Quantitative Methods in Archaeology Using R – David Carlson

CARLSON David Quantitative Methods
David Carlson. www.researchgate.net/project/Quantitative-Methods-in-Archaeology-Using-R

CARLSON D Quantitative Methods in Archaeology Using R Quantitative MethodsLos métodos cuantitativos ocupan un lugar central en la arqueología contemporánea y son objeto de numerosas publicaciones cada año, desde manuales universitarios hasta artículos teóricos y técnicos. Su desarrollo va de la mano del acceso a recursos informáticos cada vez más potentes y versátiles, tanto hardware como software. En el caso de las aplicaciones estadísticas se cuenta con soluciones propietarias y de código abierto. Entre las segundas se destacan lenguajes de programación como Python o R. Aquí haremos foco sobre el segundo de estos lenguajes y sobre un manual de reciente publicación: Quantitative Methods in Archaeology Using R, de David L. Carlson, publicado en 2017 por Cambridge University Press.

Res un lenguaje especializado en análisis estadístico y la generación de gráficas (plots), mantenido, distribuido y documentado por CRAN Project (Comprehensive R Archive Network). Además de la gratuidad, las ventajas de R incluyen flexibilidad y potencia analíticas, la posibilidad de almacenar todos los pasos de un análisis y una biblioteca de paquetes desarrollada por la comunidad de usuarios, que contempla una gama exhaustiva de disciplinas y técnicas. Finalmente, con un dominio mínimo de R es posible crear funciones y paquetes nuevos, existiendo ya algunos específicos para arqueología (e. g. Price et al., 2016).

La principal desventaja de Res que la casi totalidad de las operaciones se realizan por medio de una consola de comandos o de un archivo de código fuente y, por lo tanto, es necesario conocer su sintaxis y la forma en que una función opera sobre distintas estructuras de datos (vectores, listas, data frames). Si bien Rcuenta con una amplia documentación y bibliografía, más tutoriales y foros de discusión de programadores como stackoverflow, hay muy pocos textos introductorios dedicados a su aplicación en arqueología. Quantitative Methods in Archaeology Using R (QMARen adelante) realiza una contribución muy importante a la cobertura de esta vacancia.  El autor, David L. Carlson, fue profesor de antropología de la Universidad de Texas A&M hasta 2019 y el manual reseñado es la síntesis de su labor docente al frente de cursos de grado en métodos investigación arqueológica, además de su experiencia investigativa. Previamente, Carlson ya había escrito guías auxiliares de R para manuales introductorios de estadística arqueológica (e. g. Drennan, 2010; Shennan, 1997).

La meta de QMARes brindar una guía práctica a la aplicación en Rde distintas técnicas estadísticas. El manual cubre al menos dos áreas. En primer lugar, introduce el lenguaje R al público inexperto, familiarizando al lector con la instalación, interfaz de usuario, paquetes y librerías, importación de datos, sintaxis, operaciones y conceptos centrales de la programación orientada a objetos (funciones, clases e instancias de objetos, tipos de datos, etc.). A lo largo de los capítulos, a la par que se introducen distintos tipos de análisis, Carlson brinda ejemplos paso a paso de codificación, nuevas librerías y funciones, preparación de datos para análisis o de cómo agregar detalles a las figuras. Cada capítulo cierra con una lista completa de las funciones utilizadas.  Segundo, QMAR brinda un arsenal amplio de aproximaciones cuantitativas a los datos arqueológicos. La introducción repasa algunos de los grandes problemas y preguntas de la arqueología. En ella se describen los distintos tipos de medidas utilizadas (dicotómicas, nominales, ordinales, numéricas, etc.), se clasifican los datos cuantitativos de la arqueología en cuatro tipos -de forma, composición, edad y localización- y se reseñan cuatro grandes áreas de los métodos cuantitativos -estadísticas descriptiva, inferencial y bayesiana y aprendizaje estadístico. A partir del capítulo 3 el libro hace un recorrido progresivo que inicia con la estadística descriptiva, la generación de tablas y gráficos, siguiendo con la transformación de datos (distribución, ponderación, escalado, etc.), la contrastación de hipótesis, análisis de correlación, técnicas exploratorias multivariadas, culminando con algunos problemas y técnicas específicas de arqueología, tales como la distribución espacial de hallazgos, seriación y diversidad de conjuntos artefactuales. Al explicar un método, Carlson detalla su base teórica y metodológica, su alcance y cómo interpretar su resultados. Las demostraciones del manual se basan en datasets arqueológicos reunidos en la librería archdata de R, de manera que el lector pueda reproducirlos. Como cabe esperar, QMARno agota el extenso arsenal de métodos cuantitativos disponibles hoy (e.g. estadística bayesiana o ciencia de datos), pero da una base adecuada para abordarlos subsecuentemente.  Hay que destacar que QMARes también un recetario; el código de un ejemplo puede ser tomado como base y adaptado a nuestros propios datos y problemas. El código completo de los ejercicios está disponible para bajar desde la página web del autor (https://sites.google.com/a/tamu.edu/dlcarlson/home). Carlson pone también a disposición del público guías auxiliares de R para diversos manuales de estadística. Hay que señalar que de una versión a otra de Ro de sus librerías puede variar la sintaxis de una determinada función, por lo que a veces podemos vernos en la necesidad de modificar un comando.

Es muy probable que en los próximos años seamos testigos de un uso más extendido de R y, probablemente, Python entre los arqueólogos de América Latina. Es por ello que QMAR es un excelente punto de partida.

Carlson, D. L. (2017). Quantitative Methods in Archaeology Using R. Cambridge: Cambridge University Press Drennan, R. D. (2010). Statistics for archaeologists. Springer.

Shennan, S. (1997). Quantifying archaeology. University of Iowa Press.

Carlos Belotti López de Medina – Es doctor en arqueología por la Universidad de Buenos Aires y actualmente se desempeña como investigador en el Instituto de las Culturas (IDECU, UBA, CONICET). Su especialidad es la zooarqueología de las sociedades agroalfareras del Noroeste argentino.

Para citar este texto:


CARLSON, David L. Quantitative Methods in Archaeology Using R. Cambridge Manuals in Archaeology. Cambridge: Cambridge University Press, 2017. Resenha de: BELOTTI, Carlos. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.2, n.13, p.101-104, 2019.

Sobre campos de Batallas. Arqueología de conflictos bélicos en América Latina – LANDA; LARA (RAHAL)

LANDA, Carlos; LARA, Odlanyer Hernández de. Sobre campos de Batallas. Arqueología de conflictos bélicos en América Latina. Buenos Aires: Aspha Ediciones, 2014. Resenha de: TAPIA, Alicia Haydée. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana , Buenos Aires, v.2, n.8, p.83-90, 2015.

A partir de la edición de este libro, Carlos Landa y Odlanyer Hernández de Lara se propusieron reunir siete trabajos de investigación en arqueológica histórica en los que se analizan las expresiones materiales de los conflictos bélicos. Si bien esta orientación temática en las investigaciones arqueológicas cuenta con antecedentes previos, tales como el famoso caso del campo de batalla de Little Big Horn (1876) o de la guerra civil norteamericana (Quesada Sanz 2008; Scott 2009), este es un libro particularmente original por cuanto solo agrupa casos latinoamericanos. No obstante, destaco que no se trata del mero agrupamiento de 7 artículos, vinculados solo por una temática común o con ciertas diferencias y semejanzas arqueológicas. Por el contrario, al completar su lectura el lector podrá reconocer una estructura de sentido subyacente, que atraviesa a todos los casos de estudio y les otorga un valor especial, no solo porque permite resignificar la memoria colectiva sino también aportar nuevos referentes para construir la identidad histórica. Los diferentes tipos de conflictos bélicos han tenido consecuencias que de una u otra manera se pueden vincular en la actualidad con diversas manifestaciones sociales, políticas, económicas, e ideológicas.  En tal sentido, se considera que este tipo de publicaciones no solo contribuye a la difusión del quehacer científico de la arqueología, sino también al conocimiento del patrimonio cultural y a la resignificación de la memoria histórica de los sucesos bélicos acaecidos en algunos países de América Latina, que como Argentina, México, Cuba y Uruguay están representados en el libro. El alcance latinoamericano de la obra es en parte el resultado del estado alcanzado en las investigaciones arqueológicas de los campos de batalla de cada país, que ha permitido trascender los ámbitos locales y generar vínculos entre los diferentes investigadores. A su vez, el estudio arqueológico de estas cuestiones  * Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires y está estrechamente vinculado con tareas de transferencia directa de los conocimientos arqueológicos a las comunidades locales y a la elaboración de acciones conjuntas para el uso de los campos de batalla como espacios de memoria y de valorización del patrimonio cultural e histórico (De Cunzo y Ernstein 2006, Holtorf y Williams 2006).

Resulta de interés señalar la carga de sentido que se ha buscado connotar en el título seleccionado. No siempre resulta fácil definir el título de un libro, mucho más aún cuando al mismo tiempo que se intenta representar el pensamiento académico al que se adscribe, los autores también buscan interesar al público en general sobre las cuestiones precisas que aborda. Muchas veces la elección realizada demuestra que es el resultado de discusiones conceptuales y de investigaciones teóricas previas; tal es este caso que denota el haber optado, en segundo término, por Arqueología de conflictos bélicos y no por Arqueología de la guerra o Arqueología de la violencia (Gilchrist 2003). En la Introducción se discute el uso alternativo que algunos autores hacen de estos términos, indicando que si bien designan enfoques disciplinares relacionados de alguna u otra manera, cada terminología se aplica a casos diferentes. La inclusión de conflictos bélicos que acontecieron en América Latina, refuerza la dimensión teórica disciplinar que se intenta abarcar.  Ha sido muy acertado incluir el prólogo del arqueólogo escocés Tony Pollard y la presentación de Mariano Ramos respectivamente. Ambos son muy enriquecedores por cuanto introducen al lector en la problemática de los trabajos, sus alcances y limitaciones y detallan los objetivos más generales, especialmente teóricos y metodológicos. Seguramente sorprenderá al lector saber que Tony Pollard ha incursionado en el estudio de campos de batalla de distintos lugares del mundo, que son el resultado de diferentes situaciones conflictivas como la guerra de los zulúes con los británicos en 1879. En los últimos años intentó realizar el estudio arqueológico casi inexplorado de la Guerra de la Triple Alianza de 1864-1870 (acontecimiento histórico que aún hoy día nos conmueve y que ha sido objeto de muy escasas interpretaciones históricas revisionistas). Recientemente también ha iniciado el estudio de la Guerra de Malvinas de 1982 (de la cual podemos cuestionar algunas de sus premisas de investigación). La particularidad de los casos de estudio de Tony Pollard así como la investigación del combate de la Vuelta de Obligado que ha venido desarrollando Mariano Ramos, constituyen miradas nuevas sobre los hechos del pasado, que permiten revisar las explicaciones oficiales, descorrer el velo de los temas históricos tabúes a escala local o planetaria, como suelen ser las guerras civiles o entre diferentes países (Ramos et al. 2011).

Los casos de estudio que se presentan incluyen abordajes teóricos y procedimientos metodológicos propios de la Arqueología histórica actual. Se destaca la aplicación de las premisas de la Arqueología del paisaje, apoyadas en la utilización de técnicas y programas computacionales del Sistema de Información Geográfica, de los análisis tafonómicos y arqueométricos, así como también de estudios arqueométricos, geofísicos, con georadar y con equipos detectores de metal. Metodológicamente adquiere relevancia la constante interrelación que se realiza entre los datos arqueológicos obtenidos y los diferentes tipos de fuentes documentales, escritas y gráficas.  Al respecto, si bien se trata de una investigación que aún se encuentra en una fase inicial, resulta de interés el trabajo Campos de batalla en México, que Angélica María Medrano Enríquez desarrolla en el capítulo 1. En especial la investigadora reivindica el estudio de los espacios de conflicto bélico donde en el siglo XVI se enfrentaron los nativos mexicanos y los conquistadores españoles, este tipo de estudios puede aportar información nueva que no se menciona en las crónicas hispánicas. Tal es el caso de los hallazgos recuperados en el sitio donde habría tenido lugar la llamada Guerra del Mixtón producida entre 1541 y 1542, los cuales revelan aspectos muy poco conocidos de la intervención bélica de los grupos indígenas aliados de los españoles. En cuanto a los intereses patrimoniales ella señala que la principal inversión económica en su país se destina a preservar los sitios con arquitectura monumental maya; no obstante, por su significación reclama la necesidad de valorar y preservar los campos de batalla hispano indígena.  Casi todos los autores de los artículos que se presentan coinciden en destacar el carácter pionero que ha tenido en la Argentina la investigación que Mariano Ramos y su equipo han efectuado en Vuelta de Obligado. Si bien se han publicado trabajos anteriores sobre este sitio, en este caso en particular que se presenta en el capítulo 2, resultan de interés las reflexiones planteadas sobre el cambio de estrategias de investigación y de objetivos de estudio a lo largo del tiempo, después de 14 años de investigaciones intensivas en el lugar. Los autores expresan con claridad los fundamentos que hacen significativo el estudio arqueológico de esta batalla, no solo porque ha permitido generar la valoración del registro material y ha aportado nuevos conocimientos sino también por la resignificación histórica del espacio que se ha logrado difundir. En la actualidad en el espacio funciona un centro de interpretación donde se exhiben materiales arqueológicos de la batalla y se realizan diferentes acciones de transferencia a la comunidad. Landa 2015: 83-90(Reseña) 86  En el capítulo 3 se desarrolla el estudio de la batalla de Cepeda que ha emprendido Juan Leoni y coautores. En esta investigación -al igual que en los trabajos de Ramos, Landa y otros- resulta notable el proceso metodológico que los investigadores aplican al relacionar los restos materiales recuperados en un sector del espacio con los relatos de la batalla. Queda claro que no existe una relación estrecha entre la mayor abundancia de fuentes escritas y la mayor posibilidad de visualizar el registro arqueológico en el terreno. Dado que en esos relatos los investigadores no encuentran referencias geográficas precisas ni tampoco materiales arqueológicos que permitan identificar la posición de los combatientes, se plantean cuatro escenarios hipotéticos de la batalla de Cepeda. Si bien las argumentaciones quedan sujetas a revisión para el futuro, el lector podrá adentrase en la forma que opera la construcción del conocimiento científico en Arqueología histórica, donde la constante interrelación entre los datos materiales y la documentación escrita permite definir las diferentes posibilidades a verificar.  Landa y los restantes once coautores abordan en el capítulo 4 el estudio del campo de batalla de La Verde. Para ello combinan el estudio exhaustivo de las fuentes escritas con los presupuestos de la Arqueología del paisaje y las técnicas del Sistema de Información Geográfica, en una ida y vuelta constante durante el proceso de investigación. De esta manera logran visualizar las diferentes alternativas posibles de la ubicación que ocuparon las baterías y las tropas en el lugar de los hechos, borrados de la memoria histórica y del terreno por las acciones sucesivas del trabajo agrícola ganadero. Asimismo, el hallazgo de proyectiles y de vainas les ha permitido determinar un probable núcleo espacial donde habría transcurrido la batalla; un lugar desde donde se disparaban proyectiles y también se recibían de parte de los contrincantes. El artículo se complementa con el análisis arqueométrico de los materiales -que permiten fundamentar las inferencias realizadas- y con la intervención de una dibujante, que se propone historietizar la antigua batalla como parte de los propósitos de su difusión y puesta en valor. El estudio arqueológico de este singular conflicto bélico busca descorrer el velo de un combate poco conocido y deja abierto un debate histórico para quien quiera oír que oiga (como recuerda Mariano Ramos en la presentación, citando a la canción de Lito Nebbia), acerca de la forma en que se dirimieron las ideas mitristas y el modelo de estado-nación argentino, gestado tras la balas y la posición de las tropas antagónicas enfrentadas en La Verde.

