Imagen y Poder: representaciones, discursos y política en Iberoamérica/ Autoctonía. Revista de Ciencias Sociales e Historia/2023

  1. Introducción

“Y matar, además y especialmente el ojo, puntualmente cada ojo, pues uno solo es sarcástico, folclórico, agorero, matar, pues, sin asco los dos ojos y todo el ojo, porque el ojo es el hombre [y la mujer], es la parte del ser que contiene más cantidad del hombre [y de mujer]”. (Carlos Droguett, 2019: 58)

Con este dossier nos proponemos examinar las relaciones entre imagen y poder desde una perspectiva interdisciplinaria y, desde esa interdisciplinariedad, pensar cuestiones relativas a la cultura, la sociedad, la política, la historia, la comunicación y la estética. Como se sabe, la relación entre imagen y poder es de larga data y ha interesado a filósofos/as, historiadores/as, antropólogos/as, sociólogos/ as, semiólogos/as e historiadores/as del arte, entre otros/as. En este sentido, el antropólogo francés Georges Balandier (1994: 116), en su libro El poder en escena, plantea que “la demostración de poder acaba siempre recurriendo a la exhibición de poderío”, afirmación con la cual hace notar que uno de los componentes del poder consiste en la mirada, en el del ver y el ser visto; de ahí que el poder necesite recurrir a los distintos dispositivos visuales, pues las imágenes cumplen una función mediadora a través de la cual el poder puede ser representado, entendiendo que este, como observó Michel Foucault (1999: 239), “no es un cuerpo unitario en el que se ejerza un poder y solamente uno, sino que en realidad es una yuxtaposición, un enlace, una coordinación y también una jerarquía de diferentes poderes, que sin embargo persisten en su especificidad”. Por otro lado, el poder de las imágenes y las imágenes como poder sugieren, como ha observado Georges Didi-Huberman (2012: 26), intentar “distinguir ahí donde las imágenes arden, ahí donde su eventual belleza reserva un lugar a un ‘signo secreto’, a una crisis no apaciguada, a un síntoma”. En tal sentido, la importancia de las imágenes radica no solo en su capacidad para representar el mundo, sino también en la historicidad que las envuelve y que hace de ellas un índice histórico que, como nos recuerda Walter Benjamin (2016: 465), “no sólo dice a qué tiempo determinado pertenecen, dice sobre todo que solo en un tiempo determinado alcanzan legibilidad”. Por lo tanto, examinar la relación entre imagen y poder es pensar en un doble movimiento que nos conduce a reflexionar sobre la visibilidade del poder como imagen, así como pensar acerca de la legibilidad de las imágenes como poder.

Las imágenes, como ha observado Jean-Luc Nancy (2003), han estado sujetas, en Occidente, a un cierto desprestigio que ha sido tan intenso como su proliferación polimórfica. En una línea similar, Jacques Rancière (2014) sostiene que el exceso de imágenes que inunda a nuestras sociedades no tiene tanto que ver con la abundancia y la sobreexplotación de las imágenes, sino más bien con una reducción que opera y ordena una puesta en escena, un teatro de imágenes que nos ciegan, no porque disimulen la verdad, sino porque la banalizan. Es decir, se elimina “toda singularidad de las imágenes, todo lo que en ellas excede la simple redundancia del contenido significable” (Rancière, 2014: 74). Por otro lado, las imágenes no solo se han configurado como desconfianza, desprestigio o banalización de lo visible y lo enunciable (lo que la imagen dice, lo que la palabra da a ver), sino que también las imágenes se han ido constituyendo y posicionando como documentos de veracidad, como prueba irrefutable: “la evidencia del esto ha sido” (Barthes, 2006: 21), que se estabelece como un límite común que pone en relación, como diría Gilles Deleuze (1987: 94), las “dos caras asimétricas, palabra ciega y visión muda”. La oscilación constante que va de la imagen como mentira a la de la imagen como verdad, se constituye como un núcleo de poder que establece una problemática compleja que, como ha observado Didi-Huberman:

“Nunca antes, según parece, la imagen –y el archivo que ella conforma […]– se había impuesto con tanta fuerza en nuestro universo estético, técnico, cotidiano, político, histórico. Nunca antes mostró tantas verdades tan crudas y, sin embargo, nunca antes proliferó tanto y nunca había sufrido tantas censuras y destrucciones. Así, nunca antes (…) la imagen había experimentado tantos desgarramientos, tantas reivindicaciones contradictorias y tantos repudios cruzados, tantas manipulaciones inmorales y execraciones moralizantes” (2012: 10).

Siguiendo esta problemática compleja y candente, con este dosier buscamos abrir un espacio de reflexión en torno a los vínculos y relaciones que el binomio imagen/poder establece con los distintos objetos de estudio que son analizados en este volumen, los cuales son pensados desde distintos campos disciplinarios. Poner el foco de atención en el binomio imagen/poder exige de nosotros/ as, por un lado, hacer funcionar nuestra imaginación en relación con los imaginarios y los contextos culturales, sociales, políticos e históricos que nos envuelven para, desde ahí, intentar una interpretación sobre lo visible y lo enunciable, sobre el poder y las relaciones de fuerza que constituyen la conformación de saberes y subjetividades (Deleuze, 1987). Por otro lado, también exige de nosotros/as enfrentar la imagen y el poder como dispositivos situados que “supone[n] la implicación del ser-afectado” (Didi-Huberman 2014: 41) por aquello que miramos y que nos interpela acerca de la contingencia, la historicidad, el devenir y el habitar el mundo.

Antes de comenzar a reseñar los artículos que componen este dossier, quisiéramos poder consignar algunas cuestiones de orden teórica respecto del poder y la hegemonía de lo visible, así como de los estratos y regímenes de visibilidad que se articulan como dispositivos de enunciación visual, que permiten aprehender cuestiones relativas a la cultura, la sociedad y la política. Estas breves definiciones teóricas tienen el propósito de establecer un marco de referencia conceptual que nos permita situar el dossier y los textos que lo componen dentro de un campo teórico mayor que es, a la vez, discursivo, político y estético.

  1. Poder y hegemonía de los visible

Como sostiene Barry Barnes (1990), el poder se manifiesta –al igual que la gravedad o la electricidad– a través de sus consecuencias; por ello, siempre ha resultado más cómodo describir sus efectos que identificar sus fundamentos. Quizás esto se deba a que el poder posee una estructura variable, puesto que es dinámico, transitivo y fragmentario. El poder, como señala Michel Foucault (2017; 2013; 2010; 2005; 2000; 1999), no emana hacia el exterior a partir de un centro jerárquico, sino que se localiza en todos los lugares, no porque lo abarque todo, sino porque viene de todas partes, de todas las direcciones. Es decir, el poder no funciona socialmente de manera centralizada, ni siquiera de forma unilateral, sino que –como ha apuntado Jean Baudrillard (2006: 61)– el poder “es distribucional, vectorial, opera por relés y transmisiones. Campo de fuerza inmanente, ilimitado, no siempre se comprende con qué tropieza, con qué choca, puesto que es expansión, pura imantación”. El poder, visto como ubicuidad difuminada, se configura como algo que se intercambia, no en el sentido económico del término, “sino en el sentido de que el poder se consuma, según un ciclo reversible de seducción, de desafío y de astucia” (Baudrillard, 2001: 62). Entonces, podemos inscribir el poder como ese “algo” que circula y que funciona en cadena y que “nunca se apropia como una riqueza o un bien. El poder funciona. El poder se ejerce en red y, en ella, los individuos no sólo circulan, sino que están siempre en situación de sufrirlo o ejercerlo” (Foucault 2000: 38). Entendiendo que el poder se configura como un tejido que, no obstante ello, implica también una jerarquización de poderes operando dentro de un contexto histórico particular, de modo que no existe un solo poder, sino una pluralidad de aquellos. En ese sentido, poder en plural quiere decir diversidad de dispositivos de dominación, formas complejas de sujeción y subjetivación que operan, de acuerdo con Michel Foucault,

“[a través] de formas locales, regionales de poder, que poseen su propia modalidad de funcionamiento, procedimiento y técnica. Todas estas formas de poder son heterogéneas. No podemos entonces hablar de poder si queremos hacer un análisis del poder, sino que debemos hablar de los poderes o intentar localizarlos en sus especificidades históricas y geográficas” (2005:19).

Es decir, las relaciones de poder, los mecanismos y los dispositivos por virtud de los cuales el poder funciona, se constituyen como una problemática local, e incluso particular, que nos permiten comprender problemáticas de orden general. En ese sentido, los artículos reunidos en este dosier responden a objetos y momentos históricos particulares que nos ayudan en la comprensión de lo visible y lo enunciable como un poder que confecciona campos de visibilidad que conforman, producto de la preponderancia que ha ido alcanzado la imagen como discurso, una hegemonía de lo visible que establece un régimen de comunicación visual, que se instituye como un saber/poder que contribuye de manera significativa en la fabricación de subjetividades. En estas, los/as individuos/as no solo se encuentran inmersos/as y producidos/as por la hegemonía de lo visible, sino que también son ellos/as mismos/as quienes producen dicha hegemonía. De este modo, las imágenes y la mirada que ellas producen “supone[n] la implicación, el ente afectado que se reconoce, en esta misma implicación, como sujeto” (Didi-Huberman, 2012: 33). Las imágenes como poder se conforman a veces como documento y otras tantas como un objeto onírico, como obra y objeto de tránsito, de montaje, como imaginarios e imagen mental que, a fin de cuenta, va conformando un síntoma (una huella) que exige de nosotros una elucidación que abre la posibilidad para una legibilidad histórica y política de las imágenes como relaciones de poder.

Uno de los aspectos que interrogamos en este dosier, consiste en el modo en que el poder de las imágenes y las imágenes como poder van conformando una hegemonía de los visible que fabrica unos modos de ver modernos, según los cuales la imagen como poder no solo es una construcción cultural sino también es una estrategia, es decir, es un elemento que pone en juego cuestiones relativas a lo social, lo político, lo psicológico y lo estético, puesto que “sus efectos no son atribuibles a una apropiación, sino a dispositivos de funcionamiento” (Morey, 2001: 10). En tal sentido, la imagen como poder y el poder de las imágenes en tanto dispositivos de enunciación iconográficos, no son unívocos sino coyunturales y, por lo mismo, el poder nunca está fijo o consolidado, por el contrario, puede cambiar en un momento dado. Desde esta perspectiva, el binomio imagen/poder y su consecuente hegemonía de lo visible sitúa la subjetividad al menos dentro de dos tipos de relaciones: las de producción y las de significación, las cuales devienen en relaciones de poder (Foucault, 2017). Las relaciones de poder, tal como observa Michel Foucault (2013), no son exteriores a otros tipos de relaciones (procesos económicos y políticos, relaciones de conocimientos, saberes, sexuales, artísticas, entre otros), por lo tanto, el poder no es una superestructura ordenadora que cumpla un papel de prohibición o reconducción, sino que se trata de un componente activo que desempeña un papel productor (relaciones de fuerza que poseen una parcialidad objetiva) y de significación (relaciones simbólicas que se expresan discursivamente y que poseen un componente subjetivo) que da cuenta de “la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes que son propias del campo en el que se ejercen, y que son constitutivas de su organización” (Foucault, 2013: 89). De ahí que el poder, tanto en su capacidad simbólica o material, esté siempre bajo una condición descentralizada y productiva a la vez.

Esta reflexión se enmarca también en la concepción foucaulteana de que las relaciones de poder provienen de abajo, en el sentido de que no existe una matriz general que emane de un centro jerárquico que va de arriba hacia abajo, sino que el poder está en todas partes porque es multidimensional lo cual, en todo caso, no quiere decir que lo abarque todo, que lo englobe todo. Lo que el poder “tiene de permanente, de repetitivo, de inerte, de autorreproductor, no es más que el efecto de conjunto que se dibuja a partir de todas esas movilidades, el encadenamiento que se apoya en cada una de ellas y trata de fijarlas” (Foucault, 2013: 89). En ese sentido, el poder se configura mucho más como una estrategia que como una institución o una estructura; más bien, nos dice Foucault (2013: 90), se trata de “relaciones de fuerza múltiples que se forman y actúan en los aparatos de producción, las familias, los grupos restringidos y las instituciones, sirven de soporte a amplios efectos de escisión que recorren el conjunto del cuerpo social”. En esta concepción del poder lo relevante son las diversas relaciones que este adopta y que son posibles de identificar dentro de una sociedad dada y, por lo tanto, analizar sus especificidades y jerarquías permite captar los modos en que el poder circula y se expresa. En consecuencia, la hegemonía de lo visible que es posible determinar dentro de la episteme de la modernidad se constituye, a nuestro modo de ver, como un espacio privilegiado para captar la especificidad de las relaciones de poder.

Así, una de las aristas que buscamos problematizar con este dosier es la de la preponderancia de las imágenes en tanto dispositivos de enunciación dominante. De este modo, la hegemonía de lo visual, en tanto campo epistémico de la modernidad, implica entender aquellas relaciones de poder que se encuentran mediadas, representadas o inscritas en la producción de imágenes, las cuales van conformando un entramado o régimen de visibilidad en el que es posible advertir “que cada formación histórica ve y hace ver todo lo que puede, en función de sus condiciones de visibilidad, al igual que dice todo lo que puede, en función de sus condiciones de enunciado” (Deleuze; 1987: 87). Analizar y reflexionar acerca de estos estratos de visibilidad conlleva pensar la relación entre imagen y poder como un territorio dotado de una multiplicidad de tiempos sociales, culturales y políticos que establecen una historicidad a través de la cual es posible entender el estatuto visibilidad (o invisibilidad) del poder, en tanto discurso, representación y práctica.

  1. Estratos y regímenes de visibilidad

Hay una segunda cuestión teórica que nos parece necesario consignar y que tiene directa relación con el modo en que la visión y lo visible, la mirada y lo perceptible, se han estabelecido como elementos estéticos y políticos en el capitalismo. Fredric Jameson (2002) plantea que la historia de la modernidad encuentra en el campo de la teoría de la visión y lo visible un espacio propicio para pensar la episteme de la modernidad y que ella muestra, a lo menos, tres grandes etapas o momentos de visibilidad: un momento en el que predomina una mirada colonial, un momento en el que prevalece el ojo-burocrático y, finalmente, un momento en el que sobresale una visualidad de corte posmoderno (Silva-Escobar, 2019). Cada una de estas etapas puede ser comprendida como estratos de visibilidad que se constituyen –según Gilles Deleuze– como “capas sedimentarias hechas de cosas y de palabras, de ver y de hablar, de visible y de decible, de superficies de visibilidad y de campos de legibilidad, de contenidos y de expresiones” (1987: 75). En tal sentido, los estratos de visibilidad son formaciones históricas, positividades que se materializan en forma de discursos (hablados, visuales, escritos) y visibilidades (enunciadas, indexadas, significativas) que le son propias a un momento histórico, y se encuentran profundamente ligadas al carácter sociopolítico y cultural que permite su aparición. Al respecto, Deleuze señala:

“Una ‘época’ no preexiste a los enunciados que la expresan, ni a las visibilidades que la ocupan. Esos son los dos aspectos esenciales: por un lado, cada estrato, cada formación histórica implica una distribución de lo visible y de lo enunciable que se produce en ella; por otro, de un estrato a otro existe variación de la distribución, puesto que la visibilidad cambia de modo y los enunciados cambian de régimen” (1987: 76).

Veamos brevemente cómo se produce esta distribución de lo visible y lo enunciable en el estrato de visibilidad colonial. Las conceptualizaciones vertidas de la mirada colonial/ decolonial le debe mucho a la problematización filosófica desarrollada por Jean Paul Sartre (1993), quien en su libro El ser y la nada, publicado por primera vez en 1943, introduce la problemática de la mirada como un problema filosófico relativo a la objetivación del otro en objeto sensible, y postula así un quiebre “radical entre la vista y la conciencia, que planteaba un desafío directo a la ecuación del ‘Yo’ y del ‘ojo’ establecida por la tradición ocularcéntrica” (Jay, 2007: 216).1 La mirada sartreana nos proporciona un conjunto de reflexiones de orden fenomenológico que nos permite comprender el modo en que la problemática de la mirada se configura como dispositivo para cosificar al sujeto como objeto visible. Jameson argumenta que la conceptualización sartreana puso en el centro del debate filosófico europeo la idea de que “la mirada es lo que postula mi relación inmediata con los otros; pero lo hace mediante una inesperada inversión en la que pasa a ser primaria la experiencia de ser mirado, y mi propia mirada se convierte en una reacción secundaria” (2002: 142). La mirada, cuando actúa para objetivar, cosificar y colonizar al otro requiere ser inscrita dentro de ese proceso que dice relación con “ese fenómeno protopolítico llamado dominación” (Jameson, 2002: 142). Por otro lado, la problemática de la dominación conlleva procesos de resistencia y, por ende, el ojo colonial también abre paso a la emergencia de variadas corrientes políticas y estéticas que apuntan a “una nueva política de la descolonización (…), por ejemplo, en Franz Fanon; un nuevo feminismo en Simon de Beauvoir, y, en una especie de inversión reactiva, una nueva estética del cuerpo y su carne visible o pictórica en Merleau-Ponty” (Jameson, 2002: 142). De este modo, si el fenómeno de la mirada se constituye como un dispositivo para cosificar y dominar, al mismo tiempo ese proceso de colonización es resistido desde luchas descolonizadoras, pero siempre dentro de un contexto de asimetría entre el mirar dominante (o colonizador) y la mirada contrahegemónica (o descolonizadora).

