Going Underground: The Meanings of Death and Burial for Minority Groups in Israel | Talia Shay

Talia Shay es una arqueóloga sumamente experimentada, activa desde su licenciatura en 1965 en Israel, que ha realizado estadías en Estados Unidos y México. Su amplia gama de intereses académicos incluyen un sinfín de temas, desde el mundo precolombino hasta la arqueología de los enterratorios, pasando por el arte rupestre paleolítico y la etnografía. Su volumen editado, Limitations of Archaeological Knowledge (Liège, Universidad de Liège, 1992, coeditado junto a Jean Clottes) resultó novedoso, al reunir algunos de los trabajos y autores más innovadores y desafiantes, tales como E. Kofi Agorsah, Paul Bahn, Peter Ucko y Marcel Otte. Shay estuvo por varias décadas con Peter Ucko en el World Archaeological Congress, WAC, hasta la muerte de este último, después de la cual siguió siendo activista del WAC. Entre otros múltiples temas, el volumen incluyó discusiones sobre objetividad y subjetividad, nacionalismo, ética, chauvinismo, etc. Ahora, Talia Shay publica una obra maestra: Going Underground: The Meanings of Death and Burial for Minority Groups in Israel (Oxford, Archaeopress, 2021, ISBN 9781789696202). Allí reúne diversos enfoques, fundamentalmente filosóficos pero también históricos, antropológicos y arqueológicos, de una variedad de autores como Philippe Ariès, Marc Augé, Zygmund Bauman, Homi Bhaba, Michel de Certeau, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Michel Foucault, Felix Guattari, Alfredo González-Ruibal, Maurice Halbawchs, Cornelius Holtorf, Bruno Latour, Emmanuel Lévinas, Claude Lévi-Strauus, Pierre Nora, Mike Parker Pearson y Eduardo Viveiros de Castro.

Su postura surge de una perspectiva crítica del conocimiento y la sociedad que pone a prueba y supera la objetivación, y que apunta a incluir a la gente viva, desafiando la exclusión de las alteridades sin voz. Su ética del encuentro incluye una apertura humanista al Otro, poniendo en relación el pasado y el presente, o el patrimonio y el futuro fundado en las diferencias y la posibilidad de vivir juntos. Este posicionamiento teórico se combina con un diagnóstico de las relaciones sociales contemporáneas en un mundo de supermodernidad que devasta a los seres humanos, a los otros seres vivos y a las cosas mismas. El capitalismo tardío o la modernidad líquida pueden ser desafiados al dar voz a las alteridades, tomando en cuenta los rasgos mezclados de la hibridez que resulta de los encuentros etnográficos con la gente viva. Shay estudia cómo la muerte y lidiar con la muerte son considerados por diferentes personas en el Israel actual, tanto en sus prácticas y narrativas como en la evidencia arqueológica, material. Su postura sobre los enterratorios y cementerios también se contrapone a las teorías antropológicas universalistas y esencialistas, fundadas en el supuesto de compartir normas y comportamientos, y el control del estado y la violencia. La crítica postcolonial desafía las afirmaciones de objetividad y la violencia simbólica. Los enterratorios pueden ser considerados desde diferentes miradas, incluyendo a los intereses locales, el factor histórico y colonial, y las políticas de identidad, entre otros.

Going underground’ puede ser considerada una expresión anfibológica: exhumar tumbas, desde la arqueología, y resistir, desde la teoría social. Ambos significados son en efecto claves para entender el libro, en cuanto aborda las actitudes hacia la muerte y los enterratorios en la sociedad contemporánea. El volumen se centra en grupos minoritarios que viven en Israel, incluyendo cuatro comunidades de judíos rusos, una comunidad judía ultrareligiosa y una comunidad cristianopalestina. La obra enfatiza la relación etnográfica e intersubjetiva entre los entrevistados y la propia autora. El tratamiento brindado a los enterratorios contempla tanto los rasgos físicos de las sepulturas como el contenido de las inscripciones, tal como sugieren las palabras de Shakespeare citadas por Shay: “déjennos hablar sobre tumbas, gusanos y epitafios” (Ricardo II, III, ii, 145). En primer lugar, el libro estudia el caso de los migrantes de la ex URSS y los rusoparlantes. La autora recuerda que muchos de ellos residían en una situación legal bastante peculiar, considerando el rol oficial del estatus confesional y el débil régimen civil y laico en Israel. Shay retrata el deseo de estas personas de mantener su identidad mixta ruso-israelí, aunque quizás también debería haber agregado los aspectos judíos y soviéticos de sus identidades. En la ex URSS, esta gente fue identificada por su cultura judía, lo que sea que eso signifique. Y aunque el ruso representó el paradigma dominante, la mentalidad integral laica soviética fue generalizada. Esto resulta claro en los memoriales de enterratorios (памятник, pamyatinik) estudiados en el libro, los cuales constituyen híbridos de diversos rasgos: rusos, judíos, hebreos, israelíes y soviéticos, entrelazados de formas únicas.

El volumen también considera a los cristianos palestinos. Su abandono de la remembranza de los enterratorios es difícil de comprender con claridad, aunque existen algunas pistas. Shay elabora diversas hipótesis al respecto, pero la principal cuestión probablemente se relaciona con la exclusión social, tal como sucede en el caso de los inmigrantes soviéticos, aunque en un contexto diferente. Los cristianos palestinos eran marginados, aunque previamente no lo habían sido tanto, por lo que la evocación inmediata del pasado a través de sus muertos podría representar una experiencia de dolor. Las haredim o comunidades judías ultraortodoxas también se destacan, al oponerse a las intervenciones arqueológicas o de cualquier otro tipo sobre los restos de sus difuntos. La tradición haredi se contraponía a la narrativa del estado nación, y consecuentemente también era marginada y acosada como las otras comunidades estudiadas en el volumen. Shay relaciona grupos minoritarios marcadamente diferentes (los rusoparlantes, los cristianos palestinos hablantes de árabe, y las comunidades de judíos del este de Europa) con la resistencia al nacionalismo estatal y a la manipulación de la identidad. Tal como enfatiza la autora, la arqueología no sólo representa desde siempre una disciplina de las cosas, sino también de la gente y las narrativas.