En los capítulos 5 y 6 se desarrollan dos estudios realizados en Cuba. En el primero de ellos, Roberto Álvarez Pereira analiza el sistema defensivo que entre 1871 y 1898 se construyó desde Júcaro a Morón, con el objetivo de establecer una división fronteriza en la isla. El análisis detallado del contexto sociohistórico previo a esos años, revela los diferentes acontecimientos que intervinieron en la construcción social del paisaje, previa a la instalación del sistema defensivo. Los datos del corpus documental se integraron a la información geográfica apoyada en un relevante compendio de planos antiguos e imágenes satelitales. A partir de diferentes abordajes metodológicos se elaboró una estrategia de prospección apoyada en la fotointerpretación y también en entrevistas a pobladores locales. Los resultados obtenidos permiten considerar la importancia de avanzar con la investigación de estos espacios fronterizos internos, que fueron establecidos por los españoles y son escasamente tenidos en cuenta en la historiografía colonial cubana.  El segundo trabajo cubano realizado por Odlander Hernández de Lara y cuatro coautores, se concentra en el estudio de la batalla que tuvo lugar en la Bahía de Matanzas en 1898 entre los españoles y los norteamericanos. En este caso se cuenta con una abundante producción historiográfica del conflicto bélico, donde no solo se describen los pormenores políticos y económicos sino también las características constructivas de las baterías defensivas hispánicas y sus cambios a través del tiempo. Al respecto, los autores analizan exhaustivamente las diversas fuentes documentales, incluyendo noticias periodísticas y relatos de personas que vivenciaron el bombardeo iniciado por los estadounidenses. Un caso singular y muy emotivo es la narración que Lola María realizó en sus Memorias.  Los estudios arqueológicos previos han podido recuperar proyectiles y piezas de artillería de ambos bandos. En cuanto a las investigaciones arqueológicas de las fortificaciones ubicadas en la bahía de Matanzas, se detallan los trabajos realizados y los hallazgos materiales recuperados a lo largo del tiempo en dos baterías y en exploraciones subacuáticas. Como bien destacan los autores, el estudio arqueológico de los conflictos bélicos aún es incipiente en Cuba pero ha comenzado a demostrar sus aportes al conocimiento de la historia de la isla; no solo por la nueva información sobre las batallas sino también sobre el contexto histórico que desencadenó los conflictos y las consecuencias que trajeron a las poblaciones locales.  Finalmente en el capítulo 7, Jaime Mujica Sallés y Lúcio Menezes Ferreira, no analizan casos específicos de campos de batalla en el Uruguay sino las condiciones de preservación arqueológica que en general se deberían tener en cuenta cuando se investigan dichos casos. En primer lugar, respecto de los espacios donde se produjo el conflicto, indican la Landa 2015: 83-90(Reseña) 88  necesidad de planificar las estrategias de patrimonialización y puesta en uso social a partir del cruzamiento de diferentes variables; desde las características del suelo hasta la accesibilidad a los campos de batalla. En segundo lugar, definen las diferentes actividades y el protocolo de conservación que debe tenerse en cuenta para preservar los materiales recuperados en este tipo de sitios, tanto durante las actividades de campo como en el gabinete.  En síntesis, tanto para los especialistas como para el público en general, este libro puede resultar de particular interés no solo por la problemática de estudio original que aborda, sino también por la narración amena sobre el quehacer científico que llevan a cabo los arqueólogos latinoamericanos. A través de la forma en que se presentan las diferentes evidencias materiales de cada caso y las argumentaciones explicativas, se revela como opera el razonamiento del científico durante el proceso de investigación.

Referências

De Cunzo, L. y J. Ernstein  2006. Landscapes, ideologiey and experience in historical archaeology. En The Cambridge Companion to Historical Archaeology, D. Hicks y M. Beaudry (eds); pp. 255-270. Cambridge University Press.UK.

Gilchrist, R.  2003. Introduction: towards a social archaeology of warfare. World Archaeology 35 (1): 1-6.

Holtorf, C. y H. Williams 2006 2006. Landscapes and memories. En The Cambridge Companion to Historical Archaeology, D. Hicks y M. Beaudry (eds); pp. 235-254. Cambridge University Press.UK.

Quesada Sanz, F. 2008. La arqueología de los campos de batalla. Notas para el estado de la cuestión y una guía de investigación. Saldivie 8: 21-35.

Ramos, M., F. Bognanni, M. Lanza, V. Helfer, C. González Toralbo, R. Senesi, O.

Hernández de Lara, C. Pinochet y G. Clavijo 2011. Arqueología histórica de la Batalla de Vuelta de Obligado, Provincia de Buenos Aires, Argentina. En Arqueología histórica en América Latina. Perspectiva desde Argentina y Cuba, M. Ramos y O. Hernández de Lara (eds); pp. 13-32, PROHARHEP, Universidad Nacional de Luján. Luján.

Scott, D. 2009. Studying the Archaeology of War: a model base don the investigation of frontier military sites in the American Trans-Mississippi West, En International Handbook of Historical Archaeology, T. Majewski y D. Gaimster (eds); pp.299-317. New York.

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Biography of a Hacienda: Work and Revolution in Rural Mexico – NEWMAN (RAHAL)

NEWMAN, Elizabeth. Biography of a Hacienda: Work and Revolution in Rural Mexico. Tucson: University of Arizona Press, 2014. Resenha de: ÁLVAREZ, Hernández. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.1, n.9, p.89-94, 2015.

A pesar de su importancia histórica, el estudio arqueológico de las haciendas mexicanas de la época porfiriana (1876-1910) es aún incipiente en la arqueología, aunque ha comenzado a generar cierto interés entre algunos investigadores extranjeros y locales. Aquellos que han decidido tomar el reto se han abocado a indagar, principalmente, sobre la vida cotidiana de la clase trabajadora de las haciendas y sus familias, debido a la escasez de documentos al respecto y a los sesgos de la historia oficial con respecto a las condiciones en que vivían estos peones acasillados (Hernández 2014; Meyers 2012; Sweitz 2012). En este sentido, el libro de Elizabeth Newman constituye otro intento por comprender el impacto que tuvo la incorporación del sistema capitalista en la identidad de los individuos y la comunidad que laboró y habitó en una hacienda de producción agrícola, San Miguel Acocotla, de la región de Atlixco, Puebla, en la zona central de México.

A partir de una narrativa salpicada de anécdotas personales, pasajes íntimos, ficción realista e incluso disertaciones auto reflexivas, la autora pretende involucrarnos en las vicisitudes de su experiencia personal en el estudio arqueológico de una hacienda poblana y las motivaciones que la llevaron a emprender esta investigación histórica. Su intención en este trabajo es criticar las suposiciones tradicionales sobre las experiencias cotidianas de los trabajadores –jornaleros, peones, capataces, rancheros y sus familias– al interior de las haciendas. Sin embargo, también se ocupa de la familia de los hacendados, de sus conflictos y ansiedades sobre las consecuencias que traería la Revolución Mexicana (1910) y, por ende, la pérdida de sus privilegios de clase.  La fortaleza discursiva y la rigurosidad histórica del texto de Newman son producto del uso de variadas fuentes de información como los archivos oficiales, los mapas, la historia oral, el estudio etnoarqueológico de la comunidad descendiente y, por supuesto, la investigación arqueológica de los lugares de habitación de los trabajadores de San Miguel Acocotla. Por ejemplo, la evidencia material obtenida a partir de la excavación del conjunto habitacional de los peones le permitió conocer los patrones de consumo al interior de esta hacienda y considerar que los análisis clasistas, en este caso de los más desprovistos, son importantes para entender las dinámicas sociales de sitios multiétnicos como lo fueron las haciendas mexicanas de la época revolucionaria.

El libro se compone de ocho capítulos en donde se presenta el devenir histórico de San Miguel Acocotla desde la época colonial hasta la actualidad. En el primer capítulo se comenta sobre el contexto en el que surgieron las primeras haciendas mexicanas durante la época colonial (1519-1810) y su consolidación durante la etapa del México independiente. No obstante, la autora advierte que resulta difícil tratar de categorizar las haciendas mexicanas ya que sus características han sido muy variadas a través del tiempo y el espacio.

De acuerdo con Newman, la narrativa oficial señala que después de la Independencia (1810) las poblaciones rurales se vieron desprotegidas durante un largo período de tiempo debido a la inestabilidad política derivada de la guerra contra la dominación española. Estos procesos derivaron en conflictos sociales, económicos y políticos que se prolongaron por varias décadas y tuvieron su momento álgido durante la Revolución Mexicana de 1910. Este movimiento social armado fue una consecuencia de los constantes conflictos entre las comunidades indígenas y los terratenientes, generalmente de origen español, que buscaban mantener sus privilegios. El conflicto se agudizó debido a los problemas derivados de la enajenación de las tierras y las presiones sociales derivadas de la erosión de los modos de vida rurales y la introducción de los nuevos modos de trabajo y organización derivados del modelo capitalista industrial, como en el caso de los distintos tipos de haciendas mexicanas –ganaderas, henequeneras, mineras- del siglo XIX.

San Miguel Acocotla fue una de esas haciendas cuya historia se remonta al período colonial pero cuya época de esplendor sobrevino con la implementación de un sistema de peonaje, acasillamiento y explotación laboral de los campesinos poblanos para la producción de trigo y maíz a escala industrial. En el segundo capítulo del libro Newman presenta lo que será su estudio sobre dicha hacienda. Como ella misma manifiesta, su intención fue registrar los procesos de cambio social acaecidos en San Miguel Acocotla y llenar las lagunas de la historia escrita con datos materiales provenientes de una investigación arqueológica exhaustiva. La investigación de Newman en Acocotla busca acercarnos a la vida cotidiana de los trabajadores de la hacienda a partir de la excavación de su lugar de habitación: la calpanería. Además, entre las estrategias empleadas para cumplir con los objetivos planteados, y contrastar la evidencia material, se incluyeron otros procedimientos metodológicos como la investigación etnográfica, el trabajo etnoarqueológico y la recopilación de la historia oral entre la comunidad descendiente.

El capítulo tres aborda la historia escrita, disponible en el Archivo General de la Nación, sobre la hacienda San Miguel Acocotla. Los archivos históricos consultados contienen información sobre los distintos dueños de la hacienda, datos sobre la división de tierras, mapas, además de descripciones sobre las comunidades colindantes. Esta información abarca la historia de la propiedad entre los siglos XVIII y XIX. Para Newman, esta información histórica es importante para acercarnos al contexto en el que se desarrolló la finca, pero si queremos obtener mayor detalle sobre los pobladores resulta imprescindible ampliar las fuentes de información. Por lo tanto, al incluir las historias orales, la etnoarqueología y la investigación arqueológica, la autora busca añadir unas cuantas notas más a la melodía que trata de reconstruir.  El cuarto capítulo resulta bastante interesante ya que versa sobre la investigación etnoarqueológica y de recuperación de la historia oral de los antiguos habitantes de San Miguel Acocotla que ahora viven en la comunidad de La Soledad, Morelos. Durante esta fase de la investigación, se recolectaron historias orales, datos etnográficos y etnoarqueológicos sobre las formas de vida y los espacios domésticos de dicho poblado, con la intensión de generar información comparativa para los datos arqueológicos. Newman describe cómo se aventuró, junto con estudiantes y ayudantes de campo, a indagar sobre la arquitectura vernácula, el uso del espacio doméstico y las historias de vida de los pobladores descendientes de los trabajadores de la hacienda. Comunidades como La Soledad crecieron a raíz de la disolución de las haciendas y la repartición de tierras a los campesinos producto de la Reforma Agraria (1915).  A partir del estudio sistemático de los espacios residenciales y la arquitectura doméstica de 381 terrenos del poblado, además de entrevistas sobre las actividades domésticas y la vida cotidiana de los actuales pobladores de La Soledad, Newman encontró varias implicaciones conductuales y simbólicas producto del estudio etnoarqueológico. Por ejemplo, la autora observa que en las casas tradicionales el espacio exterior llega a ser más importante que el espacio interior, este varía de persona a persona, además, la cocina tiene una importancia vital y la función de los cuartos puede ser difícil de discernir. A partir de estas premisas, la autora espera llegar a entender los vestigios espaciales, arquitectónicos y materiales que serán investigados arqueológicamente en la hacienda.Landa 2015: 89-94(Reseña) 92  En el quinto capítulo se reconstruye el proceso de intervención arqueológica en la Hacienda San Miguel Acocotla. Las actividades se centraron en el estudio y excavación de la calpanería, el espacio doméstico de los peones de la hacienda. Se trata de un edificio, hecho de bloques de adobe y tejas, que tenía 37 cuartos de 3.5 m² a manera de celdas. Se supone que cada uno de estos cuartos pudo albergar a una familia nuclear. A partir de las actividades de prospección, muestreo y excavación de espacios exteriores e interiores se pudo conocer la historia constructiva del edifico y recuperar diversos objetos que, aunque insignificantes, muestran aspectos de la vida cotidiana de los trabajadores y sus familias. Además, a partir de esta intervención arqueológica fue posible contrastar los patrones observados en los espacios domésticos habitados por la comunidad descendiente.  El capítulo seis versa sobre la arquitectura, la vida doméstica, el poder y el control social al interior de la hacienda de Acocotla. Newman menciona que la arquitectura es uno de los medios confiables para analizar las dinámicas sociales del pasado y las constantes negociaciones entre las necesidades del hacendado y los trabajadores agrícolas. Por ejemplo, en las haciendas, los dueños construyeron casas para sus trabajadores, esto les permitió controlar la mayoría de los aspectos de su vida cotidiana y les sirvió para crear un medioambiente que promovió una jerarquía social estratificada. A través de la arqueología histórica es posible acercarnos a estudiar estas tensiones y negociaciones que generalmente no aparecen manifiestas en la historia oficial.  Los modos de alimentación y la evidencia cerámica son tema del séptimo capítulo. Este apartado se basa en el hallazgo de diversos artefactos domésticos, principalmente restos de vasijas cerámicas, y los huesos de animales que se encontraron en un basurero dispuesto al exterior de la calpanería. Se recuperaron diversos tiestos cerámicos de barro vidriado, loza fina y porcelana que nos hablan del comercio de cerámica suntuaria y utilitaria en la región central mexicana hacia finales del siglo XIX, siendo Puebla una de las regiones productoras por excelencia del país. Además, las distintas formas de los cacharros indican el uso de estas vasijas para preparar tortillas, caldos o salsas. Aunque también hubo candelabros y braceros que se usaron en diversas prácticas rituales.

Por otra parte, se recuperaron poco más de 3000 huesos de animales, de los cuales cerca del 90% fueron mamíferos domésticos como vacas, cerdos, cabras, ovejas y conejos. Igualmente hubo restos de aves como pollos, patos y pavos que son una muestra de los patrones de alimentación que, al parecer, se han mantenido constantes a través del tiempo en las zonas rurales de México.

Finalmente, en el último capítulo Newman hace un recuento de los pequeños hallazgos producto de las intervenciones arqueológicas en los cuartos de la calpanería. Estos objetos, al parecer poco significativos, son una muestra de la presencia de ciertos agentes que generalmente has sido olvidados en la narrativa oficial como son las mujeres, los niños y los ancianos. Entre los artefactos femeninos se hallaron candeleros y otros objetos rituales como cruces, rosarios y pendientes. También hubo algunas cuentas de joyería, aretes, decoración para ropa y ciertos amuletos. Destaca la presencia de tres malacates y un dedal que sirvieron para el hilado y el tejido. Entre la cultura material vinculada a los infantes se encontraron fragmentos de botellas de medicina, una figa que servía como amuleto para proteger a los niños del mal de ojo, cinco canicas, 41 figurillas que sirvieron como juguetes y varios objetos de origen prehispánico a manera de reliquias.  En conclusión, el estudio transdiciplinario emprendido por Newman en una hacienda porfiriana de la región poblana es un excelente ejemplo de las nuevas tendencia en la investigación en arqueología histórica. Su preocupación por generar una narración alternativa que incluya a los actores frecuentemente olvidados es fundamental para acercarnos de una manera diferente al pasado reciente. Además, su constante preocupación por entender las dinámicas sociales y la negociación de los distintos estratos sociales, tanto históricos como actuales, es una enseñanza que debemos valorar y un ejemplo a seguir en nuestras propias investigaciones.

Referências

Hernández Álvarez, Héctor 2014. Corrales, chozas y solares: estructura de sitio residencial de la Hacienda San Pedro Cholul, Yucatán. Temas Antropológicos. Vol. 36 N° 2: 129-152.

Meyers, Allan 2012. Outside the Hacienda Walls: The Archaeology of Plantation Peonage in Nineteenth-Century Yucatán. University of Arizona Press. Tucson.

Sweitz, Sam, R. 2012. On the Periphery of the Periphery: Household Archaeology at Hacienda San Juan Bautista Tabi, Yucatán, Mexico. Springer. New York.

Héctor Hernández Álvarez – Es Licenciado y Maestro en Ciencias Antropológicas con especialidad en Arqueología por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Doctor en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Trabaja como Profesor-Investigador en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Director del Proyecto Arqueología Histórica en la Hacienda San Pedro Cholul. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autor del libro Etnoarqueología de grupos domésticos mayas: identidad y espacio residencial de Yaxunah, Yucatán (2014) publicado por la UNAM y editor del libro Identidades y cultura material en la región maya (2010), publicado por la UADY.

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El rio Mapocho y sus riberas. Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile (1885-1918) – FERNÁNDEZ (RAHAL)

FERNÁNDEZ, Simón Castillo. El rio Mapocho y sus riberas. Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile (1885-1918). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2014. Resenha de: RIVERA, Francisco. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.2, n.9, 63-68, 2015.

Hace algunos años, un grupo de jóvenes arqueólogos chilenos fueron llamados a excavar y evaluar los componentes materiales de los antiguos tajamares del río Mapocho en Santiago de Chile, descubiertos durante las obras de construcción de la nueva línea del tren subterráneo (Metro). Ese acontecimiento significó un punto de inflexión en la arqueología chilena, ya que en gran medida abrió y permitió consolidar el campo de la arqueología histórica urbana en nuestro país. Estimuló, entre otras cosas, el desarrollo de nuevas metodologías y técnicas, hasta ese entonces novedosas para los profesionales interesados por la materialidad del pasado histórico. Junto con ello, obligó también a estos jóvenes arqueólogos a profundizar su mirada sobre los restos materiales de los complejos procesos de intervención del río Mapocho en particular, y de planificación urbana en general, durante los siglos XIX y XX en la ciudad de Santiago. Dichas intervenciones urbanas arrojaron importantes evidencias que han permitido desde entonces conocer más sobre la relación de la ciudad con el río, y sus distintos procesos constructivos a través del tiempo.

