La persistencia en el exilio. Redes político-intelectuales de los apristas en Chile (1922-1945) | Sebastián Hernández Toledo

La Alianza Popular Revolucionaria Americana ha sido uno de los grandes referentes políticos, intelectuales y culturales del siglo XX latinoamericano. Agrupación política peruana mejor conocida como APRA debido a sus siglas, sus discursos latinoamericanistas y antiimperialistas, su alcance simbólico, la movilidad espacial de sus representantes o su constante temporal, le ganaron un lugar en el mapa identitario de la región. Desde hace ya varios años ha surgido una nueva mirada para estudiar qué fue la APRA: cuáles fueron sus alcances, sus limitaciones y el valor que se le puede asignar dentro de la historiografía contemporánea. Dentro de esta ola de escritos encontramos el libro del novel historiador chileno Sebastián Hernández Toledo, quien analiza de modo crítico, dinámico y transnacional lo que fue la APRA entre 1922 y 1945. La obra propone profundizar en las conexiones entre apristas exiliados y los socialistas chilenos, particularmente la vida pública de los peruanos en el destierro, considerando también cuáles fueron las consecuencias en el país de acogida.

Tiene como propósito partir de dos categorías de análisis: redes intelectuales y recepción. Aunado a un sustento en referentes bibliográficos clásicos del tema y un buen corpus de fuentes primarias, como prensa y repositorios documentales de varios países. Esta publicación consigue, a lo largo de cinco capítulos, mostrarnos la articulación entre la intelectualidad, el exilio y la cultura. Además, el texto cuenta con una interesante narrativa que, en orden cronológico, va desmenuzando varios de los sucesos que simultáneamente concernieron a dichos movimientos políticos y de ideas.

En el primer capítulo “Los inicios del exilio”, encontramos las bases de la APRA. No sólo a nivel social e ideológico, sino el preludio que une a los jóvenes estudiantes con intereses subcontinentales y con las prácticas en el destierro como un medio de sobrevivencia, de exploración internacional e injerencia política. Por supuesto, se retrata la fundación de la APRA (1924) a manos de Víctor Raúl Haya de la Torre (principal dirigente del partido hasta su muerte); así como la inconformidad con varios lineamientos del Comintern, la ruptura del aprismo con el líder socialista José Carlos Mariátegui y con otras fuerzas de izquierda en América del Sur. En cuanto a los sucesos que unieron directamente a ambos países, aparece el conflicto entre Tacna y Arica como un potencializador de redes, opiniones públicas y labores intelectuales, que deviene un primer punto de convergencia para fraternizar. Sumamos que Chile atravesaba por la dictadura de Carlos Ibáñez (1927- 1930), quien deportó compatriotas a Perú. Algunos eran seguidores comunistas y marxistas, por lo que ellos sentarían bases para las futuras redes de la APRA con su país vecino.

El siguiente apartado “Democracia, destierro e insurrección (1930-1932)” se enmarca en las caídas de las dictaduras de Augusto Leguía y Carlos Ibáñez. Ante el inminente cambio de gobierno en el Perú, los exiliados comenzaron a volver a su país, pasando por Chile, aunque sin mucha resonancia debido a la censura. Asimismo, fue una etapa que vio el surgimiento de medios letrados, como las revistas chilenas Atenea o Índice, las cuales retrataron temas de interés común o donde publicaron varios de los escritores peruanos. También se dio la conformación del Partido Aprista Peruano (PAP, 1930), esta plataforma permitió que Haya de la Torre contendiera por la presidencia contra Luis Sánchez Cerro. La derrota electoral y la posterior ilegalidad del aprismo suscitó una nueva ola de exilios, ante la cual, el país vecino del sur resultó un lugar idóneo para refugiarse y donde el protagonismo de los apristas comenzó a crecer. A la par, en Chile se dio el triunfo electoral de Arturo Alessandri (1932) y, aunque para los peruanos el cambio de gobierno no representaba una transformación radical, abría camino a nuevas fuerzas políticas. Prueba de ello fue la creación de la Nueva Acción Pública (NAP), organización socialista y único partido chileno vinculado directamente al APRA. Lo cual nos muestra el flujo de ideas como un espacio de interés y diálogo entre pares.

“Organización austral” es el capítulo que expone el desarrollo de una estrecha relación entre el aprismo y la política chilena, especialmente con el socialismo. Mientras en Chile continuaba la apertura del debate público, en Perú se transitaba de la dictadura de Luis Sánchez Cerro a la de Óscar Benavides. Por ende, el Comité Aprista Peruano en Santiago (CAPS) se convirtió en el centro coordinador del exilio. Hernández Toledo demuestra que, a partir de 1933, hubo una creciente presencia de la temática aprista en Chile, particularmente en prensa. La situación se intensificó cuando, un año después, fueron deportados a Valparaíso cuarenta y cinco personas, muchas de ellas del ala intelectual del PAP. Es interesante que el libro también exhiba las disparidades entre los proscritos, pues algunos, como el escritor Luis Alberto Sánchez, se posicionaron rápidamente en cercanía con la élite y con buenos cargos laborales. Mientras que otros, como el escritor Ciro Alegría, a falta de contactos vivieron –en primera instancia– penurias e imposibilidades para encontrar una buena vivienda o trabajo. Otra clase de distinciones es entre las dos clases de militancias: la de los exiliados con mayor edad y experiencia en el destierro, establecidos en la capital; frente a los jóvenes estudiantes, que se encontraban en Concepción, en el medio universitario y que, sin oponerse a la célula santiaguina, actuaban con cierta autonomía y con medios de difusión propios.