A esta etapa colonialista le sigue lo que podríamos denominar estrato de visibilidad ojo-burocrático, en el cual “lo visible se convierte en la mirada burocrática, que busca por doquier la mensurabilidad del Otro y su mundo, de aquí en más reificados” (Jameson, 2002: 144). Michel Foucault (2010) ha sido uno de los filósofos que más certeramente ha logrado conceptualizar este proceso de burocratización de la mirada, y lo hizo a través de su reconocido libro Vigilar y castigar, en donde muestra cómo el ver y el poder establecen una relación simbiótica, que se estructura a partir de la institucionalidad del poder disciplinario.2 Desde esta perspectiva, la burocratización de la mirada tiene un sustento práctico en los distintos dispositivos de disciplinamiento –el más conocido sería el panóptico, cuyo modelo arquitectónico asegura que un vigilante pueda ver sin ser visto– que actúan no solo para reprimir y someter sino también para producir cuerpos útiles y dóciles o, mejor dicho, útiles en la medida de su docilidad (Foucault, 2010, Castro, 2018). La burocratización de la mirada se configura como un dispositivo de disciplinamiento que contribuye en el proceso mediante el cual se busca someter o dominar al individuo a través de la subjetivación; es decir, según el diagnóstico de Foucault, lo novedoso de los dispositivos disciplinarios es que se configuran como un poder centrado en controlar al individuo a través de un conjunto de técnicas, tendientes todas ellas, a intervenir, conducir, manipular el cuerpo del sujeto y, para ello, se conforma todo un entramado institucional que “trata de regir [sobre] la multiplicidad de los hombres [y de las mujeres] en la medida en que esa multiplicidad puede y debe resolverse en cuerpos individuales que hay que vigilar, adiestrar, utilizar y, eventualmente, castigar” (Foucault, 2000: 220). De algún modo, las técnicas disciplinarias buscan gobernar la singularidad de los sujetos y, con ello, se origina un conjunto de “efectos individualizadores, [que] manipula el cuerpo como foco de fuerzas que hay que hacer útiles y dóciles a la vez” (Foucault, 2000: 225). En consecuencia, el poder disciplinario le debe mucho a la posibilidad de institucionalizar la mirada como dispositivo de disciplinamiento, sujeción y subjetivación.3

La tercera etapa que describe Jameson es la posmoderna, la cual define como el momento en el cual “los verdaderos portadores de la función epistemológica son la tecnología y los medios, (…) [que posibilitan] una afirmación celebratoria de cierta visión macluhanista de la cultura mágicamente trasformada por las computadoras y el ciberespacio” (2002: 149). En este estrato de visibilidad se advierte una transformación en la producción cultural en donde la tecnología, principalmente aquella dedicada a la producción de imágenes hechas por tecnologías digitales, comienza a colonizar el espacio social hasta el punto de hacer de las imágenes no solo el lugar de la representación de una co-presencia, sino también el lugar en donde se articulan las relaciones sociales entre personas mediatizadas por imágenes. El estrato de visibilidad posmoderno encuentra en el pensamiento de Guy Debord (2007), principalmente en su libro La sociedad del espectáculo, un primer acercamiento teórico al predominio tecnológico de la producción de imágenes, en donde se anuncia que estas se constituyen como la forma final de la reificación de la mercancía. Un segundo acercamiento teórico al problema de la imagen, el ver y la mirada, lo encontramos en el libro el Ojo absoluto de Gerard Wajman (2011), quien despliega un análisis en el que sitúa el ver como un poder en el que la ideología de la transparencia se configura como un nuevo orden social. Desde las cámaras de videovigilancia hasta los diversos sistemas de captación de imágenes en medicina, pasando por los innumerables satélites que orbitan el planeta, así como incontables dispositivos de control, son ejemplos del modo en que el mundo se ha impuesto como el lugar de lo visible; un mundo dominado por las tecnologías de lo visible que hacen del escrutinio de la mirada una nueva forma de socialización. En esta fase se establece una política de la mirada que instituye formas de visibilidad, a partir de la circulación e implementación de una serie de dispositivos de tecnologías de visión (cámaras, celulares, dron, satélites, etc.), que se materializan en un conjunto de dispositivos socioculturales (selfies, exacerbación del yo, apatía social, indiferencia política, etc.), que van autorizando y legitimando una sociedad y una cultura de la mirada. Esto trae como resultado la naturalización de la transparencia como mecanismo de socialización y reconocimiento que se ejerce bajo la violencia simbólica, es decir, se despliega como un tipo de violencia respecto de la cual, observa Pierre Bourdieu:

“Una de las consecuencias de la violencia simbólica consiste en la transfiguración de las relaciones de dominación y de sumisión en relaciones afectivas, en la transformación del poder en carisma o en el encanto adecuado para suscitar una fascinación afectiva. […] La violencia simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas ‘expectativas colectivas’, en unas creencias socialmente inculcadas” (2002: 172-173).

En tal sentido, la transparencia puede ser vista como un tipo de imposición coercitiva que funciona de manera internalizada o naturalizada, puesto que “la coacción de la transparencia nivela al hombre [y a la mujer] […] hasta convertirlos en un elemento funcional de un sistema. Ahí está la violencia de la transparencia” (Han, 2013, p.14). Ahí está también una de las caras que adopta el poder en el capitalismo avanzado, pues al someter al individuo a un proceso de internalización de la exhibición del yo como mecanismo de reconocimiento social, trae como consecuencia “que nuestra libertad no se restringe únicamente al hecho de ser vigilados, sino que, siendo vigilados, nuestros hechos y gestos son puestos en escena por la mirada, controlados en su producción misma” (Wajman, 2011: 192). Esto último trae aparejado la instalación de un tipo de poder –sea este político, cultural, simbólico, económico, geográfico– que “agrega una nueva modalidad a las potencias de la mirada: la de la ciudad que se mira a sí misma, que se vigila. Lo cual perfila esta nueva configuración según la cual el peligro no está afuera, sino adentro” (Wajman, 2011: 165). Por consiguiente, en la fase pós-moderna la imagen como mercancía, la transparencia como dispositivo de socialización, la mirada como mecanismo de control, van hilvanando una sociedad fundada sobre una suerte de “alquimia simbólica […] [que] produce, en beneficio de quien lleva a cabo los actos de eufemización, de transfiguración, de conformación, un capital de reconocimiento que le permite consecuencias simbólicas” (Bourdieu, 2002: 172). Es decir, capital simbólico acumulado como propiedad.4

Si nos ha parecido necesario traer a colación y caracterizar estos tres estratos de visibilidad, es porque ellos permiten inscribir el dominio de la mirada y lo visible dentro de un régimen de historicidad, a partir del cual intentar una eventual interpretación acerca de las relaciones que las imágenes establecen con el poder y el poder con las imágenes. Es decir, estos tres estratos de visibilidad se establecen como un entramado que nos permiten pensar las condiciones de posibilidad histórica, antropológica y política de las imágenes como poder (lo visible y lo enunciable se distribuye por el campo social) y el poder de las imágenes (el poder mediado por las imágenes, las imágenes significando el poder como relaciones de fuerza). En tal sentido, podemos pensar la relación entre imagen y poder como un campo de formas (estéticas, visuales, retóricas) y de fuerzas (políticas, discursivas, sociales, culturales), que positivan visualidades que no solo muestran, crean o representan una determinada realidad, sino también producen o contribuyen a conformar social, política o culturalmente aquellas realidades representadas o creadas visualmente (Didi-Huberman, 2015). Dicho de otra manera, la relación entre imagen y poder se estable como un campo de formas y de fuerzas que se materializa a través de “la incesante dialéctica de una descomposición fecunda y de una producción que jamás encuentra reposo ni resultado fijo, justamente porque su fuerza reside en la apertura inquieta, en la capacidad de insurrección perpetua y de autodescomposición de la forma” (Didi-Huberman, 2015: 284-285). Así, la dialéctica que se establece entre forma y fuerza, entre composición y descomposición, entre producción y consumo, entre estética y política, entre imagen y poder “conservan su fuerza activa solo si se las considera como fragmentos que se disuelven al tiempo que actúan. (…) Las imágenes poseen un sentido solo si se las considera como focos de energía y de intersecciones de experiencias decisivas” (Carl Einstein citado en Didi-Huberman, 2015: 285).

  1. Acerca de los artículos de este dossier

Los artículos que componen este dossier muestran una diversidad de problemáticas y temáticas que son posibles de analizar respecto de la relación entre imagen y poder. También evidencian la complejidad y el desafío que implica pensar la relación entre imagen y poder en términos teóricos y metodológicos. El conjunto de los textos aquí reunidos da cuenta de análisis y reflexiones que muestran una mirada interdisciplinar, en la que es posible observar las intersecciones entre la historicidad de las imágenes y las problemáticas políticas, culturales, sociales y estéticas que se desprenden del poder, en tanto relación de fuerzas. Los artículos han sido organizados en cuatro ejes que permiten estructurar el dossier a partir de sus vínculos temáticos, temporales o disciplinares en los que es posible observar perspectivas de análisis que buscan establecer relaciones que aportan nuevas miradas acerca de la relación entre imagen y poder.

El primer eje aborda la problemática de la historicidad de las imágenes, la religiosidad y el poder a partir de tres tipos de representación visual: arquitectura, pintura y fotografía. El artículo que abre este eje es “Cuando las cruces hablan. Análisis de los rastros de ritualidad popular sobre la pared desde una óptica antropológica”, de Pedro Javier Cruz Sánchez. En este trabajo se analizan tres escenarios de arquitectura religiosa en la comunidad de Castilla y León en España, presentándonos un relevante estudio acerca de las cruces y la ritualidad popular. A través del concepto de escrituras expuestas, Cruz Sánchez interrelaciona varios campos de estudio, como son la historia social de la cultura escrita, la antropología de las imágenes y la etnografía como mecanismo para la recolección de datos. A partir de una mirada antropológica de las escrituras expuestas, este trabajo nos ofrece una interpretación acerca de la intencionalidad cultural y política de dichas manifestaciones. El segundo artículo de este primer eje es el de Catherine Burdick, “La colección artística del obispo de Santiago de Chile, Luis Francisco Romero, 1707”. En este texto, Burdick desarrolla un acabado estudio de historiografía del arte, a través del cual analiza documentos y obras pictóricas que pertenecieron a la colección del obispo Luis Francisco Romero, ofreciendo no solo la identificación de los contenidos inscritos en las obras, sino también una interpretación acerca del rol diferenciador de estatus social que jugó dicha colección. Este eje se cierra con el artículo “El sonido del silencio: fotografías de Doroteo Giannecchini y Vicenzo Mascio en Turín”, escrito por Josefina Matas, Valeria Paz Moscoso y Mónica Navia. En este texto, las autoras desarrollan un estudio acerca de algunas de las fotografías de Vincenzo Mascio que acompañaron el proyecto de divulgación en Turín de las misiones franciscanas en el Chaco boliviano. Desde una hermenéutica de la imagen se busca explorar las diversas significaciones que pueden adoptar las fotografías como dispositivos de poder cultural. A partir del uso de fuentes primarias, este artículo nos sumerge en los rasgos significativos de las acciones evangelizadoras que emprendieron los franciscanos, así como el rol que desempeñaron los nativos en ese proceso evangelizador y, por último, se problematiza acerca de la mirada externa (fotográfica) que se tejió durante dicho proceso.

El segundo eje aborda la problemática de la imagen, lo político y la representación de la diferencia. El artículo “Arturo Alessandri Palma y la teatralidad de lo político durante su segundo gobierno: La estatua de Manuel Bulnes y el Barrio Cívico (Santiago de Chile, 1937)” de Guillermo Elgueda Labra, analiza en términos históricos-políticos la inauguración de la estatua ecuestre de Manuel Bulnes, que se llevó a cabo durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma. A partir de un análisis discursivo y sociopolítico, se argumenta que la ceremonia de instalación de la estatua de Bulnes en el Barrio Cívico de Santiago, tuvo el propósito de legitimar e instalar en el espacio público un imaginario político de orden liberal. El otro artículo que completa este segundo eje es el trabajo de Rodrigo Ruz y Michel Meza, “Fotorreportajes de los semanarios ilustrados Sucesos y Zig-Zag. Representación de la diferencia peruana, boliviana y chilena en la postguerra del Pacífico”. En este texto, los autores reflexionan acerca de la representación de la alteridad peruana, boliviana y chilena en los semanarios Sucesos y Zig-Zag, a principios del siglo XX. El hito relevante que hay detrás de estas construcciones identitarias es la postguerra del Pacífico y sus consecuencias en la conformación de las identidades nacionales en esos tres países. A partir de conceptos como modernidad y progreso, que se inscriben en los fotorreportajes, los autores nos revelan las ideas asociadas a la alteridad en las mencionadas naciones, examinando cómo se establecen relatos y discursos virtuosos respecto a Chile y la chilenidad mientras que, para el caso peruano y boliviano, se hace circular una trama discursiva negativa respecto de la cultura, la sociedad y el pasado de ambas naciones.

El tercer eje aborda la problemática de los medios de comunicación y las redes sociales como dispositivos de poder estético-político, cultural y social. El artículo de Orietta Marquina y Valeri Hernani, “Jóvenes e Instagram: narrativas políticas más allá de la transgresión en el Perú” nos propone una lectura crítica acerca de la utilización de Instagram como herramienta de comunicación estético-política de los jóvenes en la actualidad. Desde un análisis cualitativo, el texto realiza una interpretación crítica de las imágenes y los textos del perfil de Instagram de Rupachay, uno de los tantos jóvenes que han participado en las movilizaciones sociales del último tiempo, en Perú. Estos análisis buscan explicitar aquellas narrativas políticas que subyacen a los conflictos sociales y, de esta manera, entender la forma que adopta la participación política de las y los jóvenes peruanos. El otro texto que compone este eje es el de Juan Pablo Silva-Escobar, “Imagen, poder simbólico y vida cotidiana: Los noticiarios de televisión y la construcción mediática de la realidad social”. Este ensayo propone un acercamiento conceptual acerca de la relevancia que tienen los noticiarios de televisión en la construcción de ideologías e imaginarios y las implicancias sociales en la construcción de la realidad social. A partir de la relación que se establece entre imágenes, poder simbólico y vida cotidiana, el autor problematiza la legitimidad social de los noticiarios de televisión para distribuir informaciones acerca de los acontecimientos del día a día y las implicancias ideológicas que ello conlleva.

El cuarto eje aborda la problemática de la imagen y el poder en la producción simbólica del cine, el teatro y la literatura. El artículo de Heber Leal “La insumisión en las narrativas de Pedro Juan Gutiérrez y Fernando Vallejos”, analiza el contenido político y transgresivo que es posible detectar en las narrativas de estos dos autores. Desde una perspectiva interdisciplinaria que hace uso de conceptos que provienen del campo de los estudios literarios y nociones teóricas que provienen de la filosofía, el texto va tejiendo un análisis crítico respecto de los mecanismos y trasfondos de poder y trasgresión que se inscriben en las ficciones analizadas, dando cuenta de una singularidad nómade que subyace a las narrativas escogidas. El segundo texto de este eje es el trabajo de José Aguirre Pombo, “Arrebato. La revancha de las imágenes”. En este ensayo, se analiza la película Arrebato, de Iván Zulueta del año 1979, la cual es interpretada en dos dimensiones: por una parte, se nos ofrece un análisis detallado acerca del contexto sociocultural en el cual se inscribe la película de Zulueta y se pone en relación los cambios estéticos y políticos que tuvieron lugar durante la transición española y, por outro lado, se nos ofrece una reflexión acerca del modo en que esos cambios estético-políticos se inscriben en la representación del cuerpo dentro del filme, en tanto alegorías de esos cambios. De este modo, para Aguirre Pombo, a la transición política española se le superpone una transición estética que daría cuenta de un giro icónico que la película Arrebato estaría evidenciando. El tercer trabajo que compone este cuarto eje, es el artículo “Una rearticulación de las imágenes que representan el poder de las distinciones de género dominantes a través del teatro feminista chileno”, de Alejandra Morales. En este texto, se analiza una serie de obras de teatro chilenas que en el último tiempo han buscado reconstruir y tensionar la noción de lo femenino a través de una propuesta visual que tiene como finalidad activar un punto de vista crítico respecto de ciertos signos utilizados por la cultura patriarcal para perpetuar la dominación masculina. Para Morales, las imágenes que giran en torno a las problemáticas de género se constituyen como un poderoso medio de control social que el teatro feminista ha logrado repensar, a través de puestas en escena que vienen a mostrar la forma en que el género ha sido definido y como esas definiciones configuran la subjetividad femenina y evidencian el carácter ideológico que subyacen a esas representaciones.

Por último, queremos agradecer a Germán Morong, director de Autoctonía. Revista de Ciencias Sociales e Historia, y a Nelson Castro, su editor general, por abrirnos las puertas de la revista para abordar esta problemática compleja y facilitar, en todo momento, el intrincado camino de las publicaciones académicas. También queremos agradecer a los/as evaluadores/as, quienes a través de sus comentarios y sugerencias contribuyeron a mejorar cada uno de los artículos aquí reunidos. Esperamos, con el dossier Imagen y Poder: representaciones, discursos y política en Iberoamérica, contribuir a la discusión y reflexión acerca de esta problemática y que los textos aquí reunidos resulten estimulantes para los/as lectores/as y motiven nuevas preguntas y reflexiones sobre este tema que nos ocupa.

Notas

1 Como ha observado Martín Jay, si “para Sartre, (…) las imágenes pueden basarse en una analogía con los objetos de percepción, ellas mismas son irreales. De hecho, la imaginación es precisamente la función activa de la conciencia que trasciende o anonada la realidad del mundo percibido. En cuanto tal, sirve como modelo de la negación y de la carencia que Sartre pronto identificará con el ‘para-sí’ en El ser y la nada. Lo que resulta esencial para entender su argumento general es que Sartre distinguía imágenes y percepción, visual o de otro tipo, y en su lugar las identificaba con la intencionalidad de la acción. Como resultado, Sartre estaba en condiciones de describir la conciencia menos en términos de transparencia visual que en los de acción puramente anonadante. Aunque las imágenes no perceptivas no nos dicen nada sobre el mundo externo, su propia ‘nada’ o invisibilidad sugiere un vínculo crucial con la libertad humana, tal como Sartre la interpretaba” (2007: 215-216).

2 Acerca de esta relación simbiótica y dialéctica entre el ver y el poder, Michel Foucault sostiene que: “Tradicionalmente el poder es lo que se ve, lo que se muestra, lo que se manifiesta, y, de manera paradójica, encuentra el principio de su fuerza en el movimiento por el cual la despliega. (…) En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio, impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. En la disciplina, son los sometidos los que tienen que ser vistos. Su iluminación garantiza el dominio del poder que se ejerce sobre ellos. El hecho de ser visto sin cesar, de poder ser visto constantemente, es lo que mantiene en su sometimiento al individuo disciplinario” (2010: 218).

3 De acuerdo con Christoph Menke (2011: 280), “la subjetivación como sometimiento, el sometimiento como subjetivación, significa (…) impregnar en los individuos un concepto de subjetividad que es definido por una facultad de eficiente autocontrol –una facultad de autocontrol que a su vez sirve de eficiente control externo. La dominación sobre los sujetos se realiza en dispositivo de poder disciplinario por medio de la libertad de los sujetos”.

4 Pierre Bourdieu plantea que: “El capital simbólico es una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, porque responde a unas ‘expectativas colectivas’, socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie de acción a distancia, sin contacto físico. Se imparte una orden y ésta es obedecida: se trata de un acto casi mágico. Pero sólo es una excepción aparente a la ley de la conservación de la energía social. Para que el acto simbólico ejerza, sin gasto de energía visible, esta especie de eficacia mágica, es necesario que una labor previa, a menudo invisible, y en cualquier caso olvidada, reprimida, haya producido, entre quienes están sometidos al acto de imposición, de conminación, las disposiciones necesarias para que sientan que tienen que obedecer sin siquiera plantearse la cuestión de la obediencia” (2002: 172-173).

Referencias

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Jameson, F. (2002): “transformaciones de la imagen en la posmodernidad”, en El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998, Buenos Aires, Manantial, pp. 129-179.

Jay, M. (2007): Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX, Madrid, Akal.

Morey, M. (2001): “Introducción”, en Michel Foucault, Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, Madrid, Alianza Editorial, pp. 7-21.

Menke, C. (2011): Estética y negatividad, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

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Silva-Escobar, J.P. (2019). La insubordinación cinematográfica. Ensayos sobre el nuevo cine latinoamericano de Argentina, Brasil y Chile (1959-1976), Rosario, Prohistoria Ediciones.

Wajcman, D. (2011): El ojo absoluto, Buenos Aires, Manantial.


Organizador

Juan Pablo Silva-Escobar – Centro de Investigación en Artes y Humanidades (CIAH). Escuela de Animación Digital. Facultad de Ciencias Sociales y Artes, Universidad Mayor, Chile. https://orcid.org/0000-0001-5088-4332


Referências desta apresentação

SILVA-ESCOBAR, Juan Pablo. [Imagen y Poder: representaciones, discursos y política en Iberoamérica]. Autoctonía. Revista de Ciencias Sociales e Historia, v.7, n.1, p. 1-23, ene./jun. 2023. Acessar publicação original [DR]

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Pensar la imagen: dialogos con la fotografia y la Historia en América Latina/ Ponta de Lança/2022

En la más reciente publicación de la revista mexicana Acta Poética (2023), fue divulgado un apartado especial que traduce un interesante debate que sostienen los intelectuales Georges DidiHuberman y Enzo Traverso, ambos referentes de los estudios históricos en la actualidad (Traducido por Melina Balcázar Moreno y Esther Cohen, 2023, p. 13). En el documento, por medio de un juego, entre notas y cartas editoriales, discuten por la dimensión política y cultural de la fotografía, apropósito de la obra del fotógrafo francés Gilles Caron (1939-1970), quien retrató una emblemática escena de un manifestante arrojando una piedra en el marco de las protestas anticatólicas que se llevaron a cabo en Irlanda del Norte en 1969 (2023, pp. 13-19). El debate gira en torno al concepto estético de belleza y sus implicaciones en el mundo de lo visual, cuyos significados se desprenden, -si se quieren viajan-, por muchos campos de sentido. Así, ambos coinciden en el desgarro de la mirada, pues a todos nos interesa algo distinto en la foto, para unos será lo estético, para otros lo político o lo ideológico (2023, p. 17). Leia Mais

Imagem e Autoritarismo / Domínios da Imagem / 2019

É com muito prazer e gratidão que a Revista Domínios da Imagem vem a público trazer mais uma edição. É importante deixar claro o significado de todo esse prazer e gratidão, pois, em dias obscuros para a produção acadêmica e científica, o trabalho de produzir e divulgar os resultados de nossas pesquisas tornou-se cada vez mais uma atitude de resistência e de perseverança. Ao mesmo tempo, somos muito gratos por todos aqueles que dedicaram seu tempo para que essa edição se tornasse realidade. Agradecemos desde a colaboração dos autores que colocaram à disposição os magníficos trabalhos que compõem essa edição até nosso corpo editorial que conta com pessoas extremamente profissionais.