Al igual que en otros países latinoamericanos como Brasil o Argentina, en Chile el estudio de la cultura material de los períodos históricos fue desarrollado tradicionalmente por profesionales venidos de disciplinas ajenas a la arqueología, como arquitectos o historiadores del arte (Funari 1997). Si bien desde la arqueología reconocemos que no podemos competir con la fuerza del registro escrito y oral que predomina en la interpretación histórica, desde aquellos años se ha buscado un mayor acercamiento entre ambas disciplinas, lo que ha llevado a los arqueólogos chilenos a buscar soluciones metodológicas en los planteamientos de aquellas disciplinas afines, de la mano además con la tendencia teórica en boga del post-procesualismo y sus flirteos con la hermenéutica y del post-estructuralismo como modelos de explicación del registro material. En ese escenario, surgieron también en la arqueología histórica chilena diversos compromisos teóricos; la historia como eje de investigación a la cual la arqueología aportaría con datos materiales o ésta última como laboratorio en el cual se podrían probar modelos que luego serían útiles a la prehistoria (Gómez Romero y Pedrotta 1998). Sin embargo, en los últimos años se ha acordado una perspectiva global que busca una agenda de investigación arqueológica propia con elementos en común con la historia y la antropología. En mi opinión, el trabajo de Castillo “El río Mapocho y sus riberas” debe insertarse en el desarrollo de esta última perspectiva, si bien éste nace y se focaliza principalmente en la historiografía pura.

El libro es el resultado de la tesis doctoral del historiador chileno Simón Castillo Fernández, el cual trata sobre la transformación urbana y su relación con el río Mapocho entre 1885 y 1918. A pesar de que en algunos pasajes la voz del autor se pierde entre el “ruido” de las abundantes referencias bibliográficas, lo que podría quizás hacer perder a algún lector, el texto mantiene sin embargo una coherencia interna amena y estimulante, y se lee como un conjunto fluido de capítulos y no como un árido documento académico. El elemento central de la tesis de Castillo es el espacio público en la ciudad de Santiago de Chile, entendiéndolo “en doble sentido de esfera pública y lugar construido y practicado” (p. 39). El autor así entonces decortica y explica las transformaciones socio-culturales producidas por las intervenciones técnicas y urbanísticas llevadas a cabo en las riberas del río Mapocho. La hipótesis del autor señala que “la transformación de los bordes del Mapocho urbano desarrollada el menos entre 1885 y 1918 fue una intervención inédita debido a un proceso de modernización urbana de nuevas dimensiones” (p. 50). En ese cuadro de análisis, el autor se centra en las dimensiones sociales inherentes a los procesos de transformación urbana desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX, centrándose en tres elementos propios de la modernización urbana y de conformación del espacio público: la higiene, la estética y el tránsito, los cuales surgieron como ejes centrales a partir de la gran obra de intervención que constituyó la canalización del Mapocho a fines del siglo XIX.

En la introducción el autor señala sus objetivos de investigación, el cual es entregar una historia sociocultural de aquellas transformaciones urbanas “que coadyuve a una discusión más densa sobre el espacio público en Santiago de Chile” (p. 25), comprendiendo con ello también la relación establecida en la ciudad entre el Estado y la sociedad civil (p. 30). El texto comprende cinco capítulos, iniciándose con un vuelo histórico por las percepciones construidas alrededor del río. El segundo y tercer capítulo se centran en las primeras grandes obras públicas de intervención del río a fines del siglo XIX y primero años del siglo XX, para luego abordar los problemas y políticas públicas con respecto a la ribera norte, de un marcado carácter popular. El autor se centra en los problemas ligados a las primeras grandes expansiones urbanas hacia estas zonas de la ciudad y el interés de las élites por controlarlo, a través de instituciones sanitarias y mercados. El capítulo cuarto se extiende sobre la realización de espacios públicos como los parques construidos en la ribera sur (Parque Centenario, Cerro Santa Lucía, Estación Mapocho), demostrando un claro contraste con las intervenciones llevadas a cabo los años anteriores en su ribera opuesta. Por último, el capítulo quinto y final trata sobre la ocupación de la ribera norte durante los primeros decenios del siglo XX, tomando como eje las nuevas expansiones urbanas hacia aquella zona y la habilitación como espacio público del Cerro San Cristóbal.

Es interesante resaltar del libro de Castillo, que las políticas de intervención urbana en Santiago aparecieron condicionadas, como era de esperarse en una sociedad sumamente segmentada socialmente, por enfoques muy distintos pero coexistentes dentro del espacio social urbano. Como bien lo sabemos a partir de los trabajos de Bourdieu, en el espacio moderno, y la ciudad de Santiago no fue ninguna excepción, los grupos se distinguieron bajo la diferenciación de capital económico y cultural, y que Castillo identifica y ve reflejadas en las políticas de intervención del espacio público. En este trabajo, Castillo considera relevantes aquellos aspectos del espacio urbano que dicen relación por un lado con el contexto social en el cual se inserta (el pensamiento moderno, burgués y urbano), pero –lo más importante en mi opinión– como dispositivo constituyente de aquellas prácticas diferenciadas del espacio social. En palabras del autor, “las relaciones entre naturaleza y sociedad urbana como horizonte proyectual-disciplinario donde intervienen elementos de la urbanística moderna y del control social, ligados a procesos de modernización” (p. 38).

El autor examina entonces ciertas variables significativas en la elaboración de las políticas espaciales, intentando determinar su relación con la ciudad en su conjunto, como por ejemplo en los capítulos tercero y cuarto, en los cuales discute las diferencias entre sectores socialmente distintos y por lo tanto como constitutivas de las prácticas diferenciadas, así como expresión material de las desigualdades sociales presentes en la ciudad a fines del siglo XIX y principios del XX. Quien camina hoy por las calles de Santiago sabe que el río Mapocho no sólo ha sido el emblema de la ciudad, sino que éste es el reflejo de las contradicciones Rivera 2015: 63-68(Reseña) 66  sociales al interior de ella. Siguiendo al autor, el río ha representado una frontera que corta la ciudad en dos, con una mitad norte de carácter campesino, marginal, y asociado a las clases populares (el famoso barrio de la Chimba es el ejemplo más elocuente de dicho imaginario), y una mitad sur urbana, burguesa, y asociado a las clases más acomodadas. Desde esta representación, el autor nos recuerda que las estructuras derivadas de las políticas urbanísticas funcionan como elementos activos del espacio, materializadas luego por pautas de conductas específicas de los individuos, tal como queda demostrado a partir de la transformación de espacios naturales en espacios públicos, como fueron los casos de los parques Centenario y Forestal.

El autor nos muestra entonces que el espacio es también una construcción socio-cultural, históricamente condicionada y que responde a una lógica particular de los sistemas políticos de la época: “los artefactos urbanos como productores de sentido y construcción de la realidad” (p. 46). El libro nos permite entender entonces la planificación urbana y la espacialidad como campos de discurso, en el cual se configuran las contradicciones sociales evidenciadas en la documentación escrita. Bajo estos parámetros, Castillo plantea que es posible identificar aquellos rasgos espaciales que son socialmente representativos de las políticas de ordenamiento urbano a través del tiempo, desde las primeras ideas de Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo XIX, y que fueron comandadas a numerosos arquitectos e ingenieros como Joaquín Toesca y Alejandro Bertrand. Es decir, la organización espacial y los elementos estructurales que componen el espacio urbano como los parques, mercado y edificios públicos (tales como el Desinfectorio Público y la Protectora Nacional de la Infancia, por ejemplo), se perciben –incluso hasta el día de hoy– como algo “natural” y no como dispositivos de orden social. En otras palabras las formas que estas construcciones adquieren en relación a la liminalidad simbólica del río.

Para el autor, la identificación de las diferencias sociales que se generan en una determinada espacialidad y a ésta como una dimensión socialmente producida, permiten finalmente entender la relación entre las respuestas que la sociedad civil tuvo sobre este orden y sus características reales; el espacio social urbano produce y reproduce desigualdades sociales al marcar la pertenencia o la exclusión a ciertos barrios, zonas, ámbitos o grupos (clases sociales, género, facciones, etc.). En síntesis, me parece que desde una mirada arqueológica, el aspecto más interesante de este trabajo es el esfuerzo por identificar las relaciones sociales que se generan dentro un sistema o espacio social, y la forma en la cual se expresan materialmente en términos de su ordenamiento espacial y sus componentes artefactuales. En ese sentido, el mejor ejemplo es el sistema hidráulico y de alcantarillado. Desde el punto de vista de los análisis morfo-funcionales y cronológicos de esta materialidad recuperada de las excavaciones arqueológicas, se ha intentado indagar en aspectos relativos a la higiene y salud pública, así como al desarrollo urbano sostenido por Santiago desde su fundación hasta los inicios del siglo XX, cuando se moderniza el sistema de agua potable y alcantarillado, que se encuentra en uso hasta hoy. Los restos que se encuentran bajo la ciudad revelan que es sólo con la efectiva modernización del sistema de agua potable implementado hacia 1920 cuando las condiciones de salubridad mejorarán para sus habitantes. Si bien las nuevas infraestructuras comienzan a instalarse desde mediados del siglo XIX, éstas se restringieron sobre todo al centro histórico, permaneciendo los antiguos sistemas coloniales en los sectores suburbanos de Santiago.

Si bien el trabajo de Castillo nos obliga como arqueólogos a reconsiderar el enorme cuerpo documental como base insoslayable de datos, creo que no debemos por ese motivo considerarlos como núcleo de las interpretaciones al cual los datos materiales aportarían información sobre aspectos invisibles del registro escrito. Si se me permite una defensa de una posición arqueológica, me parece insuficiente considerar las fuentes escritas solamente como una voz única, sino que nos deben servir como base para postular modelos propios en problemáticas específicas de estudio, como en este caso, el de las intervenciones urbanas en el Santiago de los siglos XIX y XX. En ese sentido, en mi opinión creo que necesitamos un mayor compromiso de la arqueología en los procesos de documentación del pasado, con una mirada puesta sobre el rol protagónico de la materialidad. Si hay algo que podríamos reprochar del trabajo de Castillo es la ausencia de referencias a los trabajos arqueológicos realizados en los numerosos estudios de impacto ambiental en el casco histórico de Santiago desde la década de 1990 en adelante. Sin embargo, creo que esta ausencia acusa una falencia de la propia arqueología, y es la de nuestro encierro disciplinario y falta de diálogo con sus ciencias hermanas. Si es ya difícil construir un marco bibliográfico sobre los resultados de las excavaciones arqueológicas en Santiago, es porque estas no son accesibles al gran público. Tenemos ahí una gran responsabilidad, en cuanto a la falta de difusión de nuestros resultados, los cuales enriquecerían sin lugar a dudas las investigaciones históricas. El libro de Castillo nos recuerda una vez más que confinar los objetos de estudio en campos aislados, terminará inevitablemente silenciando aquellos eventos y grupos subordinados que no fuesen registrados por la pluma histórica. Rivera 2015: 63-68(Reseña) 68  Para cerrar, si la ya clásica obra de Armando de Ramón, “Santiago de Chile: historia de una sociedad urbana” (2000) es una obra imprescindible para conocer el proceso de urbanización capitalino, el trabajo de Castillo es un trabajo igualmente invaluable de documentación para la evaluación de nuestros futuros proyectos arqueológicos; un ladrillo fundamental a los mismos cimientos que sustentan nuestras disciplinas, al menos en Chile incomprensiblemente tan alejadas entre sí.

Referências

Funari, P. P. 1997. Archaeology, history, and historical archaeology in South America. International Journal of Historical Archaeology 1 (3):189-206.

Gómez Romero, F. y V. Pedrotta 1998. Consideraciones teórico metodológicas acerca de una disciplina emergente en la Argentina: la Arqueología Histórica. Arqueología 8:29-56.

Francisco Rivera Amaro – Arqueólogo (Universidad de Chile), Magíster en Ciencias Históricas con mención en Arqueología (Universidad de Friburgo, Suiza), actualmente cursa el programa de Doctorado en Antropología en la Universidad de Montreal, Canadá. Es socio y representante legal de la consultora SurAndino Estudios Arqueológicos y Patrimoniales Ltda. Ha trabajado en distintos proyectos de investigación Fondart y Fondecyt en el Norte Grande de Chile, especialmente en el área de la arqueología histórica de la minería. Es autor y coautor de artículos y libros, entre ellos El Mineral de Caracoles. Arqueología e historia de un distrito minero de la Región de Antofagasta (1870-1989) (2008) y Arqueología Histórica en el Mineral de Capote, Chile: organización espacial y diferenciación social en una mina de oro (siglo XX) (2012).

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Arqueología marítima en México. Estudios interdisciplinarios en torno al patrimonio cultural sumergido – VERA (RAHAL)

VERA, Moya Sordo (Coord.). Arqueología marítima en México. Estudios interdisciplinarios en torno al patrimonio cultural sumergido. México: Instituto Nacional de Antropología e His­toria, 2012. Resenha de: LODOÑO, Borrero. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.1, n.8, p.89-95, 2014.

El libro que atañe a la presente reseña comprende las contribuciones de ocho investigadores mexicanos al estudio de la arqueología marítima y el Patrimonio Cultural Sumergido (PCS). Cada capítulo ejemplifica un eje temático desde el cual pueden abordarse los naufragios. Contempla reflexiones teórico – metodológicas, legislación nacional e internacional, gestión y aportes de la historia, la geofísica y la biología al estudio de la arqueología subacuática.  A lo largo del primer capítulo: “Pensar la arqueología marítima: reflexiones teórico-metodológicas en el estudio de accidentes navales en México”, la coordinadora del libro somete el aparato epistemológico de la disciplina a un análisis crítico. En primera instancia, introduce los principales planteamientos de la filosofía y la sociología de la ciencia, cuyas exhortaciones a revisar el propio quehacer orientan las páginas siguientes. Aborda los modelos de procesos de formación de sitios arqueológicos sumergidos y la clasificación de pecios según su estado de conservación, con énfasis en las propuestas de Muckelroy y Gibbs; en el tránsito de embarcación a yacimiento arqueológico, los pecios están expuestos a la interacción con múltiples variables naturales y culturales que los transforman. Con posterioridad, efectúa el análisis de algunos pecios que reposan en aguas mexicanas a la luz de las propuestas de los investigadores citados. Este ejercicio es de gran interés y convendría desarrollarlo con mayor profundidad. En compensación, tomando en consideración el propósito del artículo, el apartado sobre filosofía y sociología de la ciencia podría haber sido más breve. Es de anotarse que los ejemplos foráneos empleados para ofrecer explicaciones, podrían enriquecerse añadiendo casos mexicanos. A saber, al referirse a poblados sumergidos, Tequesquitengo podría acompañar a Port Royal. En consonancia, al hablar de vestigios náuticos en tierra, los casos suecos, noruegos y egipcios podrían complementarse con los restos de la canoa y el Galeón de Manila hallados en las costas de Baja California o con los vestigios hallados en Chachalacas.  Como en el capítulo anterior, en “El Horizonte del Investigador: reflexiones metodológicas para la comprensión de accidentes marítimos”, Flor Trejo expresa que el objeto de estudio de la arqueología subacuática es el hombre y su relación con los cuerpos de agua. Al unísono con Moya, Trejo anota que los procesos de formación de sitios de naufragio deben rastrearse desde momentos previos al hundimiento, pues éste deriva de “…una ecuación compleja de factores naturales y sociales (…) que sentenciaron al buque aun antes de zarpar” (Trejo 2012: 62). Enfatiza que los naufragios son el resultado de la suma de contingencias tales como: condiciones meteorológicas adversas, errores humanos, factores sociales, políticos y económicos. En las elocuentes palabras de Moya, un “… complejo universo de (…) causalidades, azares y probabilidades” (Moya 2012: 53).  Trejo expone los criterios hermenéuticos empleados por la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) en el análisis de fuentes documentales concernientes a naufragios. El texto es muy ilustrativo, pues además de los tipos de documento disponibles, pone en evidencia sus lugares de producción, sus estructuras o metatextos y sus motivaciones. Con ello, se sientan las bases para que los investigadores comprendan los contextos en que se produjeron las fuentes y puedan establecer, a través de éstos, un diálogo “horizontal” con los sobrevivientes de accidentes navales, a pesar de la brecha temporal y cultural que les separa. En consonancia, expone la forma en que testimonios complementarios o situaciones parangonables pueden servir para colmar vacíos en el resultado de la indagación. Incluso, muestra cómo el tipo de datos a que dan lugar los naufragios, varía con el paso del tiempo. Así, la calidad y cantidad de información disponible a partir del siglo XVIII, contrasta con la escasez de los siglos precedentes. Es, en últimas, la respuesta a las preguntas sobre quién, cómo, cuándo, dónde y por qué se escribieron las fuentes que atañen a los historiadores navales y arqueólogos subacuáticos.

