Mujeres y símbolos en la Roma Republicana. Análisis jurídico-histórico de Lucrecia y Cornelia – BRAVO BOSCH (PR-RDCDH)

BRAVO BOSCH, M. J. Mujeres y símbolos en la Roma Republicana. Análisis jurídico-histórico de Lucrecia y Cornelia. Madrid: Dykinson, 2017. 333p. Resenha de: MÉNDEZ SANTIAGO, B. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, Murcia, 183-186, 2018.

Nos encontramos ante un sugerente trabajo en el que la profesora María José Bravo continúa, esta vez en solitario, con una línea de investigación en la que ha venido destacando en los últimos años, cuando coordinó, junto a la profesora Rosalía Rodríguez, dos interesantes obras colectivas: Mulier: algunas historias e instituciones de derecho romano (2013) y Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal (2016). En esta ocasión, se servirá de dos poderosas figuras de la Roma antigua, Lucrecia y Cornelia, para indagar en algunas de las instituciones jurídicas e históricas más significativas dentro de la historia de la Roma republicana. Estas mujeres, así como los hechos que protagonizaron, tendrían una influencia futura que traspasará con mucho los límites espacio-temporales del mundo romano.

En la introducción al libro se analizan algunas cuestiones interesantes, y que nos servirán de guía para entender el presente trabajo. Entre ellas, se destaca la necesidad sentida por los romanos de utilizar y actualizar sus mitos nacionales de modo que del tránsito de la República al Imperio no se derivara un cambio sustancial en los llamados «valores romanos». En lo que respecta a las mujeres, el nuevo régimen implementado por Augusto pretendió que estas adaptaran su vida a la de sus antecesoras, nobles heroínas que aparecían en las historias como siempre dispuestas a cualquier sacrificio para lograr el bienestar y la supervivencia de Roma. Así, Lucrecia y Cornelia serán “símbolos de un comportamiento ejemplar y de una capacidad de sacrificio al nivel de lo que se esperaba de toda mujer romana” (p. 25).

