Raza Sí, Migra No: Chicano Movement Struggles for Immigrant Rights in San Diego – PATIÑO (THT)

PATIÑO, Jimmy. Raza Sí, Migra No: Chicano Movement Struggles for Immigrant Rights in San Diego. Chapel Hill, NC: The University of North Carolina Press, 2017. 356p. Resenha de: RODRÍGUEZ, Elvia. The History Teacher, v.52, n.3, p.533-535, may., 2019.

In his book, Jimmy Patiño analyzes how the United States’ immigration policies became a focal point for Chicano Movement activists, particularly in San Diego.

San Diego, being a borderland region, emerges as a site of unity between Chicanos and Mexican nationals, as both groups were often victims of brutality from Border Patrol agents and/or experienced the negative effects of immigration laws (family separations, wage suppression, etc.). This unity is a “raza sí, migra no” stance that propels social and political action.

Part I of the book addresses activism around immigration through the 1930s-1950s with groups like El Congreso del Pueblo que Habla Español (Congress of Spanish-Speaking People) and Hermandad Mexicana (Mexican Brotherhood). Chicanos’ activism in the 1960s and 1970s is the focus of Part II.

Here, readers learn about the efforts of organizations such as CASA Justicia and La Raza Unida Party to resist what Patiño calls the “deportation regime” and how individuals in these organizations bring about a shift in the Chicano Movement’s agenda, not only by taking on the issue of immigration, but in so doing, adopting a transnational identity that unites Chicanos and Mexicans. “Raza sí, migra no” activists then focused on appealing to both the United States and Mexico to address the root causes of illegal immigration. The final chapter in Part II momentarily moves away from immigration to look at another form of persecution that people of color encountered—police brutality. Part III deals with San Diego organizations, especially the Committee on Chicano Rights (CCR), protesting the Carter and Reagan administrations’ oppressive immigration procedures. Patiño uses Herman Baca, who headed many of those efforts, as a connecting thread throughout the narrative. For decades, Baca and his print shop served as the center of resistance against the deportation regime.

Raza Sí, Migra No is a book that could be assigned in an upper-division course dealing with American, immigration, or Chicano history. A discussion on labor history would also benefit from the information presented by Patiño. Chapter 2, one of the strongest sections of the book, would be a valuable addition to any women’s history class. Here, Patiño discusses how white Border Patrol agents asserted their dominance over the Mexican/Chicano community by sexually harassing and/or assaulting women of Mexican ancestry. Patiño also demonstrates the patriarchal norms of Mexican culture as women were usually seen only as wives and mothers. Due to its very specific scope, the best place for this book, however, may be in a graduate seminar. Students would certainly receive greater insights into the debates and aims of the Chicano Movement, such as organizations’ diverging stance on support for amnesty or who is a member of la raza and who is not (many Chicano individuals excluded Mexicans from this community). Raza Sí, Migra No could also be used in a seminar on social movements, as Patiño does a masterful job at tracing the evolution and sometimes collapse of organizations seeking rights for minorities. Aside from students, educators may also find the book useful, especially when discussing the Carter administration as well as immigration policies of the late twentieth century.

Patiño’s critical look at Chicano activism makes his book a fine addition to the field. He does not shy away from presenting fractures and even failures within the Chicano movement. Moreover, Patiño’s examination of the coalition between Chicanos and African Americans (against police brutality in San Diego) is not typically found in this scholarship, but is a welcome contribution. While Raza Sí, Migra No presents fascinating issues, in some instances, the reader is left wanting more. For example, in Chapter 7, Patiño brings up the Ku Klux Klan’s plan to start a patrolling program on the U.S.-Mexico border, and he goes on to discuss the press coverage the Klan received over their plan, but then readers do not get more information on this very intriguing matter. Similarly, Patiño raises the idea that “the amnesty provisions of [the Reagan administration’s] IRCA co-opted social movement forces that could have focused on uprooting the deportation regime” (p. 265), but does so in the conclusion and devotes only a few sentences to this assertion. These exceptions aside, Raza Sí, Migra No absolutely furthers the scholarship of Chicano activism, but in addressing immigration policies, this book also sheds light on a matter that is at the forefront of today’s political climate.

Elvia Rodríguez – California State University, Fresno.

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Unearthing Conflict: Corporate Mining, Activism and Expertise in Peru – LI (A-RAA)

LI, Fabiana. Unearthing Conflict: Corporate Mining, Activism and Expertise in Peru. Durham y Londres: Duke University Press, 2015. Resenha de: CARMONA, Susana. Antípoda – Revista de Antropolgía y Arqueología, Bogotá, n.26, set./dez., 2016.