Tras los capítulos teórico-metodológicos introductorios, Roberto Junco se ocupa de reconstruir “La ruta de Veracruz a La Habana en la época colonial” a la luz de la información que proporcionan los relatos geográficos y de viajeros, los derroteros e itinerarios. En primera instancia, recorre las expediciones que llevaron a conocer la forma y las dimensiones del Golfo de México durante las dos primeras décadas del siglo XVI. Destaca las empresas de Ponce y Hernández, así como las de Grijalva, Garay y Cortés, y reconstruye las tres etapas que componían la ruta habitual. Resalta el hecho de que los vientos predominantes en el Golfo de México soplan del este y, como en las embarcaciones de propulsión a vela es imposible navegar en contra del viento, viajar de Veracruz a La Habana implicaba navegar al norte hasta alcanzar cierta altura; luego, se viraba al este hasta alcanzar la sonda de la Florida, para finalmente poner proa al sur hasta llegar a las costas de Cuba, en donde la corriente del Golfo contribuía al arribo a La Habana. Se remarcan el tipo de fondo y la profundidad como criterios que, ante la imposibilidad de medir la longitud, permitían a los navegantes de la época determinar su posición con relación a eventuales obstáculos como los cayos y bajos de arrecife. En contra de lo que el común de los investigadores percibe, Junco atribuye a los nortes un papel favorable que, si bien forzaba a alterar la ruta arriba señalada y en ocasiones encausaba accidentes, en otros casos permitió sobreponerse a las calmas chicas e, incluso, transitar a Cuba mucho más rápida y directamente, resguardándose en los cayos de Campeche, sin necesidad de arribar a la sonda de la Florida. Entre otros aportes, pone de manifiesto que los tiempos de zarpe y las ordenanzas concernientes a la Flota de Nueva España, no son extensibles a la totalidad de la navegación en el Golfo durante la colonia. El texto se acompaña de dos tablas y de un mapa, en donde el autor sintetiza los asuntos que le conciernen. No obstante, las virtudes del artículo y su innovadora perspectiva, se extraña un análisis más profundo de la cartografía, también propuesta como fuente.

A lo largo del cuarto capítulo, Roberto Galindo se ocupa de la “Prospección geofísica en la arqueología subacuática. Una herramienta para la localización de restos culturales sumergidos”. Alude específicamente a los Equipos y Sistemas de la Plataforma para la Adquisición de Datos Arqueológicos Sumergidos (ESPADAS), implementados por la SAS, inicialmente para la búsqueda de los restos del Nuestra Señora del Juncal y posteriormente integrados a otros proyectos. El sistema se compone de un sonar de barrido lateral, un magnetómetro, una ecosonda, un GPS, un hardware y un software, cuyas funciones se detallan en el artículo. Galindo anota que un plan de prospección geofísica se divide en tres etapas y describe en detalle cada una de ellas. Tales son: el diseño de bloques de rastreo, el barrido o prospección, y el procesamiento de la información. Alude también a las modificaciones que se han operado en el ESPADAS, para poder prospectar en áreas con profundidades superiores a los 50 metros, y trae a colación el ejemplo del Sitio Pesquero localizado en las Costas de Champotón. Remarca el hecho de que aunque el trabajo se planifique con antelación, una vez en el sitio suelen operarse modificaciones para adecuar lo concebido en gabinete a las condiciones Borrero 2014: 89-95 (Reseña) 92  reales de un lugar y tiempo determinados. Al respecto, anota que los transectos o líneas que conforman los bloques de rastreo, deben navegarse en paralelo a la dirección predominante de la corriente y el oleaje para facilitar la maniobra de la nave y garantizar la estabilidad de los equipos arrastrados. Estos factores determinan la calidad de los datos que se obtienen. Acierta al advertir que antes de emprender una operación con los aparatos de arrastre, conviene hacer un recorrido previo con la ecosonda, con el propósito de detectar amenazas potenciales para la navegación y los torpedos.  Galindo ofrece explicaciones que, pensando en el público no especializado al cual está dirigido el libro, podrían omitirse y, en cambio, obvia otras que quizás resultaría conveniente ofrecer. A manera de ejemplo, el común de los arqueólogos conoce qué es un GPS, pero no necesariamente sabe de qué se habla cuando se hace referencia al “sensoramiento remoto”. Cabría objetar también, la afirmación de que la totalidad de las embarcaciones contienen materiales ferrosos. Aunque es cierto que en aguas americanas suele darse prelación a la búsqueda de naves que arribaron o fueron construidas allí, a partir de 1492, eventuales vestigios de empresas navales prehispánicas como las canoas monóxilas, balsas conformadas por troncos atados con fibras vegetales, entre otras, carecen de componentes metálicos.

En capítulo siguiente, Pedro López se ocupa de los “Procesos de Transformación Natural de Contextos Arqueológicos Sumergidos en la costa de Campeche, Golfo de México”. Tras exponer los parámetros ambientales del área, enfatiza que la cantidad de oxígeno disuelto en el agua y la salinidad son dos de los factores con mayor incidencia en las tazas de corrosión de los vestigios metálicos. En adelante, describe la forma en que ciertas esponjas, anélidos, moluscos, crustáceos, equinodermos y peces horadadores propios de la región, afectan directa o indirectamente los materiales arqueológicos sometidos al medio marino. Sus explicaciones parten de la observación de 18 contextos, en que empleando metodologías que describe en detalle, se inventariaron 155 especies. Entre éstas se cuentan varias que por medios mecánicos o secreciones químicas que les permiten fijarse a —o alimentarse de— un sustrato, se erigen en amenazas potenciales para los vestigios culturales. En un apartado posterior, López se refiere a la colonización y a la sucesión biológica a que están sujetos los sustratos artificiales. Finalmente, introduce un experimento que se está desarrollando con el propósito de conocer la sucesión de la colonización biológica del hierro, el bronce y el cobre y la relación de aquel proceso con la taza de corrosión de estos metales. Además del loable rigor científico con que fue escrito, el artículo ensancha enormemente la lista de especies, cuyos hábitos se reconocen como bioturbantes para los contextos arqueológicos sumergidos. En esa medida, constituye un enorme aporte para la interpretación y gestión de los yacimientos arqueológicos sumergidos y, entre otros aciertos, destaca su señalamiento de que el modelo de Muckelroy no puede aplicarse en latitudes bajas y tropicales, sin tomar en consideración que éstas presentan unas condiciones muy diferentes de aquellas con que cuentan las aguas británicas en que fue concebido. La información concerniente al experimento, debe hacerse objeto de una publicación posterior en que se desarrolle en extenso junto con sus resultados.  A lo largo del sexto capítulo Laura Carrillo y Nahum Noguera explican que el Manejo de Recursos Culturales (MRC) consiste en la planeación integral y a largo plazo de la totalidad de los aspectos que ejercen una influencia sobre la investigación, conservación, protección, difusión y gestión de los bienes patrimoniales. Señalan, asimismo, que ello exige la identificación y cooperación de diversos sectores de la sociedad, entre los cuales deben distribuirse las responsabilidades para ayudar a garantizar la conservación y el uso sostenible del patrimonio. Con base estas premisas y tomando como modelo los lineamientos de las instituciones responsables del MRC en Canadá y Estados Unidos, se evalúa la posibilidad de un sistema aplicable a un grupo de naufragios localizados en la Sonda de Campeche, Golfo de México. Tras la mención y desglose de los modelos foráneos, el capítulo plantea la necesidad de un proceso de planeación particular que, pese a las dificultades existentes, se ajuste a las condiciones socioeconómicas, al vació legislativo y a la realidad institucional mexicana.  Resulta llamativo que el artículo no plantee la necesidad de incluir los recursos culturales costeros y ribereños dentro del plan de manejo. Éstos, por su relación con los que reposan en el agua y en respuesta a la necesidad de lineamientos integrales, deberían contemplarse como parte del conjunto. En consonancia, al pensar en un plan para el manejo de recursos culturales que reposen en contextos acuáticos y atendiendo no solamente a los faros, puertos y demás inmuebles costeros y ribereños, sino también a los restos de embarcaciones que descansan fuera del agua, podría ser conveniente adoptar la definición de naufragio del Consejo de Monumentos y Sitios Históricos de Canadá en lugar de la de pecio ofrecida por la RAE (Ver notas al pie 1 y 29).

En “Patrimonio Cultural Subacuático. Legislación Nacional e Internacional. Proyección del México ante el Mundo”, Pilar Luna enuncia los antecedentes de la recuperación ilegal de piezas y las acciones jurídicas emprendidas para evitarla y castigarla. Luego aborda escuetamente la Borrero 2014: 89-95 (Reseña) 94  historia de la arqueología subacuática mexicana que, en alguna medida, adeuda su surgimiento al hallazgo fortuito y denuncia de piezas de artillería muy tempranas en Cayo Nuevo. Con posterioridad señala que en México el PCS está amparado principalmente por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y por la Convención de 2001 de la UNESCO, a la cual destina un apartado completo del capítulo. Muestra también que existen otras leyes que cobijan y reglamentan la investigación del PCS y hace mención del Consejo de Arqueología del INAH como responsable de evaluar los proyectos que al respecto se plantean. Más adelante aborda los esfuerzos realizados para la salvaguarda del PCS en las áreas protegidas del Sistema Arrecifal Veracruzano y la Reserva de la Biósfera de Banco Chinchorro. Finalmente, menciona las instancias internacionales (ACUA, ICUCH-ICOMOS, UNESCO) que se ocupan de la protección del PCS; la forma en que surgieron y su manera de operar. El capítulo concluye con una exhortación a seguir avanzando en la senda de la protección de este patrimonio. En consonancia, el libro concluye con una invitación en esta misma dirección, sumada a una reflexión sobre la importancia del trabajo interdisciplinar en arqueología subacuática y sobre las dificultades y limitaciones impuestas por el medio en que se lleva a cabo.  Arqueología Marítima en México reivindica valiosos aportes a la disciplina, al poner a disposición de un público amplio un corpus documental que de otra manera tendría una circulación restringida y poca resonancia.

En síntesis, este volumen es el reflejo del éxito del Proyecto de la Flota de la Nueva España adelantado por la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, pues aunque su objetivo de localizar la almiranta y la capitana de la flota de 1631 aún no se ha cumplido, su desarrollo ha llevado a la localización e investigación interdisciplinar de los restos de otras varias embarcaciones que poseen un incontrovertible valor histórico. Asimismo, ha dado lugar a la consolidación del área y a la capacitación de un considerable número de profesionales.

Ricardo Borrero Londoño – Es Historiador de la Pontificia Universidad Javeriana y magíster en Antropología de la Universidad de los Andes (Colombia). Sus temas de interés se enmarcan en la arqueología marítima, el patrimonio cultural sumergido y la historia naval. Participó en el Curso Internacional de Arqueología Subacuática organizado por la UNESCO y el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA) de España en el año 2011. Ha sido becario del área de Historia Colonial del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias), del mismo país. En la actualidad trabaja para la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en México y es investigador asociado de la Fundación Terra Firme en Colombia.

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Arqueología de la frontera. Los vestigios de una sociedad de las pampas argentinas – ROCHIETTI et al (RAHAL)

ROCHIETTI, Ana María; OLMEDO, Ernesto; RIVERO, Flavio. Arqueología de la frontera. Los vestigios de una sociedad de las pampas argentinas. Buenos Aires: Editorial Aspha, 2013. Resenha de: LANDA, Carlos. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.1, n.8, p.85-88, 2014.

Este libro, cuya autoría corresponde a Ana María Rochietti, Ernesto Olmedo y Flavio Ribero, tiene como finalidad el abordaje de la “Frontera del Sur” desde una perspectiva que integra las miradas de la Arqueología histórica y la Etnohistoria. Los autores poseen una amplia trayectoria en esta temática, siendo miembros de un equipo de investigación afín inscripto en la Universidad Nacional de Rio Cuarto. La obra se encuentra conformada por una introducción, cuatro capítulos y un final o epílogo. Si bien sus autores no lo explicitan directamente en el libro, puede deducirse de algunos breves comentarios intercalados, que el mismo posee carácter de síntesis en torno a la vasta producción por ellos desarrollada. También evidencia esta condición el glosario ubicado al final del libro en donde se definen -por capítulos- diversos términos esgrimidos. Su lectura apunta a un público variado, su lenguaje es accesible y evita abundar en la jerga específica de las disciplinas implicadas, tornándolo ameno tanto para especialistas como para legos.

Ya desde su introducción se destacan el rol del conflicto y la guerra fronteriza -escenario de confrontación entre indígenas e hispano-criollos- como configurativa de la formación social colonial y republicana. Se resalta el rol de las investigaciones arqueológicas dado que el estudio de la cultura material permite entender al espacio fronterizo del sur como producto de procesos colonialistas específicos, por ende los autores refieren a una Arqueología de Frontera como significante a la hora de estudiar su materialidad y entenderla como expresión de su propia vida social.  El primer capítulo denominado “Arqueología del país fronterizo” se erige, a modo de ejemplo, sobre el relato manifestado en Viaje a caballo por las Provincias Argentinas [1853] del comerciante inglés William Mac Cann. Los autores consideran la descripción hecha por el viajero británico como “(…) un testigo narrativo entretenido y objetivo que nos muestra como era aquel país” (2013:17) y la utilizan para dar cuenta no solo del contexto histórico político sino de la cotidianidad de los diversos grupos sociales -estancieros, gauchos, parcialidades indígenas- que la habitaron sino también las múltiples prácticas en las que se vio inmersa su materialidad (vivienda, tejidos, adornos, higiene, caza y consumo de fauna, entre otros). Más allá de la supuesta mirada objetiva y carente de prejuicios eurocéntricos de Mac Cann, el uso de esta fuente es acertado a la hora de pintar para el lector el panorama complejo de la frontera.  El concepto de frontera, tan discutido en las ciencias sociales (Antropología, Historia, Arqueología, Geografía, etc.) al menos desde la tesis clásica de Fredrik Turner (1893), es abordado por los autores sin mayor densidad teórica -entendible dado el objetivo de divulgación de esta producción. La Frontera del Sur es considerada sucintamente como “condición”, “proceso” y “espacio”, un ámbito constituido en una praxis social. Se aborda historiográficamente sus génesis, sus políticas (externas e internas), su constante estado de potencial conflicto así como su final, los bienes consumidos por sus habitantes; siempre destacando su condición entendida como de producto del colonialismo.

La Arqueología histórica como campo de conocimiento -cuya definición y constitución también ha sido objeto de debate- es caracterizada en términos generales como “(…) una disciplina que intenta una visión totalizadora sobre la naturaleza e historia de la cultura material (…)” en donde se integra información provista por fuentes documentales (otro ámbito de discusión en torno a su uso). Destacan el rol de esta sub-disciplina en el estudio de las clases subalternas dominadas en Latinoamérica. Un planteo de Arqueología de la Frontera debe dar cuenta de ellos: indios y criollos pobres así como de los latifundistas, políticos y oficiales castrenses dominadores. Por ende se permiten distinguir entre tres tipos de “arqueologías”: de fuertes y fortines, de los parajes y de las tolderías. En relación a esta última, en este apartado, los autores enfatizan en la dificultad que presenta la delimitación de territorio indígena basándose solo en fuentes documentales, resaltando los diversos sesgos de las mismas. Destacan así la labor arqueológica de Alicia Tapia en torno a sus estudios de los cacicazgos ranqueles, que según ellos constituyen una verdadera Arqueología del territorio indio.  El segundo capítulo: “La vida militar en la frontera”, se centra en la línea de asentamientos militares así como en la vida de la oficialidad y soldadesca que allí habitaba. En una primera instancia se realiza una distinción tipológica entre estos asentamientos dividiéndolos, de acuerdo a diversas características, en: fuertes, fortines, campamentos y postas. Dicha división, basada en documentación histórica, es útil no solo para otorgar funcionalidad a los sitios estudiados arqueológicamente sino para poder establecer comparaciones en torno a la materialidad tanto intra como intersitio. Por otra parte, se llevó a cabo una revisión en torno a las diversas formas de reclutamiento mediante las cuales las fuerzas armadas conformaba su tropa (casi todas ellas de forma coercitiva), a las precarias condiciones en que estaba sometida y las múltiples deserciones, sublevaciones y motines acaecidos. Los autores, teniendo en cuenta los sesgos de las fuentes escritas por oficiales, postulan a la frontera como un ámbito de creciente militarización y a sus fortificaciones como una forma de castigo para los sectores sociales subalternos. Dada la sólida producción en torno al mundo castrense de la frontera de Río Cuarto, resulta llamativo que no se haya citado la producción de Facundo Gómez Romero quien en sus estudios sobre la Frontera del Sur (específicamente su sector bonaerense) desde un enfoque basado en la teoría de Foucault ha desarrollado numerosos trabajos arqueológicos vinculados con el castigo y el desarrollo de micro-poderes, entendiendo a los fortines como panópticos imperfectos, donde el que vigila desde el mangrullo, no es un superior, sino un par imbuido momentáneamente de poder (Gómez Romero 2002, 2005 y 2007).

El tercer capítulo llamado “Arqueología de los fuertes y fortines” se centra específicamente en la extensa línea de fortificaciones militares así como sus avances y retrocesos a lo largo de más de un siglo. Se describen los rasgos arquitectónicos de fuertes y fortines (dependencias y foseados), su armamento, características de los asentamientos aledaños (pueblos que fueron constituyéndose y tolderías de indios amigos). También se exponen y comentan los, según los autores, escasos trabajos arqueológicos realzados en asentamientos militares de frontera. En ellos dan cuenta de la metodología empleada y sus resultados, con gran cantidad de imágenes y fotografías de materiales que permiten dimensionar el importante aporte de la Arqueología histórica al estudio de la Frontera del Sur. Podría agregarse a esta exhaustiva lista los trabajos llevados a cabo por Alicia Tapia en el “Fortín La Perra” -Depto. De Loventué, La Pampa-, un puesto de control de los territorios anexados durante las últimas campañas militares al denominado desierto (ca 1883) y la producción de Facundo Gómez Romero en el sitio Fortín Otamendi (1858-1869) (Tapia 1999; Gómez Romero y 2007).

