Redes y sistemas de comunicación en América Latina | Claves – Revista de Historia | 2016

Los artículos que conforman este dossier fueron la respuesta a una convocatoria sobre redes y sistemas de comunicación en América Latina. Fue una propuesta deliberadamente abarcativa porque consideramos que la amplitud de los períodos históricos, la variedad de los objetos y los países abordados por los autores, lejos de redundar en una dispersión improductiva, permiten reconocer la unidad de los medios de comunicación como objeto de investigación. La prensa, las revistas ilustradas, el telégrafo, la radio o la televisión adoptaron a lo largo de su historia una apariencia técnica, política y cultural diversa. Sin embargo, reconocer la unidad que los convierte a todos ellos en medios de comunicación, permite trazar líneas de continuidad entre técnicas sólo superficialmente disímiles como el telégrafo, la radio o la televisión.

Reconocer los problemas comunes permite destacar asimismo la especificidad de los contextos históricos en los que tuvo lugar su emergencia, la incidencia de los cambios técnicos, legislativos y culturales, así como la aparición de nuevos perfiles profesionales, discursos y estéticas. También permite recortar algunos problemas específicos de la historia de los medios en América Latina donde las políticas de Estado y las tensiones entre intereses públicos y privados no pueden desentenderse de relaciones internacionales asimétricas, donde el rol de los países latinoamericanos no fue autónomo y donde las especificidades nacionales no siempre existieron tal y como los propios medios buscaron presentarlas. De esta forma, el presente tema central de la revista Claves tiene como objetivo aportar al conocimiento común de la historia de los medios en el continente que, en general, ha sido abordada en forma de historias nacionales, aún cuando las redes técnicas, políticas, económicas y culturales conducen a la necesidad de buscar relaciones y procesos comunes.

En los estudios que aquí presentamos es posible reconocer los trazos de los nuevos rumbos y desplazamientos en las formas de hacer historia de los medios ocurridos en la última década. En primer lugar, el abandono progresivo de las miradas nacionales en favor de las regionales y trasnacionales. En grados diferentes los artículos aquí reunidos exhiben una preocupación en esta línea.

En segundo lugar, se observa un deslizamiento entre estudios que abordan la historia de la comunicación y aquellos centrados en la historia de los medios. La distinción entre ambas formas de investigar no es menor, sin embargo, a la hora de comprender los procesos resulta necesario asumir y combinar ambas vertientes de estudios. Por ejemplo, el trabajo de Wilson González que presentamos en este número expone la importancia adquirida por el impreso, pero también por las múltiples formas de trasmisiones orales que actuaban políticamente. Ni el manuscrito ni la oralidad en el sentido de trasmisión personal de noticias o rumores fueron relegadas por la circulación de publicaciones impresas. Su empleo constituía un motivo de preocupación por su impacto en los tiempos convulsionados del siglo XIX.

En tercer lugar, en la producción académica, la técnica no se presenta como un determinante monocausal. Por el contrario, el contexto de emergencia o expansión y los debates a los que da origen resultan fundamentales. Por ejemplo, Ernesto Beretta pone en diálogo las técnicas de impresión y estampado con las preocupaciones estéticas y los usos políticos de la época. No existe originalidad en las técnicas -todas ellas provenientes del viejo continente- pero el lugar ocupado para dar publicidad al acontecer regional e internacional las ubica en un lugar esencial como instrumentos de información y proselitismo y como creadoras de una cultura visual a menudo opacada por estudios exclusivamente basados en el poder de la palabra impresa. En la misma dirección pero ubicado en el siglo XX, se sitúa el trabajo de Florencia Soria dedicado a los debates en torno a la televisión pública uruguaya, apoyado en la necesidad de reconstruir el proceso en su contexto y explicar las opciones políticas adoptadas. Si en Historia no deberían confundirse los procesos con los resultados, no siempre esto se tiene en cuenta a la hora de analizar los medios de comunicación. Entre los proyectos y los resultados alcanzados al instalarse el primer canal oficial uruguayo en 1963 existe un interesante -y muy vigente- debate acerca del papel del Estado en torno a los medios y sus finalidades, sobre todo en disputa con el sector empresarial de televisión privada.

