Loas que carpem: a morte na literatura de cordel | Marinalva Vilar de Lima

Morte do Padre Cicero Imagem Tribuna do Sertao
Morte do Padre Cícero | Imagem: Tribuna do Sertão

O tema da morte, do morrer e dos mortos vem sendo apresentado em muitos suportes da cultura material, o que demonstra a multiplicidade e complexidade da experiência da (in)finitude humana nos artefatos culturais. Quando direcionamos a atenção para a literatura, muito tem se produzido nos diferentes gêneros. No caso específico da literatura de cordel, nos perguntamos como a morte, o morrer e os mortos são representados e versados? É sobre isso que esse texto irá discorrer a partir do livro aqui resenhado.

O trabalho contém 297 páginas, nas quais são apresentados os resultados da pesquisa de doutoramento em História, desenvolvida por mais de quatro anos, ao longo dos quais a autora realizou diversas viagens entre Ceará, Paraíba, Rio de Janeiro e São Paulo. A tese foi defendida no ano de 2003 e o livro publicado dezessete anos depois, o que permitiu uma adaptação e revisão do trabalho inicial. No que concerne à temática da morte, do morrer e dos mortos, a partir da literatura de cordel, é um trabalho inédito, talvez a primeira tese de História sobre a temática no Brasil. Leia Mais