Por último, el cuarto capítulo, titulado “arqueología de los asentamientos civiles” destaca la significancia de los muy escasos estudios arqueológicos de asentamientos civiles establecidos en la Frontera del Sur (específicamente en el sector de Rio Cuarto). Se describen las actividades productivas de las estancias de la época y se caracterizan los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la Estancia de Chaján (asentada sobre Landa 2014: 85-88 (Reseña) 88  territorio indígena) y la Posta el Pantanillo (un asentamiento rural con capilla) y se estimó el potencial arqueológico de la Posta de Achiras.  Arqueología de la Frontera…, constituye un aporte esclarecedor y enriquecedor, tanto para especialistas en los estudios de frontera, como para aquellas personas interesadas en estos vastos y complejos universos. Como los propios autores afirman “Este libro ofrece una historia basada en la arqueología como prueba testimonial de los acontecimientos del pasado” (2013:14). Esta mirada integradora permite vislumbrar un mundo fronterizo alejado de la estática que implica la liminalidad, un mundo que es atravesado por un dinamismo heterogéneo, efervescente y creativo. Su valiosa contribución radica en que instala en la memoria a la frontera -espacio, historia y materialidad- que como sostienen los autores, casi nadie recuerda, pero en ella se gestó la Argentina moderna”.

Referências

Gómez Romero, F.  2002. Philoshophy and Historical Archaeology: Foucault and a singular technology of power development at the nineteenth century, Argentina. Journal of Social Archaeology. Vol. 2 Nº3: 402-429 2005. Fortines del desierto como enclaves de poder en las pampas Argentinas. América Latina Historia y Sociedad. Laura Mamelli (Ed.). Universidad Autónoma de Barcelona, España. 2007. Se presume culpable. De los Cuatro Vientos. Buenos Aires.

Tapia A. 1999. Fortín La Perra. Entretelones de la dominación y la supervivencia militar en lapampa central. XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Universidad Nacional Córdoba. Córdoba.

Carlos Landa – Es Licenciado en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA); Magister en Investigación en Ciencias Sociales (FCSoc, UBA) y Doctor en Arquelogía (FFyL, UBA). Es investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Se desempeñó en diversos proyectos de investigación radicados en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Excavó asentamientos militares de frontera, campos de batalla y sitios rurales de las provincias de La Pampa y de Buenos Aires (Argentina). Publicó numerosos artículos en revistas científicas nacionales e internacionales.

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Mercury, mining and empire. The human and ecological cost of colonial silver mining in the Andes – ROBINS (RAHAL)

ROBINS, Nicholas. Mercury, mining and empire. The human and ecological cost of colonial silver mining in the Andes. Bloomington: Indiana University Press, 2011. Resenha de: SIRONI, Osvaldo. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, n.7, p.179-181, 2013.

La historia socio-ecológica reconstruida por Robins se emplaza entre los dos grandes asentamientos mineros del Virreinato del Perú: Potosí (Sur de Bolivia) y Huancavelica (vertiente oriental de la Cordillera de los Andes peruana). Dicho relato enfatiza la catástrofe humana y el desastre ecológico que acompañaron al desarrollo de la explotación de mercurio y plata en los sitios mineros mencionados. Asimismo, la obra recoge ciertos tópicos de la historiografía andina que se relacionan indirectamente con el modo de producción minero, permitiéndonos contextualizar la temática abordada.  La problemática respecto a las explotaciones mineras y sus consecuencias en la salud poblacional y contaminación ambiental en los Andes Centrales del período colonial, ya fue tratada brevemente por Peter Bakewell1, Enrique Tandeter2 y Kendall Brown3. Estos estudios se enfocaron en la descripción y análisis de las características sociales, políticas y económicas del auge y decadencia de la producción de minerales de la Corona española, pero no han incursionado en el estudio y la mensura del costo humano y ecológico de la producción de mercurio (Hg) y la explotación de filones argentíferos en el período colonial andino.

La tesis central en la que gira la propuesta de Robins se fundamenta en: el surgimiento de la actividad minera colonial en la región andina, específicamente en Potosí, interrelacionándolo con el sistema de mita y las reformas impuestas por el virrey Toledo (capítulo 1); el descubrimiento y la aplicación del método de amalgamación o “beneficio de patio” -mezcla de mercurio con sal común para la liberación de la plata (Ag)- y su nocivo impacto humano y ambiental tanto en Huancavelica como en el Cerro Rico (capítulo 2); las fuentes históricas y crónicas consultadas, evidenciando las condiciones de trabajo y vida infrahumanas a las que estaban sometidas las poblaciones mineras (capítulo 3). Presenta una evaluación cuantitativa de la producción de plata y mercurio en el periodo analizado para explicar la contaminación ambiental y los efectos de la toxicidad del mercurio en las poblaciones humanas y animales en la larga duración (capítulo 4).Asimismo, este capítulo se sustenta metodológicamente en la construcción de modelos analíticos (modelizaciones informatizadas como AERMOD) que nos permiten realizar inferencias analógicas entre las fuentes históricas y los valores referenciales de inhalación de mercurio entre los mineros actuales para comprender los riesgos y efectos de salubridad entre los pobladores coloniales de Potosí y Huancavelica (capítulo 4). Cabe destacar que la toxicidad demostrada por estos modelos analíticos, ya había sido “corroborada” por los testimonios de distintos funcionarios y cronistas del período colonial (Virrey Luis de Velasco, Felipe Guamán Poma de Ayala, entre otros) que habían presenciado las mortalidades y afecciones irreversibles provocadas por el uso del mercurio en las actividades mineras de Huancavelica.  De este modo, los modelos analíticos presentados generan enriquecedores mapas que evidencian las estimaciones de dispersión y concentración de mercurio volatilizado en el aire a través de los distintos períodos, como así también nos muestra que en los dos asientos mineros, los más perjudicados fueron los barrios habitados por los grupos nativos, ya que se nucleaban junto a los ingenios. Otro dato interesante que aporta el autor, a partir del análisis de muestras de suelos tomadas en Huancavelica y Potosí, es la elevada concentración de mercurio que soportan, actualmente, estas áreas urbanas. Por ejemplo, en Huancavelica muchas familias han construido sus casas con adobes extraídos de los espacios donde se alzaban las antiguas fundiciones.  Por último, delineando el contexto de la catástrofe narrada en un quinto capítulo, el autor manifiesta cómo el sistema de mita y la tóxica interrelación entre la producción de mercurio y plata fueron los principales componentes del eco-etnocidio provocado durante el período colonial en estos asentamientos mineros.  En definitiva, el trabajo de Nicholas Robins nos incita a la ampliación metodológica en la Arqueología Histórica de la Minería, ya que a través de la aplicación de los modelos analíticos propuestos, estableceremos un diálogo interdisciplinario entre los “hechos empíricos” y las teorías auxiliares que nos permiten inferir los eventos dinámicos que causaron los patrones de organización del registro histórico, arqueológico y estratigráfico de los sitios con funcionalidades mineras. Prestando atención a dichos patrones, podremos obtener indicios claves para reflexionar y comprender las características sanitarias y ambientales de los/ as trabajadores/as en contextos mineros del período colonial, como así también establecer analogías con el período independiente. En otras palabras, nos invita a deducir y mensurar lo sabido, es decir, corroborar las nefastas condiciones medioambientales y sus efectos en la salud que heredaron los pobladores actuales de los antiguos (y en muchos casos, hoy activos) asientos mineros, originadas por los modos de producción minera de cada contexto histórico.

Notas

1. Bakewell, P. 1989. Mineros de la Montaña Roja. El trabajo de los indios en Potosí. 1545-1650. Alianza Editorial, Madrid.

2. Tandeter, E. 1992. Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial, 1692-1826. Siglo XXI editores, Madrid.

3. Brown, K. 2001. Workers’ Health and Colonial Mercury Mining at Huancavelica, Peru. The Americas. The Academy of American Franciscan History, 57 (4): 467-496.

Osvaldo Horacio Sironi – Es egresado de la Licenciatura en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Actualmente es Doctorando en Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), Becario Tipo I de CONICET e investigador ad honorem del Centro de Investigación Ruinas de San Francisco (Municipalidad de Mendoza, Argentina). Se especializa en Arqueología Histórica, específicamente en Arqueología de la Minería. Es responsable del proyecto “Arqueología Histórica Industrial: explotaciones mineras en el noroeste de la provincia de Mendoza”.

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Arqueología de la frontera. Estudios sobre los campos del sur cordobés – ROCCHIETTI; TAMAGNINI (RAHAL)

ROCCHIETTI, A. M.; TAMAGNINI, M. (Compiladoras). Arqueología de la frontera. Estudios sobre los campos del sur cordobés. Córdoba: Universidad Nacional de Río Cuarto/Departamento de Imprenta y Publicaciones de la Córdoba,2008. Resenha de: RAMOS, Mariano. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, n.3, 2009.

Este libro, compilado por Ana María Rocchietti y Marcela Tamagnini, se presenta a través de una Introducción, cinco Capítulos y un Epílogo. En esta obra escriben, además de las mencionadas autoras, otros investigadores que han trabajado los temas y problemas enfocados: Ernesto Olmedo, Graciana Pérez Zabala y Flavio Ribero. Todos nos brindan una mirada integral de las cuestiones de la “frontera cordobesa” desde época Colonial hasta avanzado el siglo XIX.

El polémico y siempre en discusión concepto de frontera es analizado desde diversas perspectivas que alcanzan varias dimensiones. Por ejemplo, la denominación “Frontera del Sur” es tratada aquí como el origen territorial de la Argentina; como el ámbito de conflicto interétnico entre europeo-criollos (cristianos, europeo-americanos, winka) y varias etnias indígenas (mapuce, pampas y ranqueles) como el espacio en donde avanza el derecho de Naciones.

Frontera es considerada como una línea inestable, flexible, móvil, de avance y retroceso, una “membrana difusa” para la transculturación y el conflicto interétnico con una forma de vida que giraba en torno a distintas modalidades de explotación del ganado. Esta frontera abarcó varios ambientes distintos, constituyendo una frontera interregional. Los humanos que habitaron esta área tan particular y rica respecto de etnias, relaciones sociales y tipos de personajes son, entre otros, soldados, “indios amigos”, “indios aliados”, “indios gauchos”, refugiados políticos, chinas, pobres asimilados, cautivos, “chilenos”, “salineros”.

Así, la mirada es social, muy social. Por otra parte, los autores consideran dos grandes bloques, casi estados, Confederación de Calfucurá y Confederación Argentina, más un tercer y diverso grupo de montoneros del interior. Esto y mucho más componen el “drama social” de la frontera en sentido turneriano.

Los autores destacan que en ese territorio e imagen de frontera bastante ficticia y dibujada se desenvolvían modos y mecanismos o sistemas de alianzas transitorias, cambiantes, traiciones y desconfianzas. Esto forma parte de relaciones inestables, las que se presentan de forma casi similar al mundo político argentino de principios del siglo XXI, en donde no existen lealtades a doctrinas, principios sociales, sino más bien a corporaciones y en donde en un heterogéneo caldo de cultivo se cocinan todo tipo de conflictos y las estrategias que permiten “superar la próxima esquina” para seguir disputando el poder. En ese ámbito las tensiones son permanentes, explícitas, implícitas o latentes. Todo es al momento, por el momento; nada es para siempre.

Este libro propone otra perspectiva como alternativa a aquellas miradas tradicionales. En un primer capítulo, Conflictividad y violencia en la Frontera sur de Córdoba. Malones y montoneras en la década de 1860, Marcela Tamagnini destaca los aspectos de la lucha interétnica en la que intervienen malones, montoneros, tropas oficiales. Enfoca las cuestiones políticas y sociales que subyacen a toda explicitación o no de expresiones materiales y/o simbólicas en el particular ámbito de la Frontera Sur de Córdoba, que se remonta al siglo XVII y es distinta en muchos aspectos a la más conocida Frontera bonaerense. En el conflicto que abarca luchan bandos de heterogénea composición social y étnica. Esta lucha cuenta con mecanismos e intereses del interior mediterráneo, del litoral, del puerto de Buenos Aires; intervienen sociedades que algunos han caracterizado como grises (Ramos y Néspolo 1998). El área, por momentos incluye tres líneas militares, aunque nunca bien definidas o tajantes en el suelo del interior. Lo que se observa a través de las páginas de la autora, es que esta zona no es como el blanco o el negro puestos frente a frente; se trata de zonas que podemos señalar como grises, difusas e inestables; con personas también grises pero no sólo respecto de lo étnico (por la variedad y mecanismos de mestizaje), sino también en relación con sus comportamientos, actitudes, alianzas, traiciones, lealtades y desconfianzas. Tampoco la línea de frontera tiene la claridad de, por ejemplo, la definida Línea Maginot entre Francia y Alemania antes de la llamada Segunda Guerra Mundial, que separaba dos culturas o grupos humanos con sus especiales y unívocas características.

Tamagnini dice que en estas sociedades de frontera existen varios mecanismos interétnicos; así, por ejemplo, se da la posibilidad de asilo para los perseguidos o derrotados de las luchas entre bandos criollo-europeos; esto es superando la frontera e internándose en territorio definitivamente indígena en donde se los ampara en las tolderías. El tema lo trata Tamagnini en De la frontera a la toldería: derrotados y refugiados. Al final, la autora hace un análisis en donde emplea lógicas de Navarro Floria y Nacach; apelando también a cuestiones y análisis del poder como las que hace Foucault.

A continuación el capítulo Fuertes, ejércitos y planes militares en la frontera del Sur de Córdoba (1852-1876) de Ernesto Olmedo, enfoca los aspectos castrenses en la frontera respecto de los recursos (tierras y ganado), las vías de comunicación y las poblaciones que allí se asientan. En este capítulo el autor analiza el sistema de las estructuras militares de campaña a través de varios períodos, comenzando desde la Colonia; la apropiación de tierras indígenas; los cuerpos armados criollos de soldados profesionales y de milicianos; la estrategia y las tácticas empleadas en las campañas militares; la composición social y las relaciones e intereses de las fuerzas que del lado criollo-europeo combatían a los grupos indígenas.

El enfoque de Olmedo considera varias cuestiones sociales; destaco entre ellas la presencia de un Estado que intentaba subordinar a la población rural enarbolando la ley respecto de la cual subyacía el orden que la elite propietaria y terrateniente buscaba imponer. Estos personajes y grupos del poder tenían como aliados a políticos y militares, cuyos principales oficiales provenían de esos sectores del campo privilegiado. Entiendo que esto es muy similar a lo que ocurre con los mecanismos de poder que comparten las fuerzas armadas y sectores oligárquicos de la Argentina durante los siglos XIX y XX. El autor menciona que el poder pasaba por el control de intereses compartidos por estas corporaciones, los que se centraban en la tierra, las cabezas de ganado o la peonada. Estas cuestiones excedían el papel y la presencia del Estado; muchas veces eran las relaciones sociales individuales o grupales (comerciantes, hacendados, “vecinos” de las villas de frontera y los soldados “descarriados”) las que negociaban estas cuestiones ejerciendo el poder real. Otras veces los negocios y arreglos se hacían directamente entre la elite dominante y el mercado internacional (no muy distinto a lo que ocurrió posteriormente a ese período). Los gauchos y otras clases sociales sin peso en el orden social (como los peones rurales durante el siglo XX y lo que va del XXI) se encontraban fuera de todo arreglo que incluyera poder.

Olmedo menciona que las disputas por distintas cuestiones a veces tenían un correlato de deserciones y sublevaciones en las que subyacían intereses políticos y económicos locales, regionales o nacionales.

A continuación Graciana Pérez Zavala ubica su capítulo denominado Relaciones interétnicas asimétricas: consideraciones sobre el proceso de arrinconamiento territorial y político de los ranqueles durante la segunda mitad del siglo XIX. Su título es explícito en cuanto a los temas que trata. La autora, por ejemplo, brinda información y analiza la lucha por la tierra que se da en ese ámbito, entre indígenas y criollo-europeos. Estos últimos van plasmando en las normativas (leyes y tratados) un avance que luego intentarán llevar a cabo de hecho por medio de la ocupación efectiva. El análisis incluye aspectos teóricos desarrollados por varios autores, relacionados con los fundamentos del tema y que abordan la lucha intraétnica e interétnica.

Pérez Zavala remarca que el fin de la década de 1860 es decisivo respecto de las relaciones entre los criollo-europeos y los grupos indígenas ya que el gobierno nacional y su accionar en la frontera lograron imponerse como única autoridad.

La siguiente década sería vital para los grupos indígenas, los que definitivamente perderían sus tierras. La ocupación de Carhué significó en esa década de 1870 la unión de la frontera de Córdoba con la de Buenos Aires y el retroceso y arrinconamiento de los grupos indígenas que todavía resistían el avance criolloeuropeo.

Así, lugares estratégicos fueron ocupados por las tropas que anticiparían (a través de los resultados de “campañas de ablandamiento”) lo ocurrido con la denominada “Campaña al Desierto” de 1879 bajo las órdenes de Julio A. Roca.

