiana de la gente, los objetos de los que se rodea y sus formas de percibir e imaginar el mundo (Robert Darnton).

Unos años después, en franca rebeldía ante la hegemonía del paradigma cognitivista, varias y varios autores se avocaron a lo que James Jasper ha denominado “el regreso de lo reprimido”, esto es, las emociones. Rebasando las limitaciones de la tradición de masas à la Gustave Le Bon, y las de la corriente freudiana tal como fue articulada en los trabajos de Harold Lasswell, el giro afectivo propuso un retorno al interés del último Durkheim acerca del papel de las pasiones en la vida política. Las emociones inundan la vida social, no exclusivamente como respuestas psicológicas “pre-racionales” a objetos o eventos específicos, sino como elementos constitutivos de los procesos de socialización, identificación, comunicación y acción. Las emociones proveen a ideas, ideologías e identidades el poder de motivar al tiempo que las dotan de sentido: “el ultraje moral sobre prácticas temidas, la vergüenza por identidades colectivas fallidas o el orgullo en torno a otras exitosas, la indignación por la transgresión de ciertos derechos tradicionales, el gozo de imaginar una nueva y mejor sociedad”1, son emociones directamente vinculadas con experiencias sensoriales y con formas de sentir el tiempo.

Los legados de estas vueltas de tuerca en las ciencias sociales se encuentran condensados en Emotions and Temporalities. El libro forma parte de la serie Cambridge Elements sobre las historias de las emociones y los sentidos.2 Su autora, Margrit Pernau, se formó en historia medieval y moderna del sureste asiático en las universidades de Sarre y Heidelberg, y ha ejercido la docencia en el Social Science Research Center de Alemania y en la Universidad de Bielefeld. En esta obra, breve y de lectura placentera pero que plantea a quien la tenga en sus manos desafíos no menores, se entrecruzan dos coordenadas que hacen de su libro un aporte por mérito propio: por una parte, una sólida trayectoria recorrida en la historiografía de las emociones, liderando actualmente un grupo de investigación en este campo al interior del Max Planck Institute for Human Development en Berlín; por otra, un extenso trabajo empírico sobre la historia de la India y el mundo islámico desde el siglo XVIII, a partir de una perspectiva transnacional y atendiendo con especial interés las semánticas históricas y las modalidades en que conceptos como sincronía, periodización, modernidad y colonialismo se imbrican tanto en los procesos históricos como en la teoría de la historia.

La originalidad de la obra yace en su manera de asomarse al repertorio global de imaginarios temporales disponibles a lo largo del tiempo (la autora hilvana lo mismo la época de las religiones abrahámicas y del mundo grecolatino que el discurrir del siglo XXI, pasando por la era de decaimiento del Imperio Británico o de esplendor del Imperio Otomano). Sitúa a cada imaginario temporal en su historicidad e identifica cómo esos tropos han sido contenidos en narrativas históricas y han resonado en diversos espacios, evocando emociones y creando comunidades de sentido. Tropos difundidos en la esfera pública por intelectuales y artistas, en oposición al poder político, o en concomitancia con la visión proyectada por el Estado.

Para despejar la interrogante de cuál es el ser del tiempo y cómo produce efectos de presencia sobre el presente, el recorrido de Emotions and Temporalities comprende tres movimientos, cimentados en un diseño metodológico de historia global que desembrolla las relaciones entre escalas micro y macro. Cabe advertir que la perspectiva desarrollada por Pernau no gravita en la órbita agustiniana de una conciencia que temporaliza a partir de un estar fuera del tiempo, sino del abordaje fenomenológico intersubjetivo inaugurado por Husserl y del programa de Hartog para aproximarse a la temporalización a partir de “atender los vínculos entre el tiempo y el relato”,3 establecidos de modos distintos en cada presente. En el primer acápite, echando mano de la viñeta del último suspiro emitido por el rey Boabdil antes de dejar atrás la Andalucía perdida a manos de los Reyes Católicos, Pernau indaga la categoría de “resonancia” y su capacidad teórica para explicar la transmisión de experiencias sensoriales amplificando la vibración de un sujeto a otros sobre el supuesto de una experiencia abstracta compartida (lo cual ilustra recurriendo al uso del episodio de Boabdil y las emociones que evoca en las narrativas de Chateaubriand, de Washington Irving y de Edward B. Lytton, o de los novelistas y poetas del mundo islámico en el siglo XIX), así como de la configuración de atmósferas emocionales (Stimmung):

el pasado, el presente y el futuro se co-constituyen mutuamente hasta el punto de enredar no sólo la concepción lineal del tiempo, sino también la posibilidad de distinciones nítidas entre tiempos, porque el pasado y el futuro no se han ido con seguridad ni aún están por venir, sino que acechan (haunt) al presente con su presencia. […] La experiencia del tiempo y las maneras en que los sujetos se sitúan en el tiempo están imbuidas, si no es que definidas, por las emociones, y viceversa (p. 3).4

