Rebeldes, reformistas y revolucionarios. Una historia oral de la izquierda chilena en la epoca de la Unidad Popular | José del Pozo

El mundo científico, sofocado dentro del marco de tradicional ascetismo positivista, busca nuevos caminos con el fin de enriquecer su conocimiento. Se hace necesario expandir la mirada histórica más allá del dato documental escrito. Se ha comenzado a interrogar desde los márgenes de la historiografía tradicional, con el objetivo de cubrir una información indiferenciada, tomada desde los propios actores sociales. Se aprecia un desplazamiento del enfoque desde los grandes hitos a la «pequeña historia» que recoge el inconsciente colectivo. Cambian los temas y las metodologías. Un rescate de la memoria y de la subjetividad del sujeto como actor histórico, nos permite abrir espacios para sistematizar conductas e inercias sociales en períodos pletóricos de eventualidad. Aparece la historia oral concentrándose en las experiencias directas de la vida de los individuos, participando en un esfuerzo conjunto con el recopilador. Naciendo como una técnica disponible para una amplia gama de disciplinas, no se define como propia de ninguna en particular y quienes la practican muestran la misma diversidad y hasta irregularidad en cuanto a su valoración como un método histórico relevante.

En Chile se expandió con fuerza durante el régimen militar y actualmente se proyecta en dos tipos de producciones. El primero intenta rescatar testimonios, vivencias, reflexiones y dolores de quienes sufrieron en diversos grados la represión, el exilio o la marginación. El segundo corresponde a conjuntos de testimonios seleccionados y ordenados que, en estricto rigor, no constituyen investigaciones históricas aun cuando comúnmente aparecen bajo el rótulo de historias populares, de poblaciones, de jóvenes, de mujeres trabajadoras, que son resultado del esfuerzo de aprendices y, por ende, las más de las veces, adolecen de profundidad explicativa, por cuanto la técnica de la entrevista por sí sola no da cuenta de los necesarios marcos teóricos, modelos de análisis y apoyo complementario en fuentes escritas que conforman aspectos importantes del método histórico.

Sin embargo, el fenómeno se expande y no puede ser ignorado en el ámbito universitario, aun cuando se adviertan algunas debilidades en la calidad de su producción. La historia oral encuentra aceptación principalmente, en centros de estudios sociales y políticos. Su valoración deriva de la creciente desconfianza de los jóvenes por la historiografía tradicional y «oficial», acusada de politizante, factualizante y no problematizada. A ella se une una reorientación de las sensibilidades populares en relación a su comprensión del devenir histórico reciente, al sentirse marginados como sujetos y testigos del proceso político y económico. o es desdeñable considerar en esta revaloración de la oralidad, la influencia de las innovaciones comunicacionales en la prensa escrita y, principalmente, en la televisión en cuanto a proporcionar diariamente, con la técnica de la entrevista múltiple, el abordamiento de una variada gama de temas y problemas, pretendiendo que sus resultados estadísticos sean elevados a niveles conclusivos de valor general.

Es factible pensar que este tipo de «historias» se deban a la demanda por explicaciones de la historia contemporánea, y, que el discurso sobre lo que aconteció a partir de los años 70 los historiadores tradicionales se mantienen a la zaga, sumidos en el imperio del documento escrito sin atinar a asumir el reto de la interpretación. Son, entonces, sujetos anónimos quienes irrumpen con intentos explicativos o recordatorios

Estas consideraciones nos deben motivar a recuperar el terreno y abrir una discusión que, recogiendo dichas experiencias, proyecte este modelo de hacer historia.

El libro de Del Pozo es un buen indicador del camino a recorrer y de las dificultade a encontrar.

Esta investigación se desarrolló en Canadá entre los años 1987 y 1991 y comprende entrevistas a 120 chilenos y chilenas vinculados durante el período de la Unidad Popular a partidos y movimientos de izquierda. En una visión de conjunto, el libro es un buen ejemplo para conocer esta metodología; es en este aspecto en el cual entrega sus mejores aportes. Resulta de particular interés la forma en que se construyen los 23 cuadros estadísticos y las entradas con las que fueron analizadas las entrevistas. La inclusión del cuestionario-guía que se utilizó y una amplia relación biográfica de los consultados, constituye una sección de permanente revisión mientras se leen los ocho capítulos del texto.

