La Rojeria. Esbozos biográficos de los comunistas mexicanos | Oscar de Pablo

Los trabajos orientados hacia elaboración de los estudios prosopográficos sobre la izquierda, y, en especial, sobre su sector comunista, merecen una bienvenida. Desde hace décadas existen tradiciones en este ámbito. Los investigadores conocen muy bien el Diccionario Biográfico del movimiento obrero francés escrito por Jean Maitron que luego fue la base para ampliarlo hacia varios volumentes del Diccionario Biográfico del movimiento obrero internacional. A su tiempo aparecieron obras valiosas de M. Drashkovitch y B. Lazitch, de J. Gotovic y M. Narinsky destinados a aclarecer esbozos de la vida de los militantes de la Internacional Comunista. Todos estos trabajos tuvieron una falla tremenda: las biografías latinoamericanas fueron presentados a cuentagotas lo que no debe sorprender dada la escasez de fuentes de archivo En gran medida este defecto fue corregido por varias ediciones del diccionario biográfico de la Comintern en América Latina elaborado por Víctor y Lazar Jeifets, sin embargo, este tampoco evitó una falla significativa: las biografías de personajes claves de izquierda que no tenían que ver con las actividades internacionales de tal o cual Partido Comunista, quedaron fuera del enfoque de los autores. Tarde o temprano la laguna historiográfica debería ser llenada. Ejemplos importantes de los estudios sobre el tema ya aparecieron en Argentina (el diccionario coordinado por H. Tarcus) y Guatemala (el diccionario elaborado por A. Taracena y L. Monteflores). Obviamente, no podría faltar México, el país donde se fundó la primera sección latinoamericana de la Comintern, aparecieron las dos primeras esctructuras continentales de la Internacional Comunista – el Bureau Latinoamericano de la III Internacional y la Agencia Panamericana, donde estuvo la sede del Comité Continental de la Liga Antimperialista de las Américas y de la Liga Nacional Campesina, tal vez, la más influyente asociación campesina en el hemisferio, en la década de los 1920s. México iba acoger a los Bureau del Caribe de la Comintern, del Socorro Rojo Internacional y de la Internacional de las Juventudes Comunistas, sin embargo, el giro ultraizquierdista del PCM, junto con las transformaciones profundas del regimen pos-revolucionario prevenieron esto. En los 1930s la izquierda tuvo nuevo auge, esta vez como fuerza aliada del gobierno nacionalista revolucionario de Lázaro Cárdenas, pero, en poco tiempo, el alza fue seguida por la baja y la marginalización de los comunistas dentro de los sindicatos, las purgas masivas dentro del PCM y su división en varios partidos de tendencia comunista. A lo largo de varias décadas, los comunistas no lograron restablecer su unidad y solamente en 1978 pudieron fundar el Partido Socialista Unificado de México. Al mismo tiempo, incluso divididos, los comunistas escribieron varias páginas gloriosas de su historia, como el movimiento ferrocarrillero de 1958-1959 y las protestas estudiantiles de finales de los 1960 e inicios de los 1970s. En 1989-1990 la izquierda comunista sumó sus esfuerzos a varios otros sectores dando inicio al Partido de la Revolución Democrática. La aparición del libro de O. de Pablo, en 2018, es muy simbólico, ya que coincide con el primer triunfo contundente de la izquierda en las elecciones presidenciales y legislativas en la historia de México.