El capítulo de Flavio Ribero titulado Pobladores en la vanguardia fronteriza de Córdoba: Chaján (1750-1869), se refiere a los antecedentes históricos que se vinculan con la denominada Frontera del río Cuarto, siguiendo el recorrido de ese río desde época colonial. En primera instancia analiza cuestiones de la Historiografía rural y de frontera, las que son tratadas de manera exhaustiva en varias páginas, señalando el autor los distintos enfoques y tendencias desarrollados durante el siglo XX respecto de la temática. Luego Ribero se remite a las cuestiones relacionadas con la Frontera Sur de Córdoba y en particular a la Frontera del río Cuarto en cuanto a su composición: hombres (soldados y milicianos), cuerpos y estructuras militares de campaña. El autor pasa luego a analizar los factores que intervienen en el poblamiento al sur del río Cuarto y de Chaján y las causas de su emplazamiento; las cuestiones vinculadas a la posesión de tierras por parte de los españoles y los datos que proveen algunos historiadores y, en particular, el censo virreinal de 1778. Entre estos temas se encuentra el de la presencia vital de las rastrilladas o caminos de indios, los que vinculan a territorios de Córdoba con San Luis y La Pampa e incluso más allá hacia el este y oeste. Estos caminos representan una red de comunicaciones no solamente para los indígenas sino también para los europeo-criollos, quienes aprovechan esas rutas por múltiples razones: comunicación, tráfico de ganados, traslado de tropas, etc. El autor también analiza las situaciones de conflicto interétnico y sus distintos momentos, los que se presentan como períodos de paz, baja conflictividad y algunos de guerra.

Finalmente, Ribero se centra en el tema de la Estancia de Chaján en relación con su explotación rural, superficie, características de las tierras, de su producción ganadera y respecto de la mano de obra. Posteriormente enfoca las cuestiones relacionadas con el vecindario de Chaján, es decir el área que rodea la estancia y que tiene otro tipo de características sociales y culturales; incluso analiza la situación de adelantamiento de la frontera que se plantea en el área luego de aproximarse la finalización de la Guerra del Paraguay. Finaliza evaluando los vaivenes de la línea de frontera militar y de las poblaciones civiles que son sensibles a las cuestiones de paz y conflicto intra e interétnico.

Como último capítulo del libro se presenta el de Ana María Rocchietti, quien resume bajo el título de Arqueología de la frontera los resultados de su enfoque acerca de los aspectos materiales del área y de las estructuras en estudio. Por supuesto que la autora enmarca su abordaje desde la perspectiva que viene desarrollando desde hace algunos años. Esto es a partir de su mirada de la denominada Arqueología histórica como una vía en donde se abordan las formaciones sociales desde la interacción del registro arqueológico con documentación escrita asociada. El enfoque de la autora es de fuerte contenido epistemológico y teórico. Su sólida formación académica, de base principalmente social, le confiere autoridad indiscutible frente a sus colegas; no sólo arqueólogos históricos sino antropólogos e historiadores, por lo menos. Así, Rocchietti considera tres tipos de evidencias respecto de la Arqueología de la Frontera: “…las instalaciones militares desde donde se controlaban los movimientos de los indios (pampas, araucanos, chilenos) y se realizaban los ataques ofensivos (planificados o de simple escarmiento por el robo de ganado); poblados o ayuntamientos surgidos a la vera de los fuertes en los que se radicaba una población civil muy pobre que era llevada a la Frontera o que se avecinaba en ella para sobrevivir; y, finalmente, los campamentos de la Tierra Adentro y las reducciones de indios infieles” (Rocchietti y Tamagnini 2008: 223).

Luego, considerando su perspectiva, analiza brevemente los distintos enfoques que se hacen desde la arqueología, evaluando las orientaciones y resultados obtenidos hasta el momento; así, considera que se emplean marcos teóricos funcionalistas o biologicistas de carácter adaptativo en relación con el ambiente y puntos de vista weberianos; incluso “sugestivos” (al decir de la autora) análisis foucaultianos. Rocchietti menciona, y parece aproximarse a esa posición, la orientación de la Arqueología Social Latinoamericana, que incluye observación arqueológica (respecto del objeto de análisis) y proyección hacia las relaciones sociales de producción (en relación con el objeto de estudio). Inmediatamente, bajo el título de El descubrimiento del Desierto, se aproxima al tratamiento, desde una perspectiva historiográfica, del área enfocada. Pasa luego a hacer una síntesis de los antecedentes de carácter arqueológico que se han realizado sobre la Frontera sur extensa o Frontera sur del Imperio español (Casanova Holdenis 1996; Pinto Rodríguez 1996; Bechis [1989] 1999). Entre esos trabajos hechos por arqueólogos, menciona el estudio pionero de Lagiglia en el Fuerte San Rafael del Diamante, Provincia de Mendoza; los existentes en la Provincia de Buenos Aires, como el Fuerte Blanca Grande, Olavarría, investigado por Goñi y Madrid; el Cantón Tapalqué Viejo en Tapalqué, estudiado por Mugueta, Guerci y equipo; la línea de fortificaciones en el camino de los indios a Salinas investigada por Langiano, Merlo y Ormazábal; y el Fortín Miñana, en Azul, estudiado por Gómez Romero (y quien suscribe desde 1992 hasta 1995) y equipo. Ana María Rocchietti sintetiza los enfoques y los resultados obtenidos en esas investigaciones.

A continuación, desde otro tipo de trabajos de síntesis de carácter “histórico”, analiza algunas categorías relevantes para el abordaje de los problemas y la información relacionada con el tema. No deja de lado perspectivas teóricas y epistemológicas vinculadas a escuelas de la Arqueología y a algunos enfoques de la Arqueología histórica, como tampoco modelos esperados y modelos observados, además de las variables de investigación. Estas y otras cuestiones que considera le permiten ir aproximándose al tratamiento de la Frontera extensa, desde Buenos Aires hasta Mendoza, la que incluye –por supuesto– la de Córdoba.

Rocchietti finaliza su capítulo analizando las estructuras, la Comandancia de Achiras y el fortín de Chaján; los distintos ambientes que las componen y las características particulares (aberturas, sistemas constructivos, materiales, etc.).

La autora menciona una cronología relativa o aproximada relacionada con el tipo de materiales y la secuencia que le permiten armar los detalles constructivos.

El epílogo del libro está hecho por Ana María Rocchietti y Flavio Ribero. En este apartado sintetizan los temas abordados en el desarrollo de la obra, haciendo una revisión de algunas cuestiones, proponiendo una perspectiva integral acerca de “La frontera”, en relación con el estudio del espacio y las sociedades que lo habitan, transitan y disputan. Concluyen que habría que sistematizar territorialmente la denominada arqueología rural de los tiempos coloniales en pos de un modelo de interpretación más realista de sus alcances en el proceso que lleva adelante la sociedad europeo-criolla dentro del marco colonialista, señalando que el principal obstáculo sería el de “la carencia de datos históricos precisos” (Rocchietti y Tamagnini 2008: 312).

Para concluir el comentario, quiero señalar que el libro compilado por Ana María Rocchietti y Marcela Tamagnini, Arqueología de la frontera. Estudios sobre los campos del sur cordobés, representa un valioso aporte a los estudios de lo que se da en llamar “La frontera”. Esto es así si esta frontera fuera de carácter puntual, segmentario como también una frontera extensa como la denominada Frontera sur del Imperio Español, ambas tan heterogéneas respecto de todos sus componentes sociales y culturales. El libro es una contribución al conocimiento de la temática, e incluye abundantes datos de los documentos escritos y un enfoque arqueológico quizás más vinculado a la Arqueología de la arquitectura (e.g. Carminatti y Paez 2008). La información obtenida, las categorías empleadas y los puntos de vista tenidos en cuenta son discutidos, aceptados o no, pero por sobre todo, debatidos y reflexionados. Uno podrá estar o no de acuerdo con alguno de los enfoques de este libro pero esta obra es una prueba más de la abundante e importante producción intelectual que desde la Universidad Nacional de Río Cuarto se está generando desde los últimos años respecto del conocimiento del pasado relativamente reciente, principalmente motorizado por Ana Rocchietti y su equipo de investigación.

Referências

Bechis, M. [1989] 1999. Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿autoridad o poder? Comunicación presentada en I Congreso Internacional de Etnohistoria. En Etnohistoria, M. de Hoyos (coord.), publicación especial de la revista NAyA. CD-ROM. Buenos Aires.

Carminatti, M. y G. Paez 2008. Proyecto arquitectura colonial de la Ciudad de Buenos Aires: muro calle Venezuela 543/7. En Continuidad y cambio cultural en Arqueología Histórica.

Actas del Tercer Congreso Nacional de Arqueología Histórica, M. Carrara (comp.), pp. 118-121. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Argentina.

Casanova, H. 1996. La Alianza hispano-pehuenche y sus repercusiones en el macro-espacio fronterizo sur andino (1750-1800). En Araucanía y Pampas en un mundo fronterizo en América del Sur, J. Pinto Rodríguez (ed.), pp. 72-92. Ediciones de la Universidad de la Frontera. Temuco. Chile.

Pinto Rodríguez, J. 1996. Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La Araucanía y las Pampas, 1500-1900. En Araucanía y Pampas en un mundo fronterizo en América del Sur, J. Pinto Rodríguez (ed.), pp. 10-46. Ediciones de la Universidad de la Frontera. Temuco. Chile.

Ramos, M. y E. Néspolo 1998. Tandilia: una discusión arqueo-histórica. Primeras Jornadas de Arqueología Histórica. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires.

Mariano Ramos – Doctor de la FFyL, UBA (2008); Master en Epistemología e Historia de la Ciencia UNTREF (2005); Especialista en Epistemología e Historia de la Ciencia UNTREF (2004) y Lic. en Ciencias Antropológicas, Arqueología, FFyL, UBA (1987). Es Docente e Investigador de la Universidad Nacional de Luján (UNLu) en donde se desempeña desde 1988 y desde 2001 como Profesor Adjunto. Actualmente es Profesor Titular de la Facultad de Humanidades y Artes de Universidad Nacional de Rosario (UNR). Es director de varios proyectos de Investigación en la UNLu y la CIC. En la actualidad es Director del Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios (PROARHEP), Departamento de Ciencias Sociales, UNLu. Es Miembro del CIAFIC-CONICET. Dirige 3 Becarios, 2 de la UNLu y 1 del Conicet.

También es Director de Tesis de Lic., Maestría y Doctorado. Fue y es Jurado en Concursos docentes. Sus trabajos enfocan temas de Arqueología Histórica, teoría y epistemología y estudios líticos. Cuenta con más de 100 artículos publicados en revistas nacionales e internacionales (España, Estados Unidos, México, Uruguay, Chile, etc.) y 12 libros como Compilador, Editor o autor. Forma parte de Comités Académicos y Editoriales de Revistas especializadas y tiene funciones de Dirección en 2 de ellas (Cuadernos de Antropología y Signos en el Tiempo y Rastros en la Tierra, ambas de UNLu). También se desempeñó en más de 60 campañas arqueológicas en Argentina, España y Francia, la mayoría como Director.

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Historias sumergidas: Hacia la protección del patrimonio cultural subacuático en Latinoamérica – HURTADO; CHÁVEZ (RAHAL)

HURTADO, Del Cairo Hurtado; CHÁVEZ, C. y M. C. García (compiladores). Historias sumergidas: Hacia la protección del patrimonio cultural subacuático en Latinoamérica. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2006. Resenha de: ELKIN, Dolores. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, n.2, p.165-167, 2008.

La introducción efectuada por los compiladores manifiesta que el libro “hace parte de las labores orientadas a la divulgación de los avances y las investigaciones en la materia”, y que otro de los propósitos es “darle relevancia a las investigaciones nacionales, así como a los adelantos y experiencias de colegas suramericanos en el tema”. Asimismo se indica que la obra está destinada a todo tipo de lectores.

De las expresiones antedichas se interpreta que el libro tiene un carácter de divulgación (sobre investigaciones y otras actividades vinculadas con el patrimonio cultural subacuático de Colombia y otros países de la región), y que está destinado a un público general. Es con esos conceptos en mente que se efectúan los comentarios críticos vertidos a continuación.

Como primera observación, resulta claro que el libro efectivamente apunta a lectores diversos. Ello surge tanto del tipo de lenguaje utilizado, que evita la jerga e incluye definiciones a pie de página de términos básicos, como de la escasez de información técnica y metodológica existente en la mayor parte de la obra. Incluso el capítulo inicial, elaborado por la arqueóloga Tatiana Villegas, consiste en una presentación introductoria de la especialidad de arqueología subacuática, recopilando en forma general algunos de los casos de estudio más emblemáticos que han tenido lugar en distintas partes del mundo desde los orígenes de la disciplina. Este capítulo seguramente resultará de gran utilidad para aquellos lectores no especializados.

Entre los restantes capítulos, aquellos aportados por distintos especialistas colombianos constituyen la gran mayoría (nueve de trece), respondiendo así a otro de los objetivos adelantados en la introducción. Son, además, diversos en sus enfoques e incluyen temas históricos, legales, de gestión, éticos, antropológicosociales y de conservación, relatándose también los orígenes de la arqueología subacuática en el país. Sin embargo, probablemente porque aún no están las condiciones adecuadas para ello, se presentan muy escasos resultados de investigación, ya sea arqueológica o de otras disciplinas, y ello no es concordante con los objetivos adelantados al principio de la obra.

Los demás capítulos que completan el libro tratan sobre arqueología y patrimonio cultural subacuático en México, Brasil, Chile y Argentina. El de México, a cargo de Pilar Luna Erreguerena, repasa en líneas generales la ya extensa trayectoria de un país que ha sido pionero en arqueología subacuática en América Latina. Incluye ejemplos de trabajos realizados en aguas interiores, como los cenotes, y en ambientes marítimos. El capítulo de Brasil, por Gilson Rambelli, realiza una crónica similar referida a su país. El elaborado por Mónica Valentini enumera una serie de trabajos efectuados en Argentina pero exceptuando aquellos relativos a pecios y ámbitos marítimos. El capítulo realizado por Diego Carabias, aunque se circunscribe a una prospección arqueológica realizada en el puerto de Valparaíso en Chile, se destaca por ser el que presenta mayor cantidad de información referida a aspectos metodológicos y avances de resultados arqueológicos.

En resumen, la obra compilada por Del Cairo y García Chávez es un aporte valioso para todo interesado en arqueología y patrimonio cultural subacuático en América Latina, y sobre todo permite obtener un panorama amplio y actualizado, en una única publicación, del estado del tema y la disciplina en Colombia.

También es destacable que en toda la obra –no sólo en los capítulos referidos a casos colombianos– se evidencian sólidos principios éticos relativos a la protección y al tratamiento responsable del patrimonio cultural subacuático.

Lo que es importante tener presente, sin embargo, es que en el libro escasea la información detallada sobre investigación y/o gestión del patrimonio cultural subacuático; incluso en la bibliografía citada al final de cada capítulo se observa que en varios de ellos faltan referencias que podrían haber resultado un complemento o guía muy útil para el lector. Probablemente éste es el único aspecto en el que la obra en cierta medida decepciona, ya que parte de lo expresado en la introducción (y transcripto al principio de la presente revisión crítica), genera ciertas expectativas que luego no se satisfacen.

Dolores Elkin – Es Doctora en Arqueología de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) con lugar de trabajo en el INAPL (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano). Desde su creación en 1996 tiene a su cargo en el INAPL el Programa de Arqueología Subacuática (PROAS). Ha dirigido diversos proyectos de investigación arqueológica y tiene amplia experiencia de trabajo de campo. Actualmente está a cargo de la dirección del Proyecto Arqueológico Swift (Provincia de Santa Cruz) y el Proyecto Relevamiento del Patrimonio Cultural Subacuático de la Península Valdés (Provincia de Chubut). Fue Profesora Titular en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Olavarría) y en la Universidad de Buenos Aires. Dirigió y dirige tesistas (de licenciatura y doctorado) y becarios sobre distintas temáticas arqueológicas. Cuenta con medio centenar de trabajos publicados en la Argentina y el exterior, entre artículos científicos, capítulos de libro y notas de divulgación. Asimismo, ha organizado diversas reuniones científicas nacionales e internacionales y participado activamente en 30 congresos de arqueología, la mayoría de ellos en el ámbito internacional. Como integrante de la delegación argentina, representó al país en cinco oportunidades ante la UNESCO en relación a la protección legal del patrimonio cultural subacuático.

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Se presume culpable: Una arqueología de gauchos, fortines y tecnologías de poder en las Pampas Argentinas del siglo XIX – FACUNDO (RAHAL)

FACUNDO, Gómez Romero. Se presume culpable: Una arqueología de gauchos, fortines y tecnologías de poder en las Pampas Argentinas del siglo XIX. Buenos Aires: Editorial de los Cuatro Vientos, 2008. Resenha de: CURBELO, Carmen. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, v.2, p.168-170, 2008.

A través de su libro Se presume culpable: Una arqueología de gauchos, fortines y tecnologías de poder en las Pampas Argentinas del siglo XIX el Dr. Facundo Gómez Romero nos envía, a través de un texto amigable y sensible que no deja de expresar agudamente la crudeza de la realidad, al mundo del gaucho y su relación con la sociedad dominante, a partir de su forzada presencia en los fortines de frontera en el sur de la Provincia de Buenos Aires.