Planteando tres objetivos generales, a saber, conocer experiencias y testimonios d las bases de la Unidad Popular; medir el grado de persistencia de las ideas de izquierda y, finalmente, analizar con esta metodología de investigación, temas como las características sociales de estos actores anónimos, sus experiencias como militantes, las expectativas en el Gobierno de Allende, el recuerdo de los tres años, las vivencias durant el Golpe Militar y la mirada retrospectiva veinte años después.

La caracterización social de los sujetos arroja que «los izquierdistas chilenos procedían de medios sociales muy variados, dentro de los cuales había matices a vece importantes»(p. 23). Se puede reconocer también una significativa movilidad social entre las generaciones anteriores a la de los entrevistados y la situación que presentaban hacia los años 70, resultante del proceso de emigración campo-ciudad, mayor nivel de escolaridad y actividades económicas desarrolladas.

El autor concluye que dominaba la clase media y los obreros entre los partidario d la Unidad Popular.

A continuación los entrevistados responden a las interrogantes de:

¿Cómo se llegaba a la izquierda en los años 60? y ¿Cuáles eran los procesos d «socialización política» que derivaron hacia la participación en la Unidad Popular? De ellas se desprende que «La adopción de la actitud favorable a la izquierda se efectuó a través de una gran variedad de situaciones y mecanismos» (p. 82), entre las que cuentan el rechazo a la injusticia, sentimientos de rebeldía, influencia de grupos organizados, etc. Del Pozo las resume en tres tipos de adscripción que denomina «izquierdistas innatos», «por opción» y «por conversión».

En los primeros, la familia y la infancia constituye el canal principal de socialización « … mis hermanos eran simpatizantes de la juventud comunista en esos años … me lleaban a reuniones que era como catacumbas … Me impresionó mucho en esa primera experiencia la bandera del Partido Comunista, impresionante, en todas las murallas. Era como algo religioso»(Matías en 1950, p. 54). A esto se fueron agregando influencias complementarias, como las reuniones con amigos del barrio, y participación en organizaciones estudiantiles, resultando en la «aparición de lazos de solidaridad y de experiencia compartida» (p. 59). Este grupo constituye la unidad de la muestra y eran militantes al momento del golpe.

«Los izquierdistas por adopción» representan el 40% y son aquellos que lentamente fueron adoptanto posiciones de izquierda, por cuanto no todos fueron militantes activos. Los canales de socialización que experimentaron fueron encuentros entre obreros y estudiantes; influencia de la iglesia, y la formación intelectual. Por último, los que derivaron por «conversión», fueron principalmente ex-demócrata cristianos, en su gran mayoría profesionales. Como un factor externo relevante, se destaca la situación de la Unión Soviética y el ejemplo de la Revolución Cubana.

Una vez definida la orientación política hacia la izquierda ¿cómo se establecía la militancia? y, ¿qué nivel de experiencia y compromiso tenían los partidarios de la Unidad Popular?. Definiendo la militancia en un sentido amplio, Del Pozo establece en la evaluación de las entrevistas una serie de bases sociales, motivaciones e imágenes que influyen en los mecanismos de adhesión a un partido. Con una prolija descomposición de los cuadros estadísticos se obtiene que por la diversidad de los partidos del conglomerado de izquierda, dicho sector tenía modalidades muy variadas de reclutamiento, en «Chile, donde la cultura política de los partidos que no eran de izquierda es menos enraizada .. .la izquierda se nutre en forma diferente» (p.88). Captando adherentes provenientes de medios independientes, indefinidos o identificados con colectividades que no eran de izquierda. Incluso en el Partido Comunista no era gravitante la ligazón familiar. Tampoco resulta preponderante el origen obrero de los militantes (31 de 96). En ellos destacan aspectos importantes como fue su reciente adscripción (antes del 70) y la escasa experiencia frente a crisis represivas. Otros elementos como la militancia por herencia, la defensa de intereses de grupo y la atracción ideológica son subtemas que aportan los testimonios sobre la «cultura de izquierda». Los relatos acerca del trabajo partidario resultan interesantes porque permiten conocer, por dentro, la socialización y disciplina de los ‘U.P’. Se reconocen estructuras abiertas como la del Partido Radical, donde la participación era numerosa, en una atmósfera de camaradería y con bastante de vida social en oposición a la estructura del Partido Comunista, Partido Socialista y Movimiento de Izquierda Revolucionario, organizados en células muy cerradas, con un marcado verticalismo en las decisiones, pero con mayor preparación ideológica. En cualquier caso era una izquierda que se había formado y desarrollado en «condiciones políticas estables» y no presentaba expertizaje para las situaciones de emergencia que deberían enfrentar.

