The class matrix: social theory after the cultural turn | Vivek Chibber

Luego del giro cultural iniciado en la década de los 70 del siglo pasado, parte del debate en torno a la teoría social, en un intento por corregir las visiones deterministas difundidas por el marxismo clásico, ha girado en torno al rol de la subjetividad, lo particular y las experiencias individuales como fundamentos determinantes para comprender los conflictos sociales. Lo anterior, ha desencadenado en que teorías con paradigmas de carácter estructural hayan perdido popularidad para analizar los fenómenos sociales, siendo el marxismo una de las teorías más vilipendiadas. Categorías como clases sociales, capitalismo, explotación y lucha de clases, cada vez son menos frecuentes entre los análisis coyunturales y de carácter histórico. ¿Es que el capitalismo y sus efectos sobre la sociedad puede explicarse por variables culturales? En esta corta pero ambiciosa obra, el sociólogo marxista Vivek Chibber se impone una tarea clara y bien definida: rescatar y revalorizar la teoría materialista en los debates sociológicos de nuestro tiempo. Para esta labor, el académico organiza toda su argumentación en torno a responder las críticas de la teoría que considera ha desplazado al marxismo en los análisis sociales contemporáneos, a saber, los estudios culturales. Ahora bien, esta no es solo una nueva obra que intenta reproducir al pie de la letra los escritos marxistas tradicionales y conocidos por gran parte de los entendidos. Por el contrario, esta obra es un intento por actualizar la teoría materialista, reflexionando sobre los errores de las generaciones previas y tratando de situarse sobre vacíos, incluyendo eso que para seguidores del marxismo ortodoxo suena tan esquivo: la cultura. Por tanto, este es un escrito que intenta romper con el determinismo característico de la teoría marxista del siglo pasado, se empeña por sostener que la teoría materialista sigue siendo la principal herramienta teórica para analizar las sociedades capitalistas y, aún más importante, trata de incorporar y posicionar el rol de la cultura en la teoría materialista. Para lograr ese proyecto, el académico formado por Erik Wright escribe minuciosamente su obra bajo la siguiente y reveladora idea: “This book develops a theory of class structure and class formation by way of response to the cultural turn. It is written with the conviction that the road back to materialism goes through culture, not around it” (p.16) [Este libro desarrolla una teoría de la estructura de clases y de formación de clases como respuesta al giro cultural. Está escrito con la convicción de que el camino de vuelta al materialismo pasa por la cultura, no por rodearla]. De este modo, el autor minuciosamente divide su obra en 5 capítulos, cada uno con propósitos y desafíos específicos, pero que, sin embargo, convergen en intentar responder tanto a los cimientos teóricos del giro cultural, así como también develar una teoría marxista de la sociedad que responda a los desafíos y giros que ha tenido la sociedad en el último siglo. Una de las ideas que ha adquirido protagonismo desde el inicio del giro cultural dice relación con que las estructuras están subordinadas, de alguna u otra manera, a las constelaciones de los significados; el primer capítulo se encarga de abordar esta propuesta. De este modo, y aceptando de manera parcelada la propuesta de que los agentes tienen que interpretar la estructuras, el pasaje se centra en rebatir la tesis más popular entre los estudios culturales. La argumentación de Chibber se fundamenta en la naturaleza del capitalismo en sí mismo, es decir, la explícita condición que los trabajadores, mediante las relaciones laborales desarrollan ante la necesidad de supervivencia física del mismo. Para el autor, mientras exista una estructura que obligue a los sujetos a vender su fuerza de trabajo como medio para la supervivencia, los significados, y por tanto la cultura, quedan relegados a otro plano explicativo. Ahora bien, ¿cuál es el rol de la cultura? El sociólogo señala que la cultura juega un rol importante en la mediación de la estructura y de la práctica económica de los sujetos, y sobre todo, por el rol que juega para proveer los códigos necesarios para activar la estructura: “culture is still the proximate cause of structure’s stability in that it provides the codes and meanings needed to actívate the scturures [la cultura es todavía la causa próxima de la estabilidad de la estructura en tanto provee de los códigos y significados requeridos para activar las estructuras].” p.39 Otro de los motivos que dieron rienda al giro cultural, fue el determinismo -asociado al marxismo clásico- respecto a la formación de “clase en sí”. Dicho de otro modo, la teoría indicaba que debido a la explotación sobre la que se basa el capitalismo se generaría una resistencia colectiva que terminaría por decantar en una organización política que, finalmente, derrocaría al capitalismo. En el segundo capítulo, Chibber se hace cargo de este postulado y lo enfrenta. En él se busca renovar la teoría de la formación de clases rompiendo con el determinismo del marxismo clásico, pero confirmando que sí existe un proceso de formación de clases en el presente modo de producción asociado a las estructuras económicas. Esta vez, lo que el autor propone es que la resistencia, en primera instancia, no ocurre de manera colectiva, si no que de manera individual. Lo anterior tendría explicación en la distribución desigual de los recursos en el capitalismo -tales como el poder y el capital- , generando que los trabajadores tengan que enfrentarse a la estructura de manera solitaria frente a los dueños del capital. Ahora bien, ¿cómo ocurre entonces la formación de clase? A juicio del sociólogo, esta reside en condiciones ambientales externas de carácter favorable (i.e. un cambio en la estructura) y cambios en el cálculo moral sobre cómo juzgan esas condiciones. En este último punto vuelve recurrir a la cultura para explicar la formación de la clase, sosteniendo que una de las condiciones externas al proceso de formación de clase pasa por esta: “The indispensable ingredient, in addition to a favorable external environment is cultural– a shift in workers’ normative orientation to solidaristic [El ingrediente indispensable, sumado a las favorables condiciones externas es cultural– un cambio en la orientación normativa de los trabajadores a solidaria].” (p.68) El capítulo tres, está enfocado a explicar el problema de la reproducción en el capitalismo. En específico, la pregunta que intenta resolver este apartado es: dado que el capitalismo está generando permanentemente resistencia hacia él ¿cómo es que sobrevive? Chibber diverge, una vez más, de las explicaciones culturalistas, argumentando de entrada que la explicación a esta interrogante está en la estructura de clases en sí misma y no necesariamente en la ideología. Así, el argumento del autor está sustentado en dos ideas. Primero, sostiene que el consenso activo es importante para la estabilización del capitalismo, sin embargo, este tiene su origen en la coordinación en los intereses materiales, y no en la socialización, a saber, “Workers are persuaded to accept the system as legitimate, not by dint of ideology but because of how it aligns with their well-being [los trabajadores son persuadidos a aceptar el sistema como legítimo, no por la ideología sino porque este se alinea con su bienestar]” (p.80). Segundo, en que el mecanismo fundamental para la estabilidad capitalista es la resignación del trabajador a su situación. Esta última nace de una limitación impuesta por el carácter primeramente individual de resistencia al capitalismo. De este modo, es posible ver al autor debatir de manera permanente con las lecturas subjetivistas que otros marxistas hacen de la obra de Antonio Gramsci, concluyendo que la ideología no es causa de la estabilidad del capitalismo sino un efecto de él. El capítulo 4, por su lado, entra de lleno en el perpetuo debate de la teoría social en torno a la agencia y la estructura. En específico, Chibber trata cuidadosamente de mostrar que la teoría materialista, a pesar de su carácter estructural, puede explicar la agencia y la acción de los sujetos en el capitalismo. Dicho de otra manera, lo que se quiere defender, de manera subyacente, es que la teoría materialista puede explicar la acción dentro de la estructura social sin caer en la necesidad de incurrir en la cultura como elemento sustancial, incluyendo la explicación del cambio social desde la teoría. Para lograr esto último, el autor se sustenta en la emergencia histórica de la socialdemocracia en la Europa del siglo XX. La tesis del sociólogo es la siguiente: dada la naturaleza misma de la estructura económica en la cual están insertos los agentes, la mayoría de los sujetos no estarán interesados en generar acción colectiva debido a la resistencia de carácter individual que se forma en dicha estructura. El cambio ocurre -o no- en la medida en que existan alteraciones que impacten en los intereses directos de los actores de la clase trabajadora, y la magnitud que tengan para generar respuestas motivadas a la subsanación de esos intereses. Por último, vale la pena mencionar el profundo énfasis que el autor señala sobre la estructura social: cualquier intento de cambio siempre va a estar constreñido por y en la estructura misma. El quinto y último capítulo, está destinado a defender de manera elocuente que la teoría materialista de clases provee una narrativa coherente con respecto al auge y caída de la izquierda del siglo XX. En otras palabras, luego de presentar la robusta teoría en el libro, el capítulo se propone demostrar que la teoría presentada sirve como herramienta de análisis y explicación. Para ello, Chibber, desde un análisis histórico, presenta las condiciones estructurales y a la vez beneficiosas para la formación de clase, en las que la izquierda europea del siglo XX emergió. La transición de la agricultura hacia la manufactura urbana, la creación de sindicatos en los lugares de trabajo, entre otros, son algunas de las experiencias históricas en la que se sustenta esta primera fase. Más adelante, sin embargo, Chibber argumenta de manera clara y concisa que las experiencias históricas que ayudaron a formar a la “clase en sí” del siglo XX, ya no corren para este nuevo período. Siguiendo su tesis de la individualización de la resistencia, el sociólogo arremete con una tenaz aseveración sobre la resistencia colectiva: la resignación con el capitalismo y sus consecuencias en la vida de los sujetos. Esto permitiría explicar el decaimiento en la articulación política de la izquierda actual. Para resumir, esta ambiciosa y delicada obra está destinada a subsanar dos desafíos. El primero, a debatir de manera abierta pero directa con el giro cultural y los argumentos que, desde la teoría social, buscaban deslegitimar al marxismo. Al hacerlo, el autor discute con algunos de sus postulados más importantes1 -mas no con todos-, lo que lo lleva a examinar si es que la cultura tiene espacio en la teoría materialista. El segundo, afrontar al marxismo clásico para resaltar la teoría materialista y su valor. Es así como el autor logra actualizar y reorganizar ciertos conceptos que, en corrientes pasadas, a juicio del autor se presentan como equivocados. Lo anterior transforma a la obra de Viver Chibber como un indispensable para aquellos que deseen seguir explorando, desde una perspectiva sociológica y actualizada, una teoría marxista para el siglo XXI. Leia Mais

