Arqueologia de Gênero nas cidades de Pelotas – RS – Brasil e Habana Vieja – Habana – Cuba / século XIX – FREDEL (RAP)

FREDEL, Karla Maria. Arqueologia de Gênero nas cidades de Pelotas – RS – Brasil e Habana Vieja – Habana – Cuba / século XIX. Erechim, RS: Habilis Press, 2015, 214 p. Resenha de: SANCHIZ, Juan Manuel Cano. Revista Arqueologia Pública, Campinas, São Paulo, v. 10, n.3, out. 2016, p. 114-119.

Arqueologia de Gênero nas cidades de Pelotas – RS – Brasil e Habana Vieja – Habana – Cuba / século XIX es la publicación de la Tesis Doctoral homónima de Karla Mª Fredel, defendida en el Instituto de Filosofia e Ciências Humanas de la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), en octubre de 2012. La tesis se desarrolló bajo la orientación del profesor Dr. Pedro Paulo A. Funari (Laboratório de Arqueologia Pública, NEPAM/UNICAMP) y la co-orientación de los profesores Dra. Lourdes Domínguez (Oficina del Historiador de La Habana; Academia de la Historia de Cuba) y Dr. Lúcio Menezes Ferreira (Laboratório Multidisciplinar de Pesquisa Arqueológica, UFPel). Todos ellos han contribuido a esta nueva obra con sendos prólogo (Domínguez), prefacio (Funari) y presentación (Ferreira).

Este libro contribuye al desarrollo de la incipiente Arqueología de Género a través de un análisis comparativo de dos muestras de estudio pertenecientes a contextos diferentes, aunque conectados por el consumo común de loza doméstica de tipo colonial: la residencia Francisco Antunes Maciel, en la ciudad de Pelotas (Río Grande del Sur, Brasil), y la denominada casa Prat Puig, en Habana Vieja (provincia de La Habana, Cuba). La autora se propone, además, reflexionar sobre dos aspectos diferentes de la sociedad decimonónica pelotense y habanera: el género y la clase, abordados desde los binomios femenino-masculino y señor-esclavo.

Desarrollar simultáneamente dos estudios de caso, en países con realidades emparentadas (sociedades aristócratas, patriarcales y esclavistas) pero diferentes (colonias portuguesa y española), y con un doble foco, implica una notable dificultad y la necesidad de redoblar esfuerzos, o de desdoblarse como investigador. Desde este punto de vista, el trabajo de Fredel, valiente y poco común, merece ser destacado. Sobre todo porque no se limita a interpretar los casos de estudio dentro de sus respectivos contextos nacionales, sino que los conecta con el exterior para reflexionar sobre la formación de las sociedades modernas en la órbita del mundo capitalista.

El marco de dichas reflexiones es la Arqueología de Género, que busca ofrecer narrativas diferentes sobre la historia de las mujeres y las mujeres en la Historia a partir, principalmente, de la cultura material asociada al mundo femenino. En palabras de Fredel, su trabajo persigue “o resgate da voz feminina, pouco presente das narrativas históricas” (FREDEL, 2015: 49) por diversos motivos (culturales, políticos, religiosos), incluso porque, según ideas de Michelle Perrot (2007), nuestro propio lenguaje contribuye, con sus plurales masculinos, a silenciar la voz de las mujeres en las fuentes escritas.

Por otro lado, Fredel halla sus bases teóricas en la Arqueología postprocesual; es decir, contextual. Ello implica atender a la importancia del contexto en un doble plano. De un lado, el contexto pasado en el que acontecieron los problemas estudiados. De otro, el contexto presente del investigador, que ciertamente condiciona la representación del pasado a partir de nuestras preguntas y de nuestra particular y subjetiva manera de percibir la realidad. En este libro encontramos a una mujer del presente (Karla Fredel) que  reflexiona sobre la vida de otras mujeres del pasado (anónimas). Según mi propia percepción, el contexto de Fredel (nuestro hoy en el estado de São Paulo) se caracteriza, en relación con el tema abordado, por una presencia creciente del feminismo activista en el ambiente universitario (mayor o menor en función de qué facultades) y por la consolidación de palabras como paridad, equidad o género en el vocabulario político. Pero Fredel se sirve de una metodología arqueológica impecable para producir una lectura no intencionada del pasado, una lectura que, desde la subjetividad que caracteriza a las Humanidades, puede considerarse imparcial. En otras palabras, los resultados de Fredel son valiosos para el avance del conocimiento porque se basan en un proceso de investigación riguroso y académico que, lejos de caer en la propaganda, reivindica con argumentos consistentes el papel femenino en la Historia. En este sentido, Fredel matiza que el hecho de que el espacio característico de la mujer en los contextos estudiados fuese el hogar no implica una devaluación de sus funciones. La mujer desempeñó entonces una serie de tareas muy importantes para el equilibrio y buena marcha familiar (en diferentes ámbitos), si bien es cierto que ello aconteció generalmente en una sociedad de marcado carácter machista y paternalista.

Todas estas ideas son planteadas desde un enfoque fundamentalmente cultural. Siguiendo a autoras como Andréa Gonçalves (2006) o Michelle Perrot (2007), Fredel entiende que la categoría género releva a un segundo plano la cuestión biológica, caracterizando las diferencias entre sexos como una construcción cultural. En efecto, este no es un libro de Antropología Física, sino de Arqueología. Con todo, en nuestra opinión el cuerpo humano también participa en la modelación del comportamiento y los hábitos. El objeto compresa, por ejemplo, pertenece al ámbito de la cultura material femenina debido a una necesidad fisiológica exclusiva de las mujeres dentro de un determinado rango de edad, aunque su uso se limite a ciertos contextos. Estamos de acuerdo en que buena parte de las diferencias existentes entre hombres y mujeres pueden explicarse desde los sistemas culturales y sociales en los que estos se insertan, pero el sexo (macho/hembra, en un sentido darwinista) también determina.

En otro orden de cosas, este libro refleja una realidad creciente en el campo de la Arqueología: la progresiva compartimentación de la disciplina en diferentes especialidades temáticas y cronológicas. La Arqueología de Género puede entenderse como un enfoque temático de aplicación diacrónica. Con todo, Fredel se centra en un periodo concreto (el siglo XIX) para analizar cómo un objeto determinado (la loza doméstica) puede reflejar ciertas mudanzas sociales de escala global.

Más específicamente, los problemas estudiados por Fredel, magistralmente contextualizados, se enmarcan en un periodo de cambio definido por la formación de la sociedad capitalista y del mercado global. El libro es interesante por mostrar cómo el consumo de los mismos materiales de importación pudo generar rasgos comunes en espacios diferentes y distantes. Esto se manifiesta, de manera evidente, en los gustos, rastreables en las formas y esquemas decorativos de las piezas compradas, pero también en cuestiones más complejas, como las relaciones sociales. A pesar de lo dicho, y como advierte la autora, los contextos de cada ambiente de consumo, y las diferencias existentes entre los propios consumidores, añaden también algunas especificidades.

Entre estas últimas, cabe destacar el particular proceso de industrialización brasileño, sobre el que este libro incide tangencialmente. Siguiendo ideas de Nelson Sodré (1998), Fredel defiende que en Brasil no existía un esquema de industrialización capaz de absorber la transición del trabajo servil al asalariado, lo que produjo un brusco hiato de dramáticas consecuencias para la población. En tales circunstancias, la comercialización de la producción agropecuaria (más específicamente, del charque) en Río Grande del Sur favoreció una serie de contactos con el exterior sobre la base de la exportación-importación. Fueron los productores y comerciantes de charque quienes, enriquecidos por las exportaciones y convertidos en elite pelotense, comenzaron a importar artículos de lujo europeos y norteamericanos (entre ellos la loza doméstica estudiada por la autora, pero también vestidos, muebles y hasta materiales constructivos) como elemento de distinción.

En una sociedad que se va haciendo más cosmopolita, los rasgos exógenos (presentes en los objetos de consumo, en la decoración arquitectónica e incluso en la educación de la propia prole) son leídos en clave de estatus y se vuelven hegemónicos en el ámbito comercial.

Fredel defiende que la penetración de estos productos fue más rápida que los valores que justificaban su uso, lo cual abre la puerta a un horizonte de interpretación que, más allá de la utilidad práctica de los objetos, conecta con su valor simbólico. Por otro lado, la dispersión global de la loza doméstica, que en el siglo XIX tuvo uno de sus principales centros de producción en Inglaterra, manifiesta la formación del sistema de producción y consumo de masa. O sea, la aparición de la sociedad de consumo.

La autora recuerda, basándose en Charles Orser (2000), que una parte muy importante de los artefactos vinculados a contextos arqueológicos de los siglos XIX y XX (y XXI) son resultado de un proceso de fabricación industrial. Es decir, objetos que a menudo son distribuidos y consumidos por personas diferentes a las que los producen. El artefacto puede configurarse así como un vínculo o elemento de conexión entre el receptor y el emisor de la cultura material, a veces ligados a sistemas socio-culturales muy diferentes e incluso separados espacialmente por miles de kilómetros. A este respecto, uno de los resultados más reveladores del trabajo de Fredel es que sus dos estudios de caso presentan las mismas tipologías a pesar de estar separados físicamente por casi 7000 km en línea recta.

No obstante, Fredel logró identificar dos marcas de fabricantes brasileños entre un total de cinco reconocidas (el resto, tres, inglesas). El dato es sesgado, pero no deja de llamar la atención que en el caso brasileño la producción nacional también tuvo un peso importante en los ajuares domésticos decimonónicos. La cuestión no es baladí, pues nos obliga a revisar algunas hipótesis y a matizar la posible dependencia del exterior y su repercusión (¿o es consecuencia?) en una industrialización débil y tardía. Por otro lado, no debe olvidarse que los productores brasileños optaron por reproducir las formas europeas, marginando así la tradición local o pre-colonial, apenas presente en las aisladas comunidades indígenas.

Desde el punto de vista metodológico, Fredel divide los materiales estudiados (previamente catalogados por los respectivos equipos arqueológicos que intervinieron en las viviendas seleccionadas como estudios de caso) entre objetos usados por hombres y mujeres, de un lado, y por señores y criados, del otro. La autora defiende que los artefactos de cocina se vinculan a la mujer, mientras que los de consumo de alimentos y bebidas son comunes a ambos sexos. Las diferencias más marcadas están en la esfera de la higiene personal. Se echa en falta, en este capítulo, una argumentación más desarrollada que justifique este sistema de clasificación por sexos, que a veces resulta poco consistente porque no se explican cuáles son los criterios adoptados. Faltan, además, los contextos arqueológicos específicos de las piezas estudiadas (¿en qué estancia fue encontrado cada artefacto y a qué estructuras y objetos estaba asociado?), que pierden así parte de su valor como fuente de información.

De hecho, esta publicación adolece, de manera general, de una mayor integración de la cultura material en el discurso. Los estudios arqueológicos de Fredel, tanto de las piezas de loza recuperadas en Pelotas y Habana Vieja como de las casas donde estas fueron encontradas, tienen una débil presencia en el libro, reduciéndose a una serie de anexos que ocupan las últimas páginas. Hay así un cierto desfase entre la propuesta de investigación y los resultados presentados, que, aun siendo de gran interés, derivan fundamentalmente de las reflexiones de la autora sobre el tema a partir de un estudio exhaustivo de la bibliografía disponible. Es decir, las conclusiones de Fredel se alejan un tanto de sus estudios de caso, que plantean varios interrogantes que no son resueltos en este volumen. Leído esto en positivo, este libro abre nuevas líneas de investigación y trabajo.

Existe, por otro lado, un desequilibrio en el tratamiento de los problemas tratados (tensiones femenino-masculino y señor-esclavo), con una clara priorización del primero (género) sobre el segundo (estatus). No se contempla, por ejemplo, la cultura material asociada a la mujer esclava, ni se aportan datos sustanciales sobre la vida cotidiana del servicio femenino. La mujer que protagoniza el libro de Fredel es burguesa.

Otro aspecto que podría servir para completar esta obra es la incorporación de referencias a paralelos que ayuden a comprender hasta qué punto lo sucedido en Pelotas y Habana Vieja sigue un determinado patrón (¿copia o modelo?) o constituye alguna singularidad. Debe ser advertido, en conexión con el párrafo anterior, que los dos estudios de caso presentados en este libro se refieren a casas destacadas en sus respectivos ámbitos urbanos. Es decir, viviendas que fueron ocupadas por unidades domésticas pertenecientes a las elites pelotense y habanera. Por tanto, es presumible que algunas de las conclusiones sobre diferencias de género alcanzadas a partir del estudio de la cultura material no tengan validez para otros estratos sociales.

Finalmente, se detectan otros problemas menores que, en caso de una eventual reimpresión o reedición, podrían corregirse, como los errores gramaticales y ortográficos presentes en las citas literales en español.

Más allá de estas pequeñas objeciones, que tal vez podrían mejorar un libro que ya es bueno, esta monografía supone una excelente puesta al día de las corrientes teóricas y la bibliografía sobre el tema Arqueología de Género. Este volumen tiene un fuerte sesgo teórico, y es cierto que se echa de menos una mayor contribución de la evidencia física de los casos de estudio. Pero ello puede justificarse, en buena medida, por el carácter innovador del trabajo planteado por Fredel, que tanto en Brasil como en Cuba puede considerarse pionero. Era necesario, así, el peso que la autora otorga al estudio crítico del estado de la cuestión, siendo de destacar que consigue definir un marco epistemológico propio para la Arqueología de Género a partir de una mirada amplia y global a la teoría arqueológica y a su desarrollo.

Al mismo tiempo, este libro cumple su objetivo de favorecer una mejor comprensión de los procesos de formación de la sociedad contemporánea y del papel de la mujer en la misma. Puede considerarse, por tanto, una obra de lectura recomendada para todos los interesados en el estudio del pasado reciente desde la Arqueología Histórica (o desde la Arqueología de la Industrialización, que no solo se preocupa por la producción de bienes, sino también por su distribución y consumo), especialmente para quienes deseen saber más sobre la organización de las unidades domésticas decimonónicas en Brasil y Cuba, la caracterización de sus espacios físicos y su asimilación del nuevo orden mundial traído por la industrialización capitalista.

Referências

FREDEL, Karla Maria. Arqueologia de Gênero nas cidades de Pelotas – RS – Brasil e Habana Vieja – Habana – Cuba / século XIX. Erechim: Habilis Press, 2015.  GONÇALVES, Andréa Lisly. História e Gênero. São Paulo: Autêntica Editora, 2006.  ORSER Jr., Charles. Introducción a la Arqueología Histórica. Buenos Aires: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), 2000.  PERROT, Michelle. Minha história das mulheres. São Paulo: Editora Contexto, 2007.  SODRÉ, Nelson Werneck. Panorama do Segundo Império. Río de Janeiro: Editora Graphia, 1998.

Juan Manuel Cano SanchizFacultad de Ciencias y Letras de la UNESP en Assis (SP, Brasil), proyecto Memória Ferroviária. Becario de Post-Doctorado FAPESP: grant 2014/12473-3, São Paulo Research Foundation. Las opiniones, hipótesis y conclusiones o recomendaciones expresadas en este material son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la visión de la FAPESP. E-mail: [email protected]

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Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação – CARLAN (RAP)

CARLAN, Cláudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação. São Paulo: Annablume, 2013, 214p. Resenha de: RAMALHO, Jefferson. Revista Arqueologia Pública, Campinas, São Paulo, v.10, n. 2, p. 115-119, jun. 2016,

Trabalhar com moedas é algo diferente, inusitado […] é percorrer a história da humanidade em todas as suas facetas. É reunir e integrar dados reveladores de momentos áureos, de crises, de guerras […] É colocar no presente os mistérios do passado (LUDOLF, 2002: 199).

A atenção que moedas recebem é tão antiga quanto elas próprias. São artefatos peculiares e importantes para o estudo da História. A numismática é a ciência que estuda as moedas, podendo atingir um alto grau de precisão técnica e classificação. É um campo de estudo imenso, uma vez que esses pedaços de metal estão repletos de informações sobre os mais diversos interesses da História: Arte, Religião, Economia, Política, sobre sociedades e civilizações. Manoel Severin de Faria, sacerdote católico e numismata português do século XVII aponta que “nas imagens das moedas e suas inscrições se conservava a memória dos tempos, mais que em nenhum outro documento” (LUDOLF, 2002: 199).

A forja de uma ciência própria para o estudo desses pequenos objetos metálicos antigos inicia-se na Idade Moderna com as coleções: a busca pelo passado greco-romano. Francesco Petrarca e Guillame Budé são duas das figuras principais que ajudam a configurar a gênese formal dos estudos das moedas. Com o passar dos tempos e a consolidação do colecionismo, assim como o aumento de material (moedas) disponível para estudo e avanços museológicos, surgem as sociedades numismáticas.

O livro de Carlan, Moeda e poder em Roma, trata – inicialmente – da questão do colecionismo e sua gênese, culminando na ascensão de museus, como o Museu Histórico Nacional no Rio de Janeiro, e de gabinetes numismáticos, como o da Catalunha em Barcelona. Em seguida, apresenta um catálogo de moedas romanas – de grande valor, já que é fundamental para o trabalho numismático – separado por imperador, temas e exergo2 do reverso3. Sendo assim, o centro do livro é a análise de uma coleção composta por 1888 moedas, cunhadas no IV século do Império Romano, do MHN. Trata, também, dos diferentes tipos monetários da Antiguidade Tardia e todo seu contexto socioeconômico, político, e histórico. Por fim, analisa a propaganda por meio da moeda e relaciona a legitimação de poder com a vasta iconografia monetária.

É muito difícil tentar traçar as origens do colecionismo, já que o homem coleciona desde o Paleolítico e é difícil determinar o motivo (SOUZA, 2009: 01). Porém, o resgate do passado greco-romano remonta, como expõe o professor Carlan, aos tempos pós-invasões bárbaras e à formação dos jovens estados modernos. Durante o Renascimento, essa prática floresceu a partir de novos interesses e valores históricos e artísticos. Um trabalho importante, conhecido como um dos primeiros catálogos numismáticos do período foi o Illustrium Imagines elaborado por Andrea Fulvio que contém imagens de diversas moedas e bustos antigos. Além de abundantes e portáteis, a variedade de bustos, cenas, símbolos e figuras estampadas nas moedas antigas encantavam aos numismatas de uma época em que se tinha “fome” por imagens, em especial, greco-romanas. (CUNNALY, 1999: 12)

Já no século XVIII, a Vila Albani torna-se um centro de encontro de colecionadores e estudiosos do período que, como Wicklemann (1717 – 1768), buscavam imitar a cultura Clássica Antiga. A Society of Dilletani, também do XVIII, promoveu campanhas arqueológicas com o objetivo de estudar, conhecer e analisar as ruínas greco-romanas, o que contribuiu para o aumento do material numismático disponível para estudo (CARLAN, 2013: 41).

A atividade do colecionismo é somada aos avanços museológicos iluministas que, através da arte, buscavam um processo de regeneração cultural (burguesia x aristocracia, arte “racional” x arte rococó). O Museu Britânico de Londres é considerado o pioneiro e, de maneira geral, apresentou (e ainda apresenta) – sustentado pela arte – as diferentes etapas da cultura material em diversas sociedades.

Toda essa contextualização e explicação sobre museus é transportada, no texto, para a comparação entre o Gabinete numismático da Catalunha e o Museu Histórico Nacional do Rio de Janeiro. Ambos tiveram a mesma formação: através de doações em períodos relativamente próximos. Umas das diferenças seria a forte relação entre a fundação do MHN e o nacionalismo. Carlan ainda destaca que a numismática não está presa nos museus já que a moeda é um prato cheio para o estudo da História Econômica, Política, da Arte e as relações sociais existentes em sociedades monetarizadas4 (CARLAN, 2013: 48).

