Os impérios ibéricos e a globalização da Europa (séculos XV a XVII) | BartoloméYun Casalilla

1 El autor, que desde hace varias décadas ha investigado sobre la historia del Imperio español, aborda ahora una comparación entre los dos primeros poderes globales: los imperios español y portugués. El libro está basado en ideas expuestas en su Marte contra Minerva (Madrid: Crítica, 2004), a las que se añaden discusiones teóricas más recientes. Esta edición en portugués es una traducción de una versión en inglés publicada en 2019. Esta historia global de los imperios ibéricos gira en torno a tres temas principales: (i) una evaluación de la leyenda negra; (ii) una crítica de recientes explicaciones neoinstitucionales; (3) la globalización vista desde los mundos ibéricos. Estos tres temas guían al autor en su interpretación del ascenso de los estados ibéricos a la preeminencia global, y las consecuencias que este proceso desencadenó en los equilibrios domésticos. El autor examina algunas narrativas que atribuyen a España y Portugal una imagen de atraso económico. Además, busca explicar el ascenso de las potencias ibéricas no como casos excepcionales, sino como vías alternativas a la modernidad. En esta línea, Yun ofrece explicaciones alternativas sobre los procesos de construcción del Estado desde la perspectiva del sur de Europa.

2 Comparaciones entre ambos imperios se hacían necesarias. En general, el desempeño económico de los estados ibéricos es evaluado desde la óptica de las economías más avanzadas del norte. Tal vez, esta podría ser la única razón por la que el libro debería ser bienvenido. Sin embargo, existen más. En primer lugar, Yun tiene un vasto conocimiento historiográfico. La bibliografía citada demuestra la erudición del autor (en particular, sobre el imperio español), pero además muestra su conocimiento actualizado de la historia económica global. En un momento en que prevalece un exceso de especialización, esto debe ser elogiado. Por otra parte, la perspectiva de larga duración empleada no es menos elogiable. En efecto, no es un esfuerzo menor el comparar dos imperios en un lapso de dos siglos. Por último, se hace un esfuerzo no sólo por comparar sino también por situar ambos países en una perspectiva europea más amplia. Por no hablar de la gran cantidad de datos utilizados a lo largo del libro. Esta característica hace que sea difícil resumir la obra en pocas palabras. El libro es complejo y, por ello, no es fácil de seguir. A los lectores les resultará difícil seguir la tesis principal del autor. Las tres partes que componen el libro se ajustan a una narración cronológica que va desde la baja Edad Media hasta mediados del siglo XVII.

3 En lugar de culpar tanto a España como a Portugal por la situación de atraso que siguió a su dominio del proceso de globalización, Yun sostiene que su desempeño económico parece haber sido bastante eficiente, al menos hasta mediados del siglo XVII. El autor cree que el tamaño de los mercados imperiales de los que se beneficiaron ambos países ha sido exagerado y, por lo tanto, debería ser revisado, al menos para los primeros momentos del proceso de colonización. Estimar el impacto de los imperios por el tamaño de la balanza comercial es contar la mitad de la historia; no obstante, una mitad importante. La inversión y tasa de retorno de capital en la cuenca mediterránea debería ser evaluada e integrada a la narrativa de manera más cuidadosa. Nuevos mercados y tiempos mayores de inversión pueden ofrecer tasas mayores de retorno y hacer necesarias innovaciones institucionales. El autor insiste en el desarrollo económico interno, el cual habría precedido y sentado las bases del crecimiento económico en el siglo XVI. En esta revisión de la leyenda negra, el lector podría encontrar que se exageran las circunstancias domésticas peninsulares mientras que se resta importancia a los imperios. A veces, se culpa a los imperios; otras, se les responsabiliza. Lectores de la versión inglesa ya han señalado que la leyenda negra es reemplazada por una “historia apologética” de los imperios ibéricos.1 Esta es una tendencia en parte de la historiografía recientemente escrita en inglés.