Koselleck concibió la temporalización como una característica central de los “periodos bisagra”. Desde la lente de Pernau, en cambio, aunque no en una escala “axial”5, las temporalizaciones acontecen en su pluralidad continuamente a lo largo del discurrir de la historia, con el pasado y el futuro encontrándose fantasmagóricamente en el presente con toda su intensidad emocional. No es privativa de aquellos momentos que hacen explotar la historia. El problema que la autora identifica con la teoría de Koselleck y Hartog es que sólo el presente está investido con agencia. El pasado y el futuro se limitan a una condición de pasividad puestos en acto sólo por fuerza de rememoración o de anticipación. Para reivindicar la potencia inherente al pasado y al futuro para producir su presencia en el presente, recurre a la categoría de “cronoferencia” (chronoference), sugerida por Achim Landwehr, como un medio conceptual para arrojar luz sobre la creación de relaciones entre tiempos ausentes y tiempos presentes. ¿Será que el estado natural del tiempo no es la asincronía sino sobreponerse a la sincronía desterrando al pasado y al futuro a espacios temporales distintos y cronológicamente dispuestos? Es en este quid donde el relato opera, creando narrativas sobre los tiempos, condensando en ellas afectividades:

Las emociones son centrales en la experiencia del tiempo, y por tanto en el análisis de las relaciones temporales. Difícilmente un texto que evoque un pasado glorioso, que llame a un rejuvenecimiento nacional, o que suene el clarinete convocando a una revolución fallará en mencionar emociones: esperanza, desesperación, orgullo, honor y vergüenza siendo las más relevantes entre ellas (p. 10).

A un nivel, el papel de las emociones (amor, odio, ira, miedo, etc.) es dado por su poder motivacional. En un segundo nivel, crean conocimiento sobre el tiempo y la temporalidad, y simultáneamente dotan al conocimiento creado por otros medio -como la ciencia- de plausibilidad.6

El segundo acápite concentra la atención en las categorías de “fantasma” y “genio”, provenientes del sistema religioso islámico, para ilustrar la agencia del pasado con base en su interacción con los presentes en que produce su presencia. Estas temporalidades pasadas se manifiestan fantasmagóricamente, unas veces en forma aterradora y otras en forma reverencial, sea para paralizar de miedo o para alentar a la acción. Perneau utiliza como modelo analítico la dicotomía “yo poroso/yo obliterado” de Charles Taylor para observar que, en múltiples sociedades, la transformación del yo y de sus prácticas afectivas con el proceso de secularización se replica al nivel de las temporalidades. De una temporalización que hace al presente distinguible del pasado pero con fronteras permeables, la modernidad instaura otra que concibe al presente como ente temporal clausurado. La metáfora de los fantasmas y los genios permite al libro un rendimiento teórico: concebir lo que ha ocurrido desde el siglo XIX como un permanente exorcismo (no siempre exitoso) para sacar del presente los influjos de los pasados.7

Desde este asidero, Pernau expone un conjunto de tropos por los que produce su presencia el pasado: el de los estadios del desarrollo, con su mapeo espacial de diferencias temporales (para los países colonizados el futuro no es materia de imaginería, basta con seguir el camino de las metrópolis para modernizarse); el tropo de la era dorada y su metáfora metalúrgica sobre la capacidad de lo potencial de imponerse a lo factual; el tropo del renacimiento, promesa del pasado cargada de esperanza pero con un imperativo moral de activismo ante el sentimiento de un “patrimonio perdido”8; el tropo de reforma, que orienta el presente a conducirse hacia un estado de cosas mejor en tanto que más virtuoso (volviendo a lo puro). Finalmente, hijo predilecto de la modernidad, el tropo de historia magistra vitae, que fundó una continuidad ininterrumpida entre los tiempos (path dependency) pero les confinó a esferas apartadas: “en la medida en que el pasado ya no estaba presente, podemos concluir, sólo a través de la historia y de la escritura de la historia se podía acceder a él. Los fantasmas tuvieron que ser reemplazados por la historiografía” (p. 32).

El libro concluye con un tercer acápite dedicado a la presencia del futuro. ¿Es posible una hauntología del futuro? ¿Puede existir tal cosa como una historización de lo por venir? La manera de obrar del futuro es distinta a la del pasado, en tanto que no ha ocurrido ni pone al alcance huellas culturales. La anticipación puede no hacerse realidad, lo inesperado es siempre posible. Los tropos del futuro son la profecía y el sueño, que sirven para discutir cómo las creencias religiosas y las ficciones pueden ser fructíferas para la investigación histórica sobre “futuros pasados” tanto como para teorizar la presentificación del futuro; el declive/ degeneración/decadencia, que no ve en el mañana la realización de un progreso civilizacional sino el peligro de un ocaso moral y material, destinando al presente a permanecer atento a las señales de alerta; el tropo de la utopía, de lo que está por venir y que carece de referentes en lo que ya ha sido: “si el nuevo concepto de trastorno de estrés pretraumático nos permite figurar cómo un futuro que no ha ocurrido es capaz de ejercer una presencia en el presente, la utopía marca la otra cara: anticipa no el trauma, sino la salvación” (p. 42).