Key Elements of Social Theory Revolutionized by Marx | Paul Zarembka

A Paul Zarembka lo conocemos desde hace ya 8 años, cuando estudiamos su artículo “La acumulación primitiva en el marxismo, ¿separación histórica o transhistórica de los medios de producción?”, publicado por primera vez en 2002. Ya en ese momento se me generaron ciertas dudas respecto de sus planteamientos, ya que simplemente se desconocía que la problemática abordada había sido tratada 30 años atrás por autores como Octavio Ianni (Esclavitud y capitalismo,1975) y Roger Bartra (Estructura agraria y clases sociales en México, 1973), y lo había sido hecho yendo más allá de la exégesis textual de obras “clásicas” como en el caso de Zarembka, sino que enraizado en la tradición del análisis de clase agrario legada al marxismo por el mismo Lenin, lo cual a su vez les había permitido desarrollar la hasta cierto punto fértil noción de “acumulación primitiva permanente”. Luego de eso, hace 2 años y medio me tocó estudiar algo de Zarembka en relación con el desarrollo del marxismo en Rusia y su rescate de la figura de Nikolai Sieber. Lo que eran dudas en 2012, en 2018 se transformaron en la seguridad de un análisis equivocado… En septiembre de 2020 Brill publicó “Key Elements of Social Theory Revolutionized”, un libro de algo menos de 250 páginas en los que se tratan los más variados temas. Consta de 11 capítulos divididos en 3 partes. La primera parte consta de un solo capítulo y defiende la tesis de que no es necesario “pasar por al escuela de Hegel” para entender al Marx de El Capital, porque de hecho éste ya en sus escritos tardíos habría abandonado toda vinculación con el primero (y hasta con la dialéctica). En la defensa de esta tesis Zarembka rescata la figura de quien para él fuera el primer marxista ruso, Nikolai Sieber, lo que le sirve para desestimar la obra del primer Plekhanov y sus preocupaciones dialécticas, de paso criticando al Lenin de Empiriocriticismo y Materialismo (1908) y realzando la figura de Luxemburg. Los capítulos 2 a 9 desarrollan las concepciones de Zarembka sobre el valor, la acumulación de capital, las crisis, las diferentes formas de “composición” de el capital y temática anejas. En este contexto nuestro autor abunda respecto de la importancia de las distintas ediciones del primer tomo de El Capital (las 4 alemanas hasta la muerte de Marx, la francesa de 1872-1875), y concluye con una defensa de la tesis sobre la acumulación de capital de Luxemburg publicadas en 1913 (las cuales fueron y son criticadas aún hoy por la mayoría de los marxistas). El libro concluye con un capítulo de Narihiko Ito que trata un escrito sobre el problema nacional de Luxemburg publicado por entregas entre 1908-1909, y una suerte de colofón del mismo Zarembka en el cual éste hace un apretado “punteo” de variadas situaciones en que el Estado ha actuado de manera conspirativa (desde Napoléon III hasta el 11 de septiembre de 2001 propio de los Estados Unidos). Luego de la sucinta descripción de los contenidos del libro, pasaremos a examinar algo más en detalle sus tesis sustantivas. Antes, eso sí, es pertinente destacar como positiva la publicación por Zarembka de: a) la traducción al inglés desde el francés de la sección del primer volumen de El Capital denominada “La ley general de acumulación” (páginas 64-84); quien escribe estas líneas llama a los lectores de esta reseña a fijar la atención en las páginas 69-70, en las cuales se distingue entre concentración y centralización, y se legitima lo que en nuestro propio libro de 2017 calificamos como críticas de Marx a la tesis de concentración/proletarización lineal; b) la publicación de una completa traducción desde el ruso al inglés del Prefacio de Danielson (Nikolai-on) a la 2da edición de la traducción rusa del primer tomo de El Capital, publicado por primera vez en 1898 (la traducción fue hecha por el compañero de armas de Zarembka, James D. White y se encuentra en las páginas 92-94). Ahora vamos a las tesis sustantivas desarrolladas por Zarembka, vamos a lo problemático. En primer lugar, en la página 20 el autor vuelve sobre las tesis que le leímos hace mas de 2 años, y cita una carta de 2012 de su amigo James D. White, según el cual Plekhanov desconocería en gran parte la obra de Hegel y la dialéctica, que habría utilizado ambos de manera profusa solo para ensalzar su propia figura de marxista ortodoxo por sobre un Nikolai Sieber al cual lamentablemente nadie en ese momento prestó demasiada atención. Esto habría dado resultado, y en los 1890s el Plekhanov “dialéctico” era la segunda autoridad marxista después de Kautsky, mientras Sieber había sido olvidado. El problema con esta tesis es que la misma es falsa. No se trata de un error de apreciación o falta de material (ya que la obra completa de Plekhanov en ruso está disponible en acceso libre en internet y sabemos que James D. White es capaz de traducir ruso), sino que es plena y derechamente falsa. Si ya en 1885 (“Nuestras diferencias”) Plekhanov utiliza la Filosofía de la Historia de Hegel, y en 1886-1887 trata con cierta extensión la relación entre Hegel y Marx en su escrito sobre Lassalle (que solo fuera publicado completo en 1934), a principios de diciembre de 1887 (Carta a Axelrod) ya ha recibido la Estética de Hegel. En 1888 Plekhanov traducirá el Ludwig Feuerbach de Engels, y comienza un sistemático estudio de la dialéctica hegeliana, lo que es mencionado por Ryazanov en diciembre de 1922 (Prefacio al v3 [1888-1892] de la obra Completa de Plekhanov, pp4) y mayo de 1923 (Prefacio al v7 de la obra completa de Plekhanov, pp7). De ahí que no sea extraño que en “A New Champion of Autocracy, Or Mr L. Tikhomirov Grief”, publicado por primera vez 1889, Plekhanov ya maneje La Ciencia de la Lógica de Hegel, para desembocar en el escrito referido por James D. White sobre Hegel que el ruso publicara en alemán en 1891, en el cual no solo cita de Hegel la Filosofía de la historia (como afirma White), sino que también la Enciclopedia, la Ciencia de la Lógica, y la Filosofía del Derecho. Por esto no es extraño que en las “Notas” que Plekhanov escribiera en relación con el Ludwig Feuerbach de Engels (publicadas por primera vez en 1892 y republicadas con adiciones en 1905) se desarrolle una amplia discusión referente a la relación entre Hegel y Kant, con un Plekhanov que demuestra un importante manejo y conocimiento de ambos y de la filosofía alemana en general. Esto, por lo demás, no era extraño, ya que la cultura filosófica de la intelectualidad rusa era muy versada en Hegel ya desde los 1840s: Belinsky, Herzen, Cernychevsky y Bakunin, todos ellos fueron hegelianos (y no solo de palabra). Esto, que puede saber cualquier marxista que estudie los escritos de Plekhanov sobre Cernychevsky publicados en el SocialDemokrat entre 1888 y 1892 (y en los cuales éste expresa que la reacción antihegeliana que comienza en Rusia en los 1860s es regresiva y “materialista vulgar”), explica también el amplio desarrollo que Plekhanov le da al marxismo en tanto materialismo dialéctico ya en los 1890s. Destacamos en este respecto “Essays on the History of Materialism” (publicado en alemán 1896 pero escrito en 1892-1893), un escrito fundamental para cualquiera que quiera estudiar con seriedad la especificidad del proyecto teórico de Marx (en el que Plekhanov hace amplio uso de la Ciencia de la Lógica, la Enciclopedia, la Filosofía de la Historia y la Estética de Hegel) y “La concepción monista de la historia” (publicada en ruso en 1895 y en la cual nuestro autor menciona a Hegel más de 240 veces). En segundo lugar, en las páginas 17-18 Zarembka sugiere la tesis de que la carta de Marx a Zasulich de 1881 -la cual según el primero sustanciaría la idea de que el Moro tendría una visión populista de la economía rusa (y casi del capitalismo en general) – habría sido censurada por un ortodoxo y antipopulista Plekhanov para no ser conocida sino en 1924. Nuevamente estamos en el caso de un error que linda con la falsificación (sobre todo teniendo en cuenta que el compañero de armas de Zarembka, James D. White, es versado en ruso). Por una parte, ya quien publicara la carta por primera vez, Boris Nicoalevsky (Antología de cartas de Axelrod de 1881-1896, publicada en 1924), subraya que la carta era muy conocida en el ámbito ruso, tanto que la misma es citada en el obituario hecho a Marx en el momento de su muerte en 1883, publicado por la tendencia populista (Narodnaya Volya [People’s Will]). Por otra parte, los editores de la antología de cartas de Axelrod de 1880-1892 publicada en 2006 (Из архива П. Б. Аксельрода. Вып. 1: 1880—1892 гг. — М., 2006), tienen un artículo específico en que critican la idea de que la carta fuera “censurada” o “escondida” por Plekhanov (И. «Утаенное» письмо К. Маркса. 