4 En consonancia con las recientes investigaciones en historia fiscal, se revaloriza el papel del Estado y se señala su capacidad para generar crecimiento a través del gasto. Aparece aquí una pregunta fundamental: si el gasto estatal impulsó el crecimiento en los países del norte, ¿por qué no lo consiguió en las colonias? En ese sentido, la explicación general del libro recuerda a las discusiones ilustradas sobre el auge y la caída del Imperio Romano: el engrandecimiento y el espíritu de conquista y los impactos posteriores que esto trajo en el lujo y en los equilibrios domésticos de poder (la corrupción, por ejemplo). Yun se muestra inconforme con las explicaciones neoinstitucionales sobre el desempeño económico de España, pero al mismo tiempo se inspira profundamente en el neoinstitucionalismo. En particular, está en desacuerdo con la interpretación adelantada en los 1970 por Douglas North.
En este sentido, el libro no resulta tan convincente para un lector bien instruido en los recientes debates sobre la teoría institucional y su aplicación a la historia económica. El modelo que Yun propone es deudor de los supuestos de la teoría neoinstitucional, una cuestión que podría pasar desapercibida a los lectores no familiarizados con esta literatura. Como podría ser el caso de muchos historiadores, debido a que este campo de la teoría económica se enseña comúnmente en los departamentos de economía, pero se desconoce en gran medida en los debates históricos, se impone aquí una larga discusión.

5 La diferencia entre instituciones informales y formales es central en el libro. Se trata de una cuestión que se ha discutido ampliamente en la teoría económica. Yun asocia las primeras con las redes familiares o comerciales, las cuales funcionaron bien y contribuyeron a mantener unido el imperio. Una de las explicaciones del auge de Inglaterra debería encontrarse, según Yun, en la eficacia de sus instituciones formales, las cuales habrían superado a las instituciones informales que habrían terminado por imponerse en los imperios ibéricos. Esta tesis hace eco de la explicación de Greif sobre el auge y el declive de las comunidades mercantiles en la cuenca mediterránea. Queda pendiente la cuestión de por qué las instituciones formales, que, como sostiene el autor, habían logrado buenos resultados en la protección de los derechos de propiedad, no pudieron ser reinventadas. El autor diría que se podría responsabilizar a las élites. Esta explicación concordaría con explicaciones neoinstitucionales. Sin embargo, dentro de estas, la tendencia es dar cuenta de los efectos negativos de “dependencia temporal” provocados por élites extractivas. Élites que tienden a tomar control de las instituciones formales con el único propósito de reproducir su riqueza y poder. Me parece que los argumentos coinciden de un lado y otro más de lo que en el fondo parece. A diferencia de los economistas, no obstante, los historiadores reducen tales “equilibrios de juego’ (como se llaman teóricamente) a simples procesos de negociación que operaban dentro de una economía de la gracia (à la Hespanha) pero sin aparentemente otra consecuencia a largo plazo que la de mantener la unidad política. Este es un diálogo de sordos.2

6 Los economistas no se sentirán cómodos con el enfoque cualitativo de las instituciones que propone Yun. Tampoco muchos historiadores económicos. No es debido a la ausencia de datos, datos cuantitativos abundan en otras partes del libro. El problema es que los resultados serán difíciles de verificar.3 Las notarías y los tribunales, por ejemplo, son presentados como instituciones eficientes. Esto se deduce de la densa red de tales instituciones que proliferaron por todo el imperio español. Sin embargo, es importante calcular también los costos de transacción. Miembros de sociedades en las que prevalece la desconfianza pueden ser usuarios leales de ese tipo de instituciones formales. En ambos casos, la suposición se apoya en el análisis de ejemplos españoles, pero se ofrece más bien poco sobre el caso portugués. No es que las instituciones a priori fueran ineficaces o que los agentes evitaran su uso. Pero, para sostener que los derechos de propiedad se cumplían eficazmente en los imperios ibéricos, es necesario medir y verificar. Ya se han hecho estimaciones para el caso portugués, y el autor podría haber sacado provecho de ellas. Quedan muchas otras cuestiones sin responder en relación con las interpretaciones neoinstitucionales de los imperios ibéricos: los agentes legitimadores de Rubin, la divergencia parlamentaria de Van Zanden, la competencia interurbana de Gelderblom o, más recientemente, los instrumentos comerciales estudiados por Harris (sobre todo para el caso portugués). Desde los tiempos de North, me parece, el debate ha evolucionado en muchos sentidos. Incluso, los economistas han cambiado su percepción del estado.4

