Migración peruana en Santiago: prácticas, espacios y economías – GARCÉZ H (EA)

GARCÉZ H., Alejandro. Migración peruana en Santiago: prácticas, espacios y economías. Santiago: Ril Editores, 2015. Resenha de: CORTÉS, Vicente. Estududios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.51, dic., 2015.

  1. ¿Qué es “un problema de espacio”?

¿Qué es lo que un etnógrafo puede decirnos acerca del espacio? El libro Migración peruana en Santiago, del profesor Alejandro Garcés (Universidad Católica del Norte), aborda “un campo de fenómenos que describen la presencia y la diferencia que la migración peruana introduce en el espacio urbano [de Santiago]” (14-15). El problema parece, de esta forma, fácilmente definido: un problema de concentración de migrantes peruanos, y la ocupación o territorialización del espacio público, que dan lugar a una “aglomeración de lo peruano” (15). Problema de espacio inmediatamente correlativo y coextensivo a un problema identitario, o mejor —como dice con precisión el auto—, a un problema de denotación.

  1.   De la antropología a una etnografía fenomenológica

No habría que equivocarse, sin embargo. No hay unidad hipostasiada de “lo peruano” ni mucho menos la intención de delimitar “el espacio de lo peruano”. El autor pretende, a la vez, mucho más que la mera taxonomización, identificación y caracterización de un grupo supuestamente homogéneo, y también mucho menos; puesto que el autor parece haber renunciado de entrada al saber antropológico que tiende a reducir la sociedad o colectividad migrante a una supuesta identidad peruana (determinante de todo un carácter, de una serie de hábitos, de un ethos correlativo a una esencia, si se quiere), reducción que no es sino la reducción del problema del proceso migratorio a un problema policial o psicológico. Mucho más también, puesto que se trata de un trabajo etnográfico: la descripción de una población en proceso de migración y de los modos de producción de espacios (residenciales, económicos, culturales, de ocio). De suerte que la pregunta no es “¿qué es lo peruano?”; la pregunta es “¿cómo ‘lo peruano’ ha llegado a constituirse en la forma en que precisamente se ha constituido y se sigue constituyendo?”. Dicho de otra forma: ¿cómo lo peruano ha llegado a constituirse en un proceso experiencial que es indisociablemente interno y externo? El lector atento habrá notado que estamos frente a un libro con profundas raigambres filosóficas: toda una etnografía fenomenológica de la experiencia migrante, una etnografía de los fenómenos de formación social de la ocupación territorial migrante. Así las cosas, para hacer la etnografía de la territorialización peruana en Santiago, no se puede intervenir el “campo de fenómenos” con un logos supuestamente anterior a la voz (y menos cuando la unidad de un grupo, como nota el autor [19] solo puede fijarse por el trayecto que va de un país de origen a una ciudad de destino). Es necesario dejar discurrir la voz del migrante y atender a lo que dice. Y es precisamente como comienza esta investigación: el etnógrafo logra introducirse en una reunión de migrantes peruanos en la discoteca-restaurante La Conga (Santiago Centro) para no solamente “presenciar” o “ver”, sino también, y sobre todo, escuchar la voz migrante. ¿Qué se dice? Sería ingenuo creer que el etnógrafo se encontrará por fin con la expresión auténtica de “lo popular” del “otro”. Los problemas son de praxis: los migrantes plantearon problemas tales como la necesidad de construir una “mediación entre origen y destino” (problema residencial o de “territorialidad otra” [32]), o “la disputa de una legitimidad para la interlocución con las autoridades locales chilenas” (problemas de fiscalización y policial); por último, la necesidad de “desconcentrar la zona” económica ocupada por ellos mismos en Santiago Centro (problema de la “economía étnica”). Al “problema de espacio”, problema de la “diferencia migrante” (21), responde, desde dentro, toda una política de espacios. Lección profunda: cuando no se tiene nada que decir, hay que comenzar por escuchar.