1881 г.. Предисловие [The “hidden letter” of K. Marx. Foreword]), demostrando que el Plekhanov de ese momento no habría tenido problema alguno con la misma porque aún estaba en un momento de transición desde el populismo hacia el marxismo (todavía se organizaba en Black Redistribution [Chorny Peredjel], el Grupo por la Emancipación del Trabajo solo nacería en 1883, el mismo Plekhanov publica una nueva traducción de El Manifiesto Comunista al ruso en 1882 en que desarrolla tesis no tan distintas a las de la carta de Marx de 1881), y que la tesis de un “Plekhanov ortodoxo y censurador de la alternativa populista” es una falsificación hecha por Valentinov en 1957, la cual fue refutada por el mismo Nicolaevsky ese mismo año (mientras un intento de revivir las tesis de Valentinov en 1990 por parte de Kunitsyn fue ampliamente refutado). Tan conocido era el “Marx populista” (sic) en la Rusia de los 1880s-1890s, que Plekhanov menciona en julio de 1894 que la carta de Marx de 1877 a Mikhailovsky (donde desarrolla ya las tesis de 1881 de su carta a Zasulich) había generalizado un tipo de marxista ruso que solo estaba de acuerdo con el Marx de esta carta (Prefacio al opúsculo “F. Engels sobre Rusia”). Por lo demás, es posible caracterizar la carta de 1881 de Marx de una forma no plenamente populista, en un contexto que traza el desarrollo de las concepciones de Marx y Engels respecto de Rusia haciéndolas converger con los desarrollos de Plekhanov sobre la materia, que es lo hemos hecho nosotros (Clase o pueblo?: una crítica científica desde el marxismo, 2017, pp 285-357). En tercer lugar, y muy relacionado con lo anterior, el Prefacio de Danielson a la 2da edición de al traducción rusa del primer volumen de El Capital de 1898, citado completo en una nota al pie por Zarembka en las páginas 92-94 de su libro bajo la traducción de James D. White, muestra un Nikolaion bastante cercano a rechazar su tesis populistas previas que negaban el desarrollo del capitalismo en Rusia (párrafos 7 y 8); de hecho, Plekhanov ya en 1895 discute con unos narodniki que retroceden en toda la línea (según ellos existe desarrollo del capitalismo, pero este no produce una clase obrera combativa -cuando en 1896 los tejedores de San Petersburgo desarrollarán algo bastante cercano a una huelga general, huelga de participación obrera mas masiva de la historia hasta ese momento en toda Europa!-). Cuarto, veamos algunas cuestiones planteadas respecto a la relación entre Sieber y Marx. A lo largo de todo su libro Zarembka defiende lo importante que es la edición francesa de El Capital (1872-1875), por las modificaciones que Marx habría hecho en su opera prima, las cuales no habrían sido incorporadas plenamente por Engels en las ediciones de 1883 (3ra) y 1890 (4ta) de El Capital I en el idioma alemán original (y que además habrían devenido canónicas debido a la gran autoridad que Engels tenía en el movimiento socialista de la época). Sin embargo, Zarembka releva la recensión de Marx de la obra de Sieber de 1871 que el Moro publica en el Afterword de enero de 1873 a la segunda edición alemana del primer tomo de El Capital. Esto es, Marx estaría “satisfecho” con la interpretación que Sieber hiciera a la primera edición alemana de su obra aún en enero de 1873, aquella edición tan desestimada por Zarembka debido a su hegelianismo. Por otra parte, la pequeña referencia que Marx hace a Sieber en el mencionado Afterword, es muy improbable haya sido escrita después de un estudio detenido del trabajo de Sieber de 1871, porque éste le escribe a Danielson que estaría encantado de recibir el texto de Sieber solo el 12 de diciembre de 1872 (carta), y aún el 18 de enero de 1873 le comenta al mismo Nikolai-on que recién ha recibido este libro junto con 5 volúmenes de Screbitsky y un libro de Golovachev (el Afterword a la 2da edición de El Capital está fechado el 24 de enero de 1873). En lo que hace al contenido de la referencia de Marx a Sieber, hay que tener cuenta que la misma no legitima la interpretación de Sieber de manera enfática, sino solo expone que para éste la obra de el Moro utiliza el método deductivo propio de los economistas clásicos (Smith, Ricardo), en tanto extracta una cita de más de una página del Messenger de San Petersburgo de 1872 escrita por otro autor para exponer su método como el “materialista dialéctico” (también debe relevarse el encuadramiento epistemológico-teórico a través de la pareja inducción-deducción, criticado y discutido por Engels en Dialéctica de al Naturaleza, MECW v25, pp506-509). Por último, Zarembka presenta la línea de Marx que hace referencia a Sieber en sus Notas sobre un libro de Adolfo Wagner (1881), para sustanciar la idea de que Marx habría leído y aprobado un texto de este autor sobre él y Ricardo de 1874 (pp128- 130). El problema es que nuevamente estamos ante algo más que dudoso, ya que la pp534 del v34 de la MECW donde se consigna la cita de Marx a Sieber en el contexto de sus notas sobre Wagner, adosa una nota editorial a pie de pagina según la cual Marx estaría haciendo referencia al libro de Sieber de 1871 y no al libro de 1874. En quinto lugar, Zarembka afirma en la nota al pie n6 consignada en la página 96 de su libro, que Plekhanov “nunca mostró gran interés en la economía política abstracta”. En este caso estamos en presencia de un nuevo error de Zarembka, que bajo la mejor interpretación puede deberse a la “ignorancia supina” (quien desconoce teniendo todas las herramientas para conocer a su alcance), y bajo la peor, a la falsificación. Esto porque es Plekhanov quien primero desarrolla la economía política marxista en vena crítica a su primera interpretación reformista bajo manos de los primeros kadetes, que apoyaban sus tesis en un Rodbertus ya fallecido. En efecto, y como hemos mencionado en nuestro trabajo de Mphil sobre el desarrollo del marxismo fuera de Marx y Engels entre 1865 y 1896, los trabajos A New Direction in Political Economy (Новое направление в области политической экономии, nov 1881) y The economic theory of Karl Rodbertus – Yagetsov (Экономическая теория Карла Родбертуса – Ягецова, 1881-1883), son prueba fehaciente, tanto del amplio tratamiento que Plekhanov le dio a la economía política abstracta (el primer trabajo suma 37 pp en Word arial narrow tamaño 13 sin espacios, el segundo alcanza 105pp bajo el mismo formato) en el momento en que transitaba desde el populismo hacia el marxismo, como de su lucidez económico-teórica (Engels solo comenzaría sus críticas sistemáticas a Rodbertus en 1884). Sexto, en las páginas 86-89 Zarembka afirma que Lenin (como heredero del Plekhanov de los 1880s1890s) nunca trató de manera correcta y extensa la comuna rusa (obschina, mir), mientras Luxemburg sí fue más sensible a la misma y su especificidad. Respecto de esto, hay que notar algunas cuestiones. En el caso de Plekhanov, este trata el problema de la comuna desde sus primeros momentos y conoce al dedillo los escritos teóricos y estadísticos de su tiempo; su opción marxista en relación con la comuna (obschina) es porque supera su propio populismo vigente desde 1878 a 1882 (fundador de Selmya Volya – Tierra y libertad/voluntad), el cual precisamente se basaba en fetichizar la comuna. Para citar solo algunos ejemplos tenemos que Plekhanov trata sistemáticamente un escrito de Kovalevsky en su “Land community and its probable future” (En-Feb 1880) [Поземельная община и ее вероятное будущее], el mismo Kovalevsky que se supone hizo a Marx adoptar tesis populistas sobre la comuna. El trabajo de Kovalevsky es On the Disintegration of Communal Landholding in the Canton of Vaadt, London, 1876 [О распадении общинного землевладения в кантоне Ваадт]. En este mismo texto Plekhanov trata a Orlov y sus estadísticas agrarias sobre la cuestión. Plekhanov, por lo demás, era muy riguroso y trata el problema agrario y su vinculación de manera no menor en Nuestras diferencias (1885), donde se basa en gran parte en Orlov: Leia Mais