En relación a las expectativas que se habían acumulado a septiembre de 1970, el autor propone tres tipos de categorías, usando el modelo propuesto por Alain Touraine para esbablecer el espectro de esperanzas que impulsaba la posibilidad de un gobierno popular. Primero los «clasistas» o aquellos que reivindicaban, principalmente, mejorías sociales, se trataba mayoritariamente de obreros y eran quienes más creían en el contexto institucional para generar los cambios. Sus principales aspiraciones tenían un carácter social muy marcado: la igualdad (referida a la educación, salud, vivienda) y la seguridad «vivir en condiciones medianamente aceptables, que terminaran con la zozobra de las malas condiciones de vida»(p. 151)). En el segundo grupo, denominado «desarrollistas», primaban objetivos económicos de alcance’ nacional como las privatizaciones, nacionalización de empresas y Reforma Agraria. En él predominaban profesionales y técnicos, fieles seguidores del Programa Básico y aunque advertían los futuros problemas creían en los sistemas institucionales: «aceptaban como algo inamovible la existencia de la democracia en Chile, lo que hacía impensable una acción militar que fuera a destruir ese sistema … »(p. 164). El tercer sector, llamado los «políticos», aspiraban a una participación popular en el poder. Se reconocen como tales una cuarta parte de los entrevistados. La mayoría militaba en el MIR y en el PS y a nivel social sus ocupaciones variaban desde profesionales hasta estudiantes. Corresponde al grupo más radical y sus expectativas se situaban en las movilizaciones de masas y modificaciones estructurales en la economía y el sistema político. Mostraban una amplia desconfianza hacia las instituciones armadas y no descartaban la creación de condiciones de enfrentamiento.

Llegado el momento de analizar la experiencia allendista, su período de gobierno es dividido en, a) implementación de las principales medidas (año 1971) y, b) los problemas crecientes que debieron enfrentar tanto del lado de la oposición como al interior de sus propias filas.

El año de 1971 fue el de las realizaciones sociales (aumento de sueldos, disminución de la cesantía, mayor gasto social en salud, educación), iniciándose, también, la transformación en las grandes industrias, minería, banca privada, y sector agrario. Por último, el mecanismo de la «participación» popular acrecentó la gestión e iniciativa de los sectores de empleados y obreros. Un ejemplo de esto es la siguiente cita: «Discutimos entre nosotros, los tecnócratas, cómo debíamos orientar el presupuesto de obras públicas. La mayoría de nosotros pensaba que debíamos dar prioridad al servicio de agua potable y al alumbrado. Pero cuando nos reunimos con los representantes de las poblaciones, nos dijeron que para ellos lo principal era la construcción de veredas. Para nosotros eso no nos parecía importante, y quisimos saber las razones de esta petición. Entonces nos dijeron: mire compañero, para nosotros esto es una cuestión de dignidad; no queremos tener que andar todos los días caminando en el barro. Para nosotros, fue un descubrimiento, nadie había pensado en eso» (Víctor Araya, encargado de 00.PP. en Punta Arenas, p. 211).

En general, respecto del primer año los testimonios «dejan un panorama relativamente optimista en cuanto a los logros».

Con el título de «la fase defensiva y el fin», Del Pozo y sus entrevistados enfrentan los dos últimos años. Estos capítulos resultan ser los más logrados, tanto por el tratamiento que el autor hace de la información, como por la fuerza emotiva de los testigos Los problemas económicos que generó la aplicación del programa y las muchas tentativas improvisadas de solución son los aspectos más destacados del período: «en algún momento durante 1972, tal vez a partir de las derrotas electorales de ese año, o a causa … de la inflación y de los problemas de abastecimiento y sobre todo a partir de la huelga patronal de octubre, algo importante había cambiado»(p. 231).