  1. Espacio y lugar

Con esto tenemos también la matriz directora del presente trabajo: no se trata de saber cuán o cuán poco integrados están los peruanos (por qué no los colombianos, o los mismos chilenos, pregunta el autor en una nota importante de la página 19); tampoco se trata de acusar discriminaciones. El problema es el de la “constitución de un locus”, esto es, no de un mero espacio indeterminado, homogéneo, sino de un lugar cualitativamente diferenciado: “locus de recursos” o de “estigmatización”. En efecto, “estos espacios presentan en su interior un carácter propio, una especificidad de interacciones y prácticas sociales, de sentidos producidos por la experiencia migrante, que le dotan de una densidad específica” (20). ¿Quiere esto decir que volvemos al paradigma del migrante popular, identificado como tal y obligado a expresarse como tal? En ningún caso2. A la delimitación territorial (residencial y comercial) corresponde una dinámica interna que “determina su propia permeabilidad” (20). Y es que las dinámicas de estos lugares requieren constantemente de flujos extraños al círculo circunscrito a lo identitario (como es el caso de la articulación de las economías étnicas con capitales de pequeños empresarios chilenos), que dislocan el imaginario antropológico de la pureza de la economía étnica (capítulo tres). Porosidad del espacio, entonces, de los lugares ocupados por los migrantes peruanos; porosidad que en nada contradice la constitución de una colectividad, sino que la implica, más bien. De modo tal que, si hay algo como “lo peruano” en Santiago de Chile, esta identidad se construye, en esta ciudad, por sus espacios, o más bien por los modos de ocupación, de territorialización (que es siempre, por supuesto, una re-territorialización), a partir de una multiplicidad de individuos migrantes que vienen a conectarse —entre sí y con “autóctonos”— con sus particularidades en una compleja trama de ocupación territorial: formación de un “lugar”, de una diferencia en el espacio. Y aquí entra sin duda un tercer y último problema: no solo hay un problema de espacios, ni un problema de la diferencia migrante, sino también un problema de denotación, es decir, de los modos de denominación de “lo peruano” con los que, tanto desde dentro como desde fuera, “se aglutinan diversos sentidos acerca del espacio [ocupado por los migrantes peruanos]” (28). Aglutinación significante y funcional del espacio de identificación que se constituye como lugar a partir de determinaciones y denominaciones tanto extrínsecas como intrínsecas.

  1. “Centralidades migrantes”

El autor se ve en la necesidad de inventar el concepto de “centralidad migrante”, que permite una exploración de la experiencia migrante a partir de tres ejes: uno, el “vínculo entre lo espacial y lo social”; dos, las “formas comerciales y prácticas de ocupación del espacio público”; y tres, las formas de denotación, de estigmatización y de confinamiento que surgen de las instituciones locales chilenas. Así, este concepto permite incluir en el estudio de la experiencia migrante la “yuxtaposición de la concentración de la residencia y del comercio migrante” (22), distanciándose del concepto clásico de “enclave”, por no adaptarse a la complejidad del objeto de estudio de la presente investigación3. Ciertamente este distanciamiento no debe ser interpretado en términos de oposición. El autor es consciente de la importancia de los trabajos de Portes (y otros) al respecto: mediante el concepto de “enclave” ha sido posible explorar un fenómeno social que no se correspondía con la matriz de desarrollo de las ciudades elaborado por la escuela de Chicago (41-46)4. La migración peruana en Santiago, efectivamente, responde a algunos de los criterios que podrían hacer creer que se trata de un enclave en sentido estricto. Sin embargo, “supone otra estrategia de integración al mercado de trabajo, al mismo tiempo que constituyen un nuevo patrón de asentamiento urbano” (45). Por ejemplo: en los emprendimientos peruanos en Chile no hay una clara división social del trabajo (empresario peruano que contrate peruanos como mano de obra barata), sino que descansan muchas veces en el trabajo familiar (107-111). Pero sobre todo, mientras que “la fuerza de la idea de enclave radica en su capacidad de confinar unas prácticas, la idea de centralidad migrante parte de la descripción de lo confinado para comunicarlo con aquello que le rodea, esto es, le definen también su permeabilidad, su porosidad” (48). En efecto:

“(…) las formaciones comerciales de la migración peruana en Santiago forman parte de la construcción de un espacio público de la migración, un marco de visibilidad para la heterogeneidad propia de lo urbano, y en esa línea podemos interpretarlas como una estrategia de apropiación del espacio urbano en el marco de la experiencia migrante peruana, que aglutina una diversidad de otras dimensiones que por supuesto exceden la dinámica propiamente económica o comercial” (49).

