Historia de la violencia en Colombia 1946-2020: una mirada territorial | Jerónimo Ríos Sierra

Hablar y estudiar la historia contemporánea de Colombia es sinónimo de introducirse en la historia de la violencia política y el conflicto armado que ha sacudido al país desde la década de 1960 hasta los últimos años. A pesar de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) en 2016, no son pocos los ejemplos que nos llevan a pensar que tanto la violencia como el conflicto en Colombia no han terminado. Por lo tanto, para conocer bien los motivos que hacen que esta situación se siga desarrollando con características similares y diferentes a las ya vividas, la aparición de obras como la que nos atañe en esta reseña resulta esencial. Leia Mais

La Transición española y sus relaciones con el exterior | Mónica Fernández Amador e RAfael Quirosa-Cheyrouze Muñoz

Si tuviera que definirse este trabajo con sólo una palabra, esta sería necesario. Se trata de un estudio que muestra la realidad del periodo histórico denominado transición a la democracia española, y que además presenta la realidad de esta etapa vista desde la perspectiva internacional, analizando para ello diferentes aspectos que permiten extrapolar a un contexto más amplio del habitual lo acaecido entre 1976-1983 en España.

La obra coordinada por Mónica Fernández Amador y Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz reúne, tras el texto escrito por ambos y utilizado como investigación introductoria, doce capítulos firmados por investigadores, historiadores de prestigio y personalidades reconocidas vinculadas por su profesión con el proceso democratizador en España. La mayor parte de los investigadores pertenecen a universidades españolas, pero a sus aportaciones se unen los trabajos de miembros de instituciones homólogas de países como Alemania, Francia o Portugal. Todos ellos con amplia y especializada trayectoria en publicaciones históricas y en el campo de la Historia del Tiempo Presente. Leia Mais

La Transición española y sus relaciones con el exterior | Mónica Fernández Amador

Si tuviera que definirse este trabajo con sólo una palabra, esta sería necesario. Se trata de un estudio que muestra la realidad del periodo histórico denominado transición a la democracia española, y que además presenta la realidad de esta etapa vista desde la perspectiva internacional, analizando para ello diferentes aspectos que permiten extrapolar a un contexto más amplio del habitual lo acaecido entre 1976-1983 en España.

La obra coordinada por Mónica Fernández Amador y Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz reúne, tras el texto escrito por ambos y utilizado como investigación introductoria, doce capítulos firmados por investigadores, historiadores de prestigio y personalidades reconocidas vinculadas por su profesión con el proceso democratizador en España. La mayor parte de los investigadores pertenecen a universidades españolas, pero a sus aportaciones se unen los trabajos de miembros de instituciones homólogas de países como Alemania, Francia o Portugal. Todos ellos con amplia y especializada trayectoria en publicaciones históricas y en el campo de la Historia del Tiempo Presente. Leia Mais

Después del 68: la deriva terrorista en Occidente | Juan Avilés, José Manuel Azcona, Matteo Re