Debates feministas. Um intercâmbio filosófico – BENHABIB et al (REF)

BENHABIB, Seyla; BUTLER, Judith; CORNELL, Drucilla; FRASER, Nancy. Debates feministas. Um intercâmbio filosófico. Trad. de Fernanda Veríssimo, São Paulo: Editora Unesp, 2018. Resenha de: SANTOS, Patrícia da Silva. Feminismo, filosofia e teoria social: mulheres em debate. Revista Estududos Feministas, Florianópolis, v.27, n.3 2019.

O discurso filosófico e teórico nas sociedades ocidentais estabeleceu-se, por muito tempo, como território predominantemente masculino. O debate acerca da boa vida e as concepções em torno de suas instituições subjacentes à filosofia e à teoria social eram, até há pouco, protagonizados por homens que se apresentavam como as vozes “neutras” e “objetivas” de nossas formulações teóricas. O que acontece quando quatro feministas se reúnem para debater suas questões em profundo diálogo com algumas das mais relevantes tendências teóricas contemporâneas – como a teoria crítica, o pós-estruturalismo e a psicanálise? É claro que não se poderia exigir dessa empreitada a homogeneidade e o consenso próprios da suposta “universalidade” com que se disfarçou a moderna racionalidade ocidental.

Debates feministas, publicado originalmente no início dos anos 1990 e só agora disponível em edição brasileira, não é somente um livro sobre teoria feminista (uma das lições implícitas é justamente a impossibilidade de se pensar tal concepção no singular). É um testemunho de que o abalo geral provocado pelo pensamento contemporâneo em concepções basilares como identidade, normas e cultura exige que sejam autorizados sujeitos de discurso até então silenciados para que a filosofia e a teoria social se dispam da falsa neutralidade e incorporem os ruídos do não-idêntico, da subversão e da diferença. Em seus debates, Seyla Benhabib, Judith Butler, Drucilla Cornell e Nancy Fraser buscam apontar o lugar dos discursos feministas nessa tarefa de reelaboração do pensamento filosófico e teórico – as quatro pensadoras já apareciam, juntamente a outras, em volume publicado no Brasil há um bom tempo (Seyla BENHABIB; Drucilla CORNELL, 1987). Leia Mais

Teoria social: um guia para entender a sociedade contemporânea / William Outhwaite

Willian Outwaite atuou, por 34 anos, como professor de sociologia, coordenador do Programa de Pensamento Político e diretor do Centro de Teoria e Crítica Social na Universidade de Sussex. Autor de extensa obra sobre teoria social, é professor emérito de sociologia na Universidade de Newcastle, desde 2015.

Com o intuito de apresentar uma síntese da teoria social e o quanto essa ciência pode contribuir para a compreensão das grandes questões do mundo contemporâneo, a obra resenhada divide-se em oito capítulos. No primeiro, intitulado Origens, o autor promove uma reflexão sobre as origens das desigualdades sociais e os ideais, tão presentes hoje, que levaram às revoluções. Em Capitalismo, retoma o pensamento de Marx e Engels para analisar essa controversa forma social e econômica que, na atualidade, molda a vida da maior parte dos seres humanos. Em Sociedade, Outhwaite, objetivando examinar o desenvolvimento das sociedades – das formas simples às modernas – recorre a Herbert Spencer e Émile Durkheim. No quarto capítulo, Origens do capitalismo e teorias da ação social, o autor focaliza as precondições e consequências culturais do capitalismo.

Para introduzir o quinto capítulo e responder à pergunta “Como a sociedade é possível?”, o autor recupera o pensamento de Georg Simmel, cujo interesse por fenômenos culturais inspirou e inspira trabalhos em sociologia sobre a teoria “pós-moderna”. Em A descoberta do inconsciente, Outhwaite discorre sobre como a análise da psique de Freud moldou a compreensão da realidade, delineando as implicações desses estudos na cultura contemporânea. No capítulo Teoria social e política, a maneira pela qual alguns teóricos sociais tentaram explicar a política moderna recebe destaque. Por fim, em Questão pendente, temas relevantes na contemporaneidade que, até pouco tempo, eram negligenciados na teoria social são abordados, tais como gênero, relações internacionais e guerra, raça, colonialismo e crise ambiental.

O primeiro capítulo, concentra-se nas questões propostas por Rousseau e Montesquieu, no século XVIII, sobre a origem das desigualdades nas sociedades e a distinção entre moral e crítica social. Recorrendo a exemplos, o autor ilustra como esses temas permearam debates posteriores. Estabelece, desse modo, um paralelo entre as relações de poder, a histórica e crescente desigualdade social e, em se tratando de desigualdade natural, como nas sociedades capitalistas os olhares se voltaram à equidade. Nesse sentido, ressalta-se como as críticas de Rousseau ao excesso e ao luxo ou, nas palavras desse filósofo do iluminismo, a distinção entre a vontade conectada ao bem público e a vontade relacionada aos interesses individuais é extremamente relevante para a compreensão da política moderna.

Ainda sobre a política moderna, o autor retoma o pensamento de Montesquieu que, em O espírito das leis (1748), enfatiza a necessidade de um legislador, tanto quanto um arquiteto, conhecer bem o terreno antes de elaborar projetos, visto que o terreno pode não suportar o peso do que foi planejado. Em outras palavras, regimes políticos encontrarão solo seguro quando adequados à sociedade, não impostos. A aguda percepção de Montesquieu acerca da interação entre eventos acidentais e causas estruturais de longo prazo é, portanto, um bom ponto de partida para estudos que tem por fim compreender a relação entre o papel dos indivíduos e as estruturas mais amplas da história.

O autor finaliza este capítulo retomando a ideia de Montesquieu acerca do “espírito geral” e sinalizando como a mesma, além de encontrar eco no que Durkheim chamou de “consciência coletiva”, se mostra nuclear nos dias atuais para analisar-se as desigualdades, a democracia e os perigos do conformismo ou, numa expressão de Tocqueville, da tirania de uma maioria.

No segundo capítulo, Outhwaite, promove uma incursão na obra de Marx e Engels. De acordo com esse professor de sociologia, as análises realizadas por esses dois teóricos germânicos sobre os antagonismos das classes e as formas de produção são, até hoje, a forma mais consiste para pensar-se a estrutura social e econômica vigente na maior parte do globo terrestre: o capitalismo.

Começando com conceitos presentes em O capital (1867), é-se apresentado ao que Marx chamou de “valor de uso”, valor de troca”, “fator sensação”, “equivalente universal” e “mais valia”. Outhwaite assinala que a exploração do trabalho assalariado é tão intrínseca ao processo capitalista quanto os conflitos entre os que detêm os meios de produção e os que dispõe da força de trabalho. Lembrando que o lucro decorre do fato dos trabalhadores receberem em seus salários um valor bem distante do equivalente à produção por eles realizada, e os conflitos, por sua vez, resultam desse valor recebido mal suprir as necessidades de sobrevivência de quem detém a força de trabalho.

Ainda na atualidade, a ideia de receber o “valor total de seu trabalho” permanece tão incompatível com a manutenção do sistema capitalista que, em 1995, Tony Blair retirou do verso das carteiras dos trabalhadores a famosa clausula quatro do estatuto do Partido Trabalhista, que reconhecia como justo “Assegurar aos trabalhadores braçais ou intelectuais os plenos frutos de sua indústria e a mais equitativa distribuição possível deles, com base na propriedade comum dos meios de produção, distribuição e troca” (OUTHWAITE, 2017, p. 31).

Outra questão que merece destaque é a crítica de Marx à religião, por promover reflexões sobre a estreita relação entre os antagonismos de classes nas sociedades modernas e as ideologias. Para Marx, a insatisfação com as condições políticas e sociais levava o povo a refugiar-se nas ilusões da religião. Sob esse prisma, ao puxar o fio da religião, desmancham-se as bases que legitimam ideologicamente as desigualdades e a exploração.

