Os militares e a crise brasileira | João Roberto Martins

Joao Roberto Martins Filho Foto Gabriela Di BellaThe Intercept
João Roberto Martins Filho Foto: Gabriela Di Bella/The Intercept

Em 2020, João Roberto Martins Filho publicou a segunda edição de O palácio e a caserna: a dinâmica militar das crises políticas na Ditadura (1964-1969), adaptação da sua tese de Doutorado em Ciência Política, orientada por Décio Saes e defendida em 1989. Nesse livro, manteve a proposição de que as forças armadas brasileiras configuram um partido político fortalecido na emergência uma “ideologia militar fortemente calcada na repulsa à política civil”, cujas pautas correlatas e consequentes seriam a estabilidade social e a garantia da ordem. (p.55). A tese contrapunha-se à interpretação da experiência militar como um conflito entre dois ideais capitalistas: o internacionalismo da Escola Superior de Guerra (ESG) e o nacionalismo de grupos minoritários. Um ano depois da republicação, Martins Filho nos brinda com outro estudos sobre “militares” e “crise” dos anos recentes, reunindo dezessete autores vinculados a instituições de ensino e pesquisa nas áreas de Estudos de Defesa, Segurança Internacional, Relações Internacionais, Estudos Estratégicos, Ciência Política e História Contemporânea, Antropologia e, ainda, profissionais do jornalismo e da área militar.

Os militares e a crise brasileiraSe o organizador registra que a proposição de 1989 ficou no limbo até 2005, agora restam poucas dúvidas de que os militares representam funções e estratégias de um partido político para si mesmos e que são corresponsáveis pelos ataques à democracia liberal brasileira, perpetrados, por exemplo, desde 2013. O leitor, contudo, encontrará alguma dificuldade para chegar às provas dessa responsabilização. A coletânea é qualitativamente desequilibrada e variada em termos de gênero textual. Verá divergências compreensíveis e saudáveis, em termos de fontes e interpretações. A credibilidade das Forças Armadas (FA), na última década, por exemplo, é tida como em declínio e em ascensão; as políticas dos governos progressistas em termos de defesa são vistas positivamente e negativamente; e a profissionalização dos militares é fundamental e nula para a sua submissão ao controle político civil. Leia Mais

La ciencia de la erradicación: modernidad urbana y neoliberalismo en Chile/1973-1990 | César Leyton Robinson

Cesar Leyton Robinson Imagem Werken TV2
César Leyton Robinson | Imagem: Werken TV2

Dentro de la historiografía que ha renovado el estudio de fenómenos y procesos incipientemente incorporados al análisis más clásico, se encuentra aquella que se ha fijado en la intervención de la ciencia en la elaboración de lo social. Desde el siglo XIX, en Occidente, los “saberes normativos” como la medicina y sus derivas, darwinista, degeneracionista, alienista, eugenésica e higienista, entre otras, se desplegaron como “árbitros de la realidad” ( Vallejo, 2010 , p.75), ejemplo evidente del clivaje saber/poder. Sin embargo, el positivismo científico legitimó su discurso definiéndose como neutral en lo político y objetivo en la construcción del conocimiento. La que podríamos llamar “nueva historia” de las ciencias, ha logrado desmitificar esta pretendida neutralidad. Precisamente, es el aporte que nos entrega el libro La ciencia de la erradicación: modernidad urbana y neoliberalismo en Chile, 1973-1990 , de César Leyton Robinson (2020).

ROBINSON C La ciencia de la erradicacionEn el contexto de la dictadura militar de Pinochet, el libro describe y analiza la intervención socio sanitaria de radicación y erradicación de los campamentos habitados por la población más pobre del país, iniciado a partir de 1979. Luego, profundiza en el proceso histórico que explica la praxis sociopolítica de la dictadura en cuanto al orden y la salubridad pública, remontándose a la tradición de orden higienista y médica del último tercio del siglo XIX, encarnada en Chile en el intendente de Santiago (1872-1875) Benjamín Vicuña Mackenna y el médico alienista Augusto Orrego Luco (1849-1933). El análisis es problematizado por un elemento distintivo colocado por el autor: los principios higienistas y el darwinismo social, desplegados para limpiar, segregar, aislar, controlar y someter a la población pobre y al conjunto de la sociedad, fueron implementados por los militares que derrocaron al presidente Salvador Allende (1973) como parte de una experimentación neoliberal, que despojó a la población de sus derechos sociales, que privatizó la economía y fomentó el individualismo extremo. Higiene, geopolítica y mercado, según el autor, serían los tres ejes de esta intervención. Leia Mais

Neoliberalismo: Linajes cursos y discursos en América Latina | História Unisinos | 2021

Neoliberalismo 2
Neoliberalismo | Fotomontagem: Juliana Pereira/Guia do Estudante/Reprodução

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De tiempo en tiempo, cuando se abate una crisis, es recurrente que se desempolven viejos obituarios acerca del neoliberalismo. Los Estados rápidamente activan sus estructuras para socorrer al sistema capitalista en apuros adelantando políticas que antes se habrían visto renegadas, pero que vuelven al ruedo.

Hemos observamos entonces, desde otras experiencias similares, que, una vez pasado el cimbrón, ciertas ideas retornan a sus carriles habituales mostrando y demostrando en medio de la disfunción un enorme poder de resiliencia. Se trata de una palabra algo bastardeada, pero que -en este caso- se podría aplicar a pie juntillas. El neoliberalismo parecería tener tantas vidas como los gatos, tal y como juguetea -a través de esa metáfora- el título de una reciente compilación de Dieter Plehwe, Quinn Slobodian y Phillip Mirowski (2020). Por ello, puede ser prematuro decretar un réquiem para el neoliberalismo. Las hipótesis sobre su reformulación entonces no pueden ser desacartadas como apuntaron diversos trabajos formulados tiempo antes de la actual coyuntura. Leia Mais

La ciencia de la erradicación. Modernidad urbana neoliberalismo en Santiago de Chile, 1973-1990 | César Leyton Robinson

ROBINSON Cesar Leyton
César Leyton Robinson | Foto: Werken TV |

ROBINSON C La ciencia de la erradicacionEl interés historiográfico por las dictaduras del siglo XX es relativamente reciente. Era preciso que pasara un tiempo para que el horror y el dolor producido por las mismas fuera soportado por la generación de historiadores que, solo en las últimas décadas, han sido capaces de acometer una tarea en la que historia y memoria histórica se atraviesan de manera constante e inevitable. Así ha ocurrido en Europa, con la historia de la Alemania nazi, del fascismo italiano o de la España del franquismo, o en América Latina, con las dictaduras surgidas al amparo de la siniestra Doctrina de la Seguridad Nacional. El libro que comentamos es un reciente producto de esta línea de trabajo desde la perspectiva de la historia de la ciencia y en el contexto de la dictadura de Pinochet. Su autor, César Leyton Robinson, es un historiador solvente y comprometido que pertenece a una generación de investigadores chilenos, entre los que citaré a Claudia Araya y Marcelo Sánchez entre otros, empeñados en situar el conocimiento y la práctica científica en unas coordenadas históricas, políticas, sociales y culturales.

La obra que nos ocupa constituye una aportación original y rigurosa por su factura, pero arriesgada en sus contenidos y conclusiones, pues supone una muestra de historia y pensamiento crítico, que tal vez no todos estén dispuestos a aceptar, pues la advertencia machadiana de las dos Españas se hace extensiva a otros muchos lugares y contextos, y Chile no es una excepción. Con todo, el rigor metodológico y la calidad de sus contenidos hizo que la tesis doctoral que está en el origen de este libro mereciera la máxima calificación y el reconocimiento académico de la Universidad de Chile. Leia Mais

Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica | Frank Gaudichaud, Jeffrery Webber e Massimo Modonesi

Resenha Destaque post 4

MODONESI Los gobiernos progressistasO livro [II] traz uma reflexão sobre os motivos que fizeram os governos progressistas latino-americanos, que outrora possuíam bastante força política para governar diversos países, a estarem atualmente sucumbindo frente a novas investidas da direita, como a eleição de Bolsonaro no Brasil, após mais de uma década de PT que se inicia em 2003 com Lula e se encerra em 2016 com Dilma. Nesse sentido, o livro realiza uma análise crítica dos governos de esquerda das duas primeiras décadas do século XXI com o objetivo de contribuir para as reflexões sobre essa temática.

O continente cresceu com lutas, rupturas e resistências. Entender o passado histórico nos permitirá compreender os fatos que sucederam a partir do fim da década de 1990 na região. O aspecto insurgente pode ser considerado um catalisador de mudanças que se associam aos governos progressistas.

O livro realiza uma análise crítica em torno desse tema. Podemos encontrar avaliações positivas e negativas dos chamados governos progressistas latino-americanos. Há, neste trabalho, uma narrativa imparcial, que avalia aspectos históricos, sociais e econômicos ocorridos entre o período das décadas de 1990 a 2000. Faz-se necessário destacarmos alguns pontos que se entrelaçam na análise dos três autores na obra, que se divide em três capítulos, o primeiro intitulado “Conflictos, Sangre y Esperanza. Progresismos y movimientos populares en el torbellino de la lucha de clases latinoamericana.” de Frank Gaudichaud [III], o segundo, “Mercado Mundial, Desarrollo desigual y Patrones de acumulación: La política Económica de la Izquerda Latinoamericana” de Jeffery Webber [IV] e o terceiro “El Progresismo Latinoamericano: Un Debate de Época” de Massimo Modonesi [V].

Para melhor compreensão do período do final da década de 1990, é importante considerar anos anteriores. Por isso, Gaudichaud demonstra em seu capítulo dados econômicos e sociais desde a década de 1980. Por exemplo, no período de 1980 a 2003 o desemprego aumentou de 7,2% para 11%. Além disso, no mesmo período, o salário mínimo diminuiu em um em média de 25%, e o trabalho informal teve um aumento de 36% para 46%.[VI]

Além disso, no decorrer da década de 1980, houve a mobilização dos movimentos de esquerda e a formação de um novo ethos militante. Novos movimentos sociais ganharam força, como o feminista, o indígena e o negro. Os desgastes das ditaduras militares, sobretudo pelas crises financeiras que vinham enfrentando, serviram de combustível para esses movimentos conquistarem espaço. Contudo, apesar de a década de 1980 ser considerada favorável às manifestações democráticas, pois encerra-se um estado repressivo, pelo lado econômico, a década de 1980 foi desastrosa, marcada pelos ajustes estruturais propostos pelo Fundo Monetário Internacional (FMI), tais como as privatizações, restrições salariais e o fim de barreiras aduaneiras [VII].

Portanto, segundo os autores, no final da década de 1990 surgiram diversos debates e críticas sobre o neoliberalismo. Inúmeros movimentos sociais estavam insatisfeitos, na ocasião, com um sistema econômico neoliberal que, na narrativa de partidos políticos e movimentos sociais, sujeitava o Estado ao interesse de empresários e oligarquias.

Dessa forma, a partir dos anos 2000, podemos perceber que essa insatisfação com a hegemonia neoliberal começa a agitar os movimentos populares e de esquerda, que buscavam uma mudança nas estruturas, no Estado, ou seja, de baixo para cima. O cenário era propício para mudanças, as agitações nas calles, os movimentos sociais e a luta contra o imperialismo norte-americano. Portanto, a democracia novamente parecia o caminho para as mudanças, o que estimulou novamente a organização popular através de votos.

À vista disso, os autores apontam que o ciclo dos governos de esquerda, que se inicia em 1999 com Hugo Chávez na Venezuela, tem continuidade durante os anos 2000. Essas experiências têm suas bases nas raízes históricas do continente e surgem com a intenção de refundar a sociedade. Porém, em alguns casos foi necessário romper com mais veemência com antigos poderes na região, como a própria Venezuela com revoltas anti-imperialistas, a mais famosa delas chamada de Caracazo que contou com a maioria da população lutando por mudanças sociais e políticas.

Porém, precisamos destacar que dentro dessa “Onda Rosa” [VIII] houve diferentes formas de governos progressistas. Isto é, existiram experiências mais radicais e outras mais moderadas, ainda que fazendo parte do mesmo movimento. Isso explica-se pelas próprias diferenças entre os países. Dessa maneira, não podemos generalizar as experiências, ou seja, os projetos de governos progressistas tiveram suas particularidades em cada região.

