¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y feminismo | Judith Butler e Nancy Fraser

Introducción

La presente reseña tiene como objetivo problematizar el debate Fraser-Butler, no a través del análisis de los dos postulados principales, sino a través de la crítica de los mismos y de las posibilidades que en ellos se encierran. Este ejercicio lo que pretende problematizar es la relación entre genitalia-sexo-género, con el capitalismo y la disolución de las certezas ontológicas con la pérdida de vigencia de lo denominado como moderno.

Tanto el debate Fraser-Butler, surgido en la New Left Review en el año 2000 y convertido en libro en 2017, como el debate filosófico en torno a la modernidad, aparecido en las primeras décadas del siglo XX, no son nuevos. Sin embargo, las problemáticas que abordan siguen estando vigentes, sobre todo, ahora, que los feminismos autodenominados radicales están en plena ofensiva reaccionaria poniendo en riesgo las vidas de las personas trans y lanzándose a una aventura colonizadora sobre aquellos cuerpos que consideran abyectos. Esto hace necesario señalar cómo determinadas articulaciones feministas pueden constituirse como represivas, donde una interpretación falaz de la relación entre género y sexo puede llegar a funcionar como vehículos de la dominación. Esto permitiría a grupos feministas enrocarse en el biologicismo y el etnocentrismo para instrumentalizar la lucha por la liberación y convertirla en su monopolio. De este modo, garantizarían, a través de la defensa de una feminidad cis y blanca, la invisibilización, persecución y represión de los colectivos más desfavorecidos. Es esta labor represiva de determinadas articulaciones feministas con vocación universalista y eurocéntrica, que se amparan en interpretaciones falaces de la realidad, la que constituye el objetivo de crítica de esta reseña. El texto de Fraser nos serán muy útiles para comprender este tipo de posiciones reaccionarias, sin que esto suponga que acusemos a Fraser en el presente por las afirmaciones teóricas mantenidas hace veinte años.

Redistribución o Representación, ¿existe acaso esta dicotomía?

A lo largo de los años 90, con la desaparición de la Unión Soviética, emergió con fuerza el debate sobre el descentramiento de la clase debido a las políticas de representación. Estas últimas no eran algo nuevo, formaban parte del feminismo de tercera ola y recogían el testigo de las reclamaciones raciales de grupos no blancos que no se sentían integrados – y que de hecho eran expulsados – en los movimientos obreros y feministas, monopolizados por cuerpos blancos (Hooks 2017, 31-32). El deseo de estos grupos marginados por ganar visibilidad frente a los movimientos hegemónicos hizo que estos últimos acusaran a los primeros de querer dividir al movimiento feminista. Señalar que dentro de los movimientos de emancipación existían colectivos que participaban y se beneficiaban del racismo y el sexismo implicaba cuestionar el monopolio de la lucha de los grupos tradicionales. El intento por reivindicar las intersecciones entre clase, raza y género (incluyendo las sexualidades disidentes aquí) suponía cuestionar el liderazgo blanco de los movimientos emancipatorios, tanto de clase como feministas. El presente libro recoge esta problemática de la supuesta incompatibilidad radical entre políticas de clase e identity politics a través de las posiciones de Nancy Fraser y Judith Butler. La primera recoge el punto de vista tradicional acerca de la incompatibilidad entre políticas de representación y políticas de redistribución; mientras que la segunda pretende mostrar el punto de encuentro entre ambas describiendo como poco fundamentada la tradicional clasificación dicotómica marxista entre economía y cultura.

Nancy Fraser reconoce la necesidad de solventar aquellas opresiones derivadas de la raza y el género, sin embargo, afirma que situar la visibilización de las sexualidades disidentes al mismo nivel que las opresiones de clase, raza y género generaría una división grupal particularista en todo movimiento de emancipación anticapitalista (Butler y Fraser 2017, 33). Para justificar esta expulsión de la cuestión de la sexualidad de la cuestión de género, retoma el tradicional esquema marxista de división de la realidad en estructura y superestructura o en economía y cultura. Fraser afirma que esta división en ningún caso es apriorística, sino analítica, ya que, en la realidad, ambas esferas interactúan dialécticamente.