La investigación de Ernesto Beretta analiza las imágenes plasmadas en los sistemas de impresión y estampación de la primera mitad del siglo XIX. Las conexiones entre los principales centros de producción de imágenes y la fluida circulación de autores, técnicas y recursos para la impresión, favorecidas por la condición portuaria de Montevideo, permitieron un desarrollo importante de imágenes disponibles para el conjunto de la población mayoritariamente iletrada. La comunicación de sucesos políticos y, sobre todo, la búsqueda de corrientes de opinión favorables en tiempos de intensas disputas políticas encontraron en la litografía un instrumento apropiado para desarrollar campañas proselitistas. El estudio de Beretta, apoyado en un riguroso trabajo de fuentes y un manejo muy cuidadoso de los recursos visuales, permite asomarse en la zona menos conocida del siglo XIX, como es la profusión de imágenes diseñadas para convencer, persuadir y generar adhesiones e involucramiento político. La categoría del “artista documentalista”, que representaba al profesional capaz de traducir en imágenes lo que está ocurriendo y hacerlo accesible al conjunto de la población, constituye un punto central a la hora de analizar la circulación de noticias y, sobre todo, las formas de representación de la vida política que incluían desde los rostros de los gobernantes o caudillos hasta las expresiones satíricas de larga tradición en el Río de la Plata. El público –en el sentido empleado en la época- reconocía a las figuras centrales de la política regional, lo que se convierte en decisivo a la hora de comprender la cultura política del siglo XIX.

El trabajo del historiador Wilson González Demuro presenta el análisis del rumor y el escrito anónimo. Cómo circulan y se difunden las noticias y más aún en los tiempos revolucionarios ha sido analizado por el autor en sus diversos soportes y géneros: folletos, libros, hojas sueltas y periódicos. Sus investigaciones previas le permiten moverse con comodidad en una zona de la comunicación que está a medio camino entre oralidad y escritura, información y desinformación o razón y emoción. Estos viejos y nuevos temas resultan cruciales a la hora de comprender los procesos políticos y el involucramiento que ello provocaba. Las “voces que corrían por la calle” adquirían un estatuto de verdad con derivaciones políticas que, como señala González Demuro, deben analizarse como parte activa de la vida política. Este lugar de la “mentirología” o “chismología”, como lo llamaban los contemporáneos, ejercía un poder considerable y por eso resultaba una práctica tan temida y perseguida por las autoridades. Buena parte de su conocimiento se obtiene de los propios impresos que aluden a esos procesos y los “daños que producen” los anónimos, tanto manuscritos como orales, cuya circulación exasperaba a las autoridades. Estos procesos de comunicación plantean la interrogante acerca de los autores (en algunos casos esto se podía conocer) pero sobre todo remite a los receptores: ¿qué atribuye autoridad a unos rumores sobre otros? ¿cómo circulan estas formas de comunicación? ¿qué fuentes disponemos para su conocimiento? Estas preguntas remiten al modo en que circulan estas noticias y al papel que juegan tanto los espacios de sociabilidad como las relaciones personales que legitiman la comunicación oral y asignan veracidad al anónimo.

El artículo de Ariel Sar examina el cableado para la telegrafía eléctrica entre Colonia y Punta Lara en Argentina como parte de un proyecto de comunicación trasnacional mucho más amplio. A partir del último cuarto del siglo XIX, los impulsos para construir una red de proporciones mundiales ocuparon un lugar central en los estados y empresarios de las grandes potencias europeas. La búsqueda de la comunicación a distancia de la manera más rápida posible requería inversiones importantes en innovación y grandes capitales que hicieran posible concretar esas conexiones. Todo ese largo periplo que abarca la telegrafía con hilos, el teléfono y finalmente la telegrafía sin hilos tuvo derivaciones insospechadas que fueron mucho más allá de los fines políticos, bélicos o empresariales iniciales, al tener importantes derivaciones para los medios de comunicación del siglo XX. El trabajo de Ariel Sar, investigador formado en el campo de la comunicación, se concentra en esos cableados regionales y trasnacionales cuyas implicancias resultaron muy importantes por su significado inmediato y también de largo plazo en el contexto de la hegemonía británica cuyo objetivo era alcanzar “las cinco esquinas del planeta”. Esta importante obra se produjo en medio de la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay y constituía el primer paso de un proyecto mucho más amplio de articulación con el sistema de cableado transatlántico. El contexto en que se produjo ese primer tendido regional, las negociaciones de los empresarios con los gobiernos y los primeros usos asignados dejan abiertas importantes interrogantes y sugieren muchas líneas de investigación. Las derivaciones del telégrafo eléctrico y sus usos resultan decisivos para comprender la estrecha relación que guardan con la difusión de información que llegaba desde las agencias de noticias.