Se aprecian las primeras tendencias hacia la radicalización política y las tensiones al interior de la Unidad Popular. El relato de actos violentos, la ofensiva de los partidos d derecha y la frustración ante la confusión reinante fueron incubando «una impotencia, una rabia y un deseo de actuar de una manera más fuerte ante la arrogancia de la oposición, que no estaban en el poder, mientras que nosotros eramos el gobierno; pero no teníamos los medios con que responderles»(p. 251). Lamentablemente el relato del 11 de septiembre no es lo pormenorizado que hubiésemos deseado, por la riqueza testimonial que encierra. Aparece cierto desnivel en la cantidad de material ocupado para el tratamiento de los temas anteriores a 1973 y los del último instante de la U.P. «Los testimonios indican claramente que los izquierdistas llegaron al momento decisivo, en que se jugó el destino de su gobierno, en un estado muy desigual de preparación»(p.261). Aunque se percibía alguna posibilidad de intervención militar, la ambigüedad, la confusión y el temor eran mayores que el escaso grupo que aparece representando a quienes algunas medidas tomaron frente al previsible enfrentamiento. Este errático comportamiento podría explicarse por el aislamiento con las cúpulas partidarias y la consecuente falta de información.

«Así, el final de la experiencia socialista chilena constituyó para muchos un hecho al que asistieron como espectadores más que como actores, en una actitud en que se mezclaban los sentimientos de impotencia y de incredulidad» (p. 272).

Las preguntas finales a los entrevistados y las respuestas acumuladas son un amplio material temático para las investigaciones que deben continuar efectuándose sobre tan gravitante período de la historia reciente.

¿Cómo interpretan los izquierdistas chilenos el final de su gobierno?. Aun cuando el sesgo de quienes están en el exilio al momento de responder es un elemento que debemos evaluar al instante de compararlo con la situación en Chile, es interesante observar dos grandes líneas en las opiniones de síntesis. Un sector observa una falta de planificación e inexperiencia en la conducción del gobierno y otro apunta a un inadecuado comportamiento con las clases medias. Según Del Pozo «la izquierda se habría encontrado … en la situación del aprendiz de brujo, habiendo desencadenado un mecanismo de transformaciones que no era capaz de controlar» (p. 275) Un testigo es elocuente al decir «Eramos como niños que queríamos acelerar la historia, pero eso era una posición voluntarista de nuestra parte» (p. 275), y otro agrega «Chile no había conocido lo que era el sufrimiento colectivo … si hubiésemos tenido un Pinochet antes de Allende, habríamos cometido muchos menos errores» (p. 276).

Respecto del conflicto con los sectores medios, Del Pozo observa dos niveles de contradicciones, el primero era que «la izquierda siempre había practicado un discurso político en favor de la clase obrera, pero la mayoría de sus dirigentes pertenecían a la clase media» y la segunda era que «los elementos de la clase media en su conjunto, se sentían dejados de lado por el gobierno» (p. 278). Falta, por supuesto, profundizar en estos aspectos en futuras investigaciones sobre el gobierno de la Unidad Popular.

Al finalizar una síntesis de los tres años en boca de los protagonistas: «Para mí, la UP fue en lo sentimental un sueño» (Ramón, p. 285). «Aprendimos lo que era realmente la lucha de clases … conocíamos la teoría, pero no la realidad» (Cecilia, p. 287). «No me arrepiento de lo que hicimos, pero el MIR y la UP comparten una responsabilidad» (Inés, p. 288).

Para el autor, un testigo de nombre Juan Rojas da una síntesis de los elementos utópicos y críticos para el conjunto del período: «La UP fue la realización durante tres años del ideal planteados por los anarquistas, de un gobierno sin estado, en el cual cada uno hizo e interpretó las cosas como le pareció y cada uno hizo lo que le vino en gana, porque durante esos tres años la policía y el ejército dijeron: yo no me meto … tú te tomabas fábricas, terrenos, casas, de todo, porque no había la decisión de hacer intervenir el aparato del estado» (p. 289).

Como sostuvimos al comienzo, esta obra es el resultado de una investigación prolija, bien estructurada, extraordinariamente sugerente para el desarrollo de tesis en estudiantes interesados en el período y constituye un aporte serio y relevante al amplio uso que puede tener la historia oral como modelo de trabajo historiográfico.


Resenhista

Femando Ramírez Morales


Referências desta Resenha

POZO, José del. Rebeldes, reformistas y revolucionarios. Una historia oral de la izquierda chilena en la epoca de la Unidad Popular. Chile: Ediciones Documentas, 1992. Resenha de: MORALES, Femando Ramírez. Cuadernos de Historia. Santiago, n.13, p. 199- 203, Diciembre, 1993. Acessar publicação original [DR]

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