7 Los lectores en Portugal y Brasil podrían encontrar un desequilibrio en la comparación. Este es uno de los principales problemas a los que se enfrentan los historiadores a la hora de comparar. En la narración, se concede demasiado espacio a Castilla, no sucediendo lo mismo con Portugal. El comercio de esclavos, por ejemplo, es un tema que debería haber merecido mucha más atención. El impacto de la enorme dotación de nuevas tierras, por recordar las ideas de Pomeranz, debería haber despertado más interés. Los lectores de América Latina deberían leer el libro sobre todo por lo que ofrece sobre el lado peninsular de la historia, una rama aún poco estudiada en el lado occidental del Atlántico. Para los lectores portugueses, queda la duda de si el modelo de ascenso y declive de Castilla podría aplicarse a la interpretación del imperio portugués. Sólo más trabajos comparativos podrían ofrecernos una respuesta, pero el debate está al menos abierto. El libro de Yun merece ser leído con atención y ampliamente discutido.

Notas

1 Eberhard Crailsheim, “Sobre Bartolomé Yun-Casalilla, Iberian World Empires and the Globalization of Europe 1415-1668”. Historia Mexicana, 71 (4) (2022).

2 Avner Greif, Institutions and the Path to the Modern Economy: Lessons from the Medieval Trade (Cambridge: CUP, 2006); Masahiko Aoki, Toward a Comparative Institutional Analysis (Boston: MIT, 2001); Daron Acemoglu and James Robinson, Why Nations Fail? The Origins of Power, Prosperity and Poverty (New York: Crown Publishers, 2012); Daron Acemoglu and James Robinson, The Narrow Corridor: States, Societies, and the Fate of Liberty (New York: Penguin Press, 2019).

3 Para una crítica a los supuestos y al análisis neoinstitucionalista que permite verificación, ver: Daron Acemoglu et al., “The Consequences of Radical Reform: The French Revolution”. American Economic Review, 101 (7) (2011), pp. 3286-3307; Michael Kopsidis and Daniel W. Bromley, “The French Revolution and German Industrialization: Dubious Models and Doubtful Causality”. Journal of Institutional Economics, 12 (1) (2016), pp. 161-90.

4 Daniel Strum, “Institutional Choice in the Governance of the Early Atlantic Sugar Trade: Diasporas, Markets, and Courts”. Economic History Review, 72 (4) (2019), pp. 1202-28; Jared Rubin, Rulers, Religion, and Riches: Why the West Got Rich and the Middle East Did Not (Cambridge: CUP, 2017); Jan Luiten Van Zanden, “The Rise and Decline of European Parliaments, 1188-1789”. Economic History Review, 65 (3) (2012); Ron Harris, Going the Distance: Eurasian Trade and the Rise of the Business Corporation, 1400-1700 (New Jersey: Princeton U. Press, 2020)


Resenhista

Jesús Bohorquez – ICS – Universidade de Lisboa, Portugal. E-mail: [email protected]


Referências desta Resenha

CASALILLA, Bartolomé Yun. Os impérios ibéricos e a globalização da Europa (séculos XV a XVII). Lisboa: Temas e Debates, 2021. Resenha de: BOHORQUEZ, Jesús. Ler História. Lisboa, n.79, p. 277-280, 2021. Acessar publicação original [DR]

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