Toda aquella historia es inseparable de las biografías de varios centenares de militantes muy distintos que contribuyeron a la evolución del PCM y a sus relaciones con otras fuerzas políticas, dentro y fuera de México. Estos “esbozos” escritos por O. de Pablo (algunos ya habían sido publicados por el autor en la revista Memoria editada por el Centro de Estudios de Historia del Movimiento Obrero y Socialista) son, ciertamente, relevantes: abarcan biografías de personeros como las fundadoras del Consejo Feminista Mexicano (Estela Carrasco y Elena Torres Cuellar); de unos de los primeros comunistas (que pronto dejarían el movimiento) Diego Aguillón y Nicolás Cano; de los dirigentes de las ligas campesinas Úrsulo Galván y Manuel Almanza; del movimiento ferrocarrillero, Demetrio Vallejo y Miguel Aroche Parra; de varios dirigentes del PCM de antes y de después la Segunda Guerra Mundial; del Partido Obrero y Campesino de México, de Acción Socialista Unificada (Rafael Carrillo Azpeitia, Hernán Laborde, Valentín Campa, Dionicio Encina Rodríguez, Arnoldo Martínez Verdugo, Alejandro Martínez Camberos, Carlos Sánchez Cárdenas, Othón Salazar Ramírez, Román Danzos Palomini, Alberto Lumbreras Narvaes y muchos otros). Por primera vez en la literatura se nombra el segundo apellido de Elena Torres Cuellar y Miguel Ángel Velasco Múñoz. O. de Pablo investigó y recopiló los pormenores de etapas de la vida de varios militantes, antes dispersos en distintos libros y artículos. Obviamente, las biografías son muy diferentes en tamaño. Mientras algunas son de seis-ocho páginas, otras apenas cuentan con un par de párrafos. Es fácil de entender que el papel desempeñado por los personajes no era igual, y nunca es fácil obtener datos biográficos. De hecho, es una lástima que el autor no presentara los esbozos sobre militantes de cuya vida hay solo unos escasos datos. Si O. de Pablo hubiera escogido este camino, el valor de su obra inevitablemente crecería, porque no solamente permitiría presentar el rostro personal de la izquierda y del Partido Comunista, sino serviría de base para hacer análisis cuantitativo y cualitativo de las actividades de los militantes, destacando los aspectos comunes y diferentes en sus biografías. Pero aún asi el diccionario es una contribución notable. El valor de ese tipo de obras es inmenso para la elaboración de historias comprehensivas de la izquierda y/o de su sector comunista, muchas de las cuales todavía están por venir. México representa uno de estos casos. De un lado, ya en los 1980s aparecieron trabajos detallados de P.I. Taibo II y otro editado por A. Martínez Verdugo. En los 1990-2000s, les siguieron los estudios de B. Carr, D. Spenser, R. Ortiz Peralta, H. Crespo, I. Reynoso Jaime, V. Jeifets, entre otros académicos. Estos libros, o terminan con los eventos de inicios de los 1940s, o tienen un carácter general y apenas se refieren a los aspectos regionales y personales de la historia del PCM. Desafortunadamente, la obra de O. de Pablo no solamente tiene muchos logros, sino también padece varias fallas, algunas inexplicables. En la p.16 el autor afirma que José Allen, uno de los fundadores del PCM y su primer Secretario General, “fue único vínculo entre la fundación del partido, en noviembre de 1919, y su desarrollo posterior”, “dado que los demás cuadros fundadores abandonaron el país o la militancia”. No es muy exacto. A inicios de los 1920s otro militante, Rafael Mallen, uno de los primeros comunistas, también formaba parte del CN del PCM. Pero su esbozo biográfico ni siquiera aparece en el libro.