Neste contexto, líderes políticos como Rafael Correa (Equador), Hugo Chávez (Venezuela) e Evo Morales (Bolívia) emergem no cenário político com grande apoio popular, tendo como conceitos principais de seus governos o anti-imperialismo e antineoliberalismo. Esses líderes políticos assumiram o embate político com os Estados Unidos como um aspecto central em sua inserção internacional.

Tal postura gerou reações dos Estados Unidos. Como exemplo disso, citamos a interferência norte-americana na Venezuela, que ocorreu com a tentativa de desestabilização à experiência progressista de Hugo Chávez, em abril de 2002. Os EUA utilizaram-se de agências, como a Central Intelligence Agency (CIA), para desestabilizar a gestão de Chávez. No capítulo de Webber, notamos inclusive, exemplos recentes de apoio norte-americano à instabilidade nos países Latino-americanos. Podemos citar o golpe militar de Honduras em 2009 que destituiu o presidente Manuel Zelaya e o golpe parlamentar no Paraguai em 2012.

No caso venezuelano, o ocorrido pode ser explicado pelo fato da Venezuela ter a maior reserva de petróleo do mundo e isso estava no controle norte-americano. O golpe só foi frustrado pelo fato de Chávez ter contado com apoio de grupos da sociedade civil e das Forças Armadas venezuelanas. Como destacam os autores, as estratégias de intervenções imperialistas norte-americanas têm se adaptado para serem feitas através da grande mídia, com ataques constantes à credibilidade de governos de esquerda.

Para além do anti-imperialismo e anti-neoliberalismo que os governos progressistas de esquerda propuseram, podemos ressaltar a forte raiz nacionalista e libertária de Símon Bolívar nestes governos. Essa imagem de Símon aparece mais ainda na “Revolução Bolivariana” que Chávez promoveu na Venezuela. Faz-se isso na tentativa de libertar a América Latina por meio do conhecimento de seu passado histórico de luta e resistência, fazendo uso dos grandes heróis do passado, tal como Símon Bolívar, San Martin, dentre outros.

As diferenças entre as experiências de esquerda residem, por exemplo, no fato de algumas delas terem sido caracterizadas como revolucionárias ou experiências moderadas/reformistas, segundo os autores. Isso está baseado nas reformas econômicas, sociais, políticas que esses governos propõem em relação aos modelos que já estavam implementados. As experiências mais revolucionárias são aquelas que mais promoveram rupturas em uma resposta ao neoliberalismo. Já as mais moderadas/reformistas são as que, ainda que tenham promovido algumas mudanças progressistas, deram continuidade às práticas dessa doutrina.

Durante uma década de governos progressistas na América Latina, podemos concluir que a política de distribuição foi o foco principal. Esses governos buscaram implementar mudanças sociais e econômicas, sobretudo, para as grandes maiorias. Projetos como o “Bolsa família” do PT no Brasil são um exemplo disso. Não somente isso, os governos de esquerda buscaram aumentar o poder de consumo das classes menos favorecidas. Por isso, durante esses governos muitas famílias que outrora não tinham condições, conseguiram conquistar bens como casa própria. Grande parte deve-se ao fato dos governos progressistas terem se aproveitado da alta das commodities, ocorrida em 2003 com a alta demanda industrial que a China promoveu.

Este país foi o principal destino das exportações da região no período de 2002 a 2012. Matérias-primas exportadas, como petróleo, soja, dentre outras, tiveram um aumento de preço, favorecendo a economia latino-americana. Portanto, um dos méritos desses governos é ter aproveitado esse aporte financeiro para investir nos projetos sociais. Isto deu resultado, pois vimos que, durante uma década, um número considerável de pessoas saíram da pobreza. Como aponta Gaudichaud, “Según la CEPAL, 70 millones de personas salieron de la pobreza en una década…” [IX]

Durante os governos de esquerda, também podemos destacar as nacionalizações de empresas que anteriormente haviam sido privatizadas. Esse processo visou combater um “mal” para a economia dos países latino-americanos, pois, em contraponto com o setor privado, o Estado ficava com menos recursos financeiros do que poderia. Ou seja, as empresas estrangeiras repassavam mais capital para seus países de origem, do que ao Estado em que elas estavam sediadas, além disso, é importante ressaltar que as empresas foram nacionalizadas de acordo com as políticas do mercado, isto é, com negociações do Estado com as empresas e com taxas de indenizações.

Alguns exemplos dessas nacionalizações ocorreram na Bolívia e na Venezuela com as empresas de gás, petróleo, água, etc. Na Bolívia, em 2000 e 2005, ocorreram grandes vitórias populares antes mesmo de Evo Morales ser presidente, como as “Guerras da Água” em 2000. Esses episódios terminam com a expulsão de duas multinacionais: a estadunidense Bechtel e a filial de Suez, Aguas del Illimani. Essas vitórias fizeram o governo desmercantilizar a água. Além disso, também houve a vitória popular na questão do gás em 2003. Esse alavancou a imagem de Evo Morales como um líder pelas lutas nacionais. O acordo cancelado com a empresa americana Pacífic LNG tinha como principais justificativas o fato de que afetava a soberania da Bolívia, uma vez que fazia com que ela fizesse negócios com o Chile (recentemente há um histórico de embates entre os dois países). Outra justificativa era que a Bolívia receberia um valor “x” pelo gás, e este seria vendido em solo americano por outro bastante superior.

Já na Venezuela, Chávez recuperou o controle da Petróleos de Venezuela Sociedade Anônima (PDVSA) e multiplicou os contratos com empresas estrangeiras de origens distintas onde entra, por exemplo, a aproximação com a China. As nacionalizações foram essenciais para inversão da política social, saúde e educação que os governos progressistas promoveram durante seu período na América Latina.

O Produto Interno Bruto (PIB) durante os governos progressistas cresceu na América Latina com casos excepcionais como a Bolívia, cujo PIB subiu de $8 bilhões em 2002 a $30 bilhões em 2013, de acordo com Gaudichaud [X]. Isso pode ser explicado pela alta dos preços das matérias-primas (como o petróleo) e investimento no agronegócio, ainda que isso tenha desagradado a setores sociais. Além disso, as experiências nacionais-populares que os governos progressistas implementaram também contribuíram para a economia interna, com o aumento do número de empregos e maior poder de consumo. Isso se fez por políticas redistributivas, assistencialistas e com concessão de créditos.

Como debatido por Massimo Modonesi, essa estratégia, voltada para a democratização do consumo, permitiu às pessoas que saíram da pobreza ou extrema pobreza contribuírem para a economia, gerando mais riqueza. Por outro lado, essa estratégia contribuiu também para que os governos progressistas, no que diz respeito à parte econômica, possam ser analisados como projetos conciliatórios. Haja vista que a democratização do consumo favorecia também a classe dominante, ou seja, segmentos da sociedade que são compostos majoritariamente por empresários, bancários, e, segundo Gaudichaud, isso resultou em consequências negativas para a esquerda pois podemos compreender que politicamente teria sido melhor para a esquerda que a incorporação das classes populares tivesse sido através da politização e não somente através do acesso ao consumo.XI

Portanto, uma das críticas que o livro faz aos governos progressistas deve-se ao fato do grande capital ter tido uma alta lucratividade durante suas gestões. Como aponta Webber, “tales mejoras modestas para las clases populares coexistieron con ganancias netas sin precedentes para el capital privado extranjero y nacional invirtiendo en sectores de recursos” [XII]. O agronegócio foi uma atividade que pode ser citada como exemplo. Os seus membros contaram com incentivos financeiros à produção, diminuição da burocracia e as economias do Estado se mantiveram e se intensificaram dependentes desse setor. O Brasil é um exemplo cuja economia depende de maneira relevante da exportação de soja. Durante o governo de Dilma Rousseff, houve um grande incremento nessas atividades, segundo Jeffery Webber.

Como apontado por Massimo Modonesi, os grupos indígenas merecem destaque como agentes políticos bastante relevantes na luta contra o neoliberalismo e o imperialismo na América Latina, entre as décadas de 1990 e 2000. Ao longo da história do continente, desde as invasões feitas pelos europeus, os indígenas têm sido perseguidos, exterminados e excluídos de um território que lhes pertencia. A mentalidade colonizadora que se faz presente até os dias atuais faz com que esses grupos sejam excluídos da sociedade, acentuando a vulnerabilidade desses povos indígenas. A constante perda de seus espaços, tão essenciais para a vida em comunidade que precisam, afeta diretamente a manutenção da cultura desses povos. Esses fatores geram um apagamento da cultura e identidade desses grupos, o que muitas vezes é legitimado pelo Estado, uma vez que falha em ter políticas que possam proteger esses grupos, suas terras e seu modo de viver.

Como debatido nos capítulos de Gaudichaud e Modonesi, após esse descaso e perseguição ao longo de diversos anos na América Latina, a resistência e a união se tornaram bastante presentes no modo de viver desses grupos indígenas, e por conta disso eles conseguem se mobilizar politicamente para continuar com suas reivindicações aos seus direitos à terra e à defesa da mãe natureza. Fazem ouvir suas vozes e marcham pelas ruas em manifestações agindo o ser político e chamando a atenção para o fato dos indígenas terem espaço em qualquer projeto de Estado na América Latina. Esses grupos estavam articulados, e com consciência política, e durante a época do descontentamento com o neoliberalismo, eles se uniram com outros grupos sociais em torno de um ideal comum, a luta contra o imperialismo.

Como afirma Gaudichaud, podemos destacar os Mapuches no Chile e a Confederação de Nacionalidades Indígenas do Equador (CONAIE) no Equador. Esses grupos apoiaram os governos de esquerda e obtiveram respeito e respostas quanto a muitas de suas reivindicações. Porém, antes de ser esquerda ou direita esses grupos são primeiramente indígenas, e vimos isso em diversas vezes em que eles também se chocaram com decisões dos governos de esquerda, como ocorreu a partir de 2013 no Equador em manifestações questionando o presidente Rafael Corrêa, principalmente após a decisão de explorar o Parque Nacional Yasúni, abrindo-a a empresas mineiras. Ou seja, Corrêa adotou o discurso de exploração para justificar seu projeto econômico de redistribuição, o que para muitos pode ser entendido como uma política que busca um plano mais amplo para a nação equatoriana, mas que foi visto por esses grupos indígenas como uma traição por afetar diretamente suas matrizes.

Diante do extrativismo e do avanço do setor capitalista do agronegócio sobre os recursos da natureza, diversos grupos resistentes a esses ideais têm se chocado com o capital privado, como os camponeses, que defendem o meio ambiente e, em especial, os indígenas, como apontado no livro. Logo, é correto afirmar, segundo o capítulo de Webber, que esses grupos indígenas possuem uma ação política muito importante e uma voz politicamente ativa [XIII].

Nesse sentido, em alguns países latino-americanos, observamos que a luta de classes é muito recorrente. Como apontado pelos autores, o enfrentamento de grupos com interesses antagônicos se faz presente no continente, como por exemplo os movimentos sociais, indígenas, que discordam de projetos defendidos pelos grandes empresários, bancários, dentre outros. No livro, percebemos um viés marxista na análise dos autores que mostram como a temática da luta de classes é relevante para compreendermos como ocorreu a luta pela terra, por direitos sociais, por um Estado amplo de direitos em diversos países da América Latina como, por exemplo, nas experiências mais notórias dos governos progressistas: Bolívia, Equador e Venezuela.

Notas

II. O livro Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI – Ensayos de interpretación histórica, 2019 de organização de Franck Gaudichaud, Jeffery Webber, e Massimo Modonesi, fazem uma análise geral dos movimentos de esquerda latino-americanos iniciando em 1999 com Hugo Chávez na Venezuela até 2019 com o golpe a Evo Morales na Bolívia. Esses movimentos se acentuaram nesse período pois havia um descontentamento em diversos países latino-americanos com o projeto de direita: Neoliberalismo. Entretanto, o livro também irá apontar que o continente tem um histórico de revoltas, revoluções, e de lutas, em períodos que antecedem o neoliberalismo.

III. Frank Gaudichaud possui uma linha de pensamento marxistas além disso é francês, o que para esse estudo é bastante relevante pois permite ao mesmo uma análise de fora do objeto de estudo.