Parte medular de este apartado fue la fundación del Partido Socialista de Chile (1933). El autor indica la existencia de amistades, solidaridades, apropiaciones y emblemas suficientes para afirmar un trazo aprista en el socialismo chileno. Principalmente retoma los símbolos que usaron ambas agrupaciones: las banderas y los himnos. Gracias a estos elementos, podemos ver que, efectivamente, había imaginarios compartidos. A pesar de ello, el Partido Socialista nunca se adhirió oficialmente al PAP. Por último, tenemos los desencuentros entre los apristas exiliados y los radicados en Perú. En 1936 el CAPS apoyó la candidatura del chileno Pedro Aguirre Cerda por el Frente Popular (seguidor de la estrategia de la Internacional Comunista). A pesar de las reacciones negativas, tanto de la prensa de derecha como por parte de Haya de la Torre, dicho respaldo les permitió consolidar su vínculo con los socialistas, ahora en el poder.

En la cuarta parte, “Imprentas políticas del exilio”, encontramos que Chile fue el espacio físico que impulsó la circulación de impresos del PAP. Como Luis A. Sánchez trabajaba en la dirección de la Editorial Ercilla, pudo formar un círculo editorial a favor del APRA. En dicha empresa se empleaban varios desterrados con puestos técnicos, administrativos, de traducción o de dirección (los cargos iban en relación directa a la posición que cada uno tenía dentro del PAP). Como ejemplos del proyecto tenemos a la revista Hoy y la Revista Ercilla. Por un lado, esto contrastaba con la primera etapa editorial de la APRA, hecha en territorio nacional y marcada por tirajes pequeños, de mala calidad y de distribución limitada. Por otro lado, las editoriales extranjeras padecían lo mismo que los impresos apristas en el Perú: censura y prohibición por parte del gobierno, que encontraba en los escritos propaganda subversiva.

El último capítulo “Las grietas del comité aprista de Santiago” expone un quiebre entre la colaboración del PAP y el Comité Aprista en Santiago. Los apristas que habían permanecido en su país de origen tenían una lectura distinta sobre el modo de proceder del partido. Por ejemplo, proponían ejecutar levantamientos militares para derrotar a la dictadura; ante lo cual, buena parte del CAPS condenaba el reiterado uso de violencia, proponiendo en su lugar vías electorales con alianzas estratégicas. Igualmente, muchos de los exiliados se sentían incomprendidos y excesivamente presionados por Haya de la Torre, quien siempre les exigía más creación de publicidad o más lealtad. Para 1942, la energía del CAPS estaba por los suelos y si bien, la disciplina militante no desapareció del todo, sí mermó por un corto periodo de tiempo. El grueso de sus integrantes se enfocó en sus propias carreras profesionales, lo que inevitablemente dio como resultado la suspensión de actividades en Santiago. Dos años después, Haya de la Torre llamó a los expatriados para que retornaran a Perú y participaran del proceso electoral que incluía al PAP en una coalición. Algunos decidieron no volver, pero la mayoría lo hizo y ocupó puestos públicos. Empero, el espíritu crítico también los acompañó en su regreso a Lima, puesto que varios líderes señalaron constantemente los vacíos de su partido, como la exclusión de las mujeres en la política o la progresiva ausencia de un proyecto de izquierda.

En balance, la obra es un estudio sobre la APRA y el exilio entendido como una práctica política. Estos elementos medulares enfocan los encuentros y desencuentros, revelan una realidad compleja alrededor del latinoamericanismo, del socialismo y de la intelectualidad. Poniendo énfasis en las relaciones que peruanos y chilenos construyeron con una evidente influencia bilateral tras décadas de convivencia e intercambio. El libro tiene varios aspectos favorables. Uno de ellos sería la descentralización de la figura de Víctor Raúl Haya de la Torre como sujeto central de la APRA, lo que retoma el valioso aporte de otros militantes y dirigentes apristas que han quedado un poco al margen en la historiografía: Luis Alberto Sánchez, Manuel Seoane, Luis Heysen, entre otros. Un segundo aporte es la relevancia de conceptos claves como Indoamérica, usado para sustentar el quehacer político del partido y para expandir sus redes transnacionales. Como tercera contribución encontramos la censura y la represión como canales de negociación y de acción pública; de la cual surgen resistencias, redes de colaboración y lazos fraternales. Un cuarto punto es el rescate de personajes que están cobrando relevancia a la luz de otros campos históricos, como lo es Magda Portal desde la historia de las mujeres.

Si bien, Hernández Toledo no es el único que hace esta clase de aportes (donde también encontramos las obras de Genèvieve Dorais, Martín Bergel, Iñigo GarcíaBryce, entre otros), se suma positivamente a estas perspectivas novedosas, además de hacer hincapié — crítica y originalmente — en la historia chilena y en la historia del socialismo en Chile. Es, por tanto, una propuesta para repensar los elementos ya clásicos de la historia política e intelectual, para ampliar las reflexiones sobre los procesos que unen a América Latina.


Resenhista

María Fernanda Galindo – Facultad de Historia Universidad Veracruzana, México. Maestra en Estudios Latinoamericanos.


Referências desta Resenha

TOLEDO, Sebastián Hernández. La persistencia en el exilio. Redes político-intelectuales de los apristas en Chile (1922-1945). Santiago de Chile: Biblioteca Nacional de Chile; Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2021. Resenha de: GALINDO, María Fernanda. Secuencia. Reseñas, 2022. Acessar publicação original [DR/JF]

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