Corpo, poder e resistência no mundo antigo e medieval/Mythos – Revista de História Antiga e Medieval/2021

El proyecto de la presente reflexión consiste en relevar el concepto de epimeleia heautou en el marco general del pensamiento foucaultiano en su retorno al mundo antiguo, a fin de establecer un arco de lectura con la problemática del alma y del cuerpo como campos de batalla donde se libra el combate entre la hybris, desmesura, y la sophrosyne, mesura como par antagónico.

Nuestro proyecto consiste en establecer los vínculos entre la noción de cuidado de sí y la dimensión que ocupa tanto el alma como el cuerpo en el escenario de lo que consideramos una metáfora agonística, solidaria de una metáfora política, en la medida en que el cuidado del alma y la salud de la misma actúan como polo de resistencia al desborde de las pasiones, que encuentran en el cuerpo su lugar de anclaje.

Comenzaremos, pues, con una información del corpus foucaultiano donde, a nuestro entender, quedan explicitadas las pautas de lo que será una verdadera cultura de sí, tópico que Foucault releva entre los griegos clásicos y los romanos de los primeros siglos del Imperio. Hablar del cuerpo supone complementariamente hablar del alma a partir de sus vínculos.

La epimeleia heautou parece dominar y conducir el campo cultural2. La huella semántica del término epimeleia parece situarnos en el corazón mismo de la experiencia. Cuidado, atención, solicitud, dirección, administración, estudio, práctica. La diversidad semántica abre las distintas aristas del fenómeno mismo. Una vez más, saber y práctica son dos nociones solidarias y complementarias que parecen aunar sus espacios y garantizar la conducción, la autoridad, la potestad, el dominio sobre uno mismo para no devenir esclavo de las pasiones y para evitar que el cuerpo esclavice al alma, cuando, en realidad, ésta debe resistir sus embates.

No se trata entonces de una atención ingenua, meramente voluntarista, sino de una dirección que obedece a un saber, a un conocimiento imprescindible que recae, fundamentalmente, en el alma como objeto de conocimiento y cuidado. Tal como sostiene Foucault, “Hay que comprender que esa aplicación a uno mismo no requiere simplemente una actitud general, una atención difusa. El término epimeleia no designa simplemente una preocupación, sino todo un conjunto de ocupaciones”3. Conjunto de aplicaciones que suponen la consideración del tiempo y de la vida como un continuum a considerar y cuidar, así como las diferencias ontológicas entre el cuerpo y el alma, ya que una le corresponde mandar y al otro obedecer, al alma le corresponde el rol activo del dominio y al cuerpo el rol de la obediencia.

La dirección de uno mismo es un camino teleológico; se trata, en efecto, de un telos, el más noble de los fines porque supone la más genuina soberanía, ligada a la autonomía que sólo la libertad y la racionalidad otorgan a partir del trabajo sobre uno mismo como núcleo de atención y preocupación permanente. Se trata siempre de cuidar al alma para que la tiranía posible del cuerpo y de sus apetitos no la enfermen y perturben su unidad.

El hombre debe cuidar de sí mismo, porque, en realidad, nadie puede y debe hacerlo por él. La verdadera y más genuina dimensión antropológica ubica al hombre como aquel ser que está capacitado para tomarse a sí mismo como objeto de inquietud y cuidado. Quien abandona la misión abandona la posibilidad de constituirse en un sujeto ético-político-estético y actuar en consecuencia. La dimensión estética alude a hacer de la propia vida una obra de arte; entonces el alma ocupa un lugar privilegiado porque ha sabido resistir la posible tiranía de las pasiones.

Ocuparse de sí es autogobernarse, ejercer la soberanía sobre uno mismo y, en tal gesta, convertirse en un sujeto libre que no depende de otro; la epimeleia toma así la forma general de la conducción, del gobierno; se trata de definir el territorio sobre el cual debe se ejerce la atención continua y esa geografía no es otra que el alma, llamada estatutariamente a gobernar al cuerpo y a resistir los embates de ta aphrodisia, como aquello que hay que resistir a partir de su posible dominio.

Hay entonces un movimiento complementario del sujeto sobre sí mismo, un retorno, un giro, una vuelta sobre uno mismo y en ese acto el sujeto encuentra su alma, su territorio de cuidado. Esta es la empresa socrática, su desvelo; es este doble horizonte el que está presente en su misión; lograr que el sujeto vuelva sobre sí, desde el campo lexical del verbo epistropheo, y, en ese giro ético-antropológico, encuentre el objeto de cuidado; atención a la que Sócrates entrega su vida, uniendo precisamente epistrophe, epimeleia y bios.

Es esta tarea la que nos interpela desde su condición instituyente de subjetividad y nos lleva a pensar su figura en relación con el concepto de autoridad, resistencia y poder.

He aquí los primeros indicios de la metáfora política. El hombre se convierte en el sujeto del autodominio; es capaz de controlar sus pasiones y apetitos, de no convertirse en esclavo de ellos, sino, por el contrario, de sobreponerse a su posible tiranía en un acto de resistencia ético-política.

En qué medida el verbo therapeuo nos ubica en el topos que estamos problematizando y en qué sentido resulta una noción nodular dentro de esta economía del cuidado? El campo lexical del verbo alude a la acción de estar al servicio de, cuidar, guardar, atender, tener cuidado de, honrar, curar. Indudablemente la riqueza semántica nos permite abrir líneas de análisis y pensar, por ejemplo, la perspectiva del re-conocimiento. Conocerse a sí mismo implica reconocerse como persona y ese gesto supone honrarse.