En la p. 49 O. de Pablo hace referencia a la misión realizada por Russell Blackwell en Honduras por encargo de la Comintern. Sin embargo, nunca fue enviado por el CE de la Comintern, sino por el Partido Comunista (Obrero) de América, y no solamente a Honduras, sino por toda América Central. En el esbozo, del emisario cominternista M.M. Borodin, un error sigue a otro. Para empezar, indicaremos que su apellido verdadero fue Gruzenberg y no “Gunzberg”, hecho que se conoce desde décadas. Obviamente, Borodin no podría ingresar en el Partido Social-Democrático en Rusia, porque tal Partido nunca existió. El que hubo se denominó Partido Social-Democrático Obrero. En la pag. 56 el autor afirma que Borodin fue desterrado a Siberia donde murió el 29 de marzo de 1954 siendo rehabilitado postumamente en 1945. De hecho, nunca fue enviado a Siberia porque falleció en una celda en Moscú tras ser golpeado brutalmente durante un interrogatorio; tampoco podría ser rehabilitado en 1954. Este proceso empezó en 1956, tras el XX congreso del PCUS. O. de Pablo nos cuenta unas historias fantásticas que poco tenían que ver con realidad: “En 1918 se trasladó a Petrogrado. Por su conocimiento del inglés, fue asignado al trabajo internacional. En ese lugar, el consul mexicano en Petrogrado había abandonado su puesto, dejando sin protección los papeles y sellos oficiales del consulado. Así, en 1919, Borodin aprovechó la occasion para elaborar pasaportes mexicanos para varios agentes de la Comintern incluyéndose a sí mismo”. Lo único que es cierto en el texto citado es la fecha de regreso de Borodin a Rusia Soviética y el hecho de haber sido enviado al trabajo en el extranjero. El pasaporte diplomático le fue entregado por el consul honorífico mexicano en Moscú, B. Blidin, y este asunto fue arreglado entre Blidin y el vice-comisario de relaciones exteriores León Karaján. Borodin mismo no tuvo nada que ver con la fabricación del pasaporte. Esta historia fue hace tiempo aclarada en varios textos. En la p.54 O. de Pablo repite un cuento viejo sobre la desaparición de un compañero de viaje de Borodin, a quien el emisario de la III Internacional había supuestamente encargado una maleta con joyas escondidas bajo en fondo falso. Por alguna razón el autor no hizo caso al destino del valioso asunto, a pesar de que este fue investigado dentro del PC ruso en 1921-1923 y varias veces fue analizado por la historiografía. Según la mayoría de los materiales obtenidos, las joyas sí fueron recuperadas. En la p. 103 el autor se refiere al emisario cominternista en México “Floreal” (Ramón Casanellas Lluch). No obstante, el comunista español fue enviado al país por la Internacional Sindical Roja. J. Sheimbaum (“A. Ramírez”) a quien se hizo una referencia en la p. 242 no se apellidaba así, sino J. Sheinbaum Abramovitz. Este error es aún menos explicable tomando en cuenta que la nieta de Jonas Sheinbaum, Claudia, participa activamente en la vida política de su país y hace poco fue electa Jefa del Gobierno de la Ciudad de México. Su nombre no abandona las páginas de los medios. Por cierto, en el libro faltan los esbozos biográficos de Jonas Sheinbaum, asi como de su hermano, Solomón. Este ultimo personaje apenas tuvo experiencia -menos de un año- de participación en los trabajos del PCM, pero “A. Ramírez” sí fue uno de los personajes ilustres en la historia del Partido.

En la p. 263 el autor nos cuenta sobre Manuel A. Romero. Sin embargo, en otras partes del libro figura con otro nombre, “Gastón Lafarga”, lo que lleva a una confusión.