El artículo de Diego Galeano analiza las memorias de un ladrón de hotel conocido como Dr. Antonio, que alcanzó celebridad cuando el diario Gazeta de Notícias de Rio de Janeiro publica sus memorias como folletín entre 1911 y 1912. Las memorias del Dr. Antonio han despertado la curiosidad de otros historiadores, sobre todo a propósito de la cuestión de la autoría. Galeano, sin embargo, propone otro camino: reconstruir el modo en que una empresa como la Gazeta de Notícias envía a uno de sus mejores periodistas para que se acerque a un ladrón moribundo, lo convence para que narre su historia y consigue generar simultáneamente un éxito editorial y un delincuente célebre. Para interpretar ese proceso no se restringe a las páginas del diario como fuente documental, sino que busca una triangulación entre la obra literaria y sus fuentes internacionales, las crónicas de prensa –ya que no se limita únicamente a la fuente de Gazeta de Notícias– y la documentación del archivo judicial donde reconstruye los procesos judiciales que permiten reconstruir la trayectoria delictiva de Arthur Antunes Maciel conocido como Dr. Antonio. En ese sentido, el artículo se propone como un aporte jugoso a la relación entre historiografía de la prensa y el estudio del delito en perspectiva histórica que cuenta con antecedentes significativos en América Latina.

El artículo de la historiadora Gisela Cramer, apoyado en fuentes del National Archives and Record Administration (NARA), se concentra en las implicancias para la radiofusión latinoamericana de la estrategia desarrollada por la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos (OCAIA), dirigida por Nelson A. Rockefeller, como recurso propagandístico de Estados Unidos en el continente americano. Durante la década del treinta el crecimiento del número de oyentes consolidaba la centralidad de la radio como medio de comunicación de alcance masivo con el consiguiente interés político. La investigación de Cramer plantea los vínculos entre los intereses políticos del gobierno de Estados Unidos, las cadenas norteamericanas de radiodifusión, las empresas multinacionales patrocinantes de informativos o emisiones radioteatrales y las radios comerciales, con ejemplos provenientes de los casos de México, Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay. La creación de la OCAIA y las diversas estrategias adoptadas cobró una especial significación por su influencia en las radios latinoamericanas en materia informativa y en proveer de programas de ficción, especialmente radioteatros. Entre los casos estudiados, el de Uruguay alcanzó una significación importante porque el territorio se convertía en una estratégica plataforma de emisión de propaganda norteamericana hacia los países vecinos.