El volumen también considera un tema importante para la arqueología a nivel mundial: las relaciones de poder y la ética. Haciendo uso de las categorías foucaultianas que apuntan a las relaciones entre poder y conocimiento, y cómo son usadas como una forma de control a través de las instituciones sociales, Shay aborda cómo los arqueólogos consideran su propia labor. Esta cuestión es particularmente relevante para la disciplina y la gente en general. Sin duda, la afirmación de que los arqueólogos que trabajan en las universidades y los departamentos de antigüedades del gobierno pueden efectuar excavaciones como les plazca, al estar bien conectados con las élites en el poder, sin tener en cuenta a las comunidades indígenas y al público en general, es relevante. Esta actitud puede ser tanto producto como productora de imposiciones. Los arqueólogos dependen de financiamientos y autorizaciones, y en consecuencia se encuentran en relación directa con problemática de servir a aquellos en el poder. La posibilidad de quedarse sin financiamiento, licencia o trabajo de campo se les impone. Sin embargo, los arqueólogos también pueden imponerse, al afirmar que sus conocimientos son superiores, y se encuentran facultados por la propia ciencia para ignorar a todos aquellos que no son expertos en el oficio. Aunque el World Archaeological Congress fue fundado en 1986 como un desafío a aquellos postulados, los arqueólogos todavía pueden afirmar que son representantes de un conocimiento objetivo de la ciencia frente a la gente sin poder o subalterna. Hay casos de legislación sobre derechos de comunidades indígenas, diaspóricas y otras en diversos países que ha sido elaborada a partir de informes arqueológicos supuestamente neutrales y técnicos. Por extraño que parezca, existen arqueólogos que afirman servir a la ciencia objetiva y que juegan un rol directo o indirecto en despojar a las personas. En América Latina, los arqueólogos sirvieron a las dictaduras militares en diversos países, tal como sucedió en Brasil, y algunos de ellos intentaron continuar manteniendo el control sobre la disciplina durante décadas posteriores. Es sintómatico que mientras el estado de Israel ha negado el estatus de judío a los rusos judíos, tal como señala Talia Shay, otros estados han negado la igualdad de derechos a la gente indígena y a los descendientes de la gente esclavizada o en condiciones de servidumbre.

Talia Shay produce un libro inspirador sobre comunidades minoritarias en Israel, un tema específico que concierne a un pequeño número de personas, como las comunidades indígenas, los pueblos originarios, los nativos, entre otros. Los arqueólogos frecuentemente tratan con los restos de los ancestros de aquella gente excluida. Aquí podemos agregar a los excluidos y subordinados de todo el mundo, tal como sucede en aquellas situaciones donde los arqueólogos encuentran cerámica ordinaria, comúnmente utilizada por la gente humilde en el pasado e incluso en el presente. Los arqueológos son particularmente proclives a trabajar con los excluidos y marginados en el presente. Es consecuentemente un imperativo ético establecer un compromiso con aquellas personas, aspirando a alcanzar un futuro diferente. Incluso un pequeño número de personas puede aspirar a alcanzar algo quizás más importante que la felicidad: la posibilidad de convivencia, de “vivir juntos”. Aquí la palabra clave es “vivir”, en lugar de excluir o destruir. Pero también es importante la palabra “juntos”, reunidos con otros, diferentes pero vinculados. La felicidad, eudaimonia para los antiguos filósofos griegos, establece una vara alta y constituye un sentimiento individual, mientras que la convivencia es colectiva y respetuosa de las diferencias. Uno puede preguntarse qué tiene la arqueología que ver con estas cuestiones filosóficas, la felicidad y el Otro. La arqueología tomada como una mera técnica puede servir a diversos propósitos, desde el entretenimiento hasta el desalojo, pero también puede comprometerse con la justicia, hablando con la verdad al poder y manteniendo un compromiso con la gente. Talia Shay vuelve explícita su formación humanística al orientarse hacia una ética del encuentro (Derrida), de apertura al Otro (Lévinas, Viveiros de Castro) –lo que consituye una postura filosófica pero también arqueológica. La arqueología sólo vale la pena si sirve a la vida, a una vida crítica, como diría Sócrates (Apología 38a5-6). Talia Shay nos inspira justamente en este sentido, y ese es el legado más perdurable de esta increíble arqueóloga, mujer y ser humano. Al final, el lector se sentirá inspirado a seguir el camino de Talia hacia un mundo mejor, y esto representa un futuro mejor.

Nota

2 Traducido al español por Melisa A. Salerno.


Resenhista

Pedro Paulo A. Funari – Unicamp, Universidad de Campinas, Brasil. E-mail: [email protected]  ORCID https://orcid.org/0000-0003-0183-7622


Referências desta Resenha

SHAY, Talia. Going Underground: The Meanings of Death and Burial for Minority Groups in Israel. Oxford: Archaeopress, 2021. Resenha de: FUNARI, Pedro Paulo A. Arqueología para un mundo mejor2 Vestígios – Revista Latino-Americana de Arqueologia Histórica, v. 17, n.1, p. 125-127, jan./jun. 2023. Acessar publicação original [DR]

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