Antes de encerrar o segundo capítulo, a autor ressalta como pode-se observar, no pensamento de Marx e Engels, a importância de uma relação harmônica entre seres humanos e, indubitavelmente, como essa necessidade de harmonia deve ser estendida a toda a natureza. Esses elementos abrem espaço para argumentar-se que a obra desses dois teóricos da filosofia e da sociologia, implicitamente, oferece bases para reflexões sobre desenvolvimento sustentável nas sociedades humanas. Tanto que, perto do final do século XX, na esteira do pensamento desses revolucionários socialistas, emergem movimentos anticapitalistas combinados a novos movimentos sociais, abordando temas como a desigualdade de gênero, a exploração baseada na etnicidade e a crise ambiental.

Em Sociedade, ao analisar o pensamento de Herbert Spencer – pioneiro da teoria social evolucionista –, o autor ilustra a problemática presente na ideia de “sobrevivência dos mais aptos”. Desta forma, sugere que para realizar-se um exame, por exemplo, do esgotamento do comunismo, tem-se que considerar um feixe de elementos que perpassam por questões econômicas, ideológicas e culturais.

Ao avaliar o contraste entre o que os teóricos marxistas chamam de ideologia e o que Durkheim nomeia como sistemas de valores compartilhados, Outhwaite lembra que Durkheim, no final do século XIX, em sua obra O suicídio (1897), analisou as diferentes taxas de suicídio e promoveu reflexões sobre o valor das crenças compartilhadas, bem como sugeriu a importância dos laços sociais. Esses estudos instigam questionamentos sobre o modelo globalizado e fragmentado da sociedade em que vivemos.

No quarto capítulo, é apresentado o pensamento contido na obra de Weber, A ética protestante e o espírito do capitalismo (1904-05). Destaca-se a análise sobre o modelo da ética econômica protestante e os quatro tipos principais de ação identificadas por Weber: a ação tradicional, a ação guiada pela emoção, a ação irracional em relação aos fins e a ação racional em relação aos valores.

O autor finaliza o quarto capítulo focalizando no trabalho de Georg Lukács, Theodor Adorno e Habermas as conexões entre as formas de ação social, no nível mais básico, e os processos mais amplos de desenvolvimento social e histórico.

Em como a sociedade é possível, Outhwaite descreve ligações entre comportamentos cotidianos e processos estruturais mais amplos, tendo como base o pensamento de Georg Simmel, Erving Goffman, Harold Garfinkel, e a obra de Norbert Elias, O processo civilizador (1939). Nas palavras do autor, em razão do extenso exame que Simmel realiza das precondições e das consequências intelectuais, culturais e psicológicas da economia monetária em A filosofia do dinheiro (1900), essa obra poderia, sem dúvida, ter por título “sociologia do dinheiro”. Para esse sociólogo alemão, individualismo, nervosismo e economia monetária se relacionam estreitamente com a vida urbana, sendo o desgaste compensado pela atitude blasé.

A obra de Goffman, por sua vez, tem como foco a dimensão da representação no desempenho de papeis sociais, ou seja, de acordo com esse sociólogo norte americano, as pessoas se adequam aos papeis prescritos pela sociedade para não serem excluídas. O pensamento de Harold Garfinkel se aproxima da abordagem de Goffman, já que para o primeiro a manutenção da ordem é produto do trabalho interpretativo dos atores sociais.

Após destacar o paralelo estabelecido por Norbert Elias entre as transformações, nos primórdios da Europa moderna, das estruturas de personalidade e dos comportamentos individuais e a origem do Estado moderno, Outhwaite, recorre a Zygmunt Bauman e Luc Boltanski para expor a magnitude dos desafios da sociedade contemporânea.

Partindo da premissa de que a análise que Sigmund Freud fez da psique moldou totalmente a compreensão que tem-se da humanidade e, consequentemente, da cultura e da sociedade, Outhwaite inicia o sexto capítulo ponderando acerca do papel do recalcamento de pulsões conscientes e inconscientes na construção da cultura humana. Para defender sua tese, recorre às teorias de Freud, Erich Fromm, Herbert Marcuse, Theodor Adorno e Louis Althusser.

Ainda nesse capítulo, o autor estabelece associações entre e as ideias de Freud e as de Marx; entre o modelo de autoridade carismática de Weber e os sentimentos inconscientes – estudados por Freud – de quem segue essa espécie de liderança; e, por fim, entre a ênfase de Freud na regulação e o que Durkheim denominou ausência de normas na sociedade moderna. Destaca-se o impacto da psicanálise na interpretação de textos literários e na análise de produções cinematográficas, em especial, as análises de Hanns Sachs, Gilles Deleuze e Slavoj Žižek.

No capítulo intitulado Teoria social e política, Werner Sombart, Robert Michels e Norbert Elias são referências para o debate sobre o quanto uma concepção do social ou de sociedade pode ter potencial para promover a compreensão de problemas que a abordagem política não consegue alcançar. Outhwaite lembra que esses teóricos sociais propuseram análises significativas da política e, para ilustrar, retoma suas ideias sobre a permanente oposição entre a teoria das elites e a teoria da sociedade de massas; a exposição das massas urbanas às elites demagógicas; a abertura da teoria crítica às questões culturais e à teoria freudiana; a oposição entre as explicações centradas no Estado e centradas na sociedade; bem como sobre as teorias da globalização e suas dimensões econômica, social e cultural.

Sobre as teorias da globalização, finaliza esse capítulo lembrando que essas não podem se deter aos aspectos econômicos, pois envolvem dimensões sociais e culturais mais amplas. Nesse sentido, o autor propõe a reflexão sobre as formas atuais de política democrática em meio a relativa imobilidade das estruturas políticas e os avanços das técnicas de manipulação das massas, destacando o controle exercido pela televisão e ascensão de partidos populistas.

Outhwaite, em Questão pendente, avalia que, apesar da relevância da teoria social, algumas áreas foram tardiamente tratadas pela sociologia, como, por exemplo, as relações internacionais e a guerra. De acordo com pesquisas realizadas por esse autor, a palavra conflito – relacionada à conflito internacional e guerra – pouco aparece nas produções acadêmicas do final do século XX. Além disso, pouca atenção foi dada às noções grosseiras de competição evolutiva aplicadas ao social e aos movimentos “verdes” que, nas palavras do autor, não podem continuar sendo negligenciados pela sociologia.

A teoria pós-colonial tem se mostrado mais forte nos estudos literários que nas ciências sociais e, sobre essa sociologia que emergiu de uma cultura imperialista e desconsiderou o mundo colonizado, o autor afirma ser urgente sua revisão. Considera, também, que os debates em torno da modernidade e pós-modernidade não podem mais ignorar os modos como a democracia foi transformada em algo próximo a um teatro, no qual a política é protagonizada pelos que controlam as finanças e os meios de comunicação.

Para além de proporcionar uma viagem panorâmica pelos tópicos que interessam à teoria social e uma breve abordagem das análises realizadas pelos seus principais pensadores, nesse livro, pode-se avaliar o papel da teoria social e sua possibilidade de iluminar, em conjunto com as ciências sociais e a filosofia, questões latentes no século XXI.

Considera-se que, em um cenário contraditório, de aumento de pobreza, desemprego e exclusão, de violência urbana e de inquestionável expectativa de pertencimento ao mundo, tem-se como escolha a negação de acondicionamento ao existente. Nesse sentido, o conhecimento que advém desse livro pode ser uma excelente contribuição para instigar reflexões sobre e ações direcionadas às possibilidades de construção de, como coloca Gohn e Hamel (2003, p. 118), um “(…) novo modelo civilizatório, em que a cidadania, a ética, a justiça e a igualdade social sejam imperativos, prioritários e inegociáveis”.

Referências

GOHN, Maria da Glória; HAMEL, Pierre. Movimentos sociais e mudanças na democracia. In: ROMÃO, José Eustáquio; SANTOS, José Eduardo de O. Questões do Século XXI, tomo I. São Paulo: Cortez, 2003.

Régia Vidal Santos – Doutoranda em Educação na Universidade Nove de Julho (UNINOVE).


OUTHWAITE, William. Teoria social: um guia para entender a sociedade contemporânea. Rio de Janeiro: Zahar, 2017. 142p. Resenha de: SANTOS, Régia Vidal. Em Tempo de Histórias, Brasília, n.32, p.126-131, jan./jul., 2018. Acessar publicação original. [IF].

