Universidad, revolución y dólares | Vania Markarian

Desde hace ya algunos lustros, la llamada historia reciente no solo ha proliferado en obras sino que, además, transitó una fuerte renovación historiográfica. En ese movimiento, merece enmarcarse el libro recientemente publicado de Vania Markarián. El texto trata de dos polémicas universitarias de mediados de los sesenta en torno a las implicancias de financiar la investigación científica con fondos provenientes de Estados Unidos. En este contexto, evidencia cómo los procesos de modernización académica pueden ser conducidos bajo diferentes signos político-ideológicos, incluso —aunque pueda parecer contraintuitivo— durante momentos de fuerte radicalización política, signada por el antimperialismo.

El libro puede ubicarse, como refiere su propia autora, en la intersección entre una historia de la educación superior, fuertemente influenciada por la historia intelectual, con los estudios del pasado reciente, con énfasis en el campo de los estudios de la Guerra Fría.

El texto se estructura en dos grandes secciones. Morfología que se fundamenta claramente en la noción de que, más allá de las similitudes y coincidencias, cada una de las polémicas está inserta en un campo específico, con sus reglas y particularidades propias. La Sección I, «Sobre el lugar de las ciencias básicas en la Facultad de Ingeniería» revisita el debate que tuvo lugar en la Facultad de Ingeniería y Agrimensura (FIA) por la instalación de un centro de capacitación auspiciado por el Programa Interamericano para Mejorar la Enseñanza de las Ciencias (PIMEC), de la Organización de Estados Americanos (OEA) en setiembre de 1965. Pocos meses separaban esta polémica de la invasión a República Dominicana en abril de dicho año y aún se respiraba en el aire los resquemores por la expulsión a Cuba de la OEA en 1962.

La polémica se disparó a partir de que un grupo de estudiantes irrumpió en la inauguración de los cursos de matemáticas y química del PIMEC, para expresar su rechazo y sus críticas al programa. A partir de allí comenzó un largo periplo de tensiones que se trasladará rápidamente de la FIA al Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar. Los debates tienen como protagonistas al movimiento estudiantil en Facultad de Ingeniería, siendo posible reconocer a estudiantes que luego serán figuras claves en la vida universitaria como Mario Wschebor, Rafael Guarga, Rodrigo Arocena y Roberto Markarian, entre otros. Mientras que, por el orden docente, los ingenieros reformistas son los otros protagonistas claves, entre los que se destacan Rafael Laguardia, José Luis Massera, Julio Riccaldoni y Óscar Maggiolo. También juegan un papel central el decano de la FIA, Héctor Fernández Guido, docentes de signo político conservador como Edelmiro Mañé Ortega y, una vez el debate instalado a pleno en el CDC, el decano de la Facultad de Ciencias Económicas, Israel Wonsewer.

A diferencia de lo que pasará unos años después, donde el antiimperialismo pondrá bajo cuestión cualquier forma de financiamiento externo, el debate analizado se centró en mostrar las deficiencias de los cursos del PIMEC en la Udelar. En particular, su falta de vinculación con las comunidades locales, así como también la necesidad de enmarcar la ayuda externa en el diseño previo de una estrategia propia.

En una agenda parcialmente compartida entre estudiantes e ingenieros reformistas, la cuestión de fondo se centraba en el rol social de las universidades, en torno a lo cual fueron conformándose bandos y alianzas. Mientras los sectores conservadores vinculados al orden docente y con fluidos contactos con la Embajada de Estados Unidos confiaban en mantener a la FIA como un «bastión digno» a resguardo del avance del comunismo, el movimiento estudiantil y los ingenieros reformistas fueron consolidando, no sin tensiones, una agenda propia que se verá cristalizada en el rectorado de Maggiolo. De alguna forma, la historia que aquí se cuenta muestra que los estudiantes no eran solo «molotovs» y «música beat», sino que participaron activamente en el cogobierno universitario, construyendo institucionalidad, dejando en evidencia que el Plan Maggiolo fue una construcción colectiva.

La segunda sección del libro, se titula «Un fantasma recorre las ciencias sociales» y versa sobre un conjunto de polémicas que tuvieron lugar en torno al rol del financiamiento externo en las ciencias sociales. Las diferencias entre un campo de larga trayectoria institucional, vinculado a las ciencias básicas, con las ciencias sociales, cuya construcción institucional era débil y tardía, justifican plenamente este tratamiento en paralelo. Si la polémica anterior, fue de fuertes procesos colectivos y tuvo como epicentro diversos ámbitos de la Universidad de la República, la polémica en torno a las ciencias sociales, se caracterizó por la proliferación de debates cruzados entre destacados intelectuales y tuvo como epicentro la prensa de época: Marcha y Época.

La polémica nace en torno al seminario sobre «Elites latinoamericanas» que coordinaron Aldo Solari y Seymour Lipset, con el auspicio del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), un organismo fuertemente anticomunista pero con cierto pluralismo. Si Solari puede considerarse el principal referente del proceso modernizador de las ciencias sociales en nuestro país, vale decir que Lipset era probablemente el exponente más reconocido de la sociología norteamericana de la época.

La realización del seminario se tramitó en el CDC de la Udelar sin generar mayores reparos y, salvo un artículo de Carlos Real de Azúa en el semanario Marcha, no fue recibo de objeciones en la prensa. Sin embargo, a pocas semanas de realizado, el escándalo en torno al Proyecto Camelot que se suscitó en buena parte de América Latina, reanimó los debates sobre el financiamiento externo.

En ese contexto, merece enmarcarse la publicación del libro El tercerismo en Uruguay de Aldo Solari publicado por la editorial Alfa, a cargo de Benito Milla, representante del CLC en Montevideo. Bajo el rótulo de «El tercerismo bajo la lupa», el libro de Vania Markarian revisita todo el debate suscitado por lo más granado de nuestra intelectualidad —Real de Azúa, Ardao, Rama— tras la publicación del libro de Solari. En ese sentido, la investigación de Markarian logra confirmar con documentos, que el libro de Solari fue escrito por encargo del CLC, organismo que además retribuyó a su autor por la elaboración y pagó a Alfa la edición.

Markarián muestra que nunca se le impuso a Solari una agenda demasiado rígida, sino que la colaboración se explicaba por cierta convergencia de miradas entre el CLC y el sociólogo: promover espacios alternativos de intercambio cultural, debilitar el entusiasmo revolucionario pro-Cuba en la intelectualidad de izquierda y, para Solari, avanzar en el proceso de modernización de las ciencias sociales. Posteriormente, con la publicación del libro sobre el seminario coordinado por Lipset y Solari, se reeditaron debates en torno a la modernización de la sociología, esta vez defendida desde filas de izquierda, evidenciando que el proceso de modernización, visto como incorporación de nuevas técnicas, pasó a ser defendido desde distintos posicionamientos políticos.

Por último, vale destacar que esta mirada atenta a los debates sobre el financiamiento de la ciencia, permite visualizar cómo los rechazos y apoyos de diversas tendencias políticas al proceso de modernización académica, fueron forjando un terreno común de acción que trascendió incluso la política universitaria.


Resenhista

Pablo Messina – Universidad de la República, Uruguay.


Referências desta Resenha

MARKARIAN, Vania. Universidad, revolución y dólares. Montevideo: Penguin Random House, 2020. Resenha de: MESSINA, Pablo. Claves. Revista de Historia. Montevideo, v.6, n.11, p. 393 -396, jul./dic. 2020. Acessar publicação original [DR]

Deixe um Comentário

Você precisa fazer login para publicar um comentário.