IV. Jeffery Webber é estadunidense mas visitou os centros de pesquisas da Faculdade Latino-americana de Ciências Sociais (FLACSO) em Quito, Equador, além do Centro de Estudos para o Desenvolvimento Laboral e Agrário (CEDLA) e o Centro Boliviano de Estudos Multidisciplinares (CEBEM) em La Paz, Bolívia.

V. Massimo Modonesi pode ser destacado pelos seus estudos de movimentos sócio-políticos em México e América Latina e de conceitos e debates marxistas, além de ser diretor da revista “Memoria del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) e da revista OSAL de CLASCO (2010-2015).

VI. GAUDICHAUD, Frank. Conflictos, Sangre y Esperanza. Progresismos y movimientos populares en el torbellino de la lucha de clases latinoamericana. In: GAUDICHAUD, Frank, WEBBER, Jeffery, MODONESI, Massimo. Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI – Ensayos de interpretación histórica. UNAM, México. 2019. p. 22

VII. Um reflexo da desastrosa economia da América Latina na década de 1980 pode ser a queda do Produto Interno Bruto (PIB). Em fins do século XX o PIB na América Latina caiu consideravelmente de 3,8% em 1997 para 0,9% em 1998. Ou seja, uma queda brusca que representa quase ¼ em menos de um ano.

VIII. O que nós conhecemos hoje pelo nome governos progressistas foi um giro político impulsionado pela esquerda em diversos países da América Latina. Exemplo de Equador, Bolívia, e Venezuela, que podem ser consideradas como as mais notórias experiências deste “giro a esquerda”. Mas também podemos citar Brasil, Argentina, Uruguai, entre outros. Essas experiências foram apelidadas também como “marea rosa“.

IX. Ibidem, p. 46

X. Ibidem, p. 46

XI. Ibidem, p. 83

XII. WEBBER, Jeffery. Mercado Mundial, Desarrollo desigual y Patrones de acumulación: La política Económica de la Izquerda Latinoamericana. In: GAUDICHAUD, Frank, WEBBER, Jeffery, MODONESI, Massimo. Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI – Ensayos de interpretación histórica. UNAM, México. 2019. p. 114

XIII. Analisamos que em alguns países como Equador, a ruptura de Corrêa com os grupos campesinos, com grupos indígenas como a CONAIE, gerou um desgaste político do então presidente. Ou seja, essa ruptura pode ser entendida como relevante pois antes dela o próprio Rafael Corrêa havia recebido prêmios e grande visibilidade pelo projeto Yasúni, sendo coerente afirmar que este evento foi um ponto chave para sua imagem política.

Referências

GAUDICHAUD, Frank, WEBBER, Jeffery, MODONESI, Massimo. Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica. México, UNAM, 2019.

João Carlos Calzavara – Graduando do curso de História pela Universidade Estadual do Rio de Janeiro (UERJ). Membro do Laboratório de Estudos de Imigração (LABIMI). Bolsista do Projeto de Extensão “Ideias Políticas e História do Tempo Presente da América Latina entre 1998 e 2018: uma comparação entre Bolívia, Equador e Venezuela”. E-mail: [email protected]


GAUDICHAUD, Frank, WEBBER, Jeffery, MODONESI, Massimo. Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica. México, UNAM, 2019. Resenha de: CALZAVARA, João Carlos. Boletim Historiar. São Cristóvão, v.2, n.8, abr./jun. 2021. Acessar publicação original [IF].

Globalists: the end of empire and the birth of neoliberalismo

Quinn Slobodian, professor na Wellesley College, é historiador com foco em história internacional, política norte-sul, movimentos sociais e história intelectual do neoliberalismo. É ligado a esse último tema que escreveu sua nova obra, “Globalists: the end of empire and the birth of neoliberalism”.

O objetivo inicial de Slobodian é quebrar com o senso comum de que os neoliberais acreditariam em um laissez-faire global, ou seja, em mercados que se autorregulem, em um Estado mínimo e na redução das motivações humanas ao interesse pessoal do homo economicus. Esses neoliberais imaginados confluiriam para um capitalismo de mercado livre conjugado com democracia e teriam fantasias de um mundo sem fronteiras. Leia Mais

A nova Razão do Mundo – Pierre Dardot e Christian Laval / Rodrigo Perez /

O livro é importante porque nos ajuda a entender as diversas variações da linguagem liberal. O neoliberalismo não esgota o liberalismo. É sua radicalização, sua versão eticamente perversa. Isso não significa que outros repertórios liberais não possam ser importantes na construção de um mundo socialmente mais justo.

Acessar publicação original

Tempo comprado: a crise adiada do capitalismo democrático – STREECK (C-FA)

STREECK, Wolfgang. Tempo comprado: a crise adiada do capitalismo democrático. São Paulo: Boitempo Editorial, 2018. Crise e neoliberalismo no capitalismo setentrional. Resenha de: MARINO, Rafael; COSTANZO, Daniela. Cadernos de Filosofia Alemã, São Paulo, v 25 n.1 Jan-Jun, 2020.

A partir de uma longa visada, o livro de Wolfgang Streeck, Tempo comprado: a crise adiada do capitalismo democrático, pretende explorar as determinações essenciais da passagem, em meio a crises fiscais e financeiras, de um capitalismo democrático, baseado em um Welfare State e instituições políticas keynesianas, para um capitalismo neoliberal, no qual um regime econômico neo-hayekiano – caracterizado essencialmente por uma máxima desregulamentação econômica e pela proteção frente a qualquer normatização ou correções políticas de massa – impõe um mercado que se pretende imune a qualquer tipo de intervenção democrática. Nesse sentido, uma das teses mais fortes do economista alemão é a de que a crise de 2008 marcaria o possível fim dos adiamentos de conflitos decorrentes da crise do capitalismo democrático, ocorrida na década de 1970. Falamos em longa visada, pois o seu estudo abarca, pelo menos, as transformações do capitalismo e a marcha do capital desde os fins da década de 1960 até a década de 2010. O que acaba por tornar-se um respiro benfazejo em meio às análises políticas e econômicas presentes no mercado das ideias, fortemente pautadas por certo imediatismo e por estudos de curto fôlego.

A base material com que Streeck lida é a do capitalismo de países ricos  notadamente nações europeias, como Alemanha e França, além de nações de outros continentes, como Estados Unidos da América e Japão “como unidade multifacetada, constituída pela interdependência, em meio à dependência coletiva dos Estados Unidos, quanto pelas peculiaridades dos conflitos internos e dos problemas de integração sistêmica” (Streeck, 2018, p. 12).1 A fundamentação teórica que lança mão para cuidar deste material é um amálgama entre marxismo, renovado pela assim chamada novas leituras de Marx (Elbe, 2013), teoria crítica frankfurtiana das crises e as formulações de Michal Kalecki e Karl Polanyi. O que não deixa de também chamar a atenção, dada a preponderância de pesquisas e trabalhos fortemente especializados e centrados em particularismos formais e subjetivos, seja de atores ou mesmo de instituições políticas, nas ciências sociais, principalmente na economia e na ciência política. Não obstante a sua aproximação destas teorizações amalgamadas, Streeck não deixa de ver nelas algumas limitações frente ao material por ele enfrentando, o que serve, sobretudo, para o aperfeiçoamento daquele instrumental e não seu abandono.

Quanto às suas divisões internas, o livro é composto por seis partes, sendo quatro capítulos, um prefácio à segunda edição, de 2015, e uma introdução, os quais procuraremos explorar, mesmo que sumariamente e sem necessariamente seguir a sua ordenação.

No prefácio, Streeck volta-se para a discussão de seus pressupostos teóricos, suas escolhas de caminhos durante a apresentação de seu argumento e a exposição sucinta de alguns de seus achados de maior relevância. Quanto ao primeiro elemento, o referido amálgama crítico e neomarxista permite que o economista alemão veja o capitalismo como uma sequência de crises imanentes ao processo de valorização do valor; o mercado como algo reposto empiricamente a partir do entrecruzamento entre ação estratégica e as lutas distributivas coletivas “nos mercados expandidos, impulsionado por uma dinâmica relação de troca entre espaços de classes e de interesses, de um lado, e de grupo organizados e instituições políticas, de outro, com particular consideração do problema da reprodução financeira do Estado” (Streeck , 2018, p. 9) e o capital como uma espécie de sujeito capaz de assumir estratégias complexas para levar a bom termo sua valorização e expansão. Estratégias as quais operam, por exemplo, via greve de investimentos, como as antevistas por Kalecki (1943), para quem os capitalistas, vendo o pleno emprego e o poderio da classe trabalhadora aumentado, utilizariam-se daquele expediente para o enfraquecimento dos trabalhadores e para a extenuação do poder do Estado. Nesse bojo, o mercado e suas estratégias políticas, deixados por eles mesmos, sem a resistência da classe trabalhadora e de políticas voltadas para desmercadorização, poderiam, tendencialmente, tornar-se um moinho satânico com potencial para destruir a civilidade e a sociedade (cf. Polanyi, 2000).

Já em relação às trilhas percorridas por Streeck, três parecem ser os elementos essenciais. Em primeiro lugar, o capitalismo democrático dos países ricos a que se refere é visto pelo economista como um período de excepcional e específica estabilidade, construída politicamente a partir de uma elite tecnocrática, frustrada com os anos 1930 e “fundada em uma economia de guerra (…) centrada no Estado, que tinha uma coisa em comum com todas as linhas partidárias: profunda e experimentada dúvida sobre a viabilidade e sustentabilidade do livre mercado capitalista” (Streeck, 2018, p. 16). Havia, portanto, uma crise de legitimidade capitalista que exigiu que os capitalistas aceitassem um regime social democrata. Em segundo lugar, esse casamento entre capitalismo e democracia não é natural, pois, dentre outras coisas, ambos operam com formas contrárias de justiça. O capitalismo pratica uma justiça de mercado baseada no desempenho individual, enquanto a democracia se baseia na universalidade de direitos a partir da justiça social. Há, além disso, uma assimetria entre as duas justiças, já que o capital tem mais condições de reagir, podendo impor crises ao conjunto da população e justificar suas reivindicações como condições para o funcionamento do sistema como um todo. Já as reivindicações dos trabalhadores são vistas como perturbações e não como necessidades ao funcionamento do sistema.

Como último elemento distintivo da pista sob a qual o argumento de Streeck se desenvolve, vê-se a ideia de que, a partir do final dos anos 1960 e começo dos anos 1970, esse casamento forçado entre capitalismo e democracia começou a mostrar suas contradições através de crises que foram seguidamente adiadas de formas distintas até o momento atual. Com, principalmente, três fatores: a) a diminuição do crescimento econômico, antes constante e crescente; b) o clima político desenvolvido a partir das revoltas de 1968, a partir do qual alguns atores políticos, organizações de classe e intelectuais passaram a falar até mesmo na superação do mercado e do capitalismo; e c) a uma revalorização grande do mercado como instância de satisfação e gestão das mais diversas esferas da sociedade. Nesse período, a burguesia, acossada principalmente pelos dois primeiros fatores elencados acima e legitimada pelo terceiro fator, inicia a quebra do que fora duramente acordado por décadas e deixa de financiar essa forma de organização estatal voltada ao bem estar social. Desta feita, criticando a visão de autores como James Buchanan, Gordon Tullock e outros teóricos da chamada public choice, o Estado de Bem-estar social não teria chegado ao fim pela irresponsabilidade fiscal de trabalhadores que votariam pela maximização de seus bens e serviços de seu interesse, mas sim por uma escolha política deliberada dos capitalistas em geral.