En el primer capítulo de los tres en que se divide el libro, que lleva por título Imbecillitas sexus, María José Bravo comienza destacando la singularidad de sus dos casos de estudio, sobre todo de Cornelia, en un sistema patriarcal imperante que estimaba que las mujeres, al constituir el “sexo débil”, estaban necesitadas de tutela y protección perpetuas. Para ilustrar lo anterior, la autora menciona el Senadoconsulto Veleyano, en el que, bajo una aparente protección del patrimonio de las mujeres, se encuentra la misoginia más absoluta, en la creencia de que estas deben ser tan solo amparadas en virtud de “la debilidad de su sexo” (p. 36). Sin embargo, por contraste, María José Bravo nos recuerda que la tutela mulierum fue, a medida que iba avanzando la República, perdiendo poco a poco su significado, de modo que algunas mujeres, las casadas sine manu, podían realizar negocios jurídicos y disponer de su patrimonio con relativa libertad, al necesitar tan solo de la firma de un tutor que, en la práctica, solían elegir ellas mismas. Seguidamente, la autora relativiza el pretendido «feminismo» de Gayo que, según algunos autores, se basa en el simple hecho de que no utilizó en sus obras algunos términos latinos peyorativos como infirmitas, imbecillitas o fragilitas en relación las mujeres. Este jurista, en sus Instituciones, habla de levitas animi (y no de infirmitas sexus) cuando hace referencia a este colectivo. Sin embargo, como muy bien se señala en el texto, el carácter peyorativo del adjetivo levitas, como mucho, “no demuestra más que la intención de Gayo de no ofender a nadie, en un intento de equilibrar las distintas posibles opiniones al respecto” (p. 66). El segundo capítulo, que lleva por título El honor de Lucrecia: de la Monarquía a la República, es un concienzudo análisis de la figura de una de las primeras matronas de las que tenemos constancia dentro de la historia de Roma, de una mujer de cuya desgracia supuestamente se siguió, de manera directa, uno de los cambios más importantes a los que tendría que hacer frente Roma: el paso de la Monarquía a la República. Tras recordarnos los pormenores y las inconsistencias del relato de Tito Livio, María José Bravo explica que la voluntad de la virtuosa Lucrecia solo se quebró al saber que, de seguir resistiéndose a su agresor, el honor de su familia podría resultar mancillado. A la autora le llama la atención, sobre todo, el hecho de que, en el relato de Ab Urbe Condita, Sexto Tarquinio, el hijo de Tarquinio el Soberbio, rey de Roma, se arrogue la capacidad de castigar a Lucrecia cuando este castigo, en caso de producirse, le correspondería ejercerlo, en virtud de una ley atribuida a Rómulo, al marido, Lucio Tarquinio Colatino, y solo una vez que hubiera sometido el caso a un “juicio familiar” que, en su opinión, no tendría carácter obligatorio, sino consultivo. Tras ceder ante Sexto Tarquinio, Lucrecia llamó a su padre, Espurio Lucrecio Tricipitino y a su marido, Colatino, y, tras contarles lo sucedido, se clavó una daga en el corazón. María José Bravo explica, con buen tino, la inexistencia, en el vocabulario latino, de una noción comparable a la del suicidio actual, y transmite a la perfección el hecho de que este acto era visto “como un gesto propio de la mayor lealtad posible (…) un gesto único de entrega en defensa del valor y del honor de su propia gens familiar” (p. 107), llevando a Lucrecia a ser reconocida como una auténtica heroína. Tras analizar brevemente la simbología de la daga que Lucrecia emplea para darse muerte, la autora aborda la posición de San Agustín respecto a la violación y suicidio de Lucrecia, demostrando que se este autor pretendía demostrar la superioridad de las mujeres cristianas —que pese a haber sido violadas no habían optado por esta solución— ante una de las figuras más emblemáticas de la historia pagana de Roma. Aunque la autora acepta parte de la teoría de Guarino, sobre todo en lo relativo a que el estupro de Lucrecia no produjo un cambio automático de la Monarquía a la República, rechaza otras partes de su argumentación; en particular su defensa de la inexistencia de esclavitud en esta época histórica y su condena de la supuesta debilidad mostrada por Lucrecia al ceder a Sexto Tarquino. Para María José Bravo, “la correspondencia entre la vil acción contra Lucrecia y la violencia contra los últimos Reyes de Roma les sirvió a los antiguos para tranquilizar su conciencia, creando una astuta analogía entre la muerte de una materfamilias defensora del honor familiar y la expulsión, destierro y muerte de los soberbios Tarquinios” (p. 137). La historia de Lucrecia se mostraría de capital importancia, en la mente de los escritores de la antigüedad, para comprender la aceptación unánime por parte del pueblo romano primitivo de esa nueva forma de organización política, la República, que resultaba tan distinta de la monarquía anterior. El último epígrafe de este segundo capítulo se dedica a la institución del consilium domesticum, abordado en relación al episodio de Lucrecia. Tras hacer patentes las numerosas sombras e incertidumbres que rodean a este supuesto tribunal (por ejemplo, su composición, si era un tribunal de jurisdicción civil o penal, si actuaba iure proprio o ejercía una competencia delegada por la autoridad pública) y citar numerosos ejemplos posteriores de convocatoria del mismo, la autora opta por afirmar que, a tenor de las fuentes conservadas, lo más “razonable” es considerar al iudicium domesticum un órgano consultivo que, convocado tan solo para dirimir casos especialmente graves, se erigió en un instrumento “al servicio de la familia pero de consumo interno” (p. 159). El tercer capítulo, titulado Cornelia, madre de los Gracos, nos sitúa ante una de las matronas más famosas de toda la historia de Roma, ante una mujer educada que supo transmitir a sus hijos unos valores y una cultura por la que sobresalieron entre sus contemporáneos. A continuación, y a modo de introducción, María José Bravo nos habla de los padres de Cornelia, Publio Cornelio Escipión Africano y Emilia Tercia, incidiendo en la notable independencia de la que hizo gala esta mujer, que vino a coincidir, además, con el momento en el cual la mayor parte de la doctrina sitúa el inicio de la emancipación de las mujeres romanas. Esta “liberalización”, como ocurre con cualquier proceso de cambio, no estuvo exenta de dificultades y obstáculos, siendo uno de ellos la promulgación de la Lex Voconia (169 a. C.) que, al limitar la capacidad de las ciudadanas romanas para heredar, es interpretada aquí como una reacción del patriarcado dominante en un período de crisis social. A renglón seguido, se aborda el matrimonio de Cornelia y Tiberio Sempronio Graco, retrasando su datación hasta los años 180-175 a. C. e interpretando el enlace como una estratégica alianza familiar propiciada por una Emilia que, ya viuda de Escipión Africano, estaba tratando de acallar definitivamente las críticas que se suscitaran sobre la honorabilidad de su familia a raíz de un escándalo político en el que se vieron envueltos tanto su marido como su cuñado Lucio. Tras comentar el famoso episodio de las serpientes ─en el cual Tiberio Sempronio Graco, debiendo elegir sobre qué reptil atravesar, si el macho o la hembra, decide dar muerte al primero, aunque ello le fuera a suponer a él el mismo destino─, María José Bravo dedica unas sentidas páginas a reivindicar la figura de un Tiberio Sempronio Graco que, pese a completar un cursus honorum ejemplar, terminó siendo “víctima” de la fama de su suegro y de sus hijos. Fallecido alrededor del 154 a. C., Cornelia decidió no volver a casarse, permaneciendo univira, y consagrando el resto de sus días a la educación de sus hijos e hijas. En el siguiente apartado, titulado Materfamilias, se parte de un breve repaso a la indumentaria femenina para pasar, a continuación, a hablar del edicto de protección del pudor (De adtemptata pudicitia), por medio del cual los romanos pretendían proteger la pudicitia de aquellas ciudadanas que eran consideradas “respetables” por sus rectas costumbres. Así, este edicto no protegerá ni a las esclavas ni a las impúdicas. El siguiente apartado, dedicado al análisis de la figura de Cornelia como madre, comienza con un largo comentario de la Lex Oppia (215 a. C.), ley suntuaria que, promulgada en un momento en el que Aníbal se encontraba a las puertas de Roma, comenzó a ser muy criticada por las propias mujeres una vez que, al sucederse una serie de campañas militares victoriosas que mejoraron enormemente la situación económica de la urbs, su mantenimiento dejó de tener razón de ser. Así, en el año 195 a. C., las mujeres pertenecientes a los estratos sociales más elevados, tras recabar el apoyo de algunos tribunos de la plebe, y ocupando determinados lugares públicos, consiguieron su abrogación, y ello a pesar la férrea oposición de Marco Porcio Catón, uno de los políticos más influyentes de la época, conocido por su carácter reaccionario y su defensa a ultranza del mos maiorum. Seguidamente se analizan, de manera independiente, las figuras de sus hijos Tiberio, Cayo y Sempronia. En lo referente a los dos primeros, María José Bravo, partiendo de su exquisita formación (tutelada por su madre Cornelia), trata de comprender su ideología para, así, explicar mejor las motivaciones subyacentes a la redacción y puesta en práctica de la Lex Sempronia Agraria, por medio de la cual los Graco buscaron una redistribución más equitativa de la propiedad de la tierra en Italia, primero, y en todos los territorios dependientes de Roma, después. La dificultad de llevar a cabo estas reformas forzó a los tribunos a llevar a cabo una política agresiva que sacudió varios de los cimientos del sistema republicano. Así, al veto de un colega tribuno de la plebe, Tiberio respondió con su destitución, imponiendo el poder de decisión de los comicios a la auctoritas senatorial. La facción más conservadora, alarmada ante una situación descontrolada, respondió haciendo uso de la violencia callejera, primero, e institucional (en forma de Senatusconsultum ultimum), después, con la que suprimió físicamente a dos “revolucionarios” que, además, trataron —en el caso de Tiberio— o consiguieron —en el de Cayo— resultar reelegidos para el tribunado, poniendo en riesgo un edificio político que ya comenzaba a mostrar sus primeras grietas de importancia. Particularmente interesantes resultan las páginas dedicadas por María José Bravo a las otras reformas políticas auspiciadas por Cayo, de las que quisiera destacar, por sus implicaciones, la Lex frumentaria, la Lex Sempronia iudiciaria y la Lex Sempronia de civitate sociis danda, por medio de la cual llegaba a proponer la concesión del derecho de ciudadanía romana a los itálicos y el ius suffragii al resto de los aliados, que no salió adelante y que motivaría, andado el tiempo, el estallido de la llamada “Guerra Social”. A continuación, se analiza la figura de Sempronia, incidiendo tanto en la sospechosa muerte de su marido, Escipión Emiliano, como en su papel como transmisora de la memoria familiar, aspecto este último de gran interés. El capítulo se cierra recordándonos, brevísimamente, a una Cornelia que se pasó el resto de su vida cultivando la memoria de sus hijos ya fallecidos. Desde nuestro punto de vista, y conociendo ciertos datos que no ha tratado la autora en su monografía (Plut. CG 13.2), tal vez Cornelia estuviera, con su actitud, promoviendo también su fama futura, que perduraría ligada, sobre todo, a sus hijos y a su famoso padre. El capítulo dedicado a Cornelia prosigue con un repaso de sus dos “cartas” a su hijo Cayo, que han llegado hasta nuestros días gracias a que Cornelio Nepote decidió incluirlas en sus Vidas. En su comentario de las mismas, en el que María José Bravo deja clara su adhesión a aquellos estudiosos que abogan por su autenticidad, nos recuerda, muy oportunamente, la habilidad de Cornelia “para realizar discursos, organizar debates, y presenciar encuentros intelectuales (…) en los que sus hijos seguramente se adiestraron antes de comenzar su carrera política” (pp. 267-268). A modo de epílogo, se destaca que la erección de una estatua de bronce en honor a Cornelia constituyó un hito en la historia de las mujeres en Roma, pues hasta entonces ninguna mujer histórica había ostentado el honor de ver su imagen plasmada en una escultura pública en su ciudad. Este reconocimiento, unido a la fama de sus hijos, fue el detalle final que elevaría a esta mujer a la categoría de ‘leyenda’. En el apartado dedicado a las conclusiones la autora sintetiza las principales ideas del trabajo que reseñamos. El sistema de puntos empleado resulta bastante interesante, pues permite al lector hacer un repaso general pero sistemático por los distintos contenidos que se han ido exponiendo a lo largo del libro, haciendo las veces de una especie de índice temático que facilitará la búsqueda de información tanto en sucesivas lecturas como en consultas de información puntuales. Sin duda alguna, nos encontramos ante una obra muy interesante en la que, a través del estudio particular de dos mujeres romanas de época republicana, se consigue llegar a una visión mucho más amplia de algunas de las instituciones que regían la vida de las mujeres pertenecientes a la élite social romana. A juicio de quien escribe estas líneas, el trabajo de María José Bravo destaca por su uso pormenorizado y directo de las fuentes clásicas, y lleva el sello de alguien que destaca por su conocimiento de la literatura secundaria, algo que queda perfectamente plasmado en unas notas al pie de página que, por su extensión, llegan a erigirse en un subtexto que ayudará a aquellos quienes quieran profundizar sobre un determinado tema. Sin embargo, el hecho de que la autora rara vez traduzca las citas de las obras que comenta puede limitar la difusión de este trabajo entre los no especialistas.

Borja Méndez Santiago – Universidad de Oviedo.

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Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação – CARLAN (RAP)

CARLAN, Cláudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação. São Paulo: Annablume, 2013, 214p. Resenha de: RAMALHO, Jefferson. Revista Arqueologia Pública, Campinas, São Paulo, v.10, n. 2, p. 115-119, jun. 2016,

Trabalhar com moedas é algo diferente, inusitado […] é percorrer a história da humanidade em todas as suas facetas. É reunir e integrar dados reveladores de momentos áureos, de crises, de guerras […] É colocar no presente os mistérios do passado (LUDOLF, 2002: 199).

A atenção que moedas recebem é tão antiga quanto elas próprias. São artefatos peculiares e importantes para o estudo da História. A numismática é a ciência que estuda as moedas, podendo atingir um alto grau de precisão técnica e classificação. É um campo de estudo imenso, uma vez que esses pedaços de metal estão repletos de informações sobre os mais diversos interesses da História: Arte, Religião, Economia, Política, sobre sociedades e civilizações. Manoel Severin de Faria, sacerdote católico e numismata português do século XVII aponta que “nas imagens das moedas e suas inscrições se conservava a memória dos tempos, mais que em nenhum outro documento” (LUDOLF, 2002: 199).

A forja de uma ciência própria para o estudo desses pequenos objetos metálicos antigos inicia-se na Idade Moderna com as coleções: a busca pelo passado greco-romano. Francesco Petrarca e Guillame Budé são duas das figuras principais que ajudam a configurar a gênese formal dos estudos das moedas. Com o passar dos tempos e a consolidação do colecionismo, assim como o aumento de material (moedas) disponível para estudo e avanços museológicos, surgem as sociedades numismáticas.

