Los que dijeron No. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973 | Jorge Magasich Airola

El colega e historiador chileno radicado en Bélgica, Doctor en Historia por la Universidad Libre de Bruselas y académico del Institut des Hautes Études des Communications Sociales (Bruselas), Jorge Magasich Airola, me ha obsequiado su último trabajo intitulado Los que dijeron No. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973. Motivado por la conversación con Jorge Magasich y por la lectura misma del libro, osaré reseñar el trabajo antes citado.

A manera de presentación, ¿qué podemos decir y comentar? Desde el punto de vista formal y estructura del trabajo (más allá de la introducción y conclusiones) en sus más de 800 páginas distribuidas en VII capítulos y en dos volúmenes hay un profuso e interesantísimo trabajo de fuentes y bibliografía, entre las cuales podemos mencionar la revisión de los procesos judiciales, prensa de la época, memorias, y entrevistas (historia oral) a los protagonistas directos (uniformados y civiles) de los hechos. Pero además de aquello, el trabajo de Magasich Airola nos introduce en la historia más reciente de nuestro país y específicamente en uno de los episodios olvidados y tergiversados de nuestra historia reciente, como es el caso del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973.

En ese contexto, durante muchos años, gran parte de la población y en forma especial las nuevas generaciones se fueron formando bajo el alero de lo que algunos denominaron “la historia y memoria oficial de Chile de los últimos años”, donde estos dos componentes, memoria e historia, convergían en un solo pensamiento, el de carácter oficial e institucional. Nos estamos refiriendo a lo que comenzó a escribirse tras el Golpe de Estado de 1973.

Así, el volumen uno comprende en sus primeras líneas una mirada analítica y critica a las fuentes históricas, centrando el relato en cómo una determinada prensa y revistas del período (coyuntura 1973), al momento del Golpe de Estado fueron un instrumento fundamental de legitimación de la intervención militar. Lo mismo ocurre –agrega el autor– con las llamadas memorias de importantes protagonistas del período; es el caso de José Toribio Merino, Ismael Huerta, Patricio Carvajal y Sergio Huidobro Justiniano

Para Magasich, la idea postgolpe de Estado fue buscar y elaborar un constructo histórico que tuviera como objetivo demostrar a la ciudadanía y al mundo las condiciones de anormalidad institucional en que nos encontrábamos, lo cual serviría entre otras cosas para dar un aura de legitimidad a la intervención de los militares. Así, en las primeras líneas del texto, el autor expone una serie de publicaciones, reportajes y noticias difundidas en la prensa de la época. Instituyéndose en la obra más gruesa que compiló todos los planes siniestros de la Unidad Popular, el apócrifo Libro Blanco del Cambio de Gobierno en Chile. Este es sin duda el mayor esfuerzo publicitario desarrollado desde las esferas del poder en los meses posteriores al golpe.

Lo que se concibió fue una campaña propagandista que levantó una serie de mitos y leyendas en torno al gobierno de la Unidad Popular y a la figura de Salvador Allende, siendo uno de los trabajos más significativos del período la elaboración de un famoso y exterminador “Plan Z”, con la idea de llevar a cabo un autogolpe al mejor estilo comunista (pp. 19 a 57).

Avanzando en la lectura, los primeros dos capítulos se constituyen en un antecedente histórico del tema naval; así, el capítulo 1 da una mirada global a las principales revueltas navales del siglo XX, mientras que el capítulo 2 centra su análisis en la historia de la marina chilena. Dentro de este capítulo, podemos destacar el “Bandejazo de 1961 en la Escuela de Ingeniería”, como expresión clara del descontento al interior de la institución. “Para el sargento Cárdenas, más que la calidad de la comida, la causa de la revuelta es el trato. Por entonces los atropellos son frecuentes: suelen llamar a formar para luego hacerles arrancar el pasto del patio con sus manos” (vol. I, pp. 239-240).