Na sua introdução, intitulada “Teoria da crise  no passado e no presente”, Streeck enuncia mais fortemente a sua filiação às teorizações da crise vindas da assim chamada Escola de Frankfurt, passando, de forma inespecífica, por Theodor Adorno, Max Horkheimer, Friedrich Pollock, Jürgen Habermas e Claus Offe. O essencial desta formulação sobre a crise, para o autor alemão, gira em torno de dois aspectos: i) o seu fundamento heurístico, desde o qual é possível ver uma tensão essencial entre a vida social civilizada e suas esferas e uma economia dirigida pelo imperativo de valorização do capital, que tende ao infinito e não possui freios normativos contra a barbarização; ii) o pressuposto de que o mais importante a ser estudado são os processos, em sua historicidade e em suas determinações basilares, e não os estados e momentos; de modo que aí as instituições sociais seriam vistas como engendradas pelo processo social, isto é, seriam provisórias, em permanente debate entre orientações políticas contraditórias e instáveis. Isso, a nosso ver, possibilitou um ponto de arrimo crítico interessante para Streeck, dado que, a partir dessa visão complexificada sobre a totalidade social em movimento, não caiu nas armadilhas da economia e da ciência política mainstream, confinadas ao individualismo metodológico e a uma operacionalização que isola o econômico e o político de outras esferas da vida (cf. Sartori, 2004; cf. Paulani, 2005). Não obstante, Streeck também faz críticas às teorizações frankfurtianas, pois, a seu ver, teriam acreditado demais na capacidade política de legitimação e planejamento do Estado e subestimado o poder do capital enquanto agente político e força social apta a desmobilizar e destroçar formas estatais específicas. Algo que, apesar de nosso acordo quanto a Habermas e Offe, é injusto com os frankfurtianos da chamada primeira geração, como mostraremos ao fim de nosso exercício de leitura crítica.

Já no primeiro capítulo do livro, Streeck repisa a sua crítica apesar de reafirmar sua filiação à teoria crítica frankfurtiana das crises, argumentando que esta teria se transformado em teorias da cultura, do Estado e da democracia, deixando de lado a crítica da economia política, achado essencial de Karl Marx e boa parte de suas teorizações sobre, por exemplo, crescimento, subconsumo e superprodução. Contra isto, o autor alemão propõe que voltemos a olhar o capital como um agente econômico e político voltado à sua autovalorização constante e dotado de forte capacidade estratégica contra o que acha ser uma barreira contra seu desígnio maior: a acumulação. Deste modo, a construção de um capitalismo democrático, durante as chamadas três décadas de ouro após a Segunda Guerra Mundial, deveria ser vista como um momento muito específico no qual o capitalismo e os capitalistas estavam em baixa e aceitaram a fusão, tensa, com a democracia e com a melhoria constante do nível civilizacional da classe trabalhadora. Tudo isso fora aceito pelos agentes do capital como uma forma de reestruturação de sua legitimidade, bem como uma espécie de imposição pela luta entre as classes e não como mudança do ímpeto acumulativo do capital.

Esta crítica de Streeck às ideias de crise de legitimação frankfurtiana deságua num diagnóstico bastante instigante a respeito da crise desta forma de capitalismo democrático em meados da década de 1970, a saber: “não foram as massas que se recusaram a seguir o capitalismo do pós-guerra, acabando com ele, mas, sim, o capital sob a forma de organizações, organizadores e proprietários” (Streeck , 2018, p. 65). Porém, por que essa recusa se deu? Sobre este ponto, as explicações dadas pelo autor aparecem em momentos distintos do texto, o que pode causar certa confusão no(a) leitor(a); além disso, duas delas, ao menos aparentemente, são contraditórias – conforme exploraremos mais adiante. Todavia, Streeck aponta que três seriam as causas. Em primeiro lugar, teria ocorrido o início de certo achatamento da lucratividade do capital, devido, principalmente, aos custos com mão de obra, cada vez mais valorizada, e com os chamados encargos do Welfare State. Em segundo lugar, com as revoltas da década de 1960, mais especificamente, as de 1968, instaura-se um clima político entre segmentos específicos de forças sociais, políticas e intelectuais supostamente voltados à negação e superação do mercado e da mercadoria, deixando os capitalistas extremamente assustados. Em terceiro lugar, nessa mesma década de 1960, assiste-se a uma elevação inédita da legitimidade, em várias camadas da sociedade, das forças do mercado vistas, neste período, como as melhores gestoras de diversas esferas da vida e da política  e ao aumento exponencial do consumismo e sua ideologia, conquistando novos domínios da vida social. Essa nova onda de legitimidade do mercado deu-se, num primeiro momento, a despeito das revoltas de 1968. Todavia, posteriormente, ela se deu utilizando-se, também, das pretensões emancipatórias dos manifestantes quanto à maior autonomia, à criatividade e à possibilidade de novas formas de vida distintas da família de classe média europeia e estadunidense. Deste modo, o desejo de autorrealização e flexibilidade comportamental e libidinal dos revoltosos de 1968 fora capturado por formas de trabalho e ocupação que embaralhavam termos opostos como independência e precariedade, conforme os diagnósticos de Boltanski e Chiapello (2009).

Outro lance argumentativo interessante de Streeck é quando liga a crise  adiada do capitalismo democrático de 1970 aos dias de hoje. De acordo com o nosso economista, tendo em vista os três elementos anteriores, pode-se notar o abandono dos capitalistas (ou dos dependentes do capital) do capitalismo democrático. Não obstante, esse abandono foi algo processual e não peremptório, dado que, ao mesmo tempo em que deveriam lograr a liberalização total da economia e de outras esferas da sociedade, não poderiam perder a sua legitimidade frente aos dependentes de salário em geral. Até porque, sem nenhum tipo de distribuição aos de baixo, o caminho para revoltas de todos os tipos estaria pavimentado. Streeck nota que, andando próximo àquela tendência de desacoplamento frente à regulação democrática, vê-se, entre as décadas de 1970 e 2010, uma contínua diminuição do crescimento econômico das economias centrais cada vez mais estagnadas. Tal diminuição do crescimento econômico fica sem maiores explicações e explicitações causais e de gênese por parte de Streeck – o que também criticamos ao final da resenha.

De toda forma, três seriam as formas de adiamento dos conflitos decorrentes da crise dos anos de 1970: i) inflação; ii) endividamento do Estado e iii) endividamento privado por meio da expansão dos mercados de créditos privados. Todos esses adiamentos, de um modo ou de outro, marcaram derrotas importantes para os assalariados e serão explorados por nós rapidamente  juntamente com as suas consequências para o povo dependente de salários e para a tentativa autoritária do mercado em se livrar de qualquer constrição da democracia.

A primeira forma de adiamento da crise se deu entre as décadas de 1970 e 1980 e foi materializada por meio da inflação. Isso se deu porque já nos anos de 1970 o pleno emprego, pedra angular da democracia no pós-guerra, passa a ser de difícil manutenção, dado que o crescimento econômico resultante do trabalho e do capital deixou de ser sistemático e ascensional. Assim, para evitar uma insatisfação popular generalizada com a não redistribuição dos lucros vindos da produção, o aumento salarial acima do aumento da produtividade fora sustentando por meio de uma política monetária de introdução “de recursos adicionais, que, no entanto, não estavam disponíveis senão sob a forma de dinheiro, não ou ainda não como algo real” (Streeck, 2018, p. 80). Gerando-se, desta feita, inflação. Mas não só. Essa ilusão monetária fora uma miragem de curto prazo, cujo fim fez com que investimentos diminuíssem ou fossem canalizados para outras moedas fora da zona econômica do atlântico norte. Já na metade da década de 1970, os agentes do capital, vendo tal situação de estagnação e inflação, colocaram na ordem do dia, sob a liderança de Reagan, nos Estados Unidos da América, e Thatcher, na Inglaterra, medidas de estabilização neoliberal drásticas. As quais foram um duro golpe nos dependentes de salários, visto que a deflação da economia foi decisiva para recessão e desemprego constantes. Condições importantes para a perda de poder dos sindicatos e da classe trabalhadora. Por conseguinte, a arena da disputa de classes, a partir deste momento, passa a se deslocar do mercado de trabalho e das fábricas, para lugares cada vez mais “abstratos” e inacessíveis ao cidadão comuns.

Essa política econômica “estabilizadora”, localizada no final dos anos 1970 e ao longo da década de 1980, mostrou-se uma porta de entrada importante, a um só tempo, para uma nova configuração estatal. Com a deflação anterior e o decréscimo no nível de vida, viu-se novamente o perigo da não legitimação do capitalismo tardio frente às camadas médias e populares, fazendo com que Estados e agentes econômicos fossem atrás de outra fonte de adiamento e legitimação, qual seja: o endividamento público. Ao modo da inflação, o endividamento público permite ao governo utilizar recursos financeiros provenientes do sistema monetário, mais especificamente do pré-financiamento de futuras receitas fiscais do Estado via instituições privada de crédito. Recursos que serão de suma importância para pacificação de conflitos sociais provenientes do crescente fosso entre as promessas do capitalismo e sua realização efetiva para a maioria da população. Outro movimento a que se assistiu, juntamente com esse endividamento do Estado, foi o de aumento dos créditos sobre os sistemas de seguridade social, em função, principalmente, da elevada taxa de desemprego e pelo fato de a moderação salarial da classe trabalhadora ter tido como termo de negociação o aumento de parcelas. Ou seja, politicamente, os governos não podiam nem cortar mais direitos do Estado Social nem aumentar impostos, dado que uma ou outra alternativa poderia cutucar onças com varas curtas; fazendo com que recorresse ao endividamento público.

Essa forma de adiamento fora tão sensível que se constitui como um pilar essencial da passagem do que Max Weber, Adolph Wagner, Richard Musgrave e Rudolf Goldscheide concebiam como Estado Fiscal, que expropriou sistematicamente e soberanamente os cidadãos em geral da sociedade civil, a fim de financiar o cumprimento de suas tarefas como interferir no crescimento econômico, redistribuir riqueza e cobrir externalidades negativas do mercado -, para o Estado endividado.Este, para cumprir as suas tarefas e obrigações, passa a contrair empréstimos e deixa de cobrar uma taxa mais elevada de impostos daqueles que se apropriam da maior parte da riqueza socialmente produzida, os chamados dependentes do capital. Assim, Streeck pode afirmar, com dados e fatos, que a crise financeira não foi gerada pelas massas e suas demandas de civilidade, mas sim pelo andar de cima, que, década após década, viu seus rendimentos e propriedades, cada vez mais aumentados, serem cada vez menos taxados. Ou seja, numa movimentação unilateral de classe, deixaram de financiar o Estado social e o capitalismo democrático em prol da valorização do capital. Nesse bojo, a luta entre as classes também ganha outro contorno, passando a ser disputada dentro dos Estados de bem-estar social e não mais na produção, como anteriormente, girando em torno de disputas intraburocráticas e ainda mais distantes dos cidadãos dependentes do trabalho.

Nessa forma de Estado endividado, Streeck identifica propriamente uma nova fase de relação entre capitalismo e democracia. Isso se dá pelo fato de que, como o Estado passa a dever para instituições privadas de crédito, há sempre a desconfiança por parte destas de que o aparato estatal não honre as suas dívidas apesar de ser um devedor deveras lucrativo e seguro -, o que faz com que os agentes do mercado passem cada vez mais a influenciar a política estatal com o intuito de assegurar seus lucros. Por conseguinte, os credores passam a ser uma espécie de segunda raiz constitutiva do Estado, de sorte que as políticas devem responder a dois setores ou povos distintos, a saber: a) o povo do Estado, composto por cidadãos nacionais, portadores de direitos civis, dependentes de serviços públicos, formadores da opinião pública e que expressam sua vontade eleitoral periodicamente  tudo isso em troca de lealdade ao Estado e ao pagamento de impostos; b) o povo do Mercado, formado por investidores – e não cidadãos – internacionalmente integrados, que visam exclusivamente a maximização de seus lucros e que se ligam ao primeiro povo apenas por contratos.

À vista deste quadro, o nosso autor tira algumas consequências importantes da relação entre capitalismo e democracia. Primeiro, o capital ou o povo do mercado deixou de influenciar a política apenas indiretamente, via investimento na economia, e passou para uma ação direta na política nacional ao escolher ou não financiar todo o Estado. Segundo, o povo do Estado, principalmente as camadas mais pobres, por resignação, comparecem cada vez menos às eleições, pois já não veem o que esperar de mudança do partido no governo, visto que a agenda política e econômica da esquerda e da direita pouco se diferenciam e passam a sofrer constrições decisivas do povo do mercado. Com isto, cada vez mais o capitalismo vai se blindando em relação à democracia e suas decisões e a transição neoliberal vai se estabilizando e se alastrando.