4 No vocabulário numismático, uma sociedade monetarizada é aquela – segundo os padrões modernos – que possui um sistema monetário que adotou a moeda metálica como meio de troca.

A análise seguinte é a de sete peças numismáticas de quatro imperadores diferentes: Constante (1 peça), Constâncio II (1); Honório (2) e Arcádio (3). As moedas antigas devem ser pensadas como um corpus documental que possui um emissor que quer transmitir uma mensagem – por meio de representações e signos – para um destinatário ou receptor. Sendo assim, a moeda possui uma função política, social, administrativa, militar, religiosa e econômica dentro da sociedade Romana (CARLAN, 2013: 64). Para o estudo seguinte no livro, utilizou-se do “esquema de Lasswell”5.

O centro analítico do livro são as 1888 moedas cunhadas nos século IV d.C.. A análise quantitativa executada separou as numárias em três: imperador (de Diocleciano a Galério), reverso (e seus temas) e exergo (local de cunhagem). O estudo recebe ainda, um amplo contexto histórico de cada imperador o que é fundamental para os estudos posteriores a serem elaborados a partir das mesmas numárias. O maior número de moedas do acervo (360) são as de Constantino com ênfase nos temas militares e religiosos. A explicação de Carlan para tal verificação é:

Era preciso pagar o exército, legitimar o poder dos imperadores perante a tropa, homenagear ou favorecer uma determinada legião, demonstrar a segurança do seu governo divulgando a construção de muralhas ou campos militares, representar a sua vitória – a vitória de Roma – sobre um determinado inimigo (CARLAN, 2013: 172).

O contexto histórico apresentado é o do século IV: Tetrarquia e a divisão de tarefas civis e militares entre os imperadores, as reformas da Tetrarquia, o processo de ruralização do Império Romano – ação de mão única -, crise institucional (assassinato de 19 imperadores), guerra contra o Império Persa, as legiões romanas e as modificações da guerra e a análise da economia do período com ênfase no fator numismático: é interessante notar que é neste trecho que Carlan aborda o outro lado da numismática e examina em detalhe a crise dos preços, o valor da moeda, a variação de pureza dos metais usados nas cunhagens e da balança comercial romana.

Por fim, é feito o estudo da moeda, propaganda e legitimação do poder. É fundamental ler os símbolos contidos nos reversos das moedas romanas que constituem um corpo de informação a ser interpretado pelo receptor. Busca-se as intenções e interesses que explicam a motivação do emissor ao cunhar aquele tipo. Sendo assim, faz-se necessário analisar ambos os lados da moeda que compõe um documento vastíssimo que, aliado a outras fontes, nos ajuda a produzir uma interpretação do passado.

De maneira geral, pode-se dizer que a obra de Carlan contribui para o fortalecimento dos estudos numismáticos acadêmicos no Brasil que ainda são considerados, de certa forma, incipientes. Há, entre os historiadores, certo preconceito sobre o uso de moedas como documentos, já que a maioria dos intelectuais da área prefere utilizar a antiga forma de documento: impressa em papel, catalogada e disposta em um arquivo ou biblioteca (CARLAN & FUNARI, 2012: 29).

Tal hábito vem se alterando desde os Annales, que contribuíram para uma nova concepção sobre documentos. A moeda – que sofreu suas devidas alterações ao longo da História – faz parte do cotidiano de todos e revela uma forma de produzir, aliada a outros tipos de fontes, uma interpretação do passado distinta: já que a moeda, antiga ou contemporânea, é capaz de nos dizer muito sobre sociedades, suas concepções, economia, arte, política e tecnicismo (maneiras de produção das moedas). O livro de Carlan é uma leitura interessante para aqueles já inseridos ou não na temática romana da numismática, pois aborda conceitos básicos mesmo durante reflexões mais profundas do tema.

Notas

1 Graduando em História pela Universidade Estadual de Campinas, bolsista do CNPq, [email protected].

2 Local inferior do campo da moeda, onde se encontra a data e a casa monetária, quando existem tais informações.

3 Face oposta ao Anverso (lado principal da moeda que representa quase sempre a entidade emissora). Na gíria popular é conhecia como “coroa”.

5 Harold Laswell (1902-1978): pioneiro na análise de conteúdos aplicados à política e à propaganda. Levantou teorias sobre o poder da mídia de massa. O esquema de Laswell analisa os meios de comunicação partindo da “análise de conteúdo”: uma série de questionamentos relacionados aos meios de comunicação (no caso do livro de Carlan, a moeda na Roma antiga). Alguns exemplos são: “Quem?; Diz o que?; Em qual canal?; Para quem?; Com quais efeitos?”

Referências bibliográficas

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação, São Paulo, Annablume, 2013.

CARLAN, Claudio Umpierre; FUNARI, Pedro Paulo Abreu. Moedas, a Numismática e o estudo da História. 1ª edição, São Paulo, Annablume/Fapemig/Unifal/Unicamp, 2012.

CUNNALLY, John. Images of the Illustrious: the numismatic presence in the Renaissance, Princeton, Princeton University Press, 1999.

LUDOLF, Dulce. “Que é Trabalhar com Moedas” In: O outro Lado da Moeda. Livro do Seminário Internacional. Rio de Janeiro, Museu Histórico Nacional, p.199-200, 2002.

SOUZA, Helena Vieira Leitão de. “Colecionismo na modernidade” In: Simpósio Nacional de História, Fortaleza, 25. Anais do XXV Simpósio Nacional de História – História e Ética. Fortaleza: ANPUH, p. 1-9, 2009.

Jefferson Ramalho – Doutorando em História Cultural (IFCH-UNICAMP) como bolsista CAPES e sob orientação do professor Dr. Pedro Paulo Abreu Funari, além de ser mestre em Ciências da Religião (PUC-SP) com licenciatura em História e bacharelado em Teologia. E-mail: [email protected]

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Things in Motion. Objects Itineraries in Anthropological Practice – JOYCE; GILLESPIE (RAP)

JOYCE, Rosemary A.; GILLESPIE, Susan D.. Things in Motion. Objects Itineraries in Anthropological Practice. New Mexico: School for Advanced Research Press, 2015. 284 p.  Resenha de: PACHECO, Daniel Grecco. Revista Arqueologia Pública Campinas, São Paulo, v.9,  n.2, dez-2015, p.116-121.

Este livro deriva de um seminário organizado pela School for Advanced Research em Santa Fé, Novo México, Estados Unidos, realizado de oito a nove de maio de 2012 e que recebeu o título de Things in Motion: Object Histories, Biographies, and Itineraries. Fundada em 1907, no Novo México, a School for Advanced Research é uma organização sem fins lucrativos que desenvolve pesquisas e estudos sobre arqueologia e etnologia do sudoeste americano.

Tal seminário realizado em 2012 reuniu pesquisadores da American Anthropological Association e teve como tema central a discussão do conceito de “itinerário” de objetos para traçar as rotas e as formas pelas quais eles circulam, a relação que mantém com locais participantes desse movimento e quais elementos sociais estão presentes nesse sistema.

A tarefa de materializar as discussões deste seminário num livro coube à Rosemary Joyce, arqueóloga, professora do Departamento de Antropologia da Universidade de Berkley na Califórnia, Estados Unidos, em conjunto com Susan Gillespie, também arqueóloga e professora do Departamento de Antropologia da Universidade da Flórida nos Estados Unidos.

A idéia de traçar e mapear um itinerário de objetos e coisas é uma proposta desses acadêmicos participantes do seminário e deste livro, como um complemento da idéia desenvolvida anteriormente pelo antropólogo norte-americano, Igor Kopytoff, no final da década de 1980, de uma análise que levasse em conta uma “biografia” dos objetos, apresentada no artigo A Biografia Cultural das Coisas: A Mercantilização como Processo. Este artigo fez parte de um livro de outro antropólogo, o indiano Arjun Appadurai, A Vida social das Coisas: As Mercadorias sob uma Perspectiva Cultural, que se tornou um estudo paradigmático dentro da teoria social que procura analisar os objetos em seus diferentes momentos, e sua constante inter-relação com os humanos.

Tanto a proposta de Kopytoff quanto a de Appadurai se inserem numa trajetória de discussões teóricas sobre a cultura material oriundas de uma chamada “virada material” sofrida pela antropologia e suas disciplinas relacionadas durante a década de 1980. Este momento assistiu a um grande número de acadêmicos se debruçando sobre questões relativas à materialidade dos objetos. Inspiradas por questões filosóficas anteriores formuladas por pensadores como o alemão Edmund Husserl na primeira metade do século XX, que propunha uma “volta às coisas mesmas”, com discussões da fenomenologia. Husserl estava interessado em discutir a presença do fenômeno dentro da relação entre sujeito e objeto. Pois seria a partir disso que poderíamos significar o nosso mundo a partir de como as coisas eram vistas por nós, e assim voltar ao próprio mundo da vida, ao mundo das experiências.

Essa discussão filosófica do que “seria uma coisa?” se faz presente também em partes do pensamento do também filosofo alemão Martin Heidegger que explorou as implicações vigentes na ciência e no senso comum sobre as coisas. Em seu texto, “Das Ding”, Heidegger (1971) inspirado por Kant, tenta pensar qual seriam o limite e o sentido de determinar certa coisa. Esses dois estudos pioneiros e o início da exploração filosófica sobre o mundo das coisas serviram como ponto de partida para se pensar as próprias coisas como partes de projetos humanos.

A “virada para as coisas” levou a uma maior atenção por parte dos estudiosos a análises do papel de entidades não humanas dentro da teoria social. Segundo Rosemary Joyce e Susan Gillespie, os novos estudos da cultura material desenvolveram uma vontade de extrair dos artefatos os seus valores sociais e significados, não simplesmente atributos comportamentais ou tecnológicos. Fazendo uso de uma abordagem que privilegiasse as constantes relações entre humanos e objetos, como os estudos propostos por Alfred Gell (1998), Christopher Gosden (1999), Christopher Tilley (2006), entre outros. Numa perspectiva em que pessoas e objetos sejam vistos em uma relação dialética de dependência constante, mutuamente constituídos, num tipo de “entrelaçamento”, presente também no conceito discutido por Ian Hodder (2012) chamado de entanglement.

Joyce e Gillespie chamam a atenção para a presença dessa orientação antropológica de tal inter-subjetividade entre humanos e coisas em obras de autores como Bronislaw Malinowski (1978), e Marcel Mauss (2013) com seus estudos sobre trocas e circularidades de objetos, e pensar como certos objetos fazem parte da pessoalidade de seus manufatores e levam tal pessoalidade imbuída em si próprios.

Para uma melhor compreensão dessa relação entre objetos e humanos e perceber as etapas dos itinerários onde estão inseridos, se faz necessária a utilização de uma ontologia que questione a visão de mundo moderna, moldada pelo Iluminismo que se constitui a partir da separação em distintos domínios a sociedade, a natureza e a religião. Tal separação teria originado a dicotomia entre objetos e pessoas pensados como pertencentes a diferentes domínios antagônicos entre si.

Essa nova ontologia seria o ponto de partida para um novo materialismo, que enxerga as coisas como partes integrais de relacionamentos e subjetividades, em processos ativos de materialização nos quais a incorporação humana é uma parte integral. Com isso, se propõe também uma agência social ampliada aos objetos, como agentes e atores legítimos e não apenas como elementos passivos das dinâmicas sociais (GELL, 1998; LATOUR, 2009; INGOLD, 2011).

Joyce e Gillespie questionam alguns pontos levantados por essas idéias simétricas entre objetos e pessoas, que acabam indo numa direção inversa ao proposto, ao considerar que os significados e a agência dos objetos seriam originários apenas de uma ação humana sobre eles. Isso é colocado também por Gosden e Hodder que consideram a existência de “comunidades de objetos” com suas próprias lógicas e trajetórias de histórias, desconsiderando os humanos como centrais no Processo de mudança social.

Outra questão discutida é a necessidade da utilização de novos modelos analíticos de movimentos ou fluxos dentro da Arqueologia que possam ser utilizados para compreender as inter- relações entre objetos e humanos. Um modelo que consiga capturar todas as dinâmicas que envolvem um objeto. Daí a proposta de uso do termo itinerários. Segundo Joyce e Gillespie, essa nova metáfora conseguiria abarcar melhor as relações dos objetos e suas ações e movimentos, considerando suas mudanças e permanências, usos e re-usos, que acrescentam novos significados aos objetos. Tal proposição não seria algo linear e orientado segundo a vida humana, de nascimento, infância, fase adulta, velhice, morte e desintegração, conforme proposto pelos teóricos da vida social das coisas, ou de sua biografia cultural. Ao apresentar os limites dessas teorias, as autoras do livro defendem que essa nova proposição teria uma abordagem de seguir a própria dinâmica das coisas, e não tentar interpretá-las a partir de parâmetros presentes na vida humana. Esta seria uma forma de se tornar independente da constante presença humana nas interpretações dos objetos.

A organização da dinâmica das coisas por itinerários possibilitaria resistir à imposição da fronteira entre uma coisa e representações dela, possibilitando viagens de coisas via descrições textuais, desenhos ou fotografias. Além disso, o itinerário seria uma parte da produção de uma espacialidade, formaria uma cadeia de operações independentemente ativas, sem um padrão linear, adquirindo também uma unicidade.

Todas essas discussões são apresentadas por Joyce e Gillespie no primeiro capítulo, de uma forma introdutória para se apresentar a discussão e o contexto deste novo conceito utilizado no livro. Os capítulos que seguem, num total de onze, utilizam-se do conceito de itinerário de objetos, e também uma abordagem de história de vida dos objetos, para discutir estudos de caso, com exemplos da aplicação de tais elementos teóricos.

O capítulo 2, “Things in Motion: Itineraries of Ulua Marble Vases”, de Rosemary Joyce, trata de vasos de mármore estilo Ulua feitos em Honduras na época pré-hispânica, e que hoje circulam como objetos de museus e representam um patrimônio cultural. Joyce traça os itinerários desses artefatos, que vai desde a circulação da matéria prima das peças, passando pelo próprio objeto num contexto antigo, e a inserção em circuitos contemporâneos. Este artigo é central para a aplicação num estudo de caso da teoria apresentada pelas autoras na introdução do livro.

Susan Gillespie, no capítulo 3, “Journe‟s End (?): The Travels of La Venta Offering” 4, examina um conjunto de artefatos oriundos do sítio de La Venta na Costa do Golfo do México. Nomeado como Oferenda 4 de La Venta, este conjunto é composto por 16 estatuetas antropomórficas feitas de pedra, e seis lâminas em jade, organizados para formar um grupo de miniaturas. A discussão neste capítulo é norteada pela questão de como esses objetos podem ser “rastreados” arqueologicamente, e serem transformados por seus movimentos e seu posicionamento num depósito. Gillespie utiliza a teoria do itinerário dos objetos como uma forma de investigá-los seguindo seus vestígios historicizados de práticas materiais. E tentar perceber como esses objetos foram tratados isolados de seus grupos originais a partir de suas diversas viagens para exibições em museus, o que acabou acarretando a perda de seu significado original.

No capítulo 4, “Places to Go and Social Worlds to Constitute: The Fractal Itinerarie of Tarascan Obsidian Idols in Prehispanic Mexico”, David Haskell, professor do Departamento de Antropologia da Universidade de Ohio, nos Estados Unidos, trata da circulação de pedras, um conjunto de obsidiana, levando em conta uma permanente conexão entre esses artefatos e o local de onde foram coletados. Haskell faz uso de uma ontologia proveniente dos povos indígenas tarrascos do oeste do México, do tempo pré-hispanico, que considera uma característica relacional entre objetos e humanos, em que ambos são constituídos mutuamente. Além de uma idéia de que cada parte desse conjunto de artefatos levaria dentro de si uma “essência” da divindade dinástica Curicaueri, aproximando ao que Alfred Gell chamou de “ídolos não icônicos”. Haskell trata o movimento de partes desse conjunto como itinerários, utilizando-se de referencias em textos coloniais, para ressaltar a capacidade fundamental de movimento desses elementos como algo para reafirmar a presença da deidade Curicaueri nas diversas partes do estado tarrasco.

O capítulo 5 de Elliot Blair, professor do Departamento de Antropologia da Universidade do Alabama, nos Estados Unidos, chamado “Glass Beads and Global Itineraries” trata da jornada de contas de vidro de oficinas espanholas para locais coloniais, enfatizando a noção de movimentos dessas peças. Blair apresenta as diversas etapas desse itinerário, como a manufatura, distribuição, consumo, a escavação, análises e a curadoria, destacando os importantes papéis sociais dos objetos em cada um desses itinerários, como as interações com as comunidades de produtores e consumidores desses artefatos. O que, segundo o autor, possibilitaria num melhor entendimento dos papéis desses objetos no tempo e espaço.

“Stones in Movement: Tracing the Itineraries of Menhirs, Stelae, and Statue-Menhir in Iberian Landscapes” é o capítulo 6 escrito por Marta Díaz-Guardamino, pesquisadora do Departamento de Arqueologia da Universidade de Southampton, Inglaterra. Díaz-Guardamino traça um itinerário de monumentos de pedra como menires, estelas, e menires-estátuas na Península Ibérica entre os séculos V e VI a.C.. A autora desafia e questiona a idéia de imobilidade de tais pedras, ao apresentar uma interpretação de que esses objetos eram ativos nas relações com as pessoas, objetos e lugares ao longo do tempo. Fazendo uso do conceito de itinerário, Díaz- Guardamino examina as formas como essas pedras mediavam sua produção, reprodução, manipulação, reinterpretação em diferentes tipos de relações sociais com múltiplas temporalidades e espacialidades.

O capítulo 7 “Geologies in Motion: Itineraries of Stone, Clay, and Pots in the Lake Titicaca Basin”, de Andrew Roddick, professor do Departamento de Antropologia da Universidade McMaster, no Canadá, explora o conceito de itinerários de objetos para materiais de origem geológica na bacia do Lago Titicaca na Bolívia. Roddick trata da produção cerâmica nas terras altas bolivianas, e de que forma as fontes dessa argila se mantém conectadas aos materiais já manufaturados, trabalhando as relações entre os objetos e relações sociais em diferentes locais.

Alexander Bauer escreve o capítulo 8, “The Kula of Long-Term Loans: Cultural Object Itineraries and the Promise of the Postcolonial „Universal‟ Museum”. Bauer discute o itinerário de objetos culturais inseridos numa nova ordem museológica com suas práticas e políticas num contexto pós-colonial. O autor trata de empréstimos de objetos e acordos de colaboração entre países sobre a circulação de artefatos, e de que forma o conceito de itinerário de objetos pode ser usado para interpretar a criação de novas relações sociais com esses artefatos e as comunidades e entre as próprias comunidades que cuidam deles.

O capitulo 9, “Healing Space-Time: Medical Performance and Object Itineraries on a Tanzanian Landscape”, é escrito por Jonathan Waltz, curador de Arte Americana do Museu de Arte Sheldon da Universidade de Nebraska-Lincoln, Estados Unidos. Waltz examina a capacidade dos objetos em movimento criar novas formas culturais, ao associar a circulação desses artefatos à culturas em movimento. Waltz discute a montagem de objetos de curandeiros do grupo Zigua da Tanzânia e como curandeiros contemporâneos que levam esses objetos em rotas históricas de caravanas transformam objetos e restauram o equilíbrio social a partir da prática de suas performances.