Otros tropos que la autora enlista son el de la revolución, una presencia que hace irrumpir con la violencia de lo instantáneo el futuro en el presente9; el de la reforma, ya no atada a cierto pasado idílico sino a un futuro promisorio; el de la planeación, tropo que temporaliza no un futuro fantasmagórico sino uno matemáticamente modelado con cálculos estadísticos precisos (sentido que fue cuestionado por los Nuevos Movimientos Sociales del Sesenta y Ocho y puesto en entredicho por la primera crisis petrolera de los setenta). Despuntando el siglo XXI, Pernau pone sobre la mesa a Chakravarti con el tropo del Antropoceno, por cuya fuerza “los fantasmas de nuestros descendientes están viniendo a nosotros del futuro, acechándonos y demandándonos justicia” (p. 56). De los tropos de utopía, revolución, reforma y planeación que dominaron el stimmung del siglo XX, con la esperanza en el futuro y la carga afectiva positiva que le es inherente, pasamos en la actual CENTURIA a un tropo sellado por la ansiedad de un futuro que se siente perdido.

Posiblemente el valor de un libro se pueda aquilatar, más que por las respuestas que ofrece sustentadas en aparatos argumentales robustos, diseños metodológicos impolutos y evidencia consistente, por su capacidad para introducir al debate nuevas preguntas, para complicar nuestra comprensión de la realidad y para afinar las herramientas conceptuales con que nos plantamos frente a ella. De ser esto cierto, Emotions and Temporalities ha logrado tal cometido de una forma elegante en sus elaboraciones y provocativa en sus propuestas.


Notas

1 Jeff Goodwin, James Jasper y Francesca Polletta, “The Return of the Repressed: The Fall and Rise of Emotions in Social Movement Theory”, Mobilization, núm. 5 (2000): 79-80.

2 Las distintas series temáticas que integran los Elements editados por Cambridge resultan atractivas por tratarse de investigaciones originales, sucintas y autorizadas que facilitan la comunicación académica en el entorno digital. Elements consta de libros organizados en 20 áreas disciplinares que van desde historia (9), sociología (2) y filosofía (13), hasta física (2) y matemáticas (3). La serie Historia de las emociones y los sentidos, coordinada por Jan Pampler, sigue las lecciones extraídas de los trabajos pioneros de Alain Corbin y Mark Smith en el campo de lo sensorial, así como de Barbara Rosenwein y Joanna Bourke en el de las emociones.

3 François Hartog, “La temporalización del tiempo: un largo recorrido” en Los relatos del tiempo, dirección de Jacques André, Sylvie Dreyfus-Asséo y François Hartog (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 2011), 30.

4 Para los propósitos de esta reseña, los extractos del libro han sido traducidos al español por el autor.

5 Al respecto de la “era axial” conceptualizada por Karl Jaspers y sus distintas elaboraciones en la sociología cultural, véase Johann Arnason, Samuel Eisenstadt Björn Wittrock, eds., Axial Civilization and World History (Leiden: Brill, 2005) y Robert Bellah y Hans Joas, eds., The Axial Age and Its Consequences, (Cambridge: Harvard University Press, 2012).

6 Aunque por caminos distintos al aquí trazado, otros autores han rescatado también el papel de las emociones en las maneras en que es temporalizado el tiempo y se produce una cierta relación con el pasado y/o con el futuro. Sólo a manera de ejemplo: Federico Finchelstein, Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945 (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010) y Enzo Traverso, Melancolía de la izquierda. Marxismo, historia y memoria (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2018).

7 El tropo fantasmagórico con sus metáforas de muerte, duelo y exorcismo cruza la obra de uno de los referentes actuales de la historiografía, Michel de Certeau. Véase Alfonso Mendiola, Michel de Certeau. Epistemología, erótica y duelo (México: Ediciones Navarra, 2014) y Michel de Certeau. La ficción: escuchar la voz del otro (México: Ediciones Navarra, 2019).

8 El debate entre hinduistas y anglicistas por localizar en el pasado el momento al que había que regresar para revitalizar la India a principios del siglo XX, evoca la polémica entre indigenistas e hispanistas que, por la misma razón, cubrió el clima intelectual latinoamericano en la misma época.

9 Véase, en este sentido, Guillermo Zermeño, Historias conceptuales (México: El Colegio de México, 2017) y Rafael Rojas, El árbol de las revoluciones: Ideas y poder en América Latina (Madrid: Turner Publicaciones, 2021).


Resenhista

Octavio Spindola Zago – Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. México. Correo: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-5579-6814


Referências desta Resenha

PERNAU, Margrit. Emotions and Temporalities. Cambridge: Cambridge University Press, 2021. Resenha de: ZAGO, Octavio Spindola Sentir el tiempo. Narrativas históricas, experiencias temporales y densidades afectivas. Historia y Grafía, n.59, p.303-311, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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