O livro de Carlan, Moeda e poder em Roma, trata – inicialmente – da questão do colecionismo e sua gênese, culminando na ascensão de museus, como o Museu Histórico Nacional no Rio de Janeiro, e de gabinetes numismáticos, como o da Catalunha em Barcelona. Em seguida, apresenta um catálogo de moedas romanas – de grande valor, já que é fundamental para o trabalho numismático – separado por imperador, temas e exergo2 do reverso3. Sendo assim, o centro do livro é a análise de uma coleção composta por 1888 moedas, cunhadas no IV século do Império Romano, do MHN. Trata, também, dos diferentes tipos monetários da Antiguidade Tardia e todo seu contexto socioeconômico, político, e histórico. Por fim, analisa a propaganda por meio da moeda e relaciona a legitimação de poder com a vasta iconografia monetária.

É muito difícil tentar traçar as origens do colecionismo, já que o homem coleciona desde o Paleolítico e é difícil determinar o motivo (SOUZA, 2009: 01). Porém, o resgate do passado greco-romano remonta, como expõe o professor Carlan, aos tempos pós-invasões bárbaras e à formação dos jovens estados modernos. Durante o Renascimento, essa prática floresceu a partir de novos interesses e valores históricos e artísticos. Um trabalho importante, conhecido como um dos primeiros catálogos numismáticos do período foi o Illustrium Imagines elaborado por Andrea Fulvio que contém imagens de diversas moedas e bustos antigos. Além de abundantes e portáteis, a variedade de bustos, cenas, símbolos e figuras estampadas nas moedas antigas encantavam aos numismatas de uma época em que se tinha “fome” por imagens, em especial, greco-romanas. (CUNNALY, 1999: 12)

Já no século XVIII, a Vila Albani torna-se um centro de encontro de colecionadores e estudiosos do período que, como Wicklemann (1717 – 1768), buscavam imitar a cultura Clássica Antiga. A Society of Dilletani, também do XVIII, promoveu campanhas arqueológicas com o objetivo de estudar, conhecer e analisar as ruínas greco-romanas, o que contribuiu para o aumento do material numismático disponível para estudo (CARLAN, 2013: 41).

A atividade do colecionismo é somada aos avanços museológicos iluministas que, através da arte, buscavam um processo de regeneração cultural (burguesia x aristocracia, arte “racional” x arte rococó). O Museu Britânico de Londres é considerado o pioneiro e, de maneira geral, apresentou (e ainda apresenta) – sustentado pela arte – as diferentes etapas da cultura material em diversas sociedades.

Toda essa contextualização e explicação sobre museus é transportada, no texto, para a comparação entre o Gabinete numismático da Catalunha e o Museu Histórico Nacional do Rio de Janeiro. Ambos tiveram a mesma formação: através de doações em períodos relativamente próximos. Umas das diferenças seria a forte relação entre a fundação do MHN e o nacionalismo. Carlan ainda destaca que a numismática não está presa nos museus já que a moeda é um prato cheio para o estudo da História Econômica, Política, da Arte e as relações sociais existentes em sociedades monetarizadas4 (CARLAN, 2013: 48).

4 No vocabulário numismático, uma sociedade monetarizada é aquela – segundo os padrões modernos – que possui um sistema monetário que adotou a moeda metálica como meio de troca.

A análise seguinte é a de sete peças numismáticas de quatro imperadores diferentes: Constante (1 peça), Constâncio II (1); Honório (2) e Arcádio (3). As moedas antigas devem ser pensadas como um corpus documental que possui um emissor que quer transmitir uma mensagem – por meio de representações e signos – para um destinatário ou receptor. Sendo assim, a moeda possui uma função política, social, administrativa, militar, religiosa e econômica dentro da sociedade Romana (CARLAN, 2013: 64). Para o estudo seguinte no livro, utilizou-se do “esquema de Lasswell”5.

O centro analítico do livro são as 1888 moedas cunhadas nos século IV d.C.. A análise quantitativa executada separou as numárias em três: imperador (de Diocleciano a Galério), reverso (e seus temas) e exergo (local de cunhagem). O estudo recebe ainda, um amplo contexto histórico de cada imperador o que é fundamental para os estudos posteriores a serem elaborados a partir das mesmas numárias. O maior número de moedas do acervo (360) são as de Constantino com ênfase nos temas militares e religiosos. A explicação de Carlan para tal verificação é:

Era preciso pagar o exército, legitimar o poder dos imperadores perante a tropa, homenagear ou favorecer uma determinada legião, demonstrar a segurança do seu governo divulgando a construção de muralhas ou campos militares, representar a sua vitória – a vitória de Roma – sobre um determinado inimigo (CARLAN, 2013: 172).

O contexto histórico apresentado é o do século IV: Tetrarquia e a divisão de tarefas civis e militares entre os imperadores, as reformas da Tetrarquia, o processo de ruralização do Império Romano – ação de mão única -, crise institucional (assassinato de 19 imperadores), guerra contra o Império Persa, as legiões romanas e as modificações da guerra e a análise da economia do período com ênfase no fator numismático: é interessante notar que é neste trecho que Carlan aborda o outro lado da numismática e examina em detalhe a crise dos preços, o valor da moeda, a variação de pureza dos metais usados nas cunhagens e da balança comercial romana.

Por fim, é feito o estudo da moeda, propaganda e legitimação do poder. É fundamental ler os símbolos contidos nos reversos das moedas romanas que constituem um corpo de informação a ser interpretado pelo receptor. Busca-se as intenções e interesses que explicam a motivação do emissor ao cunhar aquele tipo. Sendo assim, faz-se necessário analisar ambos os lados da moeda que compõe um documento vastíssimo que, aliado a outras fontes, nos ajuda a produzir uma interpretação do passado.

De maneira geral, pode-se dizer que a obra de Carlan contribui para o fortalecimento dos estudos numismáticos acadêmicos no Brasil que ainda são considerados, de certa forma, incipientes. Há, entre os historiadores, certo preconceito sobre o uso de moedas como documentos, já que a maioria dos intelectuais da área prefere utilizar a antiga forma de documento: impressa em papel, catalogada e disposta em um arquivo ou biblioteca (CARLAN & FUNARI, 2012: 29).

Tal hábito vem se alterando desde os Annales, que contribuíram para uma nova concepção sobre documentos. A moeda – que sofreu suas devidas alterações ao longo da História – faz parte do cotidiano de todos e revela uma forma de produzir, aliada a outros tipos de fontes, uma interpretação do passado distinta: já que a moeda, antiga ou contemporânea, é capaz de nos dizer muito sobre sociedades, suas concepções, economia, arte, política e tecnicismo (maneiras de produção das moedas). O livro de Carlan é uma leitura interessante para aqueles já inseridos ou não na temática romana da numismática, pois aborda conceitos básicos mesmo durante reflexões mais profundas do tema.

Notas

1 Graduando em História pela Universidade Estadual de Campinas, bolsista do CNPq, [email protected].

2 Local inferior do campo da moeda, onde se encontra a data e a casa monetária, quando existem tais informações.

3 Face oposta ao Anverso (lado principal da moeda que representa quase sempre a entidade emissora). Na gíria popular é conhecia como “coroa”.

5 Harold Laswell (1902-1978): pioneiro na análise de conteúdos aplicados à política e à propaganda. Levantou teorias sobre o poder da mídia de massa. O esquema de Laswell analisa os meios de comunicação partindo da “análise de conteúdo”: uma série de questionamentos relacionados aos meios de comunicação (no caso do livro de Carlan, a moeda na Roma antiga). Alguns exemplos são: “Quem?; Diz o que?; Em qual canal?; Para quem?; Com quais efeitos?”

Referências bibliográficas

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação, São Paulo, Annablume, 2013.

CARLAN, Claudio Umpierre; FUNARI, Pedro Paulo Abreu. Moedas, a Numismática e o estudo da História. 1ª edição, São Paulo, Annablume/Fapemig/Unifal/Unicamp, 2012.

CUNNALLY, John. Images of the Illustrious: the numismatic presence in the Renaissance, Princeton, Princeton University Press, 1999.

LUDOLF, Dulce. “Que é Trabalhar com Moedas” In: O outro Lado da Moeda. Livro do Seminário Internacional. Rio de Janeiro, Museu Histórico Nacional, p.199-200, 2002.

SOUZA, Helena Vieira Leitão de. “Colecionismo na modernidade” In: Simpósio Nacional de História, Fortaleza, 25. Anais do XXV Simpósio Nacional de História – História e Ética. Fortaleza: ANPUH, p. 1-9, 2009.