En Unearthing Conflict: Corporate Mining, Activism and Expertise in Peru (Desenterrando el conflicto: minería corporativa, activismo y experticia en Perú1), Fabiana Li explora la proliferación de conflictos en torno a la minería en el Perú desde una perspectiva que pone énfasis en la agencia de elementos no humanos en las controversias. El texto parte de una contextualización histórica para desarrollarse a través de una rica etnografía de agradable lectura, en la cual se analizan con detalle los conflictos mineros en los cuales los más diversos actores entran en escena.

Al igual que otros países en América Latina, las reformas neoliberales de los noventas en el Perú significaron un énfasis en las actividades extractivas y su vinculación con la idea de “desarrollo” y “progreso”. Al mismo tiempo, la oposición social a la minería se incrementó a pesar de los esfuerzos de gobiernos y corporaciones por manejar los conflictos con planes de manejo, estudios técnicos y un despliegue de conocimiento experto que se analiza en el texto. El libro está escrito a partir de dos casos específicos: primero, el de la ciudad de La Oroya en donde se encuentra desde hace más de noventa años un complejo metalúrgico, caso que se desarrolla en el primer capítulo; segundo, la minera Yanacocha en la región de Cajamarca, caso que ocupa el resto del libro.

Unearthing conflict es el resultado de dos años de trabajo etnográfico de la autora en Perú, principalmente en la ciudad de Cajamarca. Como es usual con este tipo de estudios etnográficos, los lugares de observación son muy variados e incluyen no solo la tradicional permanencia con las comunidades, sino también la asistencia a reuniones entre comunidades, empresas y Estado, la visita de inspección a un canal de riego, los espacios de revisión y difusión de un Estudio de Impacto Ambiental (EIA), entre otros. La autora habla de un vínculo especial con la organización social Grufides, que tuvo un papel importante en los conflictos con la minera Yanacocha. El seguimiento a esta organización le permite a la autora dar cuenta de la criminalización de la protesta por parte del Estado, de la separación entre lo “técnico” y lo “político” y, finalmente, de las críticas -externas, pero también desde adentro- a la transformación de una organización social en un partido político.

El objetivo del libro es analizar los elementos que las tecnologías de minería “moderna” (representadas en la minera Yanacocha) han traído al escenario político peruano y que se diferencian de la “vieja” minería (representada en el libro con el caso de La Oroya). La autora se pregunta por la forma en que elementos no-humanos, como la contaminación (pollution) y el agua, se han convertido en los principales puntos contenciosos en los conflictos entre comunidades locales y corporaciones mineras.

Li retoma el concepto de controversias de Latour (2004), que se define como el momento en que las cosas dejan de ser “hechos” (matters of fact) para convertirse en “asuntos de preocupación” (matters of concern). Esto ocurre con la contaminación, con el agua y con otra serie de entidades que son desenterradas por la minería. Según la autora, estos elementos no-humanos se entienden mejor como elementos que no se agotan en un único punto de vista, sino que son construidos desde múltiples perspectivas. Esta construcción es el efecto de relaciones entre actores y su existencia se debe a prácticas específicas que los producen, como por ejemplo estudios técnicos, foros de debate, alianzas y mesas de concertación, movilizaciones sociales, entre otros.

La autora devela en su etnografía lo ambiguas y contradictorias que resultan ser las relaciones entre las empresas y las comunidades, llenas de alianzas, colaboraciones inesperadas y rupturas. Esto la lleva a ampliar la noción de conflicto y a reformularla como relaciones cambiantes entre lugares, personas y cosas, así busca trascender la noción que los conflictos en torno a la minería son un resultado de la falla del Estado o de la actuación corporativa. En palabras de la autora: “no trato a las redes de activistas y a las redes corporativas como antagonistas ideológicas, sino que enfatizo en las alianzas cambiantes entre varios actores y las maneras en que trabajan al mismo tiempo con y en contra de intereses corporativos” (2015, 6). Para su análisis la autora retoma los Estudios de Ciencia y Tecnología (ECT), la ecología política y los estudios críticos del paisaje; de este último, se incluye una perspectiva del paisaje no solo en sus cualidades materiales sino también como agente. Retoma igualmente la idea de los conflictos por extracción de recursos naturales como conflictos ontológicos sobre la producción de mundos y, de esta forma, logra “examinar el cómo cosas como la polución toman forma y se vuelven tangibles, cuándo estas importan y para quién son políticamente significativas” (Li 2015, 21).