Análisis sobre Antropología y Teoría Social. Cultura, poder y agencia – ORTNER (ZI)

ORTNER, Sherry. Análisis sobre Antropología y Teoría Social. Cultura, poder y agencia. Buenos Aires: Universidad Nacional de San Martín, 2016. 195p.Resenha de: FATYASS; ZUKER, Laura Frasco.  La Zaranda de Ideas – Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología, Buenos Aires, v.15, n.2, dic., 2017.

SOBRE LA OBRA

Sherry Ortner es una distinguida antropóloga cultural y profesora de la Universidad de California en Los Ángeles. Su larga trayectoria de reflexiones es reordenada en Antropología y teoría social. Cultura, poder y agencia que significa un aporte fundamental porque actualiza, en cierto modo, la teoría de la práctica. La autora traza un recorrido histórico desde el surgimiento de la teoría de la práctica, a fines de los años 70, y señala sus principales contribuciones y limitaciones. En un panorama teórico caracterizado por tres grandes paradigmas, la antropología interpretativa, la economía política marxista y el estructuralismo francés, la teoría de la práctica surge asumiendo el desafío de superar una antinomia que estos modelos comparten pese a sus diferencias: estructura-agencia. Según Ortner, en tanto estas teorías entienden que la acción social está condicionada, la teoría de la práctica tiene la ventaja de reconocer una relación dialéctica que implica la producción de sujetos sociales por medio de prácticas en el mundo y la producción del mundo por medio de dichas prácticas. Por su parte, las limitaciones de la teoría de la práctica son superadas desde los tres giros que Ortner desarrolla y que se orientan, respectivamente, a otorgarle al poder un papel más destacado en la vida social, a incluir la historia como elemento constitutivo de las prácticas y a pensar la cultura en relatos de poder y desigualdad. Ortner ubica a los principales referentes teóricos de cada uno de los giros y muestra la influencia que han tenido en su propia obra: Williams, Scott, Foucault, Bourdieu y Giddens en el caso del giro del poder; Weber y Sahlins en el caso del giro de la historia y, por último, Geertz y Williams para la reinterpretación de la cultura.

SOBRE LOS CAPÍTULOS DEL LIBRO

El capítulo I, Una lectura de Estados Unidos. Apuntes preliminares sobre clase y cultura, arriba a la tesis central que sostiene que la noción de clase no está ausente en el discurso experto, académico y de sentido común de la sociedad norteamericana, sino desplazado a otros discursos culturalmente más prominentes, como los de género y sexualidad. Particularmente, Ortner analiza discursos tomados de tres espacios: etnografías de comunidades de clase obrera, etnografías de escuelas secundarias de clase media y algunas novelas. La autora muestra cómo la clase es traducida como estilo de vida y se superpone con discursos y prácticas de género y sexualidad, incluso en conflictos generacionales al interior de cada grupo. La clase se investiga entonces desde un punto de vista relacional entre grupos y al interior de ellos.

El capítulo II, La resistencia y el problema del rechazo etnográfico, evidencia las limitaciones de ciertas perspectivas etnográficas en un conjunto de estudios sobre la resistencia. Ortner observa que muchos de estos son “etnográficamente diluidos” por lo que terminan siendo superficiales y es por ello que propone trabajar la agencia y la subalternidad desde la complejidad, la ambigüedad y la contradicción en la práctica de resistencia. El modo en que Ortner expone su argumento está organizado de acuerdo a tres formas de rechazo etnográfico a las que llama higienización de la política, dilución de la cultura y disolución de los actores. La autora advierte que en los estudios de la resistencia sólo se indaga en la relación entre dominador y subordinado o en la “política de la resistencia”, cayendo así en una explicación casi mecánica. Asimismo, argumenta que las dinámicas culturales forman parte de las relaciones de poder y su incorporación a los análisis sobre la resistencia permiten comprenderla mejor.

La pregunta que guía el capítulo III, Identidades. La vida oculta de las clases sociales, refiere a cuál es la relación entre raza, etnicidad y clase, trabajando aquí sobre estudios de etnicidad judía y clase en Estados Unidos. El supuesto que organiza varios de sus trabajos es que hay una fusión entre clase, raza y etnia en la cultura norteamericana. La concepción de clase que guía a Ortner sigue el planteo de Bourdieu para quien clase hace referencia a un nivel de posiciones económico-culturales (perspectiva objetivista) incluyendo un nivel de puntos de vista en y entre los grupos. Aplicado a los trabajos de Ortner, este enfoque le permite visibilizar que “lo judío” no es solamente una categoría étnica y religiosa sino también de clase. Esto vuelve necesario deconstruir el discurso mostrando que el carácter oculto de la clase funciona en dos niveles: en el nivel del discurso público y en el nivel de las identidades y prácticas de los agentes.

En el capítulo IV, Generación X. La antropología en un mundo saturado de medios de comunicación, Ortner examina la conexión entre cultura pública y etnografía en los Estados Unidos, desde un estudio etnográfico sobre la Generación X. Uno de los grupos que Ortner estudia está integrado por sus compañeros de colegio secundario y, fundamentalmente, por los hijos de estos, nacidos en la década del 60 o a principios de la década del 70. La identidad de este grupo se funda a través de expectativas, representaciones y posiciones sobre el trabajo, empleo, dinero y carrera profesional. De tal modo, según las presentaciones de la cultura pública, la descripción etnográfica, los relatos y un marco teórico definido, Ortner explica cómo los sentimientos, percepciones y pensamientos se configuran (con relativa autonomía) dentro de las adscripciones sociales como la raza y la clase. El capítulo involucra un proceso complejo de doble objetivación en la tarea antropológica por medio del cual la autora analiza las condiciones de posibilidad históricas de las prácticas, investiga sobre las posiciones, estrategias, trayectorias, expectativas y sentimientos de la Generación X, y tensiona sus propias prenociones.

En el capítulo V, Subjetividad y Crítica Cultural, se estudia la noción de subjetividad para una antropología crítica. La autora realiza un recuento de los debates en la teoría social y cultural a lo largo del siglo XX en torno al lugar del ser social, según se lo defina como persona, sujeto, actor o agente. Se detiene en la obra de Bourdieu, Sahlins, Giddens y Sewell, pues todos ellos ponen al sujeto en el centro de la teoría social sin rehabilitar el universalismo del hombre. Mientras los dos primeros acentúan los procesos de internalización de las estructuras sociales que circunscriben opciones y límites para la acción, los otros hacen hincapié en el conocimiento social de los sujetos. Preocupada por la configuración cultural de la subjetividad, Ortner reflexiona sobre formas sutiles de poder que saturan la vida cotidiana posmoderna mediante experiencias temporales, espaciales y laborales, tomando principalmente la obra de Jameson. Ortner critica, en parte, estas ideas ya que la posmodernidad aparece como una estructura en abstracto, que no se vincula con ninguna experiencia situada. En contraposición, concebir la experiencia como proceso social vivido dentro de formaciones culturales y sociales, le permite rescatar la complejidad de la subjetividad en todos los contextos. Las subjetividades son complejas porque involucran un estado particular de las conciencias que regula la relación del yo con el mundo, lo que no imputa necesariamente reflexividad. La tarea antropológica debe explicar y comprender cómo los sujetos viven y significan las condiciones de existencia incluso bajo relaciones de poder, desde una heterogeneidad de prácticas y sentidos.

En el capítulo VI y el último del libro, denominado Poder y proyectos. Reflexiones sobre la agencia, Ortner sintetiza su propuesta teórica nombrada como juegos serios, exponiendo que la vida social se juega activamente desde estados del cuerpo, pensamiento y sentimiento (construidos culturalmente) que integran prácticas de rutina y acciones intencionalizadas. Esta sección recoge diversas claves hermenéuticas, discutiendo con concepciones blandas y fuertes sobre agencia, ubicando entre las primeras a referencias como Bourdieu y entre las segundas a Giddens, y desplegando su propia teoría. Estos juegos serios se ilustran con trabajos etnográficos centrados en la agencia y el género, y, a su vez, son representados en los diversos trabajos que Ortner realiza sobre los sherpas destacando que este grupo étnico conserva y desarrolla prácticas de resistencia e identidad cultural para negociar y lidiar con diferenciales de poder, cuestiones centrales en la obra de Ortner.

SOBRE LAS DISCUSIONES TEÓRICAS

Los ensayos sobre teoría social y trabajos etnográficos que componen este libro demuestran la riqueza conceptual y antropológica de los juegos serios. Estos retoman, interpelan y agrupan discusiones presentes en la teoría de las prácticas. Los juegos serios actualizan, en parte, esta teoría desde tres giros que significan una reinterpretación crítica respecto al poder, la historia y la cultura, en pos de introducir una perspectiva singular sobre la subjetividad y la agencia.
De tal modo, en el giro del poder se recuperan aportes presentes en Williams, Scott, Foucault, Bourdieu y Giddens, mostrando cómo el poder opera en el orden institucional y cultural. Aquí la figura de Williams es central porque mediante su concepto de hegemonía se explica que las estructuras de poder nunca son totales, incluyen relaciones sociales y la conciencia, más o menos reflexiva, que los sujetos tienen sobre ellas. Los sujetos viven, significan, valoran, resuelven, incluso resisten, las lógicas de poder en las que se desarrollan sus prácticas.