Jefferson Ramalho – Doutorando em História Cultural (IFCH-UNICAMP) como bolsista CAPES e sob orientação do professor Dr. Pedro Paulo Abreu Funari, além de ser mestre em Ciências da Religião (PUC-SP) com licenciatura em História e bacharelado em Teologia. E-mail: [email protected]

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Plutarco e Roma: O mundo Grego no Império | Maria Aparecida de Oliveira Silva

Maria Aparecida de Oliveira Silva – historiadora ligada à Universidade de São Paulo (USP), pesquisadora no campo da História Clássica, língua e literatura da Grécia antiga, autora de outra obra sobre o autor em questão denominada Plutarco Historiador: Análise das Biografias Espartanas, de 2006, pela Edusp – expõe o papel de ligação e distanciamento entre as culturas grega e romana, desempenhado por Plutarco e sua obra, isto a partir de um extenso trabalho de doutoramento em História Social, desenvolvido entre 2003 e 2007, na Universidade de São Paulo. Trabalho este, amparado por amplas pesquisas em fontes primárias e correntes historiográficas. Assim, o livro Plutarco e Roma: o Mundo Grego no Império, de 2014, publicado pela Edusp, nasce como resultado da já citada pesquisa, abordando a forma como Plutarco (45 d.C. – 120 d.C.), um grego de Queronéia, trata a função da cultura grega e seus desdobramentos, durante o Principado, no Império Romano.

Entre os eixos em pauta, divididos em três partes, inicia-se, no capítulo I, a tratativa da relação entre Plutarco, Roma e os romanos; a partir da historiografia moderna, ressalta-se a conjuntura do período, a qual os gregos tinham um status positivamente diferenciado em relação a outros povos sob domínio romano. Desse modo, Plutarco surge com um discurso integrador entre ambos os povos, criando, principalmente em territórios helenizados, ou seja, em regiões a oriente do império, uma visão estabilizadora que converge para uma sociedade greco-romana. A autora, entretanto, observa o caráter de superiorização do pensamento e conceito de civilização grego em relação a Roma, perceptível na obra plutarquiana, como, também, a influência grega nas políticas imperiais e na questão identitária do império eram fundamentais . Por outro lado, a afirmação pode ser exagerada, pois a Prof.ª Maria Aparecida enfatiza, de modo perspicaz que “[…] outros povos também exerceram influência nas decisões tomadas pelo imperador” (p.41).

Ainda assim, a relação entre Grécia e Roma é tema de diversos estudos por parte de especialistas que pesquisam Plutarco. Não obstante, é comum a tais estudos acabarem por reforçar uma ideia de cooptação da elite grega, por parte do império, com o intuito de sustentar o poder romano por meio da intelectualidade local, , ponto relativizado pela autora. Porquanto, segundo ela, é improvável um processo de domínio cultural ter ocorrido sem alguma resistência.

Para compreender o pensamento plutarquiano é necessário ressaltar a questão literária, pois a importância de Plutarco se propagou pelo império por influência de sua obra, cujo acesso a sua literatura era possível, em especial, para a elite. Com efeito, os romanos estavam habituados desde o século III a. C. “[…] com temas e estilos literários dos gregos”. “Ainda que no primeiro século antes de nossa era a tradição literária grega tenha passado por uma época de rupturas […]”,manteve-se viva através da intelectualidade romana (p. 53). Essa manutenção da tradição literária, mesmo em período de afastamento oficial, permitiu um ressurgimento literário durante o principado, o qual foi chamado de Segunda Sofística, já que a primeira havia surgido há séculos, durante a Grécia clássica. O período, ainda, é colocado como a Renascença grega, isso porque intelectuais gregos encontraram um modo de evocar seu passado mesmo estando sob domínio romano.

Ainda sobre a Segunda Sofística, termo cunhado por Filóstrato décadas após a morte de Plutarco, a autora considera plausível reputar ao movimento certo exagero historiográfico e literário, pois tal enquadramento nasceu da necessidade de construir um conceito de continuidade nos acontecimentos históricos.

Silva expõe a ocorrência de um movimento de retorno à tradição literária grega, a Segunda Sofística, composta por um grupo de intelectuais, inclusive Plutarco, que convivia e participava da administração imperial acrescido o fato de possuírem, também, a cidadania romana. Assim, a literatura grega não seria apenas um modo de promover o conhecimento e a habilidade retórica helênica, mas principalmente para que Roma reconhecesse nos gregos a têmpera diferenciada, elemento imprescindível para a manutenção política e cultural romana. Desse modo, o povo desprovido “[…] (p.78), de pátria no sentido geográfico e político[…]”, poderia manter-se vivo por uma unidade consolidada em sua literatura.

A obra de Plutarco é analisada ou tida como […] uma manifestação cultural-identitária de um grego no império (p.79), revelando, assim, um sentimento de pertencimento ao período, outrora glorioso, da Grécia clássica.

Outra característica de Plutarco, apontada a partir do capítulo II, foi sua fundamentação da cultura grega em uma estrutura monolítica, na qual as variações se davam por diferenças de habilidades técnicas de cada cidade-estado. Por outro lado, as diferenças perceptíveis na variação geográfica grega – a Grécia ia além da Ática e do Peloponeso – eram relativizadas, sendo que identidade convergia para o plano linguístico-cultural.

Não obstante, a Grécia era parte do império e por mais que sua cultura estivesse presente no mundo romano, os gregos ainda estariam subordinados ao poder imperial. Nesse âmbito, Plutarco teria reestruturado a história de seu povo. Como colocado pela autora, a obra plutarquiana traça um paralelo entre a história grega e a romana, buscando pontos comuns em seus mitos fundadores, Teseu e Rômulo, ligando o último genealogicamente aos gregos. Também procura explicar a absorção do mundo grego por Roma e a maneira como os padrões helênicos ajudaram a construir a própria civilização nascida no Lácio. Assim, segundo Silva, Plutarco destaca que as duas civilizações estão em um nível à parte, no qual os gregos são a sabedoria do império e os romanos a força bruta e militar, relegando ao restante dos povos ligados a Roma um papel dispensável em termos contributivos. Haveria uma constituição cultural de povos irmãos, mas, discretamente, ressalta que os romanos não se aprofundavam em suas práticas como os gregos. Sintetizando, a autora traça, na página 130, o contexto acima citado como uma relação de proteção dos romanos das práticas culturais gregas, utilizando-as para fortalecer as suas tradições e organização, bem como para diferenciarem-se dos bárbaros presentes no império.

Ainda no capítulo II, como forma de demonstrar o verdadeiro motivo da derrocada grega, a autora cita a alusão de Plutarco sobre a Grécia clássica e as causas que levaram à sua fragilidade e dominação por parte de Roma. Dentre os fatores explicitados, ele aborda as guerras citadinas, tendo como expoente máximo o conflito do Peloponeso e a corrupção e suborno personificados na figura de Alcibíades. Porém, algo ainda mais grave no discurso plutarquiano é a não manutenção da tradição, principalmente no tocante à questão étnica, ligada ao discurso filosófico. Por ter um pensamento higienista e eugênico, ele considerava a participação de estrangeiros ou mestiços um risco à sociedade grega, e imputa a Alcibíades, um homem de linhagem desconhecida, a desgraça ateniense e espartana. Além de relacionar a origem desse líder grego ao seu desvio de caráter, segundo os preceitos plutarquianos regidos por normas amparadas na tradição, Silva destaca que “O julgamento moral que Plutarco induz o leitor a fazer é inevitável, pois ele usa a história para mostrar o quanto a recusa pela disciplina filosófica guia os homens para acontecimentos funestos” (p.170).

Para a autora, Plutarco é diacrônico, ou seja, busca entender os fatos históricos de acordo com a evolução dos mesmos. Com tal visão, desenvolve uma narrativa esclarecedora para todo o período clássico grego e seus conflitos até a conquista macedônica – partindo sempre da obra do pensador objeto central de seu livro e autores diversos que tratam sobre a temática –, chegando, por fim, ao “quadro de debilidade que surgem os romanos, fortes e vigorosos, a destruir e dominar a combalida Grécia” (p.199). Lembra, sempre, que o conceito de Grécia antiga não é baseado em um estado-nação e sim em cidades-estados agregadas em pequenas ligas que tinham em comum uma consistente matriz linguística, religiosa e cultural.

No capítulo III, ao tratar do mundo grego no império, Silva descreve o próprio conceito de Grécia antiga como uma criação moderna, ao passo que na Antiguidade a região consistia em várias cidades-estado agregadas em ligas. Embora haja essa fragmentação, o conceito de ser grego era existente, de modo que rechaça uma ideia bem difundida e defendida, inclusive, pela renomada Susan Alcock (1994), de que o triunfo romano teria criado a Grécia. “A noção de Grécia, portanto, não nasceu após a conquista romana; já havia entre os escritores gregos a necessidade de estabelecer traços característicos e distintivos dela.” (p.208).