A contar del capítulo 3 entramos a lo medular y sustancial de la investigación. Se inicia con la Armada el año de la elección presidencial de 1970. Con motivo de la elección del 4 de septiembre, se había producido una notoria diferencia de opiniones. Por una parte se encontraba la oficialidad proclive al candidato derechista Jorge Alessandri y por otro lado, la suboficialidad de tendencia centro-izquierda simpatizante de la candidatura de Salvador Allende y de Radomiro Tomic. Así se pudo constatar que cuando el candidato Alessandri se iba imponiendo en los cómputos, se apreció a todos los oficiales contemplando los resultados, pero cuando la votación comenzó a revertirse a favor de Salvador Allende, los televisores empiezan a apagarse y los rostros comienzan a cambiar, apareciendo un seño más fruncido, en una clara muestra de descontento y enfado. Mientras tanto, algunos jóvenes marinos exclamaban ¡Viva el compañero Allende! En otras palabras, la coyuntura 1970 había exteriorizado un evidente conflicto de clases entre la oficialidad y el personal de tropa (vol. I, pp. 280 a 286).

Después de un buen primer año de gobierno, con índices económicos muy alentadores y con un respaldo ciudadano mayoritario obtenido en las elecciones municipales de abril de 1971, el año 1972 aparecen los problemas, situación que llegó a su punto más crítico con el paro de camioneros en octubre de ese año. Por aquellos agitados días, un grupo de civiles, opositores al régimen estableció contactos con el almirante José Toribio Merino con el propósito de plantearle la posibilidad ante la grave crisis que se estaba viviendo de una intervención militar, a lo cual Merino respondió que no era factible, principalmente porque a esas alturas no se contaba con ningún plan y programa a realizar de producirse el derrocamiento del gobierno. Sin embargo, producto de este acercamiento va a surgir la idea de estructurar un plan económico que posteriormente sería conocido como el “Ladrillo”; base económica del gobierno de Pinochet (vol. I, p. 337).

Algunos de los hombres que tuvieron participación en aquella medida fueron el ex capitán de navío Roberto Kelly, su amigo el sociólogo Emilio Sanfuentes Vergara, vinculado al mundo empresarial, gremialista y cercano a algunos marinos, y los economistas Sergio de Castro, Pablo Barahona y Álvaro Bardón. Paralelamente a aquellos movimientos, el ex dirigente nacionalista Roberto Thieme y su movimiento el Frente Nacionalista Patria y Libertad iniciaron toda “una campaña de sabotaje en la electricidad, caminos y combustibles, cortando flujos de cargas o mercancías a través de atentados contra ferrocarriles o puentes. Todas estas acciones eran dirigidas y organizadas por oficiales superiores de la Armada de Chile que estaban complotando contra Allende.

Será –entonces– en la coyuntura de noviembre de 1972, cuando las aguas al interior de la Armada comenzaron a agitarse de manera más fuerte, tanto para aquellos oficiales que exteriorizaban su rechazo a la Unidad Popular, como de aquel personal de tropa identificado con Allende, el gobierno y que ven ante sí cómo se comienza a fraguar la intentona golpista (vol. I, capítulo IV).

Desde el año 1972 y en distintas unidades navales, la tropa percibe cómo la oficialidad prepara el golpe de Estado. Los marinos, en su mayoría partidarios de Allende, responden organizando grupos antigolpistas en casi todas las unidades de la Armada. Resueltos a defender el gobierno de Allende y a resguardar la legalidad, estos grupos de marinos y operarios de Valparaíso y Talcahuano establecen contactos con los partidos de izquierda e informan de la conjura en marcha. A comienzos de 1973 organizan una reunión de coordinación para oponerse al golpe y, al mismo tiempo, reflexionan sobre la democratización de la Marina. Esta reunión se efectúa en el restaurante “Los Pingüinos” y ahí surge el debate entre los “anticipacionistas” y los “reaccionistas”. Al respecto, Jorge Magasich nos dice: “El encuentro toma la forma de una cena de camaradería entre marinos, de un “patache”. Van de civil y se organizan para llegar de uno a la vez. La fecha de la reunión no pudo ser establecida con precisión, pero se efectúa en los últimos días de febrero o los primeros de marzo de 1973.

Los recuerdos de los participantes son similares pero no idénticos. Es seguro que discuten sobre la cuestión esencial de cómo oponerse al golpe: reaccionando cuando se produzca o anticipándose para evitarlo. El debate se personifica entre Víctor López y Julio Gajardo, por una parte, y Juan Cárdenas, por la otra”. Mas adelante agrega: “La reunión de los Pingüinos será la única reunión ampliada de marinos antigolpistas donde se juntan buena parte de los grupos, aunque no todos; faltan algunos grupos de las escuelas de especialidades y de Asmar. Los grupos no se dan una estructura ni organización, simplemente ahora tienen conciencia de formar parte de un movimiento” (vol. I, pp. 402 a 405).