Necromáquina. Cuando morir no es suficiente | Rossana Reguillo

Un día del mes de noviembre del 2011 “apareció” el cuerpo desmembrado de una periodista. Su cabeza estaba colocada en una maceta, formando parte de una instalación macabra que incluía un teclado de ordenador, el mouse, unos altavoces y en su cabeza, como una diadema, habían colocado unos audífonos. El mensaje era claro: esto es lo que le pasa a quién informa sobre el crimen organizado en México. Este escabroso hallazgo, se sumó a incontables otros. Tan solo ese 2011, a lo largo de la geografía mexicana, se encontraron varias “narco-fosas” en diversos estados del país; se arrojaron 35 cuerpos desmembrados en las calles de Boca del Río, Veracruz; 50 personas fueron calcinadas en el “narco-incendio” del Casino Royale de Monterrey; otros dos cuerpos aparecieron colgando de un puente en Nuevo Laredo, Tamaulipas…. Todos estos son ejemplos de lo que la antropóloga mexicana Rossana Reguillo llama “violencia expresiva”, idea central para entender el funcionamiento de lo que llama la “Necromáquina”, concepto inspirado en el de “necropolítica” del post-foucaultiano Achille Mbembe (2011) y nombre con el que titula este libro, que nada más publicarse ha tenido una cierta repercusión en los círculos intelectuales mexicanos. La investigadora tapatía [natural de Guadalajara] traza una línea entre las violencias “expresivas” y las “utilitarias”. Las primeras se caracterizan por codificar “la exhibición de un poder total e incuestionable” (Reguillo 2021: 59) frente a la violencia utilitaria que es “aprehensible para la experiencia” (Ibidem), en tanto se busca la obtención directa de una ganancia a través del ejercicio de la misma (robo, secuestro, intimidación, etc.). La violencia utilitaria (dividida a su vez en violencia “estructural” e “histórica”) es distinta de la expresiva (igualmente de dos tipos: “disciplinante” y “difusa”), en tanto la primera provendría de las Instituciones, mientras la segunda sería la característica de la Necromáquina (o simplemente “la máquina”) cuya definición no es clara, pero entendemos que se trata de aquel conjunto de fuerzas que ejercen una violencia ilegítima, es decir, paraestatal o lo que en México se conoce genéricamente como “El Narco”. La máquina, en tanto “poderes paralelos al Estado” (Ibidem: 15) genera, a su vez una “paralegalidad” con códigos, normas y rituales propios que “ignoran olímpicamente a las instituciones” (ibidem: 34). No sabemos dónde comienzan, pero en este punto nodal, se materializan una serie de dificultades teóricas de esta obra, que amenazan, si tiramos del hilo, con llevarse consigo toda la madeja. Para Rossana Reguillo, el paradigma biopolítico no alcanza para explicar el “exceso” de maldad, con el que se expresa la violencia cotidiana en México, de ahí que considere que lo más adecuado sea hablar de “lo necropolítico”. Para nuestra autora, “la necromáquina” excede todo sentido lógico, de ahí esta asunción de que la violencia en México es irracional, estética, y de ahí su carácter eminentemente “expresivo” y a-lógico. La antropóloga, ante la excesividad semiótica de la violencia mexicana, se resiste a su explicación, haciendo de su obra un monumento al paroxismo intelectual. Tomando de manera literal el concepto schmittiano de “estado de excepción” (1931), para Reguillo, solo basta “una visita cotidiana por la prensa latinoamericana” para “desestabilizar la idea de “excepcionalidad”” (2021: 33) en clara referencia al concepto que Giorgio Agamben (2003) retoma de la obra de Carl Schmitt. En este punto, da la impresión de que Reguillo toma el concepto “estado de excepción” en su más burda literalidad y lo entiende de manera contraria al sentido dado tanto por Schmitt como por Agamben. Para empezar, la revisión analítica que hace del concepto mismo se detiene en Giorgio Agamben, sin profundizar en su artífice Carl Schmitt (1922, 1931) mucho más cáustico en las consecuencias políticas que tiene el estado de excepción, en el marco de los Estados que se autodefinen como “democráticos”. Para Agamben, los sujetos son incluidos en el derecho civil a través de una ciudadanización [sujetos de derecho] que paradójicamente los excluye en tanto vidas desnudas [nuda vida]. Es decir, la nuda vida del sujeto pasa a ser una categoría del poder político que puede ser “reclamada” por el Estado como parte de sus atribuciones. Con el estado de excepción la administración eleva su poder para la constitución de un “dispositivo biopolítico de primer orden” (Costa y Costa, 2004: 07). El estado de excepción trascendería su estatus de técnica de gobierno excepcional para posicionarse como el paradigma constitutivo de un orden jurídico cuyo núcleo es esencialmente extra-jurídico (Agamben, 2003: 30-32). De esta manera, los estados modernos, en ese extraño ouroboros que es el estado de excepción pueden suspender las garantías democráticas con el objetivo de “salvar a la propia democracia” y por lo tanto, contienen en su ADN el germen del totalitarismo (Schmitt,1931). Agamben, releyendo a Carl Schmitt, llega a la conclusión de que “una democracia protegida” deja de ser automáticamente una democracia (2003: 46-47), abriendo paso al surgimiento de un oxymoron que podría llevar el nombre de totalitarismo democrático, ya que como lo explica sucintamente Rossiter: “Ningún sacrificio es demasiado grande para nuestra democracia, y menos que menos el sacrificio temporario de la propia democracia” (1948: 314). Es decir, que contrario a cómo piensa Reguillo, el estado de excepción no es “excepcional” sino constitutivo de los Estados modernos en tanto democracias totalitarias. Es a partir de una mala lectura de Agamben que a nuestra autora se le sobrevienen una serie de problemas conceptuales que impregnan esta obra. A pesar de toda una artillería teórica deleuziana, foucaultiana, benjaminiana… La Reguillo no deja de plegarse a ciertos lugares comunes incorrectos, incluso políticamente peligrosos, expresados en una serie de pares binarios desplegados: signo/materialidad, violencia expresiva/violencia utilitaria, paralegalidad/legalidad, Narco/Estado, Necropolítica/Biopolítica. No tengo espacio para tratarlos todos, me centro en uno, el que considero más lesivo. Se trata de la retórica dominante que explica el narcotráfico en México como producto de un “Estado Fallido”1 y del cual emanarían la paralegalidad, la violencia expresiva y en última instancia, la llamada “necromáquina”. Leia Mais