Los artículos de Florencia Soria y Lucía Secco reconstruyen distintos aspectos de la historia de la televisión en Uruguay, que da inicio a sus transmisiones en diciembre de 1956 pero que alcanza a un público masivo durante la década del sesenta. Lucía Secco aborda el modo en que los intelectuales reciben la llegada de la televisión atendiendo a lo que para ese entonces había llegado a conformar un discurso crítico sobre los medios de comunicación de masas. Secco utiliza como fuente tres publicaciones periódicas que permiten dar cuenta de matices ideológicos y concepciones culturales diferentes: Marcha, Cine, radio, tv, actualidad y El Popular. Cine, radio, actualidad surge en 1936 como una revista dedicada a la crítica de cine e incorpora la radio y la televisión a medida que cobran importancia para el público. En 1962 el espacio dedicado al cine era marginal y la televisión había pasado a ocupar la tapa y la primera mitad de la revista. En cierta forma, Cine, radio, tv, actualidad naturaliza la incorporación de nuevos medios, el fomento de la programación nacional, el apoyo a programas educativos siempre que se adapten a un lenguaje de entretenimiento y la necesidad de una crítica que oriente a su público. El lugar de la televisión en Marcha, fundado por Carlos Quijano en 1939 con un perfil de izquierda independiente, antiimperialista y latinoamericanista, fue necesariamente muy distinto. La sección cultural de Marcha estuvo a cargo de Emir Rodríguez Monegal de 1945 a 1959 y de Ángel Rama desde 1959 hasta 1968, período durante el cual el semanario incorpora el interés por objetos de la cultura popular y, a partir de 1962, una sección dedicada a la televisión. Allí pueden hallarse críticas a programas de televisión nacional pero también una columna que analiza el medio desde una perspectiva social, generalmente firmada a partir de 1965 por Danubio Torres Fierro. La publicidad, los doblajes al español, la abundancia de programas extranjeros, la introducción del videotape, la transmisión de los partidos de fútbol, la función del crítico de televisión, los programas periodísticos y la política en televisión son temas habituales de la sección donde es posible hallar referencias a Marshall McLuhan antes de que fuera traducido al español o la reseña al libro de Theodor Adorno dedicado a la televisión. Por último, el artículo de Secco analiza el modo en que El Popular, diario oficial del Partido Comunista del Uruguay desde 1957, aborda la televisión y aunque encuentra similitudes con Marcha, también señala algunas especificidades. Coincide con aquella en el rechazo al determinismo tecnológico y el rescate del poder del medio para la difusión cultural y educativa. Sin embargo, también insiste en el control obrero –y no intelectual- de la producción televisiva. El Popular también denuncia los problemas del trabajador de la televisión y cuestiona la administración de las ondas del Estado por parte de grupos empresariales y de poder que no buscan el beneficio de la sociedad. Por último, el artículo de Secco reconstruye las posiciones de estas publicaciones frente a la aparición del canal del SODRE en 1963, que es objeto de la investigación de Florencia Soria.

El artículo de Soria se centra en dos hipótesis relativas a la reglamentación del canal público de televisión durante el período 1963-1968. En primer lugar, sostiene que la incorporación de publicidad comercial en el canal del SODRE motivó “la primera discusión política sobre la televisión pública como institución social”. Y, en segundo lugar, que esta discusión habilitó un diálogo entre modelos y políticas de comunicación en el contexto internacional de la Guerra Fría y su impacto en Uruguay. El trabajo examina para ello los antecedentes normativos de creación del SODRE y de regulación de la radiodifusión con el fin de interpretar las continuidades y diferencias entre la radio y la televisión. Luego aborda el análisis de la legislación que conduce a la creación del canal público y dos proyectos de ley que no fueron aprobados pero que dan cuenta de las divergencias existentes. Por último, se detiene en el enfrentamiento entre la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos (ANDEBU) y el SODRE en el debate parlamentario de 1966 y 1967, donde se contraponen distintos sectores políticos que defienden distintos modelos de comunicación. Soria concluye que el carácter técnico de la normativa de televisión no permite vincular el medio público con el proyecto cultural del SODRE, y esa misma política comunicacional ambigua y difusa habilita la batalla que dan las empresas comerciales afectadas por el ejercicio del Canal 5.

De esta manera, los trabajos aquí reunidos abarcan prácticamente dos siglos y demuestran con ello que la historia de los medios -que aún tiene dificultades para consolidarse como un campo de estudios específico- ya cuenta, sin embargo, con una producción significativa. A lo largo de esos dos siglos emergieron como novedad algunas técnicas que en la actualidad se muestran obsoletas. Pero a lo largo de ese mismo período, la importancia política, social y cultural de los medios de comunicación no ha cesado de ir en aumento. A esa centralidad cabe añadir la aceleración impuesta por el ritmo de la información y del consumo que ponen en tensión el diálogo entre los estudios en comunicación –siempre pendientes de la novedad- y la historia. De allí que no siempre la historiografía incorpora la teoría de los medios y de la misma forma, los estudios sobre comunicación se han ocupado muy poco del carácter histórico de los medios, renunciando de este modo a una dimensión explicativa.

Agradecemos a los editores de la Revista Claves la posibilidad de publicar este dossier que ojalá contribuya, en alguna medida, a fortalecer esa relación y a cubrir algunos temas de investigación en Historia de los medios.


Organizadores

Mónica Maronna – Facultad de Información y Comunicación, Udelar /SNI-ANII.

Mirta Varela – CONICET/ UBA Directora de la Red de Historia de los medios (www.rehime.com.ar)


Referências desta apresentação

MARONA, Mónica; VARELA, Mirta. Presentación. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.2, n.3, p. 1-9, jul./dic. 2016. Acessar publicação original

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