El volumen 2, se sumerge en los últimos meses antes del golpe. Esta parte del libro narra desde las acciones que pretender llevar adelante algunos marinos en pos de evitar el Golpe de Estado, pasando por el comienzo de las primeras detenciones durante el mes de junio de 1973, el proceso judicial que se lleva contra civiles y uniformados y las torturas y flagelaciones a las cuales son sometidos los marinos y operarios detenidos.

Retomando algunos de estos puntos, hacia julio de 1973 los marinos comprenden que serán forzados a participar en el golpe. ¿Qué hacer? Los grupos de la Escuadra esbozan un plan de ocupación preventiva de los buques para sustraerlos al golpe. Luego, un grupo de ellos organiza las célebres reuniones con el jefe del MAPU, Oscar Guillermo Carretón y con los jefes del PS Carlos Altamirano y del MIR Miguel Enríquez (vol. II, pp. 83 a 108). Entre julio y agosto, los servicios de inteligencia naval detectan estas acciones y comienza una ola de detenciones tanto en Valparaíso como en Talcahuano, al mismo tiempo se inicia la apertura del proceso contra los marinos y los dirigentes políticos. Pese a las denuncias de tortura abrumadoras, los partidos de derecha las descalifican como “presuntas”, la Armada las niega y el gobierno de la Unidad Popular expresa su preocupación antes estos hechos (vol. II, capítulo VI).

El capítulo 7, intitulado “Proceso, balance y epílogo”, en sus primeras líneas intenta aproximarse a cuánto sería el número de marinos antigolpistas distribuidos en las diferentes unidades. Lo que sí está claro es “Que los datos objetivos indican que los marinos condenados o despedidos de la Armada en 10 procesos son 88. Casi todos ellos participaban en alguna organización antigolpista. Los marinos organizados eran por supuesto muchos más. El número de marinos detenidos se sitúa entre 200 y 300…” (vol. II, pp. 301-302).

A lo anterior se agrega la situación de los marinos en cárceles y campos de concentración, lo cual da origen a los comités de familiares encargados de prestar apoyo. “Los familiares de los marinos, además de asegurar la supervivencia de la familia, van a desarrollar una actividad constante para consolar las penas, mejorar las condiciones de detención y obtener las visas, soportando los controles corporales denigrantes en cada visita a la cárcel” (vol. II, p. 312).

Las siguientes líneas describen la continuación del proceso contra los marinos, pero esta vez bajo la dictadura militar. El escenario se hace más duro y difícil, puesto que los abogados que asumieron la defensa de los marinos están presos o exiliados, teniendo que asumir la defensa otros juristas específicamente del Servicio de Asistencia Judicial del Colegio de Abogados de Valparaíso. En medio de aquel ambiente, el entonces y recientemente nombrado embajador de Noruega en Chile, Fröde Nielsen, se interesa por la situación de los marinos. “A partir de 1975, acompañado por un profesor de la Universidad de Oslo, visita a menudo a los marinos en la cárcel de Valparaíso, ayudándolos con medicina u otras cosas. El embajador coordina su acción con las embajadas de Suecia y Bélgica, que dan visa a los marinos” (vol. II, p. 322).

Pero el movimiento de los marinos antigolpistas no se reduce solo a aquello; por el contrario, a su accionar de oponerse al golpe se agregan algunas demandas, por ejemplo: “La misma alimentación para todos (rancho único); Supresión del uniforme y de los saludos militares obligatorios fuera del trabajo; Absoluta libertad de lectura y regulación de los allanamientos a los cajones individuales; Participación de la tropa en la evaluación del personal; facilidades para proseguir estudios dentro o fuera de la marina; fin del maltrato y de los castigos absurdos; Derecho de asociación y de sindicalización; Derecho a voto, Fusión de la Escuela Naval y de la Escuela de Grumetes en una Escuela náutica, donde los mejores calificados accedan al mando (escalafón único) (vol. II, p. 387).