Sin embargo, a lo largo de su exposición, en la cual, clasifica la clase como una opresión económica, raza y género como opresiones mixtas y la sexualidad como una cuestión meramente cultural y, por tanto, potencialmente divisoria; está demostrando que en su vía a la emancipación subordina lo cultural a lo económico y que por tanto la dicotomía entre cultural y económico no es tan analítica, sino, de hecho, apriorística. Butler, en su respuesta, afirma que esta es una clasificación arbitraria que supone una invalidación de las propias posiciones marxianas (Butler y Fraser 2017, 71-72.). Tal y como afirma el filósofo español, Felipe Martínez Marzoa, la división entre elementos estructurales y culturales jamás está determinada por una relación de causalidad o de subordinación; de hecho, afirmar que este dualismo existe sería generar una asociación falaz entre el materialismo como concepto filosófico como igual a lo sensible o empíricamente demostrable, y lo cultural como producto de esto (Marzoa 2018, 148). En segundo lugar, en la obra de Marzoa, también se aprecia que en la filosofía de El Capital, no existe una diferenciación entre realidad verdadera y realidad en sí, es decir, que lo ideológico, o lo cultural para Fraser, no son una deformación de ninguna realidad previa (Marzoa 2018, 146). Es decir, aquello denominado como cultural puede presentarse como apriorístico y, de hecho, determina cómo se construye la percepción de lo que es objetivo. Es decir, el a priori empírico es un a priori político. Aunque este análisis de la filosofía marxiana aplicada al género, superaría la visión de Butler de que la potencialidad del marxismo para abordar el género, la familia y la sexualidad se acaban en Engels (Butler y Fraser 2017, 67-87), hay que afirmar que las posibilidades contenidas en el marxismo, según la visión de Marzoa, estarían más cercanas a las posiciones de Butler que a las de Fraser.

Si se retoma la división aparentemente arbitraria que Fraser realiza entre lo económico y lo cultural, se ve que esta separación participa de los mecanismos racionalizadores y objetivizadores de la Modernidad. Es decir, participa de la consideración de lo empírico como un a priori no sujeto a cuestionamiento. Esto se aprecia cuando en el cuadro de doble eje que presenta en el apartado “IV. Afinar el dilema: de nuevo sobre el género y la ‘raza’” (Butler y Fraser 2017, 57) afirma que la única posibilidad de transformación que ofrecen las políticas de reconocimiento, sin olvidar que a lo largo del texto subordina las políticas de representación a las de redistribución (Butler y Fraser 2017), consiste en la “reestructuración en profundidad de las relaciones de reconocimiento”. A dicha actividad la denomina como deconstrucción. La cual en ningún caso cuestiona los estándares de verdad que generan la conmensurabilidad entre la presencia de una determinada genitalia y la asignación de un sexo y un género a ese cuerpo, o la conmensurabilidad entre el color de piel de un cuerpo y la identidad racial que se le asigna, y mucho menos cuestiona la jerarquía de validez entre heterosexualidad y las sexualidades disidentes. Esto se manifiesta cuando a lo largo de su exposición sobre género se centra en androcentrismo y sexismo, sin cuestionar el binarismo (Butler y Fraser 2017, 42) y, también, cuando al hablar de las opresiones derivadas de la raza, no menciona los procesos de racialización, es decir, la creación del sujeto racializado (Butler y Fraser 2017, 43- 47). De hecho, con respecto a este último elemento, no cuestiona la asociación unívoca entre el color de la piel y la raza asignada, solo el valor peyorativo asociado a la ‘raza’. En ambos casos, afirma que es bajo el capitalismo cuando se producen esta asociación de feminidad y sujeto racializado no blanco a elementos negativos. De este modo, no cuestiona la consideración del género y los cuerpos racializados como entidades empíricamente comprobables, sino cómo bajo el capitalismo determinados cuerpos han sido dotados de características peyorativas. En lo que respecta al género, no cuestiona la naturalidad de los cuerpos femeninos y masculinos, ni cuestiona que la heterosexualidad se basa en una creación de cuerpos hipermasculinizados y cuerpos hiperfeminizados para su mantenimiento (Ehlers 2012, 89). Esto sigue dejando en una posición de indefensión a las personas trans y no binarias, a las que ni siquiera considera como variables de un género espectral y no binario. Al situar a las personas trans y no binarias en el espectro de lo meramente cultural y lo sexual, niega su existencia y las presenta como un capricho identitario cuyas reivindicaciones tan solo impiden el avance hacia la emancipación.