En la p.99 O. de Pablo afirma que Felipe Carrillo Puerto fue uno de los fundadores del Buró Latinoamericano de la III Internacional, lo que no es cierto. Efectivamente, Carrillo Puerto solamente se sumó a las actividades del Buró unas semanas después de su aparición. Pablo Bodar (Pablo Palos), de quien se hace referencia en la pag. 133, se llamaba en realidad David Pablo Boder (Mijelson). En el esbozo de D. Encina (p. 143) se omite el hecho de su viaje (junto con J. Fernández Anaya) con fines de organización por los países centroamericanos (viaje que sí fue mencionado en la biografía de Fernández Anaya). En el esbozo de Fernández Anaya, a su vez, no se menciona que estudió en la Escuela Leninista Internacional, durante su estancia en Moscú. El autor tampoco cuenta que Yuly Rozovsky (“Julio Gómez”), tras su deportación de México, trabajó durante años en el aparato de la Comintern. Este detalle se conoce desde hace más de 40 años. Jules Humbert-Droz (¡y no Jules Hubert Dorz como lo llama O. de Pablo!) no fue expulsado del PC de Suiza por alinearse con la oposición bujarinista (p.533). Efectivamente, fue destituido del CEIC en 1929, sin embargo, tras presentar su “autocrítica”, fue enviado a España como jefe de una delegación del CEIC, en 1930-1931. Luego, fue secretario político del PCS (desde 1936) y su presidente, desde 1939. Fue expulsado solamente en 1943, lo que no tuvo que ver con el antiguo apoyo a Bujarin. El ex-Secretario General del PCM, Rafael Carrillo no fue a Cuba con encargo de la Comintern, sino fue enviado por el Buró del Caribe, Moscú no estaba ocupándose de estos detalles. La esposa de Ch. Phillips, Natalia Mijailova, no tenía origen polaco, como afirma el autor, sino ruso. Para nada se puede entender la lógica del autor al incluir varios esbozos. Claro que Edgar Woog (quien fue militante del PCM antes de convertirse en asesor de la Comintern) merece su lugar en la obra. Sin embargo, ni Borodin, ni Casanellas Lluch, ni tampoco Sen Katayama y Louis Fraina, fueron miembros del PCM, sino emisarios de la III Internacional. El libro no se llama “El comunismo mexicano y la Comintern”, sino “Esbozos biográficos de los comunistas mexicanos” (lo que limita en cierto modo la selección de biografías). Además, si el autor optó por incluirlos ¿por qué no hizo lo mismo con Mijail Grollman (“Pedro”), Victorio Codovilla, Witold Lovsky y Ennio Gniudi (“Orestes”), que contribuyeron muchísimo a los dramáticos giros del PCM ? Por alguna razón poco entendible O. de Pablo decidió presentar los esbozos biográficos de los diplomáticos de la URSS, Stanislav Pestkovsky y Alejandra Kollontai (que tampoco fueron miembros del PCM), pero omitió los de otros diplomáticos soviéticos: Alejandro Makar y León Jaikis (aunque este último, al parecer, estuvo preparándose para regresar a México bajo un nombre falso de “Nicolás León (Ramírez)”. Claro que Diego Rivera y Manuel Rodríguez merecían su espacio en el libro, porque fueron personajes importantes dentro del PCM antes de simpatizar con la Oposición Internacional trotskista. Pero esto no fue el caso de Fausto Davilo Solis, Grandizo Múñoz, Victor Serge, Natalia Sedova y del mismo Lev Trotsky, ni tampoco el del militante del POUM, Julián Gorkin. Más lógico era presentar la biografía del trotskista cubano Sandalio Junco, quien trabajó algun tiempo en el PCM e, incluso, fue enviado por los comunistas mexicanos a la Escuela Leninista Internacional. Pero su esbozo no figura en el libro. La misma referencia habría que hacer respecto a varios otros personajes de este diccionario: Margarita Nelken fue miembro del PC de España, Benjamín Peret militó en el Partido Comunista do Brasil y luego fue trotskista; Gustav Regler y Otto Rüle, antes de exiliarse en México, militaban en el PC de Alemania, sin embargo, ninguno de ellos se convirtió en miembros del PCM. Si el autor usa como criterio la interacción entre el PCM y tal o cual personaje, no se puede entender por qué el diccionario no contiene biografías del miembro del CC del PCE, Pedro Martínez Cartón (a quien la Comintern iba a enviarlo a América Latina, como consejero, a los PP.CC., y quien, según algunos datos disponibles, participó en la preparación del asesinato de Trotsky en 1940). Martínez Cartón, además, fue administrador del editorial Industrial Gráfica en México y uno de los dirigentes del periódico España Popular. Antonio Mije García, el prominente dirigente comunista español y uno de los líderes de la diaspora republicana española en México, fue miembro del Presidium del I Congreso Extraordinario del PCM (1940) en el que Hernán Laborde y Valentín Campa fueron expulsados del Partido, pero tampoco fue incluido en el libro. Varios personajes del diccionario militaron en el Partido Popular, y luego, en el Partido Popular Socialista (Vicente Lombardo Toledano, Narciso Bassols, Marcina Rabadán Santana, Jacinto López Moreno), y ninguno de ellos había sido comunista. El diccionario contiene las biografías de los lombardistas Enrique Ramírez-y-Ramírez y Jorge Cruikshank: su presencia es justificada, ya que ambos habían sido militantes prominentes del PCM. J. López Moreno, a su vez, fue miembro del PP y PPS y luego adhirió al Movimiento de Liberación Nacional fundado por L. Cárdenas. Si su biografía aparece en las páginas del diccionario sobre los comunistas, ¿porque no incluir entonces al mismo L. Cárdenas y a Ramón P. Denegri quien había mantenido contactos estrechos con la LNC y el PCM? Volvemos a repetir: el diccionario se titula “Los comunistas mexicanos” y no “Los militantes de la izquierda mexicana”. Por razones inexplicables, el autor no publica biografías del Heliodoro Hernández Loza (miembro del PCM y delegado de la Confederación Sindical Unitaria de México al IV Congreso de la Internacional Sindical Roja, y luego, militante en el PRI), de Gustavo Machado (comunista venezolanomexicano y personaje importante en el Comité “Manos Fuera de Nicaragua!” y en la CSUM), de José Encarnación Pérez, Rolando Garin Álvarez, Amelia Villalba, de los miembros del Buró Mexicano de la Comintern, Jose Rubio, Sebastián San Vicente y Martin Paley (William Simons). El diccionario contiene una biografía de Leonardo Arenal, pero no de su hermana, Angélica Arenal Bastar (miembro del PCM desde 1933 y militante de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, miembro del Comité del PCM en la Ciudad de México), del delegado del PCM al IV Congreso de la ISR, José Díaz Ortiz, del único delegado latinoamericano en la conferencia sindical en Hankow (China) y miembro del CE de la CSUM Erasmo Gómez, del secretario de la sección mexicana del Comité “¡Manos Fuera de Nicaragua!” Marco Arturo Montero y de varios otros personajes relevantes de la historia del PCM. Desconocemos las causas por las cuales O. de Pablo no menciona las fichas biográficas de los estudiantes mexicanos Álvaro Díaz (miembro del CC de la JC), y Benito Hernández (dirigente regional del PCM en Orizaba), del miembro del CC del PCM y dirigente de la sección mexicana de la LADLA, Enrique Flores Magón (expulsado del PCM junto con D. Rivera en 1929, sin embargo, participó posteriormente en el Frente Amplio Antimperialista, fundado por los comunistas). El libro contiene la biografía del muralista Leopoldo Mendez, sin embargo, no hay referencias a otros muralistas Pablo (Paul) O’Higgins y Antonio Pujol Jimenez (ambos militaban en el PCM, y Pujol, además, fue enviado por el PCM a las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española). EL autor publica la biografía del estadounidense Bertrame D. Wolfe, un cuadro destacado del PCM, pero no menciona a su esposa Ella, quien también militó en el Partido Comunista de México.