Las centralidades migrantes determinan así la unidad fenoménica de investigación del presente estudio.

De este modo se articula el libro en torno a los diferentes aspectos que implica el concepto de “centralidad migrante”: primero, se propone un “examen del proceso económico interno que da lugar a los comercios”, que permite mostrar los límites de la noción de “economía étnica” (capítulo tres); segundo, un “análisis de las centralidades migrantes como espacios en que se produce un proceso de territorialización de la experiencia migrante” a través de la “construcción de una memoria de la ocupación de estos espacios en Santiago de Chile” (capítulo cuatro); tercero, se trata de la cuestión de la ocupación del espacio público (calle), ocupación que funciona como principio de reproducción de la experiencia migrante (capítulo cinco); por último, en cuarto lugar, y como consecuencia de lo analizado en el capítulo anterior, se analizan los “dispositivos que operan en contra de la indisciplina que estos usos suponen, y que valiéndose de la supuesta inseguridad, ilegalidad y falta de higiene vinculadas al comercio de alimentos, denotan y/o estereotipan lo peruano para confinarlo en otro lugar, para relocalizar una diferencia que se hace molesta sobremanera en espacios del centro de la ciudad, ahora recargados de sentido patrimonial” (capítulo seis).

  1. Algunas remarcas conclusivas

El libro da cuenta de una profunda y larga investigación, tanto de un acabado estudio de campo como de una potente discusión intelectual, a la vez etnográfica y filosófica. De esta forma, se es capaz de responder a la pregunta: ¿qué es lo que un etnógrafo podría enseñarnos acerca del espacio? Contra la construcción de imágenes guiadas por criterios comunicacionales, hay que responder de manera tajante: hay una producción, una formación siempre colectiva del espacio, o más bien, como ya se dijo, del lugar; una apropiación y apertura colectiva de los espacios de la ciudad. El libro de Alejandro Garcés es una obra importante para la etnografía en Chile y está sin duda marcado por el esfuerzo de toda una generación de antropólogos y sociólogos que tanto ha buscado la rigurosidad científica como la creatividad conceptual.

Notas

2Aunque el autor no lo cita, hay varios puntos de encuentro teórico con Le philosophe et sespauvres de J. Rancière.

3El “enclave étnico” se define como “la concentración en un espacio físico de firmas empresas étnicas que emplean una proporción significativa de trabajadores de la misma minoría” (43).

4“Contra la supuesta idea de la dispersión espacial como proceso geográfico simultáneo a la integración social de los migrantes, las trayectorias de estos mismos en destino nos hablan de una persistencia del centro como una importante fuerza aglutinadora de la residencialidad y de la economía migrante en la ciudad” (61).

Vicente Cortés – Universidad Alberto Hurtado y Universidad Diego Portales.

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BUSTOS Beatriz (Comp), PRIETO Manuel (Comp), BARTON Jonathan (Comp), Ecología política en Chile: naturaliza/ propriedade/ conocimiento y poder (T), Editorial Universitaria (E), GIMINIANI Piergiorgio (Res), JACOB Daniela (Res), Estudios Atacameños (EA), Ecologia política, América/Chile (L), Natureza, Propriedade, Conhecimento, Poder

BUSTOS, Beatriz; PRIETO, Manuel; BARTON, Jonathan (Compiladores). Ecología política en Chile: naturaliza, propriedade, conocimiento y poder. [Sn.]: Editorial Universitaria, 2015. Resenha de: GIMINIANI, Piergiorgio;  JACOB, Daniela. Estudios Atacameños, San Pedro de Atacama, n.53, nov., 2016.

 

El libro “Ecología política en Chile: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder”, editado por Beatriz Bustos, Manuel Prieto y Jonathan Barton, reúne a doce investigadores afiliados a universidades nacionales e internacionales, que comparten un interés en el estudio de los procesos eco-políticos que están afectando Chile. Los nueve capítulos que componen este libro dan fe de una gran heterogeneidad de enfoques analíticos y de las localidades de investigación. A pesar de su diversidad, los capítulos de “Ecología Política en Chile” se encuentran organizados a partir de una reflexión conceptual sobre los elementos claves para establecer un análisis comparativo y un diálogo entre las distintas posibilidades de investigación abiertas por la ecología política. Los editores proponen pensar la ecología política a partir de cuatro dimensiones: naturaleza, propiedad, conocimiento y poder. Al problematizar estas cuatro dimensiones, el libro nos invita a preguntarnos sobre cuáles son las naturalezas que las prácticas de uso y conservación de recursos naturales producen desde el punto de vista tanto ontológico como epistemológico.