Outro ponto que leva a distinguir as culturas em questão é o próprio início de uma realidade greco-romana, principiada no século III a. C., quando os gregos influenciam a organização institucional da Sicília e Magna Grécia com a adoção de um calendário comum, sistema de pesos e medidas e festas à moda grega, como descrito no terceiro capítulo. A autora sublinha tais elementos como alguns dos responsáveis pela familiaridade dos romanos com as práticas helênicas.

Em contrapartida, é destacado na pesquisa que os gregos que ocupam a antiga Grécia conservam suas práticas afastadas do modo de vida dos romanos, recusando-se a absorver algo do império. Um ponto interessante, pois a autora expõe que a maior ferramenta de helenização do império, por parte dos romanos, é o latim.

A dominação, porém, é relativa se analisada a partir de Plutarco, de modo que o mesmo aponta: “o quadro político romano não apenas expõe ao romano o que é ser grego, como ainda aponta o que há de grego nos romanos” (p.224).

Mesmo traçando paralelos diversos entre Grécia e Roma, como a analogia entre a Guerra do Peloponeso e as Guerras Púnicas, a obra plutarquiana também critica, mesmo que veladamente, o que a seu ver são distorções da sabedoria helênica, como o uso romano da geometria, destinado a construção de artefatos e máquinas bélicas. Ou então, ao evidenciar a dificuldade de Roma em aceitar o pensamento político grego ao mesmo tempo em que o exalta, como observado nas páginas 233 e 234.

Outra maneira, de se observar a resistência da cultura grega em pleno principado, apontada pela Prof.ª Maria Aparecida, é a manutenção do idioma em territórios helenizados, mesmo com a concessão de cidadania romana aos gregos.

Ao caminhar para o final do capítulo III, e consequentemente do livro, a autora destaca que Plutarco tenta demonstrar o quanto os romanos são devedores da filosofia e de Platão, pois ao buscar latinizar territórios conquistados, não se define um sistema pedagógico, além do mos maiorum, cabendo a paidea a responsabilidade de educação no império, em geral. Assim, a filosofia assumia no mediterrâneo, segundo a autora, um papel preponderante, coroado pela escola de Platão. Vale ressaltar que o próprio Plutarco convergia ideologicamente com Platão.

Em síntese, o desafio de Plutarco é relacionar-se com Roma sem comprometer sua identidade grega (p.289), ao passo que o ressurgir da tradição literária beneficiou os romanos que acabaram por encontrar em seus dominados a preservação de parte importante de sua memória. Assim, ao tratar da contribuição grega na formação de Roma, a autora ressalta o caráter híbrido na composição do próprio império romano.

Em relação ao livro de Maria Aparecida de Oliveira Silva, salienta-se, como considerações finais, o rico conteúdo que sua pesquisa sobre Plutarco traz à tona. A partir desta, vislumbra-se as relações que permeavam a multifacetada ligação entre romanos e gregos, isto a partir da percepção de um erudito grego, que além de ser cidadão romano, possui certo prestígio no império do qual sua terra natal depende política e economicamente. Para mais, é possível compreender como um povo sitiado foi capaz de manter sua cultura e influenciar os costumes de seu dominador de forma decisiva.

Ressalva-se que o período do Principado Romano é extenso e com muitas peculiaridades que vão além das relações entre Grécia e Roma, incluindo a participação de diversos povos com distintas condições culturais. Acrescenta-se a isso que a obra em questão é um estudo do discurso e do olhar de um grego sobre seu conquistador. O texto de Silva é cativante e insere o leitor no monumental legado helênico e na formação de uma matriz greco-romana na Antiguidade.

Hélio Gustavo da Silva Andrade – Formado em jornalismo pela Universidade do Oeste Paulista e aluno do curso de História e da especialização em História, Cultura e Poder na Universidade do Sagrado Coração, em Bauru/SP. Atua profissionalmente na área da educação em uma escola Waldorf.


SILVA, Maria Aparecida de Oliveira. Plutarco e Roma: O mundo Grego no Império. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo, 2014. Resenha de: ANDRADE, Hélio Gustavo da Silva. Cadernos de Clio. Curitiba, v.7, n.1, p.139-147, 2016.  Acessar publicação original [DR]

Política y religión en el Mediterráneo antiguo. Egipto, Grecia, Roma | Marcelo Campagno, Julián Gallego, Carlos G. GArcía Mac Gaw

Sería lógico pensar que los campos que actualmente identificamos con el nombre de “religión” y “política” en nuestro universo simbólico son esferas diametralmente opuestas, dado que el imaginario colectivo contemporáneo asume que la dimensión que abarcan una y otra son asuntos totalmente distintos, en tanto a la primera le conciernen cuestiones vinculadas con el mundo de “lo sagrado”, “lo trascendente” y la espiritualidad del ser humano, mientras que la segunda se inclina a asuntos netamente terrenales conectados grosso modo con las acciones que tienen lugar en la esfera pública y afectan por tanto la vida de una determinada sociedad. Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que la política y la religión han coincidido en varios aspectos, así como también tejido numerosos vínculos y construido escenarios comunes, al punto de confundirse y llegar a semejar un único plano de la realidad, desdibujándose de este modo la línea entre lo espiritual y lo terrenal. En efecto, las relaciones entre lo religioso y lo político han marcado de manera diversa, abigarrada y compleja la trayectoria de las más variopintas culturas a lo largo de la historia. Para bien o para mal, las prácticas y representaciones de la religión interactuaron con las prácticas y representaciones de la política a lo largo de diversos contextos espacio-temporales, dando por resultado una suerte de trasvase de actitudes, comportamientos, sentimientos, aspiraciones, ideas, referencias, imágenes, significaciones y concreciones. Indudablemente, este tipo de argumentaciones puede aplicarse al mundo antiguo, una de cuyas principales características radica en el hecho de que el conjunto de sus formas de ejercicio del poder, instituciones, prácticas económicas, modos de sociabilidad, costumbres rituales y percepciones se ve afectadas – de un modo directo y profundo – tanto por las dinámicas producto de la religiosidad como por aquellas que se originan en el ámbito político, aunque sus respectivos alcances no siempre son fácilmente discernibles, ya que ambas esferas definían una realidad inextricablemente unida y no una simple interconexión o superposición de capas, como parecen demostrar la articulación entre las costumbres rituales y las prácticas institucionales, el rol del templo y la religión en el ejercicio del poder, o la amalgama entre el universo simbólico y las dinámicas políticas. En consecuencia, la escisión entre ambos aspectos es acertada sólo en términos analíticos cuando el objetivo pase por comprender cómo operaban la política y la religión en la estructuración y funcionamiento de las sociedades antiguas. Leia Mais

Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação – CARLAN (RAP)

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação. São Paulo: Annablume, 2013. Resenha de: MENINI, Vítor Bianconi. Revista de Arqueologia Pública, Campinas, n.9, jul., 2014.

A obra Moeda e poder em Roma, do historiador Dr. Cláudio Umpierre Carlan, resultante de sua já reconhecida experiência nas pesquisas que relacionam História e Arqueologia, em particular o ramo da Numismática, contribui de maneira representativa ao empreendimento, já de alguns anos, de inserção dos estudos da Antiguidade Tardia na academia brasileira. Carlan, além de empenhado estudioso das moedas romanas, dedica-se à docência na Universidade Federal de Alfenas, em Minas Gerais, além de colaborar no Laboratório de Arqueologia Pública Paulo Duarte da UNICAMP, universidade na qual realizou deu doutoramento e realiza pós-doutoramento, sempre sob orientação do historiador e arqueólogo Dr. Pedro Paulo Abreu Funari.

Com apresentação da professora Dra. Margarida Maria de Carvalho (UNESP-Franca), Moeda e poder em Roma foi escrita de maneira clara, objetiva e fluida, apresentando desde o começo a importância de se compreender expressões e conceitos basilares em investigações dessa natureza, tais como: Antiguidade Tardia, Numismática, cunhagem, relações de poder, representações, catalogação, acervo, colecionismo, patrimônio, cultura material, entre outros.

Nas primeiras páginas, o autor já antecipa quais serão seus referenciais. Carlo Ginzburg, Roger Chartier e Michel Foucault destacam-se entre aqueles que irão compor a fundamentação teórica de Carlan em suas investigações. Da mesma maneira, além de dialogar com tais perspectivas que evidenciam a identidade epistemológica de seu trabalho, Carlan apresenta respeitadas referências na área da Numismática, tais como, Hubert Frère, Jean-Nicolas Corvisier, Charles Samaram, Pascal Arnaud, além do irlandês Peter Brown, cujos estudos em Antiguidade Tardia e, neste caso particular, sobre a numária constantiniana, têm indispensável importância.