Quando foi gestada a ideia de produzir um novo dossiê para a revista, pensávamos sobre o alcance das imagens como comunicadores, tanto explícitos como implícitos, das mais diversas formas de violência e autoritarismo. Divagávamos sobre a importância da imagem no transcorrer da temporalidade para descrever e enunciar as mais diversas formas que a imposição de uma pessoa ou um grupo de pessoas pode ter sido realizada às custas de outras. Foi assim que “Imagem e Autoritarismo” ganhou vida e agora também ganhou fôlego.

Em “Como o mito das Amazonas se transformou na alegoria da América”, Adriano Rodrigues de Oliveira se debruça tanto sobre fontes literárias como também em fontes iconográficas para nos mostrar as transformações acerca da representação da mulher ameríndia como sendo uma mulher selvagem, com as vergonhas à mostra sempre portando seu arco e flecha. Imagens essas que se espalharam sobre a representação do próprio continente americano como local de hostilidade em detrimento de um homem europeu cristão e medieval. O trabalho de Oliveira se torna pertinente ao nos fazer olhar para a construção das narrativas e de mitos fundadores. Concomitantemente a isso, enfatiza a produção de preconceitos e hiatos que essas narrativas carregam em seu corpo semântico.

Nos transportando para o outro lado do mundo, Richard Gonçalves André nos proporciona um encontro com a censura no Japão pós-1945. Em “O Ogro e o Demônio: a representação fotográfica da devastação nuclear em ‘Hiroshima’, de Ken Domon (1945-1958), o autor problematiza tanto os textos como as fotografias do livro “Hiroshima” de Domon, muito marcados pela bomba nuclear de Hiroshima. Nesse trabalho, André investiga o olhar humanizador do fotógrafo e a representação da trajetória de pessoas que sobreviveram ao impacto da bomba. Por trás dessas narrativas, Domon tinha como interesse transformar o sofrimento pessimista e derrotista trazido com o fim da Segunda Guerra Mundial e consequentemente os ataques nucleares em “não-ditos” para que a atenção estivesse alinhada com a prosperidade e o crescimento econômico apresentados pela sociedade japonesa. Dessa forma, André traz à luz a utilização da imagem como ferramenta ideológica e acima de tudo como instrumento de negação de um passado não tão bem visto em detrimento de um possível futuro próspero.

Voltamos novamente para a América, mas uma América distante temporalmente daquela descrita por Oliveira. Dois trabalhos candentes são apresentados sobre o Brasil durante a Ditadura Militar (1964-1985). Maria Elisa de Carvalho Sonda nos presenteia com “Para além das fronteiras discursivas: uma análise desconstrutora de Iracema, uma transa amazônica (1974)”. Se utilizando de fontes audiovisuais, Carvalho Sonda analisa os efeitos negativos ocorridos na exploração predatória da Amazônia durante o crescimento econômico anunciado pelos militares durante a década de 1970. Contextualizado com a construção da rodovia Transamazônica, a ficçãodocumental que serve como fonte de pesquisa da autora faz parte da linguagem do cinema verdade, que tem como um de seus princípios fundantes produzir o efeito do real. O trabalho de Carvalho Sonda se torna extremamente candente com a realidade vivenciada em nossa atualidade. A autora nos permite entrar em contato com a visão dos idealizadores de Iracema uma transa amazônica, que há quase meio século já abordavam os problemas ambientais que ainda discutimos nos dias de hoje. Além disso, outro aspecto que torna o trabalho de Carvalho Sonda de grande importância diz respeito ao cinema como forma de resistência ao Regime Militar brasileiro e sua visão unilateral de desenvolvimento não sustentável.

A mesma relevância pode ser observada no trabalho “Fotojornalistas brasileiros em época de ditadura: entre a estabilidade e o compromisso”, de Carlos Alberto Sampaio Barbosa. Em seu artigo, Barbosa discorre sobre três fotojornalistas brasileiros, Pedro Martinelli, Juca Martins e Jesus Carlos. Ao analisar as transformações do fotojornalismo brasileiro durante a Ditadura Militar, Barbosa também nos descreve um continente Latino-Americano conflituoso, especialmente os casos da Nicarágua e El Salvador, países em que Martinelli e Martins tiveram maior contato, enquanto Jesus teve posição mais radical ao representar a luta contra a ditadura brasileira. Em momentos que observamos uma América Latina novamente efervescente, com os conflitos no Chile, na Venezuela, na Bolívia e a polaridade política no Brasil, o trabalho de Barbosa é um ótimo olhar retrospectivo de nossa história de lutas e violência que permeiam o povo latino.

Agora nos deslocamos para o eixo da América do Norte, em especial para os Estados Unidos. Os trabalhos de Mariana Furio, Danilo Pontes Rodrigues e José Rodolfo Vieira se entrelaçam para discutir as narrativas sobre o imperialismo estadunidense na perspectiva de três autores e ilustradores de histórias em quadrinhos distintos. Coincidência ou não, os três trabalhos trazem tanto a temática narrativa como a fonte de pesquisa muito semelhantes, o que nos faz pensar como as próprias HQ’s podem ser consideradas elementos importantes para se discutir a história de uma nação. Em “O Comediante em Watchmen: uma paródia premeditada para a retomada do nacionalismo estadunidense”, Furio traz à tona a narrativa de Alan Moore em um mundo distópico em que a ameaça de uma guerra nuclear entre Estados Unidos e União Soviética está à beira de ser iniciada. Com seu recorte, Furio analisa a representação da personagem Comediante, um veterano de guerra, na batalha de Saigon no Vietnam. O intuito da autora é estabelecer vínculos entre as características militaristas do Comediante com o crescimento dos valores conservadores e nacionalistas nos Estados Unidos com o advento do século XXI.

Mais adiante, o trabalho de Danilo Pontes Rodrigues, “Doutrina Bush e violência em In the Shadow of no Towers de Art Spielgeman” discute as representações artísticas de Art Spielgeman após os ataques contra as Torres Gêmeas em 2001. Nesse artigo, o autor realiza os paralelos entre as ações tomadas pelo governo Bush, também conhecidas como Doutrina Bush, e as representações na história em Quadrinhos Shadow of no Towers. Dentre os elementos alavancados por Rodrigues, é possível observar a implementação do Patrioct Act e a privação às liberdades dos cidadãos estadunideses e as guerras no Afeganistão e no Iraque.

José Rodolfo Vieira, em “Footnotes in Gaza: Representações sobre o Hamas durante as eleições na Palestina por meio das Histórias em Quadrinhos de Joe Sacco (2002-2010)”, foca em descrever e analisar as representações tanto no trabalho de Joe Sacco como também nas representações de grandes comunicadores sociais estadunidenses, tais como o The New York Times e o The Washgington Post, e averiguar a construção de narrativas acerca do grupo fundamentalista Hamas durante as eleições de 2006 para o corpo legislativo palestino. Em seu trabalho, podemos observar como os Estados Unidos articularam para que o Hamas não fizesse parte do pleito eleitoral e como foi realizado um movimento de negação após a vitória do grupo contra seus adversários do Fatah, esses últimos alinhados à política estadunidense.

Por fim, também contamos nessa edição com a resenha realizada por Jorge Edson, do livro “Guerra Civil e Super-Heróis: Terrorismo e contraterrorismo nas Histórias em Quadrinhos”, de Victor Callari. Tal como os textos de Furio, Rodrigues e Vieira, o trabalho apresentado também tem como objeto de estudo os Estados Unidos. Edson apresenta os pontos importantes da narrativa construída por Callari e seu levantamento sobre como as Histórias em Quadrinhos tiveram relações com a política, a cultura e a economia dos EUA. Com ênfase na editora Marvel Comics, o panorama construído por Edson é muito importante para aqueles que tem como fonte de pesquisa a arte sequencial e se interessa pelos estudos da história dos Estados Unidos. Portanto, podemos dizer que as expectativas e as hipóteses levantadas quando à gestação desse dossiê foram fartamente correspondidas. Não somente pela diversidade de temas que foram abordados, como também o entrelaçamento de trabalhos que discorrem sobre um objeto muito semelhante. O resultado desse trabalho não poderia ter sido melhor e, por isso, desejamos a nossos leitores uma boa leitura e bons momentos de reflexão.

Até a próxima e obrigado!

José Rodolfo Vieira –  Organizador do dossiê


VIEIRA, José Rodolfo. Apresentação. Domínios da imagem, v. 13, n. 24, jan. / jun., 2019. Acessar publicação original [DR]

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Arte, Imagem, Política: Curadoria, Circuitos e Instituições | MODOS. Revista de História da Arte | 2018

As relações entre os termos Arte e Política são complexas e por vezes, paradoxais. Durante o longo processo histórico de constituição do campo artístico em sua forma moderna, posições divergentes têm defendido tanto a total autonomia entre arte e política, quanto a indissociabilidade de suas conexões. Entre um extremo e outro, seguimos com Jacques Rancière, quando argumenta que “arte e política tem a ver uma com a outra como formas de dissenso, operações de reconfiguração da experiência comum do sensível” (2012: 63). Nestes termos, entendemos que as relações entre arte e política passam pelos temas abordados pelos artistas em suas obras, assim como por suas opções formais, estéticas, por seus processos de trabalho e de exibição. Os projetos de curadoria e de exposição, por sua vez, podem ser considerados como tomadas de posições políticas, tanto em relação às questões específicas do mundo da arte, quanto aos limites sobre o que é aceito socialmente como arte em um momento dado ou às transgressões das fronteiras da moral ou do “bom-gosto”. A atuação de historiadores e críticos de arte também pode ser pensada nestes termos, se consideramos suas narrativas como construções de poder simbólico. Por fim, as relações de poder entre os agentes, as instituições – museus, academia – e a lógica contemporânea de funcionamento do mercado produzem e conectam diferentes circuitos, gerando impactos diversos nos papeis e no lugar ocupado pela arte na sociedade contemporânea. Leia Mais

Gênero, mulheres e imagem: diálogos interdisciplinares (II) / Domínios da Imagem / 2017

Os estudos de gênero têm impulsionado pesquisas de múltiplas áreas. Um meio de compreender os sentidos e as relações complexas entre diversas formas de interação humana, gênero se refere, conforme postulado por Joan Scott, às construções históricas, marcadas pela cultura e pelas relações de poder que fundamentam uma hierarquia e uma assimetria social entre homens e mulheres. Percepções, gestos, sentimentos, pensamentos, hábitos e as maneiras de perceber a si e aos demais oferecem suporte para uma compreensão acurada acerca das relações de gênero. Nesse sentido, ganha relevância a aproximação dos estudos de gênero e a cultura visual, uma vez que as imagens desempenham um papel primordial na contemporaneidade por tocar os imaginários sociais e contribuir para a construção das visões de mundo dos indivíduos. As reflexões que possibilitam, permitem problematizar a constituição e distribuição de poder e prestígio nas sociedades.

O Dossiê II que ora apresentamos, mostra a convergência de interesses e preocupações de um conjunto de investigadoras (es), advindos de diferentes campos disciplinares, na tentativa de contemplar uma pluralidade de abordagens tendo como foco gênero, mulheres e imagem. Por isso, uma vez mais, agradecemos a generosa colaboração de todas (os).

Na continuidade das reflexões, esperamos que os resultados das inúmeras perspectivas abertas – criativas e instigantes -, contribuam para desconstruir os papéis, os lugares ocupados, como também por focalizar as funções das mulheres e dos homens ao longo da história e possa favorecer a continuidade dos debates e suas repercussões nas práticas sociais.

Neste segundo volume do dossiê, iniciamos com o artigo de Mariana de Paula Cintra. Tendo como foco o surgimento das crônicas de modas na imprensa do Rio de Janeiro oitocentista e tomando como fonte o jornal Correio das Modas, a autora discute a circulação de periódicos escritos por homens e dedicados às mulheres, no Rio de Janeiro, nas primeiras décadas do século XIX. Ao indagar sobre o intento dos editores, as temáticas eleitas e para quais mulheres propunha-se o jornal, em seu artigo O nascimento da moda feminina na imprensa carioca oitocentista, a autora reflete sobre a contribuição desse periódico para o surgimento da imprensa nacional e o universo complexo – e ainda pouco explorado – da produção de jornais femininos no século XIX. Ao tomar como referência a história da imprensa periódica feminina carioca apresenta-nos em que medida os meios de comunicação fizeram parte do cotidiano das mulheres, influenciando seus comportamentos, ditando regras e forjando novos papéis sociais.

A partir de uma coleção costumbrista que tematizou mulheres, produzida na década de 70 do século XIX na Espanha, Edméia Ribeiro problematiza a produção visual e as relações de gênero que caracterizam a coleção Las mujeres españolas, portuguesas y americanas. Argumenta a autora que a simbologia feminina ali presente configura-se em uma construção exclusivamente masculina, uma vez que toda a produção, desde a concepção até a execução final foi feita por homens. Dessa forma, poderemos perceber em Representar mulheres: produção visual e relações de gênero numa coleção costumbrista espanhola no final do século XIX que tanto as litografias como os textos monográficos que formam a coleção, reforçam e reverberam concepções idealizadas de mulheres no oitocentos.

A representação de mulheres no muralismo, nas décadas de 1930 e 40 na capital da Argentina, é o tema que encontraremos no artigo Detrás de escena: mujeres en los murales de Buenos Aires (1933-1946), de Cecilia Belej. Analisando fragmentos de pinturas murais realizadas em edifícios públicos e privados, percebe imagens que naturalizam papeis de gênero, nas quais a mulher figura como ícone de maternidade e complemento do homem, disseminando e/ou referendando valores tradicionais. Partindo do princípio que tais imagens possuem um propósito político, social e cultural, a autora busca compreender o que tais relatos visuais buscavam transmitir naquele momento histórico.

Em Iconografias sarcásticas na imprensa feminista brasileira: Mulherio e Chanacomchana (1981-1985), Júlia Glaciela da Silva Oliveira fez uso, em suas análises, de charges, cartuns e outras formas de humor gráfico publicados em periódicos feministas da segunda metade do século XX, mais especificamente aqueles publicados na década de 1980. Em Mulherio, a autora apresenta-nos como essa categoria de imprensa procurou, a partir da ironia e do humor, desconstruir papéis de gênero e problematizar as desigualdades naturalizadas. Ao analisar Chanacomchana, percebe que o humor ácido foi utilizado nesse periódico como método para empreender críticas direcionadas ao feminismo que, ao negar a homossexualidade, realçava a heterossexualidade reforçando a opressão às mulheres lésbicas.

Maria Júlia Zarpelão Hernandes e Mara Rúbia Sant’Anna, em A disseminação de padrões femininos através dos anúncios da Lugolina e da Juventude Alexandre na “Fon-Fon!- 1910, utilizam para as reflexões que trazem neste artigo dois anúncios de produtos de beleza destinados ao público feminino, veiculados em uma revista carioca do começo do século XX. As análises empreendidas demonstram como a publicidade, baseada no discurso da modernidade, também difundiu, reforçou e relacionou “padrões de beleza, saúde e felicidade” para as mulheres, propondo um novo modelo de feminilidade – jovem, atraente e bela – estimulando nas consumidoras o desejo de uma aparência moderna, sem, contudo, desvincular-se dos papeis de mãe e esposa, socialmente estabelecidos.

Em Representações das mulheres palestinas na perspectiva do jornalista estadunidense Joe Sacco durante a Primeira Intifada (1992-1996), José Rodolfo Vieira analisa personificações imagéticas de mulheres presentes no livro Palestine que trata das “as memórias de palestinos que estiveram direta ou indiretamente em alguma situação de conflito com as Forças de Defesa de Israel” O autor deste artigo apresenta-nos reflexões acerca de mulheres palestinas em viagem aos territórios da Cisjordânia e da Faixa de Gaza durante a Primeira Intifada Palestina, em 1987, a partir dos estereótipos femininos construídos nesta obra, como o da mulher mutilada e vítima da opressão muçulmana e também aquelas que caminham rumo à modernização, na busca por reinterpretar as relações de poder entre homens e mulheres.

Por fim, esperamos que este segundo volume contribua com estudos e pesquisas que utilizam a imagem como fonte e/ou objeto no campo da História das Mulheres, assim como aquelas que tomam as relações de gênero como categoria de análise.

Edméia Ribeiro – Doutora em História. Pesquisadora na área de História da América, mulheres e gênero. Docente do Curso de História da Universidade Estadual de Londrina (UEL). E-mail: [email protected]

Maria Cristina Cavaleiro – Doutora em Educação. Pesquisadora na área de educação, gênero e diversidade sexual. Docente adjunta do Curso de Pedagogia da Universidade Estadual do Norte do Paraná (UENP) / Campus Cornélio Procópio. E-mail: [email protected]


RIBEIRO, Edméia; CAVALEIRO, Maria Cristina. Apresentação. Domínios da imagem, v. 11, n. 21, jul/dez, 2017. Acessar publicação original [DR]

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História e Imagem / Ofícios de Clio / 2017

Em virtude do alargamento do campo documental e a partir da compreensão de que os vestígios históricos são representações do passado, as imagens, em suas variadas configurações, se consolidaram, nos últimos decênios, como uma fonte de pesquisa e objeto de análise dos pesquisadores. Historicamente, elas faziam parte do cotidiano dos indivíduos e das sociedades desde os tempos mais remotos – arte rupestre, pintura, escultura, ilustrações, fotografias, cinema, charges, gravuras, televisão, grafite, caricaturas, histórias em quadrinhos, entre outras – contudo, os historiadores negligenciaram o seu uso por muito tempo, uma vez que acreditava-se apenas no conhecimento obtido a partir do documento escrito – uma herança positivista e da escola metódica. Nesse contexto, as imagens eram utilizadas como meras ilustrações do texto, ou seja, o seu potencial não era explorado pelos estudiosos.

No entanto, a partir da Nova História, essa perspectiva foi gradativamente alterada e, com isso, o corpus documental dos historiadores foi expandido abarcando uma infinidade de fontes. Como afirmou Marc Bloch em seu livro Apologia da História, a diversidade dos testemunhos históricos é praticamente imensurável, na medida em que tudo que o indivíduo diz, escreve ou fabrica pode e, principalmente, deve informar sobre ele. Constatou-se que tudo tem uma história, logo o passado pode ser (re)escrito por intermédio de novos olhares e vestígios. Diante disso, o segundo número da Revista Discente Ofícios de Clio – ligado ao Programa de Pós-graduação em História e ao Laboratório de Ensino de História da Universidade Federal de Pelotas – propõe o Dossiê “História e Imagem” com o objetivo de reunir estudos que dialogam sobre a relação entre iconografia e a escrita da história. Dessa forma, os artigos reunidos nesse dossiê apresentam uma variedade de fontes imagéticas: cinema, fotografia, charge e história em quadrinho.