Este giro complejiza así la noción de cultura, tomando la idea de Geertz acerca de que las culturas son significados, símbolos, textos y prácticas, compartidos en grupos, que ajustan la representación del mundo. Retomando a Williams, Ortner agrega la perspectiva marxista sobre hegemonía habilitando la crítica cultural en torno al poder, la desigualdad y la mercantilización. La cultura es límite y presión, es reproducción y producción de prácticas, representaciones, emociones, pensamientos. La cultura es situada, móvil y contradictoria. En suma, la cultura es condición de producción material y simbólica de subjetividades, es intersección entre poder y sentido. Bajo estas formaciones culturales y sociales los sujetos producen y organizan sus vidas desde percepciones, expectativas, deseos, sentimientos, pensamientos. Esto es, intencionalidades y proyectos (reflexivos, ocultos o disposicionales) que están condicionados por entramados de poder, aunque en ocasiones los interpelan, y en todo caso, el poder nunca anula la agencia como red de relaciones, capacidades, intenciones, según las cuales los sujetos imprimen una dirección a sus prácticas.

El giro histórico advierte la temporalidad de las prácticas desde una mirada marxista: las prácticas afectan el curso de la historia, así como la historia condiciona, pero no determina, el curso de las prácticas. Finalmente, el giro de la cultura, inspirado en Geertz y Williams, retoma los anteriores y es el centro de los juegos serios.

Ortner elabora, desde los anteriores giros, su propuesta teórica-metodológica denominada juegos serios, cuya perspectiva distingue dos caras dentro de la estructura elemental de la agencia: agencia de los proyectos y agencia del poder. Esta distinción analítica le posibilita a Ortner no perder de vista la capacidad de los sujetos de desear, formar intenciones, coordinar acciones con otros y actuar de manera creativa, incluso en relaciones de subordinación. Ambas dimensiones de la estructura elemental de la agencia se unen porque los objetivos que la agencia delimita siempre están construidos en una matriz de desigualdades locales y de diferencias de poder. La intencionalidad de la práctica puede ser explícita, oculta (retomando los aportes de Scott) o disposicional; Ortner menciona asimismo las consecuencias no intencionadas de la acción.

La teoría de los juegos serios emerge, en parte, del diálogo con la teoría de Bourdieu que se centra en el carácter disposicional de las prácticas. Para Ortner los sujetos conservan la agencia en cualquiera de sus dos modalidades: resistiendo a la dominación o tratando de sustentar sus propios proyectos en los márgenes del poder. Estas prácticas se pueden sostener, según la autora, de modo reflexivo o desde el cuestionamiento abierto y, a diferencia de Bourdieu, esta posibilidad no sólo se reserva para los agentes desclasados o mejor posicionados en la estructura de dominación.

Además de las reflexiones teóricas, Ortner analiza aspectos metodológicos. Concretamente, cuando la etnografía se conecta con lo teórico se genera el pasaje de la densidad en la descripción a la importancia de la contextualización de los procesos. Esta discusión sobre el lugar de la teoría en antropología no es una tarea saldada, y en este sentido Ortner es concisa: la explicación y comprensión de lo social no se desprende directamente de los sujetos, depende de un marco teórico-metodológico.

SOBRE NUESTRA LECTURA DEL LIBRO

A pesar de los aportes que significa la estructura elemental de la agencia en los juegos serios, creemos que sigue pendiente el debate en torno a las dimensiones de conciencia y disposición, respectivamente, en el marco de la explicación de las prácticas sociales. Nos preguntamos si la disposición es naturalización del orden social y, en ese sentido, qué lugar le queda a la crítica, cómo ir detrás de la agencia sin desplegar análisis que la asuman como un dato dado. Cuando Ortner conceptualiza a la agencia como intencionalidad explícita u oculta (pero siempre consciente), soslaya, en parte, lo disposicional de la acción. Este énfasis teórico se aleja, de algún modo, de la evidencia de muchos de sus trabajos de campo en la medida en que dan cuenta de la capacidad de agencia de los sujetos según estrategias que desarrollan dentro de los límites de las imposiciones estructurales. Consideramos que es precisamente desde ese conocimiento dóxico que se comprende cómo los sujetos conocen y reconocen visiones y divisiones del mundo y cómo esto, en ocasiones, puede ser activado o reformulado para habilitar prácticas de negociación en la relación de dominación-dependencia, sin necesariamente involucrar procesos de reflexividad.

En definitiva, este libro tiene la potencialidad de renovar el interrogante sobre cómo los sujetos viven, significan, resuelven sus condiciones de existencia con cierta autonomía relativa de las relaciones de poder. Desde nuestra perspectiva, Ortner muestra con profundidad etnográfica en sus trabajos de campo y con claridad teórica en sus relecturas sobre la teoría de las prácticas cómo los sujetos son culturalmente variables y subjetivamente complejos.

Notas

1. Cabe aclarar que esta reseña fue elaborada colectivamente y en proporciones equivalentes. El orden de la autoría se fundamenta en respetar el criterio de la revista en torno a reconocer en primera instancia a graduados recientes.

Rocío Fatyass – *CONICET-CEPIA-UNVM. Maipú 528, (5900), Villa María, Córdoba, Argentina. Rocío Fatyass egresó de la Licenciatura en Sociología de la Universidad Nacional de Villa María en el 2015. Actualmente cursa un doctorado en Ciencias Sociales (UNVM). Es becaria doctoral del CONICET y sus trabajos de investigación refieren a experiencias de infancias de sectores populares en Villa María (Córdoba). En este marco la presente publicación se inscribe en las preocupaciones teóricas-metodológicas del tema de investigación respecto al poder y la agencia. Dirección de contacto: [email protected]

Laura Frasco Zuker – CONICET-UNSAM, Av. Pres. Roque Sáenz Peña 832, (C1035AAQ), Capital Federal, Argentina. Laura Frasco Zuker es egresada de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Este trabajo forma parte de su investigación doctoral en curso. Actualmente es becaria doctoral de CONICET, investigando temas de experiencias de trabajo infantil en el noreste de Argentina. Dirección de contacto: [email protected]

Consultar publicação original

[IF]

 

Trabalho e dialética: Hegel, Marx e a teoria social do devir – RANIERI (TES)

RANIERI, Jesus. Trabalho e dialética: Hegel, Marx e a teoria social do devir. São Paulo: Boitempo Editorial, 2011, 176 p. Resenha de: MARTINS, Maurício Vieira. Revista Trabalho/ Educação e Saúde, v.11, n.2, Rio de Janeiro, maio/ago. 2013.

A relação existente entre o pensamento de Marx e o de Hegel sempre foi tema que dividiu os estudiosos do marxismo. Dentre as várias posições que se delinearam a este respeito, podemos citar a de Louis Althusser, que entendia que o corpus teórico marxiano deveria ser expurgado do pensamento de Hegel, para que ele encontrasse finalmente sua cientificidade mais genuína. Na outra ponta do debate (embora sem polemizar explicitamente com Althusser), temos a contribuição de György Lukács, que afirmava que, apesar de suas incontornáveis diferenças frente a Hegel, Marx absorveu de modo crítico alguns temas presentes no mestre de Jena.

O livro de Jesus Ranieri, Trabalho e dialética: Hegel, Marx e a teoria social do devir se filia claramente a esta última tendência. Já na Apresentação de seu trabalho, Ranieri é transparente ao reconhecer que sua leitura de Hegel deve muito às indicações presentes no Lukács tardio, especialmente em sua grande obra da maturidade, Para uma ontologia do ser social (que dedica um extenso capítulo precisamente a um balanço do legado hegeliano para o marxismo).

Sendo assim, Ranieri visa sobretudo recuperar aqueles elementos presentes em Hegel que se mostrem fecundos para uma teoria social de escopo mais amplo, ainda que para isso seja preciso proceder a uma crítica dos aspectos mistificadores igualmente presentes no filósofo alemão. Com este intuito, Trabalho e dialética enfatiza a compreensão hegeliana do mundo como uma processualidade permanente, que não se deixa capturar por uma visão estática da realidade (visão que ainda marcaria mesmo um filósofo tão proeminente como Kant). Com efeito, em Hegel, “a medida da reflexão é a certeza de que o mundo muda e de que a mudança exige um método capaz de acompanhar o movimento de mutação que, em si mesmo, já representa um universo de conexões” (p. 70).