Deriva conjuga los acontecimientos del mayo francés con el terrorismo europeo de las décadas posteriores, un nexo que enmarca y contextualiza el proceso en conjunto; vínculo que, además, le otorga un significado polivalente porque combina dos cuestiones que no alcanzaron consenso en su definición; por un lado, la trascendencia de las jornadas del 68 y, por otro, un significado concluyente del término terrorismo. Es por ello que establecer una línea de continuidad que los vincule –tanto como consecuencia trágica de la época o por extravío y declive del movimiento– resulta un argumento que no alcanza para explicar la totalidad, ya que no considera, por ejemplo, la dérive situacionista como campo de experimentación de nuevas situaciones subversivas como un fin en sí mismas, o la hipótesis del terrorismo como un antimovimiento social desarrollada años atrás por Wieviorka (1991). De acuerdo con las voces de distintos protagonistas (Cohn-Bendit, 1987) es posible reconstruir una ruptura que se consumó tras el reflujo de la protesta: clivaje que legitimó la decisión de reinterpretar estrategias y tácticas a futuro y borró la distancia entre retórica y acción. Sommier (2013: 150), discute que la base crucial de los grupos terroristas hayan sido los profusos llamados a la violencia declamados desde la década anterior, en tanto que remarca “la distancia entre las intenciones declaradas por un colectivo y la disposición individual a actuar”. Para superar la etapa ya agotada y “llegar al extremo”, estas organizaciones elaboraron sucesivas narrativas para justificar su paso a la violencia revolucionaria, tejiendo una telaraña crítica sobre el 68. Así revolución perdió su halo romántico y al- canzó un nuevo significado –al igual que violencia, primero difusa y declarativa pero ahora como un salto al vacío hacia la lucha armada–, que se proyectará con un excluyente prisma militarizado. Por eso, esta ruptura no solo fue respecto al movimiento sino también a los parti- dos comunistas oficiales, grupúsculos, anarquistas y otras referencias políticas contemporáneas. Y para alcanzar una línea de acción superado- ra de la experiencia previa, se estructuraron en organizaciones clan- destinas blindadas y militarmente jerarquizadas. Desde el inicio los responsables de la obra advierten que no debe considerarse una línea de continuidad entre ambos fenómenos, no hay relación entre la ilusión del 68 y el terrorismo de la siguiente década (12) ni tampoco es un legado directo (14); pero, aun así, deriva no pierde su connotación de situación facilitadora entre uno y otro. En el capítulo que abre el volumen, J. Avilés examina los orígenes del terrorismo revolucionario europeo de la década de los setenta y le otorga sentido al título de la obra. Su concepto de deriva explica que el terrorismo no es consecuencia directa de los años de la contestación o por la actividad de una franja extrema de la nueva izquierda, aunque no hubiese obtenido sustento político sin la convulsión social anterior. De aquí se desprende que el 68 fue condición necesaria pero no suficiente y es en el desarrollo diferenciado de las distintas realidades donde el autor expone el núcleo fuerte de su hipótesis. Para el caso francés, los argumentos ideológicos de los radicales sirvieron como contención para el paso definitivo al terrorismo (39); para el italiano en cambio, la “violencia difusa (…) proporcionó un caldo de cultivo” (43). Cierra el texto caracterizando a estas organizaciones como sectas de fanáticos desconectadas de la realidad –argumento recurrente en otras partes y lugares– en vez de, en equivalencia con su propia exposición sobre el caso francés, continuar indagando en las razones que sostuvieron los terroristas para construir la visión del mundo sobre la que basaron sus prácticas; precisamente porque, tal como señala al principio, fueron “disímiles en sus aspiraciones” aunque “se influyeron mutuamente” (19). Quizá hubiese resultado más sustancioso proseguir con la idea de revolución inminente, que resultó tanto un “estímulo para el activismo violento” como una “decepción que radicalizaría aún más a algunos” (33), examinarla respecto a la interacción entre ambas y desde ahí sumergir aún más el análisis. No obstante, es una introducción teórica notable, tanto que enmarca los textos siguientes. J. M. Azcona por su parte elabora un apretado relato cronológico de los hechos y enfoca su análisis sobre la actividad terrorista y remarca que no es posible examinarla sin la protesta previa ni descartar que su final produjo una enajenación de la realidad. Resta considerar entonces la posibilidad de equiparar esta circunstancia con alguna forma radicalización emergente del proceso político-social de mayo y que, por tanto, obliga a contextualizar históricamente el conjunto. El término radicalización tampoco resuelve la contraposición entre pérdida del objetivo inicial y continuación natural del proceso previo que lo ha incubado, sino que lleva en un momento de su exposición (65) aludir a que sólo “una parte de sus protagonistas” devendrán terroristas, pero de inmediato señalar que su origen es un “producto cultural” de la época y, en un sentido más abstracto todavía, a una “crisis del marxismo-leninismo”. Pero también apela a la difusa y abarcadora idea de una generación inmersa dentro de un clima de época o cultural que resultara el sostén crucial de la experiencia terrorista posterior. Esta cuestión refiere al marco específico que posibilitó la emergencia de un tipo de expresión determinada, que no fue única en su época y, por lo tanto, equiparable con otras experiencias, lo que le quita fuerza al argumento que aspira aplicar estas variables delimitadas al caso europeo. Con el supuesto que el marxismo se había convertido en una categoría excluyente de análisis e interpretación de la realidad, pueden encontrarse los elementos facilitadores del terrorismo negro como repudio y enfrentamiento activo, pero dejaría de lado la tradición movilizadora del fascismo europeo. Cada época desarrolla