O doutorando do Programa de Pós-graduação em História Comparada da Universidade Federal do Rio de Janeiro Carlos Cesar de Lima Veras propõe em seu texto uma análise do filme “O Gabinete do Dr. Caligari”, lançado mundialmente em 1920, a fim de compreender a consolidação da República de Weimar na Alemanha pré-nazista e a sua relação com o expressionismo cinematográfico. O autor se debruça nas tensões existentes na política alemã a partir da “imagem-objeto” representada pelo filme. Além disso, o pesquisador apresenta uma discussão importante sobre a utilização do cinema como fonte histórica.

Em certa medida, o texto de Veras corrobora com o artigo de Thiago Soares Arcanjo que versa sobre a Alemanha, porém focaliza no período após a consolidação de Hitler no poder e os seus desdobramentos durante a Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Para isso, o mestrando do Programa de Pós-graduação em História da Universidade do Vale do Rio dos Sinos utiliza como fonte a história em quadrinhos “Maus, a história de um sobrevivente”, publicada em 1986, por Art Spiegelman. O autor propõe uma análise mais aprofundada sobre a obra, além de problematizar – a partir dos conceitos de Tática e Estratégias extraídos de Michel de Certeau – o extermínio de indivíduos durante o regime totalitário.

O artigo de Mariana Couto Gonçalves propõe um debate acerca do uso da fotografia na história por intermédio da análise de uma série imagética extraída do Álbum de Pelotas (1922). A doutoranda do Programa de Pós-graduação em História da História da Universidade do Vale do Rio dos Sinos examina a particularidade da obra, além de discutir sobre o discurso de modernidade que permeia o referido vestígio. Por fim, fechando o dossiê, Fábio Donato Ferreira realiza uma abordagem a respeito das charges políticas impressas na Folha de São Paulo durante o mês de maio de 1978. A proposta do autor, mestre em história pelo Programa de Pós-graduação da Universidade Federal de Pelotas, pauta-se em traçar a posição do periódico com relação a organização do movimento grevista do ABC e sobre a ditadura civilmilitar que ainda estava vigente no território nacional.

É com extrema satisfação que a Revista Ofícios de Clio apresenta o Dossiê História e Imagem, que visa oferecer ao leitor um debate acerca da multiplicidade de fontes imagéticas, ampliando a possibilidade de diálogo e a compreensão acerca do passado.

Boa Leitura!

Mariana Couto Gonçalves – Doutoranda UNISINOS


GONÇALVES, Mariana Couto. Apresentação. Revista Discente Ofícios de Clio, Pelotas -RS, v. 2, n. 2, jan./jul., 2017. Acessar publicação original [DR]

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Gênero, mulheres e imagem: diálogos interdisciplinares (I) / Domínios da Imagem / 2017

Os estudos de gênero têm impulsionado pesquisas de múltiplas áreas. Um meio de compreender os sentidos e as relações complexas entre diversas formas de interação humana, gênero se refere, conforme postulado por Joan Scott, às construções históricas, marcadas pela cultura e pelas relações de poder que fundamentam uma hierarquia e uma assimetria social entre homens e mulheres. Percepções, gestos, sentimentos, pensamentos, hábitos e as maneiras de perceber a si e aos demais oferecem suporte para uma compreensão acurada acerca das relações de gênero. Nesse sentido, ganha relevância a aproximação dos estudos de gênero e a cultura visual, uma vez que as imagens desempenham um papel primordial na contemporaneidade por tocar os imaginários sociais e contribuir para a construção das visões de mundo dos indivíduos. As reflexões que possibilitam, permitem problematizar a constituição e distribuição de poder e prestígio nas sociedades.

O Dossiê que ora apresentamos, mostra a convergência de interesses e preocupações de um conjunto de investigadoras (es), advindos de diferentes campos disciplinares, na tentativa de contemplar uma pluralidade de abordagens tendo como foco gênero, mulheres e imagem. Por isso, agradecemos a generosa colaboração de todas (os).

Esperamos que os resultados das inúmeras perspectivas abertas – criativas e instigantes -, contribuam para desconstruir os papéis, os lugares ocupados, como também por focalizar as funções das mulheres e dos homens ao longo da história e possa favorecer a continuidade dos debates e suas repercussões nas práticas sociais.

Abrimos este dossiê apresentando o diligente ensaio de Ana Cristina Teodoro da Silva, Gênero como sertão, veredas em construção – filme, minissérie e livro. Em seu texto encontraremos reflexões acerca de papéis de gênero atribuídos a homens e mulheres e suas relações, presentes no livro Grande Sertão: Veredas, de João Guimarães Rosa, publicado em 1956, e nas produções adaptadas desta obra, quais sejam, a minissérie Grande Sertão: Veredas, produzida pela Rede Globo, exibida em 1985 e o filme Grande Sertão, dirigido pelos irmãos Geraldo e Renato Santos Pereira, de 1965. Em sua viagem pelas três narrativas, problematiza semelhanças, diferenças e ressignificações pertinentes às diferentes linguagens e a como cada período e cada mídia puderam configurar a rica trama rosiana.

Lançando mão do movimento de trazer o gênero ao contexto da imagem, em Poéticas de gênero e a transexualidade das fotografias bordadas, Marcela Vasco empreende uma aproximação entre os estudos da transexualidade e a antropologia da imagem. A transexualidade é entendida ao longo de todo o trabalho não como uma performance teatral onde o gênero é encenado, mas como transformações físicas, sexuais, sociais e políticas. Ao trabalhar com imagens tornando mais claro trajetórias de vida e de transição dos(as) interlocutores(as) e também a maneira como a fotografia era interpretada por eles(as), a autora recorre ao uso do bordado como método etnográfico, visando uma abordagem mais particular tanto da transexualidade quanto da imagem, e discute as potencialidades dos “encontros, contornos e emaranhados das linhas que as ligam”.

No artigo de Amaral Palevi Gómez Arévalo, Identidades en disputa: producciones audiovisuales LGBTI en El Salvador, encontraremos análises de produções audiovisuais salvadorenhas que tematizam as representações de identidades lésbicas, gays, bisexuais, trans e intersexuais. O autor preocupase em refletir sobre “los procesos de violencia que se instauran sobre determinados cuerpos por ejercer una sexualidad, identidad y expresión de género diferentes a las que ordena la norma heterossexual”. Para isso trouxe análises de documentários que narram a vida de pessoas que vivem em El Salvador assim como alguns curtas produzidos por diversos canais e organizações que abordam realidades LGBTI. Entre as narrativas e linguagens que analisa também estão as campanhas publicitárias de conscientização e fim da discriminação, e os áudios, como canções, “radio-conto” e publicidades divulgadas por este meio. Trata-se de trabalho que nos permite conhecer e refletir sobre as realidades desses indivíduos, as manifestações de discriminação das pessoas salvadorenhas e as respectivas formas de enfrentar tais questões.

Scripts juvenis delineados em imagens digitais: consumo, relações de gênero e sociabilidades, de Ana Carolina Sampaio Zdradek e Dinah Quesada Beck, nos contempla com debate que se insere no campo dos Estudos Culturais e de Gênero. Recorrendo ao movimento metodológico da etnografia e entendendo a linguagem como processo central nas cenas publicitárias da campanha “Fanta – Leva na boa”, o estudo coloca em tensionamento o modo como se movimentam normas, definições e compreensões a partir da construção de identidades descolada e alto astral produzidas. Resgatando os desdobramentos teórico-conceituais com relação aos scripts de gênero e sexualidade, as autoras analisam a representação de juventude e as sociabilidades que a comunicação digital proporciona na história do presente, ressaltando que a participação ativa de jovens nas redes sociais se mostrou a principal estratégia para efetivação do consumo e, nesse cenário, diferentes roteiros foram construídos para vivências jovens, os quais acionam efeitos de sentido sobre comunicação digital, gênero e relações sociais.

Priscila Miraz de Freitas Grecco, analisa a presença de fotógrafas amadoras brasileiras, durante as décadas de 1940 e 1950. Seu artigo, A presença feminina em fotoclubes no século XX: apontamentos preliminares, historiciza a participação das mulheres nos fotoclubes, especialmente no Foto Cine Clube Bandeirante, atuante na cidade de São Paulo desde 1939, e analisa a produção das mulheres fotoclubistas, suas trajetórias, as condições de produção de projetos pessoais das amadoras e profissionais que buscaram o fotoclube para pensar e produzir a fotografia. Nesse contexto, a autora nota as dificuldades para o desenvolvimento da pesquisa com as mulheres nos fotoclube, assinalando que a escassez de documentação sobre quem eram essas mulheres contribui para pouco sabermos sobre como era ser sócia de um clube de fotografia nos anos de 1940/1950 no Brasil. Suas análises reiteram a necessidade de trazer à tona a participação das fotógrafas nesse ambiente que se manteve por muito tempo majoritariamente masculino e de romper um silêncio que se relaciona muito mais com as questões de gênero, refletindo no comportamento social restritivo para as mulheres na sociedade como um todo, do que com qualquer questão que envolva o fazer fotográfico.

A relação mulher/fotografia também é o tema que nos apresenta Maria Cristina Pereira em O Revivalismo medieval pelas lentes do gênero: as fotografias de Julia Margaret Cameron para a obra The Idylls of the King e outros poemas de Alfred Tennyson. A partir das fotografias de Cameron, produzidas no século XIX, para compor o livro de poemas de Alfred Tennyson, e também de ilustrações feitas para outras obras desse mesmo poeta, a autora nos mostra em suas análises o pioneirismo de uma mulher na arte da fotografia, com uma estética “pouco convencional” ao apresentar imagens “fora de foco”, assim como a predominância de mulheres para retratar o período medieval como tema das suas produções. Destacando a peculiaridade das fotografias de Cameron, o estudo traz comparações com aquelas produzidas pelo ilustrador francês Gustave Doré, seu contemporâneo.

Também tendo como referencial teórico os Estudos Culturais e de Gênero, o artigo de Luciana Rodrigues de Oliveira e de Joanalira Corpes Magalhães Esse é o Show da Luna: investigando gênero, ensino de ciências e pedagogias culturais, traz como objeto de análise o desenho animado. Ao investigarem as potencialidades pedagógicas do desenho analisado e as falas das crianças participantes acerca do artefato cultural O Show da Luna, as autoras discutem e problematizam os entendimentos sobre o que é ciência, sobre o ser cientista e mulheres na ciência que as crianças têm. No bojo dessa discussão, uma das questões fundamentais debatida é a possibilidade de abordar gênero e ciência desde a Educação Infantil, respondendo às crianças e aos questionamentos presentes em seu cotidiano.

Trazendo questões bastante contemporâneas e efervescentes no campo da política, em Impeachment, perversão e misoginia são apresentadas considerações acerca das representações veiculadas pelas Revistas Veja e Isto É, nos anos de 2015 e 2016, por meio de textos e imagens, referentes ao processo de impeachment de Dilma Roussef, presidente da República do Brasil naquele momento. Muriel Emídio Pessoa Amaral e José Miguel Arias Neto partem do princípio de que a forma como algumas mensagens sobre a presidente foi veiculada configurou-se em montagens perversas, sendo que tais narrativas políticas contribuíram para a midiatização do ódio e da misoginia. Para empreender tais reflexões trabalharam com a definição de discurso de Michel Foucault, de gênero com Joan Scott e o conceito de perversão de Daniel Sibony.

Desejamos boa leitura a todos/as!

Edméia Ribeiro – Doutora em História. Pesquisadora na área de História da América, mulheres e gênero. Docente do Curso de História da Universidade Estadual de Londrina (UEL). E-mail: [email protected]

Maria Cristina Cavaleiro – Doutora em Educação. Pesquisadora na área de educação, gênero e diversidade sexual. Docente adjunta do Curso de Pedagogia da Universidade Estadual do Norte do Paraná (UENP) / Campus Cornélio Procópio. E-mail: [email protected]


RIBEIRO, Edméia; CAVALEIRO, Maria Cristina. Apresentação. Domínios da imagem, v. 11, n. 20, jan/jun, 2017. Acessar publicação original [DR]

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Imagem na Idade Média / Antíteses / 2016

Os estudos da imagem nas últimas décadas têm assumido um espaço visível e indiscutível na historiografia. Desde a École des Annales e a valorização de documentação além da escrita evidenciada pela História Nova e depois pela Nova História Cultural, a imagem aparece como uma possibilidade concreta para o conhecimento do passado. Até então, o fascínio e inquietação promovidos pelas imagens não pareciam traduzir-se em estudos que as considerassem. Ainda que o trabalho formidável de Johan Huizinga em princípios do século XX tenha apontado para o valor das imagens para o entendimento sobre o homem medieval, prefigurando em parte, algumas questões importantes da História Cultural, nossa herança cartesiana dificultou-nos a apreensão das imagens segundo sua complexidade e riqueza. Como expressar verbalmente o que antes se fixou como imagem? Como estabelecer a genealogia de conteúdos e elementos que transitam entre referências escritas e imagéticas de modo tão inefável? Como enfrentar a estranheza e a convenção das formas? Como lidar com a multiplicidade de sentidos das imagens?

Os estudiosos da Idade Média foram grandes colaboradores para a renovação do campo da História. No campo específico dos estudos sobre os registros figurativos, esta contribuição tem sido também muito evidente. As discussões primeiras sobre o uso da expressão arte ou imagem certamente colaboraram em grande monta para a redefinição de parâmetros no exame da figuração do período medieval. Historiadores como Jean-Claude Schmitt, Jérôme Baschet, no campo da filosofia, estudiosos como Georges Didi Huberman e Marie-José Mondzain têm contribuído para o reconhecimento de funcionalidades e sentidos para a imago que ultrapassam a objetividade característica dos discursos em torno da comunicação e da ideologia. Ao contrário do que afirmou na tradição historiográfica, fundada principalmente na História da Arte, na esteira dos trabalhos de Émile Mâle, em meados do século passado, o medievo emerge como período fértil para as imagens. A liberdade e inventividade no tocante à produção das imagens que fizeram sobressair Jean Claude Schmitt e Jérôme Baschet vêm negar os equívocos gigantescos que de todo modo ainda se arrastam nas sínteses sobre a Idade Média: não, as imagens medievais não são basicamente a “bíblia dos iletrados”; sim, a civilização do ocidente medieval deu tamanha importância às imagens que superou as interdições veterotestamentárias e desenvolveu um cristianismo de imagens! Os desdobramentos disto estão entranhados no processo de expansão colonial, e no modo como os homens e mulheres do Ocidente pensam e lidam com a imagem, no meio religioso ou além dele.

Esse dossiê reuniu pesquisadores brasileiros que desenvolvem estudos sobre as imagens na Idade Média. Nesse caso, quatro medievalistas trazem recortes de suas reflexões e, a partir de formações e trajetórias distintas, possibilitam-nos conhecer a produção deste campo de estudo no Brasil. Esperamos, assim, contribuir para o conhecimento dos debates que se apresentam na teoria e historiografia hoje sobre as imagens neste período.

“Verbo que se faz carne, que se faz verbo”. A partir desse belo axioma que localiza a imagem no fundamento do cristianismo, a historiadora Maria Cristina Pereira apresenta o que existe de inexorável na operação do estudo da imagem. Sobre a imagem se produz discurso para se reportar a ela. O limite está no axioma, mas o desafio está no reconhecimento da limitação e na caminhada. A identificação e organização, pela pesquisadora, dos conteúdos escritos no período medieval relativos à imagem certamente facilitarão o reconhecimento da natureza dos textos pelos futuros estudiosos e seu lugar no entendimento do que se pensou sobre a imagem no período chamado medieval. São identificadas cinco categorias: os discursos teóricos sobre imagens; os que apresentam proposições normativas; aqueles que se referem à recepção; aqueles que mencionam os produtores das imagens; por fim, os que as descrevem.

Dessa forma, a partir da riqueza apresentada pelos discursos, a autora contribui para a superação da associação entre as imagens medievais e sua direcionada função didática. Apresenta-se, assim, mais uma oportunidade de localização, atenuação e superação do recorte do discurso do Papa Gregório (séc. V) sobre a destinação das imagens como “bíblia para os iletrados”. Esta passagem que se reproduz nos manuais e mesmo em materiais mais densos sobre o medievo apresenta-se, muito comumente, ainda, desconectada do discurso inteiro: uma carta de admoestação que se referia a imagens narrativas num contexto iconoclasta.

Ao classificar os textos que se referem às imagens, Cristina Pereira apresenta vozes discordantes à de Gregório (como a de Paulino de Nola ou a dos neoplatônicos), quando se reporta aos discursos teóricos. Os discursos sobre as práticas, revelam a pouca atenção dos intelectuais eclesiásticos acerca da normatização das imagens. Os registros indiretos e associados a contextos muitas vezes delicados obrigam o historiador a uma busca em textos dispersos e de naturezas muito distintas (cartas, tratados, material hagiográfico). Do mesmo modo, os textos que se referem aos produtores das imagens: cartas, contratos, referências dispersas que os mencionam em função da valorização dos comitentes, textos laudatórios, esses mais comuns nos últimos séculos medievais, assim como em necrológios, crônicas e hagiografias. As questões teológicas perpassam mais ou menos fortemente as diversas categorias, mas evidencia-se a pouca uniformidade e a ausência de discurso articulado e continuado. A quase ausência de referências diretas sobre a recepção das imagens e a difícil captação dos efeitos da figuração junto aos observadores nos faz refletir sobre o sentido do silêncio. De todo modo, ele nos parece indicar muito mais nossas angústias em entender por escrito o que tomaram os homens do passado pelo olhar. E principalmente pelo olhar.

Historiadores e historiadores da arte veem suas fronteiras dissolvidas pela aproximação de seus interesses e o esboroar-se de conceitos arraigados. A aproximação de historiadores da arte como Michael Baxandal de questionamentos marcantes da História da Cultura e a percepção cuidadosa sobre o objeto artístico dos primeiros adotada pelos historiadores da cultura, a exemplo de Carlo Ginzburg, trouxeram enormes ganhos para a emergência de novas possibilidades de trabalho. As fronteiras entre Renascimento e Idade Média, Humanismo e valores do medievo se esfumaçam na consideração das imagens. O estudo de Maria Eurydice de Barros Ribeiro sobre a obra de Uccello, a Batalha de São Romano, do século XV, historiciza o próprio objeto, apontando-nos para uma perspectiva de história não somente centrada na consideração das condições de produção do objeto ou de sua recepção prevista, mas também para a trajetória mesma do objeto de arte-documento. A imagem evidenciada fez parte de tríptico, que hoje repartido, compõe acervos que, inclusive, desconsideram sua origem. Os espaços que ocupam cada parte da antiga peça original, o lugar em que habitam, a singularidade que adquiriram, os olhares que suscitam, deram autonomia e ressignificaram as imagens.

O caráter emblemático da pintura, que justificou sua posse por Lourenço de Medici, assim como o uso da perspectiva e valor investido em ouro e prata, tornaram essa obra uma referência para o medievo florentino. A intencionalidade da obra inquieta a estudiosa que reafirma o caráter de registro e comemorativo da Batalha de São Romano, conflito que deu vitória a Florença sobre Siena poucos anos antes de sua confecção.

Dois estudos de caso, ainda, apresentam análises de imagens associadas ao universo cristão medieval. Adriana Zierer desenvolve um estudo sobre as várias formas de representação do Diabo na iconografia medieval. A partir de imagens retiradas da Vision de Tondal, do século XII, com uma versão iluminada no século XV, dedicada à duquesa Margaret de York (1475) e do Livro de Horas Les Très Riches Heures do Duc de Berry, produzido pelos irmãos Limbourg, também do século XV, a historiadora aponta para a riqueza de elementos que compõem a imagem do Diabo. As variações nas suas representações que indicam maior complexidade na representação da figura. Assim, uma imagem convencionada do Diabo foi a figura da Boca do Inferno, que está associada a animais como o dragão e a serpente, os quais, por sua vez ligam-se ao monstro bíblico Leviathan. Na Vision de Tondal, os seus guardiões, na entrada da cavidade, são elementos da cultura popular (os gigantes Fergus e Connal, associados à mitologia irlandesa). Já nas imagens produzidas pelos irmãos Limbourg o Diabo apresenta-se, por um lado, entre formas humanas e animalescas, como na imagem do “Inferno”, ou como como um belo anjo no momento em que traiu Deus, portando halo.