Esto impide que de los textos de Fraser pueda extraerse un horizonte verdaderamente transformador donde no se considere como realidades ontológicas instrumentalizadas por el capitalismo al género y a la raza, sino como significaciones de la realidad asociadas al proceso de la Modernidad. La solución, en palabras de Butler, pasaría la unidad de lo ‘redistributivo’ y lo ‘representativo’, que:

“no debería erigirse sobre la síntesis de un conjunto de conflictos, sino que habría de constituirse como una manera de mantener el conflicto de modos políticamente productivos (cursiva en el original), como una práctica contestataria que precisa que estos movimientos articulen sus objetivos bajo la presión ejercida por los otros, sin que esto signifique exactamente transformarse en los otros” (Butler y Fraser 2017, 73).

Es decir, la recomendación de Butler a Fraser podría resumirse en que toda vía a la superación de las opresiones actuales no debería ser una hoja de ruta basada en la subordinación de conflictos, sino en la problematización de la construcción de los estándares de verdad que han creado esas opresiones.

Para finalizar, esta problematización debería ir de la mano de un proceso que ninguna de las dos autoras menciona en sus respectivos capítulos: la contextualización de esta construcción particular de la realidad en la Modernidad como sentido común de época y en sus categorías directoras – Razón y Progreso –. El olvido por parte de Fraser de ligar el binomio capitalismo-razón instrumental, como motor de la explotación de cuerpos considerados como feneninos y cuerpos racializados, a la Modernidad Occidental, la lleva a desarrollar una suerte de universalismo revolucionario que desea una expansión de la ética moderna y la imposición cultural occidental; es decir, una eliminación de las cosmovisiones no occidentales y una imposición de las “certezas” ontológicas y morales eurocéntricas (Butler y Fraser 2017, 26). Por su parte, Butler también olvida la asociación del binarismo y la generación de la jerarquía instrumental entre heterosexualidad y sexualidades disidentes al proceso de la Modernidad, lo que hace que su respuesta no esté circunscrita a un espacio y un tiempo determinados. Y quizás, sea esta falta de amarre histórico de su respuesta la que favorezca que Fraser considere que la teoría de Butler sobre la performatividad del género, el sexo y la sexualidad suponga una práctica exclusivamente simbólica y no un proceso lingüístico – que no etimológico, verbal o de enunciación (exclusivamente) – de construcción de la realidad que se desarrolla en un tiempo extensivo.

Breves consideraciones finales

La principal cuestión que esta reseña deseaba mostrar es la necesidad de problematizar el proceso de construcción de los cuerpos dentro de un eje binario de sexo y género y de una jerarquía racial. Así como la necesidad de problematizar la validez universal de las posiciones teóricas aquí enunciadas. Todo aquel posicionamiento teórico que no cuestione los procesos por los cuales determinados caracteres anatómicos han sido considerados como manifestaciones físicas objetivas de determinadas identidades raciales y de género, seguirá considerando al complejo sexo-género binarios y a la raza como verdades ontológicas universales apriorísticas y, por tanto, reproducirán la dominación sobre los cuerpos trans, no binarios y racializados no blancos, así como sobre aquellos cuerpos que no se reconozcan en categorías clasificatorias existentes. Por lo tanto, la apertura de nuevos horizontes de superación de las opresiones actuales no debe pasar por ofrecer una solución universalista, sino por la problematización de los procesos de construcción de la realidad presente, tal y como proponen las escuelas de pensamiento decolonial y postsocial.

Referencias

BUTLER, Judith; FRASER, Nancy. ¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y Feminismo. Madrid: Traficantes de sueños, 2017.

EHLERS, Nadine. Racial Imperatives, discipline, performativity, and struggles against subjection. Indianapolis: Indiana University Press, 2012.

HOOKS, Bell. El feminismo es para todo el mundo. Madrid: Traficantes de sueños, 2017.

MARTÍNEZ MARZOA, Felipe. La filosofía de El Capital. Madrid: Abada Editores, 2018.


Resenhista

Marta Caro Olivares – Doctoranda en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y graduada en historia por la Universidad de Extremadura (UEx). Ha publicado acerca del surgimiento del neoconservadurismo estadounidense y, brevemente, acerca de la descolonización africana. E-mail: [email protected]  https://orcid.org/0000-0003-3396-8416


Referências desta Resenha

BUTLER, Judith; FRASER, Nancy. ¿Reconocimiento o redistribución? Un debate entre marxismo y feminismo. Madrid: Traficantes de sueños, 2017. Resenha de: Olivares, Marta Caro. Locus – Revista de História. Juiz de Fora, v.26, n.1, p. 364-369, 2020. Acessar publicação original [DR]

 

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