Na passagem da segunda para a terceira forma de adiamento da crise vê-se, além de uma nova forma de preterir a crise (o endividamento privado), a constituição de outra configuração estatal, ainda mais voltada aos interesses do capital e para consolidação do neoliberalismo. Já ao final dos anos 1980 e começo da década de 1990, iniciou-se um movimento dúplice: os governos passaram a se preocupar cada dia mais com o aumento do peso do serviço da dívida no orçamento e os credores, a cada dia que passava, desconfiavam da capacidade estatal para o pagamento das dívidas. Nesse período, sendo os EUA de Clinton a vanguarda do atraso, começaram cortes nos gastos sociais e tentativas de “equilibrar” o orçamento, prática seguida por várias outras nações e incentivada diretamente por organizações como Organização para Cooperação e Desenvolvimento Econômico (OCDE) e o Fundo Monetário Internacional (FMI). Apesar desse processo de liberalização radical dos mercados já vir de duas décadas anteriores, o capitalismo ainda precisava de uma forma de legitimação que, de uma só vez, mobilizasse recursos adicionais para evitar revoltas populares e não permitisse que a procura de capitais pelos países diminuísse, isto é, que a varinha de condão da confiança burguesa não deixasse de tocar as nações centrais. Para cumprir essas duas demandas, a saída da vez fora o endividamento privado, ou o que Colin Crouch chamou de “keynesianismo privado” (Crouch, 2009), injetando uma solvência antecipada no mercado numa segunda onda de liberalização dos mercados de capitais. Deste modo, substitui-se o endividamento público pelo endividamento privado como uma forma de aumentar as reservas disponíveis de recursos para distribuição. Nesse contexto, o papel do Estado mudou novamente, via liberalização do mercado de capitais no sentido de permitir o endividamento irrestrito dos agregados familiares, os quais tentam compensar tanto as perdas salariais de décadas, quanto a destruição das políticas estatais de desmercadorização.

Essa nova forma de adiamento forjou as bases para duas mudanças políticas e ideológicas importantes. Politicamente, vê-se a harmonização total entre a saída política encontrada e os desejos dos agentes do capitalismo neoliberal, harmonizando as necessidades e expectativas de ambos; até porque a desregulamentação das esferas da vida e dos mercados de capitais atingiu ali um nível nunca antes visto. Ideologicamente, operou-se um movimento dúplice: ao mesmo tempo em que surgiram novas teorizações a respeito da eficiência dos mercados desregulados, os quais contariam com agentes racionais que deteriam todas as informações necessárias para agir desde que o Estado não interferisse e desestabilizasse essa dinâmica, foram reabilitadas ideias de autores como o austríaco Friedrich Hayek, cuja proposição da transfiguração de todas as esferas da sociedade em empresas fora importante para imantar a prática de agentes capitalistas.

Nesse mesmo período, a formação estatal ganha outra conformação: passasse do Estado endividado nacional para o Estado de consolidação internacional. Por consolidação, Streeck entende o crescente processo de consolidação do orçamento e das finanças públicas no sentido de restringir direitos e parcelas do Welfare State à população e permitir um ambiente seguro para as movimentações políticas e econômicas do povo do mercado. Desta feita, essa consolidação está intrinsecamente ligada a três outros movimentos importantes: i) redução do Estado ao mínimo funcional à expansão dos mercados, impedindo a intervenção estatal ativa no sentido de regular e mitigar a justiça de mercado; ii) institucionalização de uma economia política internacionalizada e a transformação dos Estados nacionais em entidades não soberanas ajustadas a uma política fiscal decidida por uma diplomacia internacional do capital, cujo ponto de fuga não é a civilidade e sim o da valorização do capital e iii) restrição da capacidade de ação e regulação democrática do povo do Estado, de forma a colocar na ordem do dia uma democracia desdemocratizada e domesticada pelas forças do mercado e não o contrário. Como o Estado de consolidação é um regime internacional, a própria luta distributiva atinge o seu maior nível de abstração e inacessibilidade aos estratos médios e popular, já que o poder passa a se concentrar numa diplomacia financeira internacional e em mercados de capitais blindados à intervenção democrática e política.

Não obstante, em 2008, o keynesianismo privado veio abaixo. Essa forma de endividamento sustentou uma prosperidade enorme do setor financeiro e uma economia afluente, tudo isso sustentado pelo endividamento inaudito e colossal dos agregados familiares. Porém, a estrutura de crédito que permitia esse novo adiamento foi para os ares e o motivo era que todo aquele crédito liberado de modo algum poderia ser efetivamente saldado e boa parte do dinheiro em circulação, na forma de crédito, era fictício e lastreado em nada. Desta feita, os recursos para o adiamento da crise do capitalismo foram, um a um, testados e fracassaram, tornando qualquer saída cara demais para a diplomacia financeira internacional. À vista disto, o economista alemão vê duas alternativas possíveis: ou instaura-se realmente uma ordenação estatal neoliberal internacionalizada e pós-democrática, na qual o totalitarismo do mercado único sobrepujaria totalmente o povo do Estado, ou, a partir das mais variadas resistências populares – como o movimento global Occupy dos 99% –, volta-se a pensar na reconsolidação de democracias nacionais capazes de reinstaurar instituições promotoras de uma justiça social não redutível à justiça do mercado, a exemplo do praticado durante o chamado consenso socialdemocrata, além da repactuação de um Bretton Woods necessário à manutenção da soberania e democracia nacionais. Desta feita, a alternativa pensada por Streeck passaria, necessariamente, pelas seguintes medidas: a) reaproveitamento e revitalização de instituições nacionais, ao modo de parlamentos, bancos centrais, canais de representações popular e instituições de seguridade social socialdemocratas, as quais representariam as diferenças entre os povos e as nações; b) o aumento do espaço de autonomia dos Estados nacionais frente às instituições globais de governança do povo do mercado e c) a reformulação de um acordo econômico europeu, feito Bretton Woods, desde o qual se repactuassem regras para relações econômicas, as quais resistissem ao avanço desenfreado da desregulamentação mercantil. Tendo isso em vista, poder-se-ia argumentar que isto é muito pouco perto do diagnóstico feito pelo próprio economista alemão. Todavia, o próprio Streeck nos adverte que todas essas medidas são formas de ganhar tempo contra a expansão capitalista desmedida e que soluções melhores e mais radicais de ação contra a desdemocratização neoliberal devem ser pensadas com urgência.

Apesar de ser um estudo com elementos e argumentos indispensáveis para compreensão do capitalismo contemporâneo, articulando de modo exemplar a relação entre economia, política e sociedade, algumas críticas podem ser tecidas ao estudo de Streeck, as quais div idimos em teóricas, geopolíticas e de encadeamento interno da exposição.

No primeiro grupo, nota-se uma leitura generalizante a respeito da chamada Escola de Frankfurt ou da teoria crítica, 2 por dois motivos. Em primeiro lugar, a ideia de confiabilidade no caráter controlável do capitalismo, a partir da intervenção estatal e da democracia, é bem mais aplicável ao pensamento de Habermas e, em menor medida, ao de Offe -, para quem o Estado democrático de direito teria plenas condições de domesticar o crescimento capitalista, de modo que os cidadãos teriam aí direitos políticos para tomar parte e direitos sociais de ter parte nos processos decisórios e redistributivos da sociedade (Habermas, 2015). Deste modo, o problema essencial a ser enfrentado é o da continuidade da legitimidade do compromisso em torno deste Estado e os possíveis problemas da intervenção estatal na vida das pessoas; assim, a saída seria apenas a repactuação em torno de arenas políticas e discursivas, para que o princípio da solidariedade e o mundo da vida tivessem condições de sobrepujar os imperativos sistêmicos. Em Adorno e Horkheimer, como podemos ver em vários momentos de suas obras, o poder de mudança regressiva do capital e da forma mercadoria não são deixados de lado em prol de “análises culturais”. Mas sim que, partindo do diagnóstico pollockiano, poderíamos ver outros tipos de dominação menos imediatas determinadas não em sentido fatalista pela lógica da mercadoria (Fleck, 2016; Cook, 1998). Desta feita, a análise que fazem dos rackets não deixa dúvidas sobre a atenção que davam ao econômico e ao político (Adorno, 2003; Horkheimer, 2016). Ademais, se for permitido um reparo adorniano ao trabalho de Streeck, muito mais interessante que o uso da vaga ideia de ideologia do consumismo, seria lançar mão da noção de indústria cultural, dado que ela deveria ser entendida como uma continuação específica e crítica das teorizações sobre fetichismo e reificação de Marx e Lukács, de acordo com Adorno e Horkheimer (2006).Isso se dá porque o caráter de sistema da indústria cultural – composta pelo cinema, rádio, jazz, revistas, esporte, moda e livros de alta vendagem –, seria explicável justamente pela imposição do processo de reificação ao lazer e à cultura, impondo-lhes sua forma mercantil e tornando-as prolongamento do trabalho reificado. Forma reificada que condicionaria fortemente a apreensão da realidade, que passa a ser entendida agora como sistema imutável de leis especializadas e apreendida apenas pela contemplação, conformando uma individuação integrada à totalidade do capital e aos seus desígnios de consumo e manutenção do sistema.

Em segundo lugar, a teorização de Pollock surgiu em contraposição a outras duas. Uma, de origem social-democrata, propugnava a ideia de que as transformações do capitalismo no início do século XX apontavam para a sua estabilização; outra, aventada por figuras do comunismo ocidental, acreditava que estas transformações aprofundavam as contradições internas do capitalismo, apontando para seu colapso ou crise definitiva (Rugitsky, 2015). Contra ambas, Pollock (1973;1982) propõe que inexiste qualquer tendência inelutável de mudança ou colapso automático do capitalismo e que ele não estava passando por uma estabilização, mas sim por uma reestruturação na qual a primazia deixa de ser dos mecanismos do mercado e passa a ser do Estado, cuja política garante a reprodução da vida econômica.

À vista disto, pode-se entender a crítica de Streeck a certa “confiança” no planejamento mediante as reviravoltas do capital, porém é interessante que o economista alemão fale em greve de investimentos, em ação política das classes e na ideia de que as relações econômicas possuem uma fundamentação política, visto que isto não destoa de uma parte importante do diagnóstico de Pollock a respeito da politização do quadro institucional do capitalismo. E mais: o economista alemão havia pensado em duas possibilidades organizacionais para o capitalismo de Estado, o democrático e o autoritário; desta feita não poderíamos estar assistindo, na verdade, a passagem não para um Estado de consolidação, mas sim para um capitalismo de Estado autoritário? É preciso lembrar que o fato de a economia sofrer menos intervenções da democracia não quer dizer que a política saiu de cena, mas sim um tipo de política: a democracia de massas. Podendo restar aquilo que já era antevisto por Pollock, a saber: a força abismal dos dirigentes de grandes conglomerados e empresas, que, na esteira da monopolização acentuada decisivamente nos primórdios do século XX, passam a ser essenciais na vida social, política e econômica da população, pois, de um lado, o seu poder passa a se confundir com o poder estatal e, de outro, os seus prejuízos passam a ser socializados, dado que a sua falência causaria enorme impacto em toda a economia (Rugitsky, 2015, p. 63). Algo que, salvo engano, foi visto sistematicamente após a crise de 2008 em relação a variadas empresas e bancos, como Goldman Sachs e General Motors. Aspecto que poderia andar muito bem de mãos dadas com o processo de “ desdemocratização do capitalismo por meio da deseconomização da democracia ” (Streeck, 2018, p. 55).

Em relação à geopolítica, há duas ausências importantes na argumentação de Streeck: a primeira é a força da União Soviética e o contexto de Guerra Fria, a segunda são os processos de descolonização que assolaram o capitalismo central. Em relação ao primeiro fator, é possível dizer que a URSS, nas primeiras décadas do século XX, mostrou-se  independentemente de se gostar disto ou não  como uma alternativa de organização produtiva e social para a forte e organizada classe trabalhadora do centro e da periferia capitalista. Destarte, esses dois fatores um proletariado empoderado e dotado de uma alternativa de poder  produziram condições muito importantes para a consolidação de uma série de direitos sociais voltados para o bem-estar e para desmercadorização da população (Esping-Anderser, 1991), ou, como dizia Francisco de Oliveira, os direitos do antivalor (1998). Tanto é que Buci-Glucksmann e Therborn (1981) chegaram mesmo a entender o Welfare State como uma espécie de revolução passiva, na qual as classes dominantes passam a acolher uma série de demandas dos trabalhadores, dado que estão pressionadas política e socialmente pela possibilidade real de uma Revolução.

