Hijos de Mercurio, esclavos de Marte. Mercaderes y servidores del estado en el Río de la Plata (Montevideo 1806- 1860) | Mario Etchechury

En las últimas dos décadas la historiografía rioplatense ha dado cuenta de resultados de investigación que abordan la construcción estatal decimonónica como una problemática de análisis. Trabajos como los de Juan Carlos Garavaglia, Raúl Fradkin, Alejandro Rabinovich, Diego Galeano, Magdalena Candioti, Lila Caimari, Ana Frega, Eduardo Zimmermann, Ricardo Salvatore, solo por mencionar algunos autores con variadas perspectivas y campos de análisis (la justicia, la policía, la prisión, el ejército, los expertos), han permitido, por un lado, la realización de investigaciones que descomponen ese ente “Estado” en políticas, instituciones, actores y prácticas, y por otro, romper con la idea homogeneizante que se oculta detrás de la categoría. El último libro de Mario Etchechury, que sintetiza parte de su tesis doctoral realizada en la Universitat Pompeau Fabra de Barcelona y sus actividades de investigación en el proyecto State Building in Latin America, se inscribe en esa línea de reflexión. La participación en un proyecto latinoamericano no puede ser un dato menor, ya que el trabajo que evidencia la faceta oriental del fenómeno, tiene su contraparte en otras regiones latinoamericanas que permiten reconocer similitudes y diferencias que surgen de la confrontación de distintos estudios de caso.

A través de un minucioso análisis de fuentes y de una exhaustiva revisión bibliográfica, Etchechury aborda los distintos procesos que atravesó la institucionalidad oriental desde las invasiones inglesas, pasando por la guerra de independencia y hasta inicios de la década de 1860, extremo cronológico que identifica como el período que permitió la formación de instituciones centrales que finalmente derivaron en las bases de la República Oriental del Uruguay. Todo ello analizado en clave regional, sin desconocer la presencia, y persistente presión, de las provincias argentinas y el Imperio del Brasil, que sin duda incidieron en las distintas características que dieron forma al Estado local. De este modo la matriz “Estado nacional” o “estadocéntrica” no resulta una referencia eficiente porque es imposible analizar las características asumidas por la institucionalidad local como una manifestación de lo “nacional”, por el contrario es en clave regional, e incluso transatlántica, que Etchechury encuentra la llave para entrar a la temática que aborda.

El autor se concentra en aspectos que a priori podríamos vincular al campo de la historia económica: la circulación monetaria, la adquisición de deuda, el arriendo impositivo y los intentos por formar un nuevo tipo de fiscalidad. Sin embargo, no estamos ante un trabajo de historia económica, ya que Etchechury toma los instrumentos económicos y de fiscalidad para a partir de ellos estudiar las distintas redes compuestas por servidores del Estado y mercaderes/estancieros que influyeron en la dinámica económica del período. En esta indagatoria su “actor” principal será el grupo económicamente dominante, que en el contexto de guerra permanente abierto en 1806 y prolongado al menos hasta 1852, se convirtió en prestatario o abastecedor de la institucionalidad en formación.

En ese sentido, Etchechury continúa las reflexiones de Tulio Halperín quien, en Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1982), estableció la relación directa entre el orden fiscal, la forma “deficitaria” en que se construyó el estado “argentino”, el contexto bélico y la militarización en el Río de la Plata, que permitió el estudio de los poderes locales y la formación de instituciones centrales. Si bien Etchechury parte de esa premisa, lo hace desde otra perspectiva, la de las múltiples cronologías que explicarían los variados cauces y actores de un mismo proceso (desde grandes mercaderes o estancieros, hasta arribistas que aprovecharon momentos, condottieris de escala rioplatense, etc.). Insiste en que la guerra generó lógicas que, en forma paulatina, sedimentaron nuevas prácticas, entidades y funciones. A su vez, postula una historia inconclusa, en la medida en que se puede arribar a algunas consideraciones finales, entrever tramas sociales, económicas y políticas que permiten hablar de un Estado central, pero nunca referirse al estado oriental como una institucionalidad acabada. Este no es el objetivo del trabajo de Etchechury, sino mostrar las tramas que inciden en la formación de un poder central en permanente transformación.

En el capítulo 1, que sirve de introducción, el autor realiza una síntesis histórica sobre la “era de la guerra permanente”, en la que aborda las vicisitudes políticas de la Provincia Oriental desde 1810 hasta 1865. Este apartado sirve como un estado de la cuestión que alerta al lector sobre las pretensiones de cuestionar los marcos interpretativos del Estado-nación a favor de enfoques que prioricen la perspectiva regional y el rol de la guerra en la formación de los pactos políticos. A su vez adelanta que el proceso de construcción de una fiscalidad estatal estuvo pautado por la consolidación de tres vías relacionadas: la dependencia de las rentas aduaneras, la diversificación impositiva y el crédito mercantil, bajo diversas formas, pero que se expresó mayormente a través de empréstitos o arrendamiento de impuestos. Esas tres vías serán tratadas en profundidad en los capítulos subsiguientes.

En el capítulo 2, Etchechury estudia el nacimiento y consolidación de la fiscalidad en la Provincia Oriental, a través de la orquestación de un sistema financiero con base en Montevideo. Una de las hipótesis centrales, y que marca toda la impronta del libro, es la que plantea que el fin de la administración colonial y las primeras décadas del siglo XIX no conllevaron la disolución de los mecanismos financieros del Antiguo Régimen y su consiguiente suplantación por configuraciones que se suponen modernas. En ese análisis sobre el (nuevo) orden fiscal, el autor evidencia que las nuevas tasas y la incorporación de gravámenes para solventar la fiscalidad de las instituciones republicanas, no constituyeron un plan económico consistente. Por el contrario, la fiscalidad se montó en función de las urgencias que planteaba el contexto y de los propios intereses de las elites comerciales y rurales. Más que una política fiscal el autor presenta distintas transacciones de comerciantes de la plaza montevideana que buscaron un punto de apoyo beneficioso para sus propios negocios, todo ello en combinación con redes locales que tenían un basamento clave en integrantes de los elencos gobernantes.