No texto de Tamara Quírico, o exame da dupla funcionalidade da cena de Juízo Final, particularmente nos últimos séculos medievais, valoriza a superação de uma objetivação unívoca para as imagens. Além da consideração da cena como momento especialmente valorizado no contexto da religiosidade cristã e dos efeitos esperados quanto à reafirmação dos destinos dos homens, santos e pecadores, pouco ou muito pecadores, a cena remete a outras preocupações dos homens. Nesse caso, a evocação da justiça dos homens equiparada à justiça de Deus.

Na esteira da historiografia francesa, particularmente de Jean-Claude Schmitt e Jérôme Baschet, o “lugar” da imagem importa além da consideração de um contexto da obra. A imagem que se define pelo seu conteúdo cristão, formula-se com intencionalidades outras, além da religiosa. Esta tem sua intenção apontada a partir também do local que a abriga. Nessa perspectiva, Tamara Quírico interpreta o ciclo de afrescos com o tema do Juízo Final executados na Capela Madalena ou (del Podestà), no Palazzo del Bargello, em Florença. Provavelmente concebido por Giotto di Bondone, por volta de 1336, o ciclo do último julgamento, embora, executado no interior de uma capela, estava localizado originalmente na sede da justiça do governo florentino. A suposta obviedade do assunto tratado se redefine na análise que a associa à valorização do tribunal e ações judiciárias. Assim, a imagem atua sobre duas temporalidades, aquela do tempo presente e aquela do futuro julgamento.

Os artigos, enfim, nos oferecem uma amostragem dos estudos realizados no Brasil sobre as imagens medievais. As justificativas para os estudos sobre o medievo em nosso continente, cremos, já foram apresentadas inúmeras vezes, e pensamos que isto já não deveria se fazer, ainda, necessário. Nossa cultura colonial europeia é medieval e por isso somente já deveríamos guardar atenção e cuidado. Quando pensamos no quadro das expressões visuais, cabe lembrar, todavia, que o ocidente desenvolveu uma cultura imagética que hoje se pulveriza pelas mídias eletrônicas, mas cuja trajetória se torna imprescindível para a reflexão sobre como lidamos com o olhar. Não pensamos que um caminho unívoco tenha nos levado a essa sociedade de imagens em que vivemos, mas perceber as inquietações, ousadias e censuras quanto ao que se vê e o que se cria para ser visto, assim como os silêncios e vazios, é absolutamente necessário.

Angelita Marques Visalli – Doutora em História. Universidade Estadual de Londrina. Departamento de História.

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História, Imagem, Ciência & Cultura | ArtCultura | 2016

O minidossiê História, Imagem, Ciência & Cultura tem como objetivo trazer a público uma análise do papel cultural da ciência no mundo ocidental, enfatizando suas formas de divulgação e de difusão. Tal empreitada faz coro ao movimento mais recente da historiografia de não considerar o desenvolvimento das ciências tão somente com base na demarcação entre ciência e não ciência, ou, segundo Thomas Gieryn, entre o “analítico (teorizações) e o prático”1 , mas de buscar uma apreensão a partir das práticas e dos jogos de acomodação/negociação que propiciam sua circulação.

Com uma proposta integradora, centrada na temática de cultura visual da ciência construída no tempo histórico, o minidossiê reúne trabalhos que discutem a utilização de imagens e os diferentes contextos de visibilidade, suas práticas representacionais e objetivação do conhecimento, procurando reconhecer, valorizar e (re)significar as relações constituintes entre imagem e produção do conhecimento. Leia Mais

Imagem e cultura visual / Revista História da Educação / 2015

Esse dossiê busca contribuir com os estudos que se inscrevem na interface entre cultura visual e história da educação e ampliar as possibilidades investigativas da dimensão visual da educação, em perspectiva histórica. Mais que incorporar os documentos visuais como elementos complementares do campo empírico das pesquisas, em geral calcadas sobre os escritos, pesquisar as imagens e a cultura visual, encontra sentido na problematização dos aspectos da visualidade da educação, seja ao delimitar os contornos das cadeias de produção, circulação, usos, consumo e apropriações das imagens; seja ao explorar as associações entre o visível e o invisível, nas quais estão subjacentes as relações de poder configuradoras do social. Desse modo, ao problematizar a dimensão visual da educação, vários dos estudos aqui apresentados propõem novas miradas às imagens produzidas, com diversas funções, no âmbito escolar e universo familiar, ambos extensamente investigados pelos historiadores da educação. Porém, instiga a ultrapassar o âmbito tradicionalmente consagrado dos estudos de história da educação ao apresentar objetos ainda pouco desbravados entre nós, como as revistas ilustradas ou o cinema.

Os artigos aqui reunidos procuram contemplar pesquisadores de diferentes universidades brasileiras e internacionais, não se restringindo àqueles vinculados diretamente ao campo da História da Educação. Convidam o leitor a dialogar com aportes teóricos e metodológicos oriundos da História da Arte, da Semiótica, da Estética, do Cinema, da Comunicação, da Arquitetura, entre outras áreas cuja tradição assenta-se no trabalho com as imagens. Acredita-se que esses olhares podem contribuir com as investigações em história da educação, uma vez que propõem indagações mais enriquecedoras a documentos já interpretados a partir de outros aspectos, ou proporcionar a descoberta de repertórios visuais relegados a segundo ou terceiro plano.

Assim, abrindo o dossiê, Olivier Lugon em Nova objetividade, nova pedagogia: a respeito de Aenne Biermann. 60 Fotos, (1930) analisa o livro de fotografias dessa artista que se inseriu no movimento da Nova Pedagogia alemã, cujo substrato consistia em substituir o ensino livresco tradicional pelo contato direto com os elementos do saber. Segundo Lugon, a Nova Objetividade na fotografia, por essa razão, alcançou um papel pedagógico de grande relevância na Alemanha ao possibilitar aos estudantes o contato visual com as coisas do mundo. Mas mais que possibilitar a produção de livros com imagens didáticas para uso em sala de aula, tarefa que vários fotógrafos assumiram naquele contexto, a aprendizagem da fotografia foi incluída nas escolas alemãs, primeiramente como recurso do ensino gráfico criativo e, posteriormente, como ferramenta do ensino de diversas matérias através da projeção visual. Desse modo, Lugon aborda como arquitetura e fotografia foram reunidas de modo a construir no espaço da sala de aula um ambiente de máxima concentração para aprendizagem por meio das imagens, elaboradas de forma mais objetiva possível em relação ao seu referente, possibilitando, no isolamento da escola em relação ao mundo, conhecê-lo através das imagens fotográficas. Por outro lado, o autor explora as concepções contraditórias que reuniram fotografia e pedagogia moderna, nos anos 1920, mostrando que estas buscavam uma aprendizagem sem a leitura, restituindo à criança seu primeiro olhar sobre as coisas e tentando afastá-la das noções já incorporadas através da cultura e da educação.

Andrea Cuarterolo, em El cine científico en la Argentina de principios del siglo 20: entre la educación y el espectáculo, aborda a produção e exibição de filmes científicos, balizados pela ideia de conciliar aprendizagem e diversão. Inicialmente, produzidos por médicos cirurgiões, tais filmes caracterizavam-se como recursos pedagógicos destinados a um público especializado, adquirindo, na década de 1920, características de ampla divulgação visual das ciências para as massas de imigrantes não conhecedores do idioma, em contexto de propagação de doenças contagiosas e de difusão das ideias higienistas. Ao chegarem às escolas esses filmes constituíram-se como híbridos de espetáculo e educação, algumas vezes, alcançando grande sucesso de bilheteria nas casas de exibição por abordarem temáticas censuradas, sob véu científico. Além do especial interesse que suscita o texto da autora pela dimensão educativa do cinema nas primeiras décadas de sua existência, esta explora os denominados filmes órfãos, realizando uma arqueologia desses materiais parcamente preservados e difundidos da história do cinema na Argentina.

Na sequência, Ana Maria Mauad em Usos e funções da fotografia pública no conhecimento histórico escolar introduz a noção de fotografia pública, reportando-se, por um lado, à produção de imagens de eventos sociais, realizada por autores independentes ou a serviço institucional; e, por outro lado, às funções de representações do poder na cena pública. Segundo a autora, o potencial de mobilização de memórias e de representações históricas tornam a fotografia pública documento e monumento do passado, daí sua utilização pelos livros didáticos de história. A partir de quatro situações, a autora analisa criticamente os usos e funções da fotografia pública nos livros didáticos, alertando para as ausências observadas e oferecendo pistas para uma operação histórica com imagens, que considere os circuitos de produção e circulação, bem como as economias visuais nas quais se inserem.

Cláudio de Sá Machado Júnior em Fotografia, imprensa de variedades e educação: discursos visuais e textuais sob o foco de uma pedagogia de revista problematiza o potencial educativo da imprensa de variedades e sugere pistas metodológicas à História da Educação, através do exame das configurações narrativas que associam imagens fotográficas e textos escritos. A partir da análise da Revista do Globo, o autor discute em que medida fotografia e escrita inserem-se numa pedagogia do olhar, de modo a compor um mundo pré-configurado e em consonância com seu público leitor.

O último artigo do dossiê intitula-se A grafia dos corpos no espaço urbano: os escolares no álbum Biografia duma Cidade, Porto Alegre, 1940, de minha autoria. São tecidas considerações em torno da relação entre cultura escolar, cultura fotográfica e cultura visual. Nessa perspectiva, é possível verificar a produção de uma cultura visual escolar particular caracterizada por diversos elementos, entre os quais as fotografias veiculadas em relatórios, álbuns, revistas, cartões postais. Através da análise de determinadas imagens fotográficas do álbum Biografia duma cidade, é possível perceber, entre outros aspectos, os modos de inserção da cultura escolar no espaço urbano, bem como explorar as relações entre visibilidade e invisibilidade dos sujeitos fotografados, seja na escola, seja na cidade.

Por fim, vale ressaltar que este dossiê, tendo em vista os limites estabelecidos pela revista, constitui um anúncio de uma parcela do potencial de investigações em torno das imagens e da cultura visual no âmbito da História da Educação, que no Brasil tende a se expandir. O desejo é menos de esgotar as possibilidades, tarefa inalcançável, e mais de inspirar pesquisadores a incorporarem em seus estudos a dimensão visual reportada à educação, almejando, ainda, que os achados suscitados de documentação ainda quase inexplorada fomente a preservação dos repertórios visuais, seja nas instituições escolares, seja no âmbito privado.

Zita Rosane Possamai – Universidade Federal do Rio Grande do Sul.


POSSAMAI, Zita Rosane. Apresentação. Revista História da Educação. Porto Alegre, v. 19, n. 47, set. / dez., 2015. Acessar publicação original [DR]

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As imagens no tempo e os tempos na imagem / História – Questões & Debates / 2014

As imagens no tempo e os tempos da imagem A onipresença da imagem na sociedade contemporânea, veiculada em distintos suportes tecnológicos e com múltiplas finalidades, tem estimulado o debate entre os estudiosos de diferentes áreas do conhecimento. Até há pouco tempo a imagem encontrava-se, praticamente, restrita ao domínio da disciplina de História da Arte e dos aportes da Estética, aos seus estudos formais e estilísticos. Na atualidade, a imagem tem propiciado a constituição de novos campos de pesquisa, atrelados à Antropologia, à Comunicação e aos novos paradigmas científicos.

A História da Arte enfrenta um processo de revisão de conceitos, teorias e métodos norteadores e tem sido desafiada a repensar os processos de instauração das imagens, suas montagens e desmontagens, suas memórias e temporalidades, além de seus processos de exibição, circulação e legitimação. A História também passa por mudanças ao valorizar e depositar maior confiança nas potencialidades da imagem como fonte de estudo do passado, mas consciente de que não basta perguntar somente que história ela documenta e de que história ela é contemporânea, mas que “memória ela sedimenta”,[1] que temporalidades ela evidencia.

Os estudos de imagens cristãs medievais [2] colaboraram para o melhor entendimento histórico e antropológico. Nesses foi observada a sua eficácia espiritual e política para a formação do imaginário individual e coletivo, exercida pelos rituais, bem como outros usos e funções. Esses estudos possibilitaram ainda verificar o imago, como fundamento de uma Antropologia Cristã, que rejeitou a imitação da imagem antiga pagã para promover a transcendência. As cores e as formas se constituíram como indícios simbólicos de uma realidade invisível e da Encarnação. Ao mesmo tempo em que a imagem exercia eficácia espiritual e controle social, ela poderia simbolizar a posse de territórios, como o Vaticano, representar cidades, criar locais de peregrinação, dentre outras funções. Os historiadores puderam observar o poder da imagem e a presença de memórias e temporalidades distintas, de fantasmas, apesar da aversão cristã ao antigo mundo pagão.

Estudos recentes evidenciam que diante da imagem os tempos coexistem e revelam a sua complexidade, seus diferentes estratos se cruzam e se contradizem. Algumas imagens, como, por exemplo, as do fotojornalismo, revelam as memórias das tragédias e de acontecimentos de muçulmanos com reminiscências da iconografia cristã. O algeriano Hocine Zaourar apresenta na “Madona de Benthala” (1997) múltiplas memórias, desde as Pietás medievais, do Renascimento e, sobretudo, barrocas da religião cristã para manifestar o sofrimento da mulher no massacre de Benthala. Essas imagens, como outras, são montagens de diferentes memórias, estratos de tempos e lugares que se realizam pela via da contradição e que geram outras imagens em distintos suportes.[3] As migrações simbólicas e as sobrevivências culturais, na longa duração, e em imagens de diferentes suportes técnicos, foram verificadas, no início do século XX, nos estudos de Aby Warburg relativos ao Renascimento florentino.[4]

Cinema, fotografia, publicidade, artes revelam as sobrevivências, os anacronismos e os reencontros de temporalidades contraditórias e descontínuas que compõem as imagens nas suas montagens, ao apresentarem a tessitura de resíduos, traços e vestígios de tempos distintos, de nossa memória inconsciente. O tempo não significa necessariamente o passado, mas a memória, porque ela decanta o passado, o humaniza e configura o tempo. A memória é psíquica no seu processo e é anacrônica nos seus efeitos de montagem, pois ela conecta o inconsciente.[5]

O dossiê ora apresentado aborda as relações entre a história e a imagem a partir desse recorte que privilegia o tempo humanizado e configurado em memória, ou seja, edificado pelo processo da montagem que resulta em narrativas audiovisuais, coleções de fotografias, ações performáticas, charges, exposições e obras de arte.

Ao mesmo tempo, vale lembrar que a noção de imagem contém um duplo âmbito, ou seja, a reminiscência (mental e mnemônica) e o produto físico (gravura, pintura, fotografia).[6] Assim, toda a imagem também pode ser pensada enquanto um produto posto em circulação na sociedade, elaborado a partir de encargos e diretrizes [7] concernentes à sua época de produção, comercializado, colecionado, exibido, consumido e ressignificado por um determinado público. As imagens impregnam sentidos e valores que se constroem justamente nessa dinâmica social, em que toda a produção e o consumo estético estão profundamente imbricados às formas de relacionamento social e político que se estabelecem nos mais variados contextos culturais. Tanto os produtos visuais que tensionam os nossos esquemas de interpretação da realidade e os nossos padrões de gosto quanto os que os reforçam fazem parte do nosso modo de dar sentido ao mundo em que vivemos. Apresentam particularidades próprias e conformam campos estritos de estudo (as artes visuais, o cinema, o design, a publicidade), mas, ao mesmo tempo, se articulam sutilmente a outros âmbitos da cultura, assumindo importante participação tanto nas “permanências” quanto nas “rupturas” que se processam na sociedade ao longo do tempo.

Desse modo, ao reunir pesquisadores cujos estudos recentes se debruçam sobre a questão das imagens no tempo e dos tempos da imagem em suas mais variadas significações, pretendemos, com este dossiê, explorar a diversidade de enfoques, além de fomentar o debate acerca da relevância e da complexidade dos estudos atuais acerca do tema. Os artigos ora apresentados enfocam, por ângulos variados, algumas questões relevantes sobre memórias, temporalidade e circulação social das imagens que podem ser descritas, grosso modo, a partir de quatro eixos.

O primeiro diz respeito à abordagem dos arquivos e museus como espaço de acondicionamento de artefatos visuais (fotografias, impressos, móveis entalhados, obras de arte e seus registros documentais). Diz Raul Antelo, em seu artigo, que no museu reside “o espectro de uma destinação”, descrevendo-o como “câmara de reclusão e confinamento da imagem”. Tais espaços de reclusão são tomados como ponto de partida pelos autores dos artigos para pensar a dimensão temporal dos mesmos – desde a preservação e o “congelamento” da história, passando pelas ideias de imobilização do tempo, até a construção de memórias e a ressignificação de esquemas iconográficos que se repetem ao longo dos séculos. Este eixo perpassa os textos de Angela Brandão, Solange Lima e Vicente Sánchez-Biosca, que se debruçam sobre arquivos bem específicos, mas também o de Artur Freitas, que focaliza um caso de obra artística efêmera e de caráter notadamente anti-institucional, mas realizado dentro do espaço oficial de um museu.

O segundo eixo tangencia o suposto caráter “documental” da imagem técnica (fotografia e cinema) e sua capacidade de “capturar” o instante, um fragmento do tempo, cristalizando-o em imagens, fazendo-nos ver nelas elementos que muitas vezes nos escapam ao olho nu e construindo sentidos sociais. Ao mesmo tempo, essas imagens transformam-se, como diz Sánchez-Biosca, em “fantasmas de outros tempos que nos observam”. O artigo de Josep Català também pontua essa “função maravilhosa e surpreendente que permite congelar o presente e convertê-lo, imediatamente, em memória visual” – fato que deslumbrou uma fase da modernidade que se empenhava em “converter o mundo num acúmulo de fatos pesáveis e mensuráveis, portanto, arquiváveis”. Mas também outros sentidos menos ligados à vontade classificatória do mundo se constroem em torno dessa função de “congelamento do tempo” atribuída às fotografias. Apontando para uma prática social e cotidiana das fotografias de família, Solange Lima diz, em seu artigo, que as práticas de colecionismo de álbuns fotográficos podem ser entendidas enquanto “performances de caráter afetivo e emocional a serviço da rememoração”. Artur Freitas tem como objeto de estudo um vídeo que é o único registro de uma obra “efêmera” que, sem tal registro, já não seria visualizável. E Ana Maria Mauad aponta para o âmbito social da circulação de fotografias documentais na mídia e a construção de sentidos em torno das mesmas, avaliando a dimensão temporal da fotografia enquanto uma “experiência vivencial”.

Um terceiro eixo que perpassa os artigos deste dossiê diz respeito à montagem das imagens e suas memórias ou tempos diferentes, que se articulam à circulação de símbolos e suas sobrevivências na longa duração. No artigo de Sánchez-Biosca, isso se faz ver pela descrição dos usos das mesmas imagens filmográficas em variados contextos e narrativas. Ignácio Del Valle Dávila, por sua vez, analisa dois filmes históricos em que “passado e presente se inter-relacionam num jogo de espelhos”. E, nas reflexões desenvolvidas por Català, ele menciona os espaços “metatemporais” que agrupam as distintas temporalidades das imagens que eles mesmos contêm, ou seja, que consistem em espécies de painéis, no sentido warburgiano, permitindo visualizar um “fluxo temporal que une as imagens de diferentes épocas”. Essa dimensão, no que se refere à sobrevivência das imagens em tempos diferentes, é observável também nos textos de Ana Maria Mauad e de Angela Brandão, quando as duas autoras buscam enfatizar certos “diagramas”, schemas ou matrizes iconográficas que são desenvolvidos culturalmente e que podem ser reconhecidos em imagens de contextos temporais bem distintos. Enfim, como escreveu Raul Antelo no início de seu artigo, “a história é montagem de temporalidades diversas” que obedecem à ilusão do “já-vivido”.