Já quanto ao segundo elemento elencado, desde o final da Segunda Guerra Mundial e se arrastando pelas décadas de 1950 e 1970, é possível notar um importante processo de descolonização pelo mundo, o que necessariamente implicou na perda relativa de poder político e econômico sobre a periferia do capitalismo mundial, deixando os dependentes do capital nos países centrais preocupados com uma diminuição da lucratividade de atividades organizadas em torno de matérias primas das ex-colônias (Jameson, 1999; Visentini, 2012). Nesse bojo, é notável o caso da Organização dos Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que passou a nacionalizar as reservas petrolíferas e regular seus preços, e que produziu  em represália ao apoio dos EUA a Israel na guerra do Yom Kippur a chamada primeira crise do petróleo (Hobsbawn, 1995, p. 421-447). Com a qual, a partir do aumento proposital dos preços dos barris da referida commodity, a OPEP produziu consequências profundas nas economias centrais, cujos índices inflacionários bateram recordes, e que pode ter ajudado a acender o sinal amarelo das elites nacionais sobre os caminhos que o capitalismo democrático poderia traçar contra seus interesses de acumulação.

Ainda nessa seara, outro fato geopolítico importante, e que não aparece na explicação de Streeck, é a concorrência do que Araujo e Bresser-Pereira (2018) chamam de porções não-ocidentais do mundo no pós-Segunda Guerra Mundial. De acordo com estes autores, na esteira dos processos de globalização e descolonização, o que ocorreu não foi a destruição da forma política Estado-nação soberano, mas sim a sua dispersão e depuração mundial. Com isto, tais países alcançaram condições políticas e técnicas suficientes para controlar os recursos minerais de seus territórios e para dispor de um contingente enorme de mão de obra. Fatores que, combinados, passaram a exercer uma profunda pressão sobre os países desenvolvidos do centro ocidental do capitalismo, a qual “acabou afetando, a partir da década de 1970, o modo de legitimação dos Estados sob o chamado ‘consenso socialdemocrata’ dos anos dourados do capitalismo, os quais, após a Segunda Guerra Mundial, puderam oferecer cada vez melhores condições de vida às suas classes médias e populares” (Araujo; Bresser-Pereira, 2018, p. 556).

Desde o começo, salientou-se que a base sobre a qual o estudo de Streeck se concentra são os países desenvolvidos do centro do capitalismo, não obstante o fato de que considerações de economia geopolítica, como as que expomos, não fazerem parte de sua exposição acaba enfraquecendo seu argumento, dado que não se consegue explicar satisfatoriamente as determinações essenciais da estagnação do crescimento dos países centrais, por exemplo. À vista disso, partiremos para a exposição do que consideramos ser problemático no encadeamento expositivo interno do trabalho do economista alemão.

Conforme dissemos anteriormente, os anos de 1970 são chave para a passagem ao início de um adiamento tríplice da crise do capitalismo democrático e para o baixo crescimento econômico do que era antes o centro dinâmico do capitalismo no atlântico norte. No entanto, apesar da centralidade destes dois processos para o livro de Streeck, há três elementos que tornam essas passagens expositivas insatisfatórias.

Em primeiro lugar, como já dissemos no início deste exercício de leitura, as três causas do início da crise adiada a saber, o achatamento do lucro do capital no centro do capitalismo, a radicalização de alguns setores importantes contra a lógica mercantil e o prestígio da ideologia consumista são expostas de forma disparatada no texto, sem maior imbricamento e coesão entre elas, obrigando o(a) leitor(a) a caçar estas explicações ao longo do livro. Prova disto é que, ao longo dos capítulos um e dois, nos quais ele se debruça sobre os momentos de passagem de um capitalismo democrática mais consolidado para os adiamentos de sua crise, poucas são as vezes em que, ao menos, duas das causas expostas acima sejam apresentadas conjuntamente, de modo que durante quase cinquenta páginas é necessário pinça-las no texto. Ademais, a sua apresentação conjunta e imbricada não se dá durante a argumentação do economista alemão.

Em segundo lugar, apesar de Streeck concentrar-se propositalmente nos países desenvolvidos do capitalismo, algumas determinações de seus insucessos econômicos e políticos devem ser buscadas fora deles. Isso não se coaduna com a ideia de que Streeck seria etnocêntrico ou coisa do gênero (cf. Cariello, 2019), mas, tão somente, pretende-se chamar atenção para uma das lições da crítica da economia política de Marx (1983) reivindicada por Streeck contra as teorizações que esquecem das reviravoltas do capital: o fato de que o capitalismo é um sistema totalizante e que impõe a forma mercadoria e sua lógica em todos os cantos do globo e em todas as esferas da vida. Consequentemente, a exposição, mesmo concentrando-se nos países do centro do capitalismo, deveria prestar atenção em determinações que estão fora dele, pois, de acordo com outro ensinamento dos dialéticos, a primazia do método deve estar no objeto e suas implicações, as quais, no caso do capitalismo, são mundiais, queira-se ou não.

Em terceiro lugar, o economista alemão argumenta que haveria, em meados das décadas de 1960 e 1970, uma tendência contrária ao capitalismo e uma tendência que alargaria a sua legitimidade. À princípio, isto não seria em si problemático, porém a exposição do autor não deixa claro como esses dois termos se apresentam na realidade. A partir do que Streeck escreve, mas não desenvolve satisfatoriamente, poderíamos desdobrar a seguinte linha de raciocínio: ao mesmo tempo que segmentos específicos da sociedade, como parte dos trabalhadores, intelectuais e frações jovem e estudantis, tentavam colocar em xeque o sistema, gestou-se uma hegemonia ainda mais forte de legitimação mercantil, a qual enraizou-se de forma mais eficaz na sociedade. Ademais, essa tendência pró-capitalista pôde, ainda, apropriar-se de boa parte das bandeiras levantadas nos movimentos radicais de 1960 e 1970, convertendo-as aos dogmas do capital, apesar de sua aparência libertária. Desta feita, a luta por formas de vida autônomas e contrárias ao poder da mercadoria, fora funcionalizada como engrenagem de um capitalismo mais, aparentemente, flexível e hype.

Notas

1 À vista disto, não há base para Cariello (2019) chamá-lo de eurocêntrico, como se Streeck, espertamente, não tivesse revelado a base a partir da qual estuda mudanças importantes do capitalismo. Na verdade, Cariello é que nitidamente procura uma forma de atacar as posições de Streeck para elogiar as pretensas qualidades distributivas e civilizatórias do capitalismo. Que as pessoas tenham mais alguns dólares hoje do que o que ganhavam três décadas atrás, qualquer estudo empírico revela, mas Cariello esquece de dizer que as jornadas de trabalho no mundo voltaram a ter um nível de destrutividade poucas vezes visto e que, apesar de ganhos miseravelmente maiores, as desigualdades continuam aumentando de maneira gritante (Cf. Streeck, 2018, p.100; Piketty, 2014).

2 À primeira vista, esta crítica a Streeck pode parecer não essencial. Contudo, de acordo com argumento explorado posteriormente, caso o economista alemão tivesse dado maior consequência aos textos de Adorno e Horkheimer, poderia ter chegado a um diagnóstico e a uma crítica mais contundentes ao capitalismo contemporâneo e ao imbricamento ainda mais acentuado da tendência à reificação das subjetividades e ao poder destrutivo do capital, cujo cerne depõe contra o caráter facilmente controlável do capitalismo.

Referências

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DanielaCostanzo – Universidade de São Paulo. E-mail: [email protected]

Rafael Marino – Universidade de São Paulo. E-mail: [email protected]

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El museo apagado: Pornografía, arquitectura, neoliberalismo y museos – PRECIADO (RTA)

PRECIADO, Paulo B. El museo apagado: Pornografía, arquitectura, neoliberalismo y museos. Colección Posmuseo. Buenos Aires: MALBA, 2017. Resenha de: MELO, Sabrina Fernandes. Museus e neoliberalismo no Tempo Presente. Revista Tempo e Argumento, Florianópolis, v. 11, n.28, p.540-545. set./dez., 2019.

Paul B. Preciado é filosofo e Mestre em Filosofia Contemporânea e Teoria de Gênero pela New School for Social Research, de Nova York e doutor em Filosofia e Teoria da Arquitetura pela Universidade de Princeton. É escritor, curador independente e militante ativo no debate contemporâneo sobre os modos de subjetivação e identidade de gênero, cuja obra Manifiesto Contrasexual (2002) tornou-se referência indispensável para discussão sobre a teoria queer. As reflexões de Preciado perpassam por modalidades alternativas de relações entre corpos e críticas historiográficas de gênero sob uma perspectiva decolonial. Atualmente, o autor ministra aulas sobre Teoria de Gênero em diferentes universidades como Paris VIII, École des Beaux Arts, de Bourges, e no Programa de Estudos Independentes do Museu de Arte Contemporânea de Barcelona.

El museo apagado Pornografía, arquitectura, neoliberalismo y museos é a primeira publicação a integrar a coleção PosMuseo, parte do Programa Público do Museu de Arte Latino Americana de Buenos Aires (MALBA). A coleção objetiva reunir vozes de destaque no pensamento museológico e artístico contemporâneo. O livro, que conta com o prólogo da filósofa argentina Julieta Massacesse, reúne três análises de Preciado sobre museus, exposições, gênero, arquitetura e cidade. Paul Preciado investigou desenhos feitos em banheiros, tratou das exposições de Bjork no MoMA e problematizou as imagens eróticas encontradas nas ruínas de Pompeia. Imagens colocadas em diálogo com a pornografia, entendida como uma categoria de gestão do espaço público. O autor desnaturaliza a organização expográfica das coleções e a ordenação de corpos estabelecida pela arquitetura em taxinomias que distinguem homens e mulheres. O fio condutor dos três textos está na reflexão sobre os espaços pelos quais transitamos, em especial, o espaço cambiante e global dos museus.

Em Basura y Género. Mear/Cagar.Masculino/Feminino, texto originalmente publicado na Revista Web Hartza em 2006, as múltiplas fronteiras nacionais e de gênero são questionadas. Fronteiras difusas e tentaculares que se alastram por cada centímetro dos espaços habitados/vividos/praticados. Em espaços cotidianos utilizados para necessidades fisiológicas básicas, as portas, as janelas e as entradas são reguladas sob uma discreta e efetiva ‘tecnologia de gênero’. Nessa reflexão, a criação de latrinas públicas no século XIX é historicamente problematizada. As latrinas foram inseridas nos espaços urbanos de forma concomitante ao estabelecimento de novos códigos conjugais, definidores dos papéis de gênero relacionados à patologização da homossexualidade e à normalização da heterossexualidade.

As imagens utilizadas para sinalizar as portas dos banheiros públicos se resumem a masculino/feminino, damas/cavalheiros, sombrinhas/bengalas, flores/bigodes. Imagens que, segundo Preciado, dizem mais sobre fazer-se em determinado gênero do que desfazer-se das fezes ou da urina. A arquitetura constrói barreiras quase naturais relacionadas às funções e separações entre homens e mulheres. Escapar desse regime, afirma Preciado, é desafiar a segregação sexual imposta pela arquitetura moderna.

No segundo texto, Museo, Basura Urbana e Pornografia, o mercado de arte e sua articulação com o consumo de produções pornográficas são colocados em pauta. Entretanto, a pornografia a ser consumida é aquela que reside como mero resíduo estético e não aquela oriunda do feminismo e da crítica social. Grandes centros de arte como o Barbican, em Londres, abrigam obras de artistas como Jeff Koons ou de ‘testículos bem desenhados por cavaleiros solenes’. Já artistas, como Daniel Edwards, e sua obra Autópsia de Paris Hilton, transcendem de forma singular o sórdido mundo da pornografia e, com perspicácia, aumentam a transgressão dos YABs (Young British Artists), grupo de jovens artistas britânicos que, a partir do final da década de 1980, produziram obras de contestação à sacralidade da arte.