No capítulo inicial, intitulado “O colecionismo e o Museu Histórico Nacional: origem, acervo e patrimônio”, Carlan desenvolve uma breve, mas muito precisa, revisão histórica desde o término da Antiguidade Tardia até o processo de ampliação das coleçõ numismáticas no século XIX. Destaca, por exemplo, o “renascimento carolíngio”, entre os anos 768 e 814, quando governou Carlos Magno, que propiciou considerável impulso nas atividades colecionistas. Tal ampliação do colecionismo já estará consolidado nos tempos modernos, à época dos Estados Nacionais, quando Luis XIV (1638-1715), tendo herdado as coleções do Cardeal Mazzarino e de Carlos V, as utilizará como modelo, passando a representar-se em suas próprias cunhagens tal como os antigos césares romanos, usando uma coroa de louros e, posteriormente, determinando que seus funcionários organizem e cataloguem toda a coleção.

Carlan, ainda no primeiro capítulo, não deixa de mencionar a importância do italiano Francesco Petrarca (1304-1374) como primeiro colecionador de moedas conhecido oficialmente, além de comentar acerca da influência do Iluminismo na organização dos primeiros museus da Europa, evidenciando tanto o caráter antropocêntrico daquela mentalidade como a ruptura – ainda que lenta – com concepção teocêntrica de mundo e de ser humano.

O ápice do primeiro capítulo acontece quando Carlan apresenta-nos uma informação pouco conhecida pelo povo brasileiro, que é a existência de um acervo numismático no Museu Histórico Nacional (MHN), no Rio de Janeiro, considerado o maior de toda a América Latina. Traçando um paralelo deste acervo com a coleção do Gabinete Numismático da Catalunha, sobretudo, acerca da origem de ambos os acervos, Carlan, que realizou estágio na Universidade de Barcelona junto ao professor catedrático José Remesal Rodríguez na ocasião de seu doutoramento, informa-nos que da mesma maneira que essa e outras coleções numismáticas foram agrupadas e expostas no Museu Nacional de Arte da Catalunha, no caso brasileiro a coleção doada pelo Comendador Antônio Pedro de Andrade, antes de serem organizadas e expostas em 1922 no MHN, encontravam-se na Biblioteca Nacional do Rio de Janeiro. Eram 13.941 moedas e medalhas, sendo 4.420 moedas cunhadas na Antiguidade. Hoje, o acervo do MHN conta com uma coleção numismática de aproximadamente 130.000 peças.

Após fechar o primeiro capítulo, tratando com riqueza de detalhes acerca da história do MHN, citando os argumentos de Ramiz Galvão e Gustavo Barroso de que a Numismática tem seu lugar ao lado da História e já ensaiando sua tese de que a orientação política ou mesmo religiosa de um soberano cunhadas em suas moedas evidenciam uma estrutura político-ideológica e transmitiam uma mensagem de poder por parte do governante, Carlan inicia o segundo capítulo no qual trata de maneira bastante específica acerca dos tipos monetários no Império Romano do século IV. [As cunhagens de ouro são as primeiras a serem comentadas, informando-nos que no acervo do MHN composto por peças da Antiguidade Tardia, foram identificados apenas os chamados solidi, ou seja, as moedas instituídas depois da reforma monetária que Constantino promoveu. Carlan apresenta e explica uma moeda cunhada durante a coroação de Constante, uma outra moeda cunhada entre 355 e 357 retratando Constâncio II, duas moedas cunhadas em Milão representando Honório e três moedas cunhadas também em Milão, representando Arcádio, irmão de Honório. Como Honório e Arcádio eram filhos de Teodósio I, justifica-se a presença do lábaro de Constantino representando as letras gregas X (khi) e P (), sobrepostas, em algumas dessas peças.

No mesmo capítulo, Carlan trata das moedas comemorativas, chamando atenção para aquelas cunhadas após 330 com o intuito de legitimar a importância de Constantinopla, nova capital imperial construída no território da antiga cidade de Bizâncio. Como o próprio autor nos informa, a moeda na Antiguidade exercia diferentes papéis: “função política, social, administrativa, militar, religiosa e econômica. Não podemos nos restringir à economia. Até hoje, principalmente na Europa e nos Estados Unidos, a moeda ainda mantém o caráter propagandista” (p. 64). Daí fazer todo sentido a função que algumas moedas, sobretudo, as comemorativas, exerciam naquele cenário.

Antes de apresentar-nos o catálogo de moedas romanas que organizou, Carlan explica como fez tal catalogação, estabelecendo um corpus documental fundamentado no esquema de Harold D. Lasswell (1902-1978), iniciador desde 1927 das análises de conteúdo utilizadas em estudos de propaganda e de política. Tal esquema, grosso modo, estabelecia uma sequência analítica: análise prévia da documentação e estabelecimento do corpus, categorização, codificação e cômputo das unidades e, por fim, interpretação dos resultados (p. 65s). Foi por meio de uma análise comparativa entre as diferentes representações presentes nos reversos das moedas que Carlan identificou certos aspectos que explicitavam ideologias de caráter militar, religioso e, sobretudo, político.

Após um amplo catálogo explicativo de moedas de bronze, desde as 146 peças cunhadas no governo do imperador Diocleciano, incluindo as chamadas moedas militares, além das laudatórias que expressavam, entre outras coisas, compromissos do governante para com seus governados, passando pelas cunhagens dos imperadores de todas as formações tetrárquicas, havendo natural destaque para as 360 moedas de Constantino, bem como as que representavam sua mãe Helena, sua esposa Fausta, seus filhos, sobrinhos e sucessores, e, fechando com as moedas cunhadas nos tempos de Teodósio I e de seus filhos e familiares, Carlan parte para o terceiro capítulo de sua obra no qual tratará do contexto histórico do Império Romano no quarto século de nossa era.

Desenvolvendo uma breve reflexão no sentido de compreender a Tetrarquia instituída por Diocleciano em 293, Carlan explica como a administração imperial funcionava, incluindo a divisão de responsabilidades militares e civis, tanto no Ocidente como no Oriente. A influência do cristianismo, as fugas de escravos, a anarquia militar, o surgimento do colonato e as invasões bárbaras são alguns dos fatores que, segundo Carlan, caracterizavam aquele contexto do Império Romano entre os séculos III e IV. Esse rápido passeio que se faz, desde os dias de Diocleciano até as mortes dos filhos de Teodósio I, sem a preocupação de ater-se a detalhes, demonstra, entre outras coisas, o interesse de Carlan em situar-nos enquanto leitores no tempo em que foram cunhadas as moedas catalogadas no segundo capítulo e listadas em tabela anexa ao final do livro.

O capítulo três encaminha-se para o seu término quando o autor descreve o cenário religioso do Império Romano desde o século II até a adesão de Constantino à religião dos cristãos. Em uma sociedade marcada por predominância politeísta, além do culto ao deus Sol Invictus desde o governo de Aureliano (270-275), começava-se a formar uma nova identidade religiosa que se tornará predominante algumas décadas mais tarde. Contudo, há que ser reconhecido o fato de que a conversão de Constantino à religião dos cristãos, tão bem arquitetada nos discursos de Lactâncio e Eusébio de Cesareia, autores mencionados e comentados por Carlan, foi determinante naquele momento de transição da história imperial, o que se mostra evidente, inclusive, nas moedas cunhadas por Constantino e seus sucessores. Tais moedas, algumas delas comemorativas, traziam, conforme já comentamos acima, o lábaro de Constantino representando as letras gregas X (khi) e P (), sobrepostas.

As questões militares, as mudanças na estrutura do exército romano, a evolução política, algumas batalhas em particular, tanto no governo de Constantino como no de seu filho Constâncio II ou mesmo de seu sobrinho e genro Juliano, são temas explorados por Carlan e que, por vezes, são representados nas moedas romanas a fim de legitimar a identidade e o poder do império. Mas, a situação crítica da economia romana desde o século III refletiu de maneira direta na produção numismática chegando a obrigar a emissão de moedas de prata com adulteração do metal, provocando um aumento exacerbado nos preços de escravos, suprimindo a participação do Senado na fiscalização das cunhagens, aumentando os impostos, reduzindo o território após uma sucessão de conflitos e, por fim, empobrecendo o Estado. São as reformas econômicas implantadas pela Tetrarquia que ocupam as últimas páginas do terceiro capítulo da obra.