el contexto de su propia expresión, aunque no alcanza para explicar el 68 en su totalidad. El potencial utópico-subversivo, también presente en otras épocas y contextos, conviene desarrollarlo en su especificidad. En este caso, la deriva terrorista del 68 no sería sino uno entre otros productos de ésta; y su especificidad, en definitiva, sería la liberación del potencial transformador que no sólo alcanzó a la izquierda sino también otros ámbitos: la profunda idea que el cambio era una instancia superadora del presente fuera de toda discusión y que, además, era posible, resultó el paso de la utopía imaginada –cualquiera que esta sea– a la acción (verdadero imperativo de la época) para volverla real. Por ello hablar de la deriva terrorista del 68 implica resumir el 68 en el terrorismo –será condición necesaria pero nunca excluyente– y subsumir toda aquella experiencia a uno sólo de sus posibles caminos posteriores. Y aunque ambas hipótesis pudieran ser complementarias, recaen en un lugar común que no dilucida la problemática referida, debido a que si se trata de un producto cultural entonces avanzó sobre toda ideología; y si fue una crisis del marxismo-leninismo (incluidas las críticas al modelo soviético) sus efectos alcanzar únicamente a la izquierda. Las dos hipótesis resultan escasas debido a que, por ejemplo, si los valores puestos en discusión no fueron exclusivamente interpelados por la izquierda sino por toda una generación, abarcó a todas las expresiones políticas e ideológicas. Por lo tanto, un producto cultural o clima de época excede ideologías y expresiones políticas concluyendo que resultó un hecho político-cultural que trascendió su aspecto generacional. A continuación, Azcona junto a M. Re indagan los orígenes del pensamiento revolucionario latinoamericano y su desarrollo durante las décadas 60-70, con particular énfasis en el alcance simbólico-práctico que tuvo en Europa, y donde destacan la relevancia de la influencia de sentido inverso que alcanzaron la figura del Che y la imagen de los Tupamaros, las que irradiaron un romanticismo que incidió con mayor fuerza en el imaginario político-militar de las organizaciones europeas que el mayo francés sobre América Latina: “todo lo soñado y acontecido con las guerrillas en América Latina –resalta Azcona a partir de una serie de entrevistas realizadas en Uruguay– repercutía de manera directa en las aulas universitarias europeas” (92). En tanto, los dos capítulos siguientes exponen las redes trasnacionales del anticomunismo en América Latina y la influencia que irradió el marxismo sobre el nacionalismo europeo. En apariencia disímiles, ambos textos logran expandir el contexto histórico del terrorismo revolucionario europeo. El primero de ellos, escrito por X. Casals, pone al descubierto las bases ideológicas y la construcción de redes trasnacionales anticomunistas instruidas para reprimir la influencia latinoamericana que ejercía sobre el extremismo europeo indicado más arriba y, puertas adentro, para abortar cualquier intento de crear una “nueva Cuba”; y en el siguiente N. Brooke sostiene que el 68 estimuló la búsqueda de un mundo distinto, en este caso catalizada por la creación de un Estado nacional (más adelante se abordan los casos en España: sobre ETA por G. Fernández, la kale borroka de J. Lezamiz, que abordan la cuestión del terrorismo vasco, sobre la izquierda radical, escrito por J. Fernández y sobre el FRAP y GRAPO de J. Catalán; como así también se incluyen trabajos sobre Córcega, de X. Crettiez, Portugal, S. Ferreira y Palestina, por R. Velasco), aunque su influencia “no predisponía automáticamente a los movimientos nacionalistas hacia estrategias violentas” (169). Se desprende entonces que la violencia política de cualquier signo estuvo siempre presente alimentando a diferentes manifestaciones, tanto reaccionarias como antagonistas, y se convirtió en el catalizador del ideario de las organizaciones extremistas. A renglón seguido, Azcona examina a los movimientos contraculturales de la época para lo que expone la imagen de toda una generación que se inventó y construyó una nueva visión del mundo –donde las más variadas expresiones artísticas jugaron un papel fundamental (como lo abordan más adelante J. Martínez y A. Urrutia)– en un camino donde “la liberación personal y social iban de la mano” (198). La premisa reside en que el mundo no puede cambiarse si ese cambio no inicia en primera persona – imposible discernir uno sin lo otro–, y lo que nació como un poderoso lazo hermanado se debilitó respecto al papel fundacional de la violencia dentro de los cambios que se sentían inminentes. La búsqueda de la verdad absoluta cambió de sentido y lo espiritual dejó paso a lo terrenal, ya que la revolución será por voluntad de los hombres. Esas vinculaciones que se entremezclaron oscilaban “entre la afinidad y la oposición” (206) dentro de un “imaginario compartido” (207), producto de una efervescencia donde todo lo deseable parecía volverse posible, según el capítulo signado por M. Alonso, y enmarcadas por una “cadena volcánica de la nueva geografía de las revoluciones” (212); atmósfera que permitió la “germinación de grupos violentos” (218). En lo que respecta al papel jugado por los intelectuales, si se considera de su exclusiva responsabilidad politizar el proceso y “ampliar, idealizar y proporcionar la ideología marxista justificando conscientemente la ejecución de la violencia revolucionaria” (240-1), como afirma M. Abdiu en el capítulo siguiente, queda de lado entonces el peso propio de todas las otras convulsiones que tuvieron lugar durante aquellos años. Los grupos extremistas voltearon su mirada hacia esos procesos contemporáneos en pleno desarrollo, considerados ejemplares por su vector ideológico internacionalista, y que les justificó, nuevamente, considerar el 68 como una instancia agotada. Pero nada de aquello era nuevo, sólo había cambiado la forma de procesarlos: ahora bajo una exclusiva lectura militarizada del mundo y de la vida. Leia Mais