E ainda um quarto eixo perceptível nos artigos é o enfoque sobre os diferentes usos históricos (temporais, portanto) das imagens, com finalidades políticas, cívicas ou didáticas. Esse eixo pode ser exemplificado tanto pela construção das imagens de personagens políticos quanto pelas missões cívicas, políticas e didáticas atribuídas ao cinema e às artes em certas políticas culturais, questões claramente apontadas nos artigos por Ignácio Del Valle Dávila, Eduardo Morettin e Rodrigo Tavares. Entretanto, outra forma de uso político da imagem – ou de ações visuais – pode ter como finalidade a provocação e a contestação em relação aos valores estéticos e políticos vigentes, como o caso tratado no artigo de Artur Freitas, que aponta para o caráter efêmero e impalpável de certas obras como forma de reação ao anseio pela “permanência”.

Tais eixos, é importante frisar, não estão presentes com exclusividade em um ou outro texto. Estão, por assim dizer, mesclados e respingados nos diversos ângulos e objetos escolhidos pelos autores para elaboração de seus artigos. Vale, portanto, situar brevemente o leitor quanto ao conteúdo dos artigos que compõem este dossiê.

No texto de abertura, Josep M. Català Domènech mobiliza o conceito de “espaço-tempo” e apresenta-o como um dispositivo hermenêutico para se pensar a realidade, especialmente quando associado ao fenômeno cinematográfico e seus desdobramentos. Afirma que o pensamento histórico ainda não se adaptou às novas formas de pensar o tempo advindas com a invenção do cinema e com as teorias físicas desenvolvidas por Einstein e Minkowski (autor do conceito de espaço-tempo). Afirma que a história se ocupa muito pouco dos problemas do tempo, ainda que o considere a sua matéria-prima. Segundo Català, atualmente é preciso considerar uma nova dimensão do tempo recentemente detectada, que corresponde à fase em que o tempo está “sendo visualizado”. Portanto, para compreender as dimensões deste fenômeno, se faz necessário buscar entender quais relações o tempo estabelece com a visualidade. Sua questão, no artigo, é refletir sobre o tipo de história que surge do “tempo visualizado”, ou seja, do que se entende por tempo na era das imagens. Desde meados do século XIX vivemos um regime das “imagens instáveis”, que aparecem na caricatura, na fotografia e até na literatura, e Català se pergunta se temos compreendido o que essa nova formação das imagens significa na história da representação visual. Para ele, o movimento aparece como a essência do tempo, já que se mostra como fator de transformação da percepção (e não como representação naturalista que supre uma carência da imagem fixa). Assim, o espaço-tempo visualizado, seja através do cinema ou das novas imagens de interface, se converte em nova ferramenta mental.

Em seguida, o artigo de Raul Antelo traz uma reflexão sobre os textos publicados pelo poeta e fotógrafo Sylvio da Cunha na coluna “Letras e Artes” do jornal carioca A Manhã ao longo de 1947 e 1948. Segundo Antelo, Sylvio Cunha teria elaborado “a primeira teoria da fotografia no Brasil”, ou, talvez mais do que isso, uma “antropologia do sensível”, por meio das ideias que se aproximam às de Walter Benjamin. Ao definir poesia, Cunha fala de “fotografias da memória” ou “imagens do pensamento”. Ao falar sobre as origens da fotografia e as resistências a ela no século XIX, o poeta fala das sombras e das superstições em torno da “imagem refletida” e dos fantasmas (imagens-eidolom) que atravessam os séculos. “Os fotógrafos de 1850 eram manipuladores de sombras”, dizia. E buscava definir uma estética para essa linguagem, identificando, entre os seus atributos, o aparecimento da quarta dimensão – o tempo – “no momento transitório e cambiante, uma face da eternidade que é possível contemplar livremente”. Ao definir o cinema, Cunha o descrevia como “uma fotografia em estado de sonho”. Observa-se, assim, uma articulação entre os dois textos – espaço- -tempo de Català / fotografia como essa linguagem que contém o “tempo” como um de seus atributos.

Na sequência, o artigo de Vicente Sánchez-Biosca pode ser encarado como um estudo pontual sobre um conjunto de imagens que traduzem essa ideia de “tempo visualizado” ou, noutras palavras, permitem que fragmentos de um tempo passado sejam vistos por nós como verdadeiros fantasmas de um pesadelo histórico: as filmagens feitas no Gueto de Varsóvia ao longo dos meses de abril e junho de 1942, pouco antes das deportações dos judeus daquele Gueto para os campos de extermínio. Trata-se de um material que traz em si as marcas das condições do tempo e do lugar em que foi gestado e que se desvia, hoje, de sua possível função propagandística original (uma vez que foi produzido por cinematografistas a serviço do governo alemão), tornando-se ambíguo e, portanto, mais rico enquanto arquivo visual. Sánchez- -Biosca se propõe a analisar usos documentais desse material de arquivo bruto ao longo do tempo: os modos como foi montado, sonorizado, trucado, explorado, pontuando que essas intervenções revelam aspectos das tendências hegemônicas de cada período histórico, tanto no âmbito estético quanto no ideológico. Aborda as estratégias de reapropriação deste material e de seus diferentes usos que fazem significar coisas distintas. Desse modo, o autor discute os processos de montagem da imagem e suas memórias ou tempos diferentes, apontando para sua sobrevivência na longa duração.

O artigo de Ana Maria Mauad também contém essa ideia de montagem e da sobrevivência da imagem em tempos diferentes, bem como discute a questão biográfica das imagens e seus significados culturais. Para tanto, toma como ponto de partida uma fotografia produzida pelo francês Marc Riboud, em 1967, que mostra uma moça com uma flor diante de soldados armados. Defende que a fotografia é “espécie de condensação de tempos que já não existem, mas permanecem estáticos na superfície fotográfica, como se previssem o futuro”. Mobiliza o conceito de foto-ícone, associando-o ao estudo da cultura pública na democracia americana moderna, para então propor outra perspectiva para se operar com esse conceito, apoiando-se na noção de que todas as imagens possuem uma biografia, e de que “não existe uma história por detrás das imagens, mas imagens que fazem história”. Para refletir sobre a fotografia de Riboud, toma como eixo a presença da flor como signo de paz, remontando à presença da flor nas representações da Anunciação na renascença italiana e projetando suas significações às imagens das movimentações de rua no Brasil de 2013. Aponta para essa trajetória de imagens no tempo para afirmar, pautada em Hans Belting, que “as imagens ganham corpo por meio de práticas sociais, em que sujeitos incorporam as imagens tanto como ideia e representação quanto como objetos, marcas corporais e gestos”.

O artigo de Angela Brandão dá sequência ao dossiê e tem como ponto de partida um objeto pertencente ao Museu Arquidiocesano de Arte Sacra de Mariana, qual seja, um trono episcopal atribuído a Antônio Francisco Lisboa (datado de aproximadamente 1790), entalhado com um esquema decorativo composto por três figuras angelicais. A partir deste objeto, a autora estabelece uma reflexão em que busca identificar as “matrizes visuais destes elementos simbólico-decorativos: os querubins e os anjos portadores de mensagens”. Ao articular a presença das figuras entalhadas no referido trono com uma narrativa que envolve a descrição de crianças, meninos seminus, anjos e Cupidos como personagens dos cortejos realizados para a chegada do primeiro bispo de Mariana, em 1748, Brandão propõe uma interpretação sobre a transposição das figuras aladas da arte Antiga – especialmente de Eros, por meio do neoplatonismo – para o Renascimento, transposição herdada pela arte barroca e rococó, num processo que “passava pelo deslocamento da linguagem e de repertório escultórico do barroco romano do século XVII para o universo das esculturas para Mafra, em Portugal do século XVIII e, daí, em direção à arte no Brasil do Setecentos”. Assim sendo, a partir do estudo das figuras de anjos presentes nos entalhes do mobiliário brasileiro do século XVIII, ressalta esquemas iconográficos que sobrevivem ao tempo e que se ressignificam em diferentes contextos histórico-culturais.

Solange Lima, inspirada num artigo de Elizabeth Edwards, discute as práticas museológicas colecionistas, tomando como ponto de partida um armário (ou repositório) de doações feitas ao Museu Paulista, o A41, cujo conteúdo é composto primordialmente de fotografias de família produzidas em diferentes períodos e para diferentes circuitos das esferas pública e privada. A autora enfatiza, no artigo, as permanências nos enquadramentos e suportes materiais observáveis na produção dessas imagens do tipo “retrato” em diferentes momentos históricos e que se mantêm para além da diversidade de suas funções (afetivas, cívicas, religiosas, históricas e celebrativas). Além disso, Lima debruça-se sobre o processo ativo de musealização desses documentos iconográficos capazes, segundo ela, “de iluminar práticas cotidianas de uma sociedade calcada no regime escópico”. Assim, ao partir de “um conjunto formado pela prática de coleta museológica”, questiona em que medida esses objetos visuais podem ser considerados de interesse para tratar da visualidade da sociedade contemporânea e, ao mesmo tempo, pondera sobre os efeitos sociais provocados pelas políticas de coleta de acervos dos museus. Com tais questões a lhe guiar, e a partir de diferentes exemplos extraídos da sua prática profissional, a autora reflete sobre o tempo das imagens na vida cotidiana e como parte de acervos museológicos.

Já Artur Freitas, partindo da relação conflituosa entre a temporalidade das artes performáticas e a espacialidade dos museus de arte, analisa o caráter ritualístico da obra Situações Mínimas, realizada pelo artista plástico Artur Barrio em 1972. A análise é feita a partir do filme homônimo que documenta o ritual. A obra de Barrio é considerada, no texto, como “uma forma de profanação das condições institucionais inerentes a um museu de arte” e vista como um caso capaz de ajudar na compreensão dos embates entre vanguarda e museu, num contexto em que um Museu de Arte contemporânea (MAC) acabara de ser criado na cidade de Curitiba. Definindo o museu enquanto “frigorífico da história”, o autor diz que o MAC, ainda que defensor de uma “museologia progressista”, tinha que lidar com a precariedade financeira e com as contradições entre as regras especificamente expositivas de uma instituição museológica e o caráter anti-institucional da proposição “sacrílega” feita por Barrio, artista mais afinado aos “gestos insubordinados das vanguardas contraculturais” e que usa “da temporalidade e do próprio corpo enquanto dispositivos poéticos”.

Como parte de um projeto mais amplo que investiga as representações cinematográficas da independência sob regimes autoritários na América Latina, o artigo de Ignácio Dell Valle Dávila privilegia a análise dos dois filmes históricos mais representativos da produção cinematográfica cubana dos anos 1960-70 (Lucia, de Humberto Solás, e La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez), refletindo sobre os usos históricos do cinema enquanto parte de um projeto político de edificação da memória nacional. Por meio da análise fílmica, o autor observa como o Instituto Cubano de Arte e Indústria Cinematográfica (ICAIC) associou as guerras de independência com a revolução cubana, dentro de uma política cultural que privilegiava a produção de um cinema histórico que abordava o processo de independência como uma etapa no processo de luta pela liberdade nacional. Tais realizações cinematográficas estavam afinadas ao estabelecido pela lei de fundação do ICAIC, em 1959, segundo a qual a história cubana seria um dos principais temas do cinema da Ilha. O autor busca, ao mesmo tempo, avaliar as estratégias narrativas e estéticas que os dois cineastas desenvolveram em seus filmes e que lhes permitiram satisfazer as diretrizes dessa política cultural oficial sem renunciar às suas inquietudes criativas.

O artigo de Eduardo Morettin reflete sobre a participação do cinema na Exposition Coloniale Internationale et des Pays d’Outre-Mer, que ocorreu na cidade de Vincennes, vizinha a Paris, entre maio e novembro de 1931, pensando os usos históricos do cinema como projeto cívico articulado à ideia de nação. A exposição era dedicada a celebrar o império colonial constituído pela França desde o XIX. Dentro de uma perspectiva de valorização do Império Colonial, o autor afirma que o cinema teve papel decisivo na construção e no reforço de um imaginário voltado à afirmação da França como nação condutora da civilização e busca situar historicamente tanto a exposição quanto o cinema. Segundo ele, sabia-se que o potencial do cinema era equivalente ou até maior do que uma exposição universal, pois o cinema já era percebido como um dos principais vetores de intervenção no campo político.

Por fim, Rodrigo Tavares analisa os desenhos retratando o político paulista Ademar de Barros que foram publicados nos jornais comunistas Hoje e Novos Rumos. Seu intuito é compreender como as imagens foram utilizadas na construção da figura do político de acordo com os interesses do Partido Comunista Brasileiro (PCB), no período entre 1947 e 1964. O autor discute, dessa forma, os usos históricos da charge na mídia impressa, enquanto projeto de construção e de difamação de um mesmo personagem político, em momentos distintos da sua relação com o Partido Comunista.

Agradecemos aos colegas que colaboraram com o presente dossiê e possibilitaram ampliar os estudos e reflexões teóricas sobre a imagem e o tempo e o tempo na imagem no campo da história e áreas afins.

Notas

1. DIDI-HUBERMAN, Georges. La condition des images. Entretien avec Frédéric Lambert et François Niney. In: LAMBERT, F. L’éxpérience des images. Paris: INA Éditions, p. 95.

2. BELTING, Hans. Das Bild und Publikum im Mittelater. Berlim: Gebr. Mann Verlag, 1981. L’image et son public au moyen-âge. Paris: Gerard Monfort, 1998. Bild und Kult. Munique: Verlag C. H. Beck o H.G., 2004. Semelhança e presença. A história da imagem antes da era da arte. Rio de Janeiro: ARS URBE, 2010. SCHMITT, Jean-Claude. Le corps des images. Essais sur la culture visuelle au Moyen-Âge. Paris: Gallimard, 2002. O corpo das imagens. Ensaios sobre a cultura visual na Idade Média. Bauru, São Paulo, 2007.

3. DIDI-HUBERMAN, Georges. Image, événement, durée. In: CARERI, Giovanni et al. Paris: Éditions de EHESS, 2009. Nesse texto, o autor apresenta a obra do artista contemporâneo Pascal Convert (1999-2004) efetuada a partir da fotografia de Georges Merillon (1990) sobre a previsão de catástrofe em Kosovo. O autor analisa o movimento das imagens sob outros suportes e diferentes temporalidades, além de salientar que o fotojornalismo provoca reflexões no público, a respeito das tragédias, e aciona novo olhar no artista.

4. WARBURG, A. A renovação da antiguidade pagã. Contribuições científico-culturais para a história do Renascimento europeu. Rio de Janeiro: Contraponto, 2013.

5. DIDI- HUBERMAN, Georges. Devant le temps. Paris: Éditions Minuit, 2000. p. 83-95.

6. Hans Belting diferencia tais âmbitos usando os termos em inglês image e picture. Ver: BELTING, Hans. Por uma antropologia da imagem. Concinnitas, n. 8, p. 66, jul. 2005.

7. Os conceitos de encargos e diretrizes são extraídos de Michael Baxandall e referem-se a: 1) encargos: a encomenda, a motivação para a edificação de um determinado artefato visual; 2) diretrizes: as diversas condições (estéticas, sociais, tecnológicas, ideológicas) envolvidas na realização do produto e que interferem nas suas finalidades e também na sua forma final. Ver: BAXANDALL, Michael. Padrões de intenção: a explicação histórica dos quadros. São Paulo: Companhia das Letras, 2006.

Maria Lúcia Bastos Kern

Rosane Kaminski

(Organizadoras)


KERN, Maria Lúcia Bastos; KAMINSKI, Rosane. Apresentação. História – Questões & Debates. Curitiba, v.61, n.2, jul./dez., 2014. Acessar publicação original [DR]

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História, imagem e cinema / Nearco – Revista Eletrônica de Antiguidade / 2014

Este número da Revista Eletrônica de Antiguidade NEARCO ratifica o Núcleo de Estudos da Antiguidade (NEA / UERJ) como um lugar de divulgação e produção do saber acadêmico. Nesses dezesseis anos de organização estabelecemos diversas publicações que tiveram a preocupação não somente de publicar artigos de professores renomados, mas de alunos de graduação e de pós-graduação com propostas de trabalhos interessantes e inovadoras.

Estamos na modernidade, ou na pós-modernidade e como historiadores devemos acompanhar as transformações do mundo. Quando divulgamos pesquisas em meios eletrônicos, novas formas de mídia e internet, nós objetivamos estabelecer ações que valorizem o diálogo interdisciplinar que permita ao historiador importar técnicas, teorias, métodos e problemáticas de outras áreas da ciência, contribuindo para uma análise histórica abrangente que proporcione a comunidade científica abordar temáticas associadas à instrumentalização e utilização de novas tecnologias.

Partindo desse pressuposto, a Revista NEARCO publica alguns artigos oriundos da XI Jornada de História Antiga da Universidade do estado do Rio de Janeiro que abordou o tema “História, imagem e cinema”. Os trabalhos publicados discutem assuntos que complementam ou ampliam o que alguns livros tratam de forma mais generalizada. Assim, ao divulgarmos tais pesquisas históricas procuramos enriquecer, ampliar o debate, propor novas metodologias e potencialidades originadas do senso crítico dos pesquisadores.

Boa Leitura!

Maria Regina Candido – Professora Doutora.

Junio Cesar Rodrigues Lima – Professor Mestre.


CANDIDO, Maria Regina; LIMA, Junio Cesar Rodrigues. Editorial. Nearco – Revista Eletrônica de Antiguidade, Rio de Janeiro, v.7, n.2, 2014. Acessar publicação original [DR]

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Tecnologia e Imagem / Domínios da Imagem / 2014

Acerca das histórias e estórias da relação entre imagem e tecnologia trata esse número da Revista Domínios da Imagem. Às primeiras dedicam-se os autores dos textos aqui articulados, às segunda dedicamos uma meta-narrativa fotográfica que, de uma colaborativa, entremeia os artigos com imagens recebidas por meio de dispositivos digitais.

Nossa imagem de capa é uma charge do historiador espanhol, pioneiro no que diz respeito às pesquisas sobre tecnologia, literacia e criação de escritas digitais, Antonio Rodriguez de Las Heras. Las Heras é catedrático da Universidad Carlos III de Madrid, diretor do Instituto de Cultura y Tecnología desta universidade e membro do conselho diretivo da revista TELOS. Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad. Em 1990 foi premiado, pela FUNDESCO, por seu livro Navegar por la información. Seus trabalhos podem ser encontrados em www.arsdelash.es . Na charge que utilizamos como abertura deste número da revista Domínios da Imagem, uma curiosa comparação entre a descoberta do fogo pelo homem com a descoberta da informação nos celulares. Em ambas, o descrédito social com que a inovação é tratada socialmente, assim como a previsão de uma revolução de grandes dimensões. Longe de prever na tecnologia alguma centralidade, seja do apocalipse, seja do nirvana, gostaríamos de assinalar que mais do que máquinas de entretenimento, a tecnologia constitui um objeto de estudo que deve ser respeitado.