El libro es un interesante ejercicio etnográfico en que se contemplan elementos poco comunes a la hora de pensar conflictos mineros en América Latina. Lo más interesante es la atención que pone la autora a las prácticas corporativas que se enmarcan dentro de la “Responsabilidad Social Corporativa” y que incluyen la participación comunitaria, los estudios de impacto ambiental, la rendición de cuentas, la adhesión a estándares internacionales, entre otras. Estas prácticas surgen como respuesta a los movimientos de oposición a la minería y a un interés global en asuntos ambientales y de derechos humanos, sobre los cuáles la antropología apenas recientemente ha posado su interés. Li describe estas prácticas como parte de una “lógica de equivalencia” que busca, mediante procesos de conmensuración y con un despliegue de conocimiento experto técnico-científico, saldar deudas sociales y ambientales. Las equivalencias tienen el efecto de desparecer el aspecto político de los conflictos y poner en términos técnicos las soluciones. Sin embargo, se trata de acuerdos temporales y negociaciones constantes en que las comunidades no se sienten compensadas, pues son intentos de conmensurar lo inconmensurable. Las prácticas corporativas, el activismo y la lógica de equivalencia son rastreados etnográficamente a lo largo de cinco capítulos y un apartado final de conclusión.

La primera sección del libro se titula “Minería, pasado y presente” y en su primer capítulo “Legados tóxicos, activismo naciente” se concentra en el caso de la ciudad de La Oroya, que le permite a la autora presentar la historia minera del país y la agencia de elementos no-humanos, en este caso “los humos”, en el surgimiento de conflictos. Cuando en 2006 una organización norteamericana nombró a La Oroya como uno de los diez lugares más contaminados del mundo, la contaminación en esta ciudad se convirtió en un “asunto de preocupación” global. Para este momento la compañía incrementó sus programas con el fin de contrarrestar las emisiones toxicas, se llevaron a cabo estudios por parte de ONG activistas y de la misma compañía, se implementaron mesas de concertación y se involucró a la comunidad en el manejo de los problemas ambientales.

Muy interesante en este capítulo es la descripción de la forma en que la compañía transforma su obligación de rendir cuentas por sus acciones (corporate accountability) en “responsabilidades compartidas”. Esto último se logra al concentrar esfuerzos en el monitoreo de la salud de los habitantes, el control del riesgo en los puestos de trabajo, el monitoreo comunitario y la promoción de “hábitos saludables”. Estas acciones hacen parte de nueva dinámica en la cual las empresas buscan posicionarse como representantes de la minería moderna y sostenible. La trasformación de elementos no-humanos en asuntos de preocupación y por lo tanto en objetos de conocimientos, se repite a lo largo de los distintos conflictos analizados en el texto: una montaña, canales de irrigación o lagunas. La diversidad de visiones frente a estos elementos es lo que analiza la autora en el resto del libro, al poner énfasis en las prácticas corporativas de generación de equivalencia y en las prácticas de activistas que apelan a argumentos no técnicos.

En este punto la autora pasa al caso de la minera de oro Yanacocha, en cuyo contexto se enfoca en el resto del libro. El capítulo dos “mega-minería y conflictos emergente” narra la historia de la minería en el Perú y su giro hacia la mega-minería. A pesar de las promesas de progreso y de pertenecer al nuevo paradigma de “Responsabilidad Social Corporativa” que generaron enormes expectativas en las comunidades, los efectos de Yanacocha sobre el agua han disparado una enorme oposición a la empresa y a la minería.

A través del análisis de un estudio de la calidad del agua elaborado por una mesa de concertación entre la industria minera, el Estado y las comunidades la autora muestra cómo se producen colaboraciones entre actores y cómo los resultados son usados e interpretados de formas diversas. En este contexto se comienza a hacer evidente que la “percepción” de las personas no se considera un argumento legítimo y que solamente en el marco de un discurso técnico, desde el Estado y la empresa, se habla de compensación y de las preocupaciones sociales, políticas y éticas por el agua.

Tras haber introducido el agua como elemento central de la disputa, la autora pasa en la segunda parte del libro “Agua y Vida” a analizar la forma en que el agua se convierte en un elemento central de la política, generando protestas y movilización internacional en contra de la minería. En el capítulo tres, “La hidrología de una montaña sagrada”, la autora muestra la controversia por el proyecto de explotación a cielo abierto en el Cerro Quilish. Tras mostrar que el cerro es un objeto múltiple que carga al mismo tiempo identidades como depósito de oro, acuífero y montaña sagrada, la autora concluye que en este tipo de conflictos la multiplicidad con que se miran elementos de la naturaleza permiten dar al cerro relevancia política de forma que se “excede la política tal como la conocemos” (De la Cadena 2010). Sin embargo, los argumentos técnicos relacionados con la importancia del cerro como depósito de agua predominaron en la disputa. Esto lleva a la autora a profundizar, en el siguiente capítulo, sobre la lógica con que opera la compañía minera.