Após expor as tentativas de controle da inflação, incluindo uma mal sucedida fixação dos preços que terá resultado em práticas de corrupção e contrabando, além de detalhar as diversas reformulações no processo de cunhagens das moedas de bronze, prata e ouro, desde Diocleciano até chegar aos governos dos filhos de Constantino, em particular Constante e Constâncio II, Carlan inicia o quarto e último capítulo de sua obra, tratando daquilo que ele, como intelectual crítico e dedicado que é, denomina “o poder da imagem”. A moeda, na perspectiva defendida por ele, serve como instrumento de propaganda e legitimação do poder imperial.

Perpassando pela trajetória da Tetrarquia romana, desde Diocleciano, até finalizar a narrativa com a clássica informação de que em meados do século V os Vândalos instalaram-se no território romano, os Hunos cruzaram a fronteira e o Império deixara de existir, Carlan evidencia sua opinião de que as moedas serviam para propagandear e legitimar tanto o poder político como as filiações religiosas. Constantino, segundo Carlan, jamais abandonara sua adoração ao deus Sol Invictus, pois em suas cunhagens manteve-o como símbolo principal, sobretudo, nos reversos das moedas, ora marchando triunfante, ora ostentando um cetro. E Carlan refere-se a moedas cunhadas entre 320 e 322, ou seja, oito a dez anos após a Batalha da Ponte Mílvia, episódio no qual, segundo Lactâncio e Eusébio, o imperador tornara-se cristão.

Apesar de listar reformas jurídicas instituídas por Constantino e de citar alguns efeitos na cristandade, tais como o falso documento conhecido como “Doação de Constantino”, cuja inautenticidade será comprovada apenas no século XV por Lorenzo Valla (1407-1457), Carlan aponta as continuidades dinásticas como insuficientes para impedir os conflitos que, ao final, resultariam na queda do Império Romano.

Na conclusão, além de enfatizar a importância do diálogo interdisciplinar entre História e Arqueologia, bem como da ampliação da noção de documento, Carlan encerra afirmando que as moedas transmitiam mensagens do governante aos seus governados. Intenções políticas e ideológicas, além de comerciais, consistiam, portanto, nos significados concretos de uma moeda. Assim, Carlan conclui frisando que em sua análise numismática foi possível constatar que na administração romana do século IV predominava a legitimação do poder imperial e de seus soberanos, o que pode ser explicado por meio do que ele próprio chama de tipos e subtipos religiosos e militares.

Notas

2 Local inferior do campo da moeda, onde se encontra a data e a casa monetária, quando existem tais informações.

3 Face oposta ao Anverso (lado principal da moeda que representa quase sempre a entidade emissora). Na gíria popular é conhecia como “coroa”.

4 No vocabulário numismático, uma sociedade monetarizada é aquela – segundo os padrões modernos – que possui um sistema monetário que adotou a moeda metálica como meio de troca.

5 Harold Laswell (1902-1978): pioneiro na análise de conteúdos aplicados à política e à propaganda. Levantou teorias sobre o poder da mídia de massa. O esquema de Laswell analisa os meios de comunicação partindo da “análise de conteúdo”: uma série de questionamentos relacionados aos meios de comunicação (no caso do livro de Carlan, a moeda na Roma antiga). Alguns exemplos são: “Quem?; Diz o que?; Em qual canal?; Para quem?; Com quais efeitos?”    

Referências

CARLAN, Claudio Umpierre. Moeda e poder em Roma: um mundo em transformação, São Paulo, Annablume, 2013.  CARLAN, Claudio Umpierre;

FUNARI, Pedro Paulo Abreu. Moedas, a Numismática e o estudo da História. 1ª edição, São Paulo, Annablume/Fapemig/Unifal/Unicamp, 2012.

CUNNALLY, John. Images of the Illustrious: the numismatic presence in the Renaissance, Princeton, Princeton University Press, 1999.

LUDOLF, Dulce. “Que é Trabalhar com Moedas” In: O outro Lado da Moeda. Livro do Seminário Internacional. Rio de Janeiro, Museu Histórico Nacional, p.199-200, 2002.

SOUZA, Helena Vieira Leitão de. “Colecionismo na modernidade” In: Simpósio Nacional de História, Fortaleza, 25. Anais do XXV Simpósio Nacional de História – História e Ética. Fortaleza: ANPUH, p. 1-9, 2009.

Vítor Bianconi Menini – Graduando em História pela Universidade Estadual de Campinas, bolsista do CNPq, E-mail: [email protected].

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A Antiguidade Tardia: Roma e as monarquias romano-bárbaras numa época de transformações (Séculos II – VIII) | Renan Frighetto

Publicado no ano de 2012, o livro A Antiguidade Tardia: Roma e as monarquias romano-bárbaras numa época de transformações (Séculos II – VIII), escrito por Renan Frighetto [2], é o resultado de 25 anos de estudo e especialização do autor, que realizou um mestrado na área de História Antiga e Medieval (UFRJ, 1990) e um doutorado em História Antiga (Universidad de Salamanca, 1996). Frighetto, quando do lançamento do livro, já fora autor de dois livros e mais de 40 publicações de artigos e capítulos de livros no Brasil e no exterior. Especialista em Antiguidade Tardia, Frighetto atua como Professor Permanente do Programa de Pós-Graduação da UFPR, professor associado de graduação da UFPR e também na linha de pesquisa Cultura e Poder desde 1998. É participante do NEMED, Núcleo de Estudos Mediterrânicos da UFPR, onde desenvolve suas pesquisas.

Renan Frighetto, em sua obra, se junta ao coro de notáveis historiadores que muito contribuíram para o desenvolvimento e defesa do conceito de antiguidade tardia, como Peter Brown, Henri Irineé Marrou, Jean-Michel Carrié, dentre outros. Tal conceito não é universalmente aceito pela academia, uma vez que parte de uma perspectiva diferente na abordagem do período em questão (séculos II – VIII). Por isso, Frighetto, em introdução ao livro, descreve o conceito de Antiguidade Tardia, com um breve histórico de seu desenvolvimento e seus principais temas e abordagens.

Na introdução do livro, A Definição de Antiguidade Tardia: Espaço e Tempo, Frighetto situa seu trabalho numa obra maior, e explica sucintamente diversos aspectos que caracterizam a Antiguidade Tardia como um período singular. Para isso, o autor aborda questões de caráter principalmente político, institucional e ideológicos. O período trabalhado no livro é, de acordo com o autor, não um período de crise e decadência sócio-política, mas sim uma época de intensas transformações nos âmbitos já citados; trata-se, portanto, de um período marcado pela “Reformulação, readequação e interação: três conceitos que fazem da Antiguidade Tardia um período histórico único, autônomo e dotado de identidade própria” (FRIGHETTO, 2009, p. 121).

A Antiguidade Tardia, segundo o autor, é também um período de intensas interações entre romanos e outros povos bárbaros. Tal interação foi marcada não somente por guerras e sobreposições culturais e militares, mas muito mais por um intercâmbio constante de pessoas, políticas, culturas, entre outros. Deste modo, não se observa, durante a Antiguidade Tardia, uma decadência cultural e social do Império Romano necessariamente, mas muito mais a formação paulatina de uma nova civilização romano-bárbara.

No âmbito religioso, Frighetto aponta para a crescente importância da religião – pagã, e depois também cristã – como base ideológica para a legitimação dos poderes imperiais e régios, principalmente depois dos éditos de liberdade religiosa no início do Século IV.

Apesar de a crise do Império Romano tradicionalmente ser relacionada ao terceiro século, é já no século II d.C. que se pode notar, de um ponto de vista político-institucional, o início de uma estrutura de longa duração histórica que permaneceria até o século VIII e caracterizaria toda a Antiguidade Tardia: a constante divisão da autoridade imperial através de diferentes maneiras: burocratização, reformulação ideológica, da formação de diarquias, tetrarquias, divisão entre impérios ocidental e oriental, ou até mesmo pela concessão de autoridade a reis e chefes militares bárbaros.

O Capítulo I, intitulado Os Antecedentes: O Principado e os primeiros sinais de crise político-institucional no mundo romano, aborda o “Período de Ouro” do Império Romano (98-198), relatando sobre os antecedentes da Crise mencionada, a Crise em si e suas conseqüências. Nesse capítulo, Frighetto aponta para várias medidas que foram sendo tomadas durante o período em questão que deram início aos grandes problemas a serem resolvidos no século III: O crescente número de incursões bárbaras que obrigaram as legiões a se tornarem fixas e começarem a praticar o recrutamento local, permitindo, desse modo, a inserção de bárbaros nas legiões romanas; o crescimento do poder das províncias, que passariam a reivindicar maiores poderes e participar do Senado, causando certa instabilidade política; e crescimento da burocratização para um maior controle de todo o território, o que inevitavelmente acarretou em um aumento de impostos e do número de cargos administrativos, ao mesmo tempo em que os príncipes procuravam concentrar mais poderes em suas mãos, reduzindo a importância do Senado de modo sutil. Além do mais, o príncipe passava a exercer cada vez mais um poder de cunho militar, e com o tempo a eficiência de um príncipe começou a ser medida não somente por sua capacidade administrativa, mas também pela sua capacidade militar em conter os avanços bárbaros. Trajano quebrou com a sucessão imperial por meio da hereditariedade, o que deu início a um efeito cascata de instabilidades na sucessão, que culminariam na chamada “Anarquia Militar”, abordada no capítulo seguinte.