Otro de los puntos significativos a los cuales el autor hace referencia es a la mentada “infiltración” de la izquierda en la marina; al respecto señala: “De las cuatro acepciones que la Real Academia da al término “infiltrar”, las dos que se aproximan a nuestro tema son: “Infundir en el ánimo, ideas, nociones, doctrinas” e “introducirse en un partido, corporación, medio social, etc., con el propósito de espionaje, propaganda o sabotaje”.

No se conoce ningún caso de alguien que haya ingresado a la Marina con tales objetivos. Los marinos antigolpistas se inscribieron en la Escuela de Grumetes, adolescentes, con la finalidad –menos espectacular– de adquirir una profesión y un empleo.

La idea fundamental de los marinos antigolpistas era que la Armada debía ceñirse a la ley y hacerla respetar; una idea difícilmente asimilable a doctrinas foráneas inducidas por infiltrados. En un sentido estricto, fueron más bien los partidarios de “deponer” al gobierno los que debieron introducir en la Armada sus posturas golpistas” (vol. II, p. 393).

Estos y otros episodios podemos encontrar en la obra de Jorge Magasich y tal como lo señala el autor en las primeras y últimas páginas del texto, su objetivo es “Hacer entrar el movimiento de los marinos antigolpistas en la Historia es el primer objetivo de este trabajo. Pese a ser un episodio fundamental del período, es poco conocido y no ha sido objeto de investigaciones de largo aliento, tal vez a causa de su posible impacto sobre la actualidad” (vol. I, p. 17).

“Así la gesta de los que dijeron “No” en 1973, arriesgando todo, motivados por una sociedad más social y democrática y por la sumisión de los militares a la Constitución y la Ley, podrá ser una referencia mayor para organizar instituciones armadas ciudadanas, que aparten definitivamente toda deriva golpista” (vol. II, p. 409).

Sin embargo, y como todo trabajo historiográfico, contiene algunas omisiones y errores puntuales que en nada restan mérito a la investigación o bien alteran su contenido. Un par de ejemplos, al señalar el nombre del abogado penquista que tiene a cargo la defensa de los marinos de Talcahuano, Magasich señala que es Pedro Henríquez, siendo que su apellido es Enríquez sin H. Además, señala que algunas de las reuniones de los marinos con civiles se desarrollaron en sus casas de Hualpencillo o en las poblaciones Las Condes o Perales; el punto es que no existe Las Condes, sino que Los Cóndores en Talcahuano.

Creemos que existe una mayor profundidad en la prospección y análisis de los acontecimientos ocurridos en Valparaíso, omitiendo –a nuestro entender– lo ocurrido en otras reparticiones navales, como el caso de Asmar en el puerto de Talcahuano, donde también se dio un importante y significativo movimientos de marinos antigolpistas, siendo uno de los casos más emblemáticos el de Octavio Ehijo Moya. Con seguridad éste y otros casos quedarán para una próxima investigación.

Finalmente, a manera de conclusión y reflexión de la lectura del texto, podemos agregar que a estos marineros se les acusó del delito frustrado de sedición, aplicándoles el Código de Justicia Militar Artículos 272 y 274. Pero alguien puede negar a estas altura de los años, que así como existieron políticos y civiles de izquierda interesados en acercar posiciones e intercambiar información con hombres de uniforme, también había activistas, políticos y empresarios de oposición o de derecha que desde hacía meses, más específicamente desde octubre de 1972, estaban trabajando y coordinándose con oficiales de la Armada, tanto en retiro como activos para llevar adelante un Golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende. Entonces, la pregunta que dejamos planteada es: ¿Por qué no se detuvo o se procesó a esos personeros de derecha u oposición por sedición e intento de infiltración en las filas de la Armada? O es que la sedición solo corre para un lado, en este caso para la izquierda.


Resenhista

Danny Gonzalo Monsálvez Araneda – Universidad de Concepción.


Referências desta Resenha

AIROLA, Jorge Magasich. Los que dijeron No. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973. Santiago: Lom Ediciones, 2008. 2 volúmenes. Resenha de: ARANEDA, Danny Gonzalo Monsálvez. Cuadernos de Historia. Santiago, n.29, p. 175-179, Septiembre, 2008. Acessar publicação original [DR]

                

 

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