A lo mejor, O. de Pablo tuvo razones importantes para tal selección de las biografías, sin embargo, no explica los criterios usados para escoger tales o cuales personajes. Nos asombra y da una lástima la escasez de referencias bibliográficas usadas por el autor (17 monografías y artículos, más unas 20 antologías documentales y memorias de protagonistas). Además, el autor logró confundió los nombres de varios de ellos (García Mudo, en vez de García Mundo, Olivia Gal, en vez de Olivia Gall, Lazar y Víctor Jelfets en vez de Lazar y Víctor Jeifets). El libro de A. Arenal (la viuda de D.A. Siquieros) para nada es un trabajo histórico, sino de memorias. Parece obvio que varias de las biografías no fueron fruto de investigaciones del autor en los archivos, sino que se basaron en trabajos publicados previamente; sin embargo, varios de ellos no fueron mencionados. Varios datos que figuran en el diccionario solo se podían obtener en las carpetas personales de los militantes del PCM resguardados en el Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política. Según entendemos, O. de Pablo nunca investigó estos acervos. En algunas biografías efectivamente hace referencias a las obras de B. Carr y P.I. Taibo II, sin embargo, nunca se refiere a otros autores, cuyos trabajos sirvieron de base para la investigación. Sin duda alguna, O. de Pablo hizo una contribución considerable para llevar al lector al mundo de la historia del comunismo mexicano vía estudios prosopográficos. Se le debe felicitar por ello. Ha hecho un gran trabajo que, sin embargo, le falta un razgo importante para ese tipo de libros: la municiosidad. El diccionario, seguramente será útil para los que se interesan en la historia de la izquierda latinoamericana y, sobre todo, mexicana. No obstante, en muchos casos, no podrá ser fuente básica para investigaciones posteriores.


Resenhistas

Víctor Jeifets

Lazar Jeifets


Referências desta Resenha

PABLO, Oscar de. La Rojeria. Esbozos biográficos de los comunistas mexicanos. México DF: Penguin Random House, 2018. Resenha de: JEIFETS, Víctor; JEIFETS, Lazar. Un diccionario biográfico controvertido. Revista Izquierdas, 49, 2020. Acessar publicação original [DR/JF]

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