O Capítulo II, A Crise do Sistema Polis/Civitas, a regionalização e a fragmentação do poder político imperial no século III, inicia tratando da Dinastia dos Severos (193-235 d.C.) e depois da Anarquia Militar (235-284 d.C.). A Dinastia dos Severos foi marcada por um grande aumento na importância da aceitação do príncipe por parte das legiões, tanto que muitos benefícios – aumento de soldo, oportunidades de ingresso no Senado a partir do exército, recrutamento de bárbaros, dentre outros – foram concedidos aos exércitos durante esse período. Também durante o principado dos Severos se deram as primeiras divisões do poder imperial pela nomeação de mais de um Augusto – sendo um sênior e os outros juniores – numa tentativa de se manter uma presença imperial ativa em um território tão vasto. Também foi realizada uma extensão da cidadania romana, que passou a contemplar todos os homens e mulheres livres, para aumentar a arrecadação de impostos, necessária para a manutenção dos exércitos.

No entanto, insatisfações legionárias acabaram culminando na “Anarquia Militar”, período em que houve uma grande quantidade de usurpações, assassinatos de príncipes, aclamações por parte das legiões e instabilidade política no Império Romano: o príncipe que apresentasse debilidades militares era rapidamente eliminado e substituído. Dentre os muitos assassinatos e reposições de príncipes, os setores políticos e ideológicos seguiram se readequando, sendo que paulatinamente se observa uma sacralização definitiva da figura do príncipe, seguida de editos que obrigavam o culto imperial e a perseguição e confisco de bens dos que se recusavam a realizar tal culto. De um ponto de vista político, observa-se finalmente a tolerância da existência de usurpadores por parte do Augusto romano, diante de sua incapacidade de reconquistar territórios perdidos: atitude que depois culminaria na partilha definitiva e igualitária dos poderes entre mais de um Augusto, configurando a renovação imperial que viria para acabar com a “anarquia”.

No capítulo III, A Renouatio Imperii: Diarquia, Tetrarquia e a nova configuração do Império Romano Tardio, Frighetto explica que a “renovação”, num ponto de vista político e ideológico, se baseava sempre em tradições antigas, já que “(…) cada uma delas [as renovações] tinha a intenção de recuperar a grandeza do passado imperial romano, travestindo-o com o manto de “novas” interpretações políticas e ideológicas” (FRIGHETTO, 2012, p. 93). Num primeiro momento (entre 286 e 293), observa-se a divisão do poder imperial em dois (diarquia), sendo os dois imperadores escolhidos de acordo com sua capacidade militar, exercendo lideranças regionais. Num segundo momento (após 293), um imperador secundário (César) é escolhido por cada imperador principal, formando a tetrarquia. Com a formação da tetrarquia, a divisão entre Ocidente e Oriente romano ocorre de modo irreversível, e o Império Romano adota uma atitude conservadora, e não mais conquistadora, em relação aos seus territórios. O cristianismo, em 313, com a promulgação do Édito de Milão, passa a ganhar nova projeção e se torna uma ferramenta política unificadora: no ano de 380 foi promulgado o Édito de Tessalônica, que definia o cristianismo católico como verdadeiro e a obrigatoriedade de submissão de todas as igrejas a tal, e depois em 392, outro Édito de Milão foi promulgado, que proibia cultos pagãos.

No Capítulo IV, intitulado Da Barbárie à Civilização: os bárbaros e a sua integração no mundo imperial romano (séculos IV-VIII), Frighetto aborda a tomada dos territórios ocidentais pelos reinos bárbaros, e explica sucintamente os eventos que juntos resultaram na configuração política que caracterizaria o início da Idade Média. Tais reinos, já desde fins do século IV, apresentavam maior organização política, militar e diplomática, e a partir do século V passarão a interagir com o Império Romano de modo muito mais colaborativo, em oposição ao antagonismo intenso de séculos anteriores. Alguns reinos passarão, no período abordado no capítulo, a adquirir autonomia em relação à autoridade imperial, como os Visigodos, estabelecendo-se em Tolosa (atual Toulouse, França).

A reformulação religiosa passou a legitimar o agora Príncipe Cristão Sacratíssimo, e tal legitimação foi depois estendida aos reis bárbaros que viriam a aparecer e adotar o cristianismo como porta de entrada para as boas relações com a autoridade Imperial. O Papa, principal bispo católico de Roma, já surge como uma autoridade; não ainda com todo o prestígio que viria a ter em séculos futuros, mas já importante do ponto de vista político e ideológico: um bom exemplo disso foi a participação do Papa Leão I nas negociações de paz com Átila, o Huno, em 452.

Os Ostrogodos se instalaram na Itália após a desaparição da figura imperial o ocidente, em 476. Depois, foram derrotados com dificuldade pelo Oriente Romano, que se encontrou, após a vitória, em uma frágil situação econômica, uma vez que sua vitória, veio a custo de muitas mortes e recursos, abrindo espaço para que os Lombardos, que haviam lutado ao lado do Oriente Romano, se instalasse na Itália e fundasse uma série de ducados regionais.

Os Francos, antes fragmentados em várias tribos, elegeram um rei em 481, que procuraria unificar seu povo e se converteria ao catolicismo. Visto como um concorrente dos Visigodos pelo Império Romano Oriental, os Francos rapidamente fizeram aliança com o Oriente Romano, e participaram de diversas campanhas ao lado do Oriente, como na derrota dos Lombardos, em 756. Nos séculos VII e VIII os Francos obtiveram grande projeção e deram início a um processo de restauração da autoridade imperial do Ocidente, só que desta vez, cristão.

Como algumas considerações finais sobre o livro de Frighetto, pode-se dizer que o mesmo é sem dúvida um ótimo ponto de partida para o estudo da Antiguidade Tardia: contém mapas políticos dos principais momentos históricos, um índice onomástico e glossário, para que o leitor esteja ciente dos conceitos principais. O fim do livro conta também com uma tábua cronológica, para que o leitor se situe com mais facilidade, a partir dos principais eventos, num período complexo e muitas vezes confuso que é a Antiguidade Tardia. O livro também possui um anexo de extratos de fontes manuscritas, que permitem ao leitor ter uma noção dos tipos de documentos que eram escritos, a partir dos quais os estudos sobre a Antiguidade Tardia são feitos.

Vale relembrar que a Antiguidade Tardia é um período extremamente complexo, amplo, e aborda uma territorialidade imensa, e que o livro de Frighetto tem seu foco em questões políticas, institucionais e ideológicas; é de se esperar, portanto, que muitas questões de cunho social não estejam presentes no livro. No entanto, Frighetto deixa uma boa lista de referências que podem ser consultadas para o leitor interessado em expandir seu conhecimento para tais questões. Ademais, levando em conta as dificuldades do tema abordado, seria impossível que um livro só contivesse tanta informação. Tal complexidade presente na Antiguidade Tardia, no entanto, é o que cativa alguns historiadores, que, como Frighetto, percebem neste período único oportunidades de pesquisa intrigantes e virtualmente infinitas.

Notas

2. Mais informações sobre o autor disponíveis em seu currículo Lattes http://lattes.cnpq.br/4817986767304134 .

Josip Horus Giunta Osipi – Estudante de História – Licenciatura e Bacharelado na UFPR.


FRIGHETTO, Renan. A Antiguidade Tardia: Roma e as monarquias romano-bárbaras numa época de transformações (Séculos II – VIII). Curitiba: Juruá, 2012. Resenha de: OSIPI, Josip Horus Giunta. Cadernos de Clio. Curitiba, v.5, p.327-334, 2014. Acessar publicação original [DR]

Rome and Jerusalem: The Clash of ancient civilizations | Martin Goodman

GOODMAN, Martin. Rome and Jerusalem: The Clash of ancient civilizations. Londres: Penguin, 2008. Resenha de: FUNARI, Pedro Paulo A. Dimensões. Vitória, n.23, p.233-235, 2009. Acesso apenas pelo link original [DR]