En el capítulo cuatro, “Irrigación y equivalencias impugnadas”, la autora analiza de forma detallada la “lógica de equivalencia”. A partir de la historia de unos canales de irrigación afectados por la minería de oro, se narra cómo la empresa llegó a acuerdos de compensación con los campesinos que consistían en dinero en efectivo, contratos de trabajo y asistencia para el desarrollo. La autora muestra el choque de formas de conocimiento y la imposición de los criterios técnico-científicos en las negociaciones. Expone también cómo la equivalencia discrepa con los arreglos políticos preexistentes y por tanto genera conflictos internos a las comunidades. Además, presenta cómo aparecen nuevas dinámicas que hacen proliferar los conflictos, por ejemplo el incremento inusitado del número de usuarios del canal que buscan compensaciones.

No obstante, hace falta un mayor énfasis etnográfico en el cara a cara de la negociación entre los campesinos y los funcionarios de la empresa, así como incorporar el análisis de uno de los elementos más intrigantes de los modelos de desarrollo que llegan con la Responsabilidad Social Corporativa y que la autora no menciona en el texto: el deseo de las personas de hacer parte de sus proyectos. Sin desconocer que efectivamente la lógica de equivalencia opera en la negociación y que los criterios técnicos predominan frente a otras formas de conocimiento, no se explicita el por qué y el cómo los campesinos llegan a este tipo de acuerdos, los aceptan y desean su continuidad.

La forma en que está escrito el texto y los elementos sobre los que se hace énfasis, dejan la sensación de que se trata de una imposición de la corporación malévola y desestiman la agencia de los campesinos en esta negociación. Sin embargo, la etnografía es rica en mostrar el cambio de las relaciones de la gente con el canal de riego y las desigualdades que genera la presencia de la mina en la comunidad.

Finalmente, en la última parte del libro “activismo y experticia”, la autora se concentra en el análisis de un dispositivo corporativo que ha entrado a dominar la escena política en torno a la minería: el EIA. Según Li, los EIA forman parte de una estructura regulatoria que facilita la extracción de recursos y son una de las banderas de la rendición de cuentas corporativas. La autora se concentra en los efectos del EIA y concluye que los impactos identificados son solo aquellos que pueden ser manejados técnicamente, que los procesos de participación y divulgación circunscriben los espacios de oposición al documento y que los procedimientos y formatos asociados al documento son más importantes que su mismo contenido. Esto último lleva a las personas a buscar nuevas estrategias políticas como “salirse del documento”, mediante la no-participación en las instancias oficiales. Una versión preliminar de dicho capítulo de encuentra publicada en Li (2009).

En la conclusión del libro se retoma otro conflicto en torno a la minera Yanacocha. Se trata del proyecto “Minas Conga”, el cual afectaría cuatro lagunas que emergen como los focos de la disputa. Según la autora, el conflicto por Minas Conga encapsula la política de la extracción que se ha mostrado a lo largo del libro, situación que es aprovechada para resumir las conclusiones principales de cada capítulo. Las reflexiones finales se refieren a la hegemonía del conocimiento experto, en este punto la autora deja entrever cierto desconcierto y en un tono de resignación afirma que no se puede negar la fuerza del Estado y el rol de la violencia corporativa y estatal para suprimir la oposición y limitar las posibilidades de acción política; sin embargo, el libro concluye con una reflexión sobre las posibilidades del activismo. Para Li los actores no humanos que se desentierran con la minería moderna, han permitido a los opositores hacer oír sus demandas y desestabilizar visiones dominantes en que la naturaleza es vista como un conjunto de “recursos” que deben ser administrados. Estos objetos, en casos como los que se presentan en el libro y se observan cotidianamente en muchos contextos mineros de América latina, abren nuevos espacios de resistencia.

El libro es una interesante reconstrucción de las dinámicas en torno a la minería desde una perspectiva que permite ver más allá de una tradicional lucha entre actores hegemónicos y no hegemónicos. La atención a las relaciones entre personas y cosas evidencia cómo elementos no humanos llevan a los actores -tanto comunitarios como corporativos- a movilizarse, ya sea para defender un modo de vida tradicional que se ve amenazado o para hacer viable por medio de lógicas de equivalencia una actividad económica extractiva.