Ese análisis el investigador lo realiza desde una perspectiva regional que permite entrever la relación entre los acuerdos sociales y económicos locales, en los que se había apoyado el poder de los grupos dominantes de Montevideo, y el vínculo con distintos agentes económicos que oficiaron de prestamistas, pero también de protectores ante los conflictos bélicos. Esos entramados económicos y militares son los que llevaron a una casi invariable relación entre la deuda pública y el gasto militar que ascendió al 30% del presupuesto total de gastos; para hacer la guerra más que armas, fue imprescindible contar con empresarios dispuestos a solventar el esfuerzo militar.

En el capítulo 3, Etchechury estudia el papel monopólico de la intermediación de los grupos mercantiles a través de dos fenómenos: el acopio de moneda metálica- expresado por ejemplo en los intentos por impedir la creación de entidades bancarias o los medios de pago estatales de naturaleza fiduciaria- y los mecanismos y niveles de circulación de las emisiones de deuda interna realizadas en el mercado de crédito de Montevideo entre 1837 y 1857, como forma de analizar los medios de pago en papel y sus ritmos. Este último punto es un elemento novedoso desde el punto de vista historiográfico y un significativo avance en el conocimiento, ya que el autor investiga sobre distintos medios de pago en papel, forma de transacción hasta entonces no considerada por la historiografía local que insistió en el carácter metalista de la circulación monetaria.

El capítulo 4, aborda algunos aspectos de la conformación de las redes de recaudación y administración de rentas públicas por parte de agentes particulares, a través del estudio de los contratos de arriendo impositivo firmados entre las autoridades de Hacienda y los grupos mercantilesestancieros entre 1830 y 1860. A su vez estudia el paulatino pasaje de un sistema de recaudación poblado de intermediarios y agentes fiscales privados a otro relativamente más centralizado, pese a que no abandonó los intereses privados a los cuales incorporó a través de acuerdos que, por momentos, se convirtieron en dispositivos de gobierno y estabilidad social. Con este último punto, el historiador pone en cuestión las perspectivas teleológicas que dan cuenta de una lógica estatal centralizadora. Por el contrario, Etchechury insiste en la confluencia de varios poderes económicos, políticos y sociales, que permiten analizar la formación estatal como la interacción de diversas capas, intereses –públicos y privados- y hasta tempos completamente diferentes.

En el capítulo 5, Etchechury estudia la configuración de las corporaciones de accionistas del alto comercio en las finanzas del período a través de los contratos de arrendamiento de las rentas aduaneras de Montevideo. En el contexto estudiado, pero sobre todo durante la Guerra Grande, el destino de la ciudad-puerto estuvo íntimamente ligado a su Aduana mayor que se convirtió en la única fuente de recursos capaz de brindar las sumas requeridas para abastecer y armar las fuerzas de guerra o un mecanismo utilizado para el salvataje económico. Los contratos firmados entre los sucesivos gobiernos y empresarios privados permiten develar la compleja trama de relaciones sociales que incidió en la situación económica de la provincia.

En el capítulo 6, el autor indaga en los compromisos sobre las rentas públicas, a través del análisis de las distintas obligaciones asumidas por Hacienda durante la llamada Guerra Grande y los reclamos de perjuicios ocasionados por la contienda y presentados ante las autoridades orientales. Una vez más se puede ver la tensión entre los intentos del Estado por imponer sus mecanismos administrativos y la permanente presencia de agiotistas, arrendadores de renta y prestamistas que pelearon una guerra de posiciones a favor de sus intereses. A su vez tanto el análisis de las obligaciones contraídas durante la guerra, como el problema de la fiscalidad no se pueden desprender de los intereses extraterritoriales, inicialmente británicos y franceses, pero que luego de 1851 pasaron a orbitar en torno a los planteos de comerciantes y (sobre todo) terratenientes brasileños.

Por último resta señalar tal vez lo más importante: el libro de Mario Etchechury rebosa erudición –quedan dudas a este reseñador si hay algún texto que no haya leído-, pero es sobre todas las cosas un extraordinario ejemplo sobre cómo debe trabajar cualquier historiador, una demostración de la más puntillosa aplicación de un método que apunta a plantear problemas antes que respuestas y que busca evidenciar el modo en que se construye el conocimiento histórico. Es a su vez un trabajo fundacional que sirve para analizar varios campos (el surgimiento de instituciones centrales, la aparición de una fiscalidad que le dio materialidad a un Estado hasta ahora estudiado a través de los discursos de varios hombres públicos de la época, el mundo de los arrendadores privados y de los servidores del Estado, entre otros) y es, desde ya, un trabajo ineludible para cualquier investigador del período decimonónico.


Resenhista

Nicolás Duffau – Universidad de la República.


Referências desta Resenha

ETCHECHURY, Mario. Hijos de Mercurio, esclavos de Marte. Mercaderes y servidores del estado en el Río de la Plata (Montevideo 1806- 1860). Rosario: Prohistoria ediciones, 2015. Resenha de: DUFFAU, Nicolás. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.2, n.2, p. 303-308, ene./jun. 2016. Acessar publicação original [DR]

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