El enfoque hacia la producción ontológica y epistemológica de la naturaleza en cuanto proceso político es una de las principales novedades del volumen. Sin embargo, no es la única. En los debates analíticos y políticos existe una tendencia a reducir la ecología política a oposiciones dicotómicas, que obscurecen la fragmentación e hibridación de lo político en las relaciones de poder en juego en los conflictos ambientales. Los capítulos de este libro, en particular los capítulos de Palomino-Schalscha y de Román y Barton, nos invitan a considerar el conflicto socio-ecológico más allá de categorías binarias, demostrando el carácter inmanentemente político de estos procesos. Esto va acorde al planteamiento de los autores sobre la ecología política como una postura que “rompe con el mito de la naturaleza como fenómeno prepolítico” (50). La reflexión sobre lo político avanzada por los autores de este libro, nos ayuda a reconocer las especificidades de este fenómeno en la ideología y lógica neoliberal. Esta consideración es inevitable debido a que cualquier estudio de ecología política en Chile, un bastión del neo-liberalismo desde el comienzo de la dictadura militar en 1973, hace evidente los mecanismos particulares de esta ideología en los procesos extracción y, en menor medida, de conservación de recursos naturales en la esfera pública como privada. A diferencia de lo que pueda pensarse en un primer momento, el neoliberalismo no es simplemente la ausencia de Estado, sino que más bien se caracteriza por la reconfiguración de la gobernanza pública según modelos de lógica financiera, (y ya no la teoría política o filosofía moral) con el fin de sustentar la expansión del mercado, en este caso, de recursos y servicios naturales. A pesar del evidente énfasis de la gobernabilidad medio ambiental neoliberal en el extractivismo, el neoliberalismo en el campo ecológico (como en tantos otros) no es un fenómeno exento de contradicciones. El ejemplo más evidente es el así llamado “neoliberalismo verde”, que mediante la propiedad privada de territorios coarta el extractivismo de recursos, iniciativa que va acorde a las lógicas y expansión del mercado. Como bien señala Palomino-Schalscha en su capítulo sobre los senderos pewenche Trekaleyin en el Alto Bío-Bío, dentro de las mismas lógicas neoliberales, hay espacio para la reapropiación de estas por parte de la sociedad civil, dando espacio a la contestación con el efecto de producir espacios de “aguante”, como fue propuesto por la antropóloga Elizabeth Povinelli (2011).

Otro aspecto llamativo de este libro es la apertura de un espacio de diálogo teórico entre corrientes de pensamiento que no suelen entrar en relación. Los capítulos de este libro se inspiran tanto en los principios de la acumulación por desposesión desarrollado por David Harvey (2003) y en general por la geografía neo-marxista a las corrientes post-humanas, inspiradas en el trabajo de Donna Haraway (2008) y Bruno Latour (2008) en el estudio de la ciencia y tecnología. La relación entre estas dos corrientes permite ver cómo su conjunción es solo en apariencia contradictoria. Por un lado, un enfoque estructural nos permite ver quién produce e impone modelos epistémi-cos dominantes sobre la naturaleza; por otro lado, una perspectiva post-humanista nos invita a reconocer cómo el conocimiento en sí mismo, es un proceso de construcción ontológico donde resulta difícil plantear una clara distinción entre conocimientos científicos y sociales. Ambas posibilidades coexisten en conflictos medioambientales, como el desastre ambiental provocado por la celulosa Arauco que vio la pérdida de vida de cien Cisnes de Cuello Negro en Valdivia, presentado por Sepúlveda y Sundberg, y el desarrollo de enfermedades causada por la sobrepoblación de salmón comercial en todo el sur de Chile analizado por Bustos. El estudio de estos tipos de casos se vuelve necesario por una reflexión crítica constante sobre la cultura del experticia, como un campo de saber a -politicizado que caracteriza la producción de conocimiento y políticas públicas en Chile.