Heather Law Pezzarossi, doutora em arqueologia pela Universidade de Berkley, Estados Unidos, no capítulo 10, “Native Basketry and the Dynamics of Social Landscapes in Southern New England”, discute o papel dos objetos na prática de construção de locais dos Nativos, e como forma de manutenção da própria comunidade onde se dava essa manufatura. A autora examina a intersecção entre a materialidade e a localidade na montagem de cestas do sudoeste da Nova Inglaterra, seguindo seus itinerários desde a sua manufatura por mulheres nativas Nipmuc, no início do século XIX. Desta forma, os cestos agiriam como mediadores em relações sociais, estendendo-os no tempo e espaço e permitindo a produção material e social de novos espaços, evidenciando o papel dos espaços e negociação e transformação a partir da prática e da circulação dos objetos.

O capítulo 11, escrito por Neil Wallis, curador assistente da divisão de Arqueologia do Museu de História Natural da Universidade da Flórida, “The Living Past: Itineraries of Swift Creek Images through Wood, Earthenware, and Ether”, enfatiza como um itinerário pode ser entendido como constituído por fluxos e paradas. Wallis analisa a circulação de designs específicos da cultura Swift Creek e como eles podem afetar a relação entre a visualização e a construção de conhecimento. Ele justifica o uso do conceito de itinerário, pois trata de objetos hipotéticos como os designs e não apenas objetos físicos, já que o uso do conceito de biografias de objetos com a utilização de termos como vida, morte e vida após a morte, seria insuficiente para discutir os modernos fluxos dos designs de Swift Creek, por exemplo.

Com uma discussão teórica prévia e a apresentação de onze estudos de caso, o livro Things in Motion traz uma interessante ferramenta de interpretação das dinâmicas sofridas por um objeto no tempo e espaço. Ao se apresentar como uma alternativa à proposta colocada por Kopytoff e Appadurai de uma análise que leve em conta apenas uma “vida social das coisas”, Joyce, Gillespie e os outros autores que fazem parte deste livro contribuem para o debate da materialidade dos objetos presente nas ciências humanas nas últimas décadas. Uma abordagem que ajuda a interpretar o “mundo” dos objetos de uma maneira mais complexa e que procure abarcar os diferentes aspectos que o compõe.

Referências  

APPADURAI, Arjan. (Org.). A Vida social das Cosias: As Mercadorias sob uma Perspectiva Cultural. Niterói: Editora da Universidade Federal Fluminense, 2008. GELL, Alfred. Art and Agency. An Anthropological Theory. United Kingdom: Oxford University Press, 1998.

GOSDEN, Christopher; MARSHALL, Yvonne. The Cultural Biography of Objects. World Archaeology, Oxford: n. 31 (2), p. 169-178, 1999. HEIDEGGER, Martin. The Thing. In: Poetry, Language, Thought. p. 165-182. New York: Harper and Row, 1971.

HODDER, Ian. Entangled. An Archaeology of the Relationships between Humans and Things. Malden: Wiley-Blackwell, 2012. HUSSERL, Edmund. A Crise da humanidade Européia e a Filosofia. Porto Alegre: Editora PUC/RS, 2002.

INGOLD, Tim. Being Alive: Essays on Movement, Knowledge, and Description. London: Routledge, 2011.

KOPYTOFF, Igor. A Biografia Cultural das Coisas: A Mercantilização como Processo. In: APPADURAI, Arjan. (Org.). A Vida social das Cosias: As Mercadorias sob uma Perspectiva Cultural. Niterói: Editora da Universidade Federal Fluminense, 2008.

LATOUR, Bruno. Jamais Fomos Modernos. São Paulo: Editora 34, 2009.

MALINOWSKI, Bronislaw. Argonauts of the Western Pacific. London: Routledge, 1978.  MAUSS, Marcel. Ensaio sobre a dádiva. São Paulo: Cosac Naify, 2013.

TILLEY, Christopher; KEANE, Webb; KUCHLER, Susanne; ROWLANDS, Michael, SPYER, Patricia (Ed.). Handbook of Material Culture. London: Sage, 2006.

Daniel Grecco Pacheco – Mestrando em História da Arte pela Unicamp, graduado em História pela PUC/SP. Bolsista CNPQ. E-mail: [email protected]

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Assessing Heritage Values: Public Archaeology in Brasília – GODOY (RAP)

GODOY, Renata de. Assessing Heritage Values: Public Archaeology in Brasília. Lambert Academic Publishing, 2012. Resenha de: POLONIL, Rita Juliana Soares. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.9, jul., 2014.

Assessing Heritage Values: Public Archaeology in Brasília, da Antropóloga Renata de Godoy é uma recente publicação que vem acrescentar importantes pontos de discussão à questão da Arqueologia Pública no país.

Dividida em seis capítulos a obra procura investigar as relações de pertença desenvolvidas pela população em relação ao patrimônio arqueológico, sobretudo, no que se refere a populações não nativas.

Para compreender seu objeto de pesquisa a autora se utilizou da chamada “Abordagem de valor público” (Public Value Approach), que se desenrola a partir da investigação de dois sítios arqueológicos paleoindígenas e um histórico (DF-PA-11, DF-PA-15 e Pedra Velha, respectivamente), localizados na Área de Relevante Interesse Ecológico Parque Jucelino Kubitchek (ARIE JK), na região metropolitana de Brasília, entorno de Ceilândia, Samambaia e Taguatinga.

A pesquisa desenvolve-se a partir de abordagens vindas da antropologia urbana e do urbanismo, da gestão do patrimônio cultural e do turismo patrimonial. Utiliza ainda, como metodologia de pesquisa, entrevistas abertas, investigações arquivísticas e digitais, sobretudo, visando periódicos, relatórios e documentos legais e, finalmente, investigações do tipo “Walking Survey”. A autora questiona por que comunidades migrantes, principal constituinte humano da região, se preocupariam com sítios arqueológicos pré-históricos tão distantes da sua trajetória de vida pessoal e para isso chama atenção para os três valores gerados pelo patrimônio: os intrínsecos, os institucionais e os instrumentais.

Os valores intrínsecos podem ser apontados como a experiência intelectual, emocional e espiritual do indivíduo com o patrimônio, enquanto os institucionais representam, por sua vez, o ethos e o comportamento das organizações patrimoniais. Finalmente, os valores instrumentais são os valores econômicos, sociais e paisagísticos assumidos por um determinado contexto patrimonial. Nesse sentido, a hipótese da pesquisa é a de que questões extrínsecas influenciam comunidades não-nativas a se importar com o patrimônio arqueológico mais que questões intrínsecas. Ou seja, essas comunidades se importam mais como o patrimônio arqueológico devido aos seus valores institucionais e instrumentais que aos seus valores emocionais ou identitários.

Enquanto o primeiro capítulo da obra pontua os aspectos gerais anteriormente descritos, o segundo capítulo dedica-se à metodologia e descrição do sítio. Aqui, o campo da antropologia urbana toma lugar de destaque. Pode ser definido como um campo interdisciplinar por excelência e que diz respeito às origens, desenvolvimento e crescimento das cidades, mas também, ao entendimento da vida e da cultura urbana. A idéia de espaço público tem lugar especial nesses estudos e pode ser definida como locais onde é possível interagir de forma variada com outras pessoas e com o entorno, bem como cultivar a solidão e o anonimato. Os parques e as praças são dois importantes exemplos.

Nesse sentido, a principal metodologia empregada na pesquisa baseia-se no “rapid ethnografic assessment procedures (REAP)”. Consiste numa combinação entre entrevistas, observação participante e registro de testemunhas oculares. A autora então esclarece que foram realizadas vinte e nove entrevistas em duas temporadas de trabalhos de campo realizadas em 2008, equivalentes a vinte horas de conversas gravadas. Os entrevistados foram divididos em dois grupos e em quatro subgrupos de no mínimo seis pessoas cada, de acordo com seu local de residência e com a sua ligação a instituições relacionadas com o estudo de caso. Foram também selecionadas dezoito entrevistas de periódicos, publicadas entre 2004 e 2008 em dois dos principais jornais da capital (Correio Brasiliense e Jornal de Brasília), assim como relatórios de campo e de laboratório não publicados, publicações acadêmicas e legislação diretamente relacionados com o estudo de caso. Também foram tiradas novecentas fotografias e realizadas filmagens no local e seu entorno, todas conduzidas em Abril, Maio e Novembro de 2008.

O Terceiro capítulo do livro é dedicado a discutir os valores institucionais relacionados ao objeto de estudo. O papel do IPHAN ganha destaque, em especial no que tange ao desenvolvimento de mecanismos para a proteção ao patrimônio arqueológico nacional.

Quanto à aplicação da metodologia, nesse ponto da pesquisa foram utilizadas entrevistas, análises de periódicos e “walking survey”. O ponto mais abordado nas entrevistas foi o conflito no uso da terra seguido de degradação ambiental e questões de gestão. As questões arqueológicas aparecem em todos os grupos, mas são mais comuns entre os que habitam nas proximidades do parque. Embora assuntos institucionais apareçam em todos os grupos (leis, sua aplicação, licenças, pesquisas e preservação), são mais comuns entre o grupo dos especialistas. Os profissionais da arqueologia, claramente, focam mais em assuntos institucionais que outros entrevistados.

Destacam-se, particularmente, muitos conflitos entre a Companhia de Saneamento Ambiental do Distrito Federal (CAESB) e moradores locais por causa da instalação de infraestrutura de saneamento básico. Como parte do acordo judicial surgido a partir das demandas de compensação financeira de moradores locais contra a empresa, a CAESB teria pagado a prospecção e escavação arqueológica da área afetada pelo empreendimento e pela elaboração de um DVD educativo de onze minutos. Entretanto, a construção de um museu e a publicação de um livro ainda estariam em suspenso.

Em relação à análise dos periódicos, notou-se que, praticamente, todos os exemplares do Correio Brasiliense analisados traziam a palavra-chave arqueologia e, praticamente, a metade se referia ao parque ARIE JK. No caso do Jornal de Brasília, há três reportagens arqueológicas sobre o parque. A maior parte inclui questões ambientais, sobretudo, com a CAESB. Todos os dois periódicos têm suas agendas particulares, sendo o Correio Brasiliense mais afeto à defesa do governo do Distrito Federal, elogiando, inclusive, os trabalhos de saneamento básico da CAESB realizados no parque. Mas, curiosamente, é também o que mais críticas expõe sobre outros órgãos em relação à preservação arqueológica no parque.

No contexto do “walking survey”, a autora realizou a observação de um dos encontros do MAPE (Movimento Amigos dos Parques Ecológicos), ocorrida em 11 de novembro de 2008. A principal questão abordada pelos participantes era a preservação ambiental de parques ecológicos, incluindo a ARIE JK. Houve, espontaneamente, a proposta de se defender a abertura de um museu arqueológico na região, comprovando uma grande demanda pelo museu e pelo retorno de artefatos arqueológicos enviados a outros estados para o Distrito Federal.

O capítulo quatro aborda os valores instrumentais relacionados ao patrimônio e a sua principal questão é tentar perceber se a possibilidade de implementar turismo patrimonial no parque está por detrás do interesse da opinião pública em questões arqueológicas. Nesse sentido, o turismo patrimonial pode ser definido como um tipo de atividade turística em espaços definidos como sítios patrimoniais. Outro tipo de turismo relacionado com a arqueologia, o ecoturismo, pode ser definido como atividades que visam um equilíbrio entre ambiente e comunidades humanas.

A autora ressalta que os sítios arqueológicos são de grande interesse para a humanidade. Torná-los objeto turístico, se por um lado valoriza o sítio e o torna sustentável, por outro pode representar um risco para a sua própria preservação, na medida em que aumenta a demanda sobre o patrimônio.

Para avaliar os valores instrumentais gerados pelo patrimônio da ARIE JK, pontos de uso recreacional no interior do parque foram contrastados com a opinião pública sobre o tema, coletadas em entrevistas e notícias de periódicos, tendo em vista as palavras chave ARIE JK e arqueologia. Foi também utilizado o “walking Survey”, que demonstrou que, de modo geral, os locais apontados como recreativos no parque estão em condições precárias, abandonados e tomados pelo lixo.

Nas entrevistas, o objetivo principal era entender se e como o público percebe o turismo como um valor instrumental gerado pelos sítios arqueológicos do parque entendendo também, quando possível, como cada pessoa percebe lazer e recreação. De modo geral, percebeu-se que os entrevistados não vêem o parque e tampouco a visita aos seus sítios arqueológicos como opção de lazer. O parque é visto, na realidade, como área vazia de funções, local de preservação ambiental. Parte dessa visão deriva, entretanto, da preferência dos entrevistados por opções de lazer em espaços fechados, tais como shoppings e cinemas. Nesse sentido, o único ponto não questionado e muitas vezes trazido à tona em termos de turismo para a área de estudo é a criação de um museu arqueológico no local.

O quinto capítulo da obra trata dos valores intrínsecos relacionados ao patrimônio arqueológico do parque. O foco do trabalho recai sobre os três sítios arqueológicos anteriormente citados, que sofreram escavações e têm importância científica comprovada. Eles estão relacionados à extração de material e confecção de peças líticas.

Os sítios de jazidas são essenciais para o estudo da pré-história e para o trabalho arqueológico. Ao mesmo tempo, são sítios de complexa compreensão. Devido à dificuldade no estudo do processo de debitagem e na dificuldade em definir estratigrafias ou outros indicadores de datação, esses sítios ainda não são preferencialmente interessantes para os arqueólogos brasileiros. Por outro lado, a revisão da literatura na área indica que para além do processo tecnológico, o estudo de jazidas também permite compreender sistemas de trocas, organização social e economia pré-históricas e atuais.

Quanto à metodologia utilizada na pesquisa, o principal objetivo das entrevistas realizadas seria o de perceber a compreensão de não profissionais sobre os sítios locais, se essas pessoas têm a real compreensão dos valores intrínsecos dos sítios e se esses valores influenciam fundamentalmente o seu comportamento acerca da preocupação com a preservação dos mesmos. Os resultados apontaram que os residentes e aqueles que moram no entorno do parque apresentaram uma compreensão semelhante e se preocupam com a preservação dos sítios, muito embora tenham pouco conhecimento sobre suas características. Especialistas e pessoas ligadas a instituições de preservação variam entre os que se importam com a preservação dos sítios e aqueles que ignoram ou desvalorizam o tema. Entretanto, os arqueólogos concordam com a grande relevância dos sítios pré-históricos.

Também foram analisadas onze notícias do Correio Brasiliense e três do Jornal de Brasília sobre arqueologia. O principal objetivo foi analisar a qualidade do conteúdo relacionado com patrimônio arqueológico e informações científicas apresentadas pelas reportagens. Notou-se que as reportagens do Correio Brasiliense são menos técnicas e mais apelativas, associando, por exemplo, palavras como “tesouro” e “riqueza” aos temas arqueológicos. As do Jornal de Brasília são em menor número, mas em melhor qualidade.

Em resumo, pode-se apontar que a antiguidade do sitio é o aspecto mais destacado e não suas características tipológicas ou geográficas. Há um interesse de instituições e comunidade com o conhecimento e preservação do sitio, embora de forma insipiente.

O último capítulo, que abriga as conclusões do trabalho, destaca que o patrimônio arqueológico do parque é ainda intangível, uma idéia abstrata que tomou diferentes formas para diferentes atores e propósitos e por diferentes razões.

A identificação com sítios naturais ou culturais é socialmente construída e não requer se basear em fatos para tomar forma. Comunidades locais podem se identificar com comunidades de caçadores-recoletores somente por terem habitado um mesmo local em um passado remoto.

Os valores institucionais e instrumentais são as ligações mais importantes entre população não nativa e o patrimônio arqueológico local. Os dois tipos de valor estão intrinsecamente relacionados de forma que é difícil separá-los.

Atualmente, a arqueologia não faz parte da vida quotidiana das pessoas em Brasília. Muito embora os entrevistados estivessem cientes da importância dos sítios estudados e da sua preservação, menos de 30 por cento das pessoas citaram espontaneamente essa questão durante a entrevista.

Acerca das instituições importantes para a pesquisa, duas merecem destaque: a administração local e a mídia. As instituições tendem a proteger, de certa forma, os sítios, colocando-os sob os limites do parque e o fato dos sítios serem de difícil identificação para os leigos também os protege. Por outro lado, tal característica não favorece muito o turismo. A mídia, por seu lado, reproduz muitos erros e preconceitos nas reportagens. Sendo, geralmente, a única forma pela qual a comunidade toma conhecimento dos sitos, isso acaba por ser um ponto bastante negativo no processo.

Finalmente, a atenção prestada por instituições e pela mídia aos sítios é pequena e dura somente enquanto os trabalhos estão sendo realizados. O patrimônio arqueológico não está adaptado para gerar valor econômico e social e a motivação das pessoas para a preservação dos sítios tem a ver muito mais com a sua antiguidade do que com outras características importantes dos mesmos.

Como um todo, pode-se afirmar que a presente obra apresenta-se como um estudo crucial para aqueles pesquisadores que pretendem se aprofundar no campo da arqueologia pública brasileira, apresentando-se como um trabalho de competência e de consistência indiscutíveis, reflexo do próprio aprofundamento do campo no país. Abre espaço para que mais trabalhos possam ser realizados dentro da temática em outros contextos brasileiros, a fim de esclarecer quais são os principais fatores que estimulam a população local, especialistas e membros de grupos de preservação patrimonial e ambiental a se importarem com o patrimônio arqueológico e quais são os diálogos possíveis entre ciência e sociedade no que tange à valorização e conservação dos sítios no país.

Referências

GODOY, Renata de. Assessing Heritage Values: Public Archaeology in Brasília. Lambert Academic Publishing, 2012.

Rita Juliana Soares Polonil – Pós-doutoranda em Arqueologia pelo LAP/NEPAM

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Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação – CARLAN (RAP)

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação. São Paulo: Annablume, 2013. Resenha de: MENINI, Vítor Bianconi. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.9, jul., 2014.

A obra Moeda e poder em Roma, do historiador Dr. Cláudio Umpierre Carlan, resultante de sua já reconhecida experiência nas pesquisas que relacionam História e Arqueologia, em particular o ramo da Numismática, contribui de maneira representativa ao empreendimento, já de alguns anos, de inserção dos estudos da Antiguidade Tardia na academia brasileira. Carlan, além de empenhado estudioso das moedas romanas, dedica-se à docência na Universidade Federal de Alfenas, em Minas Gerais, além de colaborar no Laboratório de Arqueologia Pública Paulo Duarte da UNICAMP, universidade na qual realizou deu doutoramento e realiza pós-doutoramento, sempre sob orientação do historiador e arqueólogo Dr. Pedro Paulo Abreu Funari.

Com apresentação da professora Dra. Margarida Maria de Carvalho (UNESP-Franca), Moeda e poder em Roma foi escrita de maneira clara, objetiva e fluida, apresentando desde o começo a importância de se compreender expressões e conceitos basilares em investigações dessa natureza, tais como: Antiguidade Tardia, Numismática, cunhagem, relações de poder, representações, catalogação, acervo, colecionismo, patrimônio, cultura material, entre outros.

Nas primeiras páginas, o autor já antecipa quais serão seus referenciais. Carlo Ginzburg, Roger Chartier e Michel Foucault destacam-se entre aqueles que irão compor a fundamentação teórica de Carlan em suas investigações. Da mesma maneira, além de dialogar com tais perspectivas que evidenciam a identidade epistemológica de seu trabalho, Carlan apresenta respeitadas referências na área da Numismática, tais como, Hubert Frère, Jean-Nicolas Corvisier, Charles Samaram, Pascal Arnaud, além do irlandês Peter Brown, cujos estudos em Antiguidade Tardia e, neste caso particular, sobre a numária constantiniana, têm indispensável importância.