Honrar la propia vida, la cual toma, una vez más, un cierto valor estético, en la medida en que el hombre prudente modela su propia existencia como quien modela artesanalmente una obra de arte. Honrar la propia existencia como modo de consolidarse en el propio honor y, por ende, en el ejercicio de la autoridad sobre uno mismo. El verbo therapeuo, fuertemente ligado a un horizonte terapéutico en tanto curativo, nos retrotrae a una instancia previa al estado de enfermedad, que naturalmente hay que restaurar. Cuidar es previo a curar; cuidar-se evita curarse, porque la acción trabaja exactamente en el punto de la harmonía, del encastre, del equilibrio que evitará lo que luego, de otro modo, habrá que curar. El verbo parece jugarse en la tensión entre la salud y la enfermedad por cuanto la esclavitud de las pasiones aparece como una forma de enfermedad y ceguera.

Pensemos ahora en la dirección de la noción de guardar. Es el propio gobierno y la dignidad de la propia vida lo que se guarda. Se protege el topos del sí mismo como geografía de una acción sostenida y continuada. Así como la metáfora política alude al cuidado de la polis como geografía a preservar, del mismo modo guardar el alma se erige, isomórficamente, como aquello que merece cuidado y preservación frente a toda fuerza hostil. Devenir el guardián del propio territorio como modo de asegurar la fijación a un espacio de excelencia, a una geografía de areté, donde la noción nodular es el trabajo sobre sí mismo como usina subjetivante. Esto constituye la más noble askesis de quienes pretenden ser fulakes, guardianes, de sí mismos. Esta ejercitación conlleva el esfuerzo de la vigilancia, tanto del cuerpo como del alma como topoi a controlar y guardar en equilibrio.

Vigilarse es velar por sí mismo y esto supone un estar en vela, un estado de atención minuciosa, ininterrumpida, sostenida, que dibuja una particular configuración temporal: la práctica no es esporádica, discontinua o fragmentaria. Se trata de un continuum, de un estilo de vida, de un ethos, que plasmará la más excelente de las existencias: la del hombre prudente, aquél que ha logrado conjurar el daño de la hybris, abrazando la sophrosyne como valor rector de la propia existencia.

Dice Foucault: “Llamamos filosofía a una forma de pensamiento que se plantea la cuestión de cuáles son las mediaciones que permiten al sujeto tener acceso a la verdad. Filosofía es una forma de pensamiento que intenta determinar las condiciones y los límites del acceso del sujeto a la verdad. Si denominamos a todo esto filosofía creo que se podría denominar espiritualidad a la búsqueda, a la práctica, a las experiencias a través de las cuales el sujeto realiza sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad”4.

En la modernidad, la verdad ha dejado de actuar sobre el sujeto. El mero acto de conducción de la razón como facultad de conocimiento le alcanza al sujeto para el logro, “sin que para ello se le pida nada más, sin que su ser tenga que ser modificado o alterado.”5

Ahora bien, “¿Bajo qué figura se han dado cita en la Antigüedad occidental el sujeto y la verdad?6 La formulación foucaultiana nos ubica en la problemática.

Ha sido el campo semántico el que nos ha orientado en la singularidad de la preocupación ético-antropológica. Los campos lexicales del sustantivo y del verbo impactan en el núcleo de preocupación; epimeleia cuidado, solicitud, dirección, administración, gobierno, práctica; el verbo epimeleomai significa cuidar, cuidarse, preocuparse, estar encargado de, estar al frente de, tener a su cargo, aplicarse, dedicarse, preocuparse por, cuidar con todo cuidado. El campo es fuerte en lo que se refiere a nuestra indagación. El sujeto se toma a su cargo, lidera, como un estratega, la empresa subjetivante, convirtiéndose él mismo en el objeto de preocupación y en un núcleo de poder. La epimeleia roza entonces la cuestión política del gobierno de sí y del gobierno de los otros, ya que el gran marco de la ética y la política griegas se juega en el gobierno de la polis como telos último. “La necesidad del cuidado de uno mismo, la necesidad de ocuparse de uno mismo, está ligada con el ejercicio del poder […] Ocuparse de uno mismo es algo que viene exigido y a la vez se deduce de la voluntad de ejercer un poder político sobre los otros”7. Ocuparse de sí toma la forma general de conducirse, gobernarse, a partir de delinear el espacio sobre el cual debe recaer el cuidado y ese topos no es otro que el alma. El sujeto debe, una vez más, cuidar su alma y librar el agon de convertirla en un objeto bello.


Notas

2 El marco teórico en torno a la cultura de sí forma parte de mi libro, Foucault y lo político, del apartado III, “Políticas del alma”, editado por Prometeo, Bs As, 2009

3 Foucault, M., La Historia de la sexualidad. La inquietud de sí, p.49.

4 Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto, p. 39.

5 Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto, p. 41.

6 Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto, p. 35.

7 Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto, p. 42.


Referências

Colombani, M. C. Foucault y lo político, Prometeo, Bs As, 2009.

Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad. El uso de los placeres, Siglo XXI, 1991.

Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad. La inquietud de sí, Siglo XXI, 1991.

Foucault, Michel, La Hermenéutica del sujeto, Altamira, La Plata, 1996.


Organizadora

María Cecilia Colombani – Universidad de Morón. Universidad de Mar del Plata. E-mail: [email protected]


Referências desta apresentação

COLOMBANI, María Cecilia. El desvelo por el alma y por el cuerpo. Epimeleia, epistrophe y therapeuo en la metáfora política. Mythos – Revista de História Antiga e Medieval, ano 5, n. 1, p. 6-12, mar. 2021. Acessar publicação original [DR/JF]

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