Se é verdade que o primado do devir sobre o ser já havia sido afirmado há séculos por um filósofo como Heráclito, é igualmente verdadeiro que Hegel extrai consequências de fundo de tal compreensão, que se corporificam em sua abordagem propriamente dialética. Destarte, para poder formular adequadamente o devir mundano, é necessário um método que se liberte das antinomias excludentes dentro das quais se movia a tradição filosófica anterior, como essência e aparência, forma e conteúdo, necessidade e acaso etc. Libertação que vem a ser, aliás, outra das grandes contribuições de Hegel enfatizadas por Ranieri, como mostra sua análise das determinações-da-reflexão (Reflexionsbestimmungen, categorias desenvolvidas na Ciência da Lógica hegeliana). Muito resumidamente falando, tais determinações nos mostram o trânsito contínuo entre aquelas mencionadas categorias que haviam sido formuladas de modo dicotômico pela tradição filosófica anterior. Tendo sua origem mais remota no esforço de apreensão do mundo pela consciência sensível, as determinações-da-reflexão, quando corretamente apreendidas, findam por mostrar sua referência ao ‘outro’ do fenômeno isolado: “o conteúdo da ‘consciência sensível’ devia ser, em princípio, o puro singular, mas ele (o conteúdo) é dialético, já que força o singular, no seu excluir de si o outro, a referir-se ao outro, depender dele e, assim, ir além de si mesmo.” (p. 54).

Além da compreensão da realidade como um devir permanente e da correta visualização das determinações-da-reflexão, há que se destacar, ainda, o pensamento de Hegel sobre o trabalho humano como extremamente fecundo para as bases de uma teoria social consistente. De fato, Hegel foi um dos primeiros filósofos a mostrar a descontinuidade introduzida pelo trabalho no mundo natural. Nas argutas palavras do próprio filósofo: “…a ferramenta não possui ainda nela mesma a atividade. É coisa inerte, não retorna [zurückkehren] a si mesma. Obrigo-me a trabalhar com ela. Tenho a astúcia [List] de introduzi-la entre mim e a coisidade externa, a fim de poupar-me e de suprir com ela minha determinação e utilizá-la” (p. 80).

A partir destas indicações, Ranieri mostra que o trabalho humano introduz categorias de finalidade num universo que era antes dominado apenas por relações causais. Este é o núcleo fecundo para uma teorização acerca do ser social, que encontra no trabalho o protótipo mais antigo, incessantemente modificado, de sua constituição. Porém, prossegue Ranieri, o erro de Hegel foi ter projetado a teleologia de fato existente no trabalho para a história como um todo, o que o levou a acreditar numa espécie de teodiceia que supõe que existem finalidades ocultas no transcorrer da história humana: “o idealismo errou ao não compreender que a teleologia (a posição conforme a fins) não existe em outra esfera a não ser aquela do trabalho humano” (p. 116).

O texto aborda também a célebre dialética do senhor e do escravo, momento em que fica evidente o talento de Hegel em mostrar a tensão reflexionante dos papéis inicialmente assumidos por cada um destes personagens: apesar do exercício de sua dominação, o senhor passa a depender cada vez mais do trabalho do escravo para poder se relacionar com a natureza (p. 110). Já nos capítulos finais de seu livro, Ranieri discute como Marx simultaneamente se apropriou e transformou alguns dos mencionados núcleos temáticos desenvolvidos por Hegel.

Apenas como exemplo de tal procedimento, destaquese que o método de exposição marxiano – objeto de tantas controvérsias entre os especialistas – tem inegavelmente uma dívida com Hegel, mas dele se diferencia, já que: “para Marx, expor corretamente significa fundar, para a qualificação correta dos elementos componentes do objeto, uma teoria das abstrações racionais” (p. 147). Aqui, o primado cabe ao esforço de captura das determinações singulares do objeto que está sob análise (e não mais à sua referência mediatizada ao Espírito, princípio motor e culminância da dialética hegeliana). É a partir deste entendimento que se torna possível visualizar, por exemplo, as características do trabalho abstrato – que se desenvolve plenamente apenas na sociedade capitalista – como categoria que se articula ao capital, passando a presidir a lógica contraditória de desenvolvimento desta mesma sociedade. É por esta razão que o “método marxiano leva em conta que a determinação última da realidade é propriamente uma contradição real e não simplesmente um movimento lógico de autoconstituição do conceito (…), tal como é concebida a dialética em Hegel.” (p. 155).

Por fim, cabe o registro acerca de uma questão conceitual quase ausente na bemvinda contribuição de Ranieri. Referimonos ao que Marx certa vez nomeou como o “aspecto negativo do trabalho”, intimamente entrelaçado à sua positividade. Numa passagem decisiva dos Manuscritos de 1844, mesmo reconhecendo a grandeza da teorização de Hegel, Marx nos alerta: “Hegel se coloca no ponto de vista da Economia Política moderna. Concebe o trabalho como a essência do homem, que se prova a si mesma; ele só vê o aspecto positivo do trabalho, não seu negativo” (Marx, 1985, p. 190).1 Ora, este último aspecto está estruturalmente ligado ao estranhamento vigente na sociedade capitalista, ao esvaziamento das capacidades humanas em favor do capital. Assim é que Marx formula o trabalho em sua bivalência: se ele é o fundamento do processo do tornarshomem (destacando-o de sua determinação natural), é também, e ao mesmo tempo, fonte cotidiana de alienação e de mortificação dos trabalhadores. Garimpando mais nos referidos Manuscritos, veremos que há um conceito mais amplo que o de trabalho (Arbeit), que vem a ser o de atividade (Tätigkeit) consciente. E Marx visa claramente expandir esta dimensão da atividade consciente; daí sua insatisfação com o fato de que “até agora toda atividade humana era trabalho, isto é, indústria, atividade estranhada de si mesma” (Marx, 1985, p. 151). Reencontramos esta crítica à unilateralidade do trabalho também em ideologialemã, quando Marx sustenta, sem meias palavras, que a “revolução comunista se dirige contra o modda atividade até nossos dias, elimina o trabalho…”. É apenas neste momento que ocorre a “transformação do trabalho em autoatividade” (Marx e Engels, 2009, p. 56 e p. 59).2 Ora, tais afirmações seriam ininteligíveis se não levássemos em conta as considerações anteriores, referentes à crítica marxiana à negatividade também presente no trabalho. Entendemos que o texto de J. Ranieri se beneficiaria de um desenvolvimento conceitual desta contraditoriedade real. Vale lembrar que, no campo marxista contemporâneo, autores ilustres como Moishe Postone chegam a sustentar que “a análise marxiana do capitalismo (…), não é levada a cabo do ponto de vista do trabalho, mas se baseia mais propriamente numa crítica ao trabalho no capitalismo” (Postone, 2006, p. 59).3

Como se vê, neste ano de 2013 (que marca os 130 anos do falecimento de Marx), o pensamento do filósofo continua nos interpelando nas mais variadas dimensões de nossa experiência mundana. O texto de Jesus Ranieri ilustra de forma eloquente a fecundidade de uma obra.

Notas

1 Marx, Karl. Manuscritos: economía y filosofía. Madrid: Alianza Editorial, 1985, p. 190, grifos nossos. Notemos que o próprio Jesus Ranieri traduziu para o português estes densos Manuscritos, aqui publicados pela Boitempo Editorial.

2 Marx, Karl; Engels, Friedrich. A ideologia alemã. São Paulo: Expressão Popular, 2009, p. 56 e p. 109, respectivamente.

3 Postone, Moishe. Tiempo, trabajo y dominación social. Madrid: Marcial Pons, 2006, p. 59. Não concordamos com a íntegra do argumento de Postone, mas ele é relevante para o ponto aqui sob exame.

Maurício Vieira Martins – Universidade Federal Fluminense (UFF), Niterói, Rio de Janeiro, Brasil. E-mail: [email protected]

Acessar pubicação original

[MLPDB]

História y teoria social | Peter Burke

Historia y teoria social, de autoria de Peter Burke, é um livro que tem como objetivo principal discutir as aproximações e contribuições da teoria social para os historiadores, a utilidade da história para os teóricos sociais e as contribuições da história e da sociologia na produção do conhecimento do social.

A obra é dividida em seis capítulos. No primeiro encontram-se questões que perpassam as relações entre a história e a sociologia, as quais, segundo o autor, apesar do interesse comum – o estudo do social -, nem sempre foram boas vizinhas, pelo fato de que historiadores e sociólogos, dentro dos limites de suas concepções e do exercício de sua ciência, construíram visões estereotipadas. Historiadores questionam o caráter científico da prática dos sociólogos, alegando que estes não vão além de suposições genéricas, descontextualizadas no tempo e no espaço, apenas classificatórias dos indivíduos. Já os sociólogos falam do historiador como um profissional que coleta informações e faz uma exposição da história, sem embasamento em uma teoria ou método. Leia Mais