No capítulo inicial, intitulado “O colecionismo e o Museu Histórico Nacional: origem, acervo e patrimônio”, Carlan desenvolve uma breve, mas muito precisa, revisão histórica desde o término da Antiguidade Tardia até o processo de ampliação das coleçõ numismáticas no século XIX. Destaca, por exemplo, o “renascimento carolíngio”, entre os anos 768 e 814, quando governou Carlos Magno, que propiciou considerável impulso nas atividades colecionistas. Tal ampliação do colecionismo já estará consolidado nos tempos modernos, à época dos Estados Nacionais, quando Luis XIV (1638-1715), tendo herdado as coleções do Cardeal Mazzarino e de Carlos V, as utilizará como modelo, passando a representar-se em suas próprias cunhagens tal como os antigos césares romanos, usando uma coroa de louros e, posteriormente, determinando que seus funcionários organizem e cataloguem toda a coleção.

Carlan, ainda no primeiro capítulo, não deixa de mencionar a importância do italiano Francesco Petrarca (1304-1374) como primeiro colecionador de moedas conhecido oficialmente, além de comentar acerca da influência do Iluminismo na organização dos primeiros museus da Europa, evidenciando tanto o caráter antropocêntrico daquela mentalidade como a ruptura – ainda que lenta – com concepção teocêntrica de mundo e de ser humano.

O ápice do primeiro capítulo acontece quando Carlan apresenta-nos uma informação pouco conhecida pelo povo brasileiro, que é a existência de um acervo numismático no Museu Histórico Nacional (MHN), no Rio de Janeiro, considerado o maior de toda a América Latina. Traçando um paralelo deste acervo com a coleção do Gabinete Numismático da Catalunha, sobretudo, acerca da origem de ambos os acervos, Carlan, que realizou estágio na Universidade de Barcelona junto ao professor catedrático José Remesal Rodríguez na ocasião de seu doutoramento, informa-nos que da mesma maneira que essa e outras coleções numismáticas foram agrupadas e expostas no Museu Nacional de Arte da Catalunha, no caso brasileiro a coleção doada pelo Comendador Antônio Pedro de Andrade, antes de serem organizadas e expostas em 1922 no MHN, encontravam-se na Biblioteca Nacional do Rio de Janeiro. Eram 13.941 moedas e medalhas, sendo 4.420 moedas cunhadas na Antiguidade. Hoje, o acervo do MHN conta com uma coleção numismática de aproximadamente 130.000 peças.

Após fechar o primeiro capítulo, tratando com riqueza de detalhes acerca da história do MHN, citando os argumentos de Ramiz Galvão e Gustavo Barroso de que a Numismática tem seu lugar ao lado da História e já ensaiando sua tese de que a orientação política ou mesmo religiosa de um soberano cunhadas em suas moedas evidenciam uma estrutura político-ideológica e transmitiam uma mensagem de poder por parte do governante, Carlan inicia o segundo capítulo no qual trata de maneira bastante específica acerca dos tipos monetários no Império Romano do século IV. [As cunhagens de ouro são as primeiras a serem comentadas, informando-nos que no acervo do MHN composto por peças da Antiguidade Tardia, foram identificados apenas os chamados solidi, ou seja, as moedas instituídas depois da reforma monetária que Constantino promoveu. Carlan apresenta e explica uma moeda cunhada durante a coroação de Constante, uma outra moeda cunhada entre 355 e 357 retratando Constâncio II, duas moedas cunhadas em Milão representando Honório e três moedas cunhadas também em Milão, representando Arcádio, irmão de Honório. Como Honório e Arcádio eram filhos de Teodósio I, justifica-se a presença do lábaro de Constantino representando as letras gregas X (khi) e P (), sobrepostas, em algumas dessas peças.

No mesmo capítulo, Carlan trata das moedas comemorativas, chamando atenção para aquelas cunhadas após 330 com o intuito de legitimar a importância de Constantinopla, nova capital imperial construída no território da antiga cidade de Bizâncio. Como o próprio autor nos informa, a moeda na Antiguidade exercia diferentes papéis: “função política, social, administrativa, militar, religiosa e econômica. Não podemos nos restringir à economia. Até hoje, principalmente na Europa e nos Estados Unidos, a moeda ainda mantém o caráter propagandista” (p. 64). Daí fazer todo sentido a função que algumas moedas, sobretudo, as comemorativas, exerciam naquele cenário.

Antes de apresentar-nos o catálogo de moedas romanas que organizou, Carlan explica como fez tal catalogação, estabelecendo um corpus documental fundamentado no esquema de Harold D. Lasswell (1902-1978), iniciador desde 1927 das análises de conteúdo utilizadas em estudos de propaganda e de política. Tal esquema, grosso modo, estabelecia uma sequência analítica: análise prévia da documentação e estabelecimento do corpus, categorização, codificação e cômputo das unidades e, por fim, interpretação dos resultados (p. 65s). Foi por meio de uma análise comparativa entre as diferentes representações presentes nos reversos das moedas que Carlan identificou certos aspectos que explicitavam ideologias de caráter militar, religioso e, sobretudo, político.

Após um amplo catálogo explicativo de moedas de bronze, desde as 146 peças cunhadas no governo do imperador Diocleciano, incluindo as chamadas moedas militares, além das laudatórias que expressavam, entre outras coisas, compromissos do governante para com seus governados, passando pelas cunhagens dos imperadores de todas as formações tetrárquicas, havendo natural destaque para as 360 moedas de Constantino, bem como as que representavam sua mãe Helena, sua esposa Fausta, seus filhos, sobrinhos e sucessores, e, fechando com as moedas cunhadas nos tempos de Teodósio I e de seus filhos e familiares, Carlan parte para o terceiro capítulo de sua obra no qual tratará do contexto histórico do Império Romano no quarto século de nossa era.

Desenvolvendo uma breve reflexão no sentido de compreender a Tetrarquia instituída por Diocleciano em 293, Carlan explica como a administração imperial funcionava, incluindo a divisão de responsabilidades militares e civis, tanto no Ocidente como no Oriente. A influência do cristianismo, as fugas de escravos, a anarquia militar, o surgimento do colonato e as invasões bárbaras são alguns dos fatores que, segundo Carlan, caracterizavam aquele contexto do Império Romano entre os séculos III e IV. Esse rápido passeio que se faz, desde os dias de Diocleciano até as mortes dos filhos de Teodósio I, sem a preocupação de ater-se a detalhes, demonstra, entre outras coisas, o interesse de Carlan em situar-nos enquanto leitores no tempo em que foram cunhadas as moedas catalogadas no segundo capítulo e listadas em tabela anexa ao final do livro.

O capítulo três encaminha-se para o seu término quando o autor descreve o cenário religioso do Império Romano desde o século II até a adesão de Constantino à religião dos cristãos. Em uma sociedade marcada por predominância politeísta, além do culto ao deus Sol Invictus desde o governo de Aureliano (270-275), começava-se a formar uma nova identidade religiosa que se tornará predominante algumas décadas mais tarde. Contudo, há que ser reconhecido o fato de que a conversão de Constantino à religião dos cristãos, tão bem arquitetada nos discursos de Lactâncio e Eusébio de Cesareia, autores mencionados e comentados por Carlan, foi determinante naquele momento de transição da história imperial, o que se mostra evidente, inclusive, nas moedas cunhadas por Constantino e seus sucessores. Tais moedas, algumas delas comemorativas, traziam, conforme já comentamos acima, o lábaro de Constantino representando as letras gregas X (khi) e P (), sobrepostas.

As questões militares, as mudanças na estrutura do exército romano, a evolução política, algumas batalhas em particular, tanto no governo de Constantino como no de seu filho Constâncio II ou mesmo de seu sobrinho e genro Juliano, são temas explorados por Carlan e que, por vezes, são representados nas moedas romanas a fim de legitimar a identidade e o poder do império. Mas, a situação crítica da economia romana desde o século III refletiu de maneira direta na produção numismática chegando a obrigar a emissão de moedas de prata com adulteração do metal, provocando um aumento exacerbado nos preços de escravos, suprimindo a participação do Senado na fiscalização das cunhagens, aumentando os impostos, reduzindo o território após uma sucessão de conflitos e, por fim, empobrecendo o Estado. São as reformas econômicas implantadas pela Tetrarquia que ocupam as últimas páginas do terceiro capítulo da obra.

Após expor as tentativas de controle da inflação, incluindo uma mal sucedida fixação dos preços que terá resultado em práticas de corrupção e contrabando, além de detalhar as diversas reformulações no processo de cunhagens das moedas de bronze, prata e ouro, desde Diocleciano até chegar aos governos dos filhos de Constantino, em particular Constante e Constâncio II, Carlan inicia o quarto e último capítulo de sua obra, tratando daquilo que ele, como intelectual crítico e dedicado que é, denomina “o poder da imagem”. A moeda, na perspectiva defendida por ele, serve como instrumento de propaganda e legitimação do poder imperial.

Perpassando pela trajetória da Tetrarquia romana, desde Diocleciano, até finalizar a narrativa com a clássica informação de que em meados do século V os Vândalos instalaram-se no território romano, os Hunos cruzaram a fronteira e o Império deixara de existir, Carlan evidencia sua opinião de que as moedas serviam para propagandear e legitimar tanto o poder político como as filiações religiosas. Constantino, segundo Carlan, jamais abandonara sua adoração ao deus Sol Invictus, pois em suas cunhagens manteve-o como símbolo principal, sobretudo, nos reversos das moedas, ora marchando triunfante, ora ostentando um cetro. E Carlan refere-se a moedas cunhadas entre 320 e 322, ou seja, oito a dez anos após a Batalha da Ponte Mílvia, episódio no qual, segundo Lactâncio e Eusébio, o imperador tornara-se cristão.

Apesar de listar reformas jurídicas instituídas por Constantino e de citar alguns efeitos na cristandade, tais como o falso documento conhecido como “Doação de Constantino”, cuja inautenticidade será comprovada apenas no século XV por Lorenzo Valla (1407-1457), Carlan aponta as continuidades dinásticas como insuficientes para impedir os conflitos que, ao final, resultariam na queda do Império Romano.

Na conclusão, além de enfatizar a importância do diálogo interdisciplinar entre História e Arqueologia, bem como da ampliação da noção de documento, Carlan encerra afirmando que as moedas transmitiam mensagens do governante aos seus governados. Intenções políticas e ideológicas, além de comerciais, consistiam, portanto, nos significados concretos de uma moeda. Assim, Carlan conclui frisando que em sua análise numismática foi possível constatar que na administração romana do século IV predominava a legitimação do poder imperial e de seus soberanos, o que pode ser explicado por meio do que ele próprio chama de tipos e subtipos religiosos e militares.

Notas

2 Local inferior do campo da moeda, onde se encontra a data e a casa monetária, quando existem tais informações.

3 Face oposta ao Anverso (lado principal da moeda que representa quase sempre a entidade emissora). Na gíria popular é conhecia como “coroa”.

4 No vocabulário numismático, uma sociedade monetarizada é aquela – segundo os padrões modernos – que possui um sistema monetário que adotou a moeda metálica como meio de troca.

5 Harold Laswell (1902-1978): pioneiro na análise de conteúdos aplicados à política e à propaganda. Levantou teorias sobre o poder da mídia de massa. O esquema de Laswell analisa os meios de comunicação partindo da “análise de conteúdo”: uma série de questionamentos relacionados aos meios de comunicação (no caso do livro de Carlan, a moeda na Roma antiga). Alguns exemplos são: “Quem?; Diz o que?; Em qual canal?; Para quem?; Com quais efeitos?”    

Referências

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação, São Paulo, Annablume, 2013.  CARLAN, Claudio Umpierre;

FUNARI, Pedro Paulo Abreu. Moedas, a Numismática e o estudo da História. 1ª edição, São Paulo, Annablume/Fapemig/Unifal/Unicamp, 2012.

CUNNALLY, John. Images of the Illustrious: the numismatic presence in the Renaissance, Princeton, Princeton University Press, 1999.

LUDOLF, Dulce. “Que é Trabalhar com Moedas” In: O outro Lado da Moeda. Livro do Seminário Internacional. Rio de Janeiro, Museu Histórico Nacional, p.199-200, 2002.

SOUZA, Helena Vieira Leitão de. “Colecionismo na modernidade” In: Simpósio Nacional de História, Fortaleza, 25. Anais do XXV Simpósio Nacional de História – História e Ética. Fortaleza: ANPUH, p. 1-9, 2009.

Vítor Bianconi Menini – Graduando em História pela Universidade Estadual de Campinas, bolsista do CNPq, E-mail: [email protected].

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Reproducción social y creación de desigualdades – discusiones desde la antropologia y la arqueologia suramericanas – HENDERSON; BERNAL (RAP)

HENDERSON, Hope; BERNAL, Sebastián Fajardo (comp.). Reproducción social y creación de desigualdades – discusiones desde la antropologia y la arqueologia suramericanas. Cordoba: Encuentro Grupo Editor, 2012. 232 p. Resenha de: SILVA, Bruno Sanches Ranzani. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.8, dez., 2013.

O livro compilado por Hope Henderson e Sebastián Bernal trata de um tema candente na arqueologia contemporânea. Pensar em agência tem sido uma alternativa conceitual para desalinhar as propostas estruturalistas que permeavam a interpretação arqueológica, tanto de aspectos funcionais como de aspectos simbólicos da cultura material.

Os textos compilados nesta obra tentam mostrar as possibilidades e desafios do uso deste conceito na América Latina.

Os compiladores introduzem a temática e os artigos do livro com um pequeno texto de sua autoria. Nele, definem como objetivo do livro tratar os processos de reprodução social em sociedades pré-hispânicas, históricas e contemporâneas. O conjunto de trabalhos compilados faz jus à proposta geral da obra, defendendo casos em que determinados indivíduos ou setores sociais logram (ou não) intervir na ordem das coisas. 1) Papel social do(a) investigador(a) e relações sociais contemporâneas; 2) Sociedades históricas e relações sociais coloniais; 3) Os agentes, as desigualdades e as mudanças sociais em sociedades préhispânicas. Os artigos seguem a ordem temática proposta pelos compiladores, e darei sequência a essa ordem por julgá-la apropriada.

A primeira série de artigos, de Myriam Jimeno, Andres Salcedo e Alejandro Haber, contempla a arqueologia e seu papel social na Colômbia e Argentina. Se preocupam em esclarecer a subjetividade inerente ao trabalho de investigação eos consequentes problemas gerados por cartografias étnicas desenhadas pela suposta neutralidade científica.

Myriam Jimeno apresenta o desenvolvimento da antropologia como ciência acadêmica na Colômbia, tentando resumir, com êxito, 60 anos de uma disciplina em algumas páginas. Seu percurso tem três momentos: o surgimento da antropologia na Colômbia, vinda do estrangeiro, como uma disciplina de densas descrições etnográficas; o choque geracional entre a primeira geração de antropólogos colombianos e seus mestres estrangeiros; a institucionalização da disciplina e sua participação mais ativa em causas indígenas e diversidade nacional.

De acordo com a autora, a antropologia colombiana passou de atividades de “salvaguarda” de culturas a serem extintas pelo avanço da civilização ocidental, com etnografias meramente descritivas nos anos 1940, para uma postura mais engajada de defesa dos direitos das populações tradicionais. Nos anos 1970 e 1980, as comunidades indígenas constituíram canais de interação diretos com o governo colombiano, e o fortalecimento dos exércitos paramilitares fizeram com que os antropólogos buscassem outras áreas de atuação (especialmente as comunidades rurais).

A principal bandeira daantropologia colombiana contemporânea, ressalta Myriam, é a ampliação da cidadania – entender os indígenas e comunidades tradicionais em seus próprios termos, ensinando o Estado a respeitar e reconhecer a diversidade de modos de viver. O que ela chamou de naciocentrismo marcou o surgimento da antropologia na Colômbia e a empreitada das novas gerações tem sido guiada rumo ao multicentrismo, no engajamento da disciplina com a causa libertária e representativa de diferentes grupos sociais, procurando a constituição de uma condição civil cada vez mais democrática.

Andrés Salceda, em seu artigo, comenta o mesmo processo de conformação da nacionalidade, só que mais preocupado com a cartografia. As políticas segregacionistas com raízes coloniais se materializam na segregação espacial promovida pelo governo colombiano ainda nos dias atuais.

Durante o período colonial, Salceda fala do deslocamento compulsório de indígenas para trabalhar nas encomiendas mineiras, da dependência administrativa de aldeias a centros coloniais maiores e do esvaziamento de territórios não ocupados por colônias espanholas (independente de sua ocupação por povos nativos). Ou seja, os territórios não ocupados por colonos espanhóis eram considerados como baldíos, sujeitos a exploração com respaldo governamental. Essa política continuou após a independência do país em 1821, com a Lei 61 permitindo a colonos e fazendeiros tomarem posse de baldios para extração de recursos e empreendimento da colonização (assim se fez colonização da Antioquia e LlanosOrientales).

Os embates legais pela posse de terra, direitos de exploração de recursos e mão de obra colocou em choque diversos setores constituídos durante o período colonial e que tentavam manter seus privilégios na nova ordem (especialmente conflitos entre republicanos iluministas e católicos monarquistas). No entanto, esses conflitos deixaram de lado os interesses de grupos indígenas e trabalhadores rurais mestiços, maioria da população, explorada como arrendatários ou em trabalhos semiescravos.

Os conflitos agrários se intensificaram no país, e a conformação de forças armadas rebeldes seguiu uma onda de revoltas camponesas a partir dos anos 1940 (com maior intensidade nos anos 1970 e 1990). As FARC, entre outros grupos, se dizem bolivaristas defensoras do campesino contra a opressão do estado e dos grandes fazendeiros. No entanto, muitas comunidades rurais saem lesadas dos embates entre forças rebeldes, governo e forças paramilitares (sob custódia dos grandes fazendeiros do vale do Magdalena).

A situação atual é a de um Estado que o autor chama de multicultural. Por um lado, reconhece e redefine a identidade e direitos de comunidades indígenas e tradicionais, com base em sua comprovada ancestralidade. Por outro, falha nas negociações de paz com os grupos militares rebeldes e se propõe a defender os direitos dos cidadãos ao “combater a violência com violência”. Seu propósito, como defende o autor, não é aparecer como o “defensor do ilusório interesse comum da sociedade” (p. 34). “Ele surge como um intermediário que legaliza e legitima formas de extração e acumulação de riqueza e formas de estatalidade privativas, mercenárias e corruptas” (Aretxaga 2003 apud p. 34).

Os trabalhos anteriores mostram não só a relação conflituosa entre o estado e comunidades tradicionais sobre os direitos por terra e vida, mas mostra também como as ciências humanas se prestam a essa relação conflituosa. Alejandro Haber reflete sobre o aparato conceitual e teórico que guia a arqueologia e antropologia. Seu artigo interpreta os sítios arqueológicos de Ingaguassi e Tebenquiche Chico, no altiplano de Catamarca, Argentina, pela perspectiva do uywaña, palavra indígena que indica, grosso modo, uma relação constitutiva baseada na reciprocidade entre os agentes (humanos ou não humanos).

Em seu caso, as relações humanas e não humanas envolvidas no cultivo da terra, construção de moradias e canais de irrigação. Sua escolha conceitual reforça o caráter agentivo da população local e, de fato, possibilita uma arqueologia descolonizadora, uma vez que Haber desqualifica as interpretações estruturalistas e hierarquizantes para a existência dos canais.

Por meio da etnoarqueologia e de plantas arquitetônicas, o autor procura enxergar a intencionalidade cotidiana dos indígenas na interação com o poder colonial. Inclusive, tenta subverter a historiografia corrente ao atribuir o fim do assentamento de Ingaguassi, a mais rica mina do altiplano durante a colônia, ao abandono voluntário dos indígenas após uma revolta fracassada contra o governo colonial durante o carnaval – eles foram embora para suas aldeias de origem porque preferiam não mais se submeter às demandas e relações insanas do poder colonial com a terra e com o ouro. A “vitória colonial” não foi o decisivo na história do assentamento, assim com a “vitória” norte-americana no Vietnam prova-se mais sobre o papel que sobre suas perdas.