Na construção de uma nova História da Arte, a pornografia, a prostituição e o feminismo muitas vezes não fizeram/fazem parte do mesmo relato. Na historiografia recente, artistas mulheres dos anos de 1970 e 80 são retomadas e ‘etiquetadas como feministas’: Judith Chicago, Martha Rosler, Rebeca Horn, Marina Abramovich, entre outras. A essas artistas, são cobradas produções relacionadas a temáticas como corpo, maternidade, trabalho doméstico ou aspectos da sexualidade naturalizados como ‘femininos’. Já a pornografia, vista como grosseira, estaria relacionada aos homens. Tal pressuposto explicaria o ‘vazio historiográfico’ referente às práticas artísticas como as de Annie Sprinkle, Linda Montano, Lea Cheang, Maria Llopis e outras tantas artistas que se encontram em novas categorias como pós-pornografia, videoarte ou performance pornofeminista. Neste capítulo, Preciado traça uma genealogia que auxilia no entendimento dos motivos pelos quais a pornografia se converteu, a partir de 1970, em um espaço crucial de análise crítica e, ao mesmo tempo, em espaço de reapropriação para as micropolíticas de gênero, sexo, raça e sexualidade.

Preciado entende a pornografia enquanto discurso cultural. Aponta para uma saturação pornográfica com a grande distribuição de imagens e modos de consumo. Ao mesmo tempo, essa saturação vem acompanhada de uma opacidade discursiva apartada como objeto de estudo cinematográfico e filosófico. O autor retoma a emergência da noção de pornografia nas línguas vernáculas durante a modernidade e nas imagens descobertas nas ruínas de Pompeia. O objetivo é entender a emergência da pornografia no Ocidente como parte integrante de um regime mais amplo – capitalista, global, midiatizado – de produção de subjetividade por meio da gestão técnica da imagem.

Imagens de corpos entrelaçados e desnudos, esculturas de corpos animais e humanos, pinturas, afrescos e murais com representações de falos de grandes proporções, sátiros em terracota, falos em forma de pantera e órgãos genitais masculinos autônomos, foram encontrados nos cantos das ruas, nas paredes das lojas ou servindo como lápides na antiga cidade de Pompeia. Imagens até então soterradas, reprimidas, desconhecidas que desvelam outro modelo de conhecimento e organização dos corpos e das formas de prazer na Antiguidade. Tipologia contrária àquela desenvolvida na Europa do século XVIII, momento das escavações em Pompeia e do encontro dessas imagens.

Em 1794, as escavações iniciadas pelo Rei Carlos III reuniram um enorme contingente de imagens eróticas, que ganharam uma sala própria no Museu Herculano, em Portici, Itália. No século XIX, as imagens foram transferidas para o Museu Royal Bourbon, atual Museu Arqueológico de Nápoles, conhecido como Museu Secreto. A coleção secreta das imagens eróticas era resguardada em local fechado e a visitação era regulada através de dispositivos de vigilância e controle. De acordo com um decreto real, a entrada era proibida para mulheres, crianças ou pessoas de classe popular. Somente os aristocratas poderiam adentrar o espaço, o que configurou novas categorias de feminilidade, infância e classes populares, ao mesmo tempo em que emergia uma nova hegemonia político-visual. A palavra pornografia surgiu neste contexto museológico, conceituada pelo historiador da arte alemão C. O. Muller, que definiu a raiz grega da palavra (porno – grafei: pinturas de prostitutas, escritos sobre a vida de prostitutas) e deliberou a coleção do Museu Secreto como pornográfica. Em 1864, o Dicionário Webster definiu a palavra pornografia como as pinturas obscenas utilizadas para decorar os muros das habitações de Pompeia, cujos exemplos se encontravam no Museu Secreto. Preciado defende que a regulação desse espaço museológico secreto e da taxonomia aplicada a esses objetos podem ser entendidos como marcos fundadores de uma racionalidade visual, sexual e urbana da modernidade ocidental do que viria a ser a pornografia. Estratégias relacionadas ao controle do olhar, da visualidade, da ocupação dos espaços públicos, de limites daquilo que é ou não visível ao público.

Preciado aponta que a introdução do conceito de pornografia pela História da Arte abre caminho para o surgimento de medidas higienistas no século XIX, principalmente nas metrópoles modernas. A pornografia aparece associada à prostituição nas cidades como questão de saúde pública e passível de medidas policiais e sanitárias para mediar a atividade sexual no espaço público, além disso, é percebida como uma categoria higiênica e um dispositivo de regulação da sexualidade e domesticação de corpos, sobretudo das mulheres.

No último texto, El Museo Apagado, Preciado aborda o papel dos museus de arte moderna e contemporânea na era do liberalismo a partir de duas exposições: a de Bjork no MoMA e a de Jeff Koons no Pompidou. Tais exposições demostram os grandes investimentos direcionados para os museus e o marketing de exposições. Segundo o autor, a tentativa das grandes corporações é fazer com que o museu torne-se um local rentável e uma indústria de produção e venda de bens de consumo. Uma das estratégias é realizar megaexposições, com artistas conhecidos visando principalmente o turismo. No chamado “museu barroco- financeiro” tudo é intercambiável, os signos e o dinheiro se sobressaem à experiência e à subjetividade.

Os textos de Preciado discutem a questão da pornografia e da (re)configuração dos grandes museus e exposições, uma questão extremamente atual, percebida no MoMA de Nova York, em exposições como “Queer Museu” e com a mostra “Histórias das Sexualidades”, no Museu de Arte de São Paulo, o MASP.

Sabrina Fernandes Melo – Doutora em História pela Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC). Professora Adjunta do Departamento de Artes Visuais da Universidade Federal da Paraíba (UFPB). Professora permanente no Programa Associado de Pós-graduação em Artes Visuais da Universidade Federal da Paraíba (UFPB) João Pessoa, PB – BRASIL. E-mail: [email protected].

HUNT, Lynn. History: Why It Matters. Cambridge: Polity Press, 2018. 140p. Resenha de: SILVA, Guilherme José da. Agora mais do que nunca: History Why it Matters. Revista Tempo e Argumento, Florianópolis, v. 12, n. 29, e0502. jan/abr. 2020

A história, e não é de hoje, tem sido alvo das mais diversas disputas, que foram acentuadas exponencialmente com o avanço dos meios de comunicação da era digital. Algumas destas controvérsias são muito arriscadas, levando-nos a enfrentar negacionismos da história. Outras concernem a embates de memórias sobre tragédias, identidades e discursos. Por esses motivos, a história hoje é mais importante do que jamais foi.

É dessa maneira que Lynn Hunt inicia sua jornada intelectual para tornar lúcidos alguns dos principais motivos, no que diz respeito à compreensão epistemológica da autora e do consenso acadêmico, da história ser importante na atualidade, enquanto disciplina e como ferramenta utilitária na costura do tecido social. A autora, embora tenha nascido no Panamá, viveu e foi criada no estado de Minnesota, nos Estados Unidos, tendo concluído grande parte de seus estudos acadêmicos entre as décadas de 1960 e 1970, época emblemática envolvendo os movimentos de maio de 1968. O recorte histórico, o espírito revolucionário da época e as reivindicações próprias do período atraíram sua atenção ao estudo sobre a Revolução Francesa, âmbito de pesquisa que a tornou conhecida em outros países. Em 2014, foi reconhecida pela Academia Britânica como parceira associada, um reconhecimento de distinção acadêmica nos estudos de humanidades e ciências sociais, título geralmente conquistado através de trabalhos publicados, no caso de Hunt, muito provavelmente por obras como A Invenção dos Direitos Humanos, de 2007, tendo sua versão traduzida em 2009, e Writing history in the global era de 2014, ainda inédito no Brasil.

History: why it matters é composta por quatro capítulos, o primeiro chamado Now more than ever, seguido por Truth in history, History’s politics e History’s future1. O livro faz uso de uma linguagem acessível, embora isso não o torne superficial, tendo em vista que compõe a série Why it matters2, da editora inglesa Polity3. A série tem por objetivo introduzir assuntos, através de lideranças intelectuais relevantes, e inspirar uma nova geração de estudantes, o que também elucida a forma com que Lynn Hunt constrói sua narrativa, evitando citações longas, fornecendo subdivisões curtas de seus capítulos, além de utilizar como mola propulsora para seus debates, de forma harmônica, recortes de tempo e espaços próximos e remotos da história, navegando entre Roma Antiga, a corrida eleitoral estadunidense de 2016, as produções de livros didáticos no Japão e discussões memoriais do pós-guerra.

O fato de ser uma produção recente, lançada em maio de 2018, desfavorece a acessibilidade de leitores que não compreendem língua inglesa, pois, pelo menos no Brasil, ainda não há tradução ou mesmo previsão para tal. No entanto, em termos documentais, esse aspecto só tem a acrescentar no conjunto da obra, fato visível ao observarmos a seção de notas e referências, as quais trazem produções muito atuais, o que nos proporciona não só informações cada vez mais contemporâneas e acuradas, mas também perspectivas coerentes com o mundo interseccional que presenciamos manifestado na questão da globalização. Não é à toa que Hunt preocupa-se constantemente em fazer esse giro epistemológico, trazendo exemplos e perspectivas de várias localidades. Suas experiências pessoais e acadêmicas evidenciam e tornam compreensível a preocupação, considerando ser uma mulher adentrando ao mundo acadêmico em um momento histórico que este movimento era considerado contra-hegemônico. Focalizando na obra, em um primeiro momento, a autora define algumas categorias de análise que remetem a estas disputas de interesse político e os usos e abusos da história. Dentre elas, podemos salientar as mentiras, ou simplesmente, as fake news; Hunt é muito feliz não só em estabelecer momentos da história que compõem muito bem suas teses, mas também de construir seu argumento de forma sagaz e fluída através desses fatos ilustrativos. Outras ferramentas nessas pelejas discursais seriam os monumentos, os quais emendam um debate extremamente presente na atualidade: a possibilidade de alternância patrimonial. Se em determinado momento e espaço, alguns patrimônios evocam ideias e figuras que já não cabem em uma democracia constituída, eles devem, no entanto, permanecer para que a história não seja desvanecida ou devem ser superados para que novas construções tomem seu lugar? Em todo caso, essas disputas são políticas.

Fenômenos no tempo como as falsificações, as disputas patrimoniais, a produção de livros didáticos e mesmo os confrontos relacionados às memórias de guerra são amostras de como o mundo globalizado acentua os debates que envolvem a história. Isso tudo nos leva a pensar como a história pública tem se tornado um campo de lutas cada vez mais borbulhante, tal qual a própria autora faz questão de trabalhar em seu livro. A era da informação digital transformou o modo como a população alheia à produção acadêmica consome as produções de temática histórica. Para além de filmes, romances, vídeo games, apresentações, se intenta em viver a experiência histórica em níveis sensoriais, entretanto, nenhuma dessas vivências, nem mesmo as disputas sobre a memória têm muita importância caso não sejam embebidas em uma catalogação verídica dos fatos e uma problematização coerente sobre o passado. No entanto, como a autora coloca, é necessário reconhecer que a experiência histórica hoje é diferente do que jamais foi, e é preciso, então, não negar essas experiências, mas apreendê-las para melhor balancear a engenhosidade, a precisão e a reflexão histórica.

Tamanhas são as guerras travadas nas trincheiras da história, que se faz necessário estabelecer os meandros da ciência histórica. Dando continuidade a isso, Lynn Hunt explana, então, alguns portos seguros no que se refere às práticas e métodos históricos, para que possamos encontrar alguma verdade na história. De início, temos dois grandes pilares do conhecimento histórico: o documento e o fato. Os documentos nos auxiliam a construir uma narrativa sobre o passado, ou sobre o que nos é revelado do passado por meio das fontes históricas. As fontes existem, no entanto, os fatos são construídos e, portanto, podem ser reconstruídos. Eles são provisórios, o que não quer dizer falsos ou inverídicos; eles têm sua permanência até que novos documentos providenciem novos questionamentos ao passado e, por conseguinte, novas interpretações. Isso nos leva também a um ponto importante da reflexão de Hunt: os fatos fabricados, que muitas vezes nos surgem por meio de documentos falseados com interesses políticos. Cabe ao historiador escavar e cruzar fontes para que as falsas possam ruir diante das contradições expostas através das múltiplas perspectivas documentais.

A partir daí, a autora levanta apontamentos pertinentes quanto à centralidade epistemológica hegemônica em relação à ciência histórica: o eurocentrismo. Hunt resgata a ideia europeia de verdade histórica construída ao longo do século XIX no processo de formação disciplinar da história, principalmente ao apresentar outras documentações que revelam outros espaços e tempos na história, nos quais essa concepção já era presente, de acordo com as especificidades do recorte. Os europeus em si têm essa “vantagem”, angariada pela colonialidade enquanto dominação física e mental, de que não precisam preocupar-se com outras localidades e perspectivas ao desenvolverem suas teses, enquanto o contrário não ocorre sem críticas.