[Tecnologia e Imagem]. Domínios da Imagem, Londrina- PR, v.8, n.14, 2014. Acessar publicação original [DR]

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Interfaces entre Morte e Imagem / Domínios da Imagem / 2013

O foco selecionado para a edição 13 fundamenta-se sobre as relações entre imagem e morte. Apesar de sua universalidade, na medida em que todos os seres estão fadados a perecer, a ponto de um antigo provérbio italiano afirmar que, não importando se rei ou peão, ao final do jogo todos acabam na mesma caixa, a morte constitui objeto de estudo uma vez que, culturalmente, são construídas diferentes representações em torno da mesma, tornando-a, portanto, domínio da História e outros campos do saber. Malgrado não sejam os únicos, os cemitérios constituem lugares privilegiados para pensar as tessituras entre imagens, símbolos e morte, como abordam os autores ao longo deste número.

Na capa, verifica-se o túmulo de Luz Maria Garcia Velloso no Cemitério da Recoleta, na cidade argentina de Buenos Aires. Trata-se da primeira necrópole pública portenha, fundada em 1822, abrigando sepulturas da elite do país a partir de diversos estilos arquitetônicos. O jazigo em questão possui sobre o féretro a representação da falecida em seu último sono, repousando à espera do Juízo Final. Isso é um resquício nos oitocentos de um imaginário cristão anterior ao século XII, em que a crença na alma como substância distinta do corpo físico não se encontrava ainda difundida. Entretanto, a estatuária jacente entrou em decadência no século XIX com o advento de outro instrumento de criação visual, a fotografia, que democratizou relativamente o acesso à imagem entre diferentes camadas da sociedade, colonizando os cemitérios dos séculos XX e XXI com imagens fotográficas, que passaram a representar o duplo dos trespassados.

Richard Gonçalves André – Professor do Departamento de História da Universidade Estadual de Londrina.


ANDRÉ, Richard Gonçalves. [Interfaces entre Morte e Imagem]. Domínios da Imagem, Londrina- PR, v.7, n.13, 2013. Acessar publicação original

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História, Teatro & Imagem | ArtCultura | 2011

Esta edição da ArtCultura: Revista de História, Cultura e Arte, serve, em parte, como um termômetro de diferentes frentes de pesquisa em que vêm atuando muitos dos nossos colegas que incursionam pelos domínios da história, sejam eles ou não historiadores de ofício. As referências acionadas são as mais diversas, compondo, portanto, um mosaico temático que expõe a carne viva da História, que oferecemos, com prazer, à degustação dos nossos leitores.

Se, nas revistas n. 11, 15 e 19, acolhemos três dossiês de caráter geral sobre História & Teatro, agora, ainda sob a organização de Kátia Rodrigues Paranhos, professora do Instituto de História da UFU e co-editora da ArtCultura, chegou a hora calibrar o foco de análise em torno da inter-relação entre História, Teatro & Imagem. Neste caso específico, o minidossiê aqui apresentado reúne três colaborações que revelam as relações viscerais mantidas entre teatro e cinema no fazer teatral e, assim, abrem espaço para revisitarmos questões que dizem respeito ao mundo das imagens e suas tecnologias. Leia Mais

O Tempo da Imagem | ArtCultura | 2010

Somos bancos de imagens vivos — colecionadores de imagens —, e, uma vez que as imagens entram em nós, elas não param de se transformar e de crescer.1

Lê-se na tese 14 de Sobre o conceito de história, de Walter Benjamin: “A História é objeto de uma construção cujo lugar não é o tempo homogêneo e vazio, mas um tempo saturado de ‘agoras’.”2 Isso signifi ca que a História deve transformar a imagem do passado em coisa sua (tese 2), para romper com o idealismo, o historicismo, o positivismo e a noção de progresso linear. Se passado e presente se encontram nessa dialética, diante de uma imagem estamos diante do tempo, plural e heterogêneo, aberto e híbrido, contraditório e descontínuo, o que implica uma certa dinâmica da memória. É com essa concepção benjaminiana de História que se abre o dossiê O Tempo da Imagem, com o artigo “Imagem, historiografi a, memória e tempo”, de Maria Lúcia Bastos Kern.

A sobrevivência de imagens tem levado antropólogos, filósofos e historiadores da arte a se interrogarem sobre o estatuto da imagem na história. Interrogações que instigam os historiadores a refl etir sobre o uso da imagem para uma nova maneira de fazer História, cuja “novidade vem de um pensamento específi co sobre o poder da imagem”.3 O ato de inventar uma imagem é muito mais que a formulação de um discurso; seu papel é constitutivo do processo de transmissão do conhecimento; seu domínio é a prática e a técnica ligadas à memorização.4 Imagens que vêm do passado, algumas de um tempo longínquo, apresentam-se de novo e se instalam como novidade no mundo. Elas misturam passado e presente. Sobrevivem, perpassam sua época de produção, são reapropriadas, ditam crenças e práticas sociais e culturais. São acontecimentos, detentores de pensamento, de memória, de imaginação, sentimento e vida.

Este dossiê, portanto, propôs-se abordar a “imagem como acontecimento” e o exercício de se “pensar por imagens”, um pensamento complexo, dinâmico, que supõe movimentos em todos os sentidos, tensões, rizomas, contradições e, especialmente, anacronismos. Na sua seqüência, no artigo, “Esteban Lisa: semántica y estilo”, Mario H. Gradowczyck (recentemente falecido) e José Emilio Burucúa realizam um registro empírico da aparição, reaparição e variações de elementos plásticos reconhecíveis na geometria pictórica do artista. Em “Visões de terras, canibais e gentios prodigiosos”, Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona mostra como a iconografi a medieval serviu de referência familiar para elaborar as representações pictóricas dos até então ignorados habitantes do Mundo Novo. Maria Bernardete Ramos Flores, em “Sobre a Vuelvilla de Xul Solar: técnica e liberdade no Reino do Ócio ou a Revolução Caraíba”, percebe como elementos perdidos da cultura primitiva pré-colombiana e do sonho milenar da humanidade da conquista do ócio irrigaram a concepção de história do artista plástico argentino Xul Solar e do poeta brasileiro Oswald de Andrade. No texto “El ícono de la misión: una construcción visual de la historia hispana de los Estados Unidos”, Alejandra Gómez analisa a presença do passado hispânico na cinematografi a estadunidense. E, por fim, Laura González Flores, em “Técnica y imagen: la fotografía de arquitectura como concepto”, investiga mudanças conceituais e técnicas no modo de fotografar arquiteturas.

Dentre esses modos de ver, perceber e questionar a imagem, o conceito de anacronismo revela-se apropriado. “Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo”5 , e por mais contemporânea que seja, a imagem está permeada de memórias e quiçá de obsessões por passados. A vida da imagem é mais longa do que a vida humana. Ela tem mais memória, mais passados, mais presentes, mais futuros, ela tem mais tempos, que se acomodam e se montam de maneira que se tornam imbricados na euchronie do historiador. Citando aqui José Emilio Burucúa, que colabora neste dossiê, “la historia humana es esa paradojo de una vida que sentimos ininterrumpida y hasta cíclica pero, al mismo tiempo, siempre nueva, única e irrepetible”.6

Notas

1 AGAMBEN, Giorgio. Image et mémoire: ecrits sur l’image, la danse et le cinéma. Paris: Desclée de Brouwer, 2004, p. 39.

2 BENJAMIN, Walter. Magia e técnica, arte e política – Obras escolhidas. São Paulo, Brasiliense, 1985, p. 229.

3 DIDI-HUBERMAN, Georges. L’image survivante: histoire de l’art et temps des fantômes selon Aby Warburg. Paris: Minuit, 2002, p. 48.

4 Cf. SEVERI, Carlo. Warburg anthropologue ou le déchiff rement d’une utopia: de la biologie des images à anthropologie de la mémoire. L’Homme: Revue Française d’Antropologie – Image et Antropologie, Paris: L’École des Hautes Études en Sciences Sociales, janvier/mars, 2003, p. 77.

5 DIDI-HUBERMAN, Georges. Ante el tiempo: Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2008, p. 31.

6 BURUCÚA, José Emilio. Historia, arte, cultura: de Aby Warburg a Carlo Ginzburg. México: Fundo de Cultura, 2002, p. 131


Organizadora

Maria Bernardete Ramos Flores – Doutora em História pela Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (PUC-SP). Professora do Departamento de História e do Programa de Pós-graduação em História da Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC). Pesquisadora do CNPq. Autora, entre outros livros, de Tecnologia e estética do racismo: ciência e arte na política da beleza. Chapecó: Argos, 2007. E-mail: [email protected]


Referências desta apresentação

FLORES, Maria Bernardete Ramos. A imagem como acontecimento. Ou pensando por imagens. ArtCultura. Uberlândia, v. 12, n. 21, p. 7-8, jul./dez. 2010.  Acessar publicação original [DR]

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História e polissemia da imagem / Textos de História / 2008

Apresentação

O dossiê temático deste número foi concebido durante o Seminário Internacional História e polissemia da imagem, coordenado por Nancy Alessio Magalhães, e realizado em novembro de 2007 pelo Programa de Pós- Graduação em História da Universidade de Brasília. O evento contou com patrocínio da CAPES e apoio do Decanato de Pesquisa e Pós-Graduação e do NECOIM1.

Durante dois dias de intenso trabalho, foram expostos e debatidos os papers aqui publicados, que propiciaram um diálogo muito estimulante entre historiadores e colegas de outras áreas acadêmicas, nacionais e internacionais, acerca de metodologias interpretativas da imagem, considerada esta em suas possibilidades instituintes de um tônus de conhecimento.

A crescente percepção de ausência de sentido do mundo moderno pela dupla perda – da natureza e da obra humana, que inclui toda a história, – tão sublinhada, por exemplo, por Hannah Arendt, estimula a interpretação de diferentes linguagens como a oralidade, a escrita, a visualidade, a sonoridade e a cênica, como processos de se expressar e de criar o mundo. Este dossiê temático assume e enfatiza a condição polissêmica da imagem, e convida-nos a problematizar registros/linguagens visuais e audiovisuais que materializam temporalidades em construções narrativas. Em especial, aquelas narrativas que se referem aos modos pelos quais cada um(a) pode representar a si e ao outro na (re)construção de identidades, de historicidades.

A ciência e a tecnologia têm sido entendidas pelo senso comum como apologias do presente, e a imagem visual apresentada como a superação da oralidade e da escrita, vistas como traços de um passado em extinção. Essa hierarquização das linguagens obstaculiza o processo de conhecimento. Frente a tais desafios impõe-se a discussão das opções teórico-metodológicas no tratamento da imagem na escrita da História.

Este dossiê retoma e amplia os objetivos do seminário, disponibilizando agora para um público mais amplo os textos autorizados pelas quatro expositoras e os comentários dos seis debatedores.

O ensaio “La fotografía como memoria: reflexiones en/desde el siglo XXI” de Laura González Flores (Universidade Autônoma do México) propõe repensar a fotografia a partir de uma prática construtiva do imaginário social, questionando dimensões teoricamente supostas como inerentes à documentação fotográfica, apontadas entre os anos 60 e 90 do século passado. Os comentários de Marcelo Feijó “Iconografia e imagem”, e de Eleonora Zicari Costa de Brito “Fotografia, testemunho, documento”, apontam importantes questões para o aprofundamento desse debate.

Maria Bernardete Ramos Flores, da Universidade Federal de Santa Catarina, com o ensaio “Nacional versus internacional no modernismo brasileiro: a propósito da obra plástica de Ismael Nery”, abre uma discussão muito oportuna no campo da história das artes plásticas. Os comentários de Jaime de Almeida “O prazer de compartilhar”, e de Cléria Botelho da Costa, “Da tela ao texto” convidam os leitores a incorporar-se ao debate.

O dossiê conclui com uma estimulante incursão na complexa relação entre história, sociedades e linguagem fílmica, a partir de dois ensaios voltados para a problemática da presença das mulheres nas narrativas cinematográficas. O primeiro é “Imágenes patriarcalizadas y codificación fílmica en el cine cubano” de Brígida M. Pastor (Universidade de Glasgow), comentado por José Walter Nunes. Segue o ensaio “Vozes femininas no Dez de Abbas Kiarostamide Célia Toledo Lucena (Universidade de São Paulo), comentado por Diva do Couto Gontijo Muniz.

Permanece, assim, a expectativa de que as questões aqui tratadas se desdobrem em infinitas outras, na desafiante tarefa do ofício de interpretação, que envolve qualquer cotidiano de pesquisa.

Notas 1 Núcleo de Estudos da Cultura, Oralidade, Imagem e Memória no Centro Oeste, vinculado ao Centro de Estudos Avançados Multidisciplinares (CEAM) da Universidade de Brasília.

Nancy Alessio Magalhães

Organizadora

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História, Arte e Imagem / Esboços / 2008

À época de sua criação, em 1994, a Revista Esboços trazia na capa um estudo do Arqueiro, de Tintoretto, para ilustrar o objetivo da revista: publicação das pesquisas, dos alunos de pós-gradução do Programa, em fase de redação da dissertação. Mas não só. O esboço do Arqueiro queria também enunciar uma perspectiva historiográfica. Os esboços, cada vez mais, nas exposições, museus e galerias de arte, ganham status de obra como parte da produção do artista, momento em que a obra foi sonhada, instante em que se revela a inspiração de seu criador. A obra do historiador, numa ambigüidade salutar, contempla seu momento inicial de inspiração, e nunca se dá por acabada, clamando por seu caráter de obra aberta da qual nos fala Walter Benjamin.

Hoje, a Esboços, depois de longa trajetória e de suas várias mudanças, tanto no perfil acadêmico, com a colaboração de pesquisadores qualificados do circuito nacional e também do internacional, quanto no seu projeto editorial, alçou o status de obra realizada, muito bem avaliada no ranking dos periódicos brasileiros. Além de estar contida nesse objeto impresso, encontra-se também em versão on line no Portal de Periódicos da Universidade Federal de Santa Catarina: http://www.periódicos.ufsc.br/index.php/esbocos. Sua página na internet vale-se da plataforma SEER – Sistema Eletrônico de Editoração de Revistas, a versão nacional do sistema canadense Open Journal Systems (OJS). Este é um programa aberto, inteiramente desenhado para servir de suporte virtual para revistas acadêmicas na rede internacional de computadores e permite ampla indexação de seus conteúdos e ampla divulgação e circulação entre o púbico leitor.

A área de concentração em História Cultural, implantada no Programa já em 1998, ao conceber a cultura como espaço político, referenciado em delimitação ampla para compreender os contextos nos quais sujeitos operam identidades, movimentos sociais, imaginários, processos de urbanização, de modernização, mobilidades e ocupações territoriais, trouxe em seu bojo o amadurecimento e a configuração de grupos de pesquisa, com liderança na área. Os dossiês, organizados a cada vez pela Esboços, representam a inserção desses grupos que têm reunido seus pares afins em torno de questões historiográficas, tais como estudos de gênero, meio-ambiente, religiosidade, história e saúde, história do trabalho e da escravidão, história indígena e imigração, história e arte.

O dossiê que ora se apresenta, História, Arte e Imagem, parte da iniciativa da Linha de Pesquisa “Políticas da Escrita, da Memória e da Imagem”, que abriga projetos que lidam com fatos artísticos: a vida de uma personagem do mundo das artes, um movimento ou uma obra-de-arte, contextos produzidos em meio à linguagens estéticas e imagéticas que levam a efeito a partilha do mundo sensível com suas identidades/identificações, as disputas que cortam e recortam o social, distribuindo espaços e territorialidades, as visualidades que se configuram num regime ou numa cultura visual a contemplar imagens, representações, monumentalizações, lugares de memória. Se nosso mundo contemporâneo encontra-se cada vez mais dominado pela dinâmica da cultura visual, o estudo da imagem na sua relação entre discurso e visualidade vem despertando grande interesse entre os historiadores.

Na universidade de Chicago, Thomas Mitchell enuncia uma Virada Pictórica, A Pictorial Turn e vê na imagem emergir um paradigma dentro das ciências humanas, da mesma maneira que aconteceu nos anos sessenta com a linguagem e com a chamada Virada Lingüística, ou seja, não só como um tópico central de estudo, mas como característica cultural percebida, por exemplo, nas teorias de Guy Debord sobre A sociedade do espetáculo e de Foucault sobre a sociedade da vigilância. [1]

Os pesquisadores convidados a colaborar nesse dossiê História, Arte e Imagem têm todos largo trato na abordagem das artes plásticas, conciliando o acontecimento histórico no seu modo de relação espaço-temporal próprio da prática historiográfica com a compreensão do registro imagético que compõe a visualidade dos contextos circunscritos. Visualidade que requer, para a sua apreensão, a leitura de imagens.

Nota

1 SCHOLLHAMMER, Karl Erik. Regimes representativos da modernidade. ALCEU. PUC-RIO – V.I – n p.28-41 – jan/jun 2001.

Maria B. R. Flores

Ana Brancher

Organizadoras

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[DR]

Cidade, imagem, história e interdisciplinaridade / Urbana / 2007

A alegria de trazer a público este segundo número da revista Urbana se alimenta, especialmente, da satisfação em poder reunir um conjunto expressivo de estudos que abordam a cidade, bem como da percepção do significativo diálogo que se esboça entre esses textos. Elaborados em primeira versão para os debates da edição de julho de 2007 do Simpósio Nacional da Associação Nacional de História – ANPUH, ocorrido na cidade de São Leopoldo, os artigos desta segunda Urbana são conduzidos pelo fio da interdisciplinaridade – aspecto, aliás, que acompanha o CIEC desde seus inícios, e também este periódico.

Inspirados pelos debates na ANPUH-2007, partimos de uma seleção de textos apresentados em dois Simpósios Temáticos do evento para compor o dossiê Cidade, Imagem, História e Interdisciplinaridade. Na composição, ambos os Simpósios Temáticos, “Cidade, História e Interdisciplinaridade” (coordenado por mim e por Marisa Varanda Teixeira Carpintero) e “Cultura Visual, Imagem e História” (coordenado por Iara Lis Schiavinatto e Charles Monteiro), interagem continuamente, sem que se revele ao leitor, numa primeira tomada, quais autores estiveram presentes em um ou outro debate. [1]

A seleção que fizemos resulta em passagens por variados espaços – como não podia deixar de ser, quando as temáticas se entrecruzam justamente na cidade e na história. Somos levados com os autores por diversos espaços, alguns revisitados em tempos e miradas diferentes: por Guaratuba, Campinas, Porto Alegre e interior sul-riograndense, João Pessoa, Rio de Janeiro, São Paulo e mais, ora conduzidos pelas margens, ora levados aos centros, aos parques, ao lazer, aos dilemas, às figurações, às tensões, às ilusões… Por vezes são os gestos do urbanista e do capitão-mór que norteiam essas passagens, noutras vezes as tomadas do jornalista, do fotógrafo e do cineasta, ou ainda os ângulos do especialista e do governante, ou as penas do chargista e do literato, narrativas daqueles que vivenciam e pensam, em lugares diversos, os espaços do urbano. Passagens, aliás, apreendidas por meio de narrativas que avançam para além da suposta fugacidade ou ineficiência das ações – e transformações – no urbano, para além de uma imaginada coesão da cidade possivelmente convertida em dispersão. Pode-se dizer que, de modos distintos, os estudos aqui reunidos acolhem o “descontrole” e a imprevisibilidade da cidade e se movem em direção a outros espaços, despidos de ilusões de ordem, envoltos pelo desejo de desvelar algo mais, de avançar mais alguns passos na compreensão desse fenômeno complexo e instigante que é a cidade.

As passagens nesses estudos, portanto, não se reduzem à(s) espacialidade(s). Abarcam a multiplicidade que perpassa a cidade, entendida como fenômeno histórico ou na condição de objeto de conhecimento. A dimensão inegavelmente complexa e múltipla do urbano é visível ao longo dos textos, não apenas quando a abordagem conceitual ou documental, sobretudo da cultura visual, implica na compreensão de seus diversos suportes materiais, suas fontes visuais e iconográficas, suas linguagens, seus lugares de enunciação, circuitos e fluxos. O múltiplo e o complexo se fazem presentes também quando os estudos se desdobram sobre a heterogeneidade das formas e sujeitos na / da cidade, a variedade de seus atores e autores, a pluralidade dos discursos e leituras que a percebem, a diversidade de diagnósticos e perspectivas que a avaliam, em sua mobilidade e transformação constante. A visualidade e a dimensão narrativa, que dialogam entre esses textos, configuram um processo continuado de produção de sentidos sociais, apreendidos neste dossiê.