Além da agência das populações no passado, a abertura conceitual ao uywaña possibilita a simetria interpretativa com saberes não-arqueológicos. Ao perguntar para o autor  “se ele achava que a vala crescia durante a noite”,um morador local pode buscar a validação científica de seu conhecimento, ou por apenas estar colocando esse conhecimento estrangeiro à prova (nada impede que a resposta “não” seja motivo de chacota do pesquisador). No entanto, há o ponto de encontro cosmológico entre o estrangeiro e o local, um momento de interação de saberes. Haber, e isso é importante, não apenas usa a palavra indígena, mas sim o conceito, sua forma viva e cotidiana (como uma possibilidade, claro, do passado). E a questão está colocada: porque nosso aparato teórico é mais apropriado para lidar com o passado de grupos indígenas do que o “aparato teórico” (enfim, os modos de pensar sobre o empírico) dos próprios grupos indígenas? Esses trabalhos defendem claramente e com fortíssimos argumentos e casos estudados, que a preocupação sobre os modos de vida de povos nativos e minorias sociais não é uma questão de boa-vizinhança e humanidade, mas sim de políticas nacionais e acessibilidade a recursos naturais (especialmente a terra). As ciências humanas, antropologia, arqueologia, história, que são os casos, têm um papel fundamental na orientação dessas políticas públicas ao serem contempladas com o direito de argumentar pela veracidade, qualidade e merecimento dessas populações quase “depositárias” de culturas ditas milenares. Exigir a ancestralidade de populações que foram compulsoriamente desalojadas de suas terras de origem pelo processo colonizador seria cômico, se não fosse cruel.

Vale observar, brevemente, que o Brasil possui uma história similar aos parceiros latino-americanos. Lucio Menezes Ferreira (FERREIRA 2005a, 2005b, 2009, 2010)analisa o surgimento da arqueologia e antropologia ainda no Brasil imperial, com pesquisadores naturalistas associados aos três principais museus do então Império – Museu Nacional, Museu Paulista e Museu Paraense. Nos três casos, as discussões eram claramente orientadas para a avaliação das possibilidades de ingresso dos indígenas brasileiros como cidadãos da nova nação (recém-independente).

O artigo de Pedro Paulo Funari nos ajuda a pensar essa seara de possibilidades interpretativas na arqueologia e seus fundos políticos. Funari menciona três estudos diferentes sobre o mesmo sítio, o Quilombo de Palmares. Estudararqueologicamente esse importante lugar da história nacional pode tomar diversas vias: pensá-lo como um ponto local de conexão entre diferentes redes constituintes do mundo moderno global, pensá-lo a partir de uma etnogênese própria da miscigenação colonial ou pensá-lo como uma exacerbação da lógica colonial, chegando a ameaçar as colônias portuguesas como entreposto comercial é jogar com as estruturas sociais e os agentes que nelas participam. O autor vai além ao nos lembrar das preferências e usos distintos dessas interpretações por parte de múltiplosagentes sociais no presente (Movimento Negro, mídia independente, poder público), embora não se detenha nesse tema.

Esse trabalho coloca em pauta a segunda temática anunciada pelos compiladores do livro: Os problemas de pensar os enfoques relacionais para contextos específicos como os de contato colonial (Brasil, Colômbia e Argentina). Pedro Paulo Funari, Alejandro Bernal Velez, Silvana Buscaglia e Marcia Bianchi Villella trazem estudos de caso nos quais Pierre Bourdieu, Anthony Giddens e Michel Foucault são referencias constantes no exercício de compreensão das subjetividades em atuação direta nas estruturas, seja para tentar modificá-las, seja para tentar tomar proveito delas. Quais seriam os limites das estruturas estruturantes e estruturadas? Alejandro Bernal Velez, por exemplo, trabalha com inventários e apelos às ouvidorias reais da Argentina colonial no século XVI, para entender como os caciques de Don Juan e Don Pedro foram bem sucedidos no manejo das instituições coloniais para enriquecer.

A tese de Alejandro pretende fugir da dicotomia “dominador/dominado”, pois reconhece a possibilidade de transgressão, e observa como a própria estrutura colonial, enquanto nega a autenticidade do exótico, se assenta sobre ele. Se, por um lado, as encomiendas eram divididas entre os espanhóis mais ricos, por outro, os encomenderos precisavam manter uma relação de certa parceria com as lideranças indígenas das comunidades em território de sua posse, de modo a garantir acesso a recursos e mobilização de mão de obra. Por outro lado, os caciques reconheciam sua posição política estratégica, e muitas vezes usavam métodos coercivos e fraudulentos para ganho de causa de encomenderosmais promissores aos seus interesses. E, a meu ver, aí reside uma contrapartida importantíssima no argumento de Velez.

Ele deixa claro que a aproximação dos caciques aos colonizadores não representa um ganho sem perdas, uma vez que os abusos registrados do poder cacical entre os seus deslegitimava a liderança e crescia o desgosto entre os camponeses pela chefia corrompida. Ao mesmo tempo, muitas lideranças indígenas viam na ouvidoria real uma instituição colonial que valia o risco (e o custo) na tentativa de criminalizar os excessos dos encomenderos em defender seus benefícios.

A institucionalização do cacicado e criação de capitanias familiares nas comunidades indígenas destroem as relações de reciprocidade antes existentes e estabelece uma série de interesses acumulativos típicos do capitalismo moderno. O autor defende que agência é justamente o modo como os indivíduos testam a elasticidade das estruturas presentes.

Seguindo a mesma proposta, Silvana Buscagliaapresenta parte dos estudos arqueológicos desenvolvidos em Floridablanca, um dos primeiros assentamentos da Coroa Espanhola no deserto Patagônico, durante o século XVIII (na Baia de San Julian, atual província de San Julian, Argentina). O malgrado assentamento durou quatro anos apenas, sendo desmantelado e queimado por ordem real, após considerar que seus colonos não tinham meios para viverem por si próprios. Floridablanca possuía mais que um propósito agrícola e ocupacional, seu planejamento, como nos mostra a documentação oficial, previa uma colônia moldada pelas normas do iluminismo patriarcal, igualitária, pacífica e geradora de cidadãos úteis. Munida de Bourdieu (1977), Lightfoot (1998) e Sahlins (1981, 1985 e 1995) na compreensão teórica dos espaços criados pelos encontros coloniais, a autora pretende aguçar a percepção das formas cotidianas e “subliminares” do habitus colonial, debruçando-se no material arqueológico. Em poucas palavras, é possível ver como se constitui, no dia-a-dia, o esquema colonial e as tentativas de subvertê-lo.

O corpo documental analisado é composto, basicamente, pelas cartas escritas pelo superintendente da colônia, Don Antonio de Viedma, à Coroa Espanhola. Entre escritos e omissões, a autora faz três observações: 1) o único contato interétnico que se afirma é daquele entre o superintendente e o cacique (Julián); 2) O fluxo de bens é registrado como indo dos espanhóis aos indígenas (em sua maioria bens recebidos da metrópole), enquanto que dos indígenas só se registra a entrada de “favores” (força de trabalho, carne de guanaco); 3) Não há menção sobre o mundo lúdico (consumo de álcool ou participação de jogos) em nenhum dos lados. A documentação constrói a imagem de uma sociedade pautada pelas normas cristã, produtiva e civilizadora.

Para os propósitos deste pequeno artigo, Buscagliaanalisa a indústria lítica do sítio, e, para tanto, nos dá três razões: 1) O material é resultado de diversas práticas cotidianas das populações indígenas (de práticos a lúdicos); 2) Seria uma novidade para os colonos espanhóis, e aposta no argumento de Pfaffenberger (1988) de que a circulação desses materiais seria acompanhada de relações e interações sociais; 3) Nesse momento de interações é possível expressar, construir e negociar identidades. A distribuição do material lítico pelo sítio e sua qualidade é base para seu argumento pela interação entre os colonos e a população indígena em torno da tecnologia de lascamento. Das casas e do forte, o segundo é o que apresenta uma quantidade maior de materiais líticos, seguido pela (suposta) casa do soldado casado e as casas dos colonos civis. Sua interpretação é de que os militares, responsáveis pela proteção do bem-estar e ordem da colônia, teriam tido um contato mais direto, e talvez mais livre, com os indígenas que circundavam a exótica colônia.

Ainda em Floridablanca, Marcia Bianchi Villelliargumenta sobre as mesmas condições normativas documentadas, mas tenta analisar sua subversão pela arquitetura e organização espacial. Partindo da teoria da estruturação social de Giddens, trabalha com a ideia de que a ocupação é planificada seguindo pautas de interação social. Sendo assim, é relevante perguntar quais são os comportamentos previstos nas edificações existentes, quais foram efetivamente desenvolvidos e quais foram executados além da previsão (e por quê?).

Ou seja, analisar os processos de criação, reprodução e transformação da ordem social, percebendo que as estruturas sociais não são entidades acima do comportamento humano, pelo contrário, são resultado de práticas do dia-a-dia (e aqui aparece o conceito de habitus de Bourdieu).

Sobre essa teoria, Floridablanca nos brinda com um excelente exemplo ao revelar, nas escavações, estruturas que não estavam previstas no plano oficial da coroa. Além dos vestígios de consumo de álcool em uma delas e do cuidado estético na construção da soleira em outra, a própria existência dessas estruturas já nos permite pensar sobre os limites de alcance dos interesses estruturadores no cotidiano.

Até este momento do livro, os trabalhos têm sido felizes e positivos no uso do conceito de agência como categoria analítica para pensar o poder individual e coletivo de mudar a sociedade em que vivem. Victor Gonzáles Fernandés, Hope Henderson, Andrea H.

Cuéllar, Carlos Sanchéz, autores na sequência da obra, discutem problemas conceituais e teóricos de pensar agência em sociedades pré-hispânicas. As principais questões giram em torno da visibilidade da intenção humana no registro arqueológico (choque entre correntes funcionalistas e simbólicas) e mesmo a permeabilidade dos sistemas culturais para tais atos de subversão.

Retomando o tema da hierarquização social, brevemente levantado pelo artigo de Alejandro Haber, Victor González Fernandés propõe que a complexificação social não partiu de elementos externos às sociedades (ele retoma as propostas de Elman Service, Robert Carneiro, Boserup, Cohen, e Reichel-Dalmatoff e as discussões entre 1960 e 1980), tampouco por dinâmicas que enfatizam o exercício de poder de poucos sobre muitos (proposições trazidas por Timothy Earle e Charles Spencer entre 1970 e 1990). Citando o caso de San Agustín, Huila, região de Mesitas (ocupada desde 1000 a.C.) e o gradual aglomeramento populacional em torno de tumbas monumentais.

Estruturas existentes nos sítios estudados mostram certa igualdade produtiva (ausência de diferenciação de materiais) que teria durado cerca de 2000 anos. Segundo o autor, a quantidade de vestígios encontrados durante todo o Formativo 1 ao 3 (1000 a.C. e 1º século d.C.) cresceu proporcionalmente à população e não parece haver distinção quanto ao acesso nos modos de produção, e as aglomerações parecem ser feitas em torno de centros/famílias cerimoniais. Durante o clássico regional (1000-900 d.C.) esses centros cerimoniais e suas famílias regentes parecem ganhar importância com a construção de tumbas monumentais, acompanhado do crescimento populacional em seu entorno e uma marcada distinção de vestígios presentes nos sepultamentos associados aos monumentos, daqueles não associados.

A tese do autor é de que as elites religiosas não teriam se conformado por nenhum tipo de grande diferenciação nas atividades de produção nem em acesso aos recursos. Sua única diferença seria um poder ritual concebido pela tradição (tendo em vista a longevidade do processo de complexificação aqui exposto). A fonte de mudança parece estar, defende Fernandés, na própria estruturação e repetição de atividades religiosas durante 80 gerações, e não no acesso exclusivo de uma elite aos excedentes ou modos de produção.

Essa proposta me parece instigante, mas fica a dúvida sobre o papel da intencionalidade e da complexificação social em seu texto. Primeiro, seu argumento parece atribuir agência nem a indivíduos nem ao coletivo, mas à própria estrutura (a repetição de atividades rituais). Nesse contexto, o coletivo teria angariado a estabilidade dos sistemas rituais por uma política de taxação baixa e receptiva. Não há uma relação bem estabelecida entre como a elite religiosa teria ponderado sobre a manutenção de seu poder, o controle simbólico e a política de taxas. Ou seja, há uma superestrutura que organiza as funções sociais e há uma população que a repete, com pequenas doses de reformulação, uma premissa inquestionada. O que tem força, assim me parece que conclui o autor, é a estrutura social e não os seres humanos.

Segundo, nem ele, nem os autores que seguem, explicitam o que querem dizer por “sociedades complexas” e “complexificação social”. Uma sociedade complexa é uma sociedade hierarquizada? No texto de Victor, ficamos com essa impressão. Apesar de derrubar barreiras sobre as origens da complexificação social, não faz uso crítico desse conceito. A divisão de papeis sociais indica a existência de categorias sociais? Seriam todas as formas de prestígio igualmente formas de hierarquização? Não seria hora de repensar o uso do adjetivo “complexo” para sociedades humanas? Afinal, é preciso ser hierárquica e desigual para ser complexa? Em suma, seria interessante fugir também das categorias evolucionistas de classificação social se quisermos alcançar formas menos colonialistas de interpretação arqueológica.

Hope Henderson vai um pouco mais além ao procurar em Eric Wollf as reflexões sobre diferentes graus de acesso ao poder social. Para ela, há que desarticular as capacidades de agenciamento das imagens de grandes chefias políticas. Em seu estudo de caso sobre a antiga ocupação Muisca, no Vale do Leiva, Colômbia, entre os séculos XI e XVI da era cristã, percebe que o possível surgimento de categorias sociais distintas (marcada pela leve predominância de cerâmica em algumas residências, combinado com seu cercamento) não impediu que a ocupação territorial ocorresse de maneira independente. Ou seja, em todo o processo de ocupação Muisca no Vale de Leiva, a organização dos assentamentos parecia obedecer a parâmetros não associados com os de uma elite que surgira desde o quarto século antes da chegada dos espanhóis. Sua sugestão é de que o status social não era suficiente para limitar os campos de ação dos demais setores da sociedade.

Por essa razão, a autora defende as formas de exercício de poder delimitadas por Wollf e acredita que o poder organizativo (capacidade de controlar os contextos que permitem criar as organizações e expressões das pessoas) e o poder estrutural (capacidade de gerar configurações sociais que permitem as possibilidades e limites de atuação) podem ser mais úteis em contextos pré-hispânicos que as reflexões sobre agenciamento centradas no poder individual (capacidades pessoais de influência sobre os demais) e poder de mandar (capacidade de forçar obediência).

Os casos de agenciamento individual que aqui foram contemplados não puderam ser pensados sem as referências documentais a indivíduos específicos, além de ser mister pensarmos nas possibilidades de vontade coletiva como importante agente na condução e modificação da sociedade.

Andrea M. Cuellartoca na questão da visibilidade individual versus visibilidade coletiva no registro arqueológico de populações pré-históricas; e como é possível combinar os interesses trazidos pela agência com as conquistas teóricas de proposições clássicas como a do cacicado. Seu estudo de caso é no Vale de Quijos, a partir do quinto século a.C., e argumenta contra o rechaço do conceito de cacicado e sua referência à centralização social. Se, por um lado, o crescimento populacional não teve aparente relação com a distribuição de recursos (assentamentos estudados mantinham uma aparente independência na produção de gêneros alimentícios – preponderando aqueles adequados ao ambiente local – e de ferramentas líticas de obsidiana), por outro é evidente a tendência ao agrupamento em torno de centros específicos. Ou seja, pode ser que a centralização não tenha ocorrido por razões econômicas, mas não há por que ignorar os indícios de centralização geográfica, indicando alguma forma de centralidade política.

O artigo da autora não apresenta nenhum argumento contra a proposição de agenciamento. No entanto, está mais preocupada em defender a hierarquia como princípio organizativo do que efetivamente refletir sobre as capacidades individuais ou coletivas de mudança social.

Finalmente, o artigo de Carlos Augusto Sanchéz é um ataque direto ao conceito de agência ao propor que ele nos traz uma visão ilusória de mobilidade social, enganando-nos quanto aos reais efeitos da hierarquia social. O poder não é uma inerência a todas as relações humanas, como o querem Giddens, Bourdieu e Foucault, mas “outorgado pelo controle econômico da sociedade” (p. 210). Em um projeto de arqueologia regional pelo alto do Magdalena, Colômbia, o autor vê a transição de uma sociedade agrícola sedentária com independência produtiva, para uma sociedade centralizada em torno de centros políticos, com claras delimitações de paisagem, construção de canais não-comunitários (associados a umas poucas casas) e tumbas megalíticas a partir do primeiro século a.C. Para ele, fica clara a relação entre a centralidade e o controle econômico dos meios de produção (agricultura), com respaldo de instâncias da vida religiosa (tumbas monumentais). Os dados etnohistóricos mencionam sociedades indígenas centralizadas já no século XVI e reafirma a estabilidade e força dos mecanismos de controle da produção e subordinação dos “caciques secundários” aos “caciques principais”.

O trabalho de Carlos Sanchéz aborda o registro arqueológico por uma perspectiva marxista e acredita que dotar os protagonistas históricos de liberdade de atuação é deixar para segundo plano as forças coercivas e constritoras da estrutura social. Em poucas palavras, lhe parece uma proposta interpretativa viciada na pretensa liberdade empreendedora típica da sociedade capitalista, que discursa pelo liberalismo meritocrático enquanto esconde seus mecanismos de controle da produção.

Esse último artigo parece fechar o livro como um ciclo que percorre as vantagens e desvantagens interpretativas de pensarmos o conceito de agência. De sua liberdade ao seu liberalismo, do rompimento das correntes forçosas do estruturalismo para a ilusão traiçoeira do capitalismo. As discussões propostas neste livro deixam clara a carência epistemológica que ainda cerca o uso das teorias de agência em arqueologia. Ao mesmo tempo em que não parece mais viável buscarmos respostas atemporais apenas nos mecanismos coletivos previstos pela sociologia, história e antropologia, devemos tomar cuidado para não desbancar no livre-cambismo de forças. Se não podemos perder de vista as pautas vivas dos movimentos de minorias sociais, perceber o poder de mudança e manejo que reside nos indivíduos ou em determinados setores além das elites é politicamente reconfortante. Embora a vida em coletivo não seja suficiente para impedir o desvio de conduta e a subversão da ordem imposta, não podemos dedicar toda a história de um povo a breves figuras exaustivamente historiografadas.

Pensar agência é pensar em atuação, nas forças que constroem as normas sociais e naquelas que tentam alterá-las.

Vale observar, ainda, que há uma lacuna geral entre os artigos de arqueologia – os métodos, descrições de materiais e imagens ilustrativas deixam muito a desejar. Entendo que a ideia central desta obra não seja uma apresentação precisa das coleções e métodos de campo, mas os argumentos dos autores, quando tem como objeto os vestígios arqueológicos, devem ser mais explícitos nos modos de registro e coleta de dados. Os mapas costumam ser de baixa resolução e pouco ilustrativos dos argumentos, e há poucas (quando há) imagens dos artefatos descritos. Particularmente frustrante é a pouca reflexão e descrição dos métodos de campo.

Como encontrar a intencionalidade no registro arqueológico? Como fazer uma arqueologia que escape dos moldes colonialistas nos quais a disciplina foi engendrada? Essas questões são centrais no desenvolvimento de uma arqueologia mais democrática e diversificada. O único artigo que me pareceu ponderado na apresentação dos materiais, imagens ilustrativas, planos claros e legíveis e descrição dos métodos foi o de Silvana Buscaglia.