A exposição dessas perspectivas, alheias ao que se pode considerar o mainstream acadêmico, indicam, certamente, uma percepção latente de Lynn Hunt, influenciada por sua própria trajetória pessoal dentro das universidades e em sua vida, como relata ao longo do livro. Hunt ao perpassar a história da disciplina de História, analisa as modelações pelas quais a ciência histórica passou para atender as demandas de um grupo restrito da sociedade e que, resquícios dessas limitações permanecem, manifestados, em parte, em sua experiência como uma das poucas mulheres de um corpo docente universitário. A mudança gradual, segundo a autora, não possui uma importância em apenas incluir minorias sociais em ambientes que historicamente não as aceitavam, mas que tal movimento é importante para a própria construção do conhecimento histórico, pois democratiza, pluraliza e estimula novas perspectivas do que entendemos como História.

A história, em constante agregação do plural na atualidade, também foi e continua sendo remexida pela erupção de informações e concepções sobre o passado, sejam elas embasadas cientificamente ou não. A preocupação com uma nova revolução da informação agitou novas perspectivas dimensionais; as relações humanas vêm tomando formas nunca experienciadas, o que se reflete em uma concepção de tempo mais interseccionada, unindo dimensões locais, nacionais e globais de diversas direções. Hunt coloca como uma forma de superarmos a ideia do ser humano como o centro do conhecimento, para que possamos compreender as infinitas relações entre nós, enquanto sujeitos de estudo, para com o que nos cerca, como os animais, os micróbios, plantas e etc.

Estes pontos levantados por Hunt impulsionam debates sobre como utilizamos a História para o presente. O senso de continuidade foi e continua sendo uma ferramenta filosófica orientadora no que diz respeito à concepção cidadã da História. O que nos coloca frente ao presentismo4, uma tensão duradoura, mas que nos leva a armadilhas, como o anacronismo, as quais devemos evitar. Por fim, a História tem o potencial cívico de investigar como os seres do passado enfrentaram as problemáticas de seus tempos e essa é uma das grandes oportunidades que a disciplina nos apresenta. Hunt encarou um grande desafio ao intentar apontar ideias concernentes à ciência histórica em um formato palatável e que dialoga constantemente com o que se entende como História Pública, mas, mais do que um conteúdo bem estruturado e embasado, os seus questionamentos possuem um grau de relevância para que, como ela mesma coloca, possamos manter o espaço de debate histórico sempre em movimento, para que questionemos os lugares comuns dentro da própria ciência histórica, afinal, a história não permanece estagnada.

1 Respectivamente: “Agora mais do que nunca”, “Verdade na história”, “Política da história” e o “Futuro da história.”

2 Why It Matters. Polity Books. 2019 <http://politybooks.com/serieslanding/?subject_id=88&series_id=50> Acesso em: 29 de mar. 2019.

3 About. Polity Books. 2019 <http://politybooks.com/about/> Acesso em: 29 mar. 2019.

4 Por presentismo, podemos entender a predominância do presente sobre as relações com o passado ou mesmo o futuro, como bem desenvolve François Hartog (HARTOG, 2003).

Guilherme José da Silva – Mestrando no programa de Mestrado Profissional em Ensino de História (ProfHistória) da Universidade do Estado de Santa Catarina (UDESC). Florianópolis, SC – BRASIL. E-mail: [email protected].

Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010 – FISCHER (RHYG)

FISCHER, Karin. Clases dominantes y desarrollo desigual. Chile entre 1830 y 2010. Santiago: Ediciones Alberto Hurtado, 2017. 213p. Resenha de: BUSTAMANTE OLGUÍN, Fabián. Revista de Historia y Geografía, Santiago, n.39, p.211-215, 2019.

Chile es probablemente uno de los países con mayor libertad económica en el mundo, con un sistema de libre mercado que ha permitido un inédito poderío de los grandes grupos económicos, sin precedentes en la historia de Chile. Es más: se podría destacar que nuestro país sería nada menos que la “Corea del Norte del capitalismo”, según señalaba un fallecido periodista, apuntando a la radicalidad de este nuevo fundamentalismo, que es el neoliberalismo.1

Sin embargo, en el nombre de la apologética “libertad de emprender actividades económicas”, estas elites han arrebatado la oportunidad de ganancia a miles de chilenos, lo que ha llevado a diversos sectores de la sociedad –a partir del 2011 con las protestas estudiantiles–, a criticar el modelo existente ante las evidentes desigualdades sociales producto de la excesiva concentración de la riqueza en un mercado pequeño como es el chileno. Leia Mais

O mal ronda a Terra: um tratado sobre as insatisfações do presente – JUDT (MB-P)

JUDT, Tony. O mal ronda a Terra: um tratado sobre as insatisfações do presente. Rio de Janeiro: Objetiva, 2010. 212 p. Resenha de: SANTOS, Pedro Hélio dos. O antagonismo do papel do governo – a sensação de mal-estar coletivo. Marinha do Brasil/Proleitura, 2016/2017.

O mal que ronda a terra foi a última obra do autor, escrita durante a doença que o levaria à morte. No título identifica que algo profundamente errado no modo como pensamos e vivemos hoje em dia. O autor realiza uma crítica ao individualismo contemporâneo e suas influências no campo da política econômica através das desregulamentações e do contínuo esvaziamento do espaço público promovido pela classe política nos últimos anos. Esse mal tem como pano de fundo um rompimento do contrato social que definiu a vida em sociedade tanto na Europa quanto na América, principalmente no pós-guerra. Os temas que permeiam os diversos capítulos de sua obra são: a escalada das desigualdades, tanto entre indivíduos quanto entre regiões; a redução da participação cívica; e a subordinação consentida da política e de outras dimensões da vida à economia.

Com o “culto do privado” a febre do novo liberalismo contaminou o mundo com grande velocidade e muitos fatores foram discutidos nesses momentos de crise. Esta visão politica demostrava vantagem na implantação, de forma sistemática, das privatizações, acrescentando a hipótese de ganho da iniciativa privada com a eficiência do serviço. Desta forma, o controle das empresas, sem dúvida, seriam conduzidas com uma visão de investimentos a longo prazo e preços eficientes, contudo na pratica tem sido bem diferente. “Ironicamente nas Parcerias Público- Privadas (PPP) inglesas de gestão de hospitais existia uma cláusula de resguardo que obrigava o governo a bancar prejuízos para evitar a descontinuidade dos serviços”.

O profundo sentimento de apreensão, ocorrida nas últimas três décadas do século passado e que se prorroga até os dias atuais em todos os países, em especial nos Estados Unidos e no Reino Unido, foi influenciado pelo aumento da desigualdade social. Sendo aqueles anos caracterizado por avanços sociais que haviam reduzido a desigualdade nos países abastados. Ela é nociva à confiança das pessoas, bem como gera um nível menor de bem-estar, inclusive para os mais ricos. O livro apresenta uma série de estatísticas que demonstram: quanto maior é a desigualdade menor é a mobilidade social e maiores são os problemas sociais, tais como: os homicídios e as incidências de doenças mentais. As incertezas, em torno da economia ou da governança, resultaram em surtos de pavor coletivo, que é outro fator responsável pela corrosão da confiança e das instituições, pois todos e quaisquer empreendimentos exigem confiança entre as partes.

A questão do sistema previdenciário é outro fato interessante tratado neste livro, que já a algum tempo, é objeto de grande preocupação dos países da Europa. A redução na quantidade de contribuintes e o elevado número de beneficiários, causado pelo aumento da faixa etária, que é um instrumento catalizador da inversão da pirâmide etária desses países, provocaram um grande desequilíbrio desse sistema. Ele cita o exemplo dos maquinistas na França, que devido as condições de vida precária e uma baixa perspectiva de vida no início do século XIX, possuíam altos salários e grandes benefícios para compensarem a situação daqueles profissionais. Com o avanço das questões sociais e trabalhistas, logo vieram as melhores condições de vida e a longevidade desses trabalhadores, estimulando o desequilíbrio no sistema previdenciário da rede ferroviária.

As crises econômicas dos anos 1980 e de 2008 apresentaram causas diferentes entre si e alteraram, de maneira significativa, o modo de vida contemporâneo. No fim dos anos 80, com a queda do Muro de Berlim, destacou-se o discurso hegemônico dado pelo Consenso de Washington, com as seguintes caracteristicas: estado mínimo com privatização de empresas estatais, monetarismo, redução de impostos, desregulamentação de atividades com incentivo à livre iniciativa, focalização de políticas sociais, etc. Por outro lado, defender a regulamentação de mercados e universalização de políticas sociais era algo classificado como “socializante”. Já a crise de 2008 mostrou o quanto o capitalismo pode ser perverso, segundo Judt, essa crise rompeu com o paradigma entre Estado e Mercado, pois exigiu Estados fortes e governos “intervencionistas” para evitar uma “quebradeira” geral como a ocorrida em 1929.

Na proporção que se avança na leitura dos capítulos, percebe-se que os contextos pesquisados pelo autor, nos países da Europa e dos Estados Unidos, revelavam-se como problemas universais, de um mundo cada vez mais globalizado e integrado nos modos políticos e econômicos, como o movimento de integração que surgiu na época da independência colonial. Portanto, os fatos vividos no Brasil, nas últimas décadas, foram reflexos das decisões emanadas dos países centrais. Além disso, ficou a tentativa de resgatar uma visão de mundo e dos valores da Social-Democracia (a liberdade, a igualdade, a justiça social e a solidariedade), a luta e a primazia do julgamento individual. Contudo, os governantes deveriam ser menos preocupados com a defesa do prestígio e do enriquecimento individual e mais engajados civicamente.

Tony Judt, nasceu em janeiro de 1948 em Londres, e faleceu, em 2010, em Nova York, nos últimos anos lecionava na Universidade dessa Cidade. Dentre suas principais obras constam os seguintes títulos: Um Tratado Sobre os Nossos Actuais Descontentamentos; Reflexões sobre um Século Esquecido – 1901-2000; Passado Imperfeito: um olhar crítico sobre a intelectualidade francesa; Pós-Guerra – Uma História da Europa desde 1945.

Pedro Hélio dos Santos – 2º. Tenente da Marinha do Brasil

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Do Terror à Esperança: auge e declínio do neoliberalismo | Theotônio dos Santos

Se tivesse que recomendar a meus alunos de história três livros sobre globalização e neoliberalismo que eles devessem levar para uma ilha deserta, facilmente poderia incluir este último livro de Theotônio dos Santos, juntamente com Globalização em Questão, de Paul Hirst e Grahame Thompson (Ed. Vozes, 1998) e Globalization and its Descontents, de Joseph Stiglitz (W.W. Norton & Company, 2002). Hirst & Thompson desmistificam muitas das crenças infundadas sobre a globalização, provando que não é um fenômeno tão novo assim (os movimentos líquidos de capital em relação ao tamanho das economias eram maiores nas décadas do padrão-ouro, anteriores à Primeira Guerra Mundial, do que nas últimas décadas do século XX), nem tão “global” assim (a maioria das companhias ditas “transnacionais” tem claro centro decisório nacional; a maior parte de sua produção é realizada e vendida no país-matriz, o mercado de mão-de-obra absolutamente não é global, etc.).

Já a imperdível obra de Stiglitz me faz lembrar aqueles livros de ex-agentes da CIA que desnudam a Agência por dentro. Stiglitz, prêmio Nobel de economia em 2001, ex-Economista-Chefe do Banco Mundial, critica, com o conhecimento embasado de um insider, o funcionamento de organismos como o FMI, que, em seu afã “globalizante” de disseminar doutrinas de cunho neoliberal nos anos 1990, acabavam por condenar países em desenvolvimento a políticas recessivas. Quanto a este último livro, fica apenas o lamento de que, como as memórias de ex-agentes da CIA, as críticas geralmente vêm post factum, ou seja, após os atualmente criticados golpes de estado, promovidos pela CIA no Terceiro Mundo, ou políticas econômicas equivocadas para os países devedores terem sido implementadas… Leia Mais