Otras dos novedades relevantes de este libro son la pro-blematización del concepto de propiedad en las disputas medioambientales y la relación entre colonialismo y ex-tractivismo en juego, en los procesos eco-políticos contemporáneos en Chile. Los capítulos de Manuel Prieto y David Tecklin, demuestran como la propiedad es una relación de poder práctica más allá de su carácter legal. De esta forma, la propiedad aparece tanto como una imposición gubernamental y como un campo político abierto a fracturas, contradicciones y resistencias. La relación entre extractivismo y colonialismo es evidente en consideración de una larga historia de expropiación de recursos naturales hacia los pueblos originarios en Chile, legitimizada, principalmente, por mecanismos legales de propiedad como el de la terra nullius. La faceta opuesta del racismo ambiental es la penetración de ideas y símbolos asociados a los pueblos indígenas en el movimiento ambientalista, un fenómeno ampliamente documentado a nivel global (Tsing 2005). A pesar del riesgo implícito de esencializar las sociedades indígenas, el conocimiento de sus nociones eco-cosmológicas pueden contribuir al problemático reconocimiento de la diversidad cultural en Chile (o más bien su falta) y al desarrollo de nuevos valores medioambientales universales, un punto planteado por Rozzi en su capítulo sobre ética biocultural.

A pesar de las contribuciones que se han hecho explícitas, hay una interrogante que inevitablemente aparece al leer el texto ¿Hasta qué punto este libro sólo aplica marcos teóricos globales, provenientes de centros de producción de conocimiento a Chile, que vendría a ser periférico a estos? De hecho, rellenar un vacío analítico en un lugar como Chile, puede parecer inicialmente como el trabajo típico de traducción de conceptos desarrollados en los centros de una particular disciplina, en este caso los departamentos de geografía en las universidades del “norte”, y la aplicación de esto a un contexto supuestamente periférico. La centralidad de la traducción entre centros y periferias del saber académico ha sido destacada en los estudios coloniales para recalcar cómo ciertos lugares son destinados a ser casos de estudio y otros centros de producción de teoría. Es innegable que en este libro hay un interés loable en presentar al lector chileno e hispano hablante, algunas de las discusiones globales contemporáneas en geografía desarrolladas principalmente en el mundo anglófono. Sin embargo, la comunicación generada entre los contribuidores de este libro, de distintos contextos académicos, demuestra implícitamente no solo lo que el estudio del caso chileno puede beneficiar en términos de comprenderse a sí mismo mediante marcos teóricos globales, sino también lo que la comunidad académica y política global puede aprender de Chile. De esta manera, algunos conceptos que han tenido su génesis en el norte vienen a desterritorializarse y a enriquecerse con otras experiencias, dialogando y modificando el modo en que aparecen en el lugar de su génesis estos mismos conceptos.

Más allá de las contribuciones y discusiones teóricas de este libro, que hemos listado anteriormente, vale volver también a lo planteado por Tom Perreault en el prefacio del libro “el conocimiento académico crítico sirve tanto para la crítica como para la acción” (9). Esta frase, estrechamente vinculada a los orígenes de la ecología política y a su relación a los movimientos sociales, deja desde un comienzo este libro como una promesa inacabada. La función crítica está cumplida con creces, ahora queda esperar a ver cómo estas ideas son capturadas y resignificadas en las luchas ambientales que se están dando en el Chile actual, para sólo de este modo pasar a la tan ansiada acción.

Referências

Latour, B. 2008. Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.         [ Links ]

Harvey, D. 2003. The new imperialism. Oxford University Press.         [ Links ]

Haraway, D. J. 2008. When species meet. Vol. 224. U of Minnesota Press.         [ Links ]

Povinelli, E. A. 2011. Economies of abandonment: Social belonging and endurance in late liberalism. Durham, NC: Duke University Press.         [ Links ]

Tsing, A. L. 2005. Friction: An ethnography of global connection. Princeton University Press.         [ Links ]

Piergiorgio Di Giminiani – Programa de Antropología y CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago ([email protected]).

Daniela Jacob – CIIR (CONICYT/FONDAP/15110006), Pontificia Universidad Católica de Chile. Avenida Vicuña Mackenna 4860, Macul, Santiago ([email protected]).

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