Entendemos que abordar historicamente a cidade considerando-se essa complexidade nos coloca, sobretudo, o desafio de se constituir uma visão antes interdisciplinar do que multidisciplinar do urbano. Mais que dispor lado a lado disciplinas e seus campos de reflexão, esse desafio implica considerar ainda os contatos e entrelaçamentos nos quais é possível vislumbrar os diálogos indispensáveis à apreensão da cidade. Trata-se, na verdade, de uma opção que se construiu ao longo do trabalho editorial, desde as primeiras formulações para o projeto deste periódico, e esperamos que o leitor possa percebê-la no percurso destes textos.

Os editores da Urbana – Revista Eletrônica do Centro Interdisciplinar de Estudos da Cidade-CIEC / Unicamp – são amplamente gratos aos autores, que prontamente enviaram e aprimoraram seus textos, aguardando pacientemente por esta edição que, por “injustificáveis justificativas”, demorou mais que se previa para vir a público. Hoje na condição de editora deste número, agradeço ainda ao imprescindível apoio dos colegas do CIEC, virtualmente presentes desde os momentos de seleção dos textos, bem como nas revisões e afins. Esperamos, por fim, que o resultado de todos esses encontros possa ampliar e renovar os debates que iniciamos noutros tempos.

Nota

1 Para conhecer cada proposta em sua versão original e sua relação com cada um dos dois simpósios temáticos, o leitor pode aproveitar-se da “virtualidade” desta leitura e navegar pelos arquivos da ANPUH-2007: http: / / snh2007.anpuh.org / site / saoleopoldo

Josianne Francia Cerasoli – Membro do conselho editorial da Urbana, responsável por este número. E-mail: [email protected]


CERASOLI, Josianne Francia. Apresentação. Urbana. Campinas, v.2, n.1, 2007. Acessar publicação original [DR]

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História, Arte & Imagem | ArtCultura | 2006

Venha amar-me.

Venha.

Vem para este papel branco, Comigo.

Duras

Se para Marguerite Duras o acontecimento amoroso converteu-se em acontecimento de escrita, se amor e linguagem se autoconstituíram em sua obra, nós, leitores, somos por ela incitados a unirmos memória e imaginação, vida e arte, história e ficção. É este o caminho proposto pelo dossiê História, Arte & Imagem. Nele encontram-se textos cujos interesses estão centrados nas imagens de arte e suas problemáticas, nos fios que conduzem a análise no campo da arte visual, imagética, plástica.

Procurou-se agrupar reflexões vindas de lugares distintos, mas convergentes para a arte. Conjugam-se aqui a História, a Literatura, a Filosofia, a Crítica e a História da Arte, áreas que, no espaço acadêmico, comportam suas especificidades e demarcam seus territórios. Entrelaçadas, no entanto, por seus interesses comuns — teóricos, metodológicos, documentais —, debruçam-se sobre uma mesma categoria de objeto de análise, a obra de arte. Para todos os autores aqui reunidos, ela é foco de atenção, mesmo que pensada com base em diferentes pressupostos.

Lúcia Maria Paschoal Guimarães parte do artista. Fleiüss, imigrante alemão num Brasil que se queria “civilizar”, permite ver o Fleiüss gráfico, designer, artista, o qual exige que se olhe para sua obra deslocando-a de lugares comuns. Surge então a técnica inovadora, o traço crítico, a anotação da vida em linhas e cores e o diálogo com a linguagem plástica que levam a História ao encontro da Arte.

Os historiadores não recusam mais essa parceria. Assumem a união e elegem a obra de arte como centro, como objeto de estudo, como acontecimento histórico mais do que documento, como análise de intenções mais do que objetividade do testemunho. Maria Bernardete Ramos Flores encampa tal possibilidade ao propor a utilização da arte para pensar a vida. As atitudes estéticas são lidas nas obras e nos corpos simultaneamente; entre clones, misses e estátuas, beleza e fealdade se conjugam na percepção artística da modernidade.

Nesse mesmo rumo, a análise histórica de Luciene Lehmkuhl explora a feitura e a leitura das obras, o fazer e o perceber, a criação/realização e a recepção. A obra de arte é decomposta, fragmentada para que permita que se capte sua elaboração. Sua circulação é discutida, e as críticas formuladas são expostas e confrontadas, possibilitando compreender a sua recepção, revelando a presença e a influência da arte brasileira no consagrado meio artístico europeu.

O texto de Paulo Knauss aponta minuciosamente, por meio da leitura atenta e da indicação de vasta e atualizada bibliografia, a relação do historiador com as imagens, em especial com as obras de arte. Sublinha a valorização do conceito de cultura visual no campo da história da arte a partir de sua conexão com o caráter histórico do estatuto artístico. Faz pensar nos caminhos teórico-metodológicos percorridos pelos historiadores que se voltam para as artes.

Interessam-nos a interação e a troca com áreas parceiras da História, cujos especialistas, ao lidarem com obras de arte, embrenham-se em terrenos usualmente pouco visitados pelos historiadores e estabelecem roteiros, circuitos e conexões que nos servem de lição. Nesse sentido, Osvaldo Fontes Filho, toma como ponto de partida os meandros da Filosofia e apresenta os procedimentos adotados por Jean Dubuffet, discutindo a relação matéria e forma ao analisar a escritura do próprio artista. Texto e imagem são entrecruzados e confrontados para deixar ver o mundo “escavado” pelo pintor na sua “espessura viscosa”, um mundo a ser tocado mais do que olhado.

Imagens visuais e literárias aparecem no artigo de Raúl Antelo, advindo do campo da Literatura. Composto de maneira fragmentária, seu texto faz ver o também fragmentado livro de Aníbal Machado, que colhe suas “constelações” em Blanchot. Para nos conduzir ao Aníbal leitor de Blanchot, Antelo copila fragmentos das Cadernetas de citações do escritorleitor. Dá a conhecer o “sentido extraviado” do texto de Aníbal por intermédio da colisão de fragmentos imagéticos e textuais, recolhidos em múltiplas leituras.

Annateresa Fabris, ao se lançar a uma investigação no âmbito da História da Arte e da Crítica de Arte, se dispõe a recuperar o debate ocorrido nos anos de 1970 acerca do hiper-realismo. Entre Estados Unidos e Europa são evocados obras, artistas e críticos que trazem à tona as categorias de mimese e estranhamento por meio de oposições entre técnica e valor artístico/estético, entre operação ilusionista e reduplicação do real, onde a fotografia desponta como dispositivo de distanciamento do mundo físico.

Este é o dossiê História, Arte & Imagem, cuja proposta é amplificar a divulgação de pesquisas relevantes e pertinentes ao debate historiográfico da contemporaneidade. Logo, fazemos questão de participar das discussões que vêm sendo travadas nos últimos anos acerca do uso das imagens em geral e das obras de arte, em particular, para a construção de uma História visualmente orientada. Que nossos leitores venham conosco para este papel [branco?].


Organizadora

Luciene Lehmkuhl


Referências desta apresentação

LEHMKUHL, Luciene. A História por entre artes e imagens. ArtCultura. Uberlândia, v. 8, n. 12, jan./jun. 2006. Acessar publicação original [DR]

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Imagem e som / História Social / 2005

Imagens e sons. Ex-votos, música anarquista, matinas e aves-marias, o documentário do Estado Novo que se transforma numa arte do coletivo, cinema e história, fotografia e história. Esses temas estudados são matéria de sentimento, de emoções. São matéria de arte.

Justamente: um historiador debruçado sobre o objeto artístico, tentando compreendê-lo segundo diversas configurações históricas, poderá deparar-se com duas sensações imprecisas e frustrantes.

A primeira é a de um poço sem fundo. Por menos que se ofereça vazão às associações livres, por mais que se restrinja aos quadros de percepção de uma ou outra época, por rigorosos que sejam os parâmetros determinados para a análise, sobrará a convicção de que, mesmo dentro dos limites impostos e escolhidos, a matéria examinada é instável e não se revela por inteiro.

A segunda é de que, sejam sutis, fluidos e finos os instrumentos abstratos empregados nessa tarefa, eles se mostrarão grosseiros e desproporcionados diante do objeto fugacíssimo.

Essas constatações, banais em princípio, levam-nos a perceber a inadequação do conceito diante da obra. Embora não haja remédio, a faculdade discursiva, as formas articuladas do pensamento só se podem fazer através da generalidade conceitual, e a razão, esquelética, esquemática, esquadrada, conduz à compreensão da densidade espessa, protéica, própria à arte.

Mas, justamente, de que compreensão se trata? Se nos colocarmos na óptica da razão, a obra de arte é antes de tudo um objeto a ser destrinchado. O poder compreensivo e racional emana em mão única. A obra-objeto subordina-se ao sujeito que a cataloga, define, classifica, sintetiza, analisa, interpreta. A natureza da razão é ativa, ela dá existência, pelos seus meios, a objetos que sem ela estariam num limbo, fora, ou à espera do batismo cognitivo que ela determina.

Casos caricaturais, porque mais grosseiros, mas tão correntes, levam ao extremo uma tal situação. Um processo interpretativo possui sua bela lógica, sua forte coerência. Se é estático, parece ter previsto todas as categorias possíveis; se é dinâmico, avança no tempo, revela uma história necessária, demonstra todo o sentido do passado, prevê sem falhas o futuro e vive de transições.

Poderíamos dizer simplesmente que o emprego de conceitos teóricos, intérpretes e ordenadores, não basta: “Hay que poner talento”. Mas não se trata aqui apenas de uma virtuosidade instrumental.

Ao contrario, é preciso compreender que o objeto não é mais explicado, ele é explicante. Ou melhor, ele é o sujeito do qual uma observação minuciosa, fiel, atenta, busca extrair lições.

Portanto, não objeto, em realidade, mas sujeito, e sujeito pensante, com o qual é preciso aprender, como se aprende com o mais intrincado e profundo sistema teórico. Não, entretanto, com os mesmos meios. E preciso aceitarmos que existe um pensamento, uma reflexão sobre o mundo, sobre o homem, sobre as coisas, que não se dá no âmbito do conceito e da razão.

Racionalistas puros e duros traçarão a linha divisória e denominarão, com pejo, o oposto, o avesso, como aquilo que não é o que sou: irracional. A razão possui alguma coisa de militar, necessariamente sempre alerta contra os inimigos que nos rodeiam, informes, anormais, perigosos. A nostalgia de uma razão impossível, sucumbida diante dos delírios, possui a angústia vã da vigília, o medo certeiro do descanso: é assim que o pintor nos ensina — o sono da razão produz monstros.

A obra de arte, entretanto, fala dos monstros, da noite, do terror, e também do harmônico, do luminoso, do calmo — e mesmo do racional, mas a seu modo. Nada se passa numa inteireza franca ou numa transparência, nada se reduz à definição — quando ele existe, o raciocínio rigoroso está comandado por algo que o ultrapassa e que pode revelá-lo como falácia.

No exterior da razão, esse algo é indizível, pelo menos através das palavras corretas e próprias às construções interpretativas. A inteligência exigida e secretada pela obra de arte, sua lucidez específica, são diversas. Elas estão contidas num gesto, numa inflexão da voz, num olhar, numa rima, no tom de um céu, no volume de um seio, nas proporções de uma janela, numa metáfora, no som do violino ou do trombone. Esses e infinitos outros são momentos de um todo que adquire sentido através de uma percepção sensorial, de uma intuição. Um veículo indispensável são as emoções, em todas as suas gamas; é a experiência insubstituível. Nós compreendemos através delas, e não pelo recado do conceito.

Apreender a obra ou fazê-la são atos que pressupõem ou que dependem do mistério. As certezas científicas de nosso tempo, os racionalismos pouco sábios, não toleram a idéia de que algo lhes escape, temem as trevas e crêem na luz universal, tão enganadoramente torva. Entretanto, é inútil excluir o mistério — ele está em nós e em torno de nós. E as obras de arte nos ensinam — dura tarefa — a conviver com ele.

Da mesma forma, muitos pensamentos suficientes e autoritários decidiram terminar de uma vez por todas com a idéia insuportável de gênio. Não podemos explicá-lo, portanto, ele não existe. Fruto de um obscurantismo perverso ou de um idealismo reacionário, além de não existir, ele deve ser insultado. Os antigos, os renascentes, os românticos, com enfoques diversos, sabiam, porém, que a criação artística provém do inexplicável. E que os artistas, maiores ou menores, assenhorearam-se de um poder que não é concedido a todos, e que, eles próprios, artistas, dificilmente conseguiriam no-lo descrever.

Genialidade e mistério, noções incômodas em tempos de causalidades explicativas. Mas contidas nas obras de arte, que nos fazem penetrar nos negrores da não-razão.

Os românticos foram direto ao cerne. Deram-nos a experiência das trevas, do sem destino, do sem sinal. Mostraram-nos que todos os sinais são falsos, não em nome de um sentido superior, mas porque não há sentidos. Lançaram-nos na angústia do mistério, onde certas vozes falam mais sabiamente que outras: as da loucura, as da criança, as da mulher, as do povo, as do demônio, todos esses seres que não foram iluminados pela razão, mas que sabem exprimir as falas das trevas.

As situações inverossímeis multiplicam-se na música, na pintura, na literatura românticas, o comportamento incoerente dos personagens, movidos por paixões que não se explicam — que, exatamente, não possuem razões. Tudo é inteiro e denso, e só pode entregar-se assim. Toda tentativa de esmiuçamento, de recorte, de detalhe, está fadada ao fracasso. Torna-se muito diflcil, precedidos por práticas analíticas que exigem cadeias causais e a abolição de todo acaso, aceitarmos hoje esse amálgama disparate de ações sem sentido.

O incompreensível é absurdo, dirão as análises racionais. Que mecanismos psicológicos, que situações sociais, históricas, econômicas, políticas dão conta de tais quimeras? A atitude romântica justamente, por sua vez, denuncia: eles não dão conta. E, ao afastamento determinado pela razão, faz emergir, torna visível, palpável, presente, a espessura do desconhecido, a experiência do terrível, através dos choques, das comoções, dos arrepios.

Mas haverá aqui uma oposição entre o racional e tudo o que está fora da razão? Visto do lado da ortodoxa positividade lógica não há dúvida: o irracional é o não-ser da razão, que o recusa e estigmatiza. Fora de tais parâmetros, entretanto, não descobrimos o terrível inimigo das justezas racionais, os implacáveis espíritos negando e ameaçando sem trégua o reino harmonioso dos universais que regulam o bem. Descobrimos apenas que se trata de não-razão, isto é, de um outro domínio, pelo qual podemos ser levados a perceber o mundo e os seres, a uma sabedoria que não cabe nas equações. Atinamos que os caminhos emocionais, intuitivos, são modos também de conhecimento, mais profundos até, embora impronunciáveis, ou tão pouco, ou de outro modo. Poderíamos chegar ao princípio de uma razão dilatada, uma razão que desconfiasse dos seus próprios silogismos, e que aprendesse a respeitar, senão como superiores, pelo menos como iguais, essas outras sendas de saber.

Talvez pudéssemos ir mais longe, e pensar mesmo os grandes sistemas filosóficos sob a forma de obras de arte, considerando que, tanto quanto a definição dos conceitos, contam a riqueza das metáforas, o vigor do estilo, a beleza da arquitetura dos raciocínios. O conceito não seria mais nem meio instrumental, nem transparência — existiria numa densidade rica, infinita, de possíveis. Um grande romance e uma grande teoria explicam o mundo — sem que haja verdadeira diferença de natureza entre eles.

Uma vez os preconceitos desfeitos, teríamos então uma densidade reflexiva e sensível. Os românticos, é bem claro, não inventaram o irracional, nem foram verdadeiramente seus adeptos. Apontaram distintamente para o irracionalismo da racionalidade que, tantas vezes, tomada de uma embriaguez triunfante, enlouquece. Muitos e muitos foram, na sua história, os momentos em que a ciência mostrou-se enlouquecida, em pecado de orgulho, em excessos trazidos pelo rigor de um raciocínio que se basta a si próprio, e que incide, universal e autoritário, em conseqüências desastrosas, sobre o mundo. A hybris da razão faz aflorar o germe irracional ali escondido.

Assim, diante do fracasso das etapas ordenadas, vence uma noção tão imprecisa quanto imponderável: o desejo. São noções dessa natureza com as quais, nesse âmbito, temos que lidar. Não há regras, ou lições teóricas para tanto. São laços criados por impulsos, por afetos, por adesões. Para que possamos aderir a elas, é preciso de algum modo atraí-las. Os românticos, ainda eles, sabiam os climas propiciatórios, as noites enluaradas, os lagos silenciosos, os ermos melancólicos. Pela saciedade, puderam estes transformarem-se em atributos caricaturais. É inegável, entretanto, que eles tiveram realmente poderes.

Baudelaire, Poe e Dostoiévski perceberam que as provações do corpo: o jejum, a febre, as fraquezas — ou os seus estímulos: as bebidas, as drogas, as excitações histéricas — podiam nos levar a estados privilegiados onde uma percepção superior surgisse.

Disso tudo, entretanto, o que permaneceu foram as obras de arte. Românticas ou não, elas enfeixam universos a serem explorados com essas vibrações emotivas, intuitivas. E se são as obras pensantes, como dissemos, elas nos indicarão as sendas, elas extrairão dos movimentos da alma os modos que nos levam às contemplações almejadas.

Volta aqui uma idéia, de antiqüíssima origem — a freqüentação, o contato constante, respeitoso e desvelado. Não esperemos chaves para portas fechadas, soluções para problemas armados. Surgirá, porém, uma progressiva modificação do espírito, que aprende por meio da própria metamorfose.

O ensino trazido pelas artes se faz por ascese, por iniciação, pelo olhar demorado, pela escuta atenta. Isso acarreta uma séria moralização à soberba dos conceitos e da teoria. Pois as obras gostam da nossa atenção. Mais e mais a elas nos consagramos, mais e mais elas nos devolvem sentidos ocultos, inimaginados. E com isso fogem constantemente ao rigor classificatório, escapam das camisas-de-força que lhes são impostas. Denunciam assim a estreiteza e a tirania dos sistemas. Indicam-lhes os limites.

Não é possível prescindir, nesses domínios, do trabalho da razão, da busca metódica, da exatidão comparativa ou analítica. Eles esclarecem, situam, permitem que o pensamento não enverede pela indignidade do arbitrário. Revelam-se também como modos da freqüentação. Está bem claro, porém, que eles não substituem o legítimo contato. Os imperceptíveis vasos comunicantes entre cada um e a sinfonia, ou o quadro, ou a estátua, ou o poema, o badalar do sino, a seqüência do filme, o segmento de mundo refeito pela fotografia, um romance de Zamiatin estabelecem-se por meio da relação privilegiada. Capaz de criar ainda laços invisíveis entre os espectadores, ouvintes, leitores, de uma mesma obra. Não exatamente os mesmos sentimentos, não os comportamentos unânimes, mas ligações complexas, possivelmente até emaranhadas e contraditórias. Com essa natureza específica, chegamos aqui ao centro de uma ‘religio artis’, no seu sentido mais precisamente etimológico.

Os instrumentos racionais, então, se prestam como uma das maneiras, e dentre as mais elevadas, da aproximação. Desde que eles se encontram submetidos ao principal, humílimos servos. Assim como o contemplador, que se submete e se entrega às trevas insondáveis.

Jorge Coli

COLI, Jorge. Apresentação. História Social. Campinas, n.11, 2005. Acessar publicação original [DR]

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