Comentario

1 Traducción propia.

Referencias:

De la Cadena, Marisol. 2010. “Indigenous Cosmopolitics in the Andes: Conceptual Reflections beyond ‘politics.’” Cultural Anthropology25 (2): 334–370.         [ Links]

Latour, Bruno. 2004. Politics of Nature: How to Bring the Sciences into Democracy. Cambridge: Harvard University Press.         [ Links]

Li, Fabiana. 2009. “Documenting Accountability: Environmental Impact Assessment in a Peruvian Mining Project.” PoLAR: Political and Legal Anthropology Review32 (2): 218–236.         [ Links]

Li, Fabiana. 2015. Unearthing Conflict: Corporate Mining, Activism, and Expertise in Peru. Durham y Londres: Duke University Press.         [ Links]

Susana Carmona – Antropóloga, magíster en Estudios Socioespaciales de la Universidad de Antioquia, magíster en Antropología y estudiante del doctorado en Antropología en la Universidad de los Andes. Entre sus últimas publicaciones están: coautora en “Números, Conmensuración y Gobernanza en los Estudios de Impacto Ambiental”. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad 10 (30), 2015. “La Percepción de los Impactos Sociales de la Producción de Petróleo: el Caso de Casanare, Colombia”. Southern Papers Series/Working Papers Sur-Sur 21, 2015. E-mail: [email protected]

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Raising Reds: The Young Pioneers, Radical Summer Camps, and Communist Political Culture in the United States – MISHLER (CSS)

MISHLER, Paul C. Raising Reds: The Young Pioneers, Radical Summer Camps, and Communist Political Culture in the United States. New York: Columbia University Press, 1999. 172p. Resenha de: GLASSFORD, Larry A. Canadian Social Studies, v.35, n.2, 2001.

The author of this intriguing, though sloppily edited, little book is a self-proclaimed radical parent, himself raised by parents who were intellectuals and radicals. His personal philosophy, he confides, is that the world is out there to be changed (x). His sympathy for the goals, if not always the means, of the American Communist activists described in this book is readily apparent.

Mishler’s analysis concentrates on the period from the early 1920s to the mid-1950s. This chronological era sandwiches a fifteen-year period of semi-respectability for the Communists in America, 1930 to 1945, between two decades of virulent Red Scare. His book provides a timely reminder that, during the depths of the Great Depression, and continuing through the anti-Fascist war years, the Communist Party was able to connect with significant aspects of mainstream American society and culture. During this time, Communists led labour unions, wrote leading articles for the popular press, and taught openly in universities. A combination of the Cold War, McCarthyism and working-class prosperity terminated this rapprochement between Marx and the Mayflower, though Mishler argues that much of their radical critique of capitalism resurfaced in the New Left protests of the Sixties and Seventies.

The central focus for Mishler, as it was for Communist parents in the first half of the 20th century, is the problem of how to educate children so that they would grow up to be radicals (25). The issue of which community institutions – the family, the school, the state, various voluntary organizations – are to be charged with the responsibility of socializing the next generation is an ongoing dilemma. At that time, most Communists were either immigrants or the children of immigrants. They understood the pressure on their own offspring to conform to the norms of the mainstream culture in this ‘New World’ society. Yet they rejected much of that society’s founding myths on ideological grounds. What to do? The answer was sought in after-school programs and summer camps built around the Marxist values of the parents, though these ideas were framed to be as compatible as possible with the more radical aspect of American liberalism.

Through the 1920s, the largest number of American Communists derived from the immigrant Jewish and Finnish communities. Parents and party organizers frequently clashed over the relative weight to be given to working-class solidarity, as opposed to ethnic heritage, in the curriculum of the out-of-school educational programs. By the 1930s, party thinking had relaxed somewhat, so that ethnicity was nurtured rather than shunned, even as the youth programs moved to adopt more of the trappings of the host culture, notably organized sports.

During the more strident period of party educational activity in the 1920s, parents had often been deliberately excluded from participation in the leadership of the main youth organization, the Young Pioneers. In fact, the children were sometimes taught to undermine the authority of their own parents, particularly authoritarian fathers, as a metaphor for and precursor to the coming revolutionary victory of the working class over the bourgeoisie. Mere analysis of the injustices in society was deemed insufficient. The young students were inspired by their adult leaders to take direct political action in support of their causes. This included skipping regular school attendance to take part in public rallies, demonstrations and strikes.

In the end, the institutionalized extra-school education of young Communists in America collapsed. The threats and enticements of mainstream society prevailed over a determined but tiny minority. Here and there, however, a few residual survivors – sometimes dubbed Red Diaper Babies – surface to remind Americans of an overlooked element of their past. This book and its author provide one such example.

Larry A. Glassford – University of Windsor.

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