La presentación analítica de los datos emergentes de la documentación escrita y los resultados de la investigación arqueológica en los fortines Miñana y Otamendi, completan un relato total, homogéneo, sin falsas oposiciones disciplinarias.

La coherencia de todo el texto nos ubica en el interior de la cruda realidad de vida de esos individuos en su relación con el poder político militar dominante.

Al mismo tiempo, nos hace conscientes de todo lo que no se ha dicho sobre miles de hombres, mujeres y niños americanos que considerados diferentes por la sociedad hegemónica, han sido invisibilizados por las historias oficiales en aras de estados bien ordenados y bien obedientes hacia afuera.

En el primer capítulo, el autor nos ubica en el territorio pampeano como paisaje cultural, presentando las características de sus habitantes y su relación con ese medio, así como las relaciones entre los diferentes grupos socioculturales que conviven en él: gauchos e indios. Paralelamente, nos muestra la situación y relación de la sociedad dominante con respecto a ese territorio y a sus pobladores.

Gómez Romero analiza la doble construcción del mismo espacio y la cómoda simplificación en “bárbaro” de la diversidad de realidades socioculturales que lo ocupaban, oponiéndolas a lo “civilizado” de la sociedad “blanca”. En esta doble visión, el autor discute el concepto de frontera e inserta la noción de frontera cultural y a los actores que la construyen.

El segundo capítulo presenta las intenciones de la publicación. La recurrencia al análisis del poder de Foucault para mirar a través de él las relaciones entre la sociedad hegemónica y el gaucho: poderes totales y micro poderes presentes en la interrelación. Y dentro de los más afectados por el poder dominante, aquellos a quienes se denominaba “vagos y mal entretenidos”, calificativo que el autor nos muestra como herencia de situaciones semejantes iniciadas siglos antes en Europa.

En el capítulo tres se analizan todas las posibilidades de ejercicio del poder. El autor desmenuza el entramado de relaciones de poder en todas sus manifestaciones posibles: en la arquitectura de los fortines; a través de la importancia y la negación de la presencia femenina; en la crudeza y sinsentido de los castigos físicos; en la relación entre gauchos, por mencionar algunas.

El análisis minucioso además, va más allá de los actores y la época a que refiere el libro, el autor compara situaciones y poderes a través del tiempo que generan el marco conceptual apropiado para comprender lo que se propone que calibremos en toda su dimensión: “la apropiación del cuerpo” como objeto de castigo. Por último, en este capítulo Gómez Romero cierra la presentación del contexto sociocultural que acompañó a los fortines de frontera con un análisis exhaustivo del significado del gaucho hasta el presente.

El cuarto capítulo está dedicado a los resultados de la investigación arqueológica en los fortines Miñana y Otamendi. Presentado en total coherencia con los contextos provenientes de la documentación escrita, redondea y completa el relato sobre la vida de los ocupantes de los fortines. Materializa lo que no aparece escrito en ninguna parte, el día a día del fortín, incluyendo aspectos tecnológicos desconocidos hasta esta investigación, como es la fabricación y uso de instrumentos líticos a partir de talla.

Finalmente, el autor reconoce la variedad de líneas de investigación que continúan abiertas sobre este tema y generosamente insta a continuar con investigaciones que ayudarán sin duda, a esclarecer una realidad invisible en la construcción histórica nacional.

María del Carmen Curbelo – Es Maestranda en Estudios Fronterizos, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UDELAR). Asistente docente con dedicación total, Departamento de Arqueología, Instituto de Antropología, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Encargada del Curso Prehistoria y Arqueología General, de la Licenciatura en Ciencias Antropológicas. Se especializa en arqueología histórica, misiones jesuíticas, presencia de indígenas misioneros en territorio uruguayo y arqueología militar colonial española. Es coordinadora general y responsable académica de los programas: “Rescate del patrimonio cultural indígena misionero como reforzador de la identidad local. Norte del río Negro, Uruguay” y “Recuperación de los bienes histórico culturales de la Bahía de Maldonado, Siglo XVIII”. Es co-responsable académica del “Proyecto de rehabilitación integral para el poblado de Yapeyú y la región de asentamientos de las Misiones Jesuíticas en la Provincia de Corrientes” y responsable académica para prehistoria y período colonial del Proyecto “Cultura del Agua” de la UNESCO.

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Feliz Lusitânia: Forte do Presépio, Casa das Onze Janelas, Casario da rua Padre Champagnat – FERNANDES (RAHAL)

FERNANDES, Paulo Roberto Chaves (Org). Feliz Lusitânia: Forte do Presépio, Casa das Onze Janelas, Casario da rua Padre Champagnat. Belém: Secult, 2006. 504p. Resenha de: FUNARI, Pedro Paulo A. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, n.1, p.211-214, 2007.

A secretaria de cultura do estado do Pará, Brasil, com o apoio do Instituto Brasileiro de Patrimônio Histórico (IPHAN) acabam de publicar um volume de referência, sobre os trabalhos arqueológicos no centro antigo de Belém. Trata-se de uma obra com amplo material iconográfico, que traz capítulos detalhados e monográficos, e que está destinada desde sua publicação a tornar-se um documento aere perennius.

A história do sítio arqueológico histórico é fascinante. Em plena Amazônia, a região foi habitada durante muitos séculos por indígenas, com destaque para as populações que produziram as cerâmicas marajoaras e tapajônicas. A chegada dos portugueses no início do século XVII está relacionada à União Ibérica, que havia colocado Portugal sob o controle espanhol por muitas décadas, entre 1580 e 1640. A administração colonial portuguesa continuou em Lisboa, independente das diretorias espanholas, de modo que as colônias portuguesas na América, África e Ásia se mantiveram à parte. Neste contexto, em 1616 os portugueses constroem um forte no baixo Amazonas representando um claro desafio aos limites de Tordesilhas y ao domínio espanhol. O local foi denominado de maneira significativa de Feliz Lusitânia, como se fosse uma reafirmação da independência portuguesa.

As primeiras construções foram o forte, a Capela de São João Batista (1622) e o Convento Carmelita (1626), seguidos por outras edificações erguidas depois da independência portuguesa, como o Convento de Nossa Senhora das Mercês, a Igreja de Santa Lucia, entre outros. Desde o início, a presença religiosa foi decisiva, em particular com os jesuítas e suas missões. A presença da população indígena foi importante, desde a fundação até os dias de hoje. As pesquisas de Arqueologia Histórica ficaram sob a responsabilidade de Fernando Luiz Tavares Marques, do Museu Paranaense Emilio Goeldi. Foram consultados documentos do arquivo como mapas, plantas de edifícios, bem como uma ampla documentação iconográfica.

Tudo isso permitiu a proposta de estratégias de campo detalhadas e bem documentadas para as prospecções e escavações.

Marques estudou em detalhes as mudanças que ocorreram no Forte do Castelo, desde sua origem como fortificação militar no início do século XVII. A construção sofreu mudanças, sempre sob controle e uso militar, até sua recente transformação em museu. A pesquisa da cultura material encontrada foi particularmente estimulante. Foram encontrados materiais cerâmicos importados, como o Ironstone, mas a maioria do material cerâmico, assim como os cachimbos, apresentam ornamentos de origem indígena. Muitos artefatos de pedra e de osso também atestam a grande importância do elemento indígena no centro do mesmo assentamento colonial português. O caráter militar do assentamento se reflete na cultura material associada a armas. Outro aspecto ressaltado pelos pesquisadores está relacionado à presença de materiais religiosos, igualmente de origem mista, com características católicas e indígenas.

Estes resultados não surpreendem e podem estar relacionados de modo geral às principais discussões epistemológicas atuais na Arqueologia Histórica e, de modo particular, a questões na arqueologia latino-americana.

Em publicações recentes, as pesquisas sobre o período colonial ressaltam em diferentes contextos o caráter mestiço, ao mesmo tempo ibérico e indígena, dos assentamentos coloniais. Esta mestiçagem teve características específicas em cada lugar. No nordeste do Brasil ou no Caribe, a mistura entre ibérico e africanos está complementada pelas culturas indígenas.

Em outros locais, como na Amazônia e em partes do sul do Brasil, especialmente São Paulo, a mistura predominante é entre indígenas e portugueses, com uma presença africana marginal nos primeiros séculos.

A cerâmica dominante em Belém colonial é, portanto, de estilo indígena. Este caráter mestiço aparece em todo seu esplendor na religiosidade. Os artefatos religiosos encontrados são indígenas, como os que ainda são usados em Belém, e também católicos, mas já interpretados à maneira dos indígenas, trazendo as figuras dos santos com traços nativos.

Outro aspecto que convém ressaltar é a especificidade da colonização portuguesa diante do modelo espanhol. Enquanto as cidades hispânicas seguiam modelos e organizações centrais de origem renascentista, os assentamentos portugueses se mantinham fiéis aos padrões medievais. Isso fica claro no caso do centro antigo da Feliz Lusitânia, onde suas ruelas e morros são dominados por igrejas. A expansão gradual da cidade, sempre de forma irregular, segundo o modelo português medieval, continuou a produzir alguns espaços e uma cultura material muito particular e dominada pela convivência indígena, como se pode observar no predomínio das redes até os dias de hoje. Neste contexto, as soluções museológicas propostas pelos pesquisadores locais foram as mais felizes, ao estabelecer uma continuidade entre os assentamentos indígenas pré-históricos e a cidade colonial. O estudo das cerâmicas de tradições indígenas realizado por Dense Pahl Schaan e associados mostra bem a importância dessa estratégia.

Em termos epistemológicos, várias questões devem ser destacadas. Em primeiro lugar, os modelos importados, que procuram explicar tudo a partir da importação das interpretações comuns no mundo anglo-saxão, são substituídos por olhares mais locais e específicos. Em segundo lugar, mas não menos importante, está a busca por uma Arqueologia Pública, integrada aos grupos sociais ativos e interessados em nossos dias. Assim, a mescla cultural e a importância das tradições e cultura indígenas correspondem ao reconhecimento crescente do valor dessas grandes populações, tomadas não como grupos ilhados, mas sim como parte constitutiva da população. No presente e no passado, os indígenas e europeus, neste caso portugueses, formam parte de culturas locais híbridas.

O caráter fluido e híbrido dessas culturas heterogêneas está destacado tanto nas pesquisas sobre o material arqueológico, como nas práticas educativas derivadas. A publicação original consiste de documentos de consulta não somente para os interessados na cultura material colonial do norte do Brasil, mas também pode servir como elemento de comparação para pesquisadores de outros lugares do continente americano ou de lugares ainda mais distantes.

Pedro Paulo A Funari – Professor titular da Universidade Estadual de Campinas, Brasil. Foi Secretário do World Archaeological Congress, Senior South American Representative no WAC. Atualmente, é pesquisador-associado da Illinois State University (EUA), Universidat de Barcelona (Espanha), além de atuar como professor em universidades latino-americanas: Universidade de São Paulo, UNPBA, UNCatamarca, entre outras. Defensor da Arqueologia Pública, tem atuado em diversos projetos e ações por uma Arqueologia engajada.

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Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes – FUNARI; BRITEZ (RAHAL)

FUNARI, Pedro Paulo A.; BRITEZ, Fernando (Compiladores). Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes. Mar del Plata: Ediciones Suárez, 2006. Resenha de: RAMOS, Mariano. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, Buenos Aires, n.1, p.199-210, 2007.

Colegas arqueólogos del Comité Editorial de la Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana me pidieron hacer un comentario acerca de los temas y problemas abordados en esta obra publicada y evaluar el alcance de los enfoques y métodos puestos en juego. Agradezco la confianza depositada en mí para esta tarea, la que dividiré en dos partes.

No es fácil hacer una evaluación breve de una obra en la que participan otros colegas que presentan variedad de enfoques acerca de temas y problemas particulares de este campo de la ciencia que se ha dado en llamar “Arqueología Histórica”. He aquí el primer gran problema; definir este ámbito en donde se desenvuelven, generalmente, especialistas de distinta formación académica.

EL LIBRO

Los trabajos del libro, mayoritariamente escrito por argentinos y colombianos, tratan varios temas y problemas agrupados en 3 bloques: “Contactos y conflictos” –Bagaloni; Braicovich; Lema- con casos del NO argentino de pampa y del noroeste de la patagonia argentina; “Discursos e identidades” –Brittez; Cano Echeverri y López Castaño; Rivera Sandoval; Salas Medellín- con casos de pampa argentina y de Colombia y “Fuego y hueso en la frontera” –Langiano; Merlo; Ormazábal- con casos de pampa argentina. Estos abarcan las identidades locales y rozan aspectos de “desigualdad y conflicto” social; la Arqueología de la muerte que también incluye masacres y entierros masivos de NN (Colombia) y estudios acerca de la arqueología experimental. Por otra parte, algunos trabajos comprenden las relaciones interétnicas, la etnogénesis y se discuten ciertas explicaciones que se han hecho desde las “Historias oficiales”, construidas desde los sectores dominantes latinoamericanos.

Los escritos hacen algunas referencias a cuestiones epistemológicas y aspectos de método y teoría en Arqueología. Se discute críticamente en algún caso (Brittez) las ideologías importadas y se menciona el etnocentrismo europeo y anglonorteamericano en el ámbito de la ciencia cuyos modelos han sido utilizados por todo el espectro arqueológico.

También se hace mención a colonialismo e imperialismo y subjetividades que abarcan construcción de identidades y representaciones sociales y clasistas. Los trabajos publicados contribuyen al campo de la Arqueología Histórica en temas y problemas -tratados y publicados también por otros colegas- con diversidad de variantes en los enfoques.

Conozco personalmente y a través de su trabajo a varios de los autores de este libro y sé que tienen experiencia en el ámbito en el que participan.

Los trabajos aquí publicados fueron temas monográficos -de la investigación que cada uno llevaba a cabo- dentro de un Seminario de Arqueología Histórica que el Prof. Funari brindó en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires en 2006. Sin embargo, tengo que hacer una observación respecto del título del libro en relación con su contenido.

Entiendo que los trabajos no representan a la “Arqueología Histórica en América Latina”, sino en forma parcial, muy parcial. Muchos “Temas y discusiones recientes” no han sido tratados en esta obra, por ejemplo, el de los desaparecidos y los estudios de los antropólogos forenses (por caso, los del Equipo Argentino de Antropología Forense) quienes trabajan con diversa y variada documentación escrita, fotográfica, arqueológica, etc.

Tampoco trabajos epistemológicos –que los hay- que discutan los alcances de los campos disciplinares en relación con problemas del pasado que podrían llamarse de “tiempos históricos”; ni las investigaciones en misiones y reducciones –que abundan- que ponen en juego distintos poderes o luchas de los “dioses de turno” o las injusticias y degradantes relaciones humanas que tienen como foco la esclavitud, uno de los pilares –como la piratería, los corsarios, el saqueo de materias primas y las drogas- en la construcción del capitalismo. La guerra no se encuentra presente en esta obra. La guerra a partir de la cual los investigadores pueden preguntarse sobre los temores humanos en los campos de batalla en los que luchaban en primera línea los más pobres de los pobres de todas las sociedades. Así, estos temas y otros que actualmente están formando parte de estudios de este tipo no se encuentran incluidos en este libro. Sabemos, casi todos, que colegas mexicanos, colombianos, cubanos, bolivianos, uruguayos, chilenos, brasileros, argentinos y otros latinoamericanos trabajan sobre estas y muchas otras temáticas sociales en donde se incluyen conflictos sociales directos, ya fueran internos o externos a las sociedades enfocadas.

Si bien, muchos arqueólogos latinoamericanos han seguido las reflexiones de sus pares norteamericanos (entre ellos Orser y Fagan, que se refieren al denominado “Mundo moderno”) esos enfoques no necesariamente reflejan las realidades y problemas al sur del río Bravo. Al respecto, desde una posición crítica y muy valorable, algo de esto considera Brittez en su trabajo. Durante los años de 1960 y 1970 se generaron posturas de arqueólogos críticos latinoamericanos, entre ellos Lumbreras –“La Arqueología como ciencia social”- Lorenzo, Gándara, Bate (ver Lumbreras 2006) los que construyeron una línea de pensamiento que confluyó en la Arqueología Social Latinoamericana (citada por Ormazábal).

Respecto de los temas vinculados a la frontera pampeana del siglo XIX, tratada en el último bloque del libro, se podrían haber incluido algunos enfoques tratados en obras recientes que encierran diferentes miradas – de arqueólogos, historiadores, etc.- del debate actual (ver en Internet, Temas de la Frontera Sur, TEFROS).

Como acotación en particular quiero señalar determinadas cuestiones acerca de fundamentos teóricos y epistemológicos. En casi todos los artículos se presentan correlatos entre documentos escritos y el registro arqueológico, también datos de otras fuentes de información. Sin embargo, los marcos teóricos y epistemológicos alcanzan cuestiones que son conflictivas, mediadas y sesgadas respecto de las fuentes teóricas en donde se nutren. Respecto a los fundamentos teóricos, en general, no se observa la cita de las fuentes originales sino que se toman las intermediaciones que hacen algunos arqueólogos. Así son tratados modernismo, modernidad, lucha en el capitalismo, revoluciones industriales, teoría del centro y Ramos 2007 – Reseña 202 periferia, etc., todos temas y conceptos bien estudiados desde fuera del ámbito arqueológico, desde hace mucho tiempo. Por otra parte, en general, tampoco veo un correlato concreto entre las citas teóricas y los datos empíricos. Parecería haber allí un divorcio real entre lo que se enuncia y la información que podría –desvinculada del trabajo- incluirse en cualquier estudio procesal o post-procesal, por llamarlos de alguna manera.