Isabel de Castilla y Aragón. Princesa y reina de Portugal (1470-1498) | Ruth Martínez Alcorlo

Los estudios que, desde diferentes vertientes, se dedican a la corte de los Reyes Católicos y sus principales actores han cobrado una gran intensidad en el último tiempo, destacándose de un modo especial el enfoque histórico gracias al análisis de nuevas fuentes documentales. Isabel la Católica es la figura que ocupa un lugar predominante dentro de estas investigaciones, tras la poderosa imagen que la historiografía ha forjado de ella, eclipsando a muchas otras mujeres, entre ellas, sus propias hijas. Leia Mais

Antes de la Ikurriña. Banderas/símbolos e identidad vasca en América (1880-1935) | Óscar Álvarez Gila

Profundidad en la investigación, rigurosidad en el análisis y originalidad de perspectiva definen a Antes de la Ikurriña. Banderas, símbolos e identidad vasca en América (1880-1935). Autor prolífico centrado en el examen de los movimientos de población entre el País Vasco y el Nuevo Mundo durante el período de inmigración masiva, Óscar Álvarez Gila presenta en esta ocasión un trabajo que efectúa aportaciones centrales a los estudios socioculturales sobre las estrategias de construcción y reproducción de la identidad nacional desde la distancia. El libro encuentra en su concepción formal el primer acierto. La prosa científica es ágil pero cuidada; la extensión es la oportuna para desplegar de manera fructífera la información, el aparato crítico y las fuentes gráficas con la profundidad requerida, y la organización interna enlaza la presentación y el prólogo con los capítulos, el epílogo y los anexos documentales con coherencia, lucidez y con vocación docente: llama a continuar su lectura hasta el final. En el prólogo, Álvarez Gila reconoce que su estancia como profesor visitante en la Universidad de Reno (EE.UU.) le abrió un espacio de concentración que ayudó a la etapa de búsqueda en archivos y análisis de los hallazgos parciales, y este hecho se nota en los resultados del libro, que descubre una investigación rigurosa y detallada. Leia Mais

Los espejos de Clío: Usos y abusos de la Historia en el ámbito escolar – GÓMEZ CARRASCO; MIRALLES MARTÍNEZ

GÓMEZ CARRASCO, C.J.; MIRALLES MARTÍNEZ, P. Los espejos de Clío: Usos y abusos de la Historia en el ámbito escolar. Madrid. Sílex, 2017 Resenha de: LÓPEZ-GARCÍA, Alejandro. Íber – Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, n.91, p.83-84, abr., 2018.

El manual objeto de estas líneas bien podría entenderse como una especie de carta magna que desmenuza y desenmascara las inertes directrices u ordenanzas que caracterizan al oficio de enseñar historia. Una unidireccionalidad no solo contemplada desde su vertiente legislativa sino que, además, detalla las carencias de un sistema educativo donde el profesorado demanda nuevos derechos y libertades, así como una vuelta de tuerca en las honduras de la didáctica de la historia, tan cabal como pertinente para el estudiantado presente y futuro.

Gómez y Miralles presentan el organigrama del grupo de investigación DICSO (Universidad de Murcia) enfocando algunas de sus principales líneas de acción, perfectamente conectadas hacia una nueva idea en la profesionalización docente. Esta descripción se hace con una simbiosis digna y eficiente entre investigación e innovación, canalizando propuestas interesantes para superar esos reflejos de Clío que, obviados a veces, perturban la idiosincrasia de esta disciplina.