De todos os artigos de arqueologia, os métodos de escavação, ou o que foi possível conceber deles, não parecem se distanciar muito do que usamos cotidianamente. A chave parece residir na própria escolha teórica. Se compararmos dos dados apresentados por Carlos Sanchéz, Hope Henderson, Andre Cuellar, por exemplo, podemos ver que todos trabalham projetos de escala regional, tratando de populações pré-hispânicas, discutindo o surgimento de hierarquias sociais, mas com resultados analíticos muito diferentes. Certamente que são diferenças oriundas de múltiplos contextos (populações distintas, regiões distintas), mas a similaridade dos dados apresentados (crescimento populacional, vestígios de tecnologias produtivas e simbólicas, diferenciação social) deixa claro que muito do que foi entendido parte das escolhas dos próprios autores.

Referências

FERREIRA, Lucio Menezes. “Diálogos de arqueologia sul-americana: Hermann von Ihering, o Museu Paulista e os museus argentinos no final do século XIX e início do XX.” Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia Vol. 19 (2009): 63-78.

FERREIRA, Lucio Menezes. “Footsteps of the American Race: archaeology, ethnography and romanticism in imperial Brazil.” In: Global Archaeology Theory: contextual voices and thoughts, por Pedro Paulo A. FUNARI, Andrés ZARANKIN e Emily STOVEL. New York: Springer, 2005b.

FERREIRA, Lucio Menezes. “Solo civilizado, chão antropofágico: a arqeuologia imperial e os sambaquis.” In: Identidades, discursos e poder: estudos da arqueologia contemporânea, por Pedro Paulo A. FUNARI, Charles E. ORSER Jr. e Solange Nunes de O. SCHIAVETTO.São Paulo: Annablume/PAFESP, 2005a.

—. Território Primitivo – A institucionalização da arqueologia no Brasil (1870-1917). Porto Alegre: EDIPUCRS, 2010.

Bruno Sanches Ranzani da Silva – Doutorando em Arqueologia pelo MAE/USP.

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Esclavos y cimarrones en Cuba: arqueologia histórica en la Cueva El Grillete – ANTÚNEZ et al (RAP)

ANTÚNEZ, Carlos Arredondo; HERNÁNDEZ, Odlanyer de Lara; RODRÍGUEZ, Bóris Tápanes. Esclavos y cimarrones en Cuba: arqueologia histórica en la Cueva El Grillete. Buenos Aires: Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González – Centro de Investigaciones Precolombinas, 2012. 180p. Resenha de: MONTEIRO, Victor Gomes. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.8, dez., 2013.

O livro “Esclavos y cimarrones en Cuba: arqueologia histórica en La Cueva El Grillete” foi produzido em conjunto por três autores com distintas áreas de especialidades, todas convergindo para a Arqueologia. Bóris Tápanes e Odlanyer Lara são arqueólogos com certa experiência em escavações em Cuba. Carlos Antunes contribuiu com seu conhecimento em ciências biológicas, zooarqueologia e antropologia física. O livro é uma ótima referência para análise da cultura material de contextos quilombolas ou cimarrones, tanto por apresentar possibilidades metodológicas de análise dos materiais, quanto por traçar um panorama geral do movimento cimarronero, pelo menos no que se refere à Província de Matanzas (região ocidental de Cuba). Ao aprofundar os estudos na “Cueva El Grillete” e traçar paralelos com outros sítios de cimarrones já estudados, os autores conseguem demonstrar com maior riqueza de detalhes o cotidiano desses indivíduos e salientar o quanto ainda falta ser estudado em termos de Cuba a esse respeito, mesmo com a consciência de que o potencial para este tipo de estudo seja enorme.

O objetivo principal do texto não era propriamente revisar a historiografia a partir do elemento da cultura material, mas sim entender a partir de uma micro-escala, o que é o sítio “Cueva El Grillete” e as dinâmicas de sobrevivência dos escravos cimarrones. Para tal o acesso a cultura material, munida de uma perspectiva da Arqueologia da Paisagem, que procura entender não somente os sítios arqueológicos isolados de seus meios, mas sim entender as paisagens arqueológicas presentes no espaço geográfico, ou seja, os processos e formas culturais do espaço (Boado, 1999), são de fundamental importância. O alicerce informacional do refugio cimarrón Cueva El Grillete” é somente a documentação arqueológica (cultura material) e os elementos relacionados à paisagem, muito pouco se tem de documentação escrita acerca do local.

Através da organização estrutural dos capítulos é possível perceber que os autores compartilham de uma visão um tanto quanto cartesiana de divisão entre “dados históricos” e “dados arqueológicos”, ou de isolamento de elementos que deveriam estar em constante diálogo, que é o contexto histórico (proveniente de documentos escritos) em consonância com o contexto arqueológico (criado por todos elementos da cultura material). Essa divisão fica bem nítida com a escolha de deixar o segundo capítulo destinado a descrição e apresentação dos “dados históricos” e os seguintes capítulos (3º; 4º 5º) para os “dados arqueológicos”, sem tratar as fontes ditas históricas como potencialmente elucidativas da vida material dos cimarrones, ou seja, sem considerar esta documentação escrita como sendo portadora de materialidade e vetor da cultura material, tanto em seu conteúdo escrito, onde pululam referências a respeito das “materialidades do passado”, como na sua própria materialidade de documento constituído de suporte físico específico.

Na introdução os autores fazem uma análise da gênese até a atualidade da pesquisa em arqueológica histórica em Cuba, observando que até os anos 1960 as pesquisas se focavam muito nos estudos das elites nas sociedades coloniais. Os estudos em arqueologia da escravidão e dos cimarrones em Cuba, só vão se reverter em estudos sistematizados e de maior profundidade a partir dos anos 1990, principalmente pelas investigações realizados por Gabino La Rosa (1989; 1991). O grosso das publicações arqueológicas de escravidão e cimarrones se deram nas alturas de Habana-Matanzas. Nas regiões de Limonar, Coliseo e San Antonio de los Baños, não se tem proliferado estudos, mesmo com o potencial dessas regiões. Por outro lado a densidade e o contexto das plantações de café e açúcar de Habana- Matanzas tem sido, do ponto de vista arqueológico, bem estudadas.

O segundo capítulo “Algunos datos históricos”, é divido em duas partes. Num primeiro momento são apresentadas as informações de cunho contextual e histórico da região de Matanzas, desde a formação da indústria açucareira e da introdução da mão de obra escrava, ao processo de cimarronaje. Através de uma série de dados oficiais colhidos junto aos Arquivos da Província de Matanzas e outros locais, os autores traçam um cenário da rebeldia escrava na região com os focos de fugas e conseqüentemente de caça aos cimarrones.

Num segundo momento os autores discorrem a respeito das autoridades locais e dos indivíduos responsáveis pela manutenção e execução do sistema repressivo e coercitivo do sistema escravista cubano: os rancheadores. A documentação produzida pelos rancheadores em suas “batidas de caça” são uma das mais ricas fontes de informação da dinâmica e estratégias de sobrevivência dos cimarrones, como também do poder repressivo que buscava o extermínio desse fenômeno social. Através de seus “relatórios”, eles descreviam de certa maneira o cotidiano dos cimarrones, ao elencar as características de seus refúgios, a cultura material presente nessas habitações e informações sobre os escravos capturados ou executados.

Esse registro das atividades dos rancheadores era além de uma obrigação burocrática, uma estratégia para melhor entender a dinâmica dos cimarrones.

Um ponto que merece destaque nesse capítulo, pelo menos para quem trabalha com resistência escrava, rebeliões e quilombolas no Brasil, é o registro da preocupação dos senhores e administradores locais da região de Guamacaro, de uma possível conspiração escrava que acabou não tomando proporções maiores em 1830. Saliento essa parte, por perceber que as notícias de conspirações escravas (em grande escala), mesmo na maioria das vezes não passando de boatos ou não chegando a se concretizar, são processos que permeiam tanto Cuba quanto o Brasil, como no exemplo da suspeita de uma conspiração escrava na província do Rio Grande de São Pedro nas primeiras décadas do séc. XIX (Maestri, 1984, p.145-146) ou do temor das autoridades da cidade de Pelotas para a possibilidade de uma revolta em massa dos cativos locais, incentivado por elementos estrangeiros (Monteiro, 2012).

Os autores mantêm uma divisão, proveniente do trabalho de Gabino La Rosa Corzo (1989; 1991), entre cimarronaje simple, que seria o primeiro nível de resistência, e as quadrilhas de cimarrones, que consistiam de grupos armados, que se deslocavam de um local a outro sem praticar agricultura, vivendo de caça, pesca, e roubos, estes fariam parte da resistência ativa. Essa divisão entre resistência ativa e passiva é pouco produtiva e não leva em consideração as resistências cotidianas e simbólicas, que não se encontram necessariamente no campo da resistência física direta.

No terceiro capítulo “Trabajos arqueológicos en Matanzas” os autores elencam uma série de trabalhos arqueológicos desenvolvidos na região de Matanzas (Cafetal La Dionisia; Cueva El Garrafón o Mural; Cueva Los Cristales; etc.). Salientam que são poucos os trabalhos executados com relação a potencialidade de pesquisa na região. As pesquisas relacionadas à escravidão não são propriamente relacionados ao cimarron, proporcionando na maioria das vezes um panorama contextual e sócio-político em que estavam inseridos os escravos. Os autores salientam que seguem para este trabalho o espaço natural de Matanzas em que se moveram os cimarrones, e não exatamente uma representação objetiva dos limites territoriais da província.

No quarto capítulo “La Cueva El Grillete” os autores entram no objeto específico das suas pesquisas que é o sítio “El Grillete” em Matanzas. Os dados arqueológicos retirados da “Cueva El Grillete” são analisados nas primeiras páginas do capítulo, relegando-se o final ao desenvolvimento e aplicação do conceito de paisagem.

Nessa parte do livro os autores descrevem de forma mais detida os aspectos metodológicos e contextuais da cultura material que dá base para produção deste trabalho.

Nesta primeira sessão do capítulo são descritos os dados quantitativos e de análise tipológica dos materiais, com destaque aos objetos de maior relevância para o entendimento da vida dos cimarrones que viveram naquele local. Ao final do capítulo os autores apresentam alguns aspectos do que entendem por paisagem e desenvolvem esse conceito baseando-se no sítio “Cueva El Grillete”. O estudo da Arqueologia da Paisagem é um aspecto até então não sistematicamente estudado em Cuba e de grande potencial para o estudo dos escravos cimarrones. Pela perspectiva que os autores seguem a paisagem não é mais estática, da ordem física e ambiental, mas sim é vista como construção social, imaginária, enraizada a cultura.

Por esse motivo se propõe como objetivo deste trabalho entender paisagens arqueológicas, ou seja, os processos e formas de culturalização do espaço. Inspirados em Criado Boado (1999), entendem a paisagem como um produto social, com três dimensões espaciais intrínsecas e relacionais: o espaço como meio físico ou ambiental da ação humana; o espaço enquanto meio construído pelo ser humano, onde se produzem as relações entre indivíduos e grupos; e o espaço enquanto meio pensado e simbólico que oferece a base para desenvolver e compreender a apropriação humana da natureza.

Seguindo essa linha de pensamento, os autores desenham cada um dos espaços com relação ao sítio estudado. O espaço natural diria respeito às elevações onde se encontra a “Cueva El Grillete” e que constituem a Sierra de Guamacaro. O espaço como meio construído poderia ser percebido, através da geografia das elevações da Sierra de Guanamacaro, que permitem inferir de certa maneira as possíveis vias de transito e a mobilidade dos cimarrones nessa zona. Por último os autores destacam o espaço como meio simbólico, que se demonstraria na cultura material através de elementos que poderiam conformar aspectos de religiões afro-cubanas. Certo para os pesquisadores é que a construção do mundo cimarrón não se limitou apenas a cultura material, mas também ao uso dos meios naturais, especialmente dos sistemas montanhosos e das covas que formataram parte imprescindível de suas vidas.

O quinto e último capítulo “Zooarqueología de la cueva el grillete” apresenta especificamente a pesquisa da fauna presente no sítio, com análise bastante detalhada de cada especificidade dos materiais ósseos e conseqüentemente da dieta alimentar dos cimarrones que em algum momento habitaram aquele local. Em resumo é possível depreender a partir da análise zooarqueológica dos materiais do sítio, que os cimarrones obtinham sua sobrevivência muito em função do aproveitamento das diversas espécies introduzidas pelos europeus a fauna nativa e da utilização dos recursos naturais. O registro não intencional ou as informações deixadas por esses indivíduos no tempo se dá na forma dessa dieta rica em carne animal (proteína), e nos utensílios de uso cotidiano que permanecem no registro arqueológico.

No sexto capítulo estão os apontamentos finais. Os autores ressaltam o valor dos estudos em arqueologia para dar luz a esse fenômeno social do séc. XIX que foram os cimarrones. As características geográficas e ambientais do sítio estudado “Cueva El Grillete” permitiram a conservação e preservação natural desses materiais tanto da ação do clima tropical como da ação antrópica. Artefatos como armas, vasilhas de cerâmica, recipientes e contas de vidro, cachimbos, três fogões e abundantes restos ósseos de animais, conformaram o espaço de habitação temporal dos cimarrones que ali estiveram. O auge do fenômeno da cimarronaje na área teria sido os anos de 1820 a 1840, no entanto as evidências arqueológicas apresentadas neste livro inclinam os autores a pensar em outro momento de habitação que se estabeleceria entre 1840 e 1886, próximo a abolição da escravatura em Cuba.

Referências

BOADO, Felipe Criado. Del terreno al espacio: planteamentos y perspectivas para La Arqueología del Paisaje. Capa 6. Grupo de Investigación em Arqueología del Paisaje, Universidad de Santiago de Compostela, 1999.

CORZO, Gabino La Rosa. Armas y tácticas defensivas de los cimarrones em Cuba. Reporte de Investigación del Instituto de Ciencias Históricas. Nº 2. Academia de Ciencias de Cuba. La Habana. 1989.

_______. Los Palenques em El Oriente de Cuba. Resistencia y Ocazo. Editorial Academia.

La Habana. 1991.

MAESTRI, Mário. A charqueada e a gênese do escravismo gaúcho. Porto Alegre: EST, 1984.

MONTEIRO, Victor Gomes. Um inventário do medo: a Pelotas escravista e a representação do medo através das Atas da Câmara Municipal de Pelotas (1832-1850). 2012. Trabalho Acadêmico – Curso de História. Instituto de Ciências Humanas. Universidade Federal de Pelotas. Pelotas, 2012.

Victor Gomes Monteiro – Bacharel em História pela UFPel (2012). Pesquisador Associado do LÂMINA.

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Kakupacal e Kukulcán: iconografia e contexto espacial de dois reis-guerreiros maias em Chichén Itzá – NAVARRO (RAP)

NAVARRO, Alexandre Guida. Kakupacal e Kukulcán: iconografia e contexto espacial de dois reis-guerreiros maias em Chichén Itzá. São Luís: Café & Lápis; EDUFMA, 2012, 96 p. Resenha de: FERNANDES, Luiz Estevam de Oliveira; KALIL, Luis Guilherme Assis. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.7, julho 2013.

O México tem mais de 32 mil sítios arqueológicos catalogados. Dentre eles, Chichén Itzá é um dos três mais visitados. Patrimônio Cultural da Humanidade, foi eleita em 2007 uma das novas Sete Maravilhas do Mundo. A antiga cidade maia, por situar-se a meros 200 km de Cancún, principal destino turístico do país, recebe milhares de turistas por ano, que, por sua vez, atraem algumas centenas de “guias locais”, vendedores de artesanato “maia” e toda sorte de pessoas tentando ganhar a vida à custa dos visitantes, quase sempre boquiabertos diante da magnificência do local.

O interesse dos turistas, inclusive brasileiros (cerca de 130 mil visitaram o país em média anual, desde 2010), entretanto, não encontra equivalente entre os nossos pesquisadores.

Chichén Itzá permanece ainda pouco estudada em nosso país. Por isso, a obra de Alexandre Guida Navarro já seria de suma importância. Uma publicação acadêmica escrita em português por um especialista que passou anos estudando in loco a grande cidade maia já representaria um avanço pelo simples motivo de chamar a atenção para o tema e o período.

Prefaciado pelo arqueólogo e historiador Pedro Paulo Funari, Kakupacal e Kukulcán é um desdobramento das reflexões apresentadas no doutorado de Navarro, defendido na Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). No livro, o especialista apresenta sua hipótese de trabalho logo nas primeiras páginas. A partir da constatação de que os dois personagens-guerreiros do título estão representados apenas na iconografia do conjunto arquitetônico conhecido como “Grande Nivelação”, e não em toda a cidade de Chichén Itzá, o autor busca demonstrar como as representações de Kakupacal e Kukulcán fazem referência, na realidade, não apenas a deuses do panteão maia, mas a dois indivíduos reais, os Capitães Serpente e Disco Solar, dois guerreiros que teriam governado a cidade durante algum momento do Clássico Terminal (800-1000 d.C.): “nossa hipótese é que a construção da Grande Nivelação está estritamente relacionada com as realizações políticas destes guerreirosgovernantes como um espaço de legitimação de poder através da construção de arquitetura monumental” (p. 14).

Nesse sentido, Navarro expõe o conceito central de seu trabalho, o de humanização do espaço: “partimos do pressuposto de que os espaços arquitetônicos representam uma visão simbólica da composição social dos grupos humanos em relação com sua própria identidade, do meio que o rodeia e seu esforço para humanizá-la” (p. 14). Partindo de tal premissa, demonstra como a região da Grande Nivelação tem uma arquitetura com símbolos e representações em formas de imagens bastante distintas da do restante do sítio arqueológico.

Em um estudo essencialmente de distribuição espacial e de análise iconográfica, o autor argumenta que a construção deste complexo arquitetônico foi feita dentro de um complexo programa de estratégia política que envolvia propaganda proselitista dos governantes, direcionada aos habitantes da cidade e àqueles que a visitavam (p. 31).

Nos capítulos do livro, à maneira de um cuidadoso relatório de campo, o estudioso expõe-nos seus objetivos, a bibliografia existente sobre o tema, a metodologia que embasou seu trabalho, os dados obtidos e sua interpretação. Por meio do texto, ficamos sabendo de pelo menos três mensagens simbólicas expressas através da cultura material estudada: um esquema cognitivo de códigos e regras culturais, para demonstrar a ideia de transição de poder; que estas regras envolviam certo grau de controle pelos indivíduos ou grupos que aludiam a um controle do comportamento (por parte dos governantes da cidade); e que o espaço é uma forma de comunicação de diferentes naturezas e serve para a manifestação de aspectos específicos, como o culto a Kukulcán.

Tais associações, entre arquitetura e poder, são pensadas a partir de Michel Foucault e Gilles Deleuze. Sendo assim, Navarro conclui que as mudanças políticas ocorridas em Chichén Itzá estão relacionadas com os complexos arquitetônicos construídos no período bem como com o calendário maia: “Pensamos que Kakupacal foi um importante governante de Chichén Itzá quando a cidade alcançou seu poder construindo o setor sul do centro urbano. O seu governo coincide com um fim de ciclo maia ou Katún Ahau (período de 20 anos), que é quando o grupo no poder é substituído por outro […] Esta evidência calendárica demonstra que houve uma mudança de governo na cidade, que culmina com o controle da cidade por parte de um novo grupo social, que parece ser o Capitão Serpente”. Além disso, o arqueólogo insinua que estas mudanças representam transformações ainda mais profundas dentro de Chichén Itzá. Abrindo caminho para novas pesquisas, afirma que as imagens dos capitães captaria o momento de transformação social entre uma sociedade de cacicado (o setor sul do sítio) em direção à formação de um Estado (a Grande Nivelação) e da própria sociedade maia (p. 76).