ALGUNOS COMENTARIOS ACERCA DE CUESTIONES DEBATIDAS

En América ha prevalecido la idea de una Arqueología Histórica relacionada con sitios cronológicamente ubicados dentro del período postconquista europea y estas obras se encuadran en esa mirada general.

Aquella es una premisa arbitraria que no expresa con claridad los alcances del campo en cuestión debido a que no siempre existen registros materiales y escritos de origen europeo durante etapas de exploración y conquista del territorio. Por otra parte, también se ha hablado y propuesto de manera recurrente una perspectiva que enfocaba los problemas del pasado en tiempos históricos, como una Arqueología del Colonialismo (entre otros, Fournier 1999; McGuire y Navarrete 1999). Esta idea, proveniente sobre todo del campo de los arqueólogos marxistas, tampoco ofrece una perspectiva unívoca debido a que varias categorías, y su historia, se siguen debatiendo y, por otra parte, representa una mirada eurocéntrica, ya que fueron creadas por los europeos occidentales. También se ha hablado últimamente de una Arqueología del Capitalismo o una Arqueología del Mundo Capitalista.1 Sin embargo, estos rótulos también tienen sus imprecisiones y contradicciones, sobre todo en relación con las categorías: “capitalismo” o “mundo capitalista”. Sobre esto también existe debate y polémica por sus alcances, ya que exceden el campo arqueológico.

Entiendo que la llamada “Arqueología del capitalismo” o “Arqueología del mundo moderno”, no pueden ser tomadas como equivalentes.

Capitalismo y modernidad no son lo mismo. Por otra parte, muchos trabajos de Arqueología Histórica parten de otros trabajos arqueológicos que no son los que originalmente han definido los conceptos. Las elaboraciones teóricas y el debate sobre la historia y las luchas dentro del capitalismo no han concluido, sobre todo dentro de los sectores intelectuales de los países dependientes como los latinoamericanos. Allí se destacaron, aunque no estemos totalmente de acuerdo con sus posturas, el peruano Mariátegui o el argentino Hernández Arregui que, en medio de muchas resistencias y reacciones, cuestionan la desigualdad humana desde perspectivas regionales. Respecto de “Mundo moderno” también existen distintas posturas, varias de ellas latinoamericanas.

Considerando la diversidad y cantidad de investigaciones que se han hecho sobre Arqueología Histórica, Orser (quien ha escrito el Prefacio del libro) y Fagan, han propuesto una clasificación sobre las diferentes modalidades elegidas por la comunidad científica –principalmente anglosajona- para abordar lo que se reconoce de manera amplia como Arqueología Histórica. Estos investigadores proponen 3 posibilidades, entre las que está la del estudio del denominado Mundo Moderno.2 Se supone que esto incluye una crítica a los enfoques tradicionales, sin embargo se recurre a la historia de “Occidente”. Por ejemplo, Fagan cuando aborda la denominada Pequeña Edad del Hielo, proceso climático de descenso sostenido de las temperaturas que transcurrió entre el 1300 y el 1850 en el hemisferio Norte, que supuestamente habría tenido alcance mundial, se funda en eventos históricos y climáticos de Inglaterra y Francia, incluyendo sucesos de algunos otros países, como Irlanda o los Estados Unidos3 (Fagan 2000). Si se considera la expansión del capitalismo o la historia del denominado mundo occidental entonces, la arqueología maya quedaría fuera del alcance del campo de la Arqueología Histórica, algo que no comparto. Al respecto, el trabajo de Verónica Lema, sobre Tebenquiche Chico, avanza a favor de la inclusión de estos tipos de casos en el ámbito de lo que de manera amplia reconocemos como Arqueología Histórica.

Pero, también la propuesta de Orser y Fagan considera la historia de la Europa Occidental como el único referente sobre el que se plantea la clasificación. Considerando los criterios sobre los que se funda, es importante destacar críticamente que el núcleo del tema excede el marco de períodos y también la circunstancia de un indefinido y amorfo límite del comienzo del “Mundo Moderno”, que puede entenderse, en sentido filosófico, como el comienzo del pensamiento iluminista del siglo XVIII y su continuidad y conexiones durante el siglo XIX y parte del XX, por lo menos. Sabemos que la “modernidad” puede tener, por lo menos, dos Ramos 2007 – Reseña 204 conceptos: “(…) El primero es eurocéntrico, provinciano, regional. La Modernidad es una emancipación, una ‘salida’ de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. El tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel y lo comenta Habermas en su conocida obra sobre el tema – y es unánimemente aceptado por toda la tradición europea actual- (…)” (Dussel 2003: 45).

Por otra parte, amplía Dussel (…) “Proponemos una segunda visión de la ‘Modernidad’ en un sentido mundial, y consistiría en definir como determinación fundamental del mundo ‘moderno’ el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) ‘centro’ de la Historia Mundial.

Es decir, nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492 (como fecha de iniciación del despliegue del ‘Sistema Mundo’) (…) y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta se torna el ‘lugar’ de ‘una sola’ Historia Mundial (…)” (Dussel 2003: 46).

La modernidad se puede tomar desde esas perspectivas según qué y desde dónde se discuta. Así, el colonialismo o imperialismo “de turno” (por ejemplo, España, Inglaterra o Estados Unidos) la traslade a sus dominios, ya que esos imperios o estados imperiales pueden considerar –o no- a sus dominios como parte de su territorio, declarado o no declarado.

Respecto de “capitalismo”, entiendo que es muy discutible la medida en que se puede aplicar para la Argentina –país muy heterogéneo en varias dimensiones, aún en la actualidad- de la segunda mitad del siglo XIX.

Algunos hablan del período que se extiende desde el siglo XV al siglo XVIII como de un capitalismo primitivo. ¿Cómo era el caso de la Argentina?; ¿corría a la par de las fases de esos esquemas?; ¿hacia el siglo XVIII estaba en lo que se denomina un capitalismo primitivo o recién alcanza esa situación durante la segunda mitad del siglo XIX?. En ese caso: ¿cómo era la circulación y uso de bienes en ese momento? Vale recordar que el desarrollo del capitalismo no es homogéneo, presenta diferentes fases, que de acuerdo al contexto –entre otras cosas- mantienen diversidad de relaciones entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción.

Esto incluye varias modalidades de intercambios y relaciones en las que interviene el estado con diferente intensidad e intereses.4 Todo esto depende de los contextos y de multiplicidad de cuestiones vinculadas a espacio y tiempo. Es decir, los contextos históricos y sociales que se están enfocando varían de país en país, de región en región y aún más. En estos tratamientos existen problemas de escalas. Hay que considerar que el desarrollo del capitalismo no es homogéneo, como tampoco el de las revoluciones industriales. Vale citar dos muy conocidas fuera de los contextos del denominado Primer Mundo, cuyas revoluciones industriales son de las segundas mitades de los siglos XVIII y XIX: la Soviética, desde 1920, la de China desde 1950 y el hecho que esta última en alguna medida está influyendo en nuestra realidad actual. La historia de “Europa occidental” no es parámetro para el planeta, ya que no existe una “historia mundial” unificada, algo que pretende para el presente la fase capitalista de la globalización. Ninguno de sus momentos o sistemas sociales, políticos y económicos, como por ejemplo el feudalismo, desarrollado especialmente en Francia y Alemania entre los siglos IX y XIII, se ha dado con las particularidades francesas y alemanas en otros lugares de Europa. Ni qué hablar de otros continentes o países. Esas periodizaciones serían imposibles de aplicar a la América o al África de esa época o de otras posteriores.5 El proceso y los elementos vinculados al uso e intercambio de bienes que se da en la Argentina tienen particularidades muy distintas al denominado Primer Mundo o Países Centrales. Vale recordar que durante muchos años –por ejemplo, siglos XIX y XX- coexisten en el país comerciantes diversos, cazadores criollos de nutrias y ñandúes, cazadores – recolectores indígenas, pastores de ovinos y camélidos, loberos, artesanos, operarios y empleados de talleres y fábricas, agentes capitalistas, etc. Todos no trabajan o se mueven por los mecanismos capitalistas y muchos de ellos se vinculan con diferente grado a ese modo de producción. Los modelos importados del denominado Primer Mundo no funcionan exactamente en estos contextos muy disímiles, complejos y heterogéneos que se encuentran en la sociedad denominada “argentina”.

Si se toman las contradicciones dentro de la sociedad capitalista y luchas o diferencias de clases que incluyen aspectos de la cultura material, se debería recurrir a autores clásicos, los que han definido los conceptos básicos para realizar este tipo de enfoques, como Marx, Engels, Lenin, incluso los muy conocidos trabajos de Mariátegui, Hoggart, Dobb, Milliband más cerca de nosotros en el tiempo. Esta crítica se fundamenta en que los temas que se tratan exceden ampliamente el marco de la Arqueología y Ramos 2007 – Reseña 206 alcanzan a todo el campo social. Los autores clásicos, desde el siglo XIX, han definido conceptos y han planteado los conflictos que se daban en el interior de las sociedades. No discuto la posición teórica (la que podría hasta compartir) pero si se siguen estos argumentos respecto de análisis sociales que incluyen desigualdad y se enfoca desde estos contextos particulares, se debería citar a aquellos autores en la fundamentación teórica. Así, parecería que recién a finales del siglo XX y principios del XXI, ¡algunos arqueólogos han descubierto estas contradicciones e incluso la lucha de clases en el seno de las sociedades capitalistas! Respecto de los contextos latinoamericanos del siglo XIX y XX, han enfocado estos temas y problemas, historiadores, sociólogos, economistas, antropólogos sociales; pero particularmente, especialistas en Historia Cultural.6 El ámbito de las ciencias sociales incluye a todas las disciplinas humanas y también a la Arqueología; por lo tanto, respecto de teoría social, la Arqueología tiene que tomar esos antecedentes.

Respecto de cuestiones epistemológicas se mencionan –y es un caso común dentro del medio- interdisciplina y multidisciplina como si fueran equivalentes. Estas son vinculaciones entre disciplinas en relación con la resolución de problemas. En Argentina estas relaciones fueron definidas por los epistemólogos (por ejemplo, Somenson 1992; Gianella 1995).7 Ninguna de ellas es equivalente a la otra. Interdisciplina e incluso multidisciplina (como moderno, utopía, etc.) son palabras “bastardeadas”, según expresan los mismos epistemólogos. En Arqueología ha ocurrido algo parecido como ha señalado Sackett (1977) al respecto de lo que denominó “términos ómnibus”, que también son términos bastardeados. Es un término al que se le “suben” diversidad de significados. Los arqueólogos utilizamos también nuestro lenguaje y cuestionamos si otros o los mismos arqueólogos no emplean los términos teóricos con los alcances con los que han sido definidos, por ejemplo, artefacto, estructura, sitio, etc. (aunque respecto de estas clasificaciones se tomen conceptos de Schiffer, Lull u otro arqueólogo). Todo esto y otras cosas, contribuye a mejorar la comunicabilidad en el ámbito científico.

Dentro del campo de la Arqueología Histórica, en la Argentina y durante los últimos años, la discusión sobre aspectos teóricos y metodológicos se ha enfocado desde distintas perspectivas.8 En la actualidad el debate continúa con menor intensidad. Sin embargo, puede decirse que ha brindado perspectivas alentadoras por el interés despertado inclusive en otros investigadores que no provienen del campo arqueologico.9 Entiendo que el libro Arqueología Histórica en América Latina. Temas y discusiones recientes, compilado por Pedro Paulo Funari y Fernando Brittez, contribuye al desarrollo de temas ya tratados en la Arqueología Histórica. Los autores de los artículos hacen aportes respecto de problemas puntuales sobre los que brindan datos empíricos; sin embargo, la obra general y las posiciones teóricas no representan al espectro latinoamericano ni al fundamento de la teoría latinoamericana.

Notas

  1. Para referencias de las denominadas Arqueología del capitalismo o del mundo capitalista podemos citar, entre otros, Orser y Fagan (1995) y Orser (1996).
  2. Son: 1). la Arqueología Histórica como el estudio de un período; 2). la Arqueología Histórica como un método de investigación; 3). la Arqueología Histórica como el estudio del Mundo Moderno (Orser y Fagan 1995; Orser 1996).
  3. Podría argüirse que, en general, en Europa occidental y sus colonias -y particularmente en esos dos países- los registros de esa época son bastante más completos que en otras partes del mundo, por lo que no habría otra posibilidad de información adecuada por utilizar. Sin embargo, el análisis de Fagan aborda cuestiones climáticas y también sociales y los hechos que cita llegan hasta el año 2000, por lo que los registros de muchos países del mundo pueden brindar información clara y precisa, por lo menos desde fines del siglo XIX. También la periodización de Schuyler (1980) tiene fuerte contenido y sesgo eurocéntrico, ya que contempla la expansión europea y la del denominado “Mundo Occidental” y no considera otros contextos en los que, fuera de esa influencia, existen a la vez registros materiales y escritos.
  4. Por ejemplo, existe una fase capitalista liberal durante la última mitad siglo XIX, con explotación extrema de los trabajadores e ideas rectoras muy individualistas que volverá reciclado a fines del siglo XX. A principios del siglo XX, el Taylorismo y el Fordismo influyen en la producción y en las condiciones de vida de los trabajadores-pero con la mirada puesta en el consumo- intentando maximizar la primera en beneficio del capital. ¿La Argentina se encuentra incluida en ese proceso y en esa fase de mayor integración internacional (1870-1913)? Otra fase es la del capitalismo reglamentario, en donde el estado interviene y se aflojan las tensiones en pos de una mejor producción y un correlato de consumo; al cual le siguen otras fases. Aquí la Argentina tiene una mayor relación, pero siempre a la saga de la denominada Europa Occidental o del llamado Primer Mundo.
  5. También se debe recordar que, inclusive, en países de la llamada Europa Oriental – Lituania, Letonia y Estonia por ejemplo- se pasó de formas cuasi feudales hacia el socialismo durante las primeras décadas del siglo XX. El caso de la Argentina –agrícola e industrial- es también particular, de dependencia del llamado Primer Mundo e incomparable con Inglaterra, por ejemplo. Ramos 2007 – Reseña 208 6. Algunos, y contemplando el enfoque, son marxistas o neo-marxistas (como Azcuy Ameghino 1995, 2004).
  6. Respecto de relaciones entre disciplinas dice Gianella: “La multidisciplina se caracteriza por el trabajo mancomunado de científicos de distintas ciencias en torno a la resolución de problemas, sin la modificación de los conceptos y procedimientos de cada una de ellas. El trabajo interdisciplinario, en cambio, se caracteriza por el intercambio de información y procedimientos, pero manteniendo las categorías propias de cada ciencia. Por último, el trabajo transdisciplinario requiere de la creación de categorías y procedimientos nuevos, que van más allá de las contribuciones que efectúa cada disciplina” (Gianella 1995: 71). En cuanto a lo que dice Somenson (1992), las expresiones son similares. Todo esto no es un pequeño detalle.
  7. Entre otros, Rocchietti 1996, 2002; Gómez Romero y Pedrotta 1998; Ramos 2000, 2002; Zarankin y Senatore 2002; Tapia 2003 y Pineau 2006.
  8. Fuera de la Argentina, sobre todo en el ámbito anglosajón, se ha debatido desde hace muchos años la perspectiva teórica de las investigaciones sobre problemas planteados en relación con sitios ocupados durante tiempos históricos. Los alcances y las posibilidades de abordar arqueológicamente problemas del pasado en momentos en los que existía escritura, sobre eventos o procesos, han sido tratados en varias oportunidades (entre otros, South, 1977; Schuyler 1980; Trigger, 1982, 1992; Orser y Fagan 1995; Orser 1996, 2000; Johnson 2000).

Referências

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Mariano Ramos – Licenciado en Ciencias Antropológicas, con orientación en Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 1987. Especialista (2004) y Magister (2005) en Epistemología e Historia de la Ciencia (UNTREF) y Doctorando de la FF y L (UBA). Vinculado a diversas instituciones: AIA; AAPRA; CONICET; UNLu; TEFROS–UNRC. Es Docente-Investigador de Universidad Nacional de Luján y Profesor Adjunto de UNLu en Antropología, Prehistoria General e Historia de América I. Realizó 57 campañas arqueológicas (dirigió 39) en Argentina, Francia (CNRS y Universidad de Columbia) y en España (Universidad de La Laguna, Arqueotecnia y Universidad de La Gomera, Canarias). Dirige proyectos de Investigación y el Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios (PROARHEP-UNLu). Cuenta con 6 libros y más de 60 publicaciones en Argentina, España, Chile y Estados Unidos y forma parte de Comités de Revistas universitarias.

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Arqueología Histórica | [RAHAYL] | 2007

Revista de Arqueologia Quantitative Methods

La Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana (RAHAYL) ([?], 2007-) es una publicación semestral de acceso abierto, publicada y editada actualmente por su Comité Editor.

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