La competencia profesional de los autores queda de manifiesto durante toda la obra, pero el trasfondo de su conciencia ciudadana se plasma sobre todo en el primer capítulo, en el que se esboza un análisis de propuestas de enseñanza, bien fundamentado desde la influencia posmodernista y estructuralista.

Con el calado que dejaron influjos pasados como la Escuela de los Annales o el marxismo, los autores analizan la historia entendiéndola como conocimientos en construcción, más allá de tensiones identitarias e ideológicas, donde primaba un pensamiento lineal, individualista y acrítico. Al amparo de la corriente internacional, postulan un ejercicio de reflexión en torno a la comprensión del mundo desde la idea de globalización, estableciendo una serie de aristas competenciales sostenidas en la necesidad de pensar históricamente y desarrollar habilidades cognitivas. La idea prestada a este trabajo denota una caracterización que trata de escapar de un discurso monista, plano y descriptivo, defendiendo un ideal didáctico basado en la pluralidad del conocimiento histórico, mediante destrezas de cuestionamiento, giros lingüísticos, resquicios a la duda e interpretaciones que dinamicen el saber.

Esta contraposición entre positivismo e interpretación, o entre identidad y ciudadanía, influye de forma directa en los cánones que establece el currículo. En el segundo capítulo los autores analizan este documento, tan relevante para entender los planteamientos didácticos vigentes y las líneas rojas de nuestro sistema educativo. Aun cuando las pruebas de diagnóstico determinan los principales problemas al respecto, los autores nos muestran que sigue predominando una imposición conceptual o sustantiva que otorga más valor a la cantidad que a la calidad del conocimiento.

Igualmente, se analiza la evolución del currículo español desde 1990 hasta la actualidad, comparándolo con el currículo inglés y otros currículos internacionales, desde un punto de vista competencial.

En el tercer capítulo Gómez y Miralles abordan el excesivo peso del libro de texto para enseñar, así como la influencia de los libros españoles en el contexto europeo.

Esta presentación se hace desde distintos enfoques, como el discurso historiográfico, en una sutil comparativa con los manuales de Francia e Inglaterra; la presencia de narrativas vinculadas a los Estados nación, los mitos de la disciplina y sus tópicos y estereotipos más característicos que constituyen ese abismo entre la producción historiográfica pasada y la de nuestros días. El reflejo o enfoque que pretenden transmitir los autores gira en torno a la disparidad de modelos de educación histórica como aspecto reseñable y digno de revisión, si queremos asemejarnos a nuestros colegas europeos.

En el cuarto capítulo se evalúan los conocimientos históricos mediante el análisis de más de tres mil preguntas de exámenes de historia desde 5.º de educación primaria hasta 4.º de la ESO, corroborándose la predominancia de los conceptos de primer orden sobre los conceptos metodológicos.

Igualmente, los autores analizan un total de cien narrativas históricas del alumnado y trescientos cuestionarios, con objeto de comprobar la percepción epistemológica de este modelo de educación histórica, que se muestra como impulsor de tópicos y estereotipos historiográficos, cuyos usos y abusos desembocan en una evaluación igualmente tradicionalista que no transfiere las escasas innovaciones acaecidas tras la superación de la lección magistral.

Esta obra, osada a la par que acertada, ha de concebirse como una lectura recomendada para aquellos que hayan quedado rezagados en modelos de enseñanza obsoletos y sientan la necesidad de enlazar el pasado con el presente para reconstruir la historia.

Con premisas como la problematización, el rigor argumentativo y el sustento mediante fuentes ha de plantearse el discurrir de esta profesión, favoreciendo el desarrollo de habilidades cognitivas más complejas, superando el conceptualismo nacionalista de antaño y abriéndose paso como una ciencia de análisis social.

Igualmente, las propuestas de mejora que nos sugieren Gómez y Miralles deben entenderse como una invitación para construir las identidades del siglo xxi, rompiendo con siglos pretéritos y con una hegemonía histórica que deconstruye la memoria y resta más que suma. Cada una de sus coherentes e ilusionantes líneas son fruto de una historiografía moderna y dinámica que, apoyada en la investigación más reciente, vela por cuestionar aquellos temas más controvertidos en aras de promover un cambio metodológico en la docencia actual que proteja y haga brillar, más que nunca, esos espejos de Clío.

Alejandro López-García – E-mail: [email protected]

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