Além da demonstração de sua tese principal, o livro também fornece um panorama sobre a civilização maia e qual o papel de Chichén Itzá no emaranhado de cidades-estados da época (cf. Capítulo 1). Dessa forma, ficamos sabendo que, entre os anos 800 e 900 d.C., a cidade controlava a rota de sal em toda a área maia, além das rotas marinhas e impostos, bem como servia de centro de peregrinação, “cujos vários edifícios foram usados para o culto de divindades como Kukulcán, a serpente emplumada, e Chaac, o deus da chuva” (p. 16).

Também encontramos no livro uma ampla revisão bibliográfica sobre os maias (cf.

Capitulo 2) além de várias fotografias, mapas, desenhos e um glossário de termos arquitetônicos que se tornam fundamentais para a compreensão da obra por parte dos leitores não especializados que procuram uma primeira leitura sobre os maias.

Como ressalva a esta importante publicação, apontamos o fato do autor não explicar mais detidamente quais foram os critérios adotados por ele para selecionar as representações das ruínas de Chichén Itzá que seriam utilizadas em sua pesquisa. Navarro afirma que, devido à deterioração de algumas edificações, optou por utilizar desenhos feitos por estudiosos que visitaram a cidade no século XIX: “Utilizamos, portanto, aquelas que acreditamos serem mais fieis à pintura mural original” (p. 38). Porém, não ficam claros para o leitor que elementos levaram o autor a fazer afirmações como a de que alguns desenhos “são muito importantes pois estão livres de todo o excesso artístico e fantasioso que prevalecia nessa época” (p. 18).

Processo semelhante ocorre em outro momento da obra. Ao descrever seu trabalho de campo, Navarro afirma que ignorou representações que poderiam ser consideradas como alusões ao Capitão Disco Solar por não estarem com os símbolos recorrentes (capa de jaguar, toucados elaborados, associação com Chaac) (p. 38). Contudo, páginas depois, analisa nova imagem do Capitão sem um de seus símbolos, mas cuja ligação com a divindade não é questionada: “O Capitão Disco Solar está desprovido de seu disco e parece estar representado, metaforicamente, pelos raios de sol” (p. 47). Seria interessante que houvesse, especialmente para o leitor leigo, uma explicação mais detalhada dos papeis exercidos por estes símbolos dentro das imagens e os possíveis significados de suas ausências ou substituições.

Há, também, pouca análise da relação entre relatos coloniais sobre os maias (citados, em vários momentos, como base de sua interpretação de etno-história) e a cultura material estudada. O autor chega a citar passagens de autores como Diego de Landa e outros, mas numa sequência que reforça seu caráter ilustrativo.

Para além disso, o livro torna-se uma bem vinda literatura sobre uma cidade tão visitada e, ao mesmo tempo, tão pouco conhecida.

Luiz Estevam de Oliveira Fernandes – Professor Adjunto do departamento de História do Instituto de Ciências Humanas e Sociais (ICHS) da Universidade Federal de Ouro Preto (UFOP), pesquisador do Núcleo de Estudos de História da Historiografia e Modernidade, e líder do Grupo de Estudos “História das Américas: fontes e historiografia”, ambos do CNPq.

Luis Guilherme Assis Kalil – Doutorando do programa de História Cultural do Instituto de Filosofia e Ciências Humanas (IFCH) da Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) e pesquisador do Grupo de Estudos “História das Américas: fontes e historiografia”, do CNPq.

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O Imperialismo romano: novas perspectivas a partir da Bretanha – GARRAFFNI et al (RAP)

GARRAFFONI, Renata Senna; FUNARI, Pedro Paulo A.; PINTO, Renato (Orgs.). O Imperialismo romano: novas perspectivas a partir da Bretanha. Trad. Luciano César Garcia Pinto. São Paulo: Annablume, 2010. Resenha de: RUFINO, Rafael Augusto Nakayama. Revista Arqueologia Pública, Campinas, n.6, 2012.

Os estudos acerca do mundo clássico vêm recebendo, a partir do ponto de vista da História e da Arqueologia, propostas de análises inovadoras. Ao contrário das tradições interpretativas que concebiam as sociedades antigas como modelos de homogeneidade social e cultural, utilizando conceitos tais como legado, herança, civilização, helenização, romanização, alguns historiadores e arqueólogos que tematizam o mundo antigo têm direcionado seus esforços para o estudo das apropriações modernas da Antiguidade.

Inseridos em uma discussão epistemológica mais recente, esses estudos chamam a atenção para o aspecto discursivo dos estudos clássicos, rechaçando posturas objetivistas. Convergem, nesse sentido, para “uma reação subjetivista, que coloca no centro de qualquer visão sobre o passado o autor dessa visão, que vê de determinada posição social, econômica, histórica, de gênero (homem, mulher)” (Garraffoni; Funari, 2007: 4). Comumente vistos como afastados do campo da política moderna, os estudos sobre a Antiguidade, como é ressaltado por Martin Bernal, “têm sido marcados por uma atitude francamente política” (2005: 13).

É nessa perspectiva que está inserido o livro O Imperialismo Romano: novas perspectivas a partir da Bretanha de Richard Hingley, professor do Departamento de Arqueologia da Universidade de Durham, na Inglaterra. Este volume reúne quatro artigos, inéditos em língua portuguesa, publicados em primeira versão entre 1991 e 2008. Em comum entre eles é a pretensão de se analisar os modelos interpretativos utilizados nos estudos sobre a Roma clássica pelos estudiosos britânicos, no ensejo de desconstruir os discursos imperialistas do início do século XX que fundamentaram leituras sobre o passado romano, tanto na História como na Arqueologia. A partir dessas críticas é que são propostas análises inovadoras, influenciadas, em grande medida, pelas teorias pós-colonialistas, que tentam construir interpretações mais flexíveis acerca do Império romano.

No capítulo de abertura, O “legado” de Roma: ascensão, declínio e queda da teoria da romanização (texto originalmente publicado em 1996), Hingley discute as mudanças sociais ocorridas com a chegada dos romanos na Bretanha, e como isso pode ter refletido na cultura material. Estabelece, então, uma discussão disposta em três tópicos com temáticas inter-relacionadas.

No primeiro, seu intento é “examinar alguns dos modos pelos quais os britânicos usaram a imagem da Roma clássica para identificar e fundamentar suas próprias nacionalidade e expansão” (p.28). Muitos paralelos e associações com Roma foram estabelecidos durante os períodos medieval e moderno, principalmente entre os sistemas imperiais britânico e romano (p.29). Já no início do século XX, entre 1899 e 1914, um paralelo particular foi promovido por políticos e intelectuais que “argumentavam que a história de Roma fornecia ‘moralidade’ aos britânicos numa época de particular pressão internacional” (p.30). Esse paralelo romano, segundo Hingley, “foi empregado para definir uma linha de continuidade no desenvolvimento cultural europeu desde o passado clássico até o presente” (p.31).

O principal acadêmico do período estudado é o arqueólogo e historiador Francis Haverfield (1860-1919), pioneiro na Arqueologia sobre o período romano-britânico, que está “entre os estudiosos que advogavam pelo especial valor moral que os estudos sobre Roma tinham para os britânicos” (p.32). Um dos conceitos promovidos por Haverfield é o de “Romanização”, do qual Hingley é crítico, onde é estabelecido “um modelo para o processo de mudança progressiva que tem muito em comum com os conceitos de ‘progresso’ e de ‘desenvolvimento’, próprios do século XIX e do início do século XX” (p.33). Essa idéia seria “comprovada” pela “transformação gradual da cultura material, na província, de nativa a romana, durante todos os três séculos e meio de dominação romana” (p.34).

No segundo tópico, Hingley percebe uma mudança ocorrida nos estudos sobre a “Romanização” nos últimos setenta anos, realizados por acadêmicos já no período de declínio ou posterior ao fim do Império Britânico: “a romanização deixou de ser vista como uma forma de progresso moral e social, mas sim vista à luz do desenvolvimento, ou aculturação, pelo qual a sociedade nativa, de imediato, adotou a cultura ‘romana’” (p.34). Nesse momento, portanto, a teoria passaria por uma mudança conceitual, constituindo-se um processo de adoção cultural, não imposição. O trabalho de Martin Millet (1955-), professor de Arqueologia clássica da Universidade de Cambridge (Inglaterra), é, para Hingley, ilustrativo a esse respeito, onde “indivíduos bem-intencionados das elites imperial, tribal e local gentilmente demonstravam as vantagens dos novos costumes aos interessados da sua parentela, de seus clientes e de seus escravos, e permitiam – até mesmo encorajavam – mudanças voluntárias em seus modos de vida. (…) Considerou-se, então, que mudanças na cultura material eram direcionais e que tinham resultado de um desejo, da parte dos provinciais, de se tornarem romanos” (p.36).

Por fim, Hingley propõe discutir a contribuição das teorias pós-coloniais para uma crítica dos discursos anteriores, pois “trabalhos cuja análise é póscolonial podem permitir-nos, todavia, ver e considerar as perspectivas que motivaram os estudos passados e, também, sugerir esquemas amplos para novas formas de compreensão” (p.35). Questiona os modelos interpretativos que “ignoram o papel ativo da sociedade nativa em determinar a função, o valor e o papel de suas próprias posses” (p.37), bem como as abordagens que sugerem que há um fenômeno tal como uma cultura material “romana”: “vários itens materiais que são tomados como índice de ‘romanização’ não provieram de Roma, mas de outras áreas do Império” (p.37).

Sendo assim, o que Hingley espera de uma Arqueologia acerca da Bretanha Romana é que ela “aceite a teoria de que indivíduos e comunidades adotavam ativamente novos símbolos e ideias para criar ou manter o controle das relações de poder; mas, ao mesmo tempo, ela pode opor-se a isso com uma segunda teoria: comunidades e indivíduos dominados reagiam às tentativas de dominá-los por meio de atos de oposição que tinham correlatos materiais” (p.41).

No segundo capítulo, O campo da Bretanha Romana: o significado das formas de assentamento rural (texto originalmente publicado em 1991), Hingley direciona sua atenção aos estudos dos assentamentos rurais romanobritânicos.

Aponta que seu objetivo será “considerar certos conceitos e temas relevantes ao estudo do assentamento rural Romano-britânico. (…) a intenção é considerar um conjunto de modelos que examinam a natureza das evidências” (p.49). Considera que os “sítios de assentamento romano-britânico variam em tamanho, forma, abundância, função e localização” (p.50), e esses aspectos tornam-se importantes para um estudo da organização sócio-econômica das comunidades das províncias da Bretanha Romana. Também é possível, por meio da cultura material, vislumbrar o propósito econômico de cada assentamento, seja ele comércio, indústria ou agricultura.

É tratado cada tipo de assentamento individualmente, oferecendo suas definições e principais características materiais: Outros assentamentos rurais (p.52); Pequenas cidades (p.52) – antes de explorar em detalhe a organização dos assentamentos e da paisagem que os cercam – A organização do assentamento (p.53); A organização da paisagem (p.58).

É a partir de um estudo crítico dos conceitos e temas que vêm sendo empregados para a interpretação da cultura material dos assentamentos romano-britânicos, bem como os modelos interpretativos arqueológicos utilizados, que Hingley procura mostrar que, dependendo do modelo utilizado, uma determinada situação sócio-econômica pode parecer muito mais complexa quando comparada a visões mais tradicionais.

No capítulo seguinte, Diversidade e unidade culturais: Império e Roma (texto inédito), Hingley escolhe como temática a ser desenvolvida a diversidade cultural do mundo da Roma clássica, e aponta como objetivo “explorar um aspecto da relação entre o mundo da Roma antiga e os nossos tempos atuais, ao destacar uma perspectiva que se desenvolve no interior dos estudos clássicos: a análise da diversidade, pluralidade e heterogeneidade culturais” (p.67). A proposta é analisar a questão do contexto político-social no interior do qual tais ideias emergiram e estão florescendo. Destaca, também, a questão da contemporaneidade dos estudos sobre a Roma clássica que “com freqüência explicam os fenômenos históricos antigos nos termos que satisfazem os gostos e os interesses modernos” (p.68), e o uso de Roma ao longo da história, pois “desde a queda do Império romano no ocidente, durante o século V d.C., a Roma clássica continuou a ser usada para ilustrar o presente de formas variadas e contrastantes” (p.69). Ilustrativo a esse respeito é o conceito de “Romanização”, uma categoria analítica criada, em especial entre os séculos XIX e XX, para enfatizar “um processo de ‘progresso’ desde uma cultura ‘bárbara’ até uma ‘romana’ na expansão do Império” (p.71), criando, dessa forma, polaridades e hierarquias que acabaram se configurando como ferramentas conceituais para o uso das nações imperialistas modernas.

Nesse sentido, a atenção deve ser voltada, segundo Hingley, “para o papel ideológico desempenhado pela arqueologia clássica e pela história antiga ao longo de toda a era moderna” (p.73).

Como crítica a essa visão, Hingley apresenta estudos que apontam para um cenário cultural e identitário muito complexo e diversificado, onde “a cultura ‘romana’ não é mais vista como uma entidade monolítica e claramente delimitada, mas como derivada de uma variedade de fontes ao longo do Mediterrâneo” (p.75), bem como estudos do início do século XXI que “começaram a fragmentar a identidade romana, ao se voltarem para interpretações mais complexas que, com freqüência, valem-se de vestígios materiais” (p.77). Menciona alguns estudiosos que vêm adotando essa perspectiva ao tratar da Roma clássica como Nicola Terrenato, Greg Woolf, Carol van Driel-Murray e Emma Dench.

Outras questões ainda são tratadas por Hingley como o conhecimento do latim, a urbanização, a militarização e a marginalização no Império romano para apresentar um cenário de grande heterogeneidade no mundo romano.

Por fim, aponta para a urgência do questionamento acerca dos propósitos, teorias e métodos relativos aos estudos contemporâneos sobre Roma. Ressalta que “os estudiosos do mundo clássico deveriam trabalhar a fim de procurar o contexto em que nosso entendimento do imperialismo romano se desenvolveu” (p.92). E conclui com um alerta: “se não encararmos o contexto político do trabalho que produzimos, seguiremos uma longa tradição acadêmica de recriar o fantasioso e o impossível: um campo neutro e apolítico dentro do qual os estudos clássicos pudessem funcionar” (p.93).

No último capítulo, O Muro de Adriano em teoria: uma nova agenda (texto originalmente publicado em 2008), Hingley inicia a discussão considerando a ocorrência de um enigma, qual seja, “o declínio sério e dramático, nas universidades britânicas, da pesquisa relativa ao primeiro monumento romano na Bretanha” (p.105). O monumento em questão é o Muro de Adriano, assim conhecido por ter sido construído por volta de 120 d.C., a mando de Públio Élio Trajano Adriano, imperador romano entre 117 e 138. Acrescenta, ainda, que há uma “estagnação dessa pesquisa em comparação aos estudos de urbanismo, de assentamento rural e de achados romanos” (p.106).

Ao apontar as razões para essa situação, Hingley coloca que existe uma noção de que “já possuímos a maior parte do que precisamos saber e que resta pouca coisa para se alcançar. (…) O monumento parece ser fácil de se interpretar, seguro e imutável, uma fundação sólida sobre a qual baseamos nossas ideias sobre o passado antigo de nosso país” (p.107). Esse entendimento solidificado sobre o monumento parece contar com o grande auxílio das escolas de educação básica, onde “toda criança educada em escolas da Inglaterra dá a impressão de ter aprendido uma versão de ‘fatos’ básicos acerca do Muro, e, em geral, é difícil enfrentar esse saber, por causa de sua provável importância como parte de mitos de origem fundamentais sobre a Inglaterra, Escócia e a Grã-Bretanha” (p.108). É justamente um enfrentamento que tem pela frente os estudiosos que almejam tornar novamente o Muro de Adriano um objeto de pesquisa, pois há uma forte relação entre o Muro e as identidades nacionais, inglesa e escocesa, que já se encontram naturalizadas.

Por fim, Hingley questiona se há razões para o otimismo e, então, sugere “uma série de áreas que poderiam formar a base de uma nova agenda de pesquisa. Essa lista não se pretende, de modo algum, definitiva ou exclusiva, e um grande número de outras questões de pesquisa deveriam ser formuladas” (p.109). Algumas questões são levantadas e somente sugeridas: O muro articulou um discurso romano de identidade imperial? (p.109); Como as experiências acerca do Muro de Adriano estavam relacionadas à existência de outras fronteiras (p.110); Como o Muro valeu-se de paisagens pré-existentes e como sua presença influenciou as experiências de vários eleitorados (p.111); O que o Muro significou para as populações posteriores? (p.112). A pretensão do autor é chamar a atenção para as pesquisas que levem em conta a complexidade do monumento e, por outro lado, questionar a solidez e a imutabilidade que caracteriza os estudos concernentes ao tema atualmente.

Foram apresentadas algumas idéias gerais sobre essa importante obra que busca perceber o mundo da Roma clássica de forma mais problematizada, ao considerar as leituras que são feitas para legitimar ações no presente, bem como os mecanismos de apropriação do mundo antigo para usos contemporâneos.

Busca-se, ainda, estabelecer um diálogo entre História e Arqueologia clássica, em uma postura interdisciplinar, que permite rever os conceitos e categorias utilizadas em prol da construção de modelos teóricos menos rígidos e excludentes, abrindo possibilidades de produção de novos conhecimentos sobre o mundo antigo, e romano, em particular.

Enfim, é uma obra que concede ao público brasileiro o acesso à produção acadêmica internacional, mostrando que os estudos sobre a Antigüidade clássica, muitas vezes vistos como conservadores e elitistas, permitem abordagens múltiplas, onde a ênfase é dada ao caráter heterogêneo, plural e conflitivo do mundo antigo.

Referências

BERNAL, Martin. A imagem da Grécia Antiga como uma ferramenta para o colonialismo e para a hegemonia européia. Trad. Fábio Adriano Hering. In: Textos Didáticos – Repensando o Mundo Antigo. IFCH/UNICAMP. nº49, abril de 2005.

GARRAFFONI, Renata Senna; FUNARI, Pedro Paulo A. Morte e vida na arena romana: a contribuição da teoria social contemporânea. In: Fênix: Revista de História e Estudos Culturais. Janeiro/Fevereiro/ Março de 2007. Vol. 04, ano IV, nº01. p. 4. Disponível em: www.revistafenix.pro.br.

Rafael Augusto Nakayama Rufino – Mestrando em História Cultural pelo IFCH/UNICAMP. Bolsista CNPq.

https://periodicos.sbu.unicamp.br/ojs/index.php/rap/article/view/8635744/3460

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“La Recuperación de Tecnologías Indígenas: Arqueología, tecnología y Desarrollo en los Andes” – HERRERA (RAP)

HERRERA, Alexander. “La Recuperación de Tecnologías Indígenas: Arqueología, tecnología y Desarrollo en los Andes”. Bogotá: Editorial Universidad de los Andes, 2009. Resenha de: JIMÉNEZ, Andrés Alarcón. Revista Arqueologia Pública, Campinas, n. 4, 2011.

Alexander Herrera é professor da Universidade de Los Andes, em Bogotá, Colômbia e este seu livro foi publicado em 2009 pela editora dessa instituição.

Herrera leciona sobre arqueologia; formou-se em universidades do Peru e da Inglaterra, sua linha de pesquisa está centrada, segundo CV institucional¹, em “paisagens culturais e identidade social”, “sociedades complexas dos Andes Centrais” e “tecnologia indígena” e possui várias publicações nestas áreas². Para escrever essa resenha foram lidas tanto a versão em pdf que está disponível on-line³, como o texto físico, enviado pelo autor ao LAP, Laboratório de Arqueologia Pública da Universidade Estadual de Campinas (a numeração das paginas é diferente em cada versão e, portanto, nas citações usadas nesse texto).

No texto a resenhar, logo de início Herrera aponta: Nuestra revisión de estas críticas no pretende ser una “arqueología del desarrollo” (Agrawal, 2002). Deseamos, más bien, mostrar los caminos por los que podría perderse una bien intencionada arqueología para el desarrollo, antes de abordar la recuperación de tecnologías indígenas como un posible camino para profundizar y ampliar las libertades de individuos latinoamericanos, específicamente, del campesinado andino.

Es decir, mostrar las vicisitudes de un desarrollo en el sentido propugnado por Sem (vide infra) (Herrera 2009:11).

A diferença que Herrera estabelece entre arqueologia do desenvolvimento e arqueologia para o desenvolvimento é parte da estrutura desse livro. É sua posição política. O que veremos é como o texto aponta corretamente, em termos de crítica, à noção de desenvolvimento, e como redefini-la para beneficio de pessoas que, no cotidiano, resultam atingidas física e culturalmente pelo uso e aplicação de modos de produção, e pela preservação e reprodução, sempre violenta, sempre em favor de um status quo, dos modelos socioeconômicos

Notas

¹ O CV dele pode ser consultado aqui: http://antropologia.uniandes.edu.co/cv.php/16/index.php

² http://antropologia.uniandes.edu.co/cv.php/16/index.php

³ http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co/descargar.php?f=vr/Tecnologias_ indigenas.pdf

Andrés Alarcón Jiménez – Antropólogo Universidade Nacional da Colômbia. Mestre e Doutorando do programa de História Cultural no IFCH-UNICAMP. Bolsista CNP. E-mail: [email protected]

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A temática indígena na escola: subsídios para os professores – FUNARI; PIÑON (RAP)

FUNARI, Pedro Paulo; PIÑON, Ana. A temática indígena na escola: subsídios para os professores. São Paulo: Editora Contexto, 2011. Resenha de: CARVALHO, Aline Vieira de; MENEZES, Victor Henrique da Silva. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n. 4, 2011.

Porque seria necessário produzir um livro sobre a temática indígena em sala de aula no Brasil dos dias de hoje? Afinal, a partir dos Parâmetros Curriculares Nacionais1 discutimos exaustivamente em nossas escolas (e em nossos projetos pedagógicos) a questão da cidadania, da pluralidade do patrimônio sociocultural brasileiro, da luta contra qualquer forma de discriminação baseada em diferenças culturais (e também diferenças de classe social, de crenças, de sexo, de etnia ou outras características individuais e sociais), da pluralidade das memórias, entre outros temas onde, teoricamente, os grupos indígenas que compartilham o território que chamamos de Brasil estariam incluídos nos debates. Ou, mesmo nas Universidades, temas como o multiculturalismo, identidades fluidas e etnicidades estariam em constantes discussões resultando em pesquisas inovadoras sobre a temática indígena no Brasil. Como justificar a relevância de uma obra como essa? Esta é primeira questão que nos colocamos ao nos defrontar com o livro A temática indígena na escola: subsídios para os professores, publicado pela Editora Contexto (2011). A resposta, todavia, salta aos nossos olhos logo nas primeiras páginas.

A obra, arquitetada para ser lida e discutida por um amplo público, e, em especial, professores, destaca o papel ativo do Estado Nacional brasileiro no apagamento das memórias relacionados aos nativos americanos. O foco, entretanto, não fica no passado ou na instituição do Estado. Partindo da premissa de que a leitura do tempo passado é sempre realizada sobre o viés do presente, os autores destacam como as memórias sobre os indígenas são vivenciadas nos dias de hoje e são projetadas para o passado. Por mais surpreendente que possa ser, expressiva parcela dos jovens estudantes brasileiros continuam a perceber “o indígena” como o habitante das florestas distantes e pertencentes aos tempos longínquos (como utopias desencarnadas!). 1essas intuições, os indígenas não existem no presente e, quando existem, estão nas ocas da Amazônia (p. 109).

O completo desconhecimento dos 235 povos indígenas existentes no Brasil atual2 dialoga com visões unipartidárias da nossa própria história. Dos conflitos e negociações entre esses nativos e os europeus que aqui chegaram\ao último ano do século XV, a memória que nos resta é sempre do indígena vencido ou desimportante! No geral, as pessoas não se percebem com possíveis antecessores indígenas e nem concebem as contribuições culturais importantíssimas da convivência destes diferentes grupos culturais: do universo da alimentação (da mandioca à batata, do tomate ao chocolate, algumas das contribuições americanas ao mundo), passando pelo universo dos próprios léxicos (Mogi, Caju, Pindamonhangaba, Anhanguera, entre tantos outros!) até a herança cultural do banho diário, os diálogos culturais entre os nativos e europeus são incomensuráveis e, constantemente, silenciados e esquecidos.

O livro, neste contexto, apresenta-se como fundamental ao Brasil dos dias de hoje. E sua inovação está na característica de mostrar, partindo de uma linguagem acessível e de conhecimentos produzidos em diversas ciências, que nenhum desses esquecimentos e memórias são naturais. Ou seja, o livro tem como premissa que os mecanismos de exclusão não são estáticos, atemporais ou simplesmente dados. Por não terem datas e locais de nascimento, essas artimanhas dos silenciamentos e das exclusões podem, portanto, serem alteradas.

Para a transformação, entretanto, é preciso ter conhecimento sobre esses poderes. O livro almeja suprir uma lacuna: oferecer uma visão plural e acessível sobre a constituição da temática indígena no Brasil. Para isso, os autores conceberam uma obra que se divide em quatro eixos temáticos (“As identidades”, “Os índios”, “A escola” e “A república”), e, em sua base, trabalha com a proposta de que não existem raças, mas apenas a raça humana.

Criticando, dessa forma, a contraposição entre “índios” e “brancos” como categoria de tipo racial, os autores iniciam o livro com a polêmica discussão acerca de quando se principia a História do Brasil. A história do continente americano tem sido narrada a partir de uma perspectiva européia, o que pode ser observado, por exemplo, quando é difundida a ideia de que a nossa história teria iniciado em 1500 com a chegada dos portugueses ou até mesmo em 1140 no momento de formação do Estado de Portugal. Tais abordagens na maioria das vezes acabam por excluir o fato de que bem antes de 1500 essas terras já haviam sido povoadas. Partindo desse pressuposto, Funari e Piñón inserem uma crítica quanto à forma que este tema é trabalhado dentro de uma sala de aula, onde alguns professores – ora devido à falta de informações nas escolas, ora às deficiências das políticas de valorização cultural em voga no país – “esquecem” de levar em consideração a (pré) e/ou história desses povos que aqui habitavam como um dos agentes que contribuem para a formação da história das terras que deram origem ao Brasil, influenciando indiretamente a ideia – presente em muitas pessoas, como mostra a pesquisa feita pelos autores e exposta no livro – de que a parte do continente que constituiria nosso país só passara a ser povoada com a chegada dos europeus.

Após essa breve discussão, nos capítulos que se sucedem, os autores trabalham com a explicação do significado de algumas denominações de povos indígenas, como por exemplo, Tupinambás (os descendestes do ancestral), Tupiniquins (o galho do ancestral), Tupi (ancestral), Guarani (guerreiro), Inca (senhor), entre outros. Discute-se a partir disso, o que é ser índio, combatendo ao mesmo tempo, a ideia de que todos aqueles que habitavam o continente antes de 1492 formavam um único povo. Funari e Piñón salientam que esses povos se autodenominavam “(…) de milhares de maneiras, cada povo a seu modo, com nomes que podiam significar simplesmente “seres humanos”, por oposição a outros grupos” (p. 18), o que demonstraria as suas especificidades culturais.

Os autores tiveram também a preocupação em explicar alguns termos técnicos e conceitos que já foram utilizados, ou ainda são, nos estudos que versam sobre os povos indígenas, como “assimilação” (p.22), “aculturação” (p. 24), “modelo normativo” (p. 24), “etnogênese” (p. 26), “transculturação” (p. 26), “olhar antropológico” (p. 30), “desnaturalização” (p. 30), “abordagens culturalistas” (p. 44), “deculturação” (p. 72), “americanismos” (p. 95) e “invisibilidade do indígena” (p. 110). Essa estratégia de explicação de conceitos básicos nos estudos de determinados campos, tão presente nos demais trabalhos de Funari, mostrou-se completamente eficaz também nesta obra para uma melhor compreensão por parte do leitor de como o tema em questão deve ser estudado, além de auxiliar no entendimento das diferentes maneiras que o índio já foi apresentado a partir de conceitos tão fortes como estes; o que faz com que o leitor acompanhe as críticas relacionadas à abordagem da temática indígena que os autores constroem no decorrer da narrativa.

Há uma valorização das pesquisas arqueológicas, o que não poderia faltar em um livro escrito por arqueólogos que tem uma profunda preocupação  em introduzir em seus trabalhos os estudos realizados com comunidades do passado e do presente através de sua cultura material. Pois, como enfatiza Funari e Piñón, “(…) a Arqueologia é outra grande fonte de informações sobre os índios e que, portanto, vale a pena ver o que descobriram e anotaram os arqueólogos” (p. 34), sendo que “(…) os vestígios arqueológicos podem mostrar como eram as aldeias indígenas, as ocas e a estrutura arquitetônica de importantes centros como as cidades maias ou as estradas incas, nos Andes, as melhores do mundo no século XV” (p. 37).

A trajetória do homem e povoação da América é trabalhada a partir das teorias difundidas pelas arqueólogas Maria Conceição Beltrão e Niède Guidon, e pelo biólogo Walter 1eves. Em relação a visões antes consagradas, como a ideia de que nas sociedades caçadoras e coletoras havia necessariamente uma divisão de tarefas por sexo, ou seja, que o homem era o caçador e a mulher a que fazia a coleta e que, por isso, o homem seria hierarquicamente superior à mulher (p. 46) é fortemente criticada pelos autores que trabalham com a ideia de que “(…) nem todas as sociedades indígenas eram (ou são) patriarcais” (p. 48). Partindo desse pressuposto, é sugerido no decorrer do livro que essas discussões sobre as mulheres sejam levadas à sala de aula, pois o tema do protagonismo social das mulheres, na nossa sociedade atual, é de grande importância. Assim, escrevem Funari e Piñón, caberia comentar sobre a diversidade de sexualidades registrada em tribos indígenas, onde pesquisas têm mostrado a existência de sociedades indígenas que reconheciam mais do que dois sexos (p.49).

Complementando a discussão sobre as relações de gênero dos povos indígenas que deveriam ser inseridas nas salas de aulas, os autores discutem e criticam a forma que a temática indígena foi tratada quando introduzida nos livros didáticos a partir de 1943, em que “(…) os índios eram quase sempre enfocados no passado e apareciam, muitas vezes, como coadjuvantes e não como sujeitos históricos, à sombra da atividade dos colonos europeus” (p. 97), e a “(…) colonização do continente americano pelos indígenas praticamente não era mencionada e os índios eram descritos por meio da negação de traços culturais considerados significativos, como falta de escrita, de governo e de tecnologia” (p. 98). Situação esta que só mudou a partir da segunda metade dos anos 1990 onde buscou-se a universalização da escola fundamental de oito anos e a valorização da diversidade cultural, o que resulta então na produção de novos materiais didáticos no qual passa a ser tratado com maior atenção temas indígenas, apresentando “(…) a povoação do continente como um tema em discussão pelos pesquisadores, com a apresentação de diversas teorias, o que favorece uma visão crítica sobre o conhecimento histórico por parte de estudantes” (p. 100).

Uma observação por parte dos autores que é importante destacar, é que, apesar da maior atenção dada nos livros didáticos e de novas políticas por parte do Ministério da Educação e das Secretarias Estaduais de Educação em relação à temática indígena, é perceptível que entre os estudantes ainda há uma profunda ignorância em relação ao tema. Tal afirmação provém a partir de uma pesquisa feita em escolas do Rio de Janeiro, Niterói, Campinas e Natal, dos sextos aos nonos anos do Ensino Fundamental, e que Funari e Piñón apresentam nos momentos finais do livro, no qual observa-se, por exemplo, que cerca de um terço dos entrevistados não souberam mencionar nenhuma tribo, que 73% consideram que os índios estão no Brasil desde 1500 e que quando questionados sobre a proveniência dos índios, que apenas 16% responderam que vieram da Ásia, única resposta que corresponde aquilo que está nos livros didáticos, que como explicam os autores, “(…) já deveriam ter sido incorporadas pela maioria dos estudantes, mas ainda não foi.” (p. 108), o que demonstra avanços e limites das políticas educacionais dos últimos anos (p. 109).

1os momentos finais do livro, os autores destacam que uma das maiores vitórias que a introdução na escola da temática indígena obteve foi fazer com que os estudantes passassem a se ver como descendentes de índios, algo que no passado não era visto no país, onde tentava-se apagar a nossa memória indígena, e que agora, “(…) o fato de que muitas crianças reconheçam ter parentes indígena mostra como a valorização do indígena, apesar de todos os problemas, avançou no nosso país” (p. 111); concluindo que “(…) a escola, por seu papel de formação da criança, adquire um potencial estratégico capaz de atuar para que os índios passem a ser considerados não apenas um “outro”, a ser observado a distância e com medo, desprezo ou admiração, mas como parte deste nosso maior tesouro: a diversidade.” (p. 116).

Uma obra inovadora, A temática indígena na escola: subsídios para os professores, constitui um riquíssimo trabalho de pesquisa e escrita por parte de Funari e Piñón e que é certo que terá grande aceitação entre os professores das redes públicas e privadas que há muito carecem de um trabalho como este, que é provável que lhes sirva de inspiração e auxílio para que repensem a forma como têm tratado a temática indígena na sala de aula ou até mesmo como eles têm colocado o índio na história quando está dando uma aula de História do Brasil ou da América. Para a próxima edição, sinaliza-se, todavia, a necessidade do maior cuidado editorial em relação às imagens: muitas não possuem legenda, créditos ou autoria.

Independente do cuidado editorial, podemos concluir que está é uma obra de grande relevância para o Brasil atual. E muito de sua relevância está em seu próprioengajamento. E, nestecaso, oengajamentonãosignificaapenasolevantar de uma bandeira, mas, de forma complementar, como definiu a arqueóloga

Solange Schiavetto, o engajamento é um “fazer científico inextricavelmente ligado à sociedade, agindo com e para ela”3 . Assim, o engajamento do livro segue no sentido de contribuir com a construção de meios que permitam a reflexão autônoma, independente e consciente de professores, alunos, pais e interessados na temática. Reflexões que nos permitam compreender como “o Índio” foi se transformando em uma categoria essencializada, discriminada e silenciada ao longo de nossa história.

Notas

1 Para consultar o texto dos Parâmetros       Curriculares Nacionais: http://portal.mec.gov. br/seb/arquivos/pdf/livro051.pdf.

2 Este número foi publicado pelo Programa Povos Indígenas no Brasil e está disponível no site: http:// pib.socioambiental.org/pt/c/0/1/2/ populacao-indigena-no-brasil. É preciso destacar, como o próprio Programa sinaliza, que este número que não reflete as diversidades internas de cada um dos grupos indígenas listados.

3 Schiavetto,     Solange     Nunes de  Oliveira.  “A  questão   étnica  no discurso arqueológico: a afirmação de uma identidade indígena minoritária  ou  inserção na identidade nacional?” (p.85). In: Funari, PP.; Orser, C. Jr.; Schiavetto, S. N. de O. (orgs). Identidades, discurso e poder: estudos da arqueologia contemporânea. Annablume – Fapesp. São Paulo, 2005.

Aline Vieira de Carvalho – Pesquisadora do NEPAM e coordenadora do Laboratório de Arqueologia Pública Paulo Duarte – NEPAM/Unicamp. E-mail: Contato: [email protected]

ictor Henrique da Silva Menezes – Graduando em História pela Universidade Estadual de Campinas – e estagiário do Laboratório de Arqueologia Pública Paulo Duarte – NEPAM/Unicamp. E-mail: [email protected]

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Envisioning the past. Archaeology and the image – SMILES; MOSER (RAP)

SMILES, Sam; MOSER, Stephanie (Eds.). Envisioning the past. Archaeology and the image. Blackwell Publishing. Malden: Oxford y Carthon. 246 páginas. Resenha de: CASTAÑO, Ana Maria Mansilla. Revista Arqueologia Pública, São Paulo, n. 1, 2006.

Este livro, co-editado por uma das pioneiras dos estudos das imagens na arqueologia, oferece uma interessante coletânea de trabalhos sobre a análise do discurso visual em arqueologia. Envisioning the Past foi também a primeira Conferência Internacional sobre o tema na Southampton University (2000). Não foram publicadas as atas daquela conferência, o que atualiza e valoriza ainda mais a temática com esta nova publicação.

A articulação do livro em doze breves capítulos permite ter uma boa panorâmica dos principais objetos de estudo neste novo campo de pesquisa arqueológica. Analisa-se o papel das imagens na construção do conhecimento arqueológico: as imagens sobre as origens da humanidade, o papel do imaginário pré-histórico na construção das identidades identidades, as diferentes fontes do repertório iconográfico arqueológico, o destaque das imagens na arqueologia contemporânea tanto no trabalho de campo quanto na divulgação popular ou formal, sem esquecer as nuances que a introdução das novas tecnologias implica. No entanto, visando uma melhor aproximação a este tipo de estudos, a ordenação temática dos diferentes capítulos teria sido uma opção adequada. Assim mesmo, a própria brevidade dificulta o passo entre a proposta teórica e a amostra analisada.

Mesmo sendo as imagens o fio condutor do livro, os diferentes capítulos sugerem outras interessantes linhas de pesquisa no âmbito da antropologia do patrimônio, da divulgação arqueológica e da construção da comunidade e a cultura arqueológica.

Ana Maria Mansilla Castaño – Escola Oficina de Restauro de Salvador. E-mail: [email protected]

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Appropiated pasts. Indigenous peoples and the colonial culture of Archaeology – MCNIVEN; RUSSEL (RAP)

MCNIVEN, Ian J., RUSSEL, Lynette Russell. Appropiated pasts. Indigenous peoples and the colonial culture of Archaeology. Walnut Creek. Altamira Press, 2005, 317 Páginas. Resenha de: CASTAÑO, Ana Maria Mansilla. Revista Arqueologia Pública, São Paulo, n.1, 2006.

Os títulos dos capítulos identificam já as differentes teorias que, sob o ponto de vista teórico, têm apoiado o colonialismo no discurso arqueológico. Sincronicamente são analisados os discursos desde as primeiras teorias que configuraram a própria disciplina até hoje. O segundo objetivo do livro, depois da análise de como o discurso arqueológico, juntamente com outros, tem contribuido e contribui ao colonialismo, que é oferecer alternativas para uma prática arqueológica descolonizada, se resolve rapido demais, uma vez que têm sido apresentadas questões terminológicas e conceituais de grande interesse, como a proposta de desconstrução do termo “Pré- História”. Isto porque, o sentido de tempo anterior à história resulta ofensivo para as populações indígenas que entendem que nenhum povo é povo sem história.

Perante os termos de “community archaeology” e “shared history”, que enfatizam as relações entre os arqueólogos e as comunidades locais, os autores sugerem sua sustituição pelo termo de “partnership research”. Aborda-se o caso australiano, mas nas frequentes referências a outras colonias de povoamento sente-se a falta de algumas experiências no contexto da America Latina e não apenas o olhar anglo-saxâo. O que não retira valor à sugestiva e exaustiva análise crítica das conflitivas relações entre a arqueologia e a sociedade contemporânea.

Ana Maria Mansilla Castaño – Escola Oficina de